domingo, 9 de diciembre de 2012

Amor Cortés

 Dante Gabriel Rossetti, Dantis Amore 1860



"El amoroso espíritu con que adoro siempre a mi Dama ardía más que nunca en deseos de volver nuevamente hacia ella los ojos; y las bellezas que la naturaleza o el arte han producido para cautivar la vista y atraer los espíritus, ya en cuerpos humanos, ya en pinturas, todas juntas serían nada en comparación del placer divino que me iluminó cuando me volví hacia su faz riente..."

Dante, La divina comedia (canto XXVII)


"....aquella que en la Meca representó para Ibn 'Arabî lo mismo que Beatriz para Dante, fue ciertamente una joven real, pero, al mismo tiempo, fue también "en persona" una figura teofánica, la figura de la Sophia aeterna, la misma  que algunos compañeros de Dante invocaban  como Madonna Intelligenza".

Henry Corbin La imaginación creadora en el sufismo de Ibn 'Arabi


"La mujer es el rayo de la Luz divina"

Rûmî



El surgimiento de las doctrinas del amor aparecidas en Europa durante la Edad Media sería resultado en gran manera, según Ioan P. Culianu, por un lado de influencias culturales procedentes del oeste en la herencia dejada  por los árabes en la España de la Reconquista, y por otro desde el este, a través de elementos de la gnosis universalista maniquea adoptada por los cátaros, rama occidental del bogomilismo que llego a Bizancio desde oriente. De este autor dejo un fragmento del capítulo de su obra Eros y magia en el Renacimiento donde trata algún aspecto del tema. Selecciono a continuación básicamente lo referente a la tradición poético amorosa presente en la mística árabe en una de sus principales figuras: Ibn 'Arabi.


Aculturización de Occidente (fragmento)
Por
Ioan P. Culianu


(...) La idealización e incluso la hipostización de la mujer, componente importante del amor cortés, estaban presentes desde hacía tiempo en la poesía mística árabe. Por otro lado, ésta no estaba exenta de la acusación de dualismo, fenómeno tan mal tolerado por los musulmanes como por los cristianos. En el año 783, el poeta Bashshâr ibn Burd fue condenado a muerte como zindîq o criptomaniqueo (por lo tanto cátaro antes de tiempo), "porque había identificado a la mujer a quien había dedicado su poema con el Espíritu o rûh, intermediario entre el hombre y Dios".
Sólo la feminidad inaccesible puede ser divinizada, y R. Boase nos recuerda, como  un equivalente cátaro de la historia de Bashshâr, que Gervais de Tilbury envió a la hoguera a una joven sólo por el hecho de que ella lo había rechazado en sus insinuaciones eróticas.
En el Islam, la identificación mujer-entidad suprasensible era más o menos corriente, sin estar por ello desprovista de ambigüedad. El místico sufí Sanâ'i hacia el 1050, representaba con los rasgos de una mujer a una Madonna Intelligenza, guía del peregrino  en el cosmos de los neoplatónicos del Islam, siendo al mismo tiempo el autor de una de las más terribles diátribas en contra de las mujeres que haya existido jamás. Se trata, sin duda, del doble aspecto femenino: el aspecto natural, que provoca y justifica la misoginia del asceta, y el aspecto esencial bajo el cual la mujer es la "otra mitad del cielo", para tomar prestado de las feminstas una palabra que a su vez tomaron de Mao, y éste del taoísmo.
Suavizando la contradicción entre estas dos caras separadas de lo femenino, el místico sufí Ibn 'Arabi de Murcia sólo contempla a la mujer bajo la especie ideal. En la Meca, en el año 1201, compone un diwân dedicado a Nezâm (Armonía), hija del noble imán de origen irní Zâhir ibn Rostam. Bajo el título El intérprete de los deseos ardientes, el prólogo del diwân contiene estas confesiones íntimas:

"Pero este jeque tenía una hija, una adolescente esbelta que atraía las miradas de todo aquel que la veía, cuya simple presencia era el hornamento de las asambleas y maravillaba hasta el estupor a cualquiera que la contemplara. Su nombre era Nezâm (Armonía) y su sobrenombre Ojo del Sol y de la Belleza ('ayn al-shams wa`l-Bahâ'). Sabia y piadosa, con la experiencia de la vida espiritual y mística, ella era la personificación de la venerable antigüedad de toda la tierra santa y de la juventud ingenua de la gran ciudad fiel al profeta. La magia de su mirada y la gracia de su conversación hechizaba de tal modo que, si le acaecía ser prólija, su palabra manaba de la fuente; siendo concisa, era maravilla de elocuencia; cuando disertaba era clara y transparente (...). Si no fuera por las almas mezquinas, prontas al escándalo y predispuestas a habladurías, comentaría aquí la belleza que Dios concedió a su cuerpo tanto como a su alma, la cual era un jardín de generosidad (...). En la época en que la traté, observaba con atención los nobles dones que adornaban su persona, además de lo que añadía la compañía de su tía y de su padre. Entonces la tomé como inspiración de los poemas que contiene el presente libro y que son poemas de amor, compuestos por frases elegantes y dulces, aunque no haya logrado expresar ni siquiera una parte de la emoción que mi alma sentía ni lo que el hecho de encontrarme con esta joven despertaba en mi corazón, ni el amor generoso que experimentaba, ni el recuerdo que su constante amistad dejó en mi memoria, ni lo que eran la gracia de su mente y el pudor de su compostura, puesto que es el objeto de mi Búsqueda y mi esperanza, la virgen Muy-Pura (al-Adkrâ al-batûl). Sin embargo, he logrado poner en verso algunos de los pensamientos de mi nostalgia, como presentes y objetos preciosos que ofrezco aquí. He dejado que mi alma apasionada se expresara claramente, he querido sugerir qué afecto profundo sentía, qué profunda preocupación me atormentó durante este tiempo ahora caduco, y qué pesar me asalta aún al recordar la noble compañía de esta joven. (...). Cualquiera que sea el nombre que mencione en esta obra, es a ella a quien hago alusión. Cualquier morada que aparezca en mi elegía, es en su morada en la que pienso. Pero hay más. En los versos que componen  este libro no dejo de aludir a las inspiraciones divinas (wâridât iâhîya, a las visitaciones espirituales (tanazzolât rûhânîya), a las correspondencias (de nuestro mundo) con el mundo de las Inteligencias angélicas; así me ajustaba a mi habitual manera de pensar mediante símbolos, y ello porque las cosas del mundo invisible tienen para mi mas atractivo que las de este mundo presente, y porque esta joven conocía perfectamente aquello a lo que yo hacía alusión (es decir, el sentido esotérico de mis versos)."

Aunque Ibn 'Arabî hubiera tenido el cuidado de precisar que sus poemas tienen un carácter simbólico, que las bellezas sensibles no hacen más que evocar las realidades suprasensibles del mundo de las inteligencias angélicas, un doctor en Alepo le acusó de haber disimulado en ellos un amor sensual para salvar su reputación de austeridad. Este personaje, real o ficticio, ocupa aquí el lugar debido: es el moralista que interviene para poner en duda la pureza de intención del enamorado y que suscita por parte de éste las mismas protestas que forman la explicación de la esencia del amor cortés. Más que de un personaje, se trata pues de una función en la misma estructura del género literario (y existencial) cultivado por los fieles de amor, desde los trovadores hasta Dante. Para refutar estas insinuaciones vulgares, Ibn 'Arabi se decide a escribir un largo comentario en el dîwân, en el que explica lo que H. Corbin denomina el "modo de apercepción teofánico" propio de los fieles de amor. Así, Nezâm se convierte en "una Sabiduría (Sophia) sublime y divina, esencial y sacrosanta, que se manifestó visiblemente al autor de sus poemas, con tal dulzura que engendró en él gozo y alegría, emoción y arrebato".
La belleza inteligente manifestada en la belleza sensible del femenino es la expresión conmovedora y optimista del platonismo místico andaluz. El corolario de esta concepción es doble: en primer lugar, lo que pertenece al inteligible está dotado de belleza femenina, como el ángel que aparece con los rasgos de una "princesa de entre los griegos"; en segundo lugar, todo lo que aparece bajo el resplandor del inteligible es partícipe de virtudes vrginales, como la santa Fátima de Córdoba que, a la edad de noventa años, tiene aún el aspecto de una mujer joven. Al contrario de Sanâ'î, que comprueba que el mundo sensible es una trampa, donde la belleza no corresponde  a una cualidad ontológica, Ibn 'Arabî manifiesta un desinterés llevado al extremo hacia esta verdad, reteniendo sólo la idea de la continuidad entre belleza  sensible y Belleza inteligible. 

 A continuación Culiano comenta algunos aspectos no tan sublimes sobre la exaltación de la mujer objeto de deseo en los que se haría evidente ciertas patologías sufridas por quienes fueron víctimas de un enfermizo influjo de eros de los que algunos tratados de medicina dieron cuenta y en los que se recomendaban, como veremos, curiosos remedios. En las novelas de caballería quedaron relatadas algunas prácticas motivadas por el mal de amor, luego Cervantes haría de ello una parodia en su Quijote en los delirantes capítulos donde el Caballero de la triste figura se autoimpone duras penitencias en honor de su amada Dulcinea.

Después de estos apuntes sobre la idealización de los seres femeninos, es hora de volver ya al lado de nuestros fieles de amor de Occidente. Una de las características más destacadas del amor cortés consiste en la "vocación del sufrimiento" que manifiesta el fiel. La ocultación del amor representa uno de los elementos esenciales del ritual erótico. En este proceso de alejamiento voluntario  del objeto del amor, que produce la suspensión indefinida de la realización del deseo, hay que ver uno de los secretos de la tradición occidental. Ninguna barrera es lo suficientemente fuerte en este caso, incluida aquella que crea el mismo enamorado aparentando costumbres ligeras que conducen a la instauración de un clima de recelo público. No intenta obtener con esto, de forma voluntaria, los favores sino el desprecio de su amada, para que de este modo le sea más inaccesible que nunca. En lugar de apaciguar las ansias de su pasión, el fiel se dedica por todos los medios a acrecentarlas. Es enfermo por vocación y rechaza la curación según la ley vulgar de la saciedad del deseo, ya sea furtivamente, como los amantes, o legalmente, como los esposos.
El hecho de que el eros pueda asumir formas patológicas, no es nada nuevo en la historia de la medicina. Una alusión a la cogitatio inmoderata  suscitada por una imagen femenina aparece incluso en el tratado convencionalísimo Sobre el amor de Andrés el Capellán, puritano del siglo XII que tuvo la mala fortuna de ser tomado por un cátaro: "Cuando alguien ve a una mujer que merece atención erótica, empieza en seguida a desearla en su corazón. Luego, cuanto más piensa en ello, más penetrado de amor se siente, hasta el punto que consigue reconstituirla toda entera en su fantasía. A continuación, se pone a pensar en sus formas, distingue sus miembros, los imagina en acción y explora (rimari, lit.: hender) las partes secretas de su cuerpo".
El fantasma femenino puede entonces apoderarse del aparato pneumático entero del enamorado, pruduciendo -salvo si el deseo encuentra su sosiego natural- unas perturbaciones somáticas bastante inquietantes. Con el nombre de 'ishq, este síndrome de amor ha sido descrito por Avicena, cuyo Liber canonis fue el manual corriente de medicina de la Baja Edad Media cristiana. Sin embargo, Constantino el Africano ya hablaba de ello, en su traducción del Liber regius de 'Alî ibn 'Abbas al-Majûsî, conocido con el nombre de Haly Abbas. Después de Constantino, la semiología del eros patológico ha sido descrita por Arnau de Vilanova y Vincent de Beauvais, que lo clasifican entre las especies de la melancolía.
El nombre del síndrome es amor herôs (hipótesis compartida con Marsilio Ficino), puesto que los heros representaban, según una vieja tradición,  a unos seres voladores maléficos, parecidos a los demonios.
El hecho de que la melancholia nigra et canina y el amor hereos estén emparentados se explica porque, a partir de Aristóteles, se asocian fenómenos eróticos anormales con el síndrome de la melancolía. Siguiendo esta tradición, santa Hildegard von Bingen (m. 1179) atribuye a los melancólicos capacidades sexuales ilimitadas: "Los melancólicos tienen huesos grandes que contienen poca médula, la cual es tan ardiente, que son igual de incontinentes con las mujeres que las víboras (...). Son libidinosos en exceso y, al igual que los asnos, no tienen moderación con las mujeres. Si detuviesen esta depravación, la locura continuaría (...). Su amor es odioso, tortuoso y mortífero como el de los lobos voraces (...). Hacen comercio con las mujeres, y sin embargo las odian". El mismo Ficino reconoce el parentesco entre melancolía y patología erótica, y Melanchthon las considera como una sola cosa en su fórmula melancolia illa heroica.
La etiología más completa de la enfermedad se halla en la sección "De amore qui hereos dicitur" del Lilium medicinale del doctor Bernard de Gordon (ca. 1258-1318), profesor en Montpellier: "La enfermedad llamada hereos es una angustia melancólica causada por el amor hacia una mujer. La causa de esta afección reside en la corrupción de la facultad de la estima por una forma y una figura que ha permanecido impresa en ella de forma muy intensa. Cuando alguien se apasiona por una mujer, piensa desmedidamente en su forma, en su figura, en su comportamiento, puesto que cree que es la más bella, la más venerable, la más extraordinaria y la mejor hecha, tanto de cuerpo como de alma. Por esta razón, la desea con ardor, olvidando la moderación y el sentido común, y piensa que, si él pudiera satisfacer su deseo,sería feliz. El juicio de su razón está tan alterado que imagina constantemente la forma de la mujer y abandona todas sus actividades, de manera que, si alguien le habla, apenas le oye. Y puesto que se trata de una cogitación ininterrumpida, puede se definida como una angustia melancólica. Se llama hereos porque los señores y los nobles, debido a la abundancia de delicias, caían a menudo en esa afección (...)". La semiología del síndrome es la siguiente: "Los signos son la omisión del sueño, de la comida y de la bebida. Todo el cuerpo se debilita, salvo los ojos". También menciona la inestabilidad emotiva, el pulso desordenado y la manía de deambular. El pronóstico es inquietante: "Si no son tratados, se convierten en unos maniáticos y se mueren". Finalmente, el tratamiento de la enfermedad debe empezar con los "medios suaves", como la persuasión, o "fuertes", como el látigo, los viajes, la cultura de los placeres eróticos con varias mujeres, las excursiones al campo (coito, digiuno, ebrietà e esercizio, recomendará Ficino). Únicamente "si no queda otro remedio", el doctor Bernard de Gordon, profesor y practicante, aconseja acudir a los talentos de una vieja y horripilante arpía. La vieja tendrá que llevar bajo sus ropas un trapo mojado con sangre menstrual. En primer lugar, ante el paciente, deberá proferir las peores malediciencias acerca de la mujer que él ama y, si esto resulta inútil, tendrá que estraer el trapo de su seno, exhibirlo bajo la nariz del desafortunado y gritarle a la cara: "¡Tu amiga es así, es así, es así!", sugiriendo -como dirá el Malleus maleficarum- que ella no es más que un "mal de la naturaleza".
Agotado, el médico llega a la conclusión: "Si incluso después de esto no se decide a cambiar de opinión, entonces no es un hombre, sino el diablo desnudo". (...)


Como complemento de esta lectura y para acabar con otro sabor, dejo una bellísima oda pertenciente a la obra del murciano Ibn Arabi, El interprete de los deseos (Taryuman Al-Aswaq) inspirada por la joven Nizam o Nezâm a la que Culianu hace referencia en su ensayo. En esta versión editada por Editora Regional de Murcia incluyo los comentarios de su traductor el doctor en Filología Árabe Carlos Varona Narvión.



El límite de la belleza
Por Ibn Arabi
(Con anotaciones de Carlos Varona Narvión)


Esta oda se sitúa en la estación de la Unidad. Aparece en ella la Amada como la perfección: no conoce el declinar pues es una teofanía o mostración de la gracia divina. No sólo la Amada, símbolo de la belleza divina, sino el universo entero es el reflejo de la perfección de Dios. Se trata igualmente del simbolismo del número 14, la mitad de 28, cifra muy significativa en la cultura árabe, ya que equivale al número de las letras del alfabeto de esta lengua, además de coincidir con el de los días del ciclo lunar.


1  Como la luna llena, entre Busra y Adhriat, una joven de  catorce años apareció ante mis ojos.

Son los dos lugares hasta los que llegó por el norte el Profeta, en Siria. Según una simbología numérica que esboza muy rápidamente, catorce, la edad de la joven inspiradora de todo el Taryuman: Nizam, sería el número perfecto.

2  Más allá del tiempo, se elevaba en su majestad,
    en gloria y grandeza sobrepasándoles

Esta trasciende la limitación o localización (tahyiz) del tiempo y del espacio.

3  Cuando a su climax llega cada luna llena, 
    desaparece hasta el siguiente mes.

4  Ella que no se mueve en los signos del zodíaco,
    queda siempre una y la misma.

Ella no se parece a nadie, pues se encuentra en la "estación de la unidad" (maqam al-tawhid). La perfección de la luna llena (badr) le viene de ser reflejo del sol, que en su luz encarna al Espíritu. Tal perfección no puede declinar (naqs) en fases.

5  ¡Vasija eres, que guarda los perfumes y aromas más diversos!
¡Jardín eres, que la primavera y las flores hace brotar!

Se dirige directamente a ella, pues es muy común en Ibn 'Arabi cambiar de interlocutor, hacer una declaración, dirigirse a los supuestos compañeros, la amada, etc. El perfume (abir) son las ciencias y conocimientos, así como la flores y frutos. La fragancia (nasr) que exhala es una lusión a la enseñanza (talim) de tales ciencias.

6  Alcanzó en ti su límite la belleza,
    y por tu inmensidad no cabe otra como Tú.

Este verso es una referencia a una conocida frase del filósofo  Abu Hamid Al-Gazzali: "no existe posibilidad de un mundo mejor (abda) que éste, pues si fuese así querría decir que Dios es avaricioso, un atributo contrario a su generosidad (yud) y su capacidad de discernimiento supremo (qudra)"



Lecturas:

Ioan P. Culianu, Eros y magia en el Renacimiento. Siruela 1999

Ibn 'Arabi, El intérprete de los deseos. Editora regional de Murcia 2002

Henry Corbin, La imaginación creadora en el sufismo de Ibn 'Arabi. Ediciones Destino 1993


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6 comentarios:

  1. Uno de los misterios que intento desvelar hace tiempo es el del origen del amor cortés. Había leído en “El amor y occidente” de Denis de Rougemont una explicación muy convincente, similar a la de Culianu en el tema de la influencia cátara (para Rougemont el amor cortés es totalmente dualismo y negación de la vida, lo ve como algo auto-destructivo). También había oído teorías que explicaban su aparición como una manera de “civilizar” a la sociedad medieval. Pero cuando descubrí la lírica cortés árabe, anterior en varios siglos, usando el mismo lenguaje, los mismos ideales… No puede ser que dos tradiciones tan iguales hayan aparecido por separado, por ahí hay una influencia muy intensa que no he sabido localizar. En todo caso es un tema fascinante. Ayer mismo repasaba las páginas de “El caballero de la carreta”, y me llamó la atención en el encuentro entre Lancelot y la reina, cuando él “ante ella se postra, y la adora: en ningún cuerpo santo creyó tanto como en el cuerpo de su amada”. Oh!

    Por cierto, yo conocí la lírica cortés árabe a través de Ben Sahl de Sevilla, cuyo objeto de amor era un muchacho… Como el de muchos otros poetas; esta tradición sí que no pasó al mundo cristiano.
    h.

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  2. Espero hiniare que lo aquí publicado pueda aportar algo más en tu búsqueda por desvelar el problema del surgimiento del amor cortés. Tanto Culianu, discípulo de Mircea Eliade, como Henry Corbin que aquí también aparece, como otros investigadores tienen como referencia la obra del arabista español Miguel Asín Palacios, en especial los volúmenes "El Islam cristianizado" y "La escatología musulmana en la Divina Comedia". Ésta última causó gran revuelo a principios del siglo XX al sacar a la luz la hipóteis sobre la influencia de modelos islámicos en la concepción de la obra inmortal de Dante, y por extensión a la poética stilnouvista y los fideli d'amore, algo que no gustó especialmente a los dantistas italianos. Otros estudios posteriores acabarían confirmando las conclusiones de Asín Palacios.

    Tal como dices, no puede ser que hayan surgido por separado dos formas de expresar una mística del amor que diviniza la belleza femenina de forma tan semejante.

    Sobre la cuestión cátara Culianu también habla en "Eros y magia en el Renacimiento" (pgs 41-49).
    Tomo nota de tu referencia a Denis de Rougemont.

    Y sí, es un tema fascinante.

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  3. Nunca había extrapolado el tema del amor cortés fuera de Occidente. Siempre lo relacioné con troveros y trovadores (caso fascinante el de Jaufré Rudel, que se enamoró de la princesa de Trípoli sin verla) y con el comienzo del culto mariano: hay alguna cantiga de Santa María que es una verdadera canción de amor. Muy interesante el tema y la exposición, como siempre. Un saludo.

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  4. Sí, Isabel
    el amor cortés generalmente se suele sitúar en el contexto de los romances de trovadores influidos por las doctrinas de la mística amorosa, coincidiendo, como bien dices con el comienzo del culto mariano en Occidente -a la que se dedican las primeras grandes catedrales-, así cómo con el surgimiento de la poesía italiana del stil nuovo con Dante a la cabeza. En música se compusieron los grandes himnos dirigidos a la Virgen María como el Regina Coeli, el Regina Coelorum y el Salve Regina, de lo que algo publiqué en otra entrada con el título de Matrimonio Sagrado que abajo tengo enlazada, y donde también se analizan otras influencias que dieron como resultado el resurgir de lo que es considerado por algunos investigadores como un renovado culto a la Diosa.

    Aquí el tema se trata de forma limitada dentro de la complejidad de las influencias entre Oriente y Occidente.

    Saludos !

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  5. A ver ahora:

    Creo que en el comentario anterior -que no llego a cuajar-, reflexionaba sobre lo enriquecedor que es experimentar el amor cortés, pero por un espacio de tiempo.

    Todo tiene su tiempo y creo que ese amor idealizado debe ser conquistado para poder avanzar en el camino.

    Abrazines

    *

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  6. Baruk, sabes que aquí cerca de casa se encuentra un parque al que da nombre el laberinto trazado en sus jardines de estilo renacentista. En su centro se encuentra una escultura de la diosa Venus tallada en marmol. Es una bella metáfora sobre lo fácil que es perderese en el laberinto del amor, de la dificultad de orientarse en el tortuoso camino que lleva a la Unión deseada.

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