Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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martes, 30 de agosto de 2011

"Inteligencia Libre"


Si las puertas de la percepción
quedaran depuradas,

todo se habría de mostrar al hombre
tal cual es: infinito.

William Blake


La expresión Inteligencia Libre es formulada por Aldous Huxley recordando una interesante teoría del filósofo Henri Bergson en relación con la memoria y la percepción de los sentidos. Según esa teoría a medio camino entre la ciencia y la metafísica, en el hombre estaría contenido de forma latente el recuerdo de todo cuanto le ha sucedido, al mismo tiempo que tendría la capacidad de percibir en todo momento lo que ha sucedido y está sucediendo en cualquier parte del universo. Los sentidos junto al cerebro actuarían como una válvula que limitaría el flujo de esa "infinita percepción", con la finalidad de preservar nuestra condición biológica-animal. Huxley la expondrá dentro de su ensayo "Las puertas de la percepción", cuyo título fue inspirado por los conocidos versos de William Blake que aparecen como epígrafe en esta entrada. En ese ensayo, el autor narra su experimentación con la mescalina, el alcaloide psicoactivo del peyote, y que según él, actuó como medio para ampliar la apertura de la ya comentada válvula . Más adelante dejo un fragmento. Esta obra tuvo una gran influencia en el movimento contracultural de los años 60, en la llamada generación Beatnik y la moda Hippie, despertando interés por explorar los estados alterados de conciencia. Dentro de estas corrientes surgió el llamado Arte Psicodélico, en el que se intenta reflejar la experiencia inducida por drogas como el LSD, las conocidas como sustancias psicodélicas, o la influencia estética derivada de ellas. Acompañan esta entrada algunas imágenes representativas de ese arte. Psicodelia es la adaptación del ingles psychedelia, neologismo formado a partir de las palabras griegas psyché, "alma" y délomai, "manifestar". En una carta dirigida a Aldous Huxley, el científico Humphry Osmond acuñó la palabra psychedelic, que se puede traducir como "que hace manifestarse al alma".


Las puertas de la percepción (frag.)
por
Aldous Huxley





(...) Media hora después de tomada la droga advertí una lenta danza de luces doradas. Poco después hubo sinuosas superficies rojas que se hinchaban y expandían desde vibrantes nódulos de energía, unos nódulos vibrantes, con una vida ordenada, continuamente cambiante. En otro momento, cuando cerré los ojos, se me reveló un complejo de estructuras grises, dentro del que surgían esferas azuladas que iban adquiriendo intensa solidez y, una vez completamente surgidas, ascendían sin ruido hasta perderse de vista. Pero en ningún momento hubo rostros o formas de hombres o animales. No vi paisajes, ni espacios enormes, ni aparición y metamorfosis mágicas de edificios, ni nada que se pareciera ni remotamente a un drama o una parábola. El otro mundo al que la mescalina me daba entrada no era el mundo de las visiones; existía allí mismo, en lo que podía ver con los ojos abiertos. El gran cambio se producía en el campo objetivo.
Tomé la píldora a las once. Hora y medía después estaba sentado en mi estudio, con la mirada fija en un florerito de cristal. Este florero contenía únicamente tres flores: una rosa Bella de Portugal completamente abierta, de un rosado de concha, pero mostrando en la base de cada pétalo un matiz más cálido y vivo; un gran clavel de color magenta y crema; y, pálida púrpura en el extremo de su tallo roto, la audaz floración heráldica de un iris. Fortuito y provisional, el ramillete infringía todas las normas del buen gusto tradicional. Aquella misma mañana, a la hora del desayuno, me había llamado la atención la viva disonancia de los colores. Pero no se trataba ya de esto. No contemplaba ahora unas flores dispuestas del modo desusado. Estaba contemplando lo que Adán había contemplado la mañana de su creación: el milagro, momento por momento, de la existencia desnuda.
-¿Es agradable?- preguntó alguien. Durante esta parte del experimento se registraban todas las conversaciones en un dictáfono y esto me ha permitido refrescar mi memoria.
-Ni agradable ni desagradable -contesté-. Simplemente, es.
Istigkeit... ¿No era esta la palabra que agradaba a Meister Eckhart? "Ser-encía". El ser de la filosofía platónica, salvo que Platón parece haber cometido el enorme y absurdo error de separarlo del devenir e identificarlo con la abstracción matemática de la Idea. El pobre hombre no hubiera podido ver nunca un ramillete de flores brillando con su propia luz interior... nunca hubiera podido percibir que lo que la rosa, el iris y el clavel significaban tan intensamente era nada más, y nada menos, que lo que eran, una transitoriedad que era sin embargo vida eterna, un perpetuo perecimiento que era al mismo tiempo puro Ser, un puñado de particularidades insignificantes y únicas en las que cabía ver, por una indecible y sin embargo evidente paradoja, la divina fuente de toda existencia.
Continué en contemplación de las flores y, en su luz viva, creí advertir el equivalente cualitativo de la respiración, pero de una respiración sin retorno al punto de partida, sin reflujos recurrentes, con sólo un reiterado discurrir de una belleza a una belleza mayor, de un hondo significado a otro todavía más hondo. Me vinieron a la mente palabras como Gracia y Transfiguración y esto era, desde luego, lo que las flores, entre otras cosas, sostenían. Mi vista pasó de la rosa al clavel y de esta plúmea incandescencia a las suaves volutas de amatista sentimental que era el iris. La Visión Beatífica, Sat Chit Anada, Ser-Conocimiento-Bienaventuranza... Por primera vez comprendí, no al nivel de las palabras, no por indicaciones incoadas o a lo lejos, sino precisa y completamente, a qué hacían referencia estas prodigiosas sílabas. Y luego recordé un pasaje que había leído en uno de los ensayos de Suzuki: "¿Qué es el Dharma-Cuerpo del Buda?" (El Dharma-Cuerpo del Buda es otro modo de decir Inteligencia, Identidad, el Vacío, la Divinidad). Quien formula la pregunta es un fervoroso y perplejo novicio en un monasterio Zen. Y con la rápida incoherencia de uno de los Hermanos Marx, el Maestro contesta: "El seto al fondo del jardín." El novicio, en la incertidumbre, indaga: "Y el hombre que comprende esta verdad ¿qué es, puede decírmelo?" "Groucho" le da un golpecito en el hombro con el báculo y contesta: "Un león de dorado pelaje."
Cuando lo leí, no fue para ni más que desatino con algo dentro, vagamente presentido. Ahora, todo era claro como el día, evidente como Euclides. Desde luego, el Dharma-Cuerpo del Buda era el seto al fondo del jardín. Al mismo tiempo y de modo no menos evidente, era estas flores y cualquier otra cosa en que Yo -o mejor dicho, el bienaventurado No-Yo, liberado por un momento de mi asfixiante abrazo- quisiera fijar mi vista. Los libros, por ejemplo, que cubrían las paredes de mi estudio. Como las flores, brillaban cuando los miraba, con colores más vivos, con un significado más profundo. Había allí libros rojos como rubíes, libros esmeralda, libros encuadernados en blanco jade; libros de ágata, de aguamarina, de amarillo topacio; libros de lapislázuli de color tan intenso, tan intrínsecamente significativos, que parecían estar a punto de abandonar los anaqueles para lanzarse más insistentemente a mi atención. -¿Qué me dice de las relaciones espaciales? -indagó el investigador, mientras yo miraba a los libros.
Era difícil la contestación. Verdad era que la perspectiva parecía rara y que se hubiera dicho que las paredes de la habitación no se encontraban ya en ángulos rectos. Pero esto no era lo importante. Lo verdaderamente importante era que las relaciones espaciales habían dejado de importar mucho y que mi mente estaba percibiendo el mundo en términos que no eran los de las categorías espaciales. En tiempos ordinarios, el ojo se dedica a problemas como: ¿Dónde?, ¿A qué distancia? ¿Cuál es la situación respecto a tal o cual cosa? En la experiencia de la mescalina, las preguntas implícitas a las que el ojo responde son de otro orden. El lugar y la distancia dejan de tener mucho interés. La mente no tiene su percepción en función de la intensidad de la existencia, de la profundidad del significado, de relaciones dentro de un sistema. Veía los libros, pero no estaba interesado en las posiciones que ocupaban en el espacio. Lo que advertía, lo que se grababa en mi mente, ya que todos ellos brillaban con una luz viva y que la gloria era en algunos de ellos más manifiesta que en otros. En relación con esto la posición y las tres dimensiones quedaban al margen. Ello no significaba, desde luego, la abolición de la categoría de espacio. Cuando me levanté y caminé pude hacerlo con absoluta normalidad, sin equivocarme en cuanto al paradero de los objetos El espacio seguía allí. Pero había perdido su predominio. La mente se interesaba primordialmente no en las medidas y las colocaciones, sino en el ser y el significado. Y junto a la indiferencia por el espacio, había una indiferencia igualmente completa por el tiempo. -Se diría que hay tiempo de sobra. -Era todo lo que contestaba cuando el investigador me pedía que le dijera lo que yo sentía a cerca del tiempo.
Había mucho tiempo, pero no importaba saber exactamente cuánto. Hubiera podido, desde luego, recurrir a mi reloj, pero mi reloj, yo lo sabía, estaba en otro universo. Mi experiencia real había sido, y era todavía, la de una duración indefinida o, alternativamente, de un perpetuo presente formado por un apocalipsis en continuo cambio.
El investigador hizo que mi atención pasara de los libros a los muebles. Había en el centro de la habitación una mesita de máquina de escribir; más allá, desde mi punto de vista, habla una silla de mimbre y, más allá todavía, una mesa. Los tres muebles formaban un complicado dibujo de horizontales, verticales y diagonales, un dibujo que resultaba más interesante por el hecho mismo de que no era interpretado en función de relaciones espaciales. Mesita, silla y mesa se unían en una composición que parecía alguna pintura de Braque o Juan Gris, una naturaleza muerta que, según se advertía, se relacionaba con el mundo objetivo; pero expresándolo sin profundidad y sin ningún afán de realismo fotográfico. Yo miraba mis muebles, no como el utilitario que ha de sentarse en sillas y escribir o trabajar en mesas, no como el operador cinematográfico o el observador científico, sino como el puro esteta que sólo se interesaba en las formas y en sus relaciones con el campo de la visión o el espacio del cuadrado. Pero, mientras miraba, esta vista puramente estética de cubista fue reemplazada por lo que sólo se puede describir como "la visión sacramental de la realidad". Estaba de regreso donde había estado al mirar las flores, de regreso en el mundo donde todo brillaba con la luz interior y que era infinito en su significado. Las patas de la silla, por ejemplo, ¡Que maravillosamente tubulares eran, que sobrenaturalmente pulidas!. Pasé varios minutos - ¿o fueron siglos?-, no en mera contemplación de estas patas de bambú, sino realmente siendo ellas o, mejor dicho, siendo yo mismo en ellas o, todavía con más precisión -pues "yo" no intervenía en el asunto, como tampoco, en cierto modo, "ellas"-, siendo mi No-mismo en él No-misma que era la silla.
Al reflexionar sobre mi experiencia, me sentí de acuerdo con el eminente filósofo de Cambridge Dr. C. D. Broad en que "haríamos bien en considerar con más seriedad que hasta ahora el tipo de teoría que Bergson presentó en relación con la memoria y la percepción de los sentidos". Según estas ideas la función del cerebro, el sistema nervioso y los órganos sensoriales es principalmente eliminativa, no productiva. Cada persona, en cada momento, es capaz de recordar cuanto le ha sucedido y de percibir cuanto está sucediendo en cualquier parte del universo. La función del cerebro y del sistema nervioso es protegernos, impedir que quedemos abrumados y confundidos, por esta masa de conocimiento en gran parte inútiles y sin importancia, dejando fuera la mayor parte de lo que de otro modo percibiríamos o recordaríamos en cualquier momento y admitiendo únicamente la muy reducida y especial selección que tiene probabilidades de sernos prácticamente útil. Conforme a esta teoría, cada uno de nosotros es potencialmente Inteligencia Libre. Pero, en la medida en que somos animales, lo que nos importa es sobrevivir a toda costa. Para que la supervivencia biológica sea posible, la Inteligencia Libre tiene que ser regulada mediante la válvula reducidora del cerebro y del sistema nervioso. Lo que sale por el otro extremo del conducto es un insignificante hilillo de esa clase de conciencia que nos ayudará a seguir con vida en la superficie de este planeta determinado. Para formular y expresar el contenido de este reducido conocimiento, el hombre ha inventado e incesantemente elaborado esos sistemas de símbolos y filosofías implícitas que denominamos lenguajes. Cada individuo se convierte enseguida en el beneficiario y la víctima de la tradición lingüística en la que ha nacido: el beneficiario en cuanto el lenguaje procura acceso a las acumuladas constancias de la experiencia ajena y la víctima en cuanto le confirma en la creencia de que ese reducido conocimiento es el único conocimiento y en cuanto deja hechizado su sentido de la realidad, en forma que cada cual se inclina demasiado a tomar sus conceptos por datos y sus palabras por cosas reales. Lo que, en el lenguaje de la religión se llama "este mundo" es el universo del conocimiento reducido, expresado y, por decirlo así, petrificado por el lenguaje. Los diversos "otros mundo" con los que los seres humanos entran de modo errátil en contacto, son otros tantos elementos de la totalidad del conocimiento pertenecientes a la Inteligencia Libre. La mayoría de las personas sólo llegan a conocer, la mayor parte del tiempo, lo que pasa por la válvula reductora y está consagrado como genuinamente real por el lenguaje del lugar. Sin embargo, ciertas personas parecen nacidas con una especie de válvula adicional que permite trampear a la reductora. Hay otras personas que adquieren transitoriamente el mismo poder, sea espontáneamente sea como resultado de "ejercicios espirituales", de la hipnosis o de las drogas. Gracias a estas válvulas auxiliares permanentes o transitorias discurre, no, desde luego, la percepción de "cuando está sucediendo en todas las partes del universo -pues la válvula auxiliar no suprime a la reductora que sigue excluyendo el contenido total de la Inteligencia Libre-, sino algo más -y sobre todo algo diferente del material utilitario-, cuidadosamente seleccionado, que nuestras estrechas inteligencias individuales consideran como un cuadro completo, o por lo menos suficiente, de la realidad.
El cerebro cuenta con una serie de sistemas de enzimas que sirven para coordinar sus operaciones. Algunas de estas enzimas regulan el suministro de glucosa a las células cerebrales. La mescalina impide la producción de estas enzimas determinadas y disminuye así la cantidad de glucosa a disposición de un órgano que tiene una constante necesidad de azúcar. ¿Qué sucede cuando la mescalina reduce la normal ración de azúcar del cerebro? Son muy pocos los casos que han sido observados y esto impide que se pueda dar ya una contestación concluyente. Pero lo que sucede a la mayoría de los pocos que han tomado mescalina bajo fiscalización puede ser resumido como dije:
1º La capacidad de recordar y de "pensar bien" queda poco o nada disminuida. Cuando escucho las grabaciones de mi conversación bajo la influencia de la droga, no advierto que haya sido entonces más estúpido que en tiempo ordinario.
2º Las impresiones visuales se intensifican mucho y el ojo recobra parte de esa inocencia perceptiva de la infancia, cuando el sentido no está inmediata y automáticamente subordinado al concepto. El interés por el espacio disminuye y el interés por el tiempo casi se reduce a cero.
3º Aunque el intelecto no padece y aunque la percepción mejora muchísimo, la voluntad experimenta un cambio profundo y no para bien. Quien toma mescalina no ve razón alguna para hacer nada determinado y juzga carentes de todo interés la mayoría de las causas por las que en tiempos ordinarios estaría dispuesto a actuar y sufrir. No puede molestarse por ellas, por la sencilla razón de que tiene cosas mejores en que pensar.
4º Estas cosas mejores pueden ser experimentadas -como yo las experimenté- "ahí afuera" o "aquí adentro", o en ambos mundos, el interior y el exterior, simultánea o sucesivamente. Que son cosas mejores resulta evidente para todo tomador de mescalina que acuda a la droga con un hígado sano y un ánimo sereno.
Estos efectos de la mescalina son de la clase de los que cabría esperar que siguieran a la administración de una droga capaz de menoscabar la eficiencia de la válvula reducidora del cerebro. Cuando el cerebro se queda sin azúcar, el desnutrido ego se siente débil, se resiste a empender los necesarios quehaceres y pierde todo su interés en la relaciones espaciales y temporales que tanto significan para un org
anismo deseoso de ir tirando en este mundo. Cuando la Inteligencia Libre se cuela por la válvula que ya no es hermética, comienzan a suceder toda clase de cosas biológicamente inútiles. En algunos casos, se pueden tener percepciones extrasensoriales. Otras personas descubren un mundo de belleza visionaria. A otras más se les revelan la gloria, el infinito valor y la plenitud de sentido de la existencia desnuda, del acontecimiento tal cual, al margen del concepto. En la fase final de la desaparición del ego -y no puedo decir si la ha alcanzado alguna vez algún tomador de mescalina-, hay un "oscuro conocimento" de que Todo está en todo, de que Todo es realmente cada cosa. Yo supongo que esto es lo más que una inteligencia finita puede de acercarse a "pecibir cuanto esté sucediendo en todas las partes del universo".




Lecturas:

Aldous Huxley, Las puertas de lapercepción. Edhasa 1979
William Blake, El matrimonio del cielo y del infierno. Ediciones Hiperión 2007

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lunes, 22 de agosto de 2011

Hesperion XXI

Cuatro de los integrantes de Hesperion XXI. De iz. a der. Jordi Savall, Driss El Maloumi, Pedro Estevan y Dimitris Psonis.


De entre los conciertos programados por el Festival Internacional de Santander a los que he tenido el placer de asistir esta temporada, destaco el que tuvo lugar el pasado día 11 de este mes en la iglesia de San Pedro de la localidad cántabra de Tudanca, pueblo montañés cercano al lugar donde los últimos años suelo ir a veranear. Bajo el título de Del canto llano a las estampidas, el cuarteto formado por integrantes de la agrupación Hesperion XXI dirigido por Jordi Savall, ofrecieron a un público que llenaba a rebosar el bello recinto para la ocasión, un repertorio de música instrumental que sirvió para dar muestra de la riqueza y diversidad cultural del medievo europeo. Fue para mi un acontecimiento especial, pues hace ya tiempo que sigo la música que edita este grupo pero nunca antes había podido disfrutarla directamente en un escenario. Entre las piezas interpretadas se encontraban obras arabo-andaluzas, sefardíes, alguna composición de Alfonso X el Sabio, anónimos de Tradición Oriental, danza turca, entre otras ya clásicas del repertorio medieval como el Lamento de Tristán. En el programa de mano se anunciaba la participación de Jordi Savall con la Lira de arco, la viella y el rebab (a los que sumó la viola da gamba), Driss El Maloumi al laud (oud) y Pedro Esteban con la percusión, pero a última hora se sumó también Dimitri Psonis con el santur y el saz (algo que todos los espectadores agradecimos mucho con aplausos).
En unas notas del programa Jordi Savall escribe:


"Las estampidas son formas instrumentales de canción danzada que aparecen alrededor del siglo XII y que vienen a ser como la estela instrumental del canto llano vocal, aunque ya en el siglo X aparecen en el ámbito europeo las primeras representaciones de instrumentos pulsados y con arco en los manuscritos mozárabes de origen hispánico del Beato de Liébana (
c. 920-930) y en diferentes manuscritos catalanes como la Biblia de Santa María de Ripoll.
En el siglo XIV se representaban ya en todas partes, como describe Juan Ruiz, el arcipreste de Hita en su famoso Libro de buen amor (c. 133o).
El mundo occidental, con la excusa de un progreso incierto, no ha sabido ni podido conservar gran cosa de su patrimonio organológico (instrumental) antiguo, aunque sí ha sabido preservar las obras más significativas de su patrimonio musical escrito gracias a la invención de la notación musical.
Cabe recordar que hasta la invención de la polifonía y la harmonía, en la Península Ibérica compartimos especialmente un lenguaje musical próximo -propio de la escritura monódica-, como consecuencia de más de siete siglos de coexistencia de las tres culturas fundamentales del mundo mediterráneo: la judía, la musulmana y la cristiana."


Desde hace más de treinta años Jordi Savall desarrolla una actividad musical como intérprete de viola da gamba y otros instrumentos de cuerda antiguos, pedagogo (algo que suele poner en práctica en sus conciertos por lo que pude ver), además de investigador y creador de nuevos proyectos, situándose en la escena internacional como uno de los principales generadores del interés actual despertado hacia la música antigua, demostrando que ésta no tiene por qué ser elitista, abriéndose a un público cada vez más joven y numeroso. Es fundador entre otras agrupaciones musicales de
Hesperion XXI, nombre enraizado con Hesperia, que denominaba a las dos penínsulas más occidentales de Europa: la Itálica y la Ibérica. En griego antiguo, Hesperio significaba "originario de una de estas dos penínsulas" y también era el nombre que se daba al planeta Venus cuando aparecía de noche por Occidente.

En este vídeo vemos a Jordi Savall interpretando el mencionado Lamento de Tristán grabado en otro concierto:

http://www.youtube.com/watch?v=B4bsuqas5EI

Y en este otro una grabación realizada en el Monasterio de Santes Creus de Tarragona en el año 2007 con algunos de los temas que aparecen en el disco Estampies & Danses Royales editado por Alia Vox. Una delicia, para dejarse enamorar... Espero que la disfrutéis: