viernes, 17 de mayo de 2013

Dolores

Gustave Moreau, Diosa en las rocas 1890 (detalle)


 Yo soy esa cueva donde la serpiente ronda
Cuyo ombligo engendra los destinos de los hombres.
Toda sabiduría procede de un agujero en la tierra:
Los dioses se forman en mi tiniebla y vuelven a disolverse.
De mi vientre ciego surgen todos los reinos
Y desde mi tumba siete durmientes profetizan.
Ningún bebé nonato que no despierte a mi sueño,
Ningún amante que por último en mí deje de yacer sepultado.
Yo soy ese temido y anhelado lugar ardiente
Donde hombre y fénix se consumen
Y de mi lecho maculado y mezquino se levantan
Nuevos hijos, nuevos soles, nuevos cielos.

Kathleen Raine, La pitonisa


¡Virgen de oro y sangre, virgen consoladora,
Virgen virgen por siempre, virgen devoradora!

Ciudad de fuego. Filtro del olvido. Zarcillo de hierro.
Virgen condenada y Nuestra Señora del Infierno.

Yo te saludo, ¡oh, bien oculta!, ¡oh, tan profunda!
Lujuria, Emperatriz Inmortal del mundo.


 Albert Samain, Lujuria (1889) 



Gran parte de la obra poética de Algernon Swinburne (1837-1909) fue inspirada en personajes históricos y mitológicos femeninos que ya desde la Antigüedad formaban un amplio cortejo de mujeres fatales presentes en la literatura. Temática que llegó a ser obsesiva entre escritores y artistas en la época tardoromántica tal como demuestra Mario Praz en su obra La carne, la muerte y el diablo... de la que a continuación dejo unos fragmentos en los que analiza Dolores, una de las más perturbadoras creaciones del poeta inglés. Sin duda en la obra de Gustave Moreau (1826-1898), pintor que nunca se cansó de tratar en sus cuadros el tema de la fatalidad, el mal y la muerte encarnados en la belleza satánica femenina, podemos encontrar un perfecto acompañamiento al texto.


Dolores
Por
Mario Praz



Pero es tiempo ya de que volvamos al tipo de la mujer fatal como se fija en Swinburne. Nos quedaría estudiar desde este punto de vista la primera serie de los Poems and ballads, enteramente dominada por la figura del ídolo sanguinario e implacable. Es la Venus de Tanhäuser, en la Laus Veneris, donde el motivo de la Belle dame sans merci de Keats es ahondado y glosado con todos los recursos de un medievalismo prerrafaelista torvo y satánico; la Venus que fue "delicia del mundo", reducida ahora a siniestro vampiro en los siglos cristianos, "de la antigua Venus, el superbo fantasma", aquella que el poeta evocará también en la oda a la muerte de Baudelaire (Ave atque vale, en la segunda parte de los Poems and ballads):

Gustave Moreau, Los pretendientes (Detalle)
Y una llora en la vía Letea,
baña su frío seno que palidece:
la Venus de la cóncava colina, oscura
Diosa, que un día fue la Citerea:
labios donde está apagada ya la risa divina,
rostro que ya no se llama Ericino;
un espectro, un ansioso numen atroz.
Tú también volviendo a pisar sitios sin huellas,
triste segunda presa, hacia las sombras
del infierno impulsó con su dulce voz
y con sus bellas formas.

 (...) Es la emperatriz Faustina (Faustina), creada por Satanás casi por desafío a Dios, o enviada por Dios a la tierra para castigar los pecados de los hombres con un flagelo de escorpiones, o devuelta por el sarcófago como ávido vampiro:

Ella amaba los juegos que los hombres jugaban con la muerte, donde lamuerte debe vencer; como si la sangre y el aliento de los hombres asesinados reanimasen a Faustina.

Como Venus, también Faustina es eterna, una especie de indestructible máquina de deseo de engranaje de dúctil oro:

Tienes el rostro que conviene a una mujer como máscara de su alma: el género de belleza que llaman humano en el infierno, Faustina.

Es el eterno femenino cruel personificado en el cortejo de las lujuriosas reinas orientales de nombres extraños que desfila en Masque of Queen Bersabe: Herodías, Aholibab, Cleopatra, Abihail, Azubah, Ahinoam, Atarah, Semíramis:

Soy la reina Semíramis.
El mundo entero y el mar que se asemeja
en su color a una crisopasa inmensa,
el rumor de los hombres afanados,
la boca fatigada de agradecer el cielo,
sonido de amor cuando la sangre está en paz,
fuerza de amor cuando la sangre golpea;
todo esto esparcieron mis pies
y pareció menos de cuanto fui...

Una de las muchas versiones pintadas por Gustave Moreou inspiradas en Salomé sobre la que el crítico Ary Renan escribió: ... La Salomé siria se transforma, por el deseo que ha sentido o por la venganza que prepara, en la encarnación de una armoniosa y desconsoladora energía del Mal, la artífice de uno de esos crímenes desmesurados que corresponde al arte la tarea de magnificarlos.


Hesione, Chrysotemis, Thomyris, Harhas, Myrrah, Pasiphae, Sapho, Mesalina:

Soy la reina de Italia.
Estos signos puso Dios en mí;
una mórbida, esteril belleza,
cabellos rizados y mejillas empalidecidas
por los encendidos y falsos labios de muchos hombres,
amplias sienes donde la sangre se demoraba,
una boca sedienta y amorosa
y hambrienta, como un sepulcro
que por no saciada hambre calla...

Amestris:

 Soy la reina chipriota.
Los remadores de la garganta oscura
cantaban en mi honor tiernamente.
Mis doncellas desceñidas y cubiertas
de oro de los senos a la cintura
me alababan mientras cardaban la lana.
Quienes alaban a Venus de noche,
para quienes los labios son voz y los ojos canto,
me alababan a través de todo el canto...

Alaciel, Erígone:

Soy la reina Erígone.
El vino sobre mí derramado como sangre
convertía mi rostro en el de esposa.
Como tierra, sedienta tuve la boca;
del mar, que ciñe los férreos flancos
del mundo, tuve la fuerza en el brazo.
En mis ojos y en mis oídos
estaban el vino y la música del llanto,
el esplendor y el fragor de la marea...


Gustave Moreau, Helena glorificada
 "Un entrelazamiento de víctimas heridas de muerte se enreda en sus pies... Se diría que se han arrojado voluntariamente en una hoguera. El sacrificio de sus vidas que estos guerreros, estos príncipes, estos poetas, ofrecen en vano homenaje a un ídolo errante, se lee sobre sus frentes; una vaga sonrisa recorre sus rasgos pálidos; sus miembros paralizados se aflojan; sus labios se debilitan y de la hecatombe del sacrificio de estas extrañas víctimas se levantan, no imprecaciones ni palabras amargas, sino suspiros sosegados, un gemido como el de niños que se adormecen con el consuelo de una caricia amada...
El cuadro... respira matanza y voluptuosidad. (Ary Renan)

Y, en fin, sobre todo, Dolores, Nuestra Señora de las Angustias de los Sentidos, que el poeta invoca en una letanía que es toda una profanación sádica:

Frios párpados que esconden como joyas los duros ojos que por un instante se enternecen; los blancos miembros pesados y la cruel boca roja como una flor venenosa; cuando éstos hayan pasado con sus esplendores, ¿qué quedará de ti entonces, qué permanecerá, oh mística y sombría Dolores, Nuestra Señora de las Angustias?
Siete dolores dan los sacerdotes a su Virgen; pero tus pecados, que son setenta veces siete, siete edades no bastarían para lavarte de ellos, y aun entonces te perseguirían en el cielo...
¡Oh, vestidura no de oro, sino dorada, oh, jardín donde todos los hombres pueden morar, oh, torre no de marfil, sino edificada por manos alzadas al cielo desde el abismo, oh, mística rosa del fango, oh, casa no de oro, sino de lucro, oh, casa de inextinguible fuego, Nuestra Señora de las Angustias!
......................................................................................................
Nosotros nos cambiamos de ropa y nos adornamos y nos cubrimos, tú eres noble, desnuda y antigua; Libitina tu madre, Príapo tu padre, tu origen griego y etrusco. Nosotros retozamos con ligeros amores en el portal, y nos sometemos y accedemos y nos frenamos; los amores mueren, y sabemos que tú eres inmortal, Nuestra Señora de las Angustias.
Faltan los frutos y el amor muere y el tiempo divaga; estás nutrida de perpetuo anhelo, y vives después de cambios infinitos, y fresca te elevas de los besos de la muerte; de languideces de nuevo encendidas y reanimadas, de estériles y sucias voluptuosidades, de cosas monstruosas e infecundas, pálida y venenosa reina.

Al  contacto de sus labios, los hombres cambian 

los lirios y las languideces de la virtud 
por los éxtasis y las rosas del vicio:
 
Este dístico tan ridiculizado por su aparente necesidad no es otra cosa que una transposición poética de la concepción de Sade, que a la apática y opresiva virtud contrapone el activo y triunfante vicio. Y la sombra del Divino Marqués no tardará en dominar la escena según veremos ahora.

Gustave Moreau Galatea
Los lirios están esparcidos donde tu pie se posa en el suelo, las rosas te coronan y te acarician y te encadenan, oh espléndida y estéril Dolores, Nuestra Señora de las Angustias.
Quizá hay vicios por descubrir, hay quizá acciones para dar placer. ¿Qué nueva obra hallarás para tu amante, qué nuevas pasiones para el día y para la noche? ¿Qué encantos desconocidos para aquellos cuyas vidas son como hojas marchitas? ¿Qué torturas inimaginables, inauditas, no escritas ni conocidas? ¡Ah, bello cuerpo apasionado que jamás ha tenido un corazón que le duela! Aun cuando los besos son sangrientos sobre tu boca, aun cuando puncen hasta hacerla estremecer y sufrir, más corteses que el amor que adoramos, no hacen mal al corazón y al cerebro, oh, amarga y tierna Dolores, Nuestra Señora de las Angustias.
...¿No nacerá ningún nuevo pecado para desesperación de los hombres, ningún sueño de imposibles tormentos?... Ah, ¿donde iremos para nuestro recreo, si lo peor que se puede hacer ya ha sido hecho?... Te conjuro, responde desde tus altares, Nuestra Señora de las Angustias.

En este punto, como ha señalado Lafourcade, en las estrofas de furor ditirámbico se entrelaza la alusión a una verdadera misa negra como la descrita por Sade: 

He penetrado por el portal más exterior hasta el oratorio donde un pecado es una plegaria; ¿qué importa si el rito es mortal, oh Nuestra Señora de las Angustias, qué importa? A ti te pertenece el último vino que vierto, el último en el cáliz que vaciamos, oh atroz y lujuriosa Dolores, Nuestra Señora de las Angustias.

Bajo el velo del verso se transparenta la alusión a la profanación de los objetos sagrados, a la libación con el cáliz lleno de sangre, e incluso a los sacrificios humanos. Y la profanación reviste todos los vínculos más sagrados, pues el poeta llama a Dolores "hermana, esposa y madre".

Y los poderes que custodian la puerta que se abre a todos aquellos que respiran, dieron el ciprés al amor, oh Dolores mía, y el mirto a la muerte.
Y rieron, alternando las manos en la cadencia, y se mezclaron e hicieron la paz después de la lucha; la pena se consumía en lágrimas, y era placer; la muerte vibraba con el tintineo de la sangre y era vida. Como amantes, se consumieron y vibraron, a la sombra de tu secreto en la tiniebla mumuraron y se mezclaron, Nuestra Señora de las Angustias.
En un crepúsculo donde las virtudes son vicios, en tus capillas, ignoradas por el sol, en medio de sonidos que cautivan y halagan, se desposaron y los dos fueron como uno.

Gustave Moreau, Cleopatra 1887


 (...) Señalemos también el leitmotiv de antigüedad pagana enorme y sanguinaria que apoya estas evocaciones lujuriosas de Swinburne como las de Gautier y Flaubert:

¿Sueñas tal vez... los días sin nombre y sin número, cuando tu voluntad incitaba al mundo a la guerra; cuando, diosa, el ritmo de tu pasión hería a los monarcas mientras jaraneaban en Roma, y ellos te saludaban surgida de la espuma, oh Talasa blanca como la espuma?
Cuando tus labios tenían tales amantes para halagar; cuando la urbe yacía roja bajo tus látigos, y tus manos eran como dardos para derrotar a los hijos del cambio y sus dioses; cuando la sangre de tus adversarios hacía hervir una arena nunca bañada por las olas, mientras los hería su señor y siervo tuyo, oh Nuestra Señora de las Angustias.
...Arena roja por la huella de tus pasos, pulida por el mundo  y sus soberanos, cercada por una llama de bellos rostros y espléndida de espadas.
Allá el gladiador, pálido por tu placer, arrojaba un aliento acre y peligroso; allá tormentos arrebataban el tesoro de miembros demasiado exquisitos para la muerte; cuando tus jardines estaban iluminados con antorchas humanas; cuando el mundo era un corcel para tus riendas; cuando las naciones se postraban en tus pórticos, oh Nuestra Señora de las Angustias.
Cuando las llamas se agitaban en torno de él, surgía con el rostro de llama, como un citarista, el bello, implacable tirano coronado de rosas, con la muerte entre sus manos; y un sonido como un sonido de aguas fragosas irrumpía entre el relampagueo de las llamas y mezclaba  con el resplandor de la masacre un trueno de liras.
¿Sueñas tú acaso lo que ha sido y ya no es, los antiguos reinos de la tierra de los monarcas? ¿Tienes hambre de estas cosas, oh, Dolores, de éstas en un mundo que es nuevo?... ¿Qué nos afligía, oh dioses, para que os abandonásemos por doctrinas que imponen la renuncia y el freno? Ven y redímenos de la virtud, oh Nuestra Señora de las Angustias...
Tu piel cambia país y color, y se contrae y se dilata como la de una serpiente. Vuélvase entonces luminosa, o hinchada y opaca, nosotros la reconocemos, con sus llamas y sus escamas, rojas marcas grabadas y ahondadas en ella, cielos redondos donde una estrella es una mancha, y las hojas donde están escritas tus letanías, oh Nuestra Señora de las Angustias...
Tu piel cambia país y color, y se contrae y se dilata coma la de una serpiente. Vuélvase entonces luminosa, o hinchada y opaca, nosotros la reconocemos, con sus llamas y sus escamas, donde una estrella es una mancha, y las hojas donde están escritas tus letanías, oh Nuestra Señora de las Angustias...
Pero el gusano te reanimará con sus besos; cambiarás y te metamorfosearás como un dios, como la verga se transforma en una serpiente que silba, y la serpiente de nuevo en una verga... Aunque los paganos nos rechacen y nos sobrevivan, y nuestras vidas y nuestras aspiraciones sean deformes -ah, perdónanos nuestras virtudes, perdónanos, oh Nuestra Señora de las Angustias...
Ellos eran purpúreos en las vestiduras y dorados, llenos de ti, ardientes de vino, tus amantes, en moradas libres, en maravillosas cámaras consagradas a ti. Ellos se han desvanecido y sus huellas pasan inadvertidas para nosotros que te apreciamos, te adoramos y nos abstenemos, oh hija de la Muerte y de Príapo, oh, Nuestra Señora de las Angustias.

El poeta escribió este himno de dedicación entusiasta al vicio y a las leyes sádicas de crueldad universal exagerando, es cierto, pero con un fondo innegable de sinceridad, como una reacción contra la vehemente contrariedad expresada en The Triumph of Time.
Pues el poeta había realizado en 1862 una tentativa de romper el círculo mágico de su especial sensibilidad. El amor por una joven señala en cierto sentido el momento crítico en la vida sentimental de Swinburne. Al verse rechazado escribe The triumph of time, patético adiós a la vislumbrada vida normal ("Qué debería hacer un tipo como yo?", se pregunta, retomando las palabras de Hamlet),  y se abandona a la misa negra de Dolores. "Qué podría hacerse con y por Algernon?", parece que se preguntaron parientes y amigos.


Caricatura de Algernon Swinburne en Vanity Fair, 21 de noviembre de 1874



Lecturas: 

Mario Praz, La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica. El acantilado 1999 


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