Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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domingo, 6 de junio de 2010

Mitra, Deo Soli Invicto

Eón mitraico, representación del tiempo cíclico infinito. Relieve de época romana.


"Los persas durante la ceremonia de iniciación al misterio de la bajada de las almas y de su retorno llaman caverna al lugar donde se realiza la iniciación. Según Eubolo, Zoroastro en las montañas cercanas a Persia, consagró en honor a Mitra, creador y padre de todas las cosas, un antro natural regado por manantiales y cubierto de flores y follaje. Ese antro representaba la forma del mundo creado por Mitra y las cosas que en él se encontraban, dispuestas a intervalos regulares, simbolizaban los elementos cósmicos y los climas. Después de Zoroastro se mantuvo la costumbre de realizar las ceremonias de iniciación en antros y cavernas naturales o hechos por mano del hombre. (...) No se consideraba al antro como símbolo tan sólo del mundo sensible, sino también de todas las fuerzas ocultas de la naturaleza, ya que los antros son oscuros y la esencia de dichas fuerzas es misteriosa."


Porfirio, De antro Nympharum


Ilustración idealizada del mitreo de Osterburken, Alemania, donde se representa un momento del ritual mistérico.

Dada la gran difusión por todo el imperio romano del culto al dios de origen iranio Mitra, sobre todo en los siglos III y IV, podemos entender que el investigador de este periodo Ernest Renan llegara a decir: "Si el cristianismo hubiera sido detenido por una enfermedad mortal, el mundo hubiera sido mitraísta". Esta nueva religión mistérica fue reservada casi exclusivamente a los soldados, impresionando a los profanos por la disciplina, la templanza y la moral de sus miembros, virtudes propias de la vieja tradición romana. Su difusión tuvo lugar desde Escocia a mesopotamia y desde el Norte de África y España hasta Europa central y los Balcanes. Se han descubierto mitreos sobre todo en las antiguas provincias romanas de Dacia, Pannonia y Germania y se estima que en Roma llegaron a coincidir un centenar de santuarios. En los monumentos y obras de arte conservados sobre el mitraismo descubrimos una riquísima iconografía, de fuerte sincretismo grecorromano con la herencia irania, de la que esta entrada solo quiere ser una muestra. El texto que nos servirá de guía por las imágenes seleccionadas son sobre todo los fragmentos extraídos de la obra de Jaime Alvar Los Misterios. Religiones "orientales" en el Imperio Romano que recomiendo para descubrir también en él los aspectos relacionados con los sistemas rituales, sobre los que se extiende en otro capítulo. También anotaciones de Las religiones orientales y el paganismo romano de Franz Cumont, El libro de los Símbolos de Alessandro Grossato e Historia de las creencias y de las ideas religiosas de Mircea Eliade. Las imágenes seleccionadas proceden de internet.



El tema central en el mitraísmo es la escena de la tauroctonía, la muerte de toro, en la que el joven dios, en actitud heroica clava su daga en el cuello del animal, que ya ha doblado sus patas, mientras lo sostiene por los orificios nasales. Así lo obliga a alzar la cabeza, pero sólo esta, porque con la pierna izquierda doblada sobre el lomo del toro le impide que se alce. El sacrificio del toro es un potencial de vida, según se desprende de algunos elementos que de forma constante aparecen en la escena. La sangre abundante que mana del cuello es lamida por un perro, mientras se convierte en espigas de trigo (al menos en algunas representaciones); también en espiga se ha transformado el rabo del toro, imagen inequívoca del carácter fecundante del sacrificio. Al mismo tiempo, un escorpión le pinza las turmas, quizá con el objeto de apropiarse de su potencia vital, ante la presencia de un cuervo, una serpiente -símbolo ctónico que parece actuar como anfitriona del óbito- y un león, así como una crátera.

En esta tauroctonía se observa el rabo del toro transformado en espiga de trigo


Alrededor de esa escena, cuyo estereotipo presenta numerosas variantes excepto en la forma de representar el dios y a su víctima, hay otras muchas figuras dispuestas en arco para enmarcar el acto central: los signos zodiacales presididos por el Sol y la Luna, los planetas, los vientos, dos jóvenes portadores de antorchas llamados Cautes y Cautópates, así como otras escenas secundarias que parecen representar acontecimientos de la vida de Mitra y que constituyen motivos autónomos en algunos relieves o esculturas no vinculadas necesariamente a una representación de la tauroctonía.

Tauroctonía del Circo Maximo, finales del siglo tercero, Roma. En la inscripción superior se puede leer: DEI SOLI INVICTO MITHRAE TI(TUS) CL (AUDIO) HERMES OB VOTUM DEI TYPUM D (ONUM) D (EDIT).
En esta versión vemos claramente también transformarse en espiga de trigo el rabo del toro. El escorpión pinza sus testículos, mientras la serpiente y el perro lamen su sangre. Sobre el gorro frigio de Mitra aparece una estrella, y otras cuatro a la derecha. Arriba a la izquierda, Helios junto a un cuervo, a la derecha la luna. Abajo a la izquierda, Mitra arrastrando al toro capturado, a su lado Cautes con la antorcha hacia arriba, en el otro extremo su gemelo Cautópates con la antorcha hacia abajo.


Cumont fue el primero que proporcionó una narración coherente e integradora con la documentación iconográfica, convirtiéndose en el auténtico mitógrafo del mitraísmo, religión a la que atribuía un verdadero sistema teológico, cuyos principios había tomado de la ciencia. En los años setenta se discutió radicalmente la construcción de Cumont, observación precisa para que no se tome como definitivo lo que a continuación se relata.

Aparentemente, del Caos original surge un dios, el Tiempo Infinito, identificado con Eón, Saeculum, Cronos o Saturno, e incluso en ocasiones como el propio Destino. Se representa como un joven con cabeza de león, alado y rodeado de una serpiente; sus atributos son el cetro y el rayo, así como la llave que lleva en cada mano (hay variantes distintas) La imagen de la derecha es la ilustración de la estatua romana de Eón o Aión (Mitra-Kronos) procedente del mitreo de Ostia y actualmente en los museos vaticanos. La serpiente enrollada al cuerpo en seis roscas, y cuya cabeza corona la escultura, simboliza el curso del sol, seis meses en ascenso, desde el solsticio de invierno al de verano, y seis de descenso a la inversa. Simboliza también el tiempo cíclico infinito. El largo cetro de la mano izquierda simboliza el Axis Mundi, mientras en la derecha sujeta "la llave del tiempo", con las marcas de los doce meses. En el centro del pecho se encuentra el haz de rayos, a la izquierda de sus pies, las herramientas del herrero que atribuyen el dominio del fuego, al otro lado el caduceo el gallo y la piña. Estos dos últimos son símbolos de fertilidad.

Este dios primordial habría engendrado el Cielo y la Tierra, representado por la serpiente, de los que habría nacido el Océano. Queda así constituida una "sagrada familia" que sería la tríada suprema del panteón mitraico. El Cielo se identifica con Zeus-Júpiter que, en un momento determinado, recibiría de su padre Cronos-Saturno el haz de rayos, con lo que accede el rango de dios soberano desde el que a su vez da vida al resto de los dioses luminosos que residen en el Olimpo. A ellos se opone un mundo tenebroso capitaneado por Ahrimán-Putón, hermano del Cielo-Júpiter, en su condición de hijo del Tiempo Infinito. Su cortejo de démones, representados en ocasiones como gigantes anguípedos, intenta arrebatar a Júpiter su trono, pero es vencido y relegado al abismo del que procedía. Estos demonios tienen acceso a la tierra y poseen la capacidad de actuar negativamente sobre los humanos y los impelen a obrar mal. Las fuerzas purificadoras básicas son dos hermanos, el fuego y el agua, representados por el león y la crátera, respectivamente. Un tercer elemento purificador, según veremos, es la miel, asociada precisamente a la leóntica, uno de los siete grados iniciáticos (Porfirio, La gruta de las Ninfas = De antrum Nynpharum 15). Su importancia es tal que se consideran como auténticos elementos divinos y, en consecuencia, poseen un destacado papel en el ritual. También los vientos, a los que se atribuye capacidad de intervención sobre la naturaleza, son potencias divinas. El orden cósmico estaba representado por la constancia reierativa del Sol que recorría el Cielo diariamente subido en su cuadriga tirado por caballos que simbolizan al astro luminosos. Éste era objeto de veneración por los mitraístas, así como la Luna subida en su biga que arrastran sendos toros albos. Los planetas, partícipes asimismo de ese orden cósmico, tutelaban a los fieles en sus diferentes grados iniciáticos.

Relieve de Osterburken, Alemania. Arriba en las esquinas puede observarse a "los vientos", a la izquierda el carro solar. La escena de la tauróctonía está envuelta por diferentes escenas de la vida de Mitra y los signos zodiacales. Abajo en el centro la crátera y al lado el león. Se encuentra también la siguiente inscripción: D(EO) S(OLI) I(NVICTO) M(ITHRAE) M(ER?) CATORIUS CASTRENSIS IN SUO CONS(TITUIT)
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Ahora bien, la divinidad que en época romana se convierte en el dios central de ese sistema de creencias es originalmente un dios indoeuropeo que aparece en una tablilla de Bogazköy, junto a Varuna, como garante de un tratado suscrito entre los reyes Supilulinna de Hatusa y Mitavanza de Mitani en 1380 a.C. Mitra encarna el aspecto jurídico-sacerdotal de la realeza; su propio nombre significa tratado. En el Rig veda indio es junto con Varuna encargado de mantener el orden cósmico, así como de velar por la correcta conducta religiosa y moral.
En Irán es el encargado del orden social -bajo su protectorado están los contratos, el matrimonio, la amistad, etc.-, es juez y brazo armado de la justicia -por actuar ante el fuego, este se convierte en su emblema-, es el señor de los sacrificios sangrientos y de la lluvia que permite el crecimiento de las plantas, tal como afirma el Yasht (Himno) de Mitra, integrado en el Avesta, pero redactado verosímilmente en época aqueménida, cuando su gran fiesta el Mitracana, se celebraba en el equinoccio de otoño. Allí Mitra se identifica con el sol que lo ve todo. En el dualismo zoroástrico, Mitra es luz en combate permanente con la oscuridad y es el que hacer huir a los malos espíritus. Este dios todopoderoso sólo ha dejado testimonio de su persistencia, tras la desaparición del Imperio aqueménida, en algunos lugares de Anatolia, como los reinos del Ponto y Comagene, algunos de cuyos monarcas llevaron el nombre teóforo de Mitrídates. A pesar de ello, la continuidad del culto iranio en el romano es muy dificil de establecer.Tanto por las representaciones como por la información literaria, sabemos que Mitra había nacido milagrosamente de una roca. Con frecuencia, esta adquiere forma de huevo, lo que hace disminuir las dudas sobre la influencia del orfismo en el Mitra romano, ratificada por el sincretismo de Mitra con Fanetón (Fanes), la deidad órfica de la luminosidad ilimitada que surge del huevo cósmico (ver imagen de cabecera de esta entrada). Se trata de la piedra primigenia, el mundo embrionario sometido al influjo de las constelaciones. Es, pues, el primer paso del mito en el necesario ordenamiento astral del cual Mitra es creador y Kosmocrator, como afirma una inscripción de Roma. Es más, un relieve de Tréveris representa el nacimiento, pero Mitra con su mano derecha hace girar medio disco zodiacal, mientras que con la izquierda sostiene el globo terráqueo. Por otra parte, un relieve del mitreo de Poetovio (imagen izquierda) de mediados del siglo III complica aun más la escena, pues Mitra es ayudado a salir de la roca por dos personajes, presumiblemente Cautes y Cautópes. Sobre ellos, en un registro superior, duerme un anciano, seguramente Saturno, al que corona una victoria. Puede tratarse de la representación del sueño premonitorio en el que se anuncia el nacimiento del invicto Mitra; pero podría tratarse de un testimonio de la secuencia del tiempo y de la sucesión de las eras en una hipotética cronografía mítica mitraíca, ya que la era del Tiempo Infinito es sucedida por la hegemonía de Mitra, reconocido como Saecularis que proporciona la victoria sobre el mal y el descanso cósmico. Como parte de esa cronografía habría que entender la presencia del Sol y la Luna, como axpresión de la secuencia del día y la noche, de los planetas, que simbolizan los días y, por lo tanto, la seuencia semanal, del zodíaco como secuencia del año, y así sucesivamente. La relevancia del acontecimiento puede constatarse en el hecho de que Mitra saxígeno es la representación más frecuente en el mitraísmo tras la tauroctonía. En el nacimiento de Mitra está el origen de todas las cosas; pero en primer lugar está el origen de la luz, como se desprende de la asociación, mediante llamas o antorchas, del fuego con el saxígeno y su identificación con el dios de la luz Fanetón. Unos pastores habían presenciado el acontecimiento por el que el niño desnudo surge tocado con el característico gorro frigio y con una antorcha en una mano y el cuchillo sacrificial en la otra. El fuego lo caracteriza como deidad solar, pero también como dador de luz a sus protegidos; el cuchillo es el instrumento por el que da vida mediante la muerte de toro, por ello en alguna ocasión el cuchillo es sustituido abiertamente por una espiga de trigo. Incluso en una ocasión la escena del nacimiento se encuentra enmarcada exactamente como si de la tauroctonía se tratara, lo que permite entender la leyenda de Mitra como una estructura cerrada, no lineal, por cuanto lo más importante son los efectos que sus vicisitudes procuran al género humano. En este sentido, la roca no es sólo el mundo, sino el universo, contiene un significado análogo al de la caverna en la que tiene lugar el sacrificio del toro, simbolismo que a su vez se reproduce en el mitreo. En cualquier caso, los pastores acuden a ofrecerle sus primicias y a rendirle adoración, lo que incide en la función de Mitra como protector de la humanidad. En algunas ocasiones la escena del nacimiento se representa con variantes. Un ejemplo llamativo es el que proporciona un relieve del mitreo I de Heddernheim, en el que la roca ha sido sustituida directamente por un árbol, tal vez como consecuencia de la previa identificaación de la roca con una piña; aunque en los frescos de Hawarte aparece tanto la escena saxígena como Mitra sobre el ciprés. Al parecer, el énfasis se ha desplazado desde el simbolismo cósmico a la vegetación, para incidir aún más intensamente en el carácter de dios protector de la naturaleza que en algunas regiones se otorga a Mitra y en especial de la producción agrícola, como se desprende de otras representaciones iconográficas y de la mención que de él hace Porfirio (de antro) como "guardián de los frutos". Pero, al mismo tiempo, el testimonio de Heidernheim puede contribuir al desciframiento del relieve de Dieburg en el que aparecen tres cabezas tocadas con gorro frigio colgadas de un árbol; puesto que en otras ocasiones Cautes y Cautópates aparecen relacionados con el nacimiento de Mitra, tal vez en Dieburg tenemos una versión local del nacimiento de Mitra acompañado por los portadores de antorchas. No es fácil determinar quíenes son en realidad Cautes y Cautópates; su parecido iconográfico a Mitra es extraordinario. Pero es probable que hubieran llegado a representar alegorías diferentes. Por un lado, como habitualmente aparecen flanqueando a Mitra y uno, Cautes, lleva la antorcha hacia arriba mientras el otro la tiene hacia abajo, se supone que representan al sol matutino y vespertino, respectivamente, siendo Mitra el sol cenital. Pero también Cautes parece asociado al cielo y Cautópates al Océano, por donde se produce el ocaso del sol. De ahí que se interpreten como Oriente y Occidente e incluso que se asocien, respectivamente, al Sol y Luna y, como consecuencia, representen la oposición vida/muerte. Es precisamente esta última dirección en la que se han realizado las aportaciones más interesantes en los últimos años gracias a la perspicacia anlítica de Beck y Gordon. La lectura crítica de Porfirio sugerida por Beck en combinación con el significado conceptual de la fisionomía de los mitreos formulados por Gordon, permite asumir que los gemelos son los agentes de Mitra que controlan las puertas por las que se produce el descenso de las almas desde las estrellas hasta el mundo de los mortales y su ascenso a la inmortalidad a través del itinerario estelar. (Los portadores de antorchas señalarían los solsticios de verano, Cautopátes, y de invierno, Cautes.













En el primero se produciría el descenso del alma a la tierra (génesis) y en el segundo el ascenso (apogénesis); por su parte, Mitra se situaría de forma equidistante en los equinoccios). En realidad, estos hermanos gemelos, que están ya presentes en el nacimiento de Mitra y, por lo tanto, en los orígenes de la creación, podrían ser representaciones del mismo dios, lo que permite comprender el término triplasios ("triple") que en el siglo VI aplica a Mitra Dionisio Areopagita (Epist. 7,2) y que ilustra el árbol con las cabezas de Dieburg, con lo que concluimos esta disgresión que nos sitúa ante la posibilidad de una realidad tricorporea para este dios, una inesperada trinida, cuya relevancia en el universo de las creencias mitraicas está ensombrecida por el silencio. Otro de los avatares de Mitra es su victoria sobre el toro, al que somete tras galopar sobre su grupa y después de haberlo asido por los cuernos hasta doblegarlo. En algunas escenas se representa a Mitra arrastrando al toro por sus cuartos traseros para conducirlo hasta la cueva que le servía de guarida. En el camino encuentra numerosos obstáculos, como si de un rito de tránsito se tratara, alegoría de las pruebas que han de superar los humanos. Un cuervo transmite a Mitra un mensaje del Sol por el que le insta a matar al toro. El encargo es fielmente acometido, tal como se reproduce en la escena de la tauroctonía. Ésta se ha interpretado como la creación de todos los seres benéficos, lo que convierte a mitra en un verdadero dios creador. Pero antes del acto sublime del sacrificio del toro, Mitra habría logrado algunos triunfos frente a Ahrimán, que pretendía aniquilar a los humanos, según la versión de Cumont. En cierta ocasión provoca tal sequía que obliga a la intervención de su rival. Mitra dispara una flecha contra una roca de la que mana agua cristalina, con la que salva a sus protegidos y se convierte en una divinidad protectora del agua.
En un ara de Poetovio Cautes y Cautópes aparecen acompañando a Mitra en este episodio que se ha relacionado con una de las frases escritas en las paredes del mitreo de Santa Prisca en Roma, según la cual los hermanos gemelos habrían sido alimentados con el nectar de la fuente surgida de la roca.(...) El nectar con el que se alimentan los gemelos podría ser coincidente con la sangre eterna que salva, como reza la oración de Santa Prisca tantas veces mendionada: "Y nos salvaste con el derramamiento de la sangre (eterna)". Liquido manado de la "fons perennis" que es elpropio Mitra (así lo denomina una inscripción de Petovio. Pero eso no es todo. Porfirio asevera que la crátera es el símbolo de la fuente y que por ello en Mitra la crátera sustituye a la fuente (De antro); así pues, podemos asumir que la representación de la crátera en la tauroctonía es un símbolo del llamado "milagro del agua", que adquiere así su verdadera posición cosmogónica, no como un episodio en la vida de Mitra, sino como auténtica rememoración de la creación del agua, simbolismo de los fluidos dadores de vida.(...) Garantizada la seguridad de los mortales, Mitra da por concluida su misión en la tierra. Para celebrarlo se realiza un ágape supremo en el que los comensales de honor son Helios y Mitra, pero en el que, además, participan los principales compañeros de aventuras. Una vez saciados, los dos amigos suben a la cuadriga que ha de conducirlos, en una verdadera apoteosis, junto a los restantes dioses, donde Mitra se instala como protector de sus fieles servidores.
Relieve en marmol con escena del ágape supremo. En él reconocemos la piel del toro sacrificado en el que se reclinan Helios y Mitra. A la izquierda aparece la Luna y abajo Cautes ofrece un ritón a Helios, mientras Cautóptes, a la derecha dirige el caduceo al nectar de la fuente que brota de la roca.


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