lunes, 12 de julio de 2010

Extinción

Imagen de la video-instalació The Crossing


Tras la extinción salí
Y ahora soy eterno, aunque no como yo,
Y sin enbargo ¿quién soy yo, oh Yo, sino Yo?

Shustari, poeta andalusí



The Crossing (El tránsito) es una vídeo-instalación con sonido del artista Bill Viola realizada en 1996. En ésta obra, sobre dos pantallas una de espalda a la otra, se proyectan simultáneamente dos vídeos en los que aparece el mismo hombre avanzando hacia el espectador, en medio de una total oscuridad. En una de las pantallas, el hombre, al detenerse, separa los brazos del torso mientras comienzan a surgir llamas que lo envuelven extinguiedo su cuerpo progresivamente. Al término del vídeo, el cuerpo desaparece al tiempo que se apagan las llamas. En la otra pantalla, el mismo hombre avanza también, frontalmente, hacia el observador y abre a su vez los brazos, mientras una cascada de agua cae sobre su cuerpo, que como el agua misma, acaba finalmente por desaparecer.
Bill Viola (n. 1951) ha demostrado un gran interés por la literatura visionaria y mística, realizando obras a lo largo de su dilatada trayectoria artística donde de forma especial los referentes sufíes son manifiestos. El interés del artista por la mística musulmana le lleva a introducir en sus escritos citas de maestros del sufismo como Qazāli, Ibn `Arabi, Shabestar y sobretodo de Rumi. En el video que dejo a continuación sólo aparece la pantalla de la "extinción" por medio del agua, podemos hacernos una idea de lo que se proyectaba en su reverso por la imagen anterior donde aparece la persona envuelta por el fuego.





En The Crossing, encontramos una escenificación de lo que podríamos entender como una muerte iniciática (mors mística) voluntaria, donde el cuerpo del hombre es extinguido en el umbral del Uno. En esta obra la pobreza mística (faqr) y la extinción o aniquilación (fanâ') , tan presentes en la mística sufí, están expresadas por medio de los elementos del fuego y el agua, simbólicamente, purificadores del corazón. Según Rumî, en el corazón del místico, centro simbólico del hombre, opera una verdadera alquimia espiritual tipificada por el color rojo del fuego del incendio del alma. Solo después de haberse despojado de su condición creatural se puede alcanzar la unidad del alma con el Uno, paraíso espiritual de la reunión con el Amado, anunciado por el fresco verdor ante la proximidad de Su presencia divina:

Lo más extraño es que, en este corazón llameante,
hay tantas rosas, verdor, jazmines.
Por este fuego, el jardín se vuelve más verdeante,
de tal manera que el agua está unida a la llama.
¡Oh! alma mía, tú permaneces en la pradera.

Y en otro lugar

Purifícate a ti mismo y conviértete en polvo,
con el fin de que de tu polvo puedan crecer flores.
Si te conviertes en flor, sécala y arde alegremente
con el fin de que de tu abrasamiento surja la luz.
Si por el abrasamiento te transformas en cenizas,
tus cenizas se convertirán en la piedra filosofal.
Mira esta piedra filosofal que se halla en lo Invisible
que te ha hecho nacer a partir de un puñado de polvo.

Otro místico sufí, Abî-l-khayr, en su obra "Las cuarenta estaciones del alma" expresa también en términos alquímicos el viaje interior hacia la unión con la divinidad:

La vigésimo primera estación es la extinción (fanâ').
Hacen fundir sus egos en el crisol de la aniquilación, y se vacían de todo aquello que no sea Él. Sus lenguas ya no narrarán más asuntos de este mundo. Solo pronunciarán Su Nombre. Sus cuerpos no se moverán más que para obedecerlo y sus mentes no estarán activas más que para Él.

En unos versos del poema de San Juan de la Cruz "Llama de amor viva" encontramos también expresada la mística combustión interior como expresión del deseo de unión con el Amado.

¡Oh llama de amor
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
.

El amor, como sufrimiento y gozo al mismo tiempo, simboliza la pérdida de la conciencia del ego, y en la medida de ese aniquilamiento se da la unión con el creador. La separación entre sujeto y objeto se anula como en el acto de amor físico, disolviéndose y desapareciendo en esa entrega.

La historia de las polillas (cuento de tradición sufí)

Una noche, varias polillas ardientes de deseo
se reunieron para comprobar si todas compartían
la misma obsesión.
"¿Cómo podemos saberlo?", se preguntaron,
y convencidas de que la verdad poseían
a una de sus congéneres enviaron en busca de información
que pudiera saciar su curiosidad.
De un extremo a otro recorrió esta polilla los velos de la noche
hasta que logró divisar la llama de una vela en la torre de un castillo.
Al regresar junto a sus compañeras relató ante ellas su asombro,
pero una de las polillas, que era sabia, dijo que la mensajera
nada había comprendido sobre el candil, y envió a otra a investigar.
Con la punta de sus alas logró la segunda polilla tocar la llama,
pero a las demás confesó que el calor la había ahuyentado
y la verdad aún ignoraba.
Una tercera emprendió entonces el vuelo, tan intoxicada de amor
que se arrojó al fuego y allí pereció, consumida.
La sabia, al ver que la llama envolvió como un guante
el fulgurante cuerpo de su compañera, dijo a las demás:
"Esa polilla sabe ahora lo que jamás podrá decir
ni idioma alguno conseguir revelar."


En esta últimas pálabras encontramos el verdadero significado del "secreto iniciático", que es secreto por la imposibilidad de narrar la experiencia manteniéndose en el interior de cada uno. Hâfez Shirazi utiliza la misma metáfora; en este caso, con una mariposa, quien atraída por la luz de la vela sólo colmará su deseo extinguiéndose en ella:

El fuego del corazón prendió en el pecho y ardió doliente por el Amado.
Un fuego había en la casa que la morada quemó.
La distancia del Amado hizo arder mi cuerpo.
Separado de su rostro, un fuego mi alma quemó…
Mira arder mi corazón, mira el fuego de las lágrimas.
El corazón de la vela, como mariposa, anoche, de compasión se quemó.
.
En unos versos del poeta persa Abusaíd Abuljair (967-1043) aparece nuevamente la mariposa. Como ejemplo de paralelismo simbólico, recordemos que mariposa y alma (Psique), en griego se dice igual.

El día que se encendió aquel fuego del amor,
el amante del amado a inflamarse aprendió.
Del amado partió la llama y el sufrimiento.
Sólo ardió la mariposa cuando la vela prendió.

En otros versos también de Abuljair encontramos la paradoja de la indiferenciación entre amante y Amado.

Mi cuerpo se tornó lágrima y el ojo lloró.
Sin cuerpo hay que vivir en tu amor.
Ni huella quedó de mí, ¿a qué se debe este amor?
Me convertí en el amado. ¿Quién es él, quién soy yo?

Si el corazón la vía del amor no sigue, ¿qué hará?
Si el alma no busca el reino del encuentro, ¿qué hará?
Y en el momento en que el sol llegue al espejo,
si el espejo no dice "soy el sol", ¿qué hará?
.
El corazón pulido, purificado por el fuego de la ascesis, es transformado en un espejo donde se refleja lo divino, múltiples teofanías metamorfoseadas de una única Luz por las que se transparenta el Ser que oculta su propia transparencia. En palabras nuevamente de Rumi:

Pues aquel que se ha despojado de sí mismo ha desaparecido [en Dios]…
Su forma se ha desvanecido y se ha convertido en un espejo…

En el simbolismo del Ave Fenix, hallamos ese mismo "transito" de la extinción del cuerpo, inprescindible para alcanzar la inmortalidad en el Uno como está bellamente expresado en este pasaje que aparece en el preludio de un ensayo (El Tórtolo y Fenix, ed. Herder) sobre el poema de William Shakespeare "La tórtola y el Fénix", de innegable sentido hermético.


Feliz quien, como al ave fénix, en Sí mismo, al fin, la eternidad lo cambia. Fénix no fenece: se purifica en el hogar que ella sola fabrica. Consonante con el elemento que la forma, el sol, piadoso, prende la pira. Cercada por las llamas, ella aviva el fuego con su aleteo y, reducido a cenizas, resurge ensimismada, infinita.


Son muchos las referencias que se pueden encontrar en torno a éste simbolismo, tanto en la tradición sufi como en otras, la lista sería muy larga. Como punto final dejo también estos bellos versos del poema titulado El maestro, de El Sheiq Ahmad Al-'Alawî, no sin antes animar a los lectores de Fragmentalia a añadir algún "Fragmento" más a los aquí recopilados.

Cuando aparece el infinito tú desapareces
pues "tú" no has sido nunca, ni siquiera un instante.
Tú no ves quién eres, pues tú eres, pero no eres "tú".
Subsistes, pero no como tú mismo; no hay más fuerza que la de Dios.
Después de tu extinción en la Eternidad nacerás,
sin fin en la Eternidad de la Eternidad te afirmas,
en la cima de toda Altura; ¿pues no es cuando están Cara
a Cara con la Verdad cuando nuestros caballeros desmontan?
.
Y una más de Ibn Arabi perteneciente a su obra Taryuman Al-Aswaq (El intérprete de los deseos)

Entre el agua y el fuego se halla el amante


Escultura de Joaquín Huertas, 2003. Altura 54 cm.

1 comentario: