Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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sábado, 5 de marzo de 2011

Simbolismo Gnóstico



Todo misterio que el corazón del sabio alberga,
más que el pájaro Simorg, oculto debe estar,
pues por estar oculta en la concha se convierte en perla
la gota que es misterio del corazón del mar.

Omar Khayyam, Rubayat


El Océano de pureza me dijo: “No alcanzarás tu deseo sin pagar por ello: en ti se halla una perla preciosa, rompe la concha”.

Rumî, Diwān


La amnesia, el olvido de la propia identidad, el sueño, la embriaguez, la prisión, la caída, la nostalgia, son imágenes muy recurrentes en el simbolismo gnóstico. El alma sumergida en el mundo material olvida su morada original, su centro eterno. El gnóstico descubre que su verdadero ser (su ser espiritual) es de origen y naturaleza divinos en una región trascendente, de la que fue arrojado a este mundo cautivo en un cuerpo. El nacimiento sería la caída en la materia, en el sueño y la pérdida de la memoria. La gnosis proporciona un segundo nacimiento, un despertar al recuerdo del verdadero origen y la liberación de la prisión carnal. Todo este simbolismo dualista, espíritu-materia, luz-oscuridad, liberación-prisión se puede rastrear de forma paralela, según Mircea Eliade, entre la India de la época de los Upanishad, Grecia y el Mediterráneo oriental con el orfismo y el pitagorismo, y en el Avesta y los filósofos de la iluminación de la antigua Persia. El mito mejor conseguido por los maestros gnósticos de los primeros siglos de la era cristiana para representar este drama, es el conocido como Himno de la Perla conservado en el Evangelio apócrifo de los Hechos de Tomás. La Perla como símbolo desempeña un papel importante en la especulación irania, el cristianismo y el gnosticismo. Una tradición de origen oriental explica el nacimiento de la Perla como fruto del rayo que penetra la ostra, por lo que sería resultado de la unión entre el Fuego y el Agua. San Efrem el Sirio, hace uso de este antiguo mito para ilustrar el nacimiento espiritual de Cristo en el bautismo de fuego. Por otra parte, la Perla, era considerada el símbolo iranio por excelenia del Salvador, algo que también encontramos en la figura de Cristo como el "Salvador salvado". La Perla podía representar tanto a Cristo como al alma humana. Entre los alquimistas europeos, uno de los nombres de la Piedra Filosofal era margarita pretiosa, la perla preciosa, y según las creencias islámicas tradicionales, la Perla es el producto de la conjunción del fuego y el agua. Es la síntesis de los dos principios alquímicos de calor-expansión y frío-contracción. La Perla es símbolo de integración, cuerpo transformado en espíritu y espíritu transformado en cuerpo, cuestión fundamental en la religión gnóstica. Con respecto a ésta, dejo a continuación el análisis detallado de los diferentes elementos simbólicos que componen el ya referido Himno de la Perla, que aparece en un capítulo de la obra de Hans Jonas, La religión gnóstica. El mensaje del Dios Extraño y los cominezos del cristianismo. También es interesante recordar el profundo simbolismo que para los sufíes persas tiene la Perla, siendo motivo de especial protagonismo en sus poesias, y de las que no he podido dejar de incluir algunos versos para acompañar la lectura. Encuentran en ella una imagen de lo valioso, de la perfección oculta en el interior de la ostra, por lo que se convierte en un vehículo ideal para expresar su doctrina (de la que comparte aspectos con el gnosticismo heredados del hermetismo y el neoplatonismo). El buscador de Perlas es el iniciado en la gnosis, en la senda. No sólo deberá bucear para encontrarlas en lo profundo del océano (en su interior), también romper la concha (velo del ego) para obtenerla. La concha de la ostra, como cuerpo exterior, adquiere el significado del conocimiento de la ortodoxia de la religión y de la ciencia, de la filosofía académica, de lo formal del "diccionario, etimología, sintaxis y accidente", como diría Mahmud Shabestari, quien advierte de no malgastar la vida en esa "cáscara seca", pero reconociéndole al mismo tiempo una función vital. El conocimiento esotérico, la gnosis, ha de operar dentro del conocimiento exotérico. En sus versos hace uso de la metáfora de la almendra, de igual significado que la Perla:

No encuentra la almendra quien no rompe la cáscara.
Sí, ciertamente, sin cáscara la almendra no madura,
pero, lo bello del conocimiento externo es la gnosis en su seno.

La gnosis, no ha de entenderse como el "conocimiento de la palabra" (ciencias discursivas teóricas), sino como el "conocimiento del corazón", de la visión iluminadora y directa por la que conocer, y ser, es lo mismo. Para el poeta Rumî, los seguidores de la "palabra" nunca llegan a aproximarse a la Perla, permanecen buscándola a tientas en la superficie del agua:

"Aunque esa persona saque cien mil baldes de agua del mar, no encontrará la Perla. Se necesita un buceador de aguas profundas para descubrir la Perla, y no un buceador cualquiera, sino uno que sea hábil y tenga suerte. Las artes y las ciencias son como sacar agua del mar con cubos; encontrar la Perla es otra cosa".

Hablar de gnosis, es hablar de una corriente transversal común dentro de la dimensión esotérica de diferentes tradiciones religiosas. Ahora doy paso al ensayo de Hans Jonas.


El "Himno de la Perla", por Hans Jonas

El llamado "Himno de la Perla" se encuentra en los apócrifos de los Hechos del apóstol Tomás, una composición gnóstica que ha sobrevivido no sin algunos retoques ortodoxos de cierta relevancia: el texto del Himno, sin embargo, está completamente libre de este tipo de correción. El "Himno de la Perla" es el título dado a este texto por traductores modernos: en los Hechos aparece con el encabezamiento "Canción del Apóstol Judas Tomás en tierra de los indios". Teniendo en cuenta la intención didáctica y la forma narrativa del poema, el término "himno" no resulta quizá demasiado apropiado; el poema se encuentra con el resto de los Hechos que han sobrevivido en versión siríaca o griega, siendo la siríaca la versión original (o descendiente inmediata de la original, sin duda siríaca). En nuestra versión, basada principalmente en el texto siríaco, no prestaremos atención a la división métrica y trataremos el texto como una prosa narrativa.


a) El Texto


Cuando era niño y moraba en el reino de la casa de mi Padre y me solazaba en la riqueza y el esplendor de mis educadores, mis padres me ordenaron que abandonara Oriente, nuestro hogar, y me entregaron provisiones para hacer el viaje. De las riquezas de nuestra casa tesoro me ataron un peso: grande era, y sin embargo ligero, de forma que pudiera llevarlo solo... Me quitaron el vestido de gloria que por amor me habían hecho, y mi manto purpúreo, tejido para que se adaptase exactamente a mi figura, e hicieron un pacto conmigo, y lo escribieron en mi corazón para que no lo olvidara: "Cuando desciendas a Egipto y traigas la Perla Única que yace en medio del mar, que está custodiada por la serpiente sibilante, volverás a ponerte tu vestido de gloria y tu manto encima de éste y con tu hermano, el que nos sigue en rango, serás heredero de nuestro reino". Dejé Oriente y emprendí mi camino descendente, acompañado por dos enviados reales, ya que el camino era peligroso y duro y yo era joven para un viaje como aquél; dejé atrás las fronteras de Maishan, las plazas de los mercaderes de Oriente, y llegué a la tierra de Babel y cruzé los muros de Sarbûg. Seguí mi camino hasta Egipto, y mis compañeros se separaron de mí. Me dirigí directamente hacia donde estaba la serpiente y me establecí cerca del lugar donde moraba esperando que cayera en un sopor y se durmiera, de forma que yo pudiera tomar la Perla de ella. Como yo era uno y mi sola compañía, era un extraño para los compañeros que moraban conmigo. No obstante vi allí a uno de los de mi raza, un joven noble y bien parecido, hijo de reyes (lit. "ungidos"). Éste se unió a mí y yo lo convertí en depositario de mi confianza y le expuse mi misión. Yo (¿el) le advertí (¿me advirtió?) contra los egipcios y contra el contacto de los sucios. Sin embargo, me vestí con las ropas de éstos para que no sospecharan de mí, como de alguien que venía de fuera para llevarse la Perla, y no levantaran a la serpiente en contra mía. Pero algo hizo que notaran que yo no era un campesino y se enfrentaron a mí, y me mezclaron (bebida) confundiéndome con su astucia, y me dieron a probar su carne; y me olvidé de que era hijo de rey y serví a su rey. Olvidé la Perla a causa de la cual mis padres me habían enviado. La pesadez de su alimento me hizo caer en un profundo sueño.De todo esto que me sucedió mis padres tuvieron noticia y se entristecieron por mí. Se proclamó por nuestro reino que todos acudieran a nuestras puertas. Y los reyes y grandes de Partia y todos los nobles de Oriente urdieron un plan para que yo no permaneciera en Egipto. Y me escribieron una carta, y cada uno de los grandes la firmó con su nombre.

De tu padre, el Rey de Reyes, y de tu madre, señora de Oriente; y de tu hermano , el que nos sigue en rango, hasta ti, nuestro hijo en Egipto, llegan saludos. Despierta y levántate de tu sueño, y atiende a las palabras de nuestra carta. Recuerda que eres el hijo de un rey: contempla a quien has servido en cautiverio. Presta atención a la Perla, por cuya causa fuiste enviado a Egipto. Recuerda tu vestido de gloria, acuérdate de tu espléndido manto, para que puedas vestirlos y engalanarte con ellos y que tu nombre pueda leerse en el libro de los héroes y te conviertas, junto con tu hermano, en nuestro sucesor, heredero de nuestro reino.

Como un mensajero fue la carta que el Rey había sellado con su mano derecha contra los malignos, los hijos de Babel y los demonios rebeldes de Sarbûg. Se levantó en forma de águila, el rey de todas las aves aladas, y voló hasta posarse junto a mí convertida en palabras de un mensaje. Con el sonido de su voz me desperté y me levanté de mi sueño, la tomé en mis manos, la besé y rompí su sello, y leí. Recordé que era un hijo de reyes y que mi alma, nacida libre, deseaba a los de su clase. Recordé la Perla por la cual había sido enviado a Egipto, y comencé a encantar a la terrible y sibilante serpiente. La encanté hasta dormirla nombrándole el nombre de mi Padre, el nombre del que nos sigue en rango y el de mi madre, la reina de Oriente. Tomé la Perla y me dispuse a regresar a la casa de mi Padre. Del ropaje sucio e impuro de ellos me desprendí, y lo dejé atrás en su tierra, y busqué un camino que me llevara a la luz de nuestra tierra, Oriente. La carta que me había despertado encontré ante mí en mi camino, e igual que me había despertado con su voz, así me guió con su luz, que brillaba ante mí, y con su voz alentó mi valor, y con su amor me condujo. Fui hacia delante... Mi vestido de gloria, que me había quitado, y el manto que lo cubría, mis padres... los enviaron para mí por los tesoros que guardaban. De su esplendor me había yo olvidado, habiéndolo dejado en la casa de mi Padre cuando era un niño. Al contemplar ahora el vestido, me pareció que se transformaba en imagen de mí mismo reflejada en un espejo: a mí mismo, entero, veía en él, y a él, entero, veía en mí mismo; que éramos dos, separados, y sin embargo uno en la igualdad de nuestras formas... Y la imagen del Rey de reyes se repetía por todo él... También vi temblores por todo él, movimientos de la gnosis. Vi que estaba a punto de hablar y percibí el sonido de suis canciones que murmuraba en su camino descendente: "Yo soy el que actuaba en los actos de aquel por quien fui educado en la casa de mi Padre, y en mí mismo percibo cómo creció mi estatura por su esfuerzo". Y con sus regios movimientos se vierte a sí mismo fuera de mí, y de las manos de sus portadores me insta a tomarlo; y a mí también mi amor me urgió a correr hacia él y recibirlo. Y tendí mis brazos hacia él y lo tomé y me engalané con la belleza de sus colores. Y me cubrí con el manto real por entero. Cubierto por él, ascendí a la puerta del saludo y de la adoración. Incliné mi cabeza y adoré el esplendor de mi Padre que lo había enviado hasta mí, cuyos mandatos yo había cumplido, igual que él había cumplido las promesas que hiciera... Me recibió con alegría y yo me encontré con él en su reino, y todos sus sirvientes le alabaron a coro, porque había prometido que yo viajaría a la corte del Rey de reyes y, después de haber traído mi Perla, aparecería junto a él.


b) Comentario


(...) Quizá en ningún otro lugar encontremos la experiencia gnóstica básica expresada en términos más conmovedores y sencillos. No obstante, el relato es simbólico en su conjunto y los símbolos han sido utilizados para conformar sus partes, de manera que tanto el simbolismo total como sus elementos constitutivos deben ser explicados. Empezaremos por los últimos.
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Serpiente, mar, Egipto


Si aceptamos que la casa del Padre en Oriente es el hogar celestial y reducimos la cuestión al significado de la Perla, deberemos explicar los símbolos de Egipto, la serpiente y el mar. Ésta es la segunda vez que nos encontramos con la serpiente en la imaginería gnóstica; pero, a diferencia del significado que esta imagen tiene en las sectas ofíticas, donde se trata de un símbolo pneumático (relativo al espíritu), aquí, bajo la forma del dragón del caos original que rodea la tierra, simboliza al gobernador o principio maligno de este mundo. En Pistis Sophia se dice: "La oscuridad exterior es un enorme dragón cuya cola está en su boca". Los Hechos, en un pasaje ajeno al Himno, ofrecen una caracterización mucho más detallada de esta figura por boca de uno de sus hijos dragones:

Yo soy el retoño de la naturaleza serpiente y un hijo corruptor. Yo soy un hijo de aquel que... se sienta en el trono y ejerce su dominio sobre la creación, bajo los cielos... que rodea la esfera... que está fuera (alredeor) del océano, cuya cola descansa en su boca. (par. 32)

Existen muchos equivalentes de este otro significado de la serpiente en la literatura gnóstica. En su obra Contra Celsum (VI. 25. 35), Orígenes describe el llamado "diagrama de los ofitas", en el cual los siete círculos de los arcontes están situados en el interior de un círculo más grande, llamado el Leviatán, el gran dragón (no idéntico, desde luego, a la "serpiente" del sistema), y también la psyché (aquí "alma del mundo"). En el sistema mandeo, este Leviatán recibe el nombre de Ur y es padre de los Siete. El arquetipo mitológico de esta figura es la Tiamat babilonia, monstruo del caos que Marduk mata en la historia de la creación (Imagen derecha)(...) El mar, o las aguas, es símbolo gnóstico muy común del mundo de la materia o de la oscuridad en el cual la divinidad se ha hundido. Así, los naasenos interpretaron (Sal 29:3 y 10) que Dios vive en el abismo y Su voz se eleva sobre las aguas. Las aguas abundantes son el mundo multiforme de los mortales en el cual el Hombre dios se ha hundido y desde cuyas profundidades eleva su voz al Dios supremo, el Hombre Primordial, su original no caído (Hipólito, Refut. v.8.15). Con anterioridad citamos la división simoniana del Uno en el que "permanece firme aquí abajo, engendrado en imagen". Los peratas interpretaron el Mar Rojo (Mar de Suf), que debe cruzarse para ir a Egipto o para salir de él, como el "agua de la corrupción", y lo identificaron con Cronos, es decir, con el "tiempo y con el devenir" (ibid. 16.5) En el Ginza de izquierda III mandeo leemos: "Yo soy un gran Mana... que moró en el mar... hasta que unas alas fueron hechas para mí y elevé mis alas hacia el lugar de la luz". El apócrifo Libro Cuarto de Esdras, un apocalipsis, contiene, en su cap. XIII, una impresionante visión del hombre que asciende en vuelo "desde el corazón del mar". Asímismo, es necesario llamar la atención sobre la conexión existente entre este ejemplo y el simbolismo del pez del cristianismo primitivo.
Egipto como símbolo del mundo material es muy común en el gnosticismo (y más tarde). La historia bíblica de la esclavitud de Israel y de su posterior liberación sirvió admirablemente al tipo de interpretación espiritual que tanto gustaba a los gnósticos. Pero la historia bíblica no es la única asociación que dota a Egipto de su papel alegórico. Desde tiempos remotos, Egipto había sido considerado el hogar del culto a los muertos, y, por tanto, el reino de la Muerte. Éste y otros rasgos de la religión egipcia, tales como sus dioses con cabezas de animales y el gran papel de la hechicería, inspiraron a los hebreos y más tarde a los persas una especial aversión hacia Egipto, al que convirtieron en receptáculo de un principio demoníaco. Los gnósticos decidieron entonces utilizar Egipto como símbolo de "este mundo", es decir, del mundo de la materia, de la ignorancia, y de la religión perversa: "Todos los ignorantes (es decir, aquellos que no poseen la gnosis) son "Egipcios", defiende un dictum perata citado por Hipólito (V.16.5) Ya hemos mencionado que generalmente los símbolos del mundo pueden utilizarse también como símbolos del cuerpo y viceversa; asimismo, esto ocurre en el caso de los tres que acabamos de analizar: ocasionalmente, el "mar" y el "dragón" hacen referencia al cuerpo en los escritos mandeos, y en relación con "Egipto", los peratas, para quienes de otro modo es "el mundo", también decían que "el cuerpo es un pequeño Egipto" (Hipólito, Refut. V. 16.5; de igual forma los naasenos, ibid. 7.41).

El vestido impuro


El hecho de que el extraño se vista los ropajes de los egipcios se explica según el extendido simbolismo del "vestido". El propósito que aquí se persigue, el de permanecer de incógnito entre los egipcios, conecta ese simbolismo con un tema que aparece, en forma de múltiples variantes, a lo largo de todo el gnosticismo: el salvador viene al mundo sin darse a conocer a sus gobernantes, y adoptando cada vez sus distintas formas. En la doctrina de Simón Mago está en conexión con el paso a través de las esferas celestes. En un texto mandeo, leemos: "Yo me oculté de los Siete (arcontes), me obligué a tomar forma corporal" (G 112). De echo, este tema combina dos ideas diferentes, la del artificio por el cual los arcontes son burlados, y la de la necesidad sacrificial del salvador de "vestirse con la aflicción de los mundos" para agotar los poderes del mundo, es decir, como parte del propio mecanismo de salvación. (...)

La carta


Las tribulaciones del mesajero y su temporal flaqueza se describen en metáforas sobre el sueño y la borrachera. Su recuperación de la conciencia a través de la voz de la carta pertenece a la imaginación general relacionada con la "llamada". La "carta" en particular es el tema de toda la Oda XXIII de las apócrifas Odas de Salomón, de las cuales traducimos aquí esta estrofa.

Su plan de salvación se asemejó a una carta, su voluntad descendió de las alturas y fue enviada como una flecha disparada con fuerza por un arco. Muchas manos intentaron alcanzar la carta, para arrebatarla, para tomarla y leerla; pero ésta esquivó sus dedos. Tenían miedo de ella y del sello que portaba, no tenían poder para romper el sello, porque la fuerza del sello era más poderosa que ellas. (5-9)

Percibimos que, invirtiendo el sentido, los mandeos llamaban al alma que abandona el cuerpo "una carta sellada enviada desde el mundo cuyo secreto nadie conocía... el alma vuela y avanza en su camino..." Pero de forma más natural la carta es la encarnación de la llamada que se dirige hacia el interior del mundo y llega hasta el alma que duerme aquí abajo, lo cual, en el contexto de nuestro relato, crea un curioso contrapunto en el juego del significado. En el simbolismo gnóstico, el que llama es el mensajero y el llamado es el alma dormida. Aquí, sin embargo, el durmiente llamado es el mensajero, y la carta, por tanto, un doble del papel de éste, igual que él, a su vez, es doble del divino tesoro que viene a llevarse del mundo. Si a esto añadimos el doble de la figura del mensajero en su vestido celestial, su imagen reflejada, con la cual se reúne al cumplir su misión, percibimos parte de la lógica de ese rasgo de simbolismo escatológico que se resume en la expresión "el salvador salvado".


La conquista de la serpiente y la ascensión


La forma en que el mensajero vence a la serpiente y le arrebata su tesoro apenas aparece narrada en nuestro texto, que se limita a informar de que la serpiente cae en un trance somnoliento, es decir, experimenta lo que el mensajero ha experimentado antes. Lo que aquí se atribuye en forma de apunte a un encantamiento, se explica en otras fuentes por el hecho de que la Luz es más venenosa para la Oscuridad que la Oscuridad para la Luz. Así, en la cosmogonía maniquea, el Hombre Primordial, viendo la inminencia de su derrota ante las fuerzas de la Oscuridad, "se ofreció a sí mismo y a sus cinco hijos como comida para los cinco hijos de la Oscuridad, como un hombre que tiene un enemigo mezcla un veneno mortal en un pastel y se lo entrega a éste" (según Teodoro bar Konai). A través de estos medios sacrificiales el furor de la Oscuridad "se aplaca". La conexión entre el motivo salvador gnóstico y el antiguo mito solar de la religión de la naturaleza aquí es obvia: el tema del héroe que se ofrece para ser devorado por el monstruo y lo vence desde el interior está muy extendido en la mitología de todo el mundo. El mito cristiano del infierno es dificilmente cristiano, nos permite presenciar su transposición de la religión de la naturaleza al simbolismo de la salvación. En las Odas de Salomón leemos:

El infierno me contempló y perdió su fuerza. La Muerte me vomitó y a muchos conmigo, veneno y hiel era yo para ella. Descendí con ella al lugar más profundo del infierno, sus pies y su cabeza perdieron su fuerza... (Oda XLII.11-13)

El ascenso comienza con el rechazo del vestido impuro y es guiado y espoleado por la carta, que es luz y voz al mismo tiempo. Tiene así la función que asocia a la Verdad en otro pasaje paralelo de las Odas de Salomón:

Como en el carro de La Verdad ascendí a la Luz, la Verdad me guió y me enseñó el camino. Ella me llevó por encima de precipicios y de abismos y me condujo por gargantas y valles. Ella se convirtió en mi puerto de salvacióny me depositó en los brazos de la vida eterna. (Oda XXXVII.1-3)

En nuestro texto, sin embargo, el papel orientador de la carta se interrumpe en lo que llamaríamos el climax de la ascensión, el encuentro entre el hijo que regresa y su vestido. Este fascinante símbolo requiere un comentario especial.


El vestido celestial, la imagen

En las liturgias mandeas por los muertos, leemos la siguiente fórmula: "Voy a encontrarme con mi imagen y mi imagen viene a encontrarse conmigo: me acaricia y me abraza como si regresara de un cautiverio". Esta concepción deriva de una doctrina avéstica según la cual tras la muerte de un creyente "su propia conciencia religiosa, bajo la forma de una hermosa doncella", se aparece a su alma y contesta así cuando se la interroga sobre quien es:

Yo soy, oh joven de buenos pensamientos, de buenas palabras, de buenas acciones, de buena conciencia, nadie más que tu propia conciencia... en la cual ahora me aparezco ante ti. (Hâdôkht Nask 2.9-ss)

La doctrina fue tomada de los maniqueos: cf F 100 de los fragmentos de Turfán, donde se dice que, tras la muerte, el vestido, la corona (junto con otros emblemas) y "la virgen que se asemeja al alma del recto" salen al encuentro del alma. Asimismo, en la genealogía coptomaniquea de los dioses, entre las emanaciones divinas encontramos "la figura de la luz que viene de los moribundos", también llamada "el ángel con el vestido de luz". En nuestro texto, el vestido se ha convertido en la figura misma y actúa como una persona. El vestido simboliza el yo celestial o eterno de la persona, su idea original, una especie de doble o álter ego que se mantiene a salvo en el mundo superior mientras ésta trabaja en el inferior; como se expresa en un texto mandeo, "su imagen está a salvo en su lugar". La imagen crece con las acciones de la persona y el esfuerzo de ésta perfecciona su forma. La plenitud de la imagen señala el cumplimiento de la tarea llevada a cabo por la persona y, por tanto, el fin de su exilio en el mundo. De ahí que el encuentro con este aspecto dividido de sí misma, el reconocimiento de la imagen propia y la reunión con ésta se conviertan en el momento real de su salvación. Aplicado al mensajero o al salvador, como sucede aquí y en otros lugares, la concepción conduce a la interesante idea teológica de un hermano gemelo, original eterno del salvador, que permanece en el mundo superior durante su misión terrenal. Duplicados de esta clase abundan en la especulación gnóstica en relación con las figuras divinas en general siempre que su función comporte un abandono del reino divino y una implicación en los acontecimientos del mundo inferior. Para la interpretación de nuestro texto, estas consideraciones sugieren con fuerza que el Segundo ("el que nos sigue en rango"), de quien una y otra vez se dice que permanece con sus padres, y junto con quien el Hijo del Rey heredará la casa de su Padre, es un doble de esta naturaleza, cuando, si el caso fuera distinto, su presencia se echaría de menos después del triunfante regreso del extraño. En la reunión del último con su propio vestido, la figura del hermano parece haber sido reabsorbida en una unidad.


El Yo trascendental


El doble del salvador es, como hemos visto, sólo una representación teológica particular de una idea que pertenece a la doctrina del hombre en general y que se distingue por el concepto del Yo. Este concepto nos permite apreciar lo que quizá sea la mayor aportación de la religió persa al gnosticismo y a la historia de la religión. La palabra avéstica es daena, para la cual el orientalista Bartholome enumera los siguientes significados: "1. religión, 2. esencia interior, ego espiritual, individualidad; a menudo apenas traducible". En los fragmentos maniqueos de Turfan se utiliza otra palabra persa, grev, que puede traducirse por "Yo" o por "ego". Este término hace referencia a la persona metafísica, al verdadero sujeto trascendente de la salvación, distinto del alma empírica. En el tratado maniqueo chino traducido por Pelliot, recibe el nombre de "naturaleza luminosa", "nuestra naturaleza luminosa original" o "naturaleza interior", expresión que nos recuerda al "hombre interior" de san Pablo; en algunos himnos maniqueos se llama el "Yo vivo" o el "Yo luminoso". El "Mana" mandeo expresa la misma idea y establece claramente una identidad entre este principio interno y la divinidad más elevada; porque "Mana" es el nombre que recibe el Poder de la Luz transmundano, la primera deidad, y al mismo tiempo el del centro trascendente, no mundano del ego individual. La misma identidad queda expresada en el uso naaseno de "Hombre" o "Adán" para nombrar al Dios supremo y a su doble en el mundo inferior. En el Nuevo Testamento, especialmente en san Pablo, este principio trascendente del alma humana recibe el nombre de "espíritu" (pneuma), "el espíritu está dentro de nosotros", "el hombre interior", también llamado en la escatología "el hombre nuevo". Resulta sorprendente que Pablo, que escribía en griego y que sin duda no ignoraba las tradiciones terminológicas griegas, nunca utilizara en este contexto el término psyché, que desde los órficos y Platón había hecho referencia al principio divino que se encuentra en nuestro interior. Por el contrario, como los gnósticos hicieran en lengua griega antes que él, opone "alma" y "espíritu", "hombre psíquico" y "hombre pneumático". Obviamente, el significado griego de psiché, con toda su dignidad, no era suficiente para expresar la nueva concepción de un principio que trascendía todas las asociaciones naturales y cósmicas unidas al concepto griego. En el gnosticismo griego, el término pneuma se utiliza generalmente como equivalente de las expresiones relacionadas con el "Yo" espiritual, para el cual el griego, a diferencia de algunas lenguas orientales, carecía de una palabra propia. Cumpliendo esta función lo encontramos también en la llamada Liturgia de Mitra, acompañado de adjetivos como "santo" e "inmortal", en contraste con la psiché o el "poder psíquico humano". El alquimista Zósimo posee "nuestro pneuma luminoso", "el hombre pneumático interior", etc. En algunos de los gnósticos cristianos también recibe el nombre de "centella" y de "semilla de luz". El reconocimiento último y la reunión se producirán entre este principio oculto de la persona terrenal y su original celeste. Así, la función del vestido en nuestro texto, como forma celeste del yo invisible (temporalmente oscurecido), es una de las representaciones simbólicas de una doctrina muy extendida y esencial para los gnósticos. No es exagerado decir que el descubrimiento de este principio interior trascendente del hombre y la importancia suprema de su destino constituyen el núcleo de la religión gnóstica.


La Perla


Esto nos lleva a la última pregunta: ¿cuál es el significado de la Perla? La respuesta a esta pregunta determina también el significado de la historia como un todo. Como detalle mitográfico la cuestión resulta fácil de responder. En el glosario del simbolismo gnóstico, la "perla" es una de las metáforas más utilizadas para el "alma" en su sentido sobrenatural. De ser ése el caso, nos hubiéramos limitado a enunciarlo junto con los términos equivalentes que hemos mencionado en el análisis precedente. Sin embargo, nos encontramos aquí más con un nombre secreto que con uno de los términos claros enumerados con anterioridad, y que, por otra parte, constituye por sí mismo una categoría, al distanciarse de éstos por un aspecto particular o condición metafísica de ese principio trascendente. Mientras la práctica totalidad de las expresiones mencionadas con anterioridad pueden servir igualmente a la divinidad intacta y a su parte caída, la "perla" es en esencia la perla "perdida", y debe ser recobrada. El hecho de que la perla esté encerrada en una concha animal y oculta en las profundidades puede ser la razón de las asociaciones que originalmente sugería la imagen. Interpretando a su manera Mt 7:6, los naasenos llamaron "Logos, Intelectos y Hombre (es decir, los elementos "vivos" del cosmos físico) a las perlas que el Carente de Figura arroja a la figura plasmada (es decir, al cuerpo)" (Hipólito, Refut. V.8.32). El alma recibe el tratamiento de "perla" (como sucede en el texto turfano), cuando se quiere recordar su origen; también, para enfatizar el exquisito valor que posee para los seres celestiales que la buscan, y asimismo, para para contrastar su valor con la absoluta falta de valor de lo que la rodea, su lustre frente a la oscuridad en la cual está inmersa. Este tratamiento es utilizado por el "Espíritu" como encabezamiento de su mensaje de salvación. En el texto de referencia, éste sigue llamando al alma "rey" por quien la guerra fue librada en el cielo y en la tierra y los emisarios fueron enviados.

Y por ti los dioses avanzaron e hicieron su aparición y destruyeron la Muerte y mataron la Oscuridad... Y yo he venido, yo que redimiré del mal... Y abriré la puerta antes de ti en cada cielo... y te mostraré al Padre, el Rey eterno; y te conduciré ante él en un vestido puro.

(...) Sin riesgo de equivocarnos, podemos decir que el Hijo del Rey es el salvador, una figura divina definida y no simplemente la personificación del alma humana. No obstante, esta posición única no impide que éste deba deba soportar en su propia persona toda la fuerza del destino humano, hasta el punto incluso de que él mismo, el salvador, debe ser salvado. Sin duda, ésta es una condición esencial de su función salvadora. Porque las partes de divinidad perdidas en la oscuridad pueden ser alcanzadas sólo allí, en la profundidad en la cual han sido absorbidas, y el poder que allí las retiene, el poder del mundo, sólo puede ser vencido desde su interior. Esto significa que el dios salvador debe adoptar las formas de la existencia cósmica y, por eso, someterse a sus condiciones. El lector cristiano no debe confundir esta necesidad con la interpretación ortodoxa de la pasión de Cristo. Si consideramos que el concepto gnóstico de la "salvación" no tiene nada que ver con la remisión del pecado (el término "pecado" no aparece en la doctrina gnostica, que lo sustituye por "ignorancia"), entenderemos que en le descenso del salvador no haya rastro de sufrimiento indirecto, de expiación como condición para el perdón divino, y, con la excepción de Marción, ni siquiera de un rescate mediante cuyo pago las almas cautivas pudieran ser liberadas. Se trata más bien de una necesidad técnica impuesta por las condiciones de la misión, es decir, por la naturaleza del sistema, alejado del reino divino, en el cual el mensajero debe entrar y cuyas leyes no puede cambiar por él, o de una estratagema por la cual los arcontes resultan burlados. En la última versión, el hecho de que el salvador sufra o sucumba temporalmente puede no ser real y tratarse de una simple apariencia que forma parte del engaño. Por supuesto, éste no es el caso de nuestro poema, en el cual la dificil situación del extraño es bastante real; si bien, incluso aquí, las pruebas que debe pasar son el resultado de los inevitables peligros de su misión y no parte de su significado. En otras palabras, éstas ponen en peligro el triunfo de su misión y se superan con éxito, mientras en el relato cristiano las pruebas constituyen el medio y la forma de cumplir la misión. Teniendo presente esta diferencia capital, aún podemos decir que existe un elemento sacrificial en el descenso del salvador según nuestro poema, y que ello se debe al hecho de que, a causa de la Perla, éste está dispuesto a aceptar el destino del exilio y a repetir en su persona la historia de aquella a la que vino a redimir: la del Alma.
Si además estamos en lo cierto al distinguir algunos rasgos del Hombre Primordial de la doctrina maniquea en el Hijo del Rey, éste también repite el destino de esa divinidad precósmica en la cual la condición presente del Alma, es decir, de la Perla, fue ignorada.(...) La referencia al Hombre Primordial en particular aporta un eslabón definitivo para la solución de nuestro enigma. No es casual que una divinidad eterna precósmica (y mediatamente cosmogónica) reciba el apelativo de "Hombre": las almas dispersas por el mundo son su "Armadura de Luz", parte de su substancia original, que perdió en la Oscuridad durante su lucha primordial, de forma que está presente en cada alma humana, exiliada, cautiva, aturdida; y si el Príncipe, como su última representación, viene a recobrar estos elementos perdidos, en un sentido él busca realmente lo que es suyo, y su trabajo es una tarea de reintegración del yo divino, de su propio yo incluso, aunque sólo en un sentido concerniente a la persona individual. Si existe entonces esta identidad metafísica, no numérica, entre el mensajero y la Perla, cada oyente del cuento podrá, legítimamente y sin confundir identidades personales, reconocer en la historia de su propia alma apegada a la tierra, ver su propio destino como parte y como análogo del de la deidad, aunque también como objeto de esta última.





Una vez que te hayas liberado de esa jaula, tu casa será la rosaleda,
una vez que hayas roto la concha, morir será como la perla.

Rumî, Diwān





Lecturas:

Hans Jonas, La religión gnóstica. El mensaje del Dios Extraño y los comienzos del cristianismo. Ediciones Siruela 2000.

Mahmud Shabestari, El jardín del misterio. Editorial Nur 2008

Mircea Eliade, Historia de las creencias y de las ideas religiosas. RBA Grandes obras de la cultura 2005

Mircea Eliade, El mito de la Perla, en Imágenes y símbolos. Taurus 1999

Henry Corbin, El hombre de luz en el sufismo iranio. Ediciones Siruela 2000


Sobre el simbolismo sufí de la Perla: http://www.nematollahi.org/revistasufi/leertex.php?articulo=112


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6 comentarios:

Baruk dijo...

Es curiosa la relación entre la perla y el alma. Ciertamene, eso parece tener una alegórica-lógica ya que la perla crece oculta dentro de una fuerte coraza animal, y bajo la perspectiva humana, eso es lo más valioso que la ostra guarda.

Pero no crees que es sospechamente paradógico, que la perla, no deja de ser el resultado de la invasión de un cuerpo extraño dentro del caparazón?

Seguiré pensando en ello


Tons
*

Jan dijo...

Hola Baruk.

Es preciso remarcar que en la perla se simboliza la autointegración de la unidad divina. En ella encontramos una imagen por la que los gnósticos verían el alma humana reencontrandose con su esencia luminosa, atemporal y de origen divino, entre el principio oculto terrenal y su original celeste.

El proceso por el que se crea la perla a partir de un cuerpo extraño alojado en el interior de la ostra que ahora conocemos estaría fuera del contexto simbólico. Más cercana a esta visión es la que encontramos en algún bestiario medieval donde se describe la creación de la perla. Según Brunetto, 130 (I:133) "la ostra tiene su morada en el fondo del mar, pero al alba y por la noche sube a la superficie y recoge el rocío en su interior. Los rayos de sol que tocan la concha hacen endurecerse las gotas de rocío".
Recuerdo que también había la creencia de que el rocio era de origen lunar y celeste.
Muy diferente a lo que hoy conocemos, y sin duda mucho más poético y quizá revelador de una verdad oculta.

Seguiremos pensando en ello.

Psicóloga Blanca de Mercader dijo...

Baruk casi lloro de emoción al escuchar tu frase
"Es curiosa la relación entre la perla y el alma. Ciertamene, eso parece tener una alegórica-lógica ya que la perla crece oculta dentro de una fuerte coraza animal, y bajo la perspectiva humana, eso es lo más valioso que la ostra guarda" muy buena!
Me ha gustado mucho este blog y me ha ayudado a entender muchas cosas. muchas gracias

Baruk dijo...

Un saludo Lablanqueta, celebro que estas palabras hayan contribuido a emocionarte. Toda alegoría siempre es relativa, y lo que a algunos les pone la piel de gallina, a otros les deja indiferentes, es complicado a veces encontrar a los que hablan la misma "lengua".

Abrazines

*

Anónimo dijo...

Un saludo a todos.
Baruk, tu primer comentario me ha hecho pensar.
Si nosotros somos la ostra-la materia animal cerrada sobre si misma- sólo la irrupción de un elemento extraño y ajeno a esa materia animal logra crear la perla-alma-tesoro. Ese elemento inductor del alma sería el espíritu divino insuflado por Dios. que no hay que confundir con la perla, pero con la que curiosamente se amalgama en una unidad indivisible.
Mariano.

Baruk dijo...

Cuanto tiempo de esta entrada! Ha sido muy enriquecedor volver a leerla. Gracias a ti Mariano por comentar. Realmente lo has explicado perfectamente bien, también me has hecho pensar. Un abrazo y gracias de nuevo.