lunes, 5 de octubre de 2009

El icono de San Jorge (primera parte)

El siguiente texto forma parte de un estudio sobre el icono bizantino, perteneciente a la obra de Jean Hani, "Mitos, símbolos, ritos. Los caminos hacia lo invisible".



La popularidad de San Jorge, sobre todo en Oriente, pero también en occidente, puede medirse por el impresionante número de iconos por él inspirados. Desde el punto de vista simplemente estético, además, estos iconos suelen ser de los más bellos, pues el tema se presta a verdaderos arabescos en el dibujo y en la multiplicidad de colores. Sobre el habitual fondo de oro, se alzan en primer lugar, a la izquierda, la montaña, y a la derecha el palacio de la princesa, y en primer plano Jorge, a caballo, vestido de oficial romano, blandiendo la lanza que está clavando en las fauces del dragón, cuyos sinuosos repliegues cubren el suelo, y al que la princesa se dispone a llevar a palacio, mientras que un ángel, enviado por Dios, desciende hacia Jorge para poner sobre su cabeza la corona de vencedor. Todo ello en una sinfonía de oro y rojo vivo.

Pero aquello por lo que debe juzgarse ante todo un icono no es este punto de vista estético; la belleza sensible está ahí únicamente para transmitir el mensaje espiritual y, dicho más claramente, para transmitir el "misterio" que el icono vehicula y ofrece a nuestra meditación. Este mensaje, por lo que se refiere a San Jorge, va con mucho más allá de lo que constituye la fama popular de este personaje como uno de los catorce "Santos Auxiliadores". La circunstancia que debe orientar nuestro estudio es su adopción como patrono de la caballería, y también de una orden caballeresca en Rusia.

Por lo demás, el relato de la vida de San Jorge ya es por sí solo una orientación decisiva, como vamos a ver.

Este relato surge de un tradición muy antigua, que en Occidente recoge en el siglo XIII Jacobo de la Vorágine, que nos cuenta en la Leyenda dorada que Jorge era un rico y noble personaje de la Capadocia; su padre, Geroncio, era pagano, y su madre, Policronia, era cristiana. Fue criado y educado por ella y se convirtió en tribuno del ejército imperial. Las circunstancias del servicio lo llevaron a Libia, donde había un dragón terrible que vivía en un estanque y aterrorizaba la ciudad real, empozoñando el aire con su aliento y causando la muerte de sus habitantes; porque cada día había que darle dos ovejas, pero no resultó suficiente y tuvieron que añadir un joven o una muchacha cada día. Un día, le tocó a la hija del rey, y la llevaron a la orilla del lago en el momento en que Jorge llegaba al lugar. Jorge abatió al dragón tras haber hecho la señal de la cruz y le dijo a la muchacha que pusiese su cinturón al cuello de la bestia, a la que ella llevó de este modo a la ciudad, donde, ante el pueblo, Jorge la mató. Tras lo cual bautizó al rey y a sus veinte mil súbditos. El epílogo de la historia varía según las versiones: según una, Jorge se marchó; según otra, se casó con la princesa. Lo que es seguro es que más tarde murió mártir durante la persecución de Diocleciano.

No nos interesa aquí, sea la que sea, la realidad histórica -muy poco conocida- que se encuentra detrás de esta leyenda; lo que nos interesa es precisamente la "leyenda", que no entendemos a la manera de los historiadores racionalistas, sino a la manera de los hombres tradicionales, que saben muy bien que una "leyenda" no es una fábula, sino un relato que es verdadero -como el mito, por otra parte-, pero en un plano distinto del de la historicidad concreta . Acabamos de pronunciar la palabra "mito"; pues bien, en el caso de la leyenda de San Jorge se trata de un verdadero mito. Porque el lector habrá reconocido ya fácilmente en la secuencia del relato el esquema muy general de un tipo de mito, el mito heroico, cuyos avatares son innumerables y pertenecen a todas las tradiciones, y en los que un personaje, humano o sobrenatural, mata un monstruo para acceder a un esado superior, representado, ya sea por un matrimonio, cuyo sentido es simbólico, ya sea por una glorificación que es precisamente la heroización.

Lo que es seguro, independientemente de cuál sea, repetimos, la realidad histórica de la vida de San Jorge así contada es que su "leyenda" se vincula a leyendas anteriores muy vivas en toda la zona geográfica en la que se desarrolló, Grecia y el cercano Oriente, leyendas que son otras tantas variantes del mito heroico fundamental.
Tal es el caso, por ejemplo, de la historia de Heracles, que tiene que matar al dragón Ladón, (en la imagen pintura de Pollaiolo) que custodia el jardín
de las Hespérides, adonde acude el héroe para coger las Manzanas de oro; y la de Jasón, hijo de Esón, rey de Yolco, expulsado por el usurpador Pelias, que le impone que, para recuperar su reino, conquiste el Vellocino que está colgado de un roble y custodiado por un dragón: Jasón mata al dragón, gracias a Medea, con la que se casa. Pero el mito más cercano al de San Jorge es el de Perseo: Perseo hijo de Zeus y Dánae, se ve sometido a una prueba terrible por parte del rey Polidectes, puesto que tiene que conquistar la Gorgona, la cabeza de Medusa, prueba de la que sale vencedor gracias a la ayuda de Atenea y de Hermes. Pero hay otra aventura de Perseo que coincide directamente con la de San Jorge: se situa en Etiopía, donde un oráculo había anunciado que, para poner fin a los desmanes del monstruo marino que habitaba el país, había que entregarle a Andrómeda, hija del rey y de Casiopea; encadenan por tanto a Andrómeda a una roca al borde del mar, y está apunto de ser devorada en el momento que llega Perseo, que mata al monstruo y se casa con Andrómeda. Esta leyenda caballeresca gozó de una inmensa celebridad en Grecia, como demuestran las pinturas y relieves que representan al héroe tendiendo la mano a aquella a la que ha salvado y el monstruo abatido a los pies de Andrómeda.
El mito de Perseo se inserta en un vasto conjunto de relatos análogos que se extienden desde el Indo hasta la Europa occidental, y cuyo actor principal es un dios. En la India es Indra, que con su rayo mata a la serpiente Vritna, gesto del todo paralelo al del dios solar Apolo matando a la serpiente Pitón de Delfos. En el Occidente romanizado, sobre todo en la Galia renana, se encuentan monumentos que representan a Júpiter matando un monstruo anguípedo. Los casos más interesantes para nosotros se sitúan en el Cercano Oriente, Asiria y Babilonia, Irán y Egipto.
Aquí el combate contra el monstruo adquiere una dimensión cósmica y escatológica: es la lucha de la luz contra las tinieblas. En Asiria y Babilonia, tenemos el combate de Marduk contra Tiamat, y Tiamat se presenta como el mar primigenio poblado de monstruos; en las versiones más recientes, Marduk es substituido por el dios Bel, y el dragón domado por el dios, en los relatos mitológicos, se parece a la descripción que nos dejó Beroso de su representación en el templo de Bel en Babilonia. En Irán, el principio del mal, Ahrimán, manifestó desde el comienzo del mundo su hostilidad a la creación, contra la cual suscitó el dragón tricéfalo Azdaha; contra éste lucha el dios de la luz, Ormudz; y , en el fin de los tiempos, se producirá el último combate: el día del Juicio, Ahrimán y el monstuo serán engullidos.
En Egipto, Horus, dios solar, hijo de Osiris y vengador de su padre, muerto por Set, fue representado en la Época Baja atravesando con su dardo a Set en la forma de cocodrilo o en la de la serpiente gigante Apofis; Horus es hieracocéfalo, está representado a pie o más a menudo a caballo, vestido de oficial romano. Se encuentran estelas que tratan esta escena en casi todos los museos egiptológicos. Paralelamente, existen en Egipto representaciones del rey, asimilado a Re u Horus, abatiendo a la serpiente Apofis.
Estos diferentes contextos mitológicos ejercieron una reconocida influencia en la literatura y el arte tanto de los judíos como de los cristianos. Leviatán y Behemot, monstruos que aparecen en el Antiguo Testamento, los Salmos y los textos apocalípticos, se remontan a una herencia babilónica. Lo mismo ocurre en el Evangelio de la Infancia, donde el Maldito es un enorme dragón análogo al que doma el dios Bel. Volvemos a encontrar a Leviatán y Behemot en el Libro de Enoc (58, 7-12) y en el pastor de Hermas (Visió IV, 1, 2) . En cuanto al combate escatológico de Ormudz contra Ahrimán, sin duda influyó, a través de los Apocalipsis anteriores, en el Apocalipsis de San Juan, como veremos más adelante.
Por lo demás, las representaciones de Horus en Egipto inspiraron, en aquel país, una multitud de imágenes de santos cristianos. Vemos por ejemplo a Salomon a caballo atravesando una diablesa serpentiforme en una medalla talismánica, por lo demás de origen griego. El mismo esquema aparece en un fresco del célebre monasterio de Bauit, del que se ha podido ver una magnífica reconstrucción en el Louvre; pero aquí es San Sisinio el que mata a la diablesa. Estas imágenes de los "santos militares" o "santos caballeros", como los llaman, son legión en la cristiandad copta; entre ellos hay varios mártires, San Teodoro y nuestro San Jorge.
La fama de estas representaciones fue grande: a finales del siglo XVIII, en un manuscrito siriaco del Kitaba Denoutari, "Libro de Preservación", todavía se encuentran exorcismos y encantamientos acompañados de miniaturas de Mar Gabriel, Mar Hurmidz y San Jorge traspasando demonios serpentiformes.
Por medio de Egipto, el tipo de santo militar, y particularmente el de San Jorge, se extendió por todo Occidente, donde se encuentra, a su lado a San Julián, San Bié y San Sansón.

(continúa en siguiente entrada)

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