Beato de Liébana (1047) Arte mozárabe
Las ifluencias iconográficas entre Oriente y Occidente migran en una y otra dirección a lo largo de la historia, temas asiáticos que conquistaron el mediterráneo, y temas de la cultura mediterránea que traspasaron fronteras hasta lugares lejanos de Asia viajaron entre los dos mundos. Diseños artísticos que dieron forma a concepciones míticas, filosóficas y religiosas durante la expansión helenística, llegaron en determinados periodos a culturas más estables de la India, Asia septentrional e incluso China, volviendo transfiguradas, llenas de renovada significación y leyendas para reintegrarse nuevamente en el mundo occidental.
Las representaciones del cielo cristiano con sus símbolos y alegorías del Antiguo y Nuevo Testamento, ocupando un lugar en el interior de los círculos zodiacales presentes desde la época carolingia, convergen con esas corrientes que llegan. A la herencia grecorromana que revivió la astrología babilónica mostrada en los diseños medievales, se asimilan otros con aspectos búdicos. Por otra parte, las antiguas composiciones de medallones donde las imágenes religiosas se disponen en un orden determinado, se muestran en estrecha relación con especulaciones orientales representadas en mandalas y ruedas de la Transmigración. Sobre esto nos ilustra Jurgis Baltrusaitis con el análisis cotejado entre algunas obras de arte en esta nueva entrada de Fragmentalia.
LOS MANDALAS. El mandala búdico. El mandala gótico. La rueda de la transmigración y sus metamorfosis occidentales.
por
Jurgis Baltrusaitis
(...) Toda la cúpula del santuario de Kakrak (Afganistán) está decorada por una acumulación de ruedas: una está en el centro, sobre el luquete, y las otras siete engranadas sobre la circunferencia. Cada una de ellas forma, por su parte, una misma corona de círculos. El conjunto constituye un mecanismo de relojería de innumerables discos inscritos unos en otros. Estos discos componen las aureolas de los Cien Budas. En el centro, Bodhisattva Maitreya, emparentado con el Mithra iraní, está rodeado por 16 figuras sentadas.En las circunferencias tangentes, 11 budas más pequeños encuadran un Buda central.
Detalle de la cúpula del santuario de Kakrak
Toda la escena está ordenada sobre los rayos divinos donde las mandorlas emanan unas de otras y se agrupan de acuerdo a los números y curvas sagradas. Ante la visión de semejante conjunto, no podemos evitar la sensación de vértigo. En Bâmiyân, se han señalado composiciones análogas en las grutas J y K. Una diadema hucano-sasánida de triple media luna que lleva un rey cazador, indica a la vez la fecha -primera mitad del siglo V- y el origen geográfico de estas composiciones: Persia, vuelta directamente hacia la cuna del pensamiento astrológico. La red de esferas y de luz alrededor de las representaciones religiosas, deriva de la geometría y de las figuras de sus andamiajes cósmicos.
Manuscrito astrológico persa
En Japón y Tibet, estas construccioones gráficas se integran en los ritos y ceremonias del culto. Se las llama mandalas, mandaras en tibetano. En ellas toda la jerarquía de los dioses y símbolos indestructibles se organizan alrededor de la potencia primordial en la región que le es propia: el Paraíso. Ocho figuras -entre las cuales se encuentra el Buda Sakyammuni- se ordenan, como rayos, alrededor de Amoghapasa, forma de Bodhisattva Avalokitêsvara. Ocho Bucchôs, ocho grandes Bodisattvas y ocho Reyes de la Ciencia, brotan sucesivamente del Bucchô sincrético Shoissai-Bucchô como su emanación directa. Dieciseis Bodhisattvas, treinta y dos Bodhisattvas seguidos de varias rondas de dioses y genios, describen círculos concéntricos.
Avalokiteshvara Boeddha Mandala
A veces, los personajes alternan con el Zodiaco. La irradiación de la sabiduría y amor búdicos, sabiduría que ilumina la verdad y doma el vicio, amor que abraza todas las existencias en el buen obrar compasivo del amor cósmico, está igualmente representada en estas composiciones. Las esferas se diversifican multiplicando los signos y el poder de la figura. Sus movimientos se generan mutuamente y se encadenan.
Avalokiteshvara de mil brazos, Bodhisattva de la compasión.
Nunca los diagramas semiabstractos del mundo espiritual fueron tan puros ni se construyeron tan sabiamente: ¿No se alcanzaba contemplándolos la iniciación a los grandes misterios e incluso el Nirvana? Se trata de una especulación de la geometría, pero también de magia y de un medio de evocación. No solamente la India, sino el Universo entero con sus continentes, el cielo y todos sus habitantes, los siete objetos preciosos y los tesoros, se ofrecen diariamente al Bienaventurado, contenidos en una red de treinta y dos círculos encajados unos en otros.
Las composiciones occidentales que, entretanto, han experimentado la acción de astrónomos árabes que restituyen un antiguo fondo oriental más riguroso y salvaje que los sistemas helenizados, terminan por adoptar esta exuberancia de abstracciones y símbolos. A partir del siglo XV, varias representaciones de rueda se convierten en verdaderos mandalas.
Los Gozos y los Triunfos de la Virgen, W. Traut (1510)
En un grabado de Traut (imagen de arriba), quince discos se ajustan a tres grandes círculos concéntricos. Estos constituyen una triple rosa, o más bien un engranaje de medallones, donde tiene lugar las fases del Evangelio. En el centro, en el "Paraíso", se situa la Trinidad. La Virgen con Santa Ana se encuentran también en la misma región. Las coronas contienen sucesivamente sus cinco Alegrías, sus cinco Dolores y sus cinco Triunfos que aparecen como emanación aureolada del poder divino. Como en Asia, una serie de rotaciones revelan las relaciones ocultas de las cosas.
En un grabado bávaro realizado hacia 1490, los Vicios y las Virtudes giran en un mecanismo parecido: noventa discos, cada uno con su inscripción, se engranan dentro de cuatro círculos concéntricos; en el centro, el Todopoderoso. Cincuenta y siete discos, que contienen los Pecados Capitales con sus satélites dominados por el Orgullo y la Escena de la Caída, se despliegan en un quinto anillo negro.
Aquí también las relaciones entre las fuerzas se ilustran con los movimientos giratorios que se transmiten. Las sentencias, las palabras relativas a las diferentes virtudes brotan del Creador en una nube de redondeles que chocan con los Vicios correspondientes que les rodean. Así, Mansedumbre y Piedad se encuentran frente a Cólera, Indignación y Blasfemia. La explosión de la zona clara relega a un segundo plano la zona oscura. Representado de este modo, el mundo moral se hace inteligible, pero esta iniciación reviste también, como en el mandala, un carácter mágico. Precisando el mecanismo y las relaciones entre los Vicios y las Potencias que les combaten, numerándolos y haciendo girar su nombre y sus figuras, el juego de círculos sirve, en resumidas cuentas, para conjurar el mal.
La composición contiene un elemento nuevo: las ruedas están separadas por rayos que las dividen en siete compartimentos iguales agrupados alrededor de un centro. Pero el sistema es búdico y se relaciona con las ruedas de la Transmigración-Bhavacakra.
Según el Vinaya, la Disciplina, el segundo conjunto de las Escrituras del budismo, Sakya muni, habría ordenado pintar su representación sobre algunas partes del monasterio de la manera siguiente:
Las cinco vías de regeneración, infernal, demoníaca, bestial, humana, divina, según los deméritos y méritos del ser, giran dentro del Samsara, la rueda del ciclo infinito de la Vida.
El eje contiene una imagen de Buda acompañado por tres formas: un pichón que simboliza la Codicia, una serpiente alegoría de la Cólera, y un cerdo símbolo de la Ignorancia.
La figura se reproduce en Adjantâ durante el siglo VI y no cambia ni en el Tibet ni en los templos chinos modernos.
Entre los asuras solamente se añade generalmente a las demás una sexta vía del génesis, mientras que en el eje encontramos también hombres que suben hacia las divinidades y vuelven a bajar a los Infiernos. Todos los compartimentos se combinan no tanto como registros llanos, como cuanto ventanas abiertas sobre bordes del universo.
En esta representación, dos elementos concuerdan con el mandala bávaro: el tema moral de los Vicios y las Virtudes superpuestos a las sucesiones de vidas en registros diferentes y la forma de la separación que delimita las vías de la regeneración según los méritos y deméritos. En la representación de los Siete Pecados del Bosco, la analogía todavía es más sorprendente.
En un grabado bávaro realizado hacia 1490, los Vicios y las Virtudes giran en un mecanismo parecido: noventa discos, cada uno con su inscripción, se engranan dentro de cuatro círculos concéntricos; en el centro, el Todopoderoso. Cincuenta y siete discos, que contienen los Pecados Capitales con sus satélites dominados por el Orgullo y la Escena de la Caída, se despliegan en un quinto anillo negro.
Los Vicios y las Virtudes, Nuremberg (1490)
Aquí también las relaciones entre las fuerzas se ilustran con los movimientos giratorios que se transmiten. Las sentencias, las palabras relativas a las diferentes virtudes brotan del Creador en una nube de redondeles que chocan con los Vicios correspondientes que les rodean. Así, Mansedumbre y Piedad se encuentran frente a Cólera, Indignación y Blasfemia. La explosión de la zona clara relega a un segundo plano la zona oscura. Representado de este modo, el mundo moral se hace inteligible, pero esta iniciación reviste también, como en el mandala, un carácter mágico. Precisando el mecanismo y las relaciones entre los Vicios y las Potencias que les combaten, numerándolos y haciendo girar su nombre y sus figuras, el juego de círculos sirve, en resumidas cuentas, para conjurar el mal.
La composición contiene un elemento nuevo: las ruedas están separadas por rayos que las dividen en siete compartimentos iguales agrupados alrededor de un centro. Pero el sistema es búdico y se relaciona con las ruedas de la Transmigración-Bhavacakra.
Bhavacakra (Rueda de la Vida) Tibet
Según el Vinaya, la Disciplina, el segundo conjunto de las Escrituras del budismo, Sakya muni, habría ordenado pintar su representación sobre algunas partes del monasterio de la manera siguiente:
Es preciso hacer un círculo en forma de rueda, colocar el eje en el medio. Después, haced cinco rayos para separar las representaciones de las cinco vías: abajo el eje, y, a ambos lados, los demonios hambrientos y los animales; encima, deben pintarse los hombres y los dioses.
Las cinco vías de regeneración, infernal, demoníaca, bestial, humana, divina, según los deméritos y méritos del ser, giran dentro del Samsara, la rueda del ciclo infinito de la Vida.
La figura se reproduce en Adjantâ durante el siglo VI y no cambia ni en el Tibet ni en los templos chinos modernos.
Entre los asuras solamente se añade generalmente a las demás una sexta vía del génesis, mientras que en el eje encontramos también hombres que suben hacia las divinidades y vuelven a bajar a los Infiernos. Todos los compartimentos se combinan no tanto como registros llanos, como cuanto ventanas abiertas sobre bordes del universo.
En esta representación, dos elementos concuerdan con el mandala bávaro: el tema moral de los Vicios y las Virtudes superpuestos a las sucesiones de vidas en registros diferentes y la forma de la separación que delimita las vías de la regeneración según los méritos y deméritos. En la representación de los Siete Pecados del Bosco, la analogía todavía es más sorprendente.
El Bosco, Los site Pecados
El Bhavacakra ordena también el Espejo de la Sabiduría, con un ciclo de la Vida y de la Muerte, sobre un grabado alemán que muestra las diferentes maneras de atravesar el mundo y sus respectivas recompensas. (imagen no encontrada N. de Frgamentalia) El eje se alarga, pero vemos, como en las ruedas búdicas, un peregrino que sube la escalera para, enseguida, volver a bajarla perseguido, de un lado por un demonio, del otro por la Muerte. Sorprenden las correspondencias entre las vidas que se suceden en las transmigraciones y los destinos de almas de acuerdo al dogma cristiano. Encontramos aquí las seis vías de regeneración. En la zona del nacimiento entre los Infiernos (parte inferior) se sitúan las fauces de Leviatán; en la del nacimiento entre los dioses (parte superior) la Trinidad con la Virgen y los Elegidos. A la izquierda, en los registros de los nacimientos entre los animales, figura la vida de los animales en pecado representado por un alegre banquete; en el del nacimiento entre los hombres, encontramos en la penumbra de una capilla la vida virtuosa con un crucifijo. Enfrente, las escenas de la resurrección de los muertos y el Juicio Final se distribuyen en dos registros. Los Elegidos se encuentran en el del nacimiento entre los asuras, mientras que los condenados están en el del nacimiento, pero entre los demonios hambrientos. Las imágenes alternan con figuras de ángeles y paneles con inscripciones, pero su disposición concuerda con las leyes búdicas de las vidas nuevas dadas en recompensa de existencias anteriores. (...)
En el Breviario de Amor del Maestro Ermengau (siglo XIV), una rueda de seis compartimentos contiene no ya la vida de un hombre, sino la del mundo: las edades bíblicas que corresponden a su infancia, adolescencia, juventud, virilidad y a la edad de Cristo que las renueva, se despliegan dentro de un disco, como en una rueda de Transmigración.
Maestro Ermengau, Breviario de amor
Superspuestas a las redes circulares que perpetúan las antiguas tradiciones islamizadas, estas formas búdicas las recomponen multiplicando y acelerando las rotaciones. Inspiran un nuevo desarrollo, más riguroso y complejo todavía, al tiempo que introducen algunos temas muy concretos de encantamiento y revelación sagrada. (...)
Lecturas:
Jurgis Baltrusaitis, La Edad Media fantástica. Ediciones Cátedra 1983
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