Mortis certitude (La certidumbre de la muerte)
Otto Vaenius, Theatro Moral de la Vida Humana (emblema 99)
"Contra cualquier otro peligro se puede hallar fácilmente resguardo, pero frente a la muerte vivimos como en una ciudad sin murallas."
Epicuro, Sent. Vat. 31
Theatro Moral de la Vida Humana,
de Otto Vaenius.
Lectura y significado de los emblemas
(selección de los dedicados a la muerte)
por
Emblema 92, De futuris ne sis anxius
El emblema 92: De futuris ne sis anxius (no te acongojes por no saber lo venidero), tiene su punto de partida en la oda de Horacio a Toliarco en la que le advierte: "Evita inquirir lo que sucederá mañana", lo que Vaenius aprovecha para atacar las diferentes clases de superstición: geomancia, piromancia, hidromancia, quiromancia y astrología, representadas en el grabado. Creen en estos engaños los hombres "que por no seguir la sana Doctrina de vivir para morir a todas horas, consultan esos falsos horáculos, y dexan lo cierto por lo dudoso. Pues el que cree que cada día puede ser el último término de su vida, sabe con evidencia el de su muerte". Por tanto se impone al verdadero cristiano vivir rectamente para estar atento a los golpes imprevistos de la Muerte, contra los cuales no hay más seguridad que vivir bien, de ahí el emblema 93:
Embl. 93, Tute, si recte vixeris
Tute, si recte vixeris (seguro está quien viviere bien), que tiene su punto de partida en Horacio (Odas, II, 13, 13-20). Y para explicar la imprevisión de los golpes de la Muerte nos presenta en el grabado al poeta ateniense Esquilo, a quien un adivino siciliano pronosticó su muerte a causa de la ruina de una casa y para evitarlo vivía al aire libre, más un "Aguila que trahia entre las garras unaTortuga, queriendo romperla, la dexó caer sobre su calva, pensando ser la punta de alguna roca y le mató con el golpe". Este emblema es una consecuencia del anterior, una crítica de los hombres que consultan a los adivinos, por ello son castigados por la Providencia.
Embl. 94, Sic vivamus ut mortem non metaumus
Por todo ello , el emblema 94: Sic vivamus motem non metamus (vivamos de manera que no temamos la muerte), es una consecuencia del anterior, así que hemos de vivir atentos para que la muerte no nos halle desprevenidos. El grabado, siguiendo a Horacio, nos presta a Póstumo (Odas, II, 14, 1-4), que se mira en un espejo sus canas y arrugas mientras que llegan ante la puerta la Senectud y la Muerte. Él piensa que la Religión les impedirá la entrada, más esta le dice que no las puede detener y más bien le amonesta porque ya es tiempo de partir, ya que penden sobre su cabeza los años, que pasaron como ciervos. "Esto nos significa que muchos piden a Dios prolongación de vida quando havian de estar dispuestos a la muerte" (Vaenius).
La misma idea viene a ser subrayada con la inevitable apoyatura de Horacio: "Tú, próximo a la muerte, das mármoles a tallar y, sin pensar en la sepultura, construyes casas" (Odas, II, 18, 15-23), que nos explica el grabado. Vemos a u anciano dirigiendo una suntuosa fábrica "en vez de bolverse a Dios y disponerse para la impensada muerte, se pone a labrar duros mármoles... Cuyda de erigir las robustas colunas que han de sustentar el sobervio frontispicio de su cassa... quando debiera cuydar de su sepulcro, donde (a pesar de sus vanas esperanzas) será muy en breve, hediondo manjar de asquerosos gusanos". Tal es el emblema 95: De rogo, non de domo extruenda senex cogitet (cuide el viejo de la fábrica de su sepulcro, y no de su palacio). Más la posición de los humanos ente la muerte es engañosa: todos piensan en la muerte mas ninguno la espera prevenido.
Más terrible es el mensaje del emblema 97, que tiene por lema: Morte linquenda omnia (con la muerte todo se acaba), procedente de una oda horaciana, en la que se dice: "habremos de abandonar la tierra y nuestra casa y una esposa amada, y estos árboles que cultivas, ninguno, fuera del ciprés odioso, te seguirá, señor efímero que eres" (Odas, I, 14, 21-28). Texto al que responde el grabado y que Vaenius glosa así la insensatez del marido: "Deleytabase en Festines y Banquetes con sus Amigos, gozava de la compañía de una bella Muger". Pero vino la Muerte y de nada sirvieron las lágrimas, sus suspiros y sollozos de sus inocentes y queridos hijos. Hubo de seguir el destino inevitable y no se llevó más que dos funestos cipreses para señalar la sepultura.
No falta el emblema que alude al sentido democrático o igualatorio de la Muerte, tal es el 98: Cunctos mors una manet (la muerte a todos iguala), lo que ya señaló Horacio en la oda dedicada a Sestio: "La pálida muerte deja la misma huella en la cabaña de los pobres y en los alcázares reales" (Odas, I, 4, 13-14). Así en el grabado vemos a la Muerte llamando a un rey encerrado en su castillo y por no obedecerle la Muerte no respeta méritos ni personas, "es cruel para con los miserables, soberana con los Humildes y fuerte con los Flacos; estas mismas armas emplea contra los Dichosos, contra los Sobervios y contra los Fuertes". Nadie tiene privilegios frente a la Muerte y ésta no debe de coger a los hombres desprevenidos.
Está claro, nadie puede librarse de la muerte, según nos declara el emblema 101: Inexorabile fatum (la muerte es inexorable), tal y como muestra en el grabado la Parca cortando el hilo de la vida y en vano tratan de restituirla la Religión con su sacrificio, Mercurio con sus palabras y la esposa con la prosapia de su genealogía. "Este, que miras, frío Cadáver, fue lo que tú eres y serás infaliblemente lo que es él... Este Exemplo nos enseña quan vanos y perezederos son los dones de la Naturaleza y de la Fortuna, quando no son asistidos de la Divina gracia", concluye Vaenius. La escena trágica del fondo con un hombre ante un juez se explica por la oda horaciana que canta el paso de las estaciones y que el hombre perece para no volver: "Una vez que hayas sucumbido, y Minos haya dictado sobre ti su sentencia irrevocable, ni tu nacimiento, Torcuato, ni tu elocuencia, ni tu piedad, te harán revivir" (Odas, IV, 7, 21-28).
Por último, llegamos al final del libro que vengo comentando, con una última consideración, cuyo grabado fue también elegido para el claustro franciscano de Bahía, precisamente para indicar que allí estaba el sitio del osario del convento. Este mote del emblema 103: Mors ultima linea rerum est (la muerte es la última línea de las cosas), está tomado literalmente del verso 79 de la epístola 16 de Horacio (libro I). Esta línea es la trazada con yeso en el circo, cerca de la cual se situaban los jueces para ver el primero que la traspasaba y proclamarle vencedor. En el grabado se ha señalado esa meta por los tres obeliscos del fondo. Mas el punto de partida de los restantes elementos del grabado está en el epílogo que Horacio puso a sus tres libros de odas, cuando el gran poeta romano, que inspiró a Vaenius su Emblemata, augura la inmortalidad de su obra, porque ésta sobrevivirá: "Y una parte de mi ser erá sustraida a Libitina, diosa de las exequias" (Epístolas, I, 16, 79; Odas, III, 30, 6-7). Por ello la representacion tiene cierto aire clásico, el esqueleto reposa al pie de los obeliscos que señalan el final o meta y allí en el sepulcro aparecen en primer término y sin dueño las "Coronas, los Laureles y las Insignias Consulares, y se mezclan confusamente con las Prisiones, los Azotes, los Trabajos y las Miserias. Aquí acaban todos los mortales su carrera. Aquí se dan todos por vencidos. Y aquí se verifica con evidencia como passa la gloria de este Mundo". Se cierra la composición en lo alto con la representación de las Virtudea, que son las que garantizan la vida eterna del hombre.
Lecturas:
Santiago Sebastián, Theatro Moral de la Vida Humana, de Otto Vaenius. Lectura y significado de los emblemas. En Boletín del Museo e Instituto "Camón Aznar" XIV-1983 (pags. 7-92)
Horacio, Odas. Gredos 2008
Entradas relacionadas:
La Envidia
Peregrinos en la tierra: La Tabla de Cebes
Las Siete Moradas
Alquimia y emblemática
Summos fulmina
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Embl. 95, De rogo, non de domo extruenda senex cogitet
La misma idea viene a ser subrayada con la inevitable apoyatura de Horacio: "Tú, próximo a la muerte, das mármoles a tallar y, sin pensar en la sepultura, construyes casas" (Odas, II, 18, 15-23), que nos explica el grabado. Vemos a u anciano dirigiendo una suntuosa fábrica "en vez de bolverse a Dios y disponerse para la impensada muerte, se pone a labrar duros mármoles... Cuyda de erigir las robustas colunas que han de sustentar el sobervio frontispicio de su cassa... quando debiera cuydar de su sepulcro, donde (a pesar de sus vanas esperanzas) será muy en breve, hediondo manjar de asquerosos gusanos". Tal es el emblema 95: De rogo, non de domo extruenda senex cogitet (cuide el viejo de la fábrica de su sepulcro, y no de su palacio). Más la posición de los humanos ente la muerte es engañosa: todos piensan en la muerte mas ninguno la espera prevenido.
Embl. 96, Improvisa lethi vis
El emblema 96: Improvisa lethi vis (la hora de morir es incierta) y como presenta el grabado, uno rehusa la guerra, otro no se atreve a embarcar y un tercero se resguerda del frío con un buen abrigo, pero no pueden esquivar a la Muerte. "Todos (cada qual por su camino) van huyendo de la desconocida muerte que tiene a sus espaldas, y sin pensar en ella, les sobresalta descuydados y desprevenidos" (Odas, II, 14, 13-16).
Embl. 97, Morte linquenda omnia
Más terrible es el mensaje del emblema 97, que tiene por lema: Morte linquenda omnia (con la muerte todo se acaba), procedente de una oda horaciana, en la que se dice: "habremos de abandonar la tierra y nuestra casa y una esposa amada, y estos árboles que cultivas, ninguno, fuera del ciprés odioso, te seguirá, señor efímero que eres" (Odas, I, 14, 21-28). Texto al que responde el grabado y que Vaenius glosa así la insensatez del marido: "Deleytabase en Festines y Banquetes con sus Amigos, gozava de la compañía de una bella Muger". Pero vino la Muerte y de nada sirvieron las lágrimas, sus suspiros y sollozos de sus inocentes y queridos hijos. Hubo de seguir el destino inevitable y no se llevó más que dos funestos cipreses para señalar la sepultura.
Embl. 98, Cunctos mors una manet
No falta el emblema que alude al sentido democrático o igualatorio de la Muerte, tal es el 98: Cunctos mors una manet (la muerte a todos iguala), lo que ya señaló Horacio en la oda dedicada a Sestio: "La pálida muerte deja la misma huella en la cabaña de los pobres y en los alcázares reales" (Odas, I, 4, 13-14). Así en el grabado vemos a la Muerte llamando a un rey encerrado en su castillo y por no obedecerle la Muerte no respeta méritos ni personas, "es cruel para con los miserables, soberana con los Humildes y fuerte con los Flacos; estas mismas armas emplea contra los Dichosos, contra los Sobervios y contra los Fuertes". Nadie tiene privilegios frente a la Muerte y ésta no debe de coger a los hombres desprevenidos.
Embl. 99, Mortis certitude
Si por una parte está la incertidumbre de la hora de la muerte, sí existe certeza en cuanto al hecho, sobre ello trata el emblema 99: Mortis certitude (la certidumbre de la muerte), que además de esta verdad subraya el carácter democrático, porque de nada sirven los honores y riquezas de esta vida en el más allá, todos van en "tropa, sin diferenciarse los Reyes de sus Vasallos, los Pobres de los Ricos, los Mozos de los Viejos, los Enfermos, Ciegos y Tullidos, de los Robustos y Sanos". En el grabado vemos a la Muerte entregando una moneda u óbolo que los antiguos ponían en la boca de los que morían como pago al barquero que había de transportarlos a través de los ríos infernales Aqueronte, Cocito, Estigio, Flegetón y Averno. No falta la cita horaciana: "Todos somos empujados al mismo sitio, para todos es agitada en la urna la misma suerte. Más tarde o mas temprano, saldrá y nos hará subir a la barca, para el eterno destierro" (Odas, II, 3, 19-28)
Embl. 100, Communis ad letum via
En relación a éste se halla el emblema 100: Communis ad letum via (el camino de la muerte es común a todos), cuya fuente es la oda a Póstumo, varias veces citada en relación con la muerte, ya que nada nos seguirá a la tumba, "ya seamos reyes, ya indigentes colonos" (Odas, II, 14, 9-12). Aparece el barquero Caronte cobrando a las almas el portazgo que les dio la Muerte y en es momento embarca el rey humildemente, "sin desdeñar la compañía de los pobres, que ya no distinguen en nada dél, porque con la vida se acabó la pompa". Todos parten desnudos y los ricos se ven obligados a dejarlo todo, mas los que consideran que las riquezas son prestadas "pagan de buena gana la deuda, y llevan consigo los méritos de la Virtud, que se premian con bienes eternos" (Vaenius).
Embl. 101, Inexorabile fatum
Está claro, nadie puede librarse de la muerte, según nos declara el emblema 101: Inexorabile fatum (la muerte es inexorable), tal y como muestra en el grabado la Parca cortando el hilo de la vida y en vano tratan de restituirla la Religión con su sacrificio, Mercurio con sus palabras y la esposa con la prosapia de su genealogía. "Este, que miras, frío Cadáver, fue lo que tú eres y serás infaliblemente lo que es él... Este Exemplo nos enseña quan vanos y perezederos son los dones de la Naturaleza y de la Fortuna, quando no son asistidos de la Divina gracia", concluye Vaenius. La escena trágica del fondo con un hombre ante un juez se explica por la oda horaciana que canta el paso de las estaciones y que el hombre perece para no volver: "Una vez que hayas sucumbido, y Minos haya dictado sobre ti su sentencia irrevocable, ni tu nacimiento, Torcuato, ni tu elocuencia, ni tu piedad, te harán revivir" (Odas, IV, 7, 21-28).
Embl. 102, Ecce sumus pulvis
La gran realidad es que después de la muerte el hombre se convierte en polvo de acuerdo con la sentencia del Miércoles de Ceniza: Memento homo quia pulvis es, et in pulverem reverteris. De ella saca Vaenius el mote del emblema 102: Ecce sumus pulvis (advertid que somos polvo), que también tiene su precedente horaciano en la oda a Torcuato, cuando dice: "una vez que hemos descendido a donde está Eneas... no somos más que polvo y sombra" (Odas, IV, 7, 13-18). Vaenius nos lleva en esta meditación al panteón romano, presidido por la estatua del piadoso Eneas. "Si tienes valor bastante, y las negras sombras que le habitan no te asombran para entrar leerás los magníficos y magestuosos Epitaphios grabados en duro Bronce, sobre preciosas Urnas de Mármol, Jaspe y Pórfido; y te dirán que los Monarcas y Reyes de los passados Siglos son el día de hoy un poco de polvo, inútil para todo". Luego repara Vaenius en ese vaso del primer término, donde se conservan las cenizas de mayor beldad de su siglo y advierte que "en lo mesmo han de parar las gracias que te cautivan y las perfectiones que tanto admiras en el falso Idolo que adoras". Nuestro autor, siguiendo la mentalidad contrarreformista, recuerda al lector que, aunque le desagrada esta oscura mansión de fantasmas, es una "composición de lugar" muy adecuada para meditar sobre la muerte.
Embl. 103, Mors ultima linea rerum est
Por último, llegamos al final del libro que vengo comentando, con una última consideración, cuyo grabado fue también elegido para el claustro franciscano de Bahía, precisamente para indicar que allí estaba el sitio del osario del convento. Este mote del emblema 103: Mors ultima linea rerum est (la muerte es la última línea de las cosas), está tomado literalmente del verso 79 de la epístola 16 de Horacio (libro I). Esta línea es la trazada con yeso en el circo, cerca de la cual se situaban los jueces para ver el primero que la traspasaba y proclamarle vencedor. En el grabado se ha señalado esa meta por los tres obeliscos del fondo. Mas el punto de partida de los restantes elementos del grabado está en el epílogo que Horacio puso a sus tres libros de odas, cuando el gran poeta romano, que inspiró a Vaenius su Emblemata, augura la inmortalidad de su obra, porque ésta sobrevivirá: "Y una parte de mi ser erá sustraida a Libitina, diosa de las exequias" (Epístolas, I, 16, 79; Odas, III, 30, 6-7). Por ello la representacion tiene cierto aire clásico, el esqueleto reposa al pie de los obeliscos que señalan el final o meta y allí en el sepulcro aparecen en primer término y sin dueño las "Coronas, los Laureles y las Insignias Consulares, y se mezclan confusamente con las Prisiones, los Azotes, los Trabajos y las Miserias. Aquí acaban todos los mortales su carrera. Aquí se dan todos por vencidos. Y aquí se verifica con evidencia como passa la gloria de este Mundo". Se cierra la composición en lo alto con la representación de las Virtudea, que son las que garantizan la vida eterna del hombre.
Lecturas:
Santiago Sebastián, Theatro Moral de la Vida Humana, de Otto Vaenius. Lectura y significado de los emblemas. En Boletín del Museo e Instituto "Camón Aznar" XIV-1983 (pags. 7-92)
Horacio, Odas. Gredos 2008
Entradas relacionadas:
La Envidia
Peregrinos en la tierra: La Tabla de Cebes
Las Siete Moradas
Alquimia y emblemática
Summos fulmina
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Cuando cada momento es convertido en expectativa, se le está privando a la vida de la posibilidad de realización y se le teme a la muerte, pues con ella termina toda esperanza; y si uno vive de esperanzas, la muerte es por cierto el fin. Pero para la mente indivisa, la muerte es otro momento, completo como cada momento y no cederá su secreto a menos que se viva plenamente.
ResponderEliminarAlan Watts
Bien traída esa cita, Anónimo. Desde la Antigüedad hasta nuestros días, y tanto en Oriente como en Occidente, siempre surgen similares intuiciones sobre aquello que todos hemos de afrontar como seres humanos apuntando en la misma dirección.
ResponderEliminarDe la misma forma que el ojo solo puede conocer todo aquello que el no es, es posible que nosotros solo podamos conocer todo aquello que justamente no somos, que es todo ese mundo que abandonamos al irnos a dormir o en la muerte, incluido el Yo que creemos ser.
ResponderEliminarUna manera de validar esta probabilidad es cuando en el sueño aparecemos como un personaje onírico y un mundo contextual, aprovechando que tenemos la posibilidad de fomentar el hacernos lucidos en la representación onírica, desde ese despertar al sueño que no del mismo, lo que se comprende y valida es que conocemos todo aquello que justamente no somos.
Y lo que es abajo bien puede ser equivalente a lo de arriba.
Reflexiones Post Mortem
En antropología se dice que desde el momento en que nuestros antepasados empezaron a tener conciencia de la muerte se dio el paso hacia un nuevo estado desde el que hombre se planteó algo más que su obviedad física. A partir de ese momento surgió el culto a los muertos y a intentar dar explicación al misterio de lo que se nos oculta más allá de la vida y la materia. Desde entonces han sido muchas las formas de afrontar la cuestión, desde las religiones más arcaicas hasta las modernas teorías científicas y también pseudocientíficas o paranormales. Uno de los textos más antiguos con referencia a ello, es el encontrado en unas tablillas sumerias donde se narra la Epopeya de Gilgamesh. En un fragmento, Ut-Napishtim en el discurso más profundo del poema épico, intenta explicarle la muerte a Gilgamesh:
ResponderEliminar"Nadie ve la Muerte,
nadie ve la cara de laMuerte,
nadie oye la voz de la Muerte.
La Muerte salvaje abate a la humanidad.
A veces construimos una casa, a veces hacemos un nido,
pero luego los hermanos lo dividen en herencia,
a veces hay violencia en la tierra,
pero luego el río sube y trae inundaciones.
Las libélulas vagan por el río,
sus rostros miran hacia el Sol.
Pero de repente no hay nada.
El que duerme y el que está muerto son iguales,
no se puede representar a la Muerte."
Simbolicamente hablando el dia que Adan y Eva se papearon la manzana del arbol del conocimiento, se abrieron en canal a un concepto "Muerte", en fin solo es una palabra que esparcio una tormenta de miedos psicologicos que son los que mueven cada acto Ego_Humano.
ResponderEliminarY cada día amanece.... y no es poco, seguimos desayunando con Apple, que por cierto es la empresa con mayor beneficios en la historia de la humanidad, dato curioso y simbólico, creado por el viejo Job, blanco de las iras de Satan.
Todo habla, el conocimiento es la muerte, el saber nuestro entierro, abandonamos el cuerpo, el paraíso perdido de las sensaciones sensoriales a cambio de incertidumbre y elucubración variopinta sobre la Mort, bueno y sobretodo las cosas, para todo tenemos opinión, a pesar de que solo existe transmisión cultural, y nosotros sus porteadores.
Como envidio a los niños.
La angustia por nuestra propia finitud es algo en lo que, en cierta medida, todos estamos a riesgo de caer. La certidumbre de la muerte y todos esos estupendos emblemas (que contienen tanta profundidad filosófica que podrían hacerse libros enteros de cada uno de ellos) forman parte del mismo conocimiento de la vida. Aunque, es un conocimiento que es considerado tabú en la actualidad. Siendo niños no conocemos de forma natural la muerte debido a su lejanía cronológica y en la edad adulta de la sociedad contemporánea por múltiples razones (culto a la juventud, larga esperanza de vida, etc.) la alejamos de nuestra existencia. Pero nada de eso sirve para que la muerte, tarde o temprano, nos iguale a todos, tal y como sentencia uno de los grabados.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una de las constantes en la obra del poeta Omar Jayyam, admirado primero en el Oriente persa y árabe y luego en Occidente, son sus reflexiones sobre la muerte en las que también se percibe la influencia de pensadores de la Antigúedad clásica. Sus versos son una invitación a vivir el momento presente (a ser "hijos del instante") y un recordatorio de la insignificancia de nuestra existencia y nuestras preocupaciones. Entre ellos recojo estos dos que posiblemente conozcas:
ResponderEliminarPues la vida llega a un fin, dulce o amargo,
cuando se llena la medida, sea en Bagdad o en Balj,
bebe, que partidos tú y yo, la luna seguirá su curso
del final al principio, del principio al final.
................
Nadie ha dominado la rueda del firmamento.
Y de tragarse al hombre no se hartó la tierra.
No te ha devorado aún y te enorgulleces.
Lo hará, más es pronto, no estés impaciente.
Abrazos Moisés
Todo depende del paradigma raíz o visión personal del mundo, que es el que manda y corta, como dijo William Blake , “ Tal es el hombre, Tal ve “. Y tal como uno ve así uno entiende a la muerte.
ResponderEliminarQuién sabe, a lo mejor tenemos una creencia errónea, pensamos que somos un cuerpo_mente que nace y muere, cuando a lo mejor simplemente experimentamos un cuerpo_mente, su nacimiento y su muerte sin que involucre a lo que esencialmente somos.
Por eso el niño no sabe nada de la muerte, porque no ha sido adoctrinado para tener una visión personal, no ha comido del árbol del conocimiento.
De aquí la frase, “Solo siendo niño se entra al reino de los cielos”. Y en el cielo la única muerte de la que se puede dar Fe, es la de la visión personal sustentada por el conocimiento.
Sí Conejo, ya dejaste claro en tu anterior comentario tu atracción por la idea del puer aeternus o niño eterno, considerada como imagen arquetípica por la psicología analítica al descubrir su rastro en los mitos y creencias religiosas e iluministas. Son muchas las citas que se pueden asociar con la que aquí dejas (creo que de Lucas, 18, 17), recuerda a otras de la tradición cristiana como esta de Mateo, 5, 8:
ResponderEliminar"Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios"
También de otras tradiciones como esta Sri Ramakrishna:
"Mientras uno o se vuelva simple como un niño, no obtendrá la iluminación divina. Olvida todo el conocimiento mundano que has adquirido, vuélvete tan ignorante como un niño, y entonces obtendrás la sabiduría divina".
Esta otra del indio norteamericano Alce Negro:
"Los hombre maduros pueden aprender de los niños pequeños, pues el corazón de los niños es puro y, por lo tanto, el Gran Espíritu puede mostrarles muchas cosas que las personas mayores no perciben".
Y esta otra del budismo zen:
"El zen es tener el corazón y el alma de un niño".
La idea de pureza primigenia anterior a la caída, y su recuperación tras la muerte simbólica proporcionada por el conocimiento o iluminación, perdura y provoca fascinación a lo largo de los tiempos.
La idea de pureza primigenia es simplemente un punto de partida para situarnos en el contexto adecuado, pero esa idea es como la virginidad, una vez perdida no se recupera. La conciencia parece necesitar actualizarse desde esa perdida, y no existe procedimiento para volverse uno un niño, lo contrario es una infantil fantasía.
ResponderEliminarEl problema desde mi peculiar punto de vista reside en el Orgullo del conocimiento, de la doctrina, de la tradición, de los ismos, de las psicologías, filosofía, de la cultura. Ellas no te pueden volver inocente, no te llevan al Estado de Estupidez Natural.
A lo mejor es que solo la humildad de una mirada que por fin se ha dado cuenta de que solo sabe que no sabe nada es el pasaporte al paraíso jamás perdido. Solo el Orgullo del conocimiento parecía nublarlo, por que bajo esa mirada la visión personal ha de morir, y es de esa muerte de la que hablamos. A la postre sucederá de todas maneras cuando suceda la muerte física.
Conejo Peter Pan.