lunes, 27 de octubre de 2014

La tierra baldía




¿Cuáles son las raíces que arraigan, qué ramas crecen
en estos pétreos desperdicios? Oh hijo del hombre,
no puedes decirlo ni adivinarlo; tu sólo conoces
un montón de imágenes rotas, donde el sol bate,
y el árbol muerto no cobija, el grillo no consuela
y la piedra seca no da agua rumorosa.


T. S. Eliot, La tierra baldía


¡Oh Dios! ¡Dios!... ¡Qué fastidiosas, rancias, vanas e unútiles me parecen las prácticas todas de este mundo!... ¡Vergüenza de ello! ¡Ah! ¡Vergüenza! ¡Es un jardín de malas hiervas sin escardar, que crece para semilla; productos de naturaleza grosera y amarga lo ocupan únicamente!...

William Shakespeare, Hamlet (I, II, 133)


La tierra baldía
(fragmentos)
por
Patrick Harpur


La pérdida del alma

(...) William James, en su libro sobre las variedades de la experiencia religiosa, escribió que el principio que transforma el mundo  durante las experiencias místicas es el mismo que actúa en la despersonalización, pero que actúa a la inversa. La despersonalización no es, en otras palabras, una condición médica. Es como una visión, pero una visión en la que el mundo se vuelve "aburrido, rancio, vano e inútil", como lo percibió Hamlet. Esta visión parece haber sido un acompañamiento inevitable de la vía negativa. El obstinado rechazo del alma y sus imágenes por parte de los padres del desierto condujo a un estado llamado acedia, o acedía, una especie de apatía que describían con frecuencia en términos de sequedad espiritual. Era como la noche oscura del alma de san Juan de la Cruz, cuando el suplicante siente la lejanía de Dios y la esterilidad del mundo.
El individuo despersonalizado ya no se reconoce como persona. Observa sus propias acciones como si estuviera fuera, como si fuera un espectador de sí mismo. No está exactamente deprimido; más bien, sufre de esa falta de vitalidad, de ese vacío, apatía y sensación de monotonía para que el término "sequedad" parece la metáfora más apropiada. La pérdida del alma es también la pérdida del Alma del Mundo, de manera que no sólo se está alejado de sí mismo, sino también del mundo, que parece extraño e irreal. Se vuelve plano, carente de la tridimensionalidad que le otorga la doble visión; y está muerto, porque le falta la imaginación que lo animaría. (...)
El mundo de la despersonalización es el mundo del cientifismo, cuyo rechazo de la iniciación y negación de la muerte, así como su mantenimiento del ego racional, cueste lo que cueste, nos introduce en una distopía vacía y sin alma. Me hiere una punzada de temor al pensar que puedo estar, que los occidentales podemos estar tan despersonalizados, que sólo por rutina estamos medio vivos. Me pregunto si tenemos siquiera la sospecha de cómo podrían ser nuestras vidas si nuestros efímeros contactos con el Alma del Mundo -esos pequeños destellos de verdad y de belleza- se volvieran continuos como el aire que respiramos.


El Santo Grial

No es coincidencia que el poema saludado como el primer poema moderno -La Tierra Baldía (1922) de T. S Eliot- trate precisamente de la crisis característica del S. XX: la pérdida del alma. O, como señala Ted Hughes, en Winter Pollen, "la compulsiva desacralización del espíritu de occidente".
El poema describe las secuelas de la catástrofe que Shakespeare había tratado de alejar, dramatizando las consecuencias de la exaltación del nuevo ego racional puritano a expensas del alma. Nacido de "la depresión y del derrumbe violento del ego" que Eliot había sufrido como un chamán, La Tierra Baldía describe un mundo urbano "irreal", cuyos habitantes son seres inquietos,vacíos, indiferentes, y mas bien sórdidos. La figura de Tiresias, el ciego vidente andrógino del mito griego, se mueve en el trasfondo y actúa como nuestro guia a través de la modernidad y el desierto, donde "no hay agua, sino solo rocas", y el "trueno seco, estéril y sin lluvia". Ya casi no es posible la poesía, salvo algunas citas raras de poemas del pasado, cuyas riquezas están esparcidas a lo largo de la tierra baldía como restos relucientes en el polvo.
E. M Foster señala en algún lugar que el poema trata sobre "las aguas regeneradoras que no  llegan". ¿Y que son esas aguas?  Son las que devolverían la fertilidad a la tierra baldía.

 El Rey Pescador, herido en el muslo. Ilustración del manuscrito "Le Roman du Saint Graal" S. XIV.


El título es un eco deliberado del mito artúrico, en el que el rey herido (el rey pescador) de manera incurable, gobierna un pais yermo, en un invierno perpetuo. Solo puede ser revitalizado por el Santo Grial, que traerá las aguas no en el sentido literal de fertilidad, sino en el sentido espiritual. El Santo Grial es el Alma del Mundo. Su fertilidad es la generación sobreabundante de toda vida imaginativa.
De este modo, el mito de Demeter y Core, que mencioné anteriormente como paradigma de iniciación del alma individual, es también un mito sobre la pérdida del Alma del Mundo. Deméter devasta el mundo, prohibe que los árboles den fruto, y que crezcan las cosechas, pues está encolerizada con Zeus por permitir que su hermano Hades se apodere de su hija. Tampoco restaurará el mundo hasta que Core sea devuelta. Pero el regreso de Core es precisamente la restauración del Alma del Mundo. El hecho de que coma unos granos de granada, y sea obligada por ello a permanecer en el Mundo Inferior durante tres meses al año, no es solamente un mito sobre los orígenes del invierno, es tambien una metáfora de la manera en que la vida natural, la reverdeciente vida de Deméter está siempre conectada con Hades, con la muerte a través del alma.

 Core y Hades en el Mundo Inferior, marmol s. V a. C.


Sin alma, sin la imaginación y sus daimones, el mundo parece baldío. Y esto es lo que Eliot teme que le haya sucedido al mundo moderno. La Tierra Baldía implica lo que ya previó William Blake: "que el apocalipsis que mata el Alma del Mundo no está al final de los tiempos, ni está próximo, sino que el Apocalipsis está aquí: Y newton, Locke, Descartes y Kant son sus jinetes".
A comienzos del s. XX, el alma, que había estado tanto tiempo marginada por el materialismo y el racionalismo, señaló su regreso a través de síntomas físicos que Freud observó en las neurosis de sus pacientes. Desde entonces, hemos confundido el alma con el lugar en el que fue redescubierta, como si nuestra alma perdida solo pudiera ser recuperada por la psicoterapia. Además, y a consecuencia de ello, hemos tendido a localizar el alma, ahora llamada "inconsciente", exclusivamente en el interior del individuo. Hemos olvidado que el alma está en todo, y que todo está en el alma, y que el alma es tanto colectiva e impersonal como individual y personal. Hemos desatendido el Anima Mundi, que ahora, a principios del S. XXI clama por nuestro cuidado y atención con síntomas físicos análogos a los que el psicoanálisis observó en el individuo.
Todo lo que una vez apreciamos como fundamento de la vida, aquello a lo que siempre podíamos acudir, si todo lo demas fallaba, se ha vuelto al parecer contra nosotros: el aire, la luz, el sol, la lluvia: todo está contaminado, todo es cancerígeno, ácido, todo contiene veneno. Parte de la contaminación es la manera en que -aunque la contaminación literal no fuera cierta- sentimos que lo es. La paranoia es una forma de vida cuando nos sentimos atacados por agentes invisibles que nos rodean: gérmenes, virus, "rayos" invisibles (como las microndas) en el aire e incluso venenos en los alimentos llenos de supuestos pesticidas, agentes químicos, y peligrosas modificaciones genéticas.
El sentido paranoico de que el mundo está conspirando contra nosotros es también, por supuesto, un síntoma del revivir del mundo. Lo hemos declarado muerto durante tanto tiempo que cuando vuelve a la vida, dotado de alma y animado como antaño, regresa aparentemente como la muerte misma. Los daimones proscritos vuelven como los demonios vengativos de síntomas patológicos letales.
Si queremos reinstalar el Alma del Mundo en su gloria original, tendremos que hacer algo más que introducir remedios medioambientales, que , por muy bienintencionados que sean, tienden a mantenerse en un polo igual y opuesto, esto es, tan literalistas como el daño que hacemos. Tenemos que cultivar una nueva perspectiva o visión en profundidad, y tambien, un sentido de la metáfora, una doble visión. Si queremos cambiar nuestra obstinada literalidad, tendremos incluso que dejar entrar un poco de locura, abandonarnos a cierto éxtasis. Siempre podemos comenzar tratando de desarrollar un mayor sentido de lo estético, una apreciación de la belleza, que es el primer atributo del alma. Por la manera en que vemos el mundo podemos restaurar su alma, y el modo por el que es dotado de alma, puede restaurar nuestra visión.
Si, por otra parte, seguimos ignorando a los dioses y daimones, y viviendo tras las barricadas del ego racional heroico, ya sabemos lo que sucederá. Sabemos lo que sucederá porque sabemos lo que sucedió, y lo que está sucediendo siempre a Heracles, que encarna especialmente esta perspectiva. Y añado aquí su historia, aunque sea conocida, a manera de un didáctico cuento final.


 La túnica de Neso

La mujer de Heracles, Deyanira, se siente desdichada porque su marido la tiene abandonada. Cuando él le pide que le teja una túnica especial para ponérsela en un sacrificio, ella ve la oportunidad de reconquistar su interés, pues tiene un filtro de amor que le dio un centauro llamado Neso, hecho con su sangre. Moja la túnica en la poción y se la entrega.
Como sucede a menudo con las mujeres de los héroes, Deyanira representa el alma de Heracles. Como todas nuestras almas, es constante y continua enamorada, sin importar que la desatendamos, o que seamos conscientes de ello o no. Pero si seguimos resueltos a negarla, su amor solo podrá alcanzarnos de forma distorsionada, incluso destructiva.
La sangre de Neso en la que moja la túnica no es un filtro amoroso, sino un veneno, pero Deyanira no lo sabe, pues Neso, el centauro, es un daimon vengativo, a cuyos camaradas Heracles había dado muerte (como parte de su guerra contra todos los daimones). Otra versión del mito nos cuenta que la sangre de Neso es venenosa porque, en el pasado, Heracles le había herido con una de sus flechas envenenadas. Esto encierra una verdad y una justicia poéticas, pues es Heracles mismo el que ha envenenado realmente el amor. El veneno es a veces la única manera en que puede alcanzarnos el amor. Estamos ante una metáfora de la fuerza corrosiva que es el amor para el insensible ego heracliano, ego que, si no quiere morir a si mismo, debe finalmente consumirse. Y asi, Heracles se puso la túnica, y loco de dolor, se autodestruyó.

Hércules abrasado por la túnica del centauro Neso
Francisco de Zurbarán (1598-1664)



Lecturas:

Patrick Harpur, El fuego secreto de los filósofos. Atalanta 2006



Entradas relacionadas:

Mundus Imaginalis

El Grial 

Doble Visión

Deméter y Perséfone

El lado oscuro de la mente

.


jueves, 16 de octubre de 2014

El lado oscuro de la mente


Imagen del film  "Planeta prohibido" (1956) de Fred M. Wilcox donde se visualiza el monstruo creado por la mente inconsciente de uno de sus protagonistas


"Antes de la revolución romántica la expresión de la personalidad del artista estaba contenida dentro de límites contra los cuales raramente se rebelaba: límites aceptados hasta el punto de no sentir, de ni siquiera imaginar, la necesidad de franquearlos y sobrepasarlos. (...) Al abrirse con Freud y con Joyce la caja de Pandora, todo el mundo larval de la psicopatía inundó la literatura a tal punto que no terminaríamos de dar nombres. Su nombre es legión. (...), palabras, palabras, palabras del subsuelo, todos marchando a plena luz, cada uno con su serpiente enroscada al cuerpo desnudo".

Mario Praz, El pacto con la serpiente (1972)


"Puta que se tambalea entre polvo y mierda y cagadas de gatitos muertos, llevando fardos de fetos abortados, condones rotos, paños higiénicos ensangrentados, mierda envuelta en tebeos de vivos colores.
Un amplio puerto tranquilo de agua iridescente. Llamaradas de pozo de gas abandonado arden en el horizonte humeando. Hedor a petróleo y cloacas. Tiburones enfermos nadan en las aguas negras, eructan azufre de sus hígados podridos, ignoran un Icaro roto, ensangrentado."

William S. Burroughs
, El almuerzo desnudo (1959)



En una entrada que publiqué recientemente con el título de La mente creadora, se hacía referencia a la teoría del filósofo danés Yuri Moskvitin sobre el papel fundamental de nuestra consciencia para "crear" el mundo que nos rodea. Gary Lachman, autor de Una historia secreta de la consciencia de donde transcribí algunos fragmentos, da un paso más allá en las especulaciones respecto a esta cuestión siguiendo a Moskvitin y a Owen Barfield, otro investigador de la evolución de la consciencia. Éste último prestó mucha atención al efecto ejercido por la poesía y la literatura para transformar la visión de la realidad cotidiana de los lectores. A través de las metáforas el mundo se convierte en un lugar más profundo y lleno de significado, en contraste con una comprensión más prosaica de las cosas. La capacidad de utilizar el lenguaje de forma figurada proporciona el disfrute de una "consciencia doble" por la que acceder a un pequeño incremento de sabiduría y conocimiento. Así, la imaginación de los poetas sobre todo a partir del Romanticismo, influyó decisivamente para descubrir y popularizar la "belleza" de las montañas, de las puestas de sol, del fluir de los arroyos, encontrando en la naturaleza en general el símbolo de una idealizada libertad no constreñida, así como la reminiscencia de una inocencia perdida. Pero contrariamente, la imaginación que en aquellos tiempos empezo a desbordarse, también podía abrirse a una visión oscura y truculenta de la realidad.
Por otra parte, para Moskvitin, en la evolución de la consciencia se encuentra un factor determinante que denominó "principio de imitación". Según éste principio, desde siempre la gran mayoría de personas han integrado en sus vidas los descubrimientos de una minoría de mentes imaginativas que en el transcurso de la evolución, han proporcionando tanto la infinidad de soluciones prácticas y teconológicas que conforman la antroposfera  en la que nos desenvolvemos, como las creaciones artísticas y espirituales que han ido modelando y variando la mente humana. 
Teniendo en cuenta estas premisas expuestas resumidamente, doy paso al análisis de Lachman sobre cómo actualmente una vertiente oscura de la consciencia humana potenciada por los medios de divulgación, puede estar ganando terreno en la visión del mundo y de nuestra realidad. Quizás sus consideraciones puedan parecer osadas y crear controversias, pero me resultaron interesantes para invitar a la reflexión.



 El agujero negro de la consciencia
(fragmento)
por
Gary Lachman


(...) En los años cincuenta se rodó una película de ciencia ficción titulada Planeta prohibido, una inteligente adaptación de La tempestad de Shakespeare que se desarrolla en otro mundo. Un científico, que vive en el planeta con la sola compañía de su hermosa hija, descubre los restos de una antigua super-raza, parte de los cuales son de una máquina capaz de centuplicar los poderes de la mente. Cuando llega una expedición encargada de comprobar las investigaciones del científico, se siente molesto por su intrusión, así como por la atención que prestan los tripulantes a su deseable hija.

 Planeta prohibido (1956)

Curiosamente, la llegada de la expedición coincide con la extraña aparición de una criatura invisible y misteriosa, un monstruo de fuerza y ferocidad inmensasas. Varios miembros de la tripulación mueren asesinados y buena parte del equipo queda destruido antes de que se descubra que el monstruo es una creación de la mente inconsciente del científico, amplificada por sus experimentos con la "máquina cerebral" de
Planeta prohibido (1956)
la super-raza. Junto al aumento de su intelecto y de sus capacidades racionales se había producido un acrecentamiento de sus impulsos oscuros e irracionales. Enfurecido por la invasión de su privacidad y celoso de los jóvenes tripulantes, sin saberlo había invocado a un monstruo que cumplía sus deseos ocultos.
Yo diría que estamos en la misma posición que el científico de Planeta prohibido. Tenemos que darnos cuenta hasta qué punto nuestra mente es responsable del mundo que vemos. Ya hemos hablado de que la imaginación  de poetas como Wordsvorth y Coleridge contribuyó a crear nuestra actual idea de "naturaleza". Eso no significa que todos tengamos que hacernos poetas, pero si queremos  percatarnos de nuestra participación como realidades vivientes, será necesario que hagamos un esfuerzo muy particular. En palabras de Barfield: "La participación como experiencia verdadera sólo se obtiene hoy mediante un esfuerzo especial (...); no es una cuestión de teoría, sino de imaginación. (...)
Barfield advierte, no obstante, de que no basta con "imaginar" más. Señala que, aunque la imaginación se considera un "bien" en sí mismo desde el Romanticismo, en el fondo no es así. También puede ser "mala". Se entiende que, para una generación reprimida por la mentalidad racionalista de la Ilustración, una imaginación desatada pareciese algo incuestionablemente bueno. Pero hace tiempo que esas cadenas se rompieron, y las creaciones de la mente humana llevan años sin demasiados frenos. Bien es verdad que basta un breve vistazo a los productos de la imagianción de los últimos siglos para comprobar la obsesión creciente por el lado oscuro de la mente.

 Salvador Dalí, Construcción blanda con judías cocidas (Premonición de la guerra civi) (1936)

Cuando Barfield escribió, tenía presente la obra de los surrealistas. Le preocupaba que, con el ritmo veloz de la evolución, el tipo de mundo de las desenfrenadas obsesiones de los surrealistas se desplazaran de sus cuadros a ese lienzo más amplio que es la "vida real". Como muestran los cambios producidos en los tres últimos siglos, la transformación de la mente humana y en consecuencia de sus "representaciones", se ha acelerado, y Barfield temía lo que eso podía conllevar en el futuro. A los surrealistas, claro, les interesaba el funcionamiento del inconsciente, y algunos, como André Breton o Robert Desnos, exploraron el curioso mundo de la hipnagogia. Pero los surrealistas, como los psíquicos y mediums del siglo XIX, creían que cualquier producto de la imaginación -o del "mundo espiritual"- era, por definición, "bueno", y que todo control o inhibición conscientes eran "malos". Esto se plasmó en los paisajes paranoicos de Salvador Dalí así como en las ahora indescifrables páginas de la escritura automática surrealista. Barfield sabía que gran parte de la estética surrealisa era pura afectación, pero también sabía que no todo lo era, y que aquellos en quienes era genuina -sostuvo-, debían de ver el mundo realmente de ese modo.
Medio siglo antes, Arthur Rimbaud, el enfant terrible de la poesía simbolista, se lanzó a un sistemático "desarreglo de los sentidos" con el fin de traspasar los confines de la normalidad "burguesa". Muchos lo siguieron, y una historia de la imaginación desde mediados del siglo XIX podría verse como una historia de nuestra creciente obsesión por lo estrambótico, truculento e inhumano. En la década de 1930, el desarreglo sistemático de Rimbaud era el último grito, y desde entonces ha sido adoptado por la publicidad. Hoy en día, los consumidores absorben como si nada en variedad de medios las "imagenes de un perro de seis patas que emerge de un calabacín o de una mujer con una motocicleta en lugar de su pecho izquierdo", la clase de imágenes que preocupaban a Bartfield, junto con cosas mucho peores.

Publicidad para desinfectante de manos SANZER


Y, como este dijo, quienes valoran este tipo de imágenes están dispuestos a hacer todo lo posible para que el mundo sea visto de esa manera. Con el tiempo acabarán viendo ese mundo, y si la teoría de la evolución por "imitación" de Moskvitin es correcta, lo harán muchos otros. Actualmente, con la formidable industria del cine y nuestra habilidad para "modelar" la realidad o crearla "virtualmente", la unión de la imaginación desatada y la tecnología puede desembocar en algo como la "holocubierta" de Star Trek, que nuestras ansias de estética y sensaciones descarnadas utilizarán para idear entornos como el Almuerzo desnudo de William S. Burroughs.

 William S. Burroughs fotografiado con parte del "atrezo" de la película inspirada en su novela "El almuerzo desnudo"


En tal caso, la advertencia de que estamos entrando en un "mundo fantásticamente horrible" que hace Barfield puede resultar incómodamente oportuna. Si la imaginación de los poetas puede transformar molestos montones de piedras en hermosas montañas, también es capaz de transformar la realidad cotidiana en una especie de pesadilla en vigilia. Y, puesto que el público "burgués" lleva décadas aprendiendo a aceptar las visiones de la "vanguardia", por perturbadoras que sean, el proceso de transformación podría tardar poco tiempo en completarse.


Lecturas:

Gary Lachman, Una historia secreta de la consciencia. Atalanta


Entrada relacionadas:

La Tempestad

Lilith

Belleza y horror de Medusa

El pacto con la serpiente

La herida y el cuchillo

Dolores

El descenso a los infiernos de David Nebreda

La mente creadora


.

sábado, 4 de octubre de 2014

Naturaleza fantástica


El árbol Wakwak, Golconda India s. XVII


"Las grandes civilizaciones de Europa y Asia son justamente contempladas como entidades proveedoras  de características culturales propias, pero, en realidad, ejércitos conquistadores y grandes movimientos de poblaciones han convulsionado siempre la historia de esas zonas y han producido intercambios artísticos, técnicos e ideológicos que tienden a fusionar las culturas entre sí."

Rudolf Wittkower, La alegoría y la migración de los símbolos



Añado en esta entrada algún fragmento más de la obra de Jurgis Baltrusaitis "La Edad Media fantástica". Obra descatalogada en versión castellana hace ya más de tres décadas pero bien merecería una nueva edición. En esta ocasión selecciono parte del estudio sobre las derivaciones iconográficas entre Oriente y Occidente en torno al árbol wakwak. Árbol presente en antiguas legendas de la China, India, Persia y el mundo Árabe, y que según su autor tendrán influencia en la imaginería europea tanto en su utilización como elemento ornamental en manuscritos (el hom), como en soporte de contenidos simbólicos y alegóricos de gran complejidad.



El WAKWAK
(fragmentos)
por 
Jurgis Baltrusaitis

El "WAKWAK". El "hom" con cabezas. Las plantas zoomorficas y las plantas parlantes en las leyendas e imágenes islámicas. Metamorfosis occidentales: el árbol de la Vida con cabezas y su serie renana; las fábulas orientales en la botánica medieval; el árbol del Sol y de la Luna; el árbol heráldico del Mal; el árbol alquímico; el árbol de Jessé y el árbol del conflicto del alma.


Las plantas de frutos zoomórficos derivan de una doble tradición: ornamental y legendaria: Al principio, es el Árbol de la Vida, de una vida tan impetuosa y feroz que hace estallar el
cuadro vegetal.
Sello de Mohenjo Daro 3000 a. C.
Algunas composiciones que ya hemos señalado (Mohenjo Daro -imagen izquierda-,  tejido mesopotámico de Maestric, esculturas orientalizantes de la Italia lombarda) le dan esta forma de hom.
Aparecen  en la iconografía bizantina. Poseemos una representación suya en el Salterio de Chloudof realizado durante el siglo  IX en el período iconoclasta en el que la iconografía, rompiendo con la inspiración clásica, renace bajo el impulso del oriente popular y violento. Según Tikkanen, la imagen del Paraíso, que corresponde al Salmo CXVII, 20, "Es la puerta de Jehová, los Justos pueden entrar por ellas", muestra un matorral en el que han florecido cabezas humanas. La visión debe relacionarse con los cuentos árabes relativos a los árboles que producen seres vivos, difundidos a partir del siglo VIII.
El cuento ha tenido varias versiones. Según unas, éste árbol maravilloso de una isla lejana, lleva sobre sus ramas las cabezas de los hijos de Adán, al amanecer y por la noche, grita "Wak-wak" y canta himnos al Creador. Para otros, tiene como frutos cuerpos completos de mujer y sus reclamos "wak-wak son un mal presagio. La leyenda se nos cuenta en Los Libros de maravillas de India, escritos en el siglo X, en el cual aparece un árbol cuyos frutos, parecidos a calabazas, ofrecen algún parecido con una cara humana. Pero su primera mención la encontramos en una relación china, T'ong-Tien  de Tu Yu, escrita después de su cautiverio tras la batalla de Talas en el año 751, y de una estancia con los árabes. El texto precisa exactamente sus fuentes:

El rey de los Ta.Shih (los árabes) había enviado hombres que, a bordo de un barco y llevando consigo vestidos y víveres, se adentraron en el mar. Al cabo de ocho años, vieron una roca cuadrada. Sobre esa roca, había un árbol cuyas ramas eran hojas y las hojas verdes. Sobre el árbol, había crecido una multitud de niños pequeños, medían entre seis y siete pulgadas, cuando  veían hombres no hablaban, pero todos ellos podían reirse y agitarse. Sus manos, pies y cabezas se adherían a las ramas del árbol. Cuando los hombres les desprendían y les tomaban, tan pronto como entraban en sus manos, se secaban y se hacían negros. Los enviados volvieron con una rama de este árbol que ahora se encuentra en la residencia del rey de los Ta-Shih.


Otra variante figura en el Kitab al-haiyawan de al-Djahiz (859), en el que el wak-wak produce animales y mujeres suspendidos por los cabellos. Estas últimas están coloreadas y no dejan de decir "wak-wak". Se callan y mueren cuando se les separa del árbol. Según el Kitab al-djaghrafiya de un geográfo anónimo de Almería del siglo XII, estas plantas crecen en la isla Wakwak que se encuentra en el mar de China. Sus ojas se parecen a las de la higuera. Los frutos comienzan a formarse al comienzo del mes de marzo, momento en que se ven aparecer los pies de las muchachas. Los cuerpos surgen en el mes de abril, las cabezas en el de mayo. Estas muchachas son magníficas y admirables. Comienzan a caer a comienzos de Junio, y, a mediados de mes, ya han desaparecido. Cuando caen, gritan "wak-wak".
 La cosmografía de Karwini propagó la fábula durante el siglo XIII. La vuelven a tomar innumerables realciones árabes, pero, desde un cierto tiempo, la leyenda se asocia a la epopeya de Alejandro Magno (Iskander) interpretada por Firdusi (1010) y Nizami (1191). Los árboles del Sol y la Luna, que acogen al soberano en el umbral de India, uno de los cuales predice al rey en griego la conquista del mundo y el otro, en indio, su muerte en Babilonia, se confunde naturalmente en la mente de los musulmanes con los vegetales parlantes. El wakwak figura también en la historia de Caballo Blanco en el país del Rey-Demonio.
En las leyendas, aparecen otras muchas singularidades. El Oriente está lleno de vegetales que se confunden con la fauna. En un jardín hindú, los granados, cuando florecen, dan pájaros multicolores. Existen también árboles cuyas ramas caídas se animan y reptan como serpientes. En otra partes, los animales se plantan como legumbres: "Si usted introduce bajo tierra el ombligo de una oveja y lo riega con agua, brota un corderito. El animal crece cuando retumba el trueno." Se trata de un cuento tártaro, llegado de la China, donde se concía ya en los anales T'Ang. El Talmud de Jerusalem nos ofrece otra variante: según el comentario del rabino Simeon de Sensn (1235), la criatura llamada Jadua crece sobre las montañas y tiene el aspecto de un monstruo semihumano unido a la raiz por el ombligo. Devora la hierva de su alrededor y ataca a todos los que se le acercan. Para matarlo, hace falta romper el tallo que le une a la tierra. A finales del siglo XII, el rabino Pethachia de Ratisbona menciona los dudaims que representan una figura de hombre y cuyas hojas son largas. El vergel en el que se cultivan, con toda suerte de diferentes frutos, está situada entre Nínive y Bagdad, es decir, en la región y en la época en la que tantos cobres incrustados combinan la flora con las criaturas vivas. Diversos autores se refieren a plantas que hablan: Maimónides (1134-1204) escribe, a propósito del Libro de la Agricultura de los Nabateos, que en la India existen árboles con una cabeza en el nacimiento del tronco cuyas raíces están formadas por sus cabellos y que poseen, como la mandrágora antigua -probablemente también de origen oriental- , voz humana. Ibn al-Baytar (1197-1248) cita igualmente en su Botánica el sarrakha que grita el día de una fiesta. El que le oye muere el mismo año. Todas las especies de vegetales que producen hombres, cuadrúpedos o pájaros y que se difunden hacia las mismas fechas y en los mismos focos con adornos en las cabezas, las encontramos en las creencias y fábulas. Se trata del mismo mundo híbrido que está presente en la decoración.


El libro de las curiosidades, Manuscrito árabe s. XI


En un principio, los temas ornamentales se referían sin duda a leyendas, pero multiplican las fantasías de éstas mediante combinaciones más llbres que, por su parte, sugirieron enseguida nuevos cuentos.
La representación del wakwak de los miniaturistas persas ilustran esta fusión decorativa y fabulosa de las tradiciones. Los ejemplos más antiguos que nos han llegado, preceden en más de un siglo a la propagación de las ramas con cabezas en la incrustación de metales o en la cerámica, y ellas asimilan progresivamente sus formas.

Un Sahah-Name de la escuela de Tabriz (comienzos del siglo XIV), muestra el árbol de Iskander hablando como el wakwak con cabezas humanas, pero vemos también en él cabezas de gallos, machos cabríos, zorros y conejos, las mismas que sobre los ornamentos. (...)

 Sahah-Name, escuela de Tabriz s. XIV


Trasplantado a Occidente, el árbol fabuloso experimenta los mismos cambios. Después de las imágenes prerromanas relacionadas con el hom zoomórfico del Asia antigua, aparece en su variante musulmana con las cabezas humanas y, enseguida, se enriquece con nuevas aportaciones. El primer grupo se constituye durante el siglo XIII en Renania y en los focos germánicos. El Hortus Delicarum de Herrade De Landsberg (finales del siglo XII-hacia 1205), que reúne elementos de los manuscritos beneventinos, de iconografía bizantina y de especulaciones cosmográficas del Islam, representa el Paraíso con una planta con cabezas, como el Salterio Chloudof.

El árbol de la vida y nacimiento de Eva, Hortus Delicarum

Sobre uno de estos dibujos, Adán está dormido cerca de un wakwak que podría relacionarse directamente con una de estas trasposiciones orientales cristianas. Pero Eva, en la mano de Dios Padre, adopta la forma de un roleo con busto humano sin piernas, parecido a los arabescos antropomorfos. Se dría que, en vez de haber sido extraída del hombre, se acabara de desprender de una rama. El Creador la coge como un ramo con su fruto. La imagen parece ilustrar el cuento del árbol que produce mujeres y muchachas. Este dibujo sigue más estrictamente la descripción árabe que las ilustraciones persas que alteran su aspecto multiplicando los animales.
En estas regiones, se representa frecuentemente el prodigio. Lo volvemos a encontrar en el de Herman de Turingia (1271) encima de la figura de Abraham distribuyendo los frutos de la vida eterna. En el Paraíso de un manuscrito de Wolfenbüttel (hacia 1250), el patriarca se encuentra entre dos wakwaks; algunos niños se precipitan para apoderarse de sus frutos. Sobre el techo de Hildesheim (hacia 1230), la planta está a la derecha de Adán y Eva tentados por la serpiente (detalle en la imagen derecha donde se aprecian pequeñas cabezas en las ramas). Sobre la tumba de arzobispo de Treves, Henri de Festingen (m.1286), el Árbol de la Vida es también el Árbol de la Muerte. Dos ramas cargadas de frondoso follaje están fijadas a él, sobre el mismo tronco. Como en el Chah Nameh de la escuela de Tabriz, todo podría parecer natural si no hubiera cabezas en lugar de frutos: cabezas de ángeles, sonrientes, entre dos alas, o cabezas de muerto; unas, a la izquierda, parecen subir; otras, a la derecha, se inclinan hacia el suelo. Es un movimiento de reloj: por la mañana, la vida se levanta para volver a bajar hacia la tarde. La fábula de la planta que lleva las cabezas de los hijos de Adán que al alba y al final del día, cantan himnos al Creador, parece resonar en esta figuración. Por otra parte, es idéntica a otro texto.
Según Sidi Ali Chebili, también se ven madurar cráneos humanos. Cuando los frutos están granados, se desprenden y caen partiéndose en piezas al tiempo que gritan "wakwak".
Sin duda, las leyendas orientales se conocieron en la Edad Media a través de tratados árabes o judíos (Maimónides de Córdoba, los rabinos Simeón de Sens, Petchachia de Ratisbona), pero vuelven a aparecer en los relatos de viajes occidentales. Odorico de Poderdone (1331), describe un árbol que produce, en lugar de frutos, hombres y mujeres de apenas un codo de altura. Están unidos al tronco por sus extremidades inferiores. Sus cuerpos están frescos cuando el viento sopla y se seca sin el movimiento del aire. El monje ha recogido esta descripción en el Malabar de la boca de un testigo. En algunos herbarios, por ejemplo el Hortus Sanitas de Lübeck (1492), se representa  a Narciso como uno de estos prodigios.

Narciso, Hortus Sanitas, Lübeck, 1492

Para los árabes, el wakwak era siempre de origen hindú o estremoriental. El franciscano menciona también el cordero-planta que crece en el país de Cadili. El cuadrúpedo madura en un melón de suerte que se tiene al mismo tiempo un fruto y carne. "Muchas gentes no quieren creerlo, sin embargo es un hecho cierto, tanto como el de que en Irlanda las ocas crecen en los árboles". 

 Árbol de las ocas, Sebastian Münster, Cosmographie 1544


Precisamente en estos lugares, Inglaterra o Flandes, se sitúan desde hace algún tiempo, los árboles con pájaros. Jean de Mandeville (hacia 1360) toma igualmente en consideración las dos especies. Una miniatura del Libro de las Maravillas que Juan sin Miedo dio al duque de Berry en 1443, muestra a occidentales con una rama de frutos ornitoformes frente  a dos orientales, un judío y un árabe, (?) que les presentan un "corderito" en el melón. Los melones nacen sobre un árbol .


 Libro de las Maravillas de Marco Polo fº 210

En los grabados del siglo XV, estas bestias cornudas se unen directamente a su soporte, como los carneros sobre el wakwak. En Vincent de Beauvais, el cuento sigue con mayor
agnus scythicus
fidelidad la versión del rabino Simeón de Sens. El agnus scythicus aquí está cubierto por un vellón amarillento y se une al suelo por un gran tallo. El animal es mencionado todavía por Herberstein, enviado de Moscovia de 1511 a 1526 quien dice a este respecto que se hacían llegar a Venecia desde Samarcanda "pieles finas de una determinada planta que crece en ese país, de las que algunos musulmanes se servían, a modo de pelliza, para forrar pequeños gorros. Dicen que esta planta se llama Smarcandeos y que es un zoofito o planta animal. Para terminar, Tucher, retomando la tradición de Mandeville. pero situando los cuadrúpedos no ya en los melones, sino en las flores, presenta en 1482 un árbol del que nacen diversos animales. Se trata de una deformación de una nueva versión de la leyenda que el autor ha podido encontrar en Palestina durante su viaje en 1479.
Bajo el aspecto de raíces animadas, además de la
mandrágora que "cuando se la coge se queja, llora y grita", se representan también, entre las plantas góticas, los vegetales que salen de cabezas humanas o animales, como el wakwak persa. Los Herbarios del siglo XIV muestran frecuentemente máscaras que se perfilan en el interior de protuberancias nudosas. Un tejido de Luca tiene como motivo  árboles a cuyo pie encontramos cabezas humanas con los cabellos cogidos en el suelo, siguiendo en esto el texto de Maimónides. Todas las variedades de esta vegetación se conocen perfectamente en Occidente.
La planta parlante reaparece en El Romance de Alexandre, primero en la versión clásica con la tradición del Pseudo -Calístenes en donde no se habla de cabezas: los árboles del Sol y la Luna pronuncian las palabras misteriosamente, sin boca. La historia encuentra lugar en el Speculum historiale de Vincente de Beauvais (IV, 56). (...)

 Los árboles del Sol y la Luna, Cronicas de Alejandro s. XV

En el Libro de las Maravillas del duque de Berry, donde figuran en la narración de Jean de Mandeville sobre la India, la Luna y el Sol aparecen en los frondosos follajes y tienen rasgos humanos. Según el autor, estos árboles se mantienen todavía en pie en el desierto de una isla poblada por bestia salvajes, grandes dragones y enormes serpientes. Quienes coman sus frutos y el "bálsamo que crece allí" vivirán trescientos o quinientos años, pero no se puede llegar a este paraje a causa de la distancia y de los peligros de los lugares. (...)

Al acoger las formas orientales, la Edad Media renueva a menudo su carácter y su aspecto. Las adapta también a sus sistemas religiosos y simbólicos. El árbol que produce animales se convierte en árbol heráldico del Mal. La planta con cabezas humanas cambia constantemente de significación, desde la alquimia hasta los emblemas morales.
En un primer momento el árbol heráldico del Mal se dibujaba esquemáticamente. En el De fructibus carnis et spiritus de Hugo de San Victor, éste árbol, llamado el Viejo Adán, no es más que un andamiaje abstracto, un diagrama de los siete pecados en el que del orgullo, que contiene el tronco, salen siete ramificaciones: la Envidia, la Vanagloria, la Cólera, la Tristeza, la Avaricia, la Intemperancia y la Lujuria, inscritas en una red de medallones.

Árbol de los vicios, De fructibus carnis et spiritus s. XII

Durante el siglo XIII, la summa del Rey redactada por el dominico fray Lorenzo para Felipe el Intrépido, retoma este esquema decorativo vegetal, pero, por otra parte, se representan los pecados capitales con las siete cabezas de la bestia del Apocalipsis. En el fresco de Hoxne, en Sufflok (siglo XIV), el esquema se amplía a siete dragones. En la cumbre del tronco se abren fauces de monstruos; las ramas se convierten en bestias que escupen los vicios personificados.

 Fresco de Hoxne (Sufflok, Gran Bretaña, s. XV)

Furiosas convulsiones sacuden la planta cuyo grito parece oírse. El cambio en animal es más completo que en la flora zoomórfica de Oriente donde generalmente subsisten las hojas y las ramas intactas. El principio, sin embargo es análogo.
En el Espejo de la Vida y de la Muerte escrito en 1266 por Robert de L'Omme que ha servido de prototipo para una moralidad valona del siglo XV, no son ramas, sino raíces del árbol las que se metamorfosean en animales:


...Pues el árbol sobre el cual está sentado
De VII pecados mortales nacía;
VII raíces de siete serpientes
salían y mucho me preocupo.

La alegoría se produce en un compendio de textos científicos y poéticos realizado hacia 1277 en el norte de Francia y en el Verger Soulas (comienzos del siglo XIV). Un  manuscrito de la Biblioteca Vaticana, nos muestra un croquis inacabado de ella, acompañado de notas marginales para el minituarista. Las siete raíces del árbol, sobre el cual vemos una reina y una Antivirgen rodeada de músicos y un demonio, se prolongan en dragones cuyas colas se abren en bustos que personifican los vicios.

Le Verger de Soulas, s. XIV

De este modo, el wakwak, la planta del Mal, se ve estremecida por un remolino de monstruos. Pero las raíces vivas (se trata de la radix luxuriae, radix avaritiae, etc. y no de bestias independientes) se abren en abanico como un gran árbol subterráneo. (...)
En una Biblia holandesa (hacia 1425), la planta brota de un hombre tendido. Doce cabezas extrañamente vivas oscilan sobre delgados tallos que parecen sostenidos por un teliz oculto. Todas llevan coronas reales. Se trata de un árbol de Jessé, y nada tan inquietante como el espectáculo de los reyes de Judá creciendo sobre las ramas y conversando entre sí.

Árbol de Jessé, Biblia holandesa (hacia 1425)

Una imagen más singular todavía, que se encuentra en los Remedios de la Buena y Mala Fortuna de Petrarca, ilustrados por H. Burgkmair o por un artista de su escuela hacia 1515 y de la que sólo poseemos publicaciones más tardías, puede relacionarse con esta composición. En ella vemos salir de un ser humano una planta de frutos vivientes. Pero el hombre no está acostado; esta vez está de pie. De su pecho se escapa una rama con una cabeza parecida a la suya, una figura desnuda aureolada y un corazón.

Árbol de las Inquietudes e Incertidumbres del Espíritu, Petrarca, Augsburgo, 1532

El hombre está segando esta excrecencia. Se representan así los conflictos interiores, pugnas más dolorosas que una guerra civil porque tienen lugar dentro del alma. Los filósofos han dividido esta alma en tres partes: la primera ha sido colocada en un lugar eminente, a saber, la cabeza; es modeladora de la vida, celeste, tranquila y siempre está cercana a Dios; las dulces y honestas inclinaciones tienen en ella su sede. Las otras dos están situadas, una en el pecho (el corazón) donde la cólera y todas las emociones salvajes (Zorn, Sturm und Geschwindigkeit) se enardecen y engendran; la otra encima de las entrañas (das Vorherz) donde se forman regularmente la concupiscencia y los placeres desordenados (Begyrlichkeit und Unreinigkeit). Para ilustrar estas fuerzas contrarias, el autor evoca un mar embravecido, mientras que el grabador las encarna en una vegetación enraizada en el hombre. La figurilla auroleada; cuya parte impura se encuentra oculta bajo la cintura, precisa el sentido  de todo el árbol. Es el alma a la que se ataca con la sierra. El gesto ilustra el combate consigo mismo en el que "el alma se va por partes", y la sierra simboliza las angustias y tormentos que acompañan el conflicto.

 Detalle de la figura aureolada (el "alma") en la parte superior izquierda del grabado



Lecturas:

Jurgis Baltrusaitis, La Edad Media fantástica. Cátedra 1983


Otras entradas de Jurgis Baltrusaitis:

Fascinación por Oriente en la Edad Media

El espejo de Pitágoras

La naturaleza animada

El espejo


.