Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

****************************************************

jueves, 23 de diciembre de 2010

El Icono de la Natividad



Villancico

Noche pálida y oscura, vete al punto de aquí
y honra este día
que ve diciembre convertido en mayo.
¿Por qué sonríe la fría mañana de invierno
como un campo de trigo?
¿O huele, de repente, como pradera segada?
Acércate y comprueba
la causa de tanta fragancia.

Robert Herrick


El Icono de la Natividad, por Jean Hani


El icono de la Natividad constituye una síntesis teológica y metafísica notable expresada en un rico simbolismo.
El icono no está centrado en la cuna, sino en la gruta, la caverna rocosa. Esto, por lo demás, está en conformidad con la realidad histórica y geográfica, pues Cristo nació en una gruta, abierta en la ladera de una colina de Belén, que era usada por pastores. Ahora hay una célebre basílica encima de esta gruta, que se encuentra en el crucero.
El esquema general del icono es el siguiente: casi todo el campo de la imagen está ocupado por una montaña triangular, que se levanta hasta el cielo. En medio de la montaña se abre una caverna oscura en la que está acostado el Niño; por el eje de la montaña, baja el rayo de luz de una estrella. La Virgen-Madre, muy grande, a veces incluso gigantesca, está tendida al pie de la montaña, formando cuerpo con ella, por decirlo así. A cada lado del pico montañoso, donde crecen algunos árboles, están los Ángeles; abajo en la caverna, el buey y la mula, y, en la ladera de la montaña, los pastores y, llegado el caso, los Reyes Magos. El conjunto, muy hierático, nos introduce inmediatamente en el ambiente de un misterio suprahumano, por mediación de los diversos temas y objetos que hemos enumerado y que tienen, todos, significado simbólico.
En primer lugar la gruta, la caverna. Si Cristo nació en una gruta, es evidente que eso no se devió a la casualidad, que por lo demás es una palabra vacía de sentido. Lo mismo se ha de decir de su muerte en la cruz y la montaña del Gólgota. Aparte de su aspecto histórico, estos hechos tienen valor de signo. La caverna, a menudo asociada a la montaña, ha sido siempre y en todas partes un símbolo sagrado de primera importancia. Oscura y misteriosa, ha sido tumba y santuario. Tumba efectiva, pues durante largo tiempo se enterraba en cavernas, pero también y sobre todo tumba ritual, donde era recluido el neófito antes de ser iniciado en los misterios; con eso se quería decir que aquel hombre moría a la vida profana para renacer a una vida superior, porque la caverna, que es imagen de la Tierra Madre, también es imagen del seno materno donde se forma el niño. Por otra parte, la caverna era a menudo santuario, pues se la consideraba la imagen del mundo; en particular, simboliza el polo oscuro de la Creación, la "prima materia", la matriz universal, cuya imagen más accesible es la tierra (como elemento). Comentando el cuadro de Leonardo da Vinci "La virgen de las rocas" (Louvre), en el que se ve a la Virgen, el Niño Jesús y San Juan Bautista en una gruta, Marcel Brión nos dice: "Es la gruta de los orígenes, la matriz universal a la que la vida de cada ser y la vida del universo entero viene a obtener nuevas resurrecciones". En cuanto a la montaña, en el seno de la cual se abre la caverna, es otro símbolo del mundo, más completo y más luminoso; alzando la punta de su triángulo hacia el cielo, simboliza la creación en su movimiento ascensional hacia la luz celestial, movimiento de retorno al Creador. He aquí por qué hay santuarios en las montañas santas, que son las formas visibles de la gran Montaña cósmica, igual que hay santuarios en las cavernas. Además, la montaña constituye un símbolo axial, puesto que, como las dimensiones de la tierra son poco menos que desdeñables con respecto a la dimensión cósmica, el eje de la pirámide por una montaña cualquiera se confunde particularmente con el Eje del mundo, que pasa por el polo terrestre y el polo celeste (estrella Polar). Este eje inmóvil es una imagen sensible de Dios, "motor inmóvil" de la Creación. Puede decirse que el conjunto montaña-caverna, oscuro, representa abajo el polo tenebroso del mundo; la montaña, y sobre todo su cumbre, ofrecida al cielo, representa el polo luminoso.
Se vislumbra así el sentido profundo del icono de la Natividad. El Niño de Dios, en la caverna cósmica, que significa el mundo terreno, y el eje luminoso del rayo estelar que desciende a lo largo de la montaña para atravesar las paredes de la caverna e iluminarla son una síntesis poderosa del misterio de la Encarnación. Es el descenso del Verbo Divino a las "partes inferiores de la tierra", como dice el Apóstol, hasta el centro oscuro de la Naturaleza a fin de iluminarla, pues "tiene que llenarlo todo", conforme a las palabras de las Escrituras: Lux in tenebris lucet, "la Luz (del Verbo) brilla en las tinieblas" (jn, 1, 5). Eso es lo que simboliza el "momento" de la natividad: se produce a medianoche, según el ciclo diurno, y en el solsticio de invierno, según el ciclo anual, pues el solsticio de invierno está considerado en cierto modo la "medianoche" del año; así, el introito de la misa en la víspera de la Epifanía, que forma una sola fiesta con la Navidad, dice magníficamente: "Mientras el mundo entero estaba enterrado en el silencio y la noche estaba en medio de su curso, tu Verbo todopoderoso, Señor, descendió de Su regio trono del cielo"; y, en la misa del día de Navidad, la lectura del Evangelio es la del Prólogo de San Juan, donde precisamente se dice: Lux in tenebris lucet. Señalaremos de paso que la Crucifixión y la Ascensión, en cambio, se llevan a cabo a mediodía: de "medianoche" a "mediodía", ese es el trayecto de la redención que hace que el hombre y el mundo pasen de las tinieblas a la luz. El hecho de que la fiesta de Navidad está fijada el 25 de diciembre es significativo, pues esta fecha corresponde al solsticio de invierno, el punto en que el sol, llegado a lo más bajo de su curso anual, comienza a elevarse en el cielo; esta "puerta solsticial" era llamada en la Antigüedad la "puerta de los dioses", nos dice Porfirio, o sea el paso por donde se accede a los estados superiores. Enseguida se comprende lo maravillosamente bien que se aplica este simbolismo a Cristo, que es el "Sol de justicia" cuyo nacimiento fue saludado como el del "astro que nace Arriba para iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz" (Lc., 1, 78-79). El Verbo divino recoge la creación entera, que comienza igualmente con la explosión de la luz del Fiat Lux sobre las tinieblas de las Aguas primordiales (Gén., 1, 1-2); se vuelven a Sí mismo, por decirlo así, en lo más profundo de la materia del mundo, conforme al proceso de encarnación de todo hombre -que también "cae" en la materia y el cuerpo-, para que, en lo más profundo de todas las cosas y de todos los seres, brille de nuevo la Luz del Verbo, que también es la Vida (jn., 1, 4). "La caverna -canta una oda litúrgica bizantina para la fiesta de Navidad- se ha convertidoen un cielo".
Un símbolo tan capital como el que estudiamos nunca una sola interpretación. Habría mucho que decir sobre la figura de la Virgen, que en el icono casi se confunde con la tierra y la montaña. El artista sagrado quiso ciertamente poner aquí de relieve el aspecto terrestre, o más exactamente "ctónio" de la Madre de Dios: es la Madre universal, que ofrece a Cristo su substancia con miras a la Encarnación. En la liturgia, por otra parte, se asimila varias veces a la Santísima con la montaña; por ejemplo en los pasajes de oficio (bizantino) de la Virgen: "Oh Madre de Dios, tú eres la montaña de donde se ha sacado una piedra indestructible que ha roto las puertas del infierno". Esta invocación se inspira en un versículo del profeta Daniel, y la "piedra sacada de la montaña" designa evidentemente a Cristo, conforme a la interpretación mesiánica tradicional de este pasaje del profeta. Cristo es la piedra, la roca de la que mana el agua de la Vida. Por eso, a la entrada de la gruta de Belén, se muestra la fuente que brotó de la tierra en el momento de la Natividad.
Un elemento esencial del icono de la Natividad es la estrella. No entraremos a tratar los problemas históricos o geográficos planteados a este respecto, y no retendremos de esta estrella más que su significado simbólico, que es lo esencial. Como deciamos antes la estrella y su rayo corresponden a la Estrella Polar y al Eje del Mundo. Este eje, que pasa por la gruta, significa por tanto que la gruta está situada en el centro del mundo, lugar de comunicación entre Arriba y Abajo, el Cielo y la Tierra, y que Cristo está en el Centro del mundo por su función de "Rey del Mundo". Interviene aquí otro simbolismo, el de los Reyes Magos. Los Magos "vienen de Oriente" (mt., 2, 1); venían sin duda, históricamente, de los parajes de Irán y del Asia central, es decir, de una zona tradicional no semítica: indoeuropea. Para limitarnos a lo esencial, diremos, siguiendo a René Guénon, que los tres magos son representantes de la tradición ortodoxa primordial y representan las tres funciones fundamentales del Trighuvana: la de rey, la de sacerdote y la de profeta, simbolizadas por el oro, el incienso y la mirra. Ofreciendo estos tres presentes al Niño Dios, lo designan expresamente como rey, sacerdote y profeta, es decir, como Señor supremo, lo cual corresponde al título tradicional de "Rey del Mundo".

Natividad, s. VII

El conjunto de los diferentes temas que aparecen alrededor de la Gruta pone de relieve esta supremacía del Niño Dios, que no es otro que el Verbo Divino. En el cielo, a uno y otro lado del eje luminoso, aparecen los Ángeles, que representan el mundo celestial, mientras que abajo, en la montaña o en la tierra, se ven hombres, en forma de pastores; si se añaden los árboles en la ladera de la montaña, así como el buey y el asno, nos damos cuenta de que la composición del cuadro reúne los representantes de toda la escala de los seres, repartidos entre el Cielo y la Tierra. Así, el icono constituye una poderosa síntesis cósmica, una visión espiritual del mundo centrada en Cristo, "recapitulación de la creación", cuyo descenso restablece la armonía esencial entre Arriba, donde "se gloria a Dios", y Abajo, donde "se da paz a los hombres". Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus.(...)
Para terminar, simplemente haremos unas cuantas observaciones con respecto a la estrella y la gruta, observaciones que permitirán penetrar mejor en la inteligencia del misterio del divino nacimiento. En Occidente, la estrella de los "pesebres" suele tener cinco puntas; en Oriente tiene seis. Esta estrella de seis puntas, que no es otra que el "Sello de Salomón", está además en relación con el simbolismo complementario de la montaña y de la caverna; y es que los dos triángulos invertidos del sello corresponden respectivamente, el superior, a la pirámide de la montaña, y el inferior, al esquema de la gruta. Este simbolismo expresa la unión del mundo celestial y el mundo terrenal, y por tanto el Hombre el Hombre Universal. La estrella de cinco puntas está en relación directa con el hombre individual. Aplicadas a Cristo, estas dos estrellas se refieren a las dos naturalezas que hay en Él.
Hubo varias grutas que desempeñaron un papel importante en la vida de Cristo: la gruta de la Anunciación, la de la tentación, la de Getsemaní y la del Gólgota. Esta última merece retener la atención para el tema que nos ocupa. En el peñón del Gólgota, casi debajo mismo del agujero donde se plantó la Cruz, se extiende una caverna convertida en capilla dedicada a Adán. Según la tradición hebraica, recibida por algunos padres de la Iglesia, como San Ambrosio, en aquella gruta fue enterrado el craneo de Adán, que había conservado Noé y que dejó Sem en aquel lugar, donde sabía que iba a morir el Mesías. En el momento de la muerte de Cristo, cuentan que se rajó la roca y que por allí corrió la sangre para lavar las culpas del primer hombre.

Craneo de Adán, detalle de La Crucifixión (1435) de Fra Angélico


Esta escena, cuyo valor "histórico" no importa aquí, constituye el epílogo natural de la escena de la Natividad, y constituye también un tema tradicional del arte cristiano oriental. En ambos casos, hay una caverna en el seno de la Montaña; en la Natividad, el Verbo se encarna en la caverna, centro del mundo, haciéndose semejante a Adán, sale simbólicamente de la caverna para subir a la montaña (del Calvario), donde, por medio de la Cruz, restablece la comunicación entre el Cielo y la Tierra, y arrastra hacia la cumbre de la montaña y al Cielo a los hijos de Adán encerrados en la caverna: "Cuando sea levantado de la tierra, todo lo atraeré a mí".
Se podrían decir muchas otras cosas sobre las diversas aplicaciones del simbolismo de la gruta sagrada. Señalaremos tan sólo, para terminar, el lazo que existe entre la imagen de la caverna y la del corazón. En todas las tradiciones, el corazón del hombre se asimila a la caverna; asimilación basada en la analogía de estructura entre la gruta y el órgano físico, interiormente ahuecado en alveolos cavernosos y, por otra parte, en el hecho de que el corazón es el centro del ser, lo mismo que la caverna es el centro del mundo. Vemos así como funciona en este campo la analogía universal entre el macrocosmo y el microcosmo. En el orden microcósmico, el corazón es el centro, no sólo físico, sino también sutil y espiritual del hombre, el "lugar" en el que el hombre se encuentra con la Divinidad. "Debes saber -dice un texto indú- que este Agni, que es el fundamento del mundo eterno, y por el cual éste puede ser alcanzado, está oculto en la caverna (del corazón)"
Así, la escena de la Natividad, tal como se describe en el icono, significa a un tiempo, en el plano macrocósmico el nacimiento del Verbo en el mundo y, en el plano microcósmico, el nacimiento del Verbo en el corazón del hombre, que es el lugar del "segundo nacimiento", así como la caverna es el lugar ritual de este segundo nacimiento en ciertos rituales iniciáticos. El corazón del hombre se convierte en la gruta en la que nace Cristo interiormente a fin de transformar todo su ser. Un himno de la Iglesia latina, para el oficio de Laudes en tiempo de Navidad, canta: "Niño divino, ven a nacer en nuestro corazón"; haciendo eco, según parece, a este versículo de la II Epístola de San Pedro (1, 9) que nos invita a esperar que "se levante la Estrella en nuestros corazones", igual que se levantó sobre la gruta sagrada de Belén.



Fragmentalia desea a sus lectores una Luminosa Natividad y lo mejor para el 2011



Lecturas:


Jean Hani, Mitos, ritos, símbolos, los caminos hacia lo invisible. Olañeta editor

René Guénon, Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada. Paidos Orientalia 2002


Entradas relacionadas en este blog:



.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La Piedra del Sabio

El Toro Sabio


"Vivimos sólo para descubrir la belleza. Todo lo demás es una forma de espera."

Khalil Gibrán



El toro que parece meditar, sobre el acelerado mundo que gira a su alrededor en el centro de la laberíntica metrópoli, fue testigo del emotivo e improvisado encuentro que pude disfrutar con los amigos del románico. Saludables e incansables viajeros con quienes me crucé en su peregrinar hacia un nuevo destino, navegantes orientados por la brújula de la intuición, inspirados por el viento que los impulsa a desvelar lo oculto en piedras milenarias. Viaje sin tregua el suyo por las rutas del medievo, reflejo acaso de ese otro viaje interior por geografías místicas de los buscadores que, de círculo en círculo, paso a paso, a través de las moradas más profundas del alma, apuntan siempre hacia el Centro donde se halla La Piedra del Sabio.
Y es así como se titula el texto que Ramón del Valle-Inclán dirige a todos los peregrinos-buscadores que me gustaría compartir. Pertenece al último capítulo de su obra La lampara maravillosa, que recie
ntemente releía animado por la referencia que se hacía de él en la bella entrada de una web amiga. Las fuentes que nutren esta obra se encuentran en la tradición metafísica de oriente y occidente, con reminiscencias de doctrinas pitagóricas e hinduistas, y conceptos que recuerdan al Taoísmo, Budismo Zen, Cábala, Astrología... llenando con destellos de esta perenne sabiduría, lo que podría considerarse un tratado artístico en el que irán apareciendo experiencias de su trayectoria Creativo-Espiritual.
Hago notar que cuando en él habla de "alma estética", yo lo entendería como "alma contemplativa".

Y sin más preámbulos, y como se diría en los cosos taurinos, ¡Va por ustedes!



La Piedra del Sabio, por Ramón del Valle-Inclán


Anocheciendo, cuando bajaba del monte hacia mi casa, impensadamente, en el trillado del sendero di con una sierpe partida en dos pedazos que se retorcían sobre la arena. Una piedra estaba en medio del paso, y un pastor sobre las bardas. Sentí repugnancia, algo como grima agorera, y me detuve queriendo penetrar el sentido oculto de aquella sierpe cercenada que se retorcía sobre mi camino por volver a juntarse en sus pedazos. Atemorizado, hallé el símbolo de la vida; también estaba rota, también se debatía bajo la losa de los remordimientos. Y al caminar de nuevo, puesto a pensar en los afanes de otro tiempo, los miré tan ajenos que casi no me parecieron míos. Pero las negras horas del pecado aún tenían una palpitación de sangre, y recordé a la sierpe que se retorcía sobre el sendero del monte, y tuve miedo de que se juntasen sus pedazos. Acaso hubiera vuelto atrás, pero se me representó el pastor sobre las bardas, dorado por el sol poniente como un arcangel, y solamente hice la señal de la cruz.(...)

Piedra central del círculo formado en su origen por 30 piedras de las que actualmente se conservan 15. Stapeley Hill, Inglaterra, Edad de Bronce.


A lo largo de los caminos por donde he ido, queda mi sombra en velos invisibles para los ojos mortales; presiento el sentido eterno de mis acciones, tengo la intuición de sus círculos que han de ser cíclicos en carne espiritual. En este momento mi cadena de sombras sufre, llora y peca, como sufrí, lloré y pequé. Mi vida se repite en el mundo incorpóreo de los fantasmas, y cuando llegue la muerte, con el alma libre de la cárcel de barro, veré todo el pasado en el círculo eterno de las sombras mías. La forma carnal se despoja en todos los instantes de una parte impalpable de sí misma, y deja su rastro a lo largo del camino. Por donde una vez pasamos, allí perduramos. ¡Y todo perdura igual!

I

Mirar atrás con el dolor de haber vivido, es pasar bajo el arco de la muerte.


Ya Zenón de Elea había presentido que la flecha que vuela está inmovil, pero como era sofista no supo demostrarlo por los caminos de la verdad, y acudió a engañosas sutilezas. La eterna inmovilidad de la flecha no puede ser referida a la conjunción efímera con nuestros ojos, sino a la visión gnóstica que sólo alcanzan los iniciados, como enseña la ciencia alejándrina guardada en la Tabla Esmeralda. Hay siempre una estrella remota adonde los rayos de nuestra vida solar llegan al cabo de los siglos, y el espíritu allí desencarnado puede ver a la flecha partir del arco tenso, cuando ya se ha perdido en el mundo la memoria del arquero. (...)
Pero de la corona solar a mi cárcel mortal apenas llega un rayo; el haz que brota de la entraña encendida se quiebra infinitamente para llegar a mí, y el dardo de luz, mínima comprensión de la celeste esfera, es cuanto pueden alcanzar los ojos, que nacidos de la tierra son sobre la tierra dos gusanos. Del error con que los ojos conocen nace la falsa ideología de la línea recta y todo el engaño cronológico del mundo. El tiempo es como una metamorfosis del rayo del sol, un instante que vuela, mínima intuición de la esfera espacial y luminosa, como es la línea recta un punto que vuela, mínima intuición de la esfera geométrica y tangible. Siempre engañados, siempre ilusionados, nuestros ojos quebrantan los círculos solares para deducir la recta del rayo. Y paralelamente la conciencia quebranta el círculo de las vidas para deducir la recta del tiempo. Consideramos las horas y las vidas como yuxtaposiciones de instantes, como eslabones de una cadena, cuando son círculos concéntricos al modo que los engendra la piedra en la laguna. En vano sobre el camino por donde se alarga nuestra sombra, camino de tierra, queremos hallar los significados ocultos. En el rayo de sol se engendra el engaño de la línea recta, y el engaño de las horas. Son los sentidos fuentes de error más que de conocimiento, y de los círculos eternos que abren nuestras acciones no sabemos más que sabe la piedra cuando cae en el agua y abre sus círculos. (...)




II

Toda expresión suprema de belleza es un divino centro que engendra infinitos círculos.


El amor nace de la entraña cristalina del día. Los ojos que pudiesen aprisionar de una vez en sus cristales todos los rayos del sol, serían centros como esos divinos corazones clavados de espadas. Ya Máximo de Éfeso, en sus disputas con los cristianos, explicaban que la Luz es el Verbo. El Empíreo, en aquella teodicea alejandrina un poco candorosa, oscura y llena de símbolos, no era solamente la última de las doce esferas donde moran, entre espíritus angélicos, las almas desencarnadas de los filósofos y los héroes; era también el centro de la suma llama incorruptible, y el arcano del primer móvil. Todo el gnosticismo enseña que la materia sólo se actuó como sujeto de las formas, después de la luz, y que en la luz está la Universalidad. Para aquellos iniciados, como para los neoplatónicos que llevaron los mitos helénicos la última interpretación sabia, el sol es el Logos. ¡Los infinitos caminos de amor se abren en la clara entraña del día!
Recuerdo un caso de mi vida en que me sentí lleno de luz y de emoción musical, como si todo hubiese cambiado de repente en la percepción de mis sentidos. Yo estaba en la era llena de sol, y el viejo cachicán me trajo un puñado de trigo que con grandes encomios del agosto trasegó en la palma de mi mano, vertiéndolo en ramales por entre los dedos. Me cegó un tumulto de sangre y sentí en su latido la hermandad de mi carne con la tierra. La vía sacra del mundo se abría para mí, y me colmó el alma tan beato amor por aquel puñado de fruto tendido al sol en la palma de mi mano, tan mística intuición, tan gozosa eucaristía, que cada grano se me reveló distinto con otra promesa de simiente, con otra gracia de color y de forma. Un lostrego de sangre encendida me había puesto en los ojos la mirada inefable, la visión gnóstica que aún pide a mi ciencia de las palabras expresión distinta por cada grano. Y cuando al caer la tarde abandoné la era, de tornada por el sendero del monte, aún me estremecía aquel conocimiento místico que había tenido sobre una almuerza de trigo, y cavilaba que, logrado igual sobre todas las cosas del mundo, sería amoroso aniquilamiento en el numen solar que pauta el círculo de nuestras vidas. La beata visión tenía el vértigo de los abismos, mi carne sentía la voz oscura de su hermandad con el barro del mundo, y mi alma vislumbraba presente en todo cuanto existe aquel instante genesiaco que hizo conceptos sensibles en la clara entraña del día de las Divinas Ideas.
Es enorme y difusa la memoria con que el limo se reconoce y se junta a través de las infinitas metamorfosis. En vano la larva angélica cautiva al mirar, cautiva al conjeturar, siempre cautiva, quiere romper la ley geométrica y fatal que impuso al barro el Demiurgo. La lontananza que abarcan los ojos, esta regula de la tierra que pisan los pies. Como a la piedra y al árbol, me aprisionan el paraje donde reposo y el camino por donde peregrino. Alma mía, para estar en toda las cosas como la imagen en el fondo del espejo, que no puede ser separada, ama tu carcel y toda las cárceles, ama tu enigma y todos los enigmas. Alumbra en ti la triple llama, junta la voz sagrada del barro y la voz genética de la forma con el gemido de tu conciencia angélica. Interpreta el símbolo trino del mundo con la clave trina de tu humanidad, según enseña la palabra fragante de misterio, guardada en la Tabla Esmeralda. ¡Alma, si quieres sentirte creada y gozar la gracia edénica del primer instante, ama la Idea del Mundo en la Mente Divina y en el Verbo del Sol!


Clave de Bóveda en San Miguel de Foces, Ibieca (Huesca)


III

Toda mística, como toda la creación estética, es amor y luz.


El Universo se rige por una ley de sideral simpatía, la atracción en los astros es el amor en los organismos, y únicamente gira extravagante de esta norma aquel soberbio que no puede amar, como suspiraba la ardiente Teresa de Cepeda. La conciencia genética está eternizada en el barro del mundo por el numen de los sexos, y todo se halla sometido al círculo de las vidas y de las muertes, todo menos la creación estética, verbo espiritual que se perpetúa en influencias diversas de ella misma. La creación estética es una larva angélica. Fruto de la luz, como la clara entraña del día, puede ser comparada a una matriz cristalina, donde cada mirada penetra con distinto rayo y alumbra un mundo distinto. Toda expresión suprema de arte se resume en una palpitación cordial que engendra infinitos círculos, es un centro y lleva consigo la idea de quietud y de eterno devenir, es la beata aspiración. El alma, cuando, desnuda de sí, trueca su deseo egoísta en el universal deseo, se hace extática y se hace centro. Entonces el goce de nosotros mismos se aniquila en el goce de las Divinas Ideas. Solo Dios puede estar en las cosas y amarlas con plenitud, mejor que se aman ellas, porque su mente cifra la conciencia del mundo.
El centro es la unidad, y la unidad es la sagrada simiente del Todo. El centro, como unidad, saca de su entraña la tela infinita de la esfera, y sin mudanza y sin modo temporal se desenvuelve en la espresión geométrica inmutable y perfecta, sellada y arcana. La unidad no lleva mudanza a la esencia de los números, no se multiplica, pero guarda la posibilidad del infinito, porque el infinito es una expresión de ella misma.
El infinito y la unidad son modos del quietismo matemático y alegorías del quietismo teologal. En la esfera está la alegoría sensible de la gnóstca Tríada. El Paracleto se simboliza en la sagrada simiente del centro. El Demiurgo, en la universaliad de la forma. El Verbo, en el enlace de la forma y la esencia. El centro es la razón de la esfera, y la esfera, la forma fecunda que desenvuelve las infinitas posibilidades del centro. La expresión inmutable de la unidad se transforma en la espresión inmutable del Todo. Unidad Potencial es el centro, y la esfera, Unidad Actual. El Verbo es su enlace, la cópula eucarística realizada fuera del Tiempo.



El corazón que pudiese amar todas las cosas sería un Universo. Esta verdad, alcanzada místicamente, hace a los magos, a los santos y a los poetas: Es el oro filosofal de que habla simbólicamente el Gran Alberto: ¡La Piedra del Sabio! Todas las cosas bellas y mortales, cuando revelan su íntimo significado, se aparecen como pentáculos de los números solares. La creación estética es el milagro de la alusión y de la alegoría. Solamente los ojos del iniciado aciertan a mirar una oveja en el rebaño, como el pastor y como el lobo. Solamente el iniciado descubre la eternidad de los Destinos. En vano las imágenes del mundo cambian, trashuman, desaparecen, y en vano se suceden las vidas; el goce de amor es siempre uno para el alma que mora vestida de luz en el castillo hermético, purificada la visión interior hasta gozar de todas las cosas en la Eternidad de su Idea. El milagro del éxtasis engendra el Universo. La unidad, inmutable como la divina sustancia fecunda, saca de su entraña la expresión, también inmutable, de lo infinito. Sólo el número, llamado siempre a mudanza es plural.


Jardín Zen


IV

El alma estética deviene centro cuando ama sin mudanza y por igual todas las imágenes del mundo en las divinas normas.

La Mente Divina sella todo el conocimiento, toda la voluntad y todo el amor en una sola luz. Su reflejo, que alguna vez llega a los ojos ingenuos, en otro tiempo también se manifestó en los míos. Era gracia de amor por todas vidas y todas las formas, era gozo de estremecer y morir. Mis ojos, en aquella hora, estuvieron llenos de supremas intuiciones, pero al peregrinar por los caminos del mundo, creyendo conocer, cegaron, y la estela del milagro se quebró en ellos como el rayo de sol en el prisma triangular de cristal. Cuando caminé por caminos, cuando navegué por el mar, todo se desligó, como las letras sagradas de los exorcismos, por las artes de brujería. Alboreando a mozo, estuve lleno de violencia y desamor. Fui lobo en un monte de ovejas, y el divino reflejo de la idea Única se abrió en un haz de ideas menores. Después, el resto de la vida, ya fue andar a tientas para volver a andar. El mundo perdió su divina transparencia, las formas de las cosas fueron silos herméticos, y la voz del limo, la voz originaria soturna en ellas, sólo me habló con atracción profunda en la forma de la mujer.
Y pasaron áridos los días, caravana de deseos, desiertos de sed... Y en medio de un gran dolor han vuelto a cantar en mi oído las alondras del amanecer. Acaso va a cerrarse el círculo de mi vida, y en la noche que acaba se anuncian las estrellas del alba. ¡Maravillosa resurrección! Aún ayer mi alma se dolía como el árbol seco de una cruz sin Cristo. Era en los últimos días de la invernada, una tarde azul ya llena de pájaros. Yo había llegado paseando hasta un campillo verde con oliveras y cipreses, que hace arrodeo a la iglesia del Lugar de Condes. Aromaba el hinojo, aromaba todo el campillo cubierto de flores menudas, llenas de gracia franciscana: Una cabezuela amarilla entre cuatro hojas inocentes. Me senté a la puerta de la iglesia. Había gran silencio. Después de las eras encharcadas donde pacía alguna vaca, se rizaba el mar. De tiempo en tiempo doblaba la campana y habría en el aire un círculo sonor que se dilataba y se perdía en el azul de la tarde llena de pájaros. Me sentí asistido de una paz devota, con angustia y gozo, como acontece en los momentos de máxima emoción, cuando la aridez interior se torna duelo de nosotros mismos. Era un estado ascético que yo conocía de otra veces: En él tengo entrevisto todas mis verdades, y en aquella hora aprendí que no hay más acendrada ventura que llorar las propias tribulaciones, como si fuesen ajenas. Yo las lloré en tal hora, no por mías, sino por el conocimiento que mi conciencia entrañaba de aquellas agonías de vida. Era el alma libertada de los vínculos carnales, la que amaba y lloraba mirándolas desprendidas de su momento, como larvas del humano dolor eterno sobre los caminos del mundo. Se me representó todo el pasado en un violento girar de torbellino, y mi atención estaba, como el grano de arena, suspensa y quieta en el vórtice. Volvían las horas, se materializaban en círculos poblados de espectros, y unos círculos salían de otros. De pronto, al rasgarse el sésamo de los recuerdos infantiles, apareció aquel campillo verde con los pájaros revolando en torno de la iglesia y las flores inocentes de la manzanilla. Me conmovió un gran sollozo, un eco a través de toda mi vida, un eco que se aleja, que se pierde, que no vuelve más... (...)

V

La belleza es aquella razón inefable que por luz descubrimos en las cosas para ser amadas, y para crear, porque amor es la eterna voluntad del mundo.


Todo nuestro saber temporal es una yuxtaposición de instantes, una línea recta, un rayo de sol. Sin embargo, este momento tan efímero volveremos a vivirlo en la remota eternidad, y lo que ahora es como el punto que vuela, será un círculo inmutable.


VI

Al pasar bajo el arco de la eternidad, en la suprema comprension de nuestra vida mortal está el premio y está el castigo.





Peregrino del mundo, edifica tu ciudad espirtual sobre la Piedra del Sabio. Hermano, pálido adolescente lleno de inquietud y de dudas, haz alto en el camino, aprende a ser centro y alma solitaria sobre el monte. Como los antiguos alquimistas buscaban el oro simbólico, sello de toda sabiduría, en el imán solar, busca tú la gracia de amor que no tienes, y acaso podrás ver sobre el camino de la tarde la blanca sombra, encarnación humana del Verbo de Luz. Infunde en tu alma el goce de lo bello, crea belleza, vive en belleza, y al contemplar tu pasado desde la ribera remota, contemplarás amor. No olvides que la última y suprema razón que todas las cosas atesoran para ser amadas es ser bellas. Todas son nacidas del influjo solar, y por la luz aprendidas. El limo se hace sagrado en la clara entraña del día al encarnar las celestes normas, y en el barro del hombre se redime la tierra de su oscuro pecado. La Humanidad es el fruto elegido en el connubio de Tierra y Sol. Cristo Jesús hace divina la negra carne del mundo, y su divinidad trasciende a la eterna sustancia de las cosas en el pan y en el vino de la Cena.
Aquellos que buscan la iniciación gnóstica se consumen en un anhelo por ser centros encendidos de amor, y caminan sobre la blanca estela del Ungido. Son las almas que reciben la luz de la gracia, pero hay otras menos felices y fortalecidas donde esta luz se quiebra, almas para quienes la intuición mística viene a ser como una estrella de argentinos caminos: Por el de la belleza peregrinan las vidas estéticas. Cada tributo teologal es un sendero, con diferente resplandor, y todos conducen al regazo del Padre. En la gran noche del pecado, cuando los malos espíritus volaban sin tregua en torno de ls hombres, el sendero de la belleza ya partía, como zodiaco divino, la bóveda oscura y sin luceros. Es el primer camino que se abrió en las conciencias, es anterior a toda razón ética, porque desde el nacer los ojos de las criaturas fueron divinizadas en la luz, y el logos generador fue Numen.

Pyramidión


Las almas estéticas hacen su camino de perfección por el amor de todo lo creado; limpias de egoísmo, alcanzan un reflejo de la mística luz, y como fuerzas elementales, imbuidas de una oscura conciencia cósmica, presienten en su ritmo el ritmo del mundo. Adustas acaso para el amor humano, se redimen por el amor universal, y cada una es un pentáculo que sella la maravillosa diversidad del Todo. Aún se acuerdan del día genesiaco cuando salieron del limo, y sienten el impulso fraterno que enlaza las formas y las vidas en los números del sol. La luz es el verbo de toda belleza. Luz es amor.


VII

Peregrino sin destino, hermano, ama todas las cosas en la luz del día, y convertirás la negra carne del mundo en el áureo símbolo de la Piedra del Sabio.

-oOo-


El centro es un lugar desierto. El centro es un espejo donde busco mi rostro sin poder encontrarlo. ¿Para eso has venido hasta aquí? ¿Con quién era la cita? El centro es como un círculo, como un tiovivo de pintados caballos. Entre las crines verdes y amarillas, el viento hace volar tu infancia. -Detenla, dices. Nadie puede escucharte. Músicas y banderas. El centro se ha borrado. Estaba aquí, en donde tú estuviste. Veloz el dardo hace blanco en su centro. Queda la vibración. ¿La sientes todavía?

José Ángel Valente



Lecturas:

Ramón del Valle-Inclán, La lámpara maravillosa, Espasa Calpe 2009


Entradas relacionadas en este blog:






.

domingo, 5 de diciembre de 2010

La Tempestad

Barco en la tormenta


Hay entre el principio del teatro y el de la alquimia una misteriosa identidad de esencia. Pues el teatro, como la alquimia, considerado en su origen y subterráneamente, se apoya en ciertos fundamentos que son comunes a todas las artes, y que en el dominio espiritual imaginario aspiran a una eficacia análoga a la del proceso que en el dominio físico permite obtener realmente oro. Pero entre el teatro y la alquimia hay asimismo otra semejanza más elevada y que metafísicamente apunta mucho más lejos. Pues tanto la alquimia como el teatro son artes virtuales, por así decirlo, que no llevan en sí mismas ni sus fines ni su realidad. (...) Todos los verdaderos alquimistas saben que el símbolo alquímico es un espejismo, como el teatro es un espejismo. Y esa perpetua alusión a los materiales y al principio del teatro que se encuentra en casi todos los libros alquímicos debe ser entendida como la expresión de una identidad (que fue en los alquimistas extremadamente consciente) entre el plano en que evolucionan los personajes, los objetos, las imágenes y en general toda la realidad virtual del teatro, y el plano puramente ficticio e ilusorio en que evolucionan los símbolos de la alquimia.

Antonin Artaud, El teatro y su doble


Grabado del Theatrum chemicum britanicum, de Elias Ashmole, 1652


Para una mejor comprensión del texto principal de esta entrada basado en una interpretación de la obra de Shakespeare La Tempestad, he creído conveniente dejar un breve resumen por el que familiarizarse con la trama argumental.
Próspero Duque de Milán es traicionado por su hermano Antonio en alianza con Alonso, Rey de Nápoles, para arrebatarle el poder. Los usurpadores resuelven aparentar el golpe de estado como un exilio, y trás tomar como prisioneros al legítimo Duque y a su hija Miranda de tres años, son abandonados en un barco a la deriva. El doble homicidio no logra concretarse, gracias a Gonzalo, un noble e ilustrado Napolitano, que esconde en el barco provisiones y los valiosos libros de ciencias ocultas de Próspero, más apreciados para él que su propio Ducado. El viento y las olas llevan a los exiliados hasta una isla encantada, antiguo lugar de destierro de la bruja Sycorax, que después de morir, deja como únicos habitantes a su hijo monstruoso denominado Calibán, y a un genio de nombre Ariel. Próspero intenta educar a Calibán, sin embargo, el monstruo se rebeló, usó las palabras sólo como insultos e intentó abusar de Miranda lo que ocasionó su castigo y prisión en una roca de la isla. Ariel, que fue liberado por Próspero del tronco de árbol al que lo había confinado Sycorax, es el encargado de ejecutar las órdenes mágicas de Próspero. Mediante su Magia, Próspero desata una tempestad que cae sobre el navío del rey de Nápoles y su Corte, que navegaba cerca de la isla de regreso a Italia, haciendo que naufraguen vengándose de ellos. La tripulación queda separada al llegar a tierra. El joven Príncipe Fernando, hijo del Rey de Nápoles, acabará deambulando solo, y gracias a las artes de Ariel, tendrá un encuentro con Miranda. La magia de Próspero hará que Miranda y Fernando se enamoren.
La trama de esta obra que se resuelve con la uníon de Miranda y Fernando, al tiempo que la recuperación del ducado usurpado a Próspero, ha sido objeto de interpretaciones que desvelan un drama alquímico. Esto no puede parecer extraño cuando es conocido el interés que artistas, escritores y miembros de la nobleza del Renacimiento tuvieron por doctrinas esotéricas legadas por la Antigüedad y la Edad Media cristiana. Al margen de corrientes ocultistas, se transmitieron conocimientos herméticos que dejaron su huella en el teatro de la época. A partir de aquí podemos hacer una lectura de algunos de los principales protagonistas.
Próspero es refinado, dotado de poderes, gran encantador, opuesto al mago vulgar. Experimentado alquimista y Maestro en las artes ocultas, los cuatro elementos están bajo su poder. Un magisterio pacientemente adquirido tras largo tiempo de estudio y aprendizaje, a través de lecturas que forjaron su mundo interior, hacen que su ducado verdadero no se encuentre en Milán, del que era titular, sino en su biblioteca. Su amor es compartido entre su Arte y el amor a su hija. En manos de la Alquimia están las fuerzas cósmicas de espíritu y materia, más aun, ellas obedecen al poder del gran Arte. Es como si se interpelara al lector diciéndole: "conviértete en avezado alquimista y tú también podrás ejercer tu dominio sobre ti mismo, sobre las fuerzas que te empujan en diversas direcciones, porque no tienes el poder de controlarlas".
El Maestro es amo de dos servidores de características absolutamente opuestas:
.












Caracterizaciones de Ariel y Calibán
.
Ariel es un espíritu luminoso, un espíritu del aire, quien al servicio de Próspero ejerce su poder mágico. Su opuesto radical es el esclavo Calibán, hijo de una hechicera, sin figura humana. Es la burda encarnación de la tierra.
Ariel y Calibán recrean en un nivel simbólico las fuerzas de la dualidad humana: espíritu-aire, materia-carne, apareciendo como personificaciones de fuerzas encontradas previas a la definitiva unión de Miranda y Fernado. Precisamente la Alquimia se propone que el iniciado vaya progresivamente acercándose a lograr en sí mismo lo que sostenía Roger Bacon: "... que el cuerpo se haga espíritu y que el espíritu se haga cuerpo".
Shakespeare debía saber muy bien que el fruto del matrimonio químico del azufre y el mercurio, el magnum opus de los alquimistas, es el alma perfeccionada y resucitada, siendo la obra alquímica el estado previo a la unión mística con el espíritu divino.

Dejo a continuación el ensayo de Martin Lings que aparece en su obra El Secreto de Shakespeare, donde a partir de un minucioso análisis nos desvela las claves herméticas ocultas en La Tempestad. Las imágenes seleccionadas son una muestra de la huella que ha dejado esta obra inmortal en el mundo de la pintura, el grabado, las innumerables versiones teatrales y alguna cinematográfica. Dejo también algún grabado alquímico.

Miranda, the tempest (1916), John William Waterhouse


La tempestad es, según la opinión general, la última obra completa de Shakespeare. Es anticipada en Sueño de una noche de verano y en Medida por medida. Pero el paralelo más inmediatamente obvio de La Tempestad es A vuestro gusto. En ambas obras el duque reinante es expulsado de su ducado por un hermano usurpador; el argumento de ambas gira en torno a la historia de amor de la hija del duque legítimo, que también se halla en el exílio; en cada una de ellas el hermano usurpador se arrepiente finalmente y el duque legítimo vuelve a tomar posesión de su ducado. Y la más notable coincidencia entre ambas es que tiene lugar en un marco que está más allá -y pr encima- de los confines de la civilización. El bosque de Arden (en A vuestro gusto) representa la Edad de Oro. Del Duque desterrado y sus seguidores se dice que pasan el tiempo descuidadamente, como se hacía en la edad de oro. Somos transportados a unos tiempos en los que el hombre aún vivía, por decirlo así, en la vecindad del Paraíso perdido.

Aquí no sufrimos otra pena que la del pecado de Adán: la diferencia de las estaciones...Y así, nuestra vida de hoy, exenta de la frecuentación de las muchedumbres, halla oradores en los árboles, libros en los arroyuelos rumororsos,sermones en las piedras y el bien en todas las cosas.No quisiera cambiarla,

dice el Duque. La isla encantada de La Tempestad también trasciende al resto del mundo. Como el bosque de la obra anterior, está cerca del Cielo, y es, por tanto, el marco ideal para el amor que simboliza la reunión de lo celestial con lo terrenal. Al fin de A vuestro gusto, Rosalinda es introducida por el Himeneo, que dice:

Buen duque, recibe tu hija. El Himeneo la ha traído desde el cielo.

Y en La Tempestad, el "matrimonio" del Cielo y la tierra tiene lugar realmente en las personas de Juno y Ceres, a quienes reune Iris, la celestial mensajera del arco iris, para asistir a los esponsales de Miranda y Fernando.
Además de la ya mencionada semejanza entre La Tempestad y Medida por medida, podemos señalar que si Próspero es desterrado de Milan, el Duque también es desterrado -auto desterrado- de Viena; y si el Duque permanece secretamente en Viena para observar lo que sucede durante su supuesta ausencia, Próspero tiene a Milán bajo su observación transportándolo, junto con Nápoles, de la que es inseparable simbólicamente, a su isla. Nápoles y Milán, como Viena, son este mundo. En cierto sentido, todo el mundo está a bordo de la nave; y en el centro de ese mundo está Alonso, el rey de Nápoles, con su hijo Fernando. Después de aparecer brevemente en la escena del naufragio con que da comienzo la obra, se retiran abajo y no volvemos a verlos en cubierta, aunque se nos hace sentir su presencia. Gonzalo dice:

¡El rey y el príncipe están orando! Asistámoles, pues nuestro caso es igual al suyo.

Esta observación es más significativa de los que pudiera parecer, pues está calculada para encontrar un respuesta en las almas de los espectadores. Éstos están, asimismo, a bordo de la nave de este mundo, que la tempestad ha revelado en su verdadera luz como lugar altamente precario y peligroso que en realidad es.(...) El rey y el Príncipe, en esta obra, como el Rey y la Princesa en Cimbelino, representan, juntos, el alma humana que sigue el camino de la santificación a través de la purificación. El infierno no se representa, salvo retrospectivamente; los poderes del mal se hallan presentes, pero están ya bajo control. El traidor hermano de Próspero, Antonio, el usurpador Duque de Milán, tiene mucho en común con Claudio, de Hamlet. Era Antonio quien había logrado desterrar al Espíritu seduciendo al alma, en la persona del Rey de Nápoles, para establecer una alianza impía.La mayor parte del purgatorio está concentrada en la tempestad, al principio de la obra. La propia isla encantada no es sino un marco para el recinto sagrado de la celda de Próspero, de la que se puede decir que trasciende el Purgatorio. Por extensión, el resto de la isla es también un santuario; incluso Calibán es consciente de su caracter beatífico:

Tranquilizate. La isla está llena de rumores, de sonidos, de dulces aires que deleitan y no hacen daño. A veces con un millar de instrumentos bulliciosos resuena en mis oídos, y a instantes son voces, que, si a la sazón me he despertado de un largo sueño, me hacen dormir nuevamente. Y entonces, soñando,diría que se entreabren las nubes y despliegan a mi vista magnificencias prontas a llover sobre mí; a tal punto que, cuando despierto, ¡lloro por soñar todavía! (III, 2)

Ariel con los genios de la isla, ilustración de Arthur Rackham


Alfonso y Fernando llegan a la isla por separado. Debemos recordar que en el "Todo-hombre" Rey-Principe de esta obra, como en la pareja Cimbelino-Imogena, es el padre quien personifica el alma vieja y caída, y el hijo quien es virtualmente la nueva alma perfecta que espera ser libertada. Ahora ese momento ha llegado, por cuanto el hijo está seguro de que su padre ha muerto. A pesar de la considerable diferencia de detalles entre el Príncipe de La Tempestad y el Príncipe de Enrique IV, Fernando se encuentra en una situación que recuerda la escena en que el Príncipe Enrique se coloca la corona en la cabeza, creyendo ser rey. El paralelismo es tanto más fuerte cuanto que ambos príncipes están en las inmediaciones del Paraíso, pues el Príncipe Enrique se corona en el umbral de la Sala de Jerusalén. Simbólocamente, se puede decir que su creencia de ser reyes equivale a una verdadera realeza; y la auténtica realeza significa, como ya hemos visto, el estado primordial del hombre, siendo el hombre caído un usurpador del trono de la tierra. Pero en La tempestad, a diferencia de la obra anterior, la perfección regenerada del Príncipe se hace más claramente implícita en este punto no sólo por la confirmación, por parte de Ariel, de la muerte y sepultura del Rey bajo cinco brazas de agua, sino también, y sobre todo, por el uso del simbolismo hermético. La nave, aparentemente en llamas cuando Fernando la abandonó -totalmente incendiada por mí, como dice Ariel- es la pira funeraria, el Athanor de los alquimistas. Cabría sorprenderse, al principio, de que Shakespeare no prosiga con este tema ígneo exclusivamente, y de que hable de la nave de sacrificio, no como pira, sino como un buque naufragado, y de las propias transmutaciones alquímicas, no como una transformación del fuego, sino como una transformación del mar. Sin embargo, dejando aparte el hecho de que el fuego no es, a lo largo de esta obra, el elemento dominante en la consciencia del publico, el agua es aquí una necesidad técnica, pues representa el primero de los dos términos de la gran fórmula solve et coagula, y no es otra que el Mercurio que debe ser penetrado por el fuego del Azufre. "Mediante la unión de los opuestos del alma se convierte en 'fuego fluido' y 'agua ígnea'. La propia tempestad, que da nombre a la pieza dramática, es la "obra" alquímica, y Ariel asegura a Próspero que fue efectivamente una penetración mutua del agua y el fuego:

Los fuegos y estallidos de las detonaciones sulfúreas parecían sitiar al poderoso Neptuno y herir de espanto a sus audaces olas.

Próspero es aquí el Maestro Alquimista (imagen izquierda), y el resultado de su "obra" es el Principe, que más tarde habla de su futuro suegro diciendo que es la persona de quien he recibido una segunda vida (V, 1). Fernando puede, por tanto, considerarse el Fénix recién nacido que surge de las llamas y de las olas. Es así cómo ahora se nos representa, con su belleza natural realzada por la belleza de la música y de su maravilla ante ella, así como por la belleza de las palabras que pronuncia y de las palabras que entonces canta Ariel:

¿De dónde viene esta música? ¿Del aire o de la tierra?No se oye ya... y y a buen seguro se dirijea alguna divinidad de la isla. Sentado en la playa,llorando el naufragio del rey de mi padre,se deslizó junto a mí esta música sobre las aguas,aplacando su furia y mi dolor con su dulce melodía. La he seguido hasta aquí-o más bien me ha traído ella-; pero ha cesado...No, comienza de nuevo.

Ariel canta:

Tu padre yace enterrado bajo cinco brazas de agua;se ha hecho coral con sus huesos; los que eran sus ojos son perlas.Nada de él se ha dispersado, sino que todo ha sufrido la transformación del mar en algo rico y extraño.

La admiración es una característicadel Hombre Primordial por cuanto lo maravilloso es una cualidad esencial del Paraíso que es su morada. La heroína de esta obra no ha recibido su nombre por azar; y cuando Fernando la ve por primera vez, pensando que debe tratarse de una diosa en cuyo servicio se toca la música, se dirige a ella, aún antes de saber su nombre, de esta forma:

¡Oh, tú, maravilla!;

Felicity Jones como Miranda en el film The Tempest 2009 de Julie Taimor


y más tarde dirá, esta vez en relación con Próspero:

¡Dejadme vivir aquí siempre! Un padre tan maravilloso y sabio hace de este lugar un paraíso.

Miranda, la Maravillosa, es también necesariamente la maravilla. Cuando Fernando entra, ella está dormida, pero se despierta gradualmente durante la canción de Ariel, que se podría decir que la prepara para un avisión de algo rico y extraño. La canción se refiere directamente al Rey Alonso, pero también apunta al Príncipe. Afirmar la muerte del alma vieja es también anunciar el nacimientpo de la nueva alma perfecta; y es el propio Fernando quien, como hemos visto, encarna el resultado de la transformación del mar que constituye el tema de Ariel. Poco después de terminar la música, o quizá mientras sigue sonando el bajo continuo como suave acompañamiento de la palabra hablada, su padre le dice que habra los ojos para ver lo que puede ver; y ella pone los ojos sobre el Príncipe se diría que con la maravilla de Eva en su primera visión de Adán, pues nunca antes ha visto a otro hombre aparte de su padre:

Tentada estoy de tomarle por una cosa divina, porque nada en la naturaleza he visto nunca tan noble.

Rico y extraño: estos dos epítetos dan la clave de esta escena, y en realidad de toda la obra en conjunto. Ambos reaparecen en el climax, cuando Próspero da Miranda a Fernando y dice, respecto a la prueba que le ha impuesto:

Todas las vejaciones que te he impuesto eran para probar tu amor y has salido maravillosamente de la prueba. Aquí ante el Cielo, ratifico mi precioso don. ¡Oh, Fernando! No te rías de las alabanzas que le he dirigido, pues tú mismo hallarás que supera a todos los elogios y los deja muy atrás.

Si comparamos el primer drama de amor de Shakespeare y éste, el último, es evidente que en ambos lo esencial es el factor del amor, la mutua atracción humana en su grado más alto en virtud de que cada consorte es la mitad perdida y ansiada del otro. Pero en Romeo y Julieta la magnitud del amor queda subrayada al medirse contra la fuerza formidable de las circunstancias adversas, sobre las que, inquebrantable e invencible, triunfa. En La Tempestad, por otra parte, las circunstancias son del todo favorables; a diferencia de sus predecesores menos afortunados, Fernando y Miranda tienen a las estrellas de su lado. Su unión es expresamente bendecida, no sólo por el Cielo, Juno, sino también por la Tierra, Ceres. Se dan todas las razones exteriores o secundarias por las que deben casarse, mientras que el amor de Romeo y Julieta se halla en agudo conflicto por su ambiente terrenal. La unión de estos malhadados amantes de la antigua Verona es una necesidad metacósmica o celestial en trágica colisión con una imposibilidad cósmica. El triunfo final del Cielo es indicado por el hecho de ser enterrados uno junto al otro y por sus estatuas de oror puro. La unión de Fernando y Miranda es asimismo un matrimonio realizado en el Cielo, al tiempo que es una necesidad cósmica.
.
Unión de Fernando y Miranda, ilustración de Walter Crane, 1893

Su casamiento será, además, el casamiento de dos "mundos", Milán y Nápoles; y no es esta su única significación macrocósmica: la atracción irresistible de cada amante por el otro adquiere un caracter adicional de inmensidad por el hecho de que Fernando es para Miranda literalmente el único hombre, mientras que ella es para él, como se dice expresamente, la suma de las virtudes femeninas.(...) Si se preguntara cuál de los dos amantes representa el Espíritu y cuál el alma, la respuesta sería que el simbolismo es reversible, como en Romeo y Julieta, Antonio y Cleopatra, y otras obras. Miranda es la hija de Próspero, y el significado del lugar en que ha crecido y ha sido educada, lejos de la corrupción del mundo, ya se ha mencionado en este mismo contexto. No debemos olvidar, sin embargo, que en el primer encuentro de estos dos amantes, cada uno piensa que el otro es divino; y la actitud de adoración de Miranda está completamente de acuerdo con la primera en que, gracias a la estratagema de Próspero, tiene su primera "visión" del Príncipe. Por otra parte, una vez que su padre se la ha confiado, este futuro rey tomará, en lo que a ella concierne, el lugar de Próspero. Por una parte, pues, puede decirse que Próspero representa el Espíritu-Intelecto, y que Miranda es una extensión de él.

Caracterización de Próspero en un versión teatral de La Tempestad


Por otra parte, Miranda es la discípula de Próspero y desde sus primeros años ha seguido el camino por el que él la ha guiado, un camino cuya meta final es el ilustre matrimonio que Próspero ha planeado para ella. Desde este punto de vista, que también toma en consideración el simbolismo del rango, es el futuro Rey de Nápoles quien representa el Espíritu, y Miranda el alma. En cuanto al Rey Alonso (padre de Fernando) representa el "plomo" del alma, el metal vil en el que Fernado es el "oro" potencial. "El oro -escribe el famoso místico islámico Muhyi-d-Dîn Ibn 'Arabi de Murcia- representa el alma en su estado original y sano, que, sin trabas ni nubes, podía reflejar el espíritu divino de acuerdo con su propio ser; el plomo, por el contrario, representa su estado enfermo, empañado y "muerto", y que ya no puede reflejar al espíritu. La verdadera esencia del plomo es el oro; todo metal ordinario representa una fración del equilibrio, que se manifiesta sólo en el oro. Para librar el alma de sus trabas y su enturbamiento, sus dos orígenes, su forma esencial y su materia, deben desprenderse de sus vinculaciones toscas y superficiales. Es como si el espíritu y el alma se separasen para, después del divorcio, volver a casarse. La materia amorfa se pone al fuego, se funde, se purifica, para, finalmente, concretarse en la imagen de un pefecto cristal".(...) El paraíso terrenal no es la unión completa del alma y el Espíritu, sino el estado en que, por decirlo así, el Espíritu se inclina hacia el alma, el Cielo hacia la Tierra. En el paraíso terrenal, simbolizado aquí por los esponsales de Fernando y Miranda, "Todo-hombre" ha alcanzado la plenitud de la posibilidad terrenal. Por lo tanto, es en este punto cuando Próspero prepara a Fernando y Miranda para los Grandes Misterios del Paraíso celestial diciéndoles que toda las glorias de la vida terrenal no son más que un sueño:

Nuestros divertimentos han dado fin. Esos actores, como os había prevenido, eran espíritus todos y se han disipado en el aire, en el seno del aire impalapable; y a semejanza del edificio sin base de esta visión, las altas torres, cuyas crestas tocan las nubes, los suntuosos palacios, los solemnes templos, hasta el inmenso globo, sí, y cuanto en él descansa, se disolverá, y lo mismo que la diversión insubstancial que acaba de desaparecer, no quedará rastro de ello. Estamos tejidos de idéntica tela que los sueños, y nuestra corta vidase cierra con un sueño. (IV, 1)

El Paraíso celestial no está representado en La Tempestad, como lo está en El cuento de invierno, pero toda la obra responde a su inclinarse hacia abajo con un tender hacia él, es decir, hacia el matrimonio final de los amantes. Al igual que en Cimbelino, la precedencia jerárquica de los lugares es reversible, como la de los amantes. La isla encantada, como la gruta de Belario, trasciende el mundo corrupto de la civilización; pero este mundo ya no será el mismo ahora que sus habitantes, y en particular sus soberanos, han sido purificados. Al final de La Tempestad, Milán y Nápoles adquieren una significación puramente positiva en cuanto cosa que se perdieron y han sido recobradas. Ambos puntos de vista, con respecto a lugares y personas se entretejen en la última escena. Para el Rey Alonso, como para su hijo, Miranda es divina; para ella, por otra parte, su reino futuro, personificado por los visitantes napolitanos de su isla, es objeto ante el cual maravillarse:

¡Oh prodigio!¡Qué arrogantes criaturas son éstas!¡Bella humanidad! ¡Oh, espléndido mundo nuevo,que tales gentes produce!
.
Ya hemos citado las palabras de Gonzalo en la primera escena:

!El rey y el Príncipe están orando! Asistámosles, pues nuestro caso es igual al suyo.

Igualmente característico de la función de Gonzalo en la obra es su resumen final en la última escena, pues también aquí despliega ampliamente la "red" como para incluir el mayor número posible de personas en la bendición de la obra alquímica:

¿Fue Milán expulsado de Milán para que su descendencia reinase en Nápoles? ¡Oh! ¡Que nuestras alegrías rebasen las alegrías ordinarias y escríbase esto en letras de oro sobre columnas imperecederas!(...)

La significación trascendente de la obra y su desenlace final es aquí doblemente afirmada por los dos imperativos, que nuestras alegrías rebasen las alegrías ordinarias y escríbase esto en letras de oro. Esto último es también una clara referencia alquímica; y en relación con las palabras finales de este parlamento podemos repetir la sentencia, ya citada, de que "la verdadera esencia del plomo es el oro", en el sentido de que sólo el hombre primordial conoce y es su verdadero yo, pues el hombre caído ha "perdido" su primera naturaleza, bajo los escombros de la "segunda naturaleza" simbolizada por el plomo."Haz que me conozca, Señor, y Te conoceré", dijo san Agustín; y podemos recordar aquí que el Duque de Medida por medida -un personaje que tien que ver mucho con La tempestad- es definido como un hombre que, por encima de todo, se aplicaba especialmente a conocerse a sí mismo. Descubrir y conocer el propio sí es el final de los Pequeños Misterios; pero, como nos enseña la anterior sentencia de san Agustín, ésta es una etapa del camino hacia un conocimiento superio. Lo que dice Gonzalo se puede entender, pues, como una tendencia, implicitamente y en aspiración, al conocimiento del Sí Real a cuya imagen el sí del hombre está hecho; y esto no dejaría de tener relación con la obra en conjunto, que tiende a un plano superior, a estos Grandes Misterios, esto es, al matrimonio que está más allá de los esponsales.

Elias Ashmole, Theatrum chemicum britanicum, 1652

-oOo-

Recomiendo la entrañable y bella producción de la BBC sobre La Tempestad dirigida al público infantil que dejo dividida en tres vídeos:

1ª Parte http://www.youtube.com/watch?v=2XZ091CEgNU

2ª Parte http://www.youtube.com/watch?v=5xYzRsQBn_M

3ª Partehttp://www.youtube.com/watch?v=HWa_uhtj0Fk


Trailer oficial de la película The Tempest de Julie Taimor

http://www.youtube.com/watch?v=DDyGl2uIQ-Q&NR=1&feature=fvwp


Lecturas:

William Shakespeare, La tempestad, Espasa-Calpe, 2002

Martin Lings, El secreto de Shakespeare, Olañeta editor 1988

Antonín Artaud, El teatro y su doble, Edhasa, 2006

J. Van Lennep, Arte y Alquimia, Editora Nacional, 1978


Enlaces con entradas relaciondas en este blog:

http://barzaj-jan.blogspot.com/2010/09/teatro-de-la-muerte.html

http://barzaj-jan.blogspot.com/2010/02/alquimia-en-el-cristianismo-medieval.html

http://barzaj-jan.blogspot.com/2009/12/siva-senor-de-los-danzantes.html


.