Rollo de Ripley, manuscrito alquímico, s. XVI. Muerte del Dragon.
El mismo proceso operativo se encuentra en la alquimia, donde la expresión "matar al dragón" alude al combate destinado a dominar las leyes de la naturaleza tras haberlas penetrado; prueba particularmente dificil que desemboca en la victoria obtenida sobre la materia inicial de la Obra. Combate heroico de las dos energías, la activa y la pasiva, el Azufre y el Mercurio, combate cuyo fin es obtener el disolvente universal (Alkaest) , conciliar las naturalezas contrarias y resolverlas en la unidad. Este combate está representado en el portal derecho de la fachada oeste de Notre Dame de París: sobre un zócalo con el signo de la Gran Obra, se ve un alquimista que derriba al dragón de las fuerzas físicas, mientras que en el atanor se distingue una forma humana, que simboliza las fuerzas espirituales. Estas fuerzas físicas son puestas al servicio de la vida cotidiana en unas de las fajas; en la otra, evolucionan fuera de la materia y, para terminar, en lo alto del portal vemos la vida triunfante: resumen muy elocuente de la transmutación.
Pero la alquimia, como se sabe, apuntaba ante todo a una transmutación de orden espiritual. Precisamente de esta alquimia espiritual, inherente a toda vida mística, es traducción plástica el icono de San Jorge, pero también es una representación con valor operativo, pues el icono es un instrumento de meditación y de contemplación.
El icono de San Jorge sintetiza de modo impresionante toda la primera fase de la vía mística, la de la praxis o ascesis, cuyo fin es la purificación del ser, purificación que lo hace apto para recibir en plenitud la Luz de lo Alto. Esta ascesis se encuentra bastante bien resumida en la expresión "matar la serpiente" que se encuentra en ciertos textos de los maestros espirituales, como este mensaje de Macario: "Abstenerse del mal no es la perfección; la perfección es entrar en un espíritu humillado y dar muerte a la serpiente que anida y ejerce la muerte debajo mismo del espíritu, más profundo que los pensamientos, en los trasteros y los depósitos del alma. Porque el corazón es un abismo...". Es necesario dominar la personaliad inferior antes de acceder a la espiritualidad propiamente dicha. En el monaquismo antiguo, es la oposición, en el hombre, del "animal" y el "angel"; y en la perspectiva práctica de la ascesis, los elementos constitutivos de esta parte animal son asimilados a fuerzas demoníacas simbolizadas por la serpiente. Esta perspectiva es totalmente legítima, pero hay que saber -como afirma por lo demás la doctrina tradicional de ese mismo monaquismo- que en realidad no son esas fuerzas en sí mismas las que son demoníacas, sino la voluntad desviada del hombre, que, al no refrenarlas, las hace maléficas. Es curioso recordar a este efecto las palbras de Orígenes: este Padre de la iglesia desarrolla la idea de que los animales no son más que símbolos de las pasiones humanas que se han hecho visibles, y que se encuentran bajo el dominio de lo demoniaco porque son una parte todavía no salvada de la creación, tan sólo un reflejo de lo que, en las profundidades del alma humana (volvemos a encontrar aquí la idea de Macario), se presenta también como fuerzas demoníacas amenazantes y que todavía no han pasado por la Redención. Inversamente, la sabiduria monacal afirma que el verdadero gnóstico, que ha hecho que en sí mismo el animal sea dominado por el ángel, adquiere un poder espiritual sobre los demonios, a los que están sometidos los animales, un poder de transfiguración sobre los animales y las plantas, un rayo de luz que anticipa la futura redención de todas las criaturas.
Como se ve, a fin de cuentas no se trata de "matar" ni "suprimir" las fuerzas inferiores en el hombre; además, eso no es posible, e intentarlo conduciría tan sólo a "reprimir" dichas fuerzas, lo que no haría más que agravar el estado psíquico del individuo y volverlo todavía más incapaz de entrar en la vía espiritual. De lo que se trata es de dominar estas fuerzas y armonizarlas para que sirvan para el "trabajo" espiritual, para la realización de esa alquimia mística de que hablábamos hace un momento y que, en su lenguaje simbólico, habla del dominio y la harmonía del Mercurio y el Azufre. Porque, como dice San Gregorio Palamás: "También el cuerpo experimenta las cosas divinas cuando las fuerzas pasionales del alma están, no muertas, sino transformadas y santificadas".
Esa es la vía indicada por el icono de San Jorge. Gérard de Sorval, cuando, hablando de la caballería, reflexiona sobre el mito de Perseo, cuyo sentido es análogo, resume muy bien esta vía: la Gorgona, a la que ataca Perseo, no es otra cosa que las energías ctónicas (como la de Pitón en Delfos), ocultas y reprimidas y que, relegadas a la sombra, son amenazantes (y, nosotros añadiremos, aparentemente demoníacas) y bloquean el alma vital, que hay que integrar en la personalidad superior; Perseo, armado por los dioses (como San Jorge por Cristo), puede vencer estas fuerzas inferiores; sólo la fuerza universal de Arriba permite reconciliar la energía cósmica de Abajo. El mito de Perseo nos enseña la manera de convertir las energías en su aspecto positivo, dinámico y vivificante. Las energías inferiores, una vez dominadas por la fuerza divina, cesan de destruir y se vuelven fecundas. Por eso Perseo puede liberar a Andrómeda, símbolo de la naturaleza cautiva del abrazo del dragón, o sea cautiva de las fuerzas inferiores informes. Eso es el reconocimiento y la integración armoniosa del psiquismo inferior animal, el regreso a una "sana animalidad", estado necesario antes de acceder a estados angélicos.
Añadamos, para terminar, que, al hacer esto, quien ha entrado en la vida espiritual no sólo trabaja en su propia transmutación, sino, como se ha dicho más arriba a propósito de los animales, también en la creación entera; actúa tanto en el plano macrocósmico como en el plano microcósmico; y así como el icono de San Jorge, como hemos dicho, está relacionado con el arquetipo de Cristo en el Jordán y finalmente con la cosmogonía, así el "trabajo" del espiritual sobre las fuerzas "caóticas" puede proporcionarle la experiencia interior de la cosmogonía y del regreso al Origen.
Jean Hani. Mitos, ritos y símbolos. Los caminos hacia lo invisible.
Muy completos los artículos sobre el icono de San Jorge, los he visto de muy simplificados y otros con muchos detalles añadidos por lo que se debe ser muy prudente e intuitivo para saber que icono habla correctamente y cuál adorna con exceso la historia, pero es cierto que la información conceptual de este icono hace que sea uno de los más grandes e importantes.
ResponderEliminarDe tu exosición me ha gustado más esta última parte, quizá porque es en la que estoy más interesada.
En cuanto al icono, nunca San Jorde mata al dragón, eso es algo a tener en cuenta a la hora de recrear la imagen de esa lucha, y no olvidar los colores, algo fundamental: Fondo rojo, caballo blanco y dragón oscuro.
Tengo la imagen por ahí, cuando la encuentré te mandaré una foto para que veas a que me refiero.
Abrazos mil
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