Luciano de Samosata nació en el año 120 d. C. en la ciudad que su nombre indica a orillas del Éufrates, en el norte de Siria, capital del reino de Comagene que Roma conquistó para el imperio. Tuvo en vida escaso éxito como escritor, quizás porque su ingenio satírico y mordaz le ganaron la enemistad de numerosos escritores que optaron por silenciar su obra. Luciano viajó bastante, estudió retórica en Antioquía e inició una carrera como conferenciante que lo llevó a Atenas y Roma, Rodas y Palestina, Asia Menor, la Galia y el Ponto. Se le puede imaginar como un intelectual itinerante, buen humorista apreciado en ciertos círculos y escritor prolífico. Sus obras abarcan diversos géneros, desde discursos, sátiras, diátribas, hasta diálogos, novelas cortas, etc...
Entre sus obras humorísticas se encuentran los Diálogos de los dioses, buen ejemplo de un tipo de coloquios en pequeñas escenas cómicas llenas de tonos paródicos donde se escenifican momentos míticos famosos. Los dioses homéricos del Olimpo son mostrados en ágiles caricaturas, utilizando Luciano una prosa suelta, fresca, ligera y coloquial. En estos breves textos se percibe un chispeante humor, teñido a veces de írreverente sátira, parodiando a menudo los ecos de la tradición, utilizando sus figuras sin ningún respeto, como marionetas de un teatrillo popular.
Dejo a continuación cinco de estos diálogos que me han parecido de los más divertidos, invitando a la sonrisa e incluso pudiendo llegar a provocar una sonora carcajada. Nota de humor que no viene mal para contrarrestar cierto estado de apatía propio de los días fríos y oscuros del invierno en estas latitudes. Espero que los disfrutéis.
HEFESTO Y ZEUS
HEFESTO.- ¿Qué debo hacer, Zeus? Pues, siguiendo tus órdenes, vengo con el hacha muy afilada, que si hiciera falta hasta podría partir por la mitad las piedras de un golpe.
ZEUS.- Bravo, Hefesto. Pero, da un golpe seco y párteme la cabeza en dos.
HEFESTO,- ¿Me intentas poner a prueba, a ver si me he vuelto loco? Ordéname de verdad lo que quieres que haga contigo.
ZEUS.- Pues eso justamente, partirme el cráneo por la mitad. Y si no me haces caso no será ahora la primera vez que experimentes en tus carnes mi cólera (1). Y tienes que descargar el golpe con toda tu fuerza sin demorarte, que me muero de dolores de parto que me están haciendo polvo el cerebro.
HEFESTO.- Mira a ver, Zeus, no vayamos a hacer algún disparate; que el hacha está muy afilada y te va a ayudar a parir no sin sangre y al modo de Ilitia (2).
ZEUS.- Tú limítate a descargar el golpe sin miedo, que yo ya sé lo que me conviene.
HEFESTO.- Muy a pesar mío lo voy a descargar. ¿Qué remedio me queda, si lo ordenas tú? ¿Qué es esto? ¿Una muchacha armada? Un gran dolor tenías en la cabeza. Así estabas cabreado, pues estabas dando vida bajo las meninges a semejante doncella, y encima armada. Sin darte cuenta tenías un campamento y no una cabeza. Y ella salta y brinca y agita el escudo y blande la lanza y está llena de furor divino. Y lo más importante, en breve se ha puesto guapísima y en la flor de la vida. Tiene ojos verdes pero el casco los resalta y realza su belleza. Así que dámela en matrimonio como pago por mi asistencia al parto.
ZEUS.- Es imposible lo que pides, Hefesto, pues ella va a querer permanecer siempre virgen; por mi parte no puedo decir nada en contra.
HEFESTO.- Eso es lo que yo quería; el resto corre de mi cuenta y voy a raptarla ya.
ZEUS.- Si te resulta fácil, hazlo, sólo que sé muy bien que tus amores son imposibles (3)
(1) Alusión a la experiencia anterior sufrida por Hefesto que fue dejado caer desde el Olimpo por Zeus furios de que tomara partido por Hera.
(2) Hija de Zeus y Hera y Hermana de Hebe, es una especie de divinidad femenina que preside los partos.
(3) Hefesto no desistió en su empeño. Intentó violar a Atenea, pero la espuma genesíaca del dios no llegó entrar en ella; sacudida con unas lanas por la diosa, cayó al suelo del que brotó Erictionio según la leyenda.
Nacimiento de Atenea
POSEIDÓN Y HERMES
POSEIDON.- ¿Es posible, Hermes, tener una entrevista con Zeus?
HERMES.- En absoluto, Poseidón.
POSEIDÓN.- De todos modos, anuncia mi visita.
HERMES.- Que no molestes, te estoy diciendo; es un momento inoportuno, así que ahora mismo no lo vas a poder ver.
POSEIDÓN.- ¿Es que está con Hera?
HERMES.- No; se trata de un tema de otra índole.
POSEIDÓN.- Comprendo; es que está dentro Ganímides (su copero amante)
HERMES.- Tampoco es eso; es que está pachucho.
POSEIDÓN.- ¿y de dónde le viene el mal? Me extraña lo que dices.
HERMES.- Me da vergüenza decírtelo; tal es lo que le pasa.
POSEIDÓN.- Pues no debería darte, que para eso soy tu tío.
HERMES.- Acaba de dara a luz, Poseidón.
POSEIDÓN.- ¡Vamos, anda! ¿Que ha parido él? ¿Y de quién es el hijo? ¡A ver si es que no nos hemos dado cuenta de que era andrógino! Su vientre, desde luego, no delataba ninguna hinchazón.
HERMES.- Llevas razón, es que no tenía ahí el feto.
POSEIDÓN.- Comprendo, ha dado a luz otra vez por la cabeza como cuando parió a Atenea; pues sí que tiene una cabeza "paritoria".
HERMES.- Que no, que estaba concibiendo en el muslo el feto extraído de Sémele.
POSEIDÓN.- Cojonudo, el tipo este que se queda embarazado y da a luz por todas partes de su cuerpo. Pero ¿quién es Sémele
HERMES.- Una tebana, la única de las hijas de Cadmo; anduvo con ella y la dejó embarazada.
PSEIDÓN.- Y después, Hermes, ¿dió a luz él en vez de ella?
HERMES.- Pues sí, por muy absurdo que te parezca. Resulta que Hera -ya sabes que es muy celosa- va en secreto a casa de Sémele y la convence de que le pida a Zeus que se acercara a ella con truenos y relámpagos. Como Zeus se dejó convencer y acudió con el rayo, el tejado ardió en llamas y resulta que Sémele muere por acción del fuego. Entonces va y me ordena que corte y abra el vientre de la mujer y le saque el feto sietemesino. Una vez que lo hice, rasgándose su propio muslo va y se lo coloca dentro para que allí se desarrolle hasta el final; y ahora ya, al tercer mes, lo ha parido y, de resultas de los dolores, está pachucho.
POSEIDÓN.- ¿Y dónde está ahora el bebé?
HERMES.- Luego de llevarlo a Nisa, lo entregué a las ninfas para que lo criaran, no sin antes darle el nombre de Dioniso
POSEIDÓN.- ¿Resulta entonces que es al mismo tiempo madre y padre de Dioniso?
HERMES.- Eso parece; yo me voy a traerle agua para la herida y poner en práctica los cuidados de ritual con un recién parido.
HERMES.- En absoluto, Poseidón.
POSEIDÓN.- De todos modos, anuncia mi visita.
HERMES.- Que no molestes, te estoy diciendo; es un momento inoportuno, así que ahora mismo no lo vas a poder ver.
POSEIDÓN.- ¿Es que está con Hera?
HERMES.- No; se trata de un tema de otra índole.
POSEIDÓN.- Comprendo; es que está dentro Ganímides (su copero amante)
HERMES.- Tampoco es eso; es que está pachucho.
POSEIDÓN.- ¿y de dónde le viene el mal? Me extraña lo que dices.
HERMES.- Me da vergüenza decírtelo; tal es lo que le pasa.
POSEIDÓN.- Pues no debería darte, que para eso soy tu tío.
HERMES.- Acaba de dara a luz, Poseidón.
POSEIDÓN.- ¡Vamos, anda! ¿Que ha parido él? ¿Y de quién es el hijo? ¡A ver si es que no nos hemos dado cuenta de que era andrógino! Su vientre, desde luego, no delataba ninguna hinchazón.
HERMES.- Llevas razón, es que no tenía ahí el feto.
POSEIDÓN.- Comprendo, ha dado a luz otra vez por la cabeza como cuando parió a Atenea; pues sí que tiene una cabeza "paritoria".
HERMES.- Que no, que estaba concibiendo en el muslo el feto extraído de Sémele.
POSEIDÓN.- Cojonudo, el tipo este que se queda embarazado y da a luz por todas partes de su cuerpo. Pero ¿quién es Sémele
HERMES.- Una tebana, la única de las hijas de Cadmo; anduvo con ella y la dejó embarazada.
PSEIDÓN.- Y después, Hermes, ¿dió a luz él en vez de ella?
HERMES.- Pues sí, por muy absurdo que te parezca. Resulta que Hera -ya sabes que es muy celosa- va en secreto a casa de Sémele y la convence de que le pida a Zeus que se acercara a ella con truenos y relámpagos. Como Zeus se dejó convencer y acudió con el rayo, el tejado ardió en llamas y resulta que Sémele muere por acción del fuego. Entonces va y me ordena que corte y abra el vientre de la mujer y le saque el feto sietemesino. Una vez que lo hice, rasgándose su propio muslo va y se lo coloca dentro para que allí se desarrolle hasta el final; y ahora ya, al tercer mes, lo ha parido y, de resultas de los dolores, está pachucho.
POSEIDÓN.- ¿Y dónde está ahora el bebé?
HERMES.- Luego de llevarlo a Nisa, lo entregué a las ninfas para que lo criaran, no sin antes darle el nombre de Dioniso
POSEIDÓN.- ¿Resulta entonces que es al mismo tiempo madre y padre de Dioniso?
HERMES.- Eso parece; yo me voy a traerle agua para la herida y poner en práctica los cuidados de ritual con un recién parido.
Nacimiento de Dioniso
PAN Y HERMES
PAN.- ¡Salud, padre Hermes!
HERMES.- Salud a ti también. Pero ¿cómo es que soy yo tu padre?
PAN.- ¿Es que no eres tú Hermes Cileno (1) ?
HERMES.- Por supuesto que sí. Mas ¿cómo eres tú hijo mío?
PAN.- Soy hijo espurio, bastardo, fruto de tu ímpetu amoroso.
HERMES.- Sí, por Zeus; tal vez de un cabrón que cometió adulterio con una cabra; porque ¿cómo hijo mío, con semejantes cuernos, semejante nariz, semejante barba poblada, patas bisulcas de macho cabrío y un rabo asomando por el culo?
PAN.- En la medida en que te burlas de mí, tu hijo, estás colmándote de insultos a tí mismo, padre, que engendraste y fabricaste semejantes hijos; yo no soy en absoluto culpable.
HERMES.- ¿Y quién dices que es tu madre? ¿Será que sin darme cuenta seduje a alguna cabra?
PAN.- No sedujiste a ninguna cabra, pero refresca tu memoria, a ver si en cierta ocasión forzaste en Arcadia a una moza libre... ¿Qué pretendes mordiéndote el dedo y te quedas pasmado? Me estoy refiriendo a Penélope la hija de Icario (2).
HERMES.- ¿Y qué le sucedió para parirte cabrón en lugar de ser semejante a mí?
PAN.- Con sus propias palabras te contaré la historia. Al enviarme a Arcadia me dijo: "Hijo, yo soy Penélope la espartiata, tu madre, pero sábete que tienes por padre a un dios, a Hermes, hijo de Maya y de Zeus. Y si llevas cuernos y tienes patas de cabrón, no debes afligirte por ello, que cuando tu padre se acostó conmigo adoptó la imagen de un macho cabrío a fin de pasar desapercibido y de resultas de ello saliste tu parecido a un cabrón.
HERMES.- Sí, por Zeus, ya me acuerdo de haber hecho algo semejante. ¿Así que yo, que tanto presumo de mi belleza y que para colmo soy barbilampiño, voy a ser llamado padre tuyo y a ser el hazmerreir de todos por este hijo tan guapo?
PAN.- Yo no voy a dar motivo para que te avergüences de mí, padre. Pues soy músico y toco la siringe con total suavidad y Dioniso no puede hacer nada sin contar conmigo sino que me ha nombrado conpañero y miembro de su cortejo, y además le dirijo el coro. Y si pudieras contemplar mis rebaños, cuántos tengo por Tegea y en las laderas del Partenio, te pondrías contentísimo; soy también dueño y señor de toda Arcadia e incluso ayer, como quien dice, luchando como aliado de los Atenienses en Maratón destaqué por mi valor de tal manera que como premio se me concedió la cueva que hay al pie de la Acrópolis. Y caso que vayas a Atenas sabrás lo importante que es allí el nombre de Pan (3).
HERMES.- Y dime, ¿te has casado ya, Pan, pues creo que es así como te llaman?
PAN.- ¡Qué va!, padre, pues soy propenso a enamorarme y no me conformaría fácilmente con acostarme con una sola.
HERMES.- A la vista está que andas metiendo mano a las cabras.
PAN.- Te burlas de mí, yo me acuesto con Eco, Pítide y todas las ménades de Dioniso, y se me rifan.
HERMES.- ¿Sabes, entonces, hijo, cuál es el primer favor que voy a pedirte?
PAN.- Mándame, padre, sepamos cuál es.
HERMES.- Acércate y abrázame, pero mira de no llamarme padre tuyo cuando pueda oírlo otro.
(1) Este nombre de Hermes hace alusión al nacimiento de Hermes en una cueva del monte Cilene, al Sur de Arcadia; en este sentido es "paisano" de Pan, dios de pastores y rebaños cuyo culto se propaga pronto por toda Grecia.
(2) Por más que pueda resultar un tanto sorprendente para el lector esta Penélope a la que alude Pan, es la virtuosa esposa de Ulises.
(3) Tan importante que en la ladera noroeste de la Acrópolis se encontraba y veneraba la cueva de Pan, cuya intervenión legendaria en Maratón es glosada por HERÓDOTO, VI 105, y por el propio LUCIANO, Doble acusación, y Aficionado a la mentira 3.
HERMES.- Salud a ti también. Pero ¿cómo es que soy yo tu padre?
PAN.- ¿Es que no eres tú Hermes Cileno (1) ?
HERMES.- Por supuesto que sí. Mas ¿cómo eres tú hijo mío?
PAN.- Soy hijo espurio, bastardo, fruto de tu ímpetu amoroso.
HERMES.- Sí, por Zeus; tal vez de un cabrón que cometió adulterio con una cabra; porque ¿cómo hijo mío, con semejantes cuernos, semejante nariz, semejante barba poblada, patas bisulcas de macho cabrío y un rabo asomando por el culo?
PAN.- En la medida en que te burlas de mí, tu hijo, estás colmándote de insultos a tí mismo, padre, que engendraste y fabricaste semejantes hijos; yo no soy en absoluto culpable.
HERMES.- ¿Y quién dices que es tu madre? ¿Será que sin darme cuenta seduje a alguna cabra?
PAN.- No sedujiste a ninguna cabra, pero refresca tu memoria, a ver si en cierta ocasión forzaste en Arcadia a una moza libre... ¿Qué pretendes mordiéndote el dedo y te quedas pasmado? Me estoy refiriendo a Penélope la hija de Icario (2).
HERMES.- ¿Y qué le sucedió para parirte cabrón en lugar de ser semejante a mí?
PAN.- Con sus propias palabras te contaré la historia. Al enviarme a Arcadia me dijo: "Hijo, yo soy Penélope la espartiata, tu madre, pero sábete que tienes por padre a un dios, a Hermes, hijo de Maya y de Zeus. Y si llevas cuernos y tienes patas de cabrón, no debes afligirte por ello, que cuando tu padre se acostó conmigo adoptó la imagen de un macho cabrío a fin de pasar desapercibido y de resultas de ello saliste tu parecido a un cabrón.
HERMES.- Sí, por Zeus, ya me acuerdo de haber hecho algo semejante. ¿Así que yo, que tanto presumo de mi belleza y que para colmo soy barbilampiño, voy a ser llamado padre tuyo y a ser el hazmerreir de todos por este hijo tan guapo?
PAN.- Yo no voy a dar motivo para que te avergüences de mí, padre. Pues soy músico y toco la siringe con total suavidad y Dioniso no puede hacer nada sin contar conmigo sino que me ha nombrado conpañero y miembro de su cortejo, y además le dirijo el coro. Y si pudieras contemplar mis rebaños, cuántos tengo por Tegea y en las laderas del Partenio, te pondrías contentísimo; soy también dueño y señor de toda Arcadia e incluso ayer, como quien dice, luchando como aliado de los Atenienses en Maratón destaqué por mi valor de tal manera que como premio se me concedió la cueva que hay al pie de la Acrópolis. Y caso que vayas a Atenas sabrás lo importante que es allí el nombre de Pan (3).
HERMES.- Y dime, ¿te has casado ya, Pan, pues creo que es así como te llaman?
PAN.- ¡Qué va!, padre, pues soy propenso a enamorarme y no me conformaría fácilmente con acostarme con una sola.
HERMES.- A la vista está que andas metiendo mano a las cabras.
PAN.- Te burlas de mí, yo me acuesto con Eco, Pítide y todas las ménades de Dioniso, y se me rifan.
HERMES.- ¿Sabes, entonces, hijo, cuál es el primer favor que voy a pedirte?
PAN.- Mándame, padre, sepamos cuál es.
HERMES.- Acércate y abrázame, pero mira de no llamarme padre tuyo cuando pueda oírlo otro.
(1) Este nombre de Hermes hace alusión al nacimiento de Hermes en una cueva del monte Cilene, al Sur de Arcadia; en este sentido es "paisano" de Pan, dios de pastores y rebaños cuyo culto se propaga pronto por toda Grecia.
(2) Por más que pueda resultar un tanto sorprendente para el lector esta Penélope a la que alude Pan, es la virtuosa esposa de Ulises.
(3) Tan importante que en la ladera noroeste de la Acrópolis se encontraba y veneraba la cueva de Pan, cuya intervenión legendaria en Maratón es glosada por HERÓDOTO, VI 105, y por el propio LUCIANO, Doble acusación, y Aficionado a la mentira 3.
Cabeza del dios Pan, museo arqueológico de Córdoba
HERMES Y HELIOS
HERMES.- Dice Zeus, Helios, que no conduzcas hoy el carro, ni mañana, ni al otro, sino que te quedes dentro; así el tiempo que transcurra será una larga noche. Conque, suelten las Horas de nuevo a los caballos, y tú apaga el fuego y tómate un descanso bien prolongado (1).
HELIOS.- Me das un recado nuevo y singular. ¿Es que piensa que me he apartado del camino en mi carrera y me he salido fuera de los límites y por ello está enfadado conmigo y ha dictaminado hacer la noche tres veces más larga que el día?
HERMES.- No es nada de eso, ni va a ser así para siempre. Es que en este momento necesita que la noche le resulte más larga.
HELIOS.- ¿Y dónde está? o ¿desde dónde te ha enviado con este recado para mí?
HERMES.- Desde Beocia, Helios, de casa de la esposa de Anfitrión con la que está acostado porque se ha enamorado de ella (2).
HELIOS.- Entonces, ¿es que no le basta con una sola noche?
HERMES.- En absoluto, pues de su unión debe ser engendrado un tipo enorme y sufrido en grado sumo (Heracles), y llevar a buen término un ejemplar así es imposible en una sola noche.
HELIOS.- Pues ojalá se las apañe para llevarlo a buen término. Esas cosas no pasaban, Hermes, en tiempos de Crono -estamos solos, ¿verdad?-; él nunca abandonaba el lecho de Rea ni dejaba el cielo para acostarse en Tebas, sino que el día era día y la noche adecuaba su duración a las estaciones, y no había nada extraño ni nada fuera de lo corriente, ni él se habría acostado nunca con una mujer mortal. Pero ahora, por causa de una desgraciada mujerzuela hay que poner todo patas arriba y mis caballos van a quedar faltos de entrenamiento por inactividad, mi camino va a hacerse intransitable por espacio de tres días completos; y los pobres hombres van a pasar la vida en la oscuridad. Ventajas de este tipo es lo que van a sacar en limpio de los amores de Zeus: esperar sentados envueltos en densa niebla a que él acabe de llevar a buen término al atleta en cuestión.
HERMES.- Calla, Helios, no vallan a acarrearte alguna desgracia tus palabras. Yo me marcho a casa de Selene y de Hipno (3) a transmitirles los recados de Zeus; a ella que avance su camino con cachaza; a él, Hipno, que no suelte a los hombres a fin de que no sepan que la noche se ha vuelto tan larga.
(1) El quehacer cotidiano del sol aparece cantado por primera vez con gran belleza en MIMMERMO DE COLOFON, 40 D.
(2) Este tema da pie a Plauto para la creación de una comedia de ese título: Anfitrión.
(3) La luna y el sueño respectivamente, ambos personificados.
HELIOS.- Me das un recado nuevo y singular. ¿Es que piensa que me he apartado del camino en mi carrera y me he salido fuera de los límites y por ello está enfadado conmigo y ha dictaminado hacer la noche tres veces más larga que el día?
HERMES.- No es nada de eso, ni va a ser así para siempre. Es que en este momento necesita que la noche le resulte más larga.
HELIOS.- ¿Y dónde está? o ¿desde dónde te ha enviado con este recado para mí?
HERMES.- Desde Beocia, Helios, de casa de la esposa de Anfitrión con la que está acostado porque se ha enamorado de ella (2).
HELIOS.- Entonces, ¿es que no le basta con una sola noche?
HERMES.- En absoluto, pues de su unión debe ser engendrado un tipo enorme y sufrido en grado sumo (Heracles), y llevar a buen término un ejemplar así es imposible en una sola noche.
HELIOS.- Pues ojalá se las apañe para llevarlo a buen término. Esas cosas no pasaban, Hermes, en tiempos de Crono -estamos solos, ¿verdad?-; él nunca abandonaba el lecho de Rea ni dejaba el cielo para acostarse en Tebas, sino que el día era día y la noche adecuaba su duración a las estaciones, y no había nada extraño ni nada fuera de lo corriente, ni él se habría acostado nunca con una mujer mortal. Pero ahora, por causa de una desgraciada mujerzuela hay que poner todo patas arriba y mis caballos van a quedar faltos de entrenamiento por inactividad, mi camino va a hacerse intransitable por espacio de tres días completos; y los pobres hombres van a pasar la vida en la oscuridad. Ventajas de este tipo es lo que van a sacar en limpio de los amores de Zeus: esperar sentados envueltos en densa niebla a que él acabe de llevar a buen término al atleta en cuestión.
HERMES.- Calla, Helios, no vallan a acarrearte alguna desgracia tus palabras. Yo me marcho a casa de Selene y de Hipno (3) a transmitirles los recados de Zeus; a ella que avance su camino con cachaza; a él, Hipno, que no suelte a los hombres a fin de que no sepan que la noche se ha vuelto tan larga.
(1) El quehacer cotidiano del sol aparece cantado por primera vez con gran belleza en MIMMERMO DE COLOFON, 40 D.
(2) Este tema da pie a Plauto para la creación de una comedia de ese título: Anfitrión.
(3) La luna y el sueño respectivamente, ambos personificados.
Carro solar de Helios
AFRODITA Y EROS
AFRODITA.- En fin, Eros, ¿a cuento de qué te has enfrentado con todos los demás dioses, Zeus, Poseidón, Apolo, Rea y conmigo, tu madre, y únicamente te has mantenido a distancia de Atenea, y al contacto con ella se te apaga la antorcha, se te vacía de flechas el carcaj y pierdes el arco y la puntería?
EROS.- Le tengo miedo madre, pues resulta espantosa, de mirada radiante y terriblemente varonil. Y cuando tensando el arco intento dispararle, agitando el penacho me asusta, y me pongo a temblar y se me escurren las flechas de las manos.
AFRODITA.-¿Y acaso no daba más miedo Ares? Y sin embargo lo desarmaste y lo venciste.
EROS.- Pero es que él me acepta y me recibe de buena gana, en tanto que Atenea me está siempre mirando de reojo y en cierta ocasión que yo estaba volando cerca de ella con la antorcha me dijo: si te acercas a mí, por mi padre que te atravesaré con mi lanza o cogiéndote de un pie te tiraré al Tártaro o yo misma te descuartizaré; diversas amenazas de esa índole me lanzó. Tiene una mirada penetrante, y pegado al pecho lleva un rostro que da miedo (1) con cabellera de víboras, y eso es precisamente lo que más miedo me da. Me asusta y luego huyo cada vez que lo veo.
AFRODITA.- Así que te dan miedo Atenea y la Gorgona, pero no temes an cambio el rayo de Zeus. Y las musas ¿por qué están indemnes y fuera del radio de acción de tus flechas? ¿O es que ellas también agitan penachos y exiben gorgonas?
EROS.- Siento respeto ante ellas, madre, pues son venerables, tienen constantes inquietudes, se preocupan del canto y yo en muchas ocasiones me quedo plantado a su lado hechizado por su melodía.
AFRODITA.- Déjalas, pues, ya que son venerables; y ¿por qué razón no hieres a Ártemis?
EROS.- Pues simplemente porque no la puedo capturar, ya que anda siempre huyendo de mí por las montañas y además tiene ya su amor particular.
AFRODITA.- ¿Cuál es, hijo?
EROS.- Caza, ciervos y cervatillos que persigue para cogerlos y atravesarlos con sus flechas; no vive más que para eso. Porque en lo que respecta a su hermano (Apolo) que es también arquero y tirador certero...
AFRODITA.- Ya lo sé, hijo, que en muchas ocasiones lo has herido con tus flechas.
(1) Alusión a la cabeza de la Gorgona Medusa que dejaba petrificado a quien le dirigia la mirada.
EROS.- Le tengo miedo madre, pues resulta espantosa, de mirada radiante y terriblemente varonil. Y cuando tensando el arco intento dispararle, agitando el penacho me asusta, y me pongo a temblar y se me escurren las flechas de las manos.
AFRODITA.-¿Y acaso no daba más miedo Ares? Y sin embargo lo desarmaste y lo venciste.
EROS.- Pero es que él me acepta y me recibe de buena gana, en tanto que Atenea me está siempre mirando de reojo y en cierta ocasión que yo estaba volando cerca de ella con la antorcha me dijo: si te acercas a mí, por mi padre que te atravesaré con mi lanza o cogiéndote de un pie te tiraré al Tártaro o yo misma te descuartizaré; diversas amenazas de esa índole me lanzó. Tiene una mirada penetrante, y pegado al pecho lleva un rostro que da miedo (1) con cabellera de víboras, y eso es precisamente lo que más miedo me da. Me asusta y luego huyo cada vez que lo veo.
AFRODITA.- Así que te dan miedo Atenea y la Gorgona, pero no temes an cambio el rayo de Zeus. Y las musas ¿por qué están indemnes y fuera del radio de acción de tus flechas? ¿O es que ellas también agitan penachos y exiben gorgonas?
EROS.- Siento respeto ante ellas, madre, pues son venerables, tienen constantes inquietudes, se preocupan del canto y yo en muchas ocasiones me quedo plantado a su lado hechizado por su melodía.
AFRODITA.- Déjalas, pues, ya que son venerables; y ¿por qué razón no hieres a Ártemis?
EROS.- Pues simplemente porque no la puedo capturar, ya que anda siempre huyendo de mí por las montañas y además tiene ya su amor particular.
AFRODITA.- ¿Cuál es, hijo?
EROS.- Caza, ciervos y cervatillos que persigue para cogerlos y atravesarlos con sus flechas; no vive más que para eso. Porque en lo que respecta a su hermano (Apolo) que es también arquero y tirador certero...
AFRODITA.- Ya lo sé, hijo, que en muchas ocasiones lo has herido con tus flechas.
(1) Alusión a la cabeza de la Gorgona Medusa que dejaba petrificado a quien le dirigia la mirada.
Cabeza de Medusa (tranquilos, esta no os dejará petrificados)
Lecturas:
Luciano de Samosata, Obras IV. Editorial Gredos 1982
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Es un placer la lectura de tu blog. Son unos interesantes artículos los que nos ofreces.
ResponderEliminarNos gustaría enlazarte en el blog de nuestra asociación, pues seguiremos asiduamente tus reflexiones.
Un saludo
Muy amables por vuestro comentario y bienvenidos a este espacio.
ResponderEliminarEncantando de poder contar entre los enlaces de la Associació Sant Jordi. Una gran satisfacción saber que lo que aquí se publica es de vuestro interés.
Saludos