Mir Tuni, Dama dando de beber a un perro. Pintura sobre papel.
Isfahan s. XVII
Los deseos son como perros dormidos,
el bien y el mal están en ellos.
Cuando ven un cadaver,
entonces, la llamada de la avaricia les despierta.
Cuando un burro cae muerto en un barrio,
son despertados por él cien perros dormidos.
Cada pelo en cada perro se transforma en un colmillo,
menean la cola para conseguir su objetivo.
En nuestro cuerpo están dormidos cien perros tales.
Cuando no tienen presa, permanecen ocultos.
Lecturas:
Dr. Javad Nurbakhsh, El perro y los sufíes. Editorial Nur 2011
Isfahan s. XVII
Llámame perro, ¡oh Amada mía!, y no me eches de Tu umbral,
que un solo hueso me basta viviendo en Tu vecindad.
que un solo hueso me basta viviendo en Tu vecindad.
Si en Tu vecindad encuentro un simple hueso,
un gran festín ofreceré al ave de la fortuna.
Farid ad-Din ATTAR
Recojo en esta entrada, algunas anotaciones a partir de la lectura del libro El perro y los sufíes, en el que el Dr. Javad Nurbakhsh recopila y comenta pasajes extraídos de la literatura clásica del sufismo amoroso persa, muchos con un gran sentido alegórico que servían para difundir las enseñanzas entre los discípulos.
El perro ha sido considerado tradicionalmente como un ser impuro tanto en el Islam como en otras religiones semíticas. Despreciados por la mayoría de la gente, sólo los adiestrados en la caza y el pastoreo gozaban de algo de respeto aunque siempre bajo la condición de esclavitud. Los vagabundos y callejeros eran los peor tratados. Ostentaban los peores atributos de fealdad y bestialidad, y llamar a alguien perro era el peor de los insultos. Dentro del Islam, los sufíes de influencia persa fueron los primeros en reaccionar contra esa visión injusta hacia el perro, descubriendo en él virtudes de las que muchos seres humanos carecían, encontrando en la fidelidad y sumisión a su amo, la imagen metafórica por la que el iniciado en la Senda se identificaba en su entrega al Amado, a la divinidad. Se ha de tener en cuenta que para los persas practicantes de religiones arias anteriores a la invasión islámica, el perro era considerado animal casi sagrado. Compusieron versos y relatos en los que mostraban amor hacia el perro siendo objeto de caricias y respeto. Unos de los más divulgados fueron los dedicados al perro guardián de la casa de Laila, amada de Majnum, protagonistas de la historia de amor más bella de la literatura persa, interpretada por los sufies como los desvelos por el amor divino. En esta versión procedente del Masnavi de Rûmî, se hace también referencia a un aspecto de suma importancia dentro de las enseñanzas de esta tradición, el no dejarse cegar por las realidades exteriores:
Una vez Majnum fue visto acariciando y besando a un perro, dando vueltas con gran reverencia y humildad alrededor de él, como un peregrino que gira alrededor de la Kaaba. Besaba la cabeza, las patas y el ombligo del animal y le ofrecía una ambrosía más dulce que la miel.
Un ocioso hablador que pasaba por allí vio a Majnúm y le dijo en tono crítico: "Oh tú, inmaduro Majnúm!, ¿acas te has vuelto loco? ¡Qué insensatez es esa de adorar y besar a un animal tan impuro como ese, que se alimenta de toda clase de basuras y se limpia con la lengua!".
El hombre seguía enumerando pródigamente los defectos del perro, sin saber que quien se fija en los defectos externos de las cosas es incapaz de contemplar su realidad interior.
Majnum le contestó: "Viajero, tú eres totalmente prisionero de la forma y el aspecto externo. ¡Entra en mis ojos y mira a través de ellos!, porque éste perro es un talismán sellado por el Señor y es el guardián de la morada de mi amada Laila. ¡Contempla cuán puro es su corazón y cuán elevada su sabiduría que ha elegido este sublime lugar para morar! Es un animal de semblante bendito, el perro de mi cueva, que comparte mi pena y mi aflicción. El polvo de las garras de un perro que mora en la vecindad de mi amada es más valioso que los leones poderosos. No cambiaría un solo pelo de este perro de la morada de mi amada por cientos de leones. ¡Oh amigo!, ¿cómo puedo hablarte de mi amada, de quien los leones no son sino simples esclavos de los perros de su vecindad? Así que, ¡déjame y sigue tu camino!"
¡Oh amigos!, si vais más allá de la forma, es el Paraíso y rosaledas dentro de rosaledas. (Sólo) cuando logras quebrantar y anonadar tu propia forma podrás quebrar (ir más allá) de todas las formas.
Se escribieron poemas donde el sufí se considera igual o incluso inferior al perro ejemplificando el estado de pobreza espiritual, vaciamiento necesario para la Unión con el Amado. Este de Yami es muy ilustrativo:
¡Oh Tú!, hacia quien todas las criaturas
vuelven el rostro de la necesidad.
¡Oh Tú!, que diriges la mirada de Tu gracia hacia todos.
Los enamorados se desviven por Tu amor.
Con ardor en sus corazones, Te desean.
La pena de Tu amor es su único compañero.
La quemadura de Tu amor, el bálsamo de sus penas.
En Tu adoración, se han liberado de sí mismos.
En Tu servidumbre, han encontrado el verdadero señorío.
Vestidos con el manto de la pobreza y el anonadamiento,
se esfuerzan en la Senda de la sinceridad y la pureza.
Orgullosos por llevar dogal como Tus perros,
recorren velozmente el camino de la felicidad.
También yo (Yami), el más pequeño de Tus siervos,
sigo como ellos la tradición de la lealtad (hacia Ti)
He caído en el lazo de Tu amor,
¡no me prives de la marca de Tus perros!
He cerrado mis ojos al banquete de la riqueza (material),
¡arroja un hueso de pobreza espiritual ante mi!
¡Regálame con la paciencia en la pobreza y el anonadamiento!,
¡hazme dulce la amargura de la espera (de Tu Unión)!
En el siguiente relato de Farid ad-Din Attar, el perro protagoniza una escena alegórica cuya meditación será reveladora para decidirse a iniciar el camino de la Senda.
Una vez alguien preguntó a Shebli sobre quién le había guiado por primera vez en la Senda de Dios, y respondió: "Vi a un perro sediento al borde de un camino. Había allí un charco tal que, cada vez que el animal se acercaba a él, veía su propia imagen y se alejaba con horror, pensando que dentro había otro perro. El miedo al otro animal le imposibilitaba beber el agua. Finalmente, se desesperó tanto que no pudo contener su sed por más tiempo y se lanzó a beber, lo que hizo que el otro perro, que no era más que su propia imagen reflejada en el agua, desapareciera. Cuando (la imagen de) él mismo se borró de sus ojos, quedó claro que él era su propio velo. Esto me enseñó que yo era mi propio velo (entre yo y Dios). Por tanto, me anonadé en el Amado y alcancé la Unión. Así que un perro fue mi primer maestro en la Senda".
¡Oh enamorado!, levanta tú también el obstáculo de tus propios ojos, porque tú eres tu propio velo. Apártate de en medio. Si hay un solo pelo de tu yo en la Senda, se convertirá en su propia cadena. Habría sido una dicha par ti, ¡oh hombre débil!, si te hubieran llevado directamente desde la cuna al ataúd. El honor que Dios concedió a Moisés fue que había cambiado la cuna por un ataúd (una cesta). Si anhelas que la presencia de Dios sea continua para ti, abandona tu yo completamente. No vengas (a Su presencia) con tu propio yo, aléjate de ti mismo, porque esta no-existencia del yo es "Luz sobre luz".
Aquí la imagen reflejada en el charco simboliza el ego, lo que se interpone en el viaje espiritual. También en muchos escritos los maestros sufíes se refieren al ego (nafs) -considerado el alma inferior o cualidad negativa del yo dominante- como al perro que ha de ser dominado, condición indispensable para progresar en la Senda del amor. Estos otros versos de Farid ad-Din Attar son explícitos al respecto:
Has caído bajo por tu nafs perruno,
ahogado en impureza y defectos.
Aquel perro del infierno del que has oído hablar,
oculto está en ti, y tú, inconsciente de él, descansas.
Este perro del infierno que se alimenta del fuego,
que devora todo cuanto le das,
es el perro de tu nafs, de tu yoidad (soberbia), que mañana,
por su enemistad hacia ti, te hará emerger en el infierno.
Este nafs es tu enemigo, es un perro rabioso, y aún peor.
¿Hasta cuando seguirás alimentándolo? ¡Oh ignorante!
un gran festín ofreceré al ave de la fortuna.
Farid ad-Din ATTAR
Recojo en esta entrada, algunas anotaciones a partir de la lectura del libro El perro y los sufíes, en el que el Dr. Javad Nurbakhsh recopila y comenta pasajes extraídos de la literatura clásica del sufismo amoroso persa, muchos con un gran sentido alegórico que servían para difundir las enseñanzas entre los discípulos.
El perro ha sido considerado tradicionalmente como un ser impuro tanto en el Islam como en otras religiones semíticas. Despreciados por la mayoría de la gente, sólo los adiestrados en la caza y el pastoreo gozaban de algo de respeto aunque siempre bajo la condición de esclavitud. Los vagabundos y callejeros eran los peor tratados. Ostentaban los peores atributos de fealdad y bestialidad, y llamar a alguien perro era el peor de los insultos. Dentro del Islam, los sufíes de influencia persa fueron los primeros en reaccionar contra esa visión injusta hacia el perro, descubriendo en él virtudes de las que muchos seres humanos carecían, encontrando en la fidelidad y sumisión a su amo, la imagen metafórica por la que el iniciado en la Senda se identificaba en su entrega al Amado, a la divinidad. Se ha de tener en cuenta que para los persas practicantes de religiones arias anteriores a la invasión islámica, el perro era considerado animal casi sagrado. Compusieron versos y relatos en los que mostraban amor hacia el perro siendo objeto de caricias y respeto. Unos de los más divulgados fueron los dedicados al perro guardián de la casa de Laila, amada de Majnum, protagonistas de la historia de amor más bella de la literatura persa, interpretada por los sufies como los desvelos por el amor divino. En esta versión procedente del Masnavi de Rûmî, se hace también referencia a un aspecto de suma importancia dentro de las enseñanzas de esta tradición, el no dejarse cegar por las realidades exteriores:
Una vez Majnum fue visto acariciando y besando a un perro, dando vueltas con gran reverencia y humildad alrededor de él, como un peregrino que gira alrededor de la Kaaba. Besaba la cabeza, las patas y el ombligo del animal y le ofrecía una ambrosía más dulce que la miel.
Un ocioso hablador que pasaba por allí vio a Majnúm y le dijo en tono crítico: "Oh tú, inmaduro Majnúm!, ¿acas te has vuelto loco? ¡Qué insensatez es esa de adorar y besar a un animal tan impuro como ese, que se alimenta de toda clase de basuras y se limpia con la lengua!".
El hombre seguía enumerando pródigamente los defectos del perro, sin saber que quien se fija en los defectos externos de las cosas es incapaz de contemplar su realidad interior.
Majnum le contestó: "Viajero, tú eres totalmente prisionero de la forma y el aspecto externo. ¡Entra en mis ojos y mira a través de ellos!, porque éste perro es un talismán sellado por el Señor y es el guardián de la morada de mi amada Laila. ¡Contempla cuán puro es su corazón y cuán elevada su sabiduría que ha elegido este sublime lugar para morar! Es un animal de semblante bendito, el perro de mi cueva, que comparte mi pena y mi aflicción. El polvo de las garras de un perro que mora en la vecindad de mi amada es más valioso que los leones poderosos. No cambiaría un solo pelo de este perro de la morada de mi amada por cientos de leones. ¡Oh amigo!, ¿cómo puedo hablarte de mi amada, de quien los leones no son sino simples esclavos de los perros de su vecindad? Así que, ¡déjame y sigue tu camino!"
¡Oh amigos!, si vais más allá de la forma, es el Paraíso y rosaledas dentro de rosaledas. (Sólo) cuando logras quebrantar y anonadar tu propia forma podrás quebrar (ir más allá) de todas las formas.
Se escribieron poemas donde el sufí se considera igual o incluso inferior al perro ejemplificando el estado de pobreza espiritual, vaciamiento necesario para la Unión con el Amado. Este de Yami es muy ilustrativo:
¡Oh Tú!, hacia quien todas las criaturas
vuelven el rostro de la necesidad.
¡Oh Tú!, que diriges la mirada de Tu gracia hacia todos.
Los enamorados se desviven por Tu amor.
Con ardor en sus corazones, Te desean.
La pena de Tu amor es su único compañero.
La quemadura de Tu amor, el bálsamo de sus penas.
En Tu adoración, se han liberado de sí mismos.
En Tu servidumbre, han encontrado el verdadero señorío.
Vestidos con el manto de la pobreza y el anonadamiento,
se esfuerzan en la Senda de la sinceridad y la pureza.
Orgullosos por llevar dogal como Tus perros,
recorren velozmente el camino de la felicidad.
También yo (Yami), el más pequeño de Tus siervos,
sigo como ellos la tradición de la lealtad (hacia Ti)
He caído en el lazo de Tu amor,
¡no me prives de la marca de Tus perros!
He cerrado mis ojos al banquete de la riqueza (material),
¡arroja un hueso de pobreza espiritual ante mi!
¡Regálame con la paciencia en la pobreza y el anonadamiento!,
¡hazme dulce la amargura de la espera (de Tu Unión)!
Detalle de miniatura persa inspirada en la Sura coránica de La Caverna, donde un perro forma parte del grupo de compañeros elegidos por Dios
En el siguiente relato de Farid ad-Din Attar, el perro protagoniza una escena alegórica cuya meditación será reveladora para decidirse a iniciar el camino de la Senda.
Una vez alguien preguntó a Shebli sobre quién le había guiado por primera vez en la Senda de Dios, y respondió: "Vi a un perro sediento al borde de un camino. Había allí un charco tal que, cada vez que el animal se acercaba a él, veía su propia imagen y se alejaba con horror, pensando que dentro había otro perro. El miedo al otro animal le imposibilitaba beber el agua. Finalmente, se desesperó tanto que no pudo contener su sed por más tiempo y se lanzó a beber, lo que hizo que el otro perro, que no era más que su propia imagen reflejada en el agua, desapareciera. Cuando (la imagen de) él mismo se borró de sus ojos, quedó claro que él era su propio velo. Esto me enseñó que yo era mi propio velo (entre yo y Dios). Por tanto, me anonadé en el Amado y alcancé la Unión. Así que un perro fue mi primer maestro en la Senda".
¡Oh enamorado!, levanta tú también el obstáculo de tus propios ojos, porque tú eres tu propio velo. Apártate de en medio. Si hay un solo pelo de tu yo en la Senda, se convertirá en su propia cadena. Habría sido una dicha par ti, ¡oh hombre débil!, si te hubieran llevado directamente desde la cuna al ataúd. El honor que Dios concedió a Moisés fue que había cambiado la cuna por un ataúd (una cesta). Si anhelas que la presencia de Dios sea continua para ti, abandona tu yo completamente. No vengas (a Su presencia) con tu propio yo, aléjate de ti mismo, porque esta no-existencia del yo es "Luz sobre luz".
Aquí la imagen reflejada en el charco simboliza el ego, lo que se interpone en el viaje espiritual. También en muchos escritos los maestros sufíes se refieren al ego (nafs) -considerado el alma inferior o cualidad negativa del yo dominante- como al perro que ha de ser dominado, condición indispensable para progresar en la Senda del amor. Estos otros versos de Farid ad-Din Attar son explícitos al respecto:
Has caído bajo por tu nafs perruno,
ahogado en impureza y defectos.
Aquel perro del infierno del que has oído hablar,
oculto está en ti, y tú, inconsciente de él, descansas.
Este perro del infierno que se alimenta del fuego,
que devora todo cuanto le das,
es el perro de tu nafs, de tu yoidad (soberbia), que mañana,
por su enemistad hacia ti, te hará emerger en el infierno.
Este nafs es tu enemigo, es un perro rabioso, y aún peor.
¿Hasta cuando seguirás alimentándolo? ¡Oh ignorante!
Dentro de la utilización del perro como imagen de los aspecto negativos que el ser humano alberga, dejo unos últimos versos de Rûmî que dan testimonio de una realidad que se muestra en circunstancias, que, lamentablemente, son propiciadas de forma continua en un mundo que fomenta la competitividad y el acúmulo material, teniendo como resultado la avaricia y depredación tan extendida.
Los deseos son como perros dormidos,
el bien y el mal están en ellos.
Cuando ven un cadaver,
entonces, la llamada de la avaricia les despierta.
Cuando un burro cae muerto en un barrio,
son despertados por él cien perros dormidos.
Cada pelo en cada perro se transforma en un colmillo,
menean la cola para conseguir su objetivo.
En nuestro cuerpo están dormidos cien perros tales.
Cuando no tienen presa, permanecen ocultos.
Lecturas:
Dr. Javad Nurbakhsh, El perro y los sufíes. Editorial Nur 2011
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Tus entradas son para mi como innumerables ventanitas que acucian mis ansias de saber. He leído con atención esta nota, es bellísima. Es verdad que a menudo somos nosotros mismos aquel velo que queremos desaparezca. A partir de ahora me siento en comunión con el pensamiento sufí, su defensa de las cualidades perrunas, en su relación profunda con el ser humano, me parece de una delicada percepción espiritual. Agradan a mis ojos las imágenes que has escogido, particularmente la miniatura del perro, la pintura de La dama dando de beber a un perro y otra, que veo a menudo bordeando tus notas: de Escher, variaciones peces - pájaros...en fin, quedaría mucho por decir, pero ya lo has dicho vos. Saludos cordiales! Merci!
ResponderEliminarHola Jan,
ResponderEliminarComo de costumbre es un gozo pasearse por tu blog.
He disfrutado con esta nueva entrada tuya, y a continuación te paso unas frases, tambien, copiadas del Masnavi (¿causalidad?):
"Los misterios no son comunicables salvo para quién los conocen" Rumi.
Hola Mabel,
ResponderEliminara mi también me parecen de una gran delicadeza y sutilidad muchas de las cosas que he encontrado en la literatura sufí, aquí y allá voy dejando por el blog fragmentos que me resultan especialmente sugerentes, pudiendo abrir ventanas (haciendo uso de tus palabras) por las que dejar pasar un perfume perceptible a determinado olfato.
La imagen de Escher que aquí aparece como Variaciones peces-pájaros, su autor la tituló "Aire y agua".
Gracias por tu amable comentario
Saludos cordiales !
Hola Miguel,
ResponderEliminarmuy amable por dejarnos aquí esas palabras extraídas del Masnavi. Permíteme que a cambio te deje otras de Rumi pertenecientes a un bello poema suyo:
"Hay perros de amor
cuyos nombres nadie conoce.
Da tu vida
por ser uno de ellos"
Recibe un cordial saludo