André Masson, Alborada en Montserrat (1935)
Todo ha de tornar al fuego original
Tempestad de llamas
Así hablaba HERÁCLITO
Levante y poniente del hombre lúcido y duro.
-Habrás de ver el flujo y el reflujo
De las pasiones despreciables.
-Aceptarás la humedad al igual que se ama
A la madre que nos engendró.
-Hombres y mujeres abocados estáis al
Fuego de lava inmaterial
Aquí y allá ligera, arrolladora
Siempre mortal
Viva siempre
Que no ama sino lo que vendrá.
Siempre arrojados a los volcanes de vida y de muerte.
Y PARACELSO: ambas manos apoyadas
En la espada de la sabiduría
En intimidad con los astros y las piedras
Enamorado de las cavernas del hombre
Del vientre del universo.
Y tú ZARATRUSTA ojo de luz
En el centro de un mundo terrible y alegre
Os saludo desde lo alto
de Montserrat.
Hasta las botas en los ojos
hasta las lágrimas del barro
hasta las manos inflamadas de pus
conduce el camino del desafío
de los largos estertores de la tumba
donde silbó una muerte sin aire
y de la ausencia de esperanza
nace la estrella de la nube.
Georges Bataille, Desde lo alto de Montserrat (Revista Minotaure nº 8 junio de 1936)
André Masson, (1896-1987), pintor francés adscrito al movimiento surrealista liderado por André Breton, decide en 1934 tras presenciar las algaradas fascistas en París y sentir peligrar su vida, viajar a España, país del que amaba sus gentes y cultura. Comienza así un peregrinaje de varios años que le llevará junto a su mujer Rose por diferentes puntos de la geografía hispana en unos momentos convulsos que inspirarían algunas de sus obras. A su paso por Catalunya se instala en Tossa, pueblo de pescadores de la Costa Brava, para más tarde visitar Barcelona en los días que se proclamó el Estat Catalá tras una huelga general. Durante las algaradas participó uniéndose a un grupo anarquista, ideología por la que sentía simpatía y que ya en Francia le provocó algunos problemas. De su recorrido por tierras catalanas destaca la experiencia compartida con su amigo Georges Bataille que tuvo en la montaña de Montserrat -lugar donde se ubica una abadía benedictina que desde la Edad Media es considerada un centro espiritual y de peregrinaje de primer orden-, marcándole de forma especial en su posterior percepción de la realidad. Tal experiencia darían como resultado dos pinturas que serían reproducidas -junto a los dos textos de Bataille "Desde lo alto de Montserrat", (transcrita más arriba), y "Azul del cielo"-, en el número 8 de la revista surrealista Minotaure bajo el título de "Montserrat". Sería el momento en que Masson se acercara de nuevo al movimiento surrealista tras sus diferencias con Breton.
André Masson en España
(fragmento)
Por
Dawn Ades
(...) Cuando aún estaba en España, Masson volvió de forma espectacular al surrealismo al publicar en Minotaure, en colaboración con Georgs Bataille, "Montserrat". Bataille visitó a Masson en España en un momento en que éste se había acercado a Bretón (fundador del surrealismo) al apoyar juntos el Frente Popular en Francia. La alianza entre los dos no fue duradera, pero para Masson fue como un puente que le permitió estar de nuevo, durante algún tiempo, más cerca de los surrealistas, aunque sin abandonar nunca su estrecha amistad con Bataille. En Abril de 1936 escribió a Bretón desde España expresándole su alegría por el restablecimieto de la amistad.
"Montserrat" no hace concesiones al contexto surrealista; es una de las expresiones más vivas de una experiencia que Masson y Bataille habían tenido. En relación con ella Bataille insiste en que "es necesario dar la mayor importancia posible al hecho de que la realidad de que se trata no puede ser obtenida nada más que en el éxtasis religioso". Esta alusión a la experiencia extática de los visionarios cristianos se hace, sin embargo, mas ambivalente cuando se lee todo el texto aportado por Bataille, "Azul del cielo", pues está muy lejos de un relato triunfal de la experiencia hecha por él y Masson. "Montserrat" consta de tres elementos: "Azul del cielo", dos pinturas de Masson -Alborada en Montserrat (imagen de cabecera) y Paisaje con prodigios- y "Desde lo alto de Montserrat", poema que invoca a Heráclito, Paracelso y Zaratrusta. Las pinturas fueron la respuesta a una intensa experiencia que Masson había tenido en Montserrat, cuya famosa abadía fue en otro tiempo centro de peregrinación. Como de costumbre, Masson y su mujer habían ido a pie y se vieron obligados a pasar la noche a la intemperie, en la montaña. La "revelación mística" que vivió tuvo, según explica Bataille, considerable importancia para su posterior visión de la realidad. Las pinturas rebosan energía; representan una tierra y un cielo en convulsión, este último poblado a su vez de soles, estrellas y planetas en movimiento. El color rojo domina tanto en la tierra como en el firmamento, recordando el poema "Desde lo alto de Montserrat":
"Todo debe volver al fuego original
Tempestad de llamas
Así hablaba Heráclito..."
Como explicaba Bataille en "Azul del cielo", la experiencia de Masson fue como un éxtasis religioso en cuanto que le produjo sensaciones reales, pero mientras que el éxtasis religioso puede ser experimentado como una unión con Dios, la vivencia de Bataille y Masson fue la del hombre víctima, trágico héroe de una lucha con la naturaleza, de la que procede y ante la que aparece a un mismo tiempo como transgresión y superación. Girando constantemente en torno a los conceptos de elevación y abatimiento, que además de ser inestables, conducen a vertiginosas perturbaciones y caídas, Bataille imagina al hombre atrapado entre un cielo vacío (puesto que Dios ha muerto) y la tierra:
"Y de la misma manera que una negación de la naturaleza había hecho de la vida propiamente humana una tranasgresión y una trascendencia que relegaban todo lo demás a la nada, así, pero en un último e irresistible movimiento, la negación de todo lo que, por encima de las cosas o de los hombres, es imperativamente orden o ley, despoja a la desdichada vida de los lazos que paralizaban todavía su movimiento vertiginoso hacia el vacío."
Las dinámicas formas cósmicas de las pinturas de Masson sobre Montserrat no llena sino que más bien marcan el vacío de un cielo sin Dios; encarnan la sensación de una "caída vertiginosa en el vacío del cielo". El cielo y la tierra parecen enfrentarse, como en el "Azul del cielo", de Bataille, pero además, como aspectos de la penosa experiencia del hombre, basculan entre una sensación y otra, entre la exaltación eufórica y la desesperación. El hombre es presentado como algo poseedor de la misma sustancia que la roca roja: parte de la tierra pero proyectada hacia el cielo. El ser humano adopta la forma de un monje; durante la noche de su "visión" Masson oyó los cantos periódicos de los monjes del monasterio.
André Masson, Paisaje con prodigios (1935)
En Paisaje con prodigios, las formas cósmicas rojas y amarillas parecen florecer de la figura de un monje, pero además poseen la misma sustancia que la lava roja que sale de la montaña y parece dar vida a la serpiente. Con todo, ese símbolo tradicional del mal en el cristianismo, signo de un sistema moral anticuado, no puede hacer nada frente a la sobrecogedora energía y la abrumadora inmensidad de la naturaleza.
Lecturas:
Dawn Ades, Masson. Ediciones Polígrafa 1994
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