Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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jueves, 21 de junio de 2012

El alma cautiva

Shout 18

Brillante y luminosa como eres, oh alma, por tu propia naturaleza, viniste a este mundo de tinieblas y trabaste batalla en él; y el mundo de las tinieblas oscureció tu luz, y te abarcó con su oscuridad, y te cegó, y te hizo perder la visión de todo lo que habías visto, y olvidar todo lo que habías conocido; y finalmente, fuiste capturada y hecha prisionera.
(Corpus herméticum)



Recojo en esta entrada citas y fragmentos de poemas escritos por autores de diferentes épocas y tradiciones que giran en torno a la idea del estado caído del hombre. Las imágenes que he selecionado, pertenecientes a la obra del fotógrafo ruso Misha Gordin (n. 1946), me parecieron ideales como acompañamiento para expresar ese pesar que aflora en la conciencia humana y un ejemplo artístico más dónde lo podemos encontrar reflejado.


Mental Door

Tal armonía está en las almas inmortales; pero hasta que cae esta envoltura de barro que groseramente la aprisiona, no podemos escucharla.
(Shakespeare,
El mercader de Venecia)



Siege

Escápate muy lejos de estos mórbidos miasmas,
Sube a purificarte al aire superior

Y apura, como un noble y divino licor,

La luz clara que inunda los límpidos espacios.


Detras de los hastíos y los hondos pesares

Que abruman con su peso la neblinosa vida,

¡Feliz aquel que puede con brioso aleteo

Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos!

(Charles Baudelaire)




Prisioner

Oh corazón, ¿por qué estás cautivo en la tierra que pasa?
Vuela lejos de esta prisión, como pájaro que eres del mundo espiritual.

Eres mi amigo querido, siempre tras el velo secreto:

¿Por qué establecer tu morada en este lugar perecedero?

Mira tu estado, ve y viaja

desde la prisión del mundo formal al prado de las Ideas.

Eres pájaro del mundo santo, compañero íntimo en la asamblea del Amor.

(Shams de Tabriz)




Crowd 45 (detalle)

El estado eterno, bienaventurado y natural ha sido sofocado por esta vida de ignorancia.
(Sri Ramana Maharshi)




Doubt 11

Arrastado y manchado por la corriente de las cualidades, inestable, vacilante, confundido, lleno de deseos, alocado, el yo cae en un estado de engreimiento. Pensando "este soy yo" y "esto es mío", se atrapa a sí mismo en su yo como un pájaro con una red.
(Maitri Upanishad, III, 2)




Sheptun 3

Apresúrate tú también a dejar el cielo y la tierra, para que puedas contemplar el agua fluyendo desde el sinlugar. Que el pez de tu alma pueda escapar de esta charca, y sorber agua del mar ilimitado.
(Jalal al-Din Rumi)




The Graduate

Al comienzo de la creación, el corazón de la Shekhinah estaba en las regiones inferiores. Y como la Shekhinah estaba abajo, el cielo y la tierra eran uno y estaban en perfecta armonía. El hontanar y los canales por los que todo lo que hay en las regiones superiores fluye hacia las inferiores estaban todavía activos, completos y sin obstáculos, y así Dios llenó lo de abajo con todo lo de arriba. Pero cuando Adán vino y pecó, el orden de las cosas se convirtió en desorden, y los canales celestiales se rompieron.
(José Gikatilla)




Fifth Column

¿Cuál es el camino por el que llegué? Yo regresaría, pues esto no me gusta. La ausencia por un momento del sendero del Amado es ilícito de acuerdo con la doctrina de los amantes. Sólo que en toda la ciudad hubiera alguien -por Alá, una señal sería suficiente. ¿Cómo escapará el pinzón? Pues ni siquiera el simurg es de pies ligeros en esta sólida trampa.
(Jalal al-Din Rumi)





Tomas 8

El alma... a causa de las pasiones ha llegado a ser el principal cómplice de su propia cautividad. (Platón, Fedón, 82e)



Sheptun 7

¡Abandono, miseria, silencio!
Cautivo entre cadenas de la mente,

Cual grillos de hielo contraídos a la par,

Desbaratado, privado de la Eternidad.

Dando golpes en sus grillos de hierro

Los
sus hornos encendió y sobre ellos

Virtió sudor de hierro y sudor de bronce.


Atormentado se volvió el cautivo inmortal,

De insoportable angustia y dolor poseído,

Hasta que un tejado mísero y turbulento,

Cerró en su bóveda la fuente del pensamiento.

(William Blake,
El libro de Urizen)



Fallen 2

Hubo un tiempo en que... contemplamos la visión beatífica y fuimos iniciados a un misterio que puede ser verdaderamente llamado el más bendito, celebrado por nosotros en nuestro estado de inocencia, antes de que experimentáramos los males que posteriormente hemos sufrido, cuando fuimos admitidos a la visión de apariciones inocentes, simples, calmas y beatíficas, que contemplamos brillando en una luz pura, siendo puros nosotros mismos y no encerrados todavía es esa tumba viviente que llevamos de acá para allá, ahora que estamos encarcelados en el cuerpo, como una ostra en su concha.
(Platón, Fedro, 250c)



Web oficial de Misha Gordin:



Entras relacionadas:


Guardianes del limite

La mirad lúdica

Eterno instante
http://barzaj-jan.blogspot.com.es/2010/11/eterno-instante.html

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martes, 12 de junio de 2012

Arte en la Piel

Tatuaje tradicional japonés (fot. Hiro Hata)



"La profundidad está en la superficie"

Proverbio chino



Epitafios de la piel
por
Iñigo Ramirez de Haro



Cuenta la tradición que cuando aquél artista Kano no sabía cómo pintar un dragón, requirió el consejo de un monje zen, que le contestó simplemente: "Convierteté en un dragón". Al cabo de un tiempo se había transforma
do en un dragón pintándose a sí mismo. Las fronteras se borran; la piel se hace alma. Exterior e interior confluyen en el espacio distinto al vacío.


Y en medio, como imperceptibles medusas marinas, los cuerpos tatuados, no como simples caprichos de decoración u obsesión, sino más bien selva de algas apenas pentrables por las diferentes viscosidades de significaciones. Donald Richie, en su libro El tatuaje japonés, intenta sugerir olores, ruidos, tactos...
Porque, antes que nada, el tatuaje es la marca, la marca indeleble que individualiza a su poseedor hasta la muerte. Entre los maoríes era sello de hombría; los
autores clásicos mencionan su utilización por parte de los egipcios, griegos y diferentes comunidades bárbaras; los romanos a criminales y esclavos; y los nazis a comunistas, homosexuales, judíos y gitanos. (...)
En las compilaciones
Nihon Shoki sobre el Japón antiguo del año 720, se encuentra ya definido un código especializado de tatuajes primitivos para marcar a los "intocables". Estos pertenecían al grupo social de los hinin (no-personas) e incluía por igual a verdugos, artistas, enterradores y otras subespecies bajo el nombre de eta, siendo el eufemismo burakumin o gentes del pueblo.
Ya a principios del siglo
XVIII, los criminales eran tatuados con un vocabulario especializado de marcas, tácitamente reconocible por el resto de la sociedad. En la región de Tama, por ejemplo, se les estampaba el ideograma para "perro" en medio de la frente. (...) En una sociedad de fuerte cohesión familiar, el ostracismo del tatuado era la forma más sofisticada y eficiente de enterrar en vida a uno de sus miembros. Mucho más que cualquier alternativa de castigo, prisión, tortura o exílio. Como en los toros bravos, los pinos de resina o las orejas de los conejos caseros, esta marcas de diferenciación, de individualidad obligada, fueron evolucionando hacia variantes más permisibles. A las mujeres ainu, aborígenes de Hokkaido, se les marcaban los dedos y brazos con el fin de que no olvidaran que trabajaban para el marido. Con los labios efectuaban la misma operación para recordarles que hablaban para él. En los límites de la coacción se religó cualquier cabo de duda haciéndoles creer que no había salvación posible tras la muerte sin los labios tatuados. El círculo se había completado con el terror de la borradura del estigma, casi como el que debió sentir la esposa de Don Pitas Pajas en el pasaje del carnero pintado del Arcipreste. La siguiente variante en la apreciación del tatuaje se presentaría como signo embellecedor. Estética y religión, como veremos, fluirán paralelos en este río de la piel.
Del estigma forzoso al forzoso estigma sólo mediaba el tópico de la naturaleza imitando al arte, o mejor el ovidiano del arte copiando el azar. La novela china Shui-Hu Chuan se traduce al japonés con el nombre de Suikoden (Todos los hombres son hermanos) a finales del siglo XVIII, y produce tal furor que en las décadas siguientes conocerá múltiples traducciones. La versión de Bakin y las ilustraciones de Kuniyosi se hicieron inmensamente populares. Los antiguos tatuajes de hinin y eta, o de juramentos amorosos y religiosos, adquirieron un sentido desconocido hasta el momento. El secreto se escondía en que los héroes legendarios de la novela aparecían con sus cuerpos tatuados. El nuevo "tatuaje pictórico" copiará el estilo y la iconografía. Paralelamente, sucesivos edictos del gobierno Tokagawa (1603-1868) condenaban la nueva práctica por subversiva, bajo la calificación legal de "perjudicial para la moral pública". Al igual que en Occidente, el hombre tatuado siempre será un marginado de las altas instancias, estancias del poder. Su poder sólo puede en los submundos. Cualquier signo de individualidad -llevar ropas elegantes sin pertenecer a la clase dirigente, gozar con espectáculos inocentes del tipo kabuki...-era rigurosamente regulado con penas extremas. La individualidad siempre fue revolucionaria.
"Los japoneses hacían todo lo posible por embe
llecerse... Diseños chillones de dibujo y color bailaban sobre los cuerpos masculinos", escribía Junichiro Tanizaki para subrayar el impulso fundamentalmente estético, decorativo, del nuevo tatuaje voluntario. Como las mariposas o los travestís, los tatuados de cuerpo entero ostentan una autoplástica que convierte su piel en un obra de arte... inútil.
Ya recalcamos que entre los aborígenes
ainu, el tatuaje de los labios desvió su connotación hacia el encanto cosmético. En el Koshoku Ichidai Otoko de 1682, traducido por "La vida de un enamoradizo", Saikaku relata como prostitutas y amantes de baja y alta condición, sacerdotes y acólitos imprimían determinados juramentos amorosos o religiosos, los irebokuro, ire significando "inyectar" y bokuro, "lunar". Uno habitual era grabarse el ideograma para inochi (vida) junto al nombre de la persona amada, recordándole que se la amaba más que a la propia existencia; una novia se imprimía en el hombro izquierdo tantos puntos como la edad de su amor.
Mientras los gobiernos del siguiente periodo Meiji hacían más efectiva la prohibición de exhibiciones y concursos públicos de los tatuados, en las cortes europeas de finales de siglo se puso de moda. Los entonces Duque de York y Zarevich de Rusia, luego Jorge V y Nicolás II respectivamente, lucían sus
discretos emblemas bajo la epidermis.(...)
Aparentemente, la motivación erotico-solitaria para el tatuaje de seres m
arginados es prioritaria de Occidente, donde se desarrollo en ambientes de marineros, legionarios, chulos, presidiarios, etc., una modalidad autodenigratoria, morbosa, patibularia, feista, trágica, turbulenta o simplemente provocadora, con frases tipo: "Nacido para perder", "Peligro de muerte", "Maldita suerte", "No me olvides"... sin parangón en el Japón. El especialista americano (Donald Richie) invita a no dejarse llevar por las simplificaciones y rescata asombrosos parecidos con este macho deal occidental, en expresión de su compatriota William Tucker.
El mundo femenino japo
nés continúa atado a las ancestrales jerarquías familiares. La cantidad de mujeres atraídas por los tatuajes masculinos no resulta mínimamente apreciable. El matiz de narcisismo homosexual-masoquista se presenta con muchas más posibilidades de justificación psicológica. Pequeños grupúsculos de seres marginados definidos en un doble espejo de atracción consigo mismo y con sus compañeros de existencias. Es dificil pasar inadvertida la enorme dosis de masoquismo que subyace en todo el proceso. En las mismas fotografías del libro, las caras contraídas hasta el orgullo, apenas esconden la marea del dolor. Ya en Tahití, donde el capitán Cook escuchó por primera vez en 1769 la palabra tatou, el pigmento se incustraba en la piel con un instrumento semejante a un rastrillo. Los maoríes utilizaban una azuela de hueso y los japones un manojo de agujas -los hari- insertas en un mango de madera. No solamente es doloroso sino también largo y sangriento. En un tatuaje de cuerpo entero se requiere más de un año entero a un ritmo de una hora semanal. Es imposible proceder más deprisa: terminada cada sesión, el cliente inflamado se sumerge en baños de agua caliente; a las pocas horas, la piel recientemente impresa se llena de costras que tardan aproximadamente una semana en desaparecer; restablecido, regresa a la siguiente intervención. Los grandes maestros artesanos se precian por su habilidad de hacer sufrimiento y sangre mínimos. De todos modos, el convencido cliente resiste impasible con su entereza de clan. Podrían hacer suyo aquel lema de Fernando el Católico en Valladolid: "Como yunque sufro y callo por el tiempo en que me hallo".

Héroe suidoken tatuado en la espalda


Pero los héroes suidoken eran ante todo héroes y, como los griegos, respondían a la descripción bowriana de persecución del honor a través del riesgo. Valentía, audacia y virilidad, dentro de los esquemas caballerescos, los hacían especialmente atractivos para ese grupúsculo social al que la tradición atribuye haber sido el pionero en tatuarse el cuerpo: los bomberos. Eran los gaen, bandas de rufianes contratadas por el gobierno para atajar los numerosos incendios de la antigua capital Edo. Poco a poco se hicieron trabajadores a tiempo completo organizados en su Kumi. Emulaban a sus ancestros heroicos del Suidoken tatuándose el cuerpo entero con sus símbolos favoritos. El ejemplo cundió entre las clases inferiores -obreros, siervos, ladrones, gansters yakuza, etc.- y corría el dicho de que una de las "siete maravillas de la capital" era encontrar un artesano sin tatuaje. Fueron los momentos de gloria de la artesanía. Protección, seguridad, cohesión. El individuo aislado y amorfo se defiene irrevocablemente mediante el tatuaje como miembro de un grupo codificado, de un nekama, de un "adentro· frente a un "afuera", con una intensidad de unión en muchas ocasiones superior a la de la propia familia. Un nekama posee un complejo orden de reglas. Para acceder a él, como primer requisito se exige que el candidato se un hombre y no un otokorashikunai (no-hombre) ni un shombenkusai (apesta-a-orina), refiriéndose a los niños. El rito iniciático del tatuaje grantiza la nueva condición y va acompañado de determinadas ceremonias y normas de comportamiento. La eternidad de la marca grantiza la estabilidad de la persona. La piel impresa la soporta, la define, le da el ser. En la interminable pregunta que es la cultura japones, algo se intuye de la respuesta del poeta anónimo del siglo VI: "Para el hombre / ¿No es acaso como la flor / Del cerezo / Un caparazón de la langosta".
Todos los caminos de la piel conducen a los dioses. ¿Cuál es la vejez de los dioses?, se interrogaba Moritake. Aquel tatuaje primitivo de juramento amoroso fácilmente se tornaba hacia Buda. Frases piadosas y oraciones re
zaban inscritas en las capas cutáneas. Polinesios y maoríes, chanteles mejicanos, ibos nigerianos, pimos de Arizona o senois de Mala incorporaban las prácticas tatuísticas de las celebraciones rituales. El tatuaje se transforma en un medio de acceder a Dios. Pero el budismo no permite que nada se interponga entre lo que se trata de expresar y la expresión. En realidad, se convierte en un medio de convertirse en Dios.
Con este talismán, el nipón tatuado afronta la vida y la muerte. En las leyendas populares, los monjes
viajeros se tatuaban para ser respetados por hombres y fieras. El dibujo mágico actúa de pasaporte protector frente a la caducidad de la vida y a los peligros de la naturaleza. Y el precio es la marca del autosuplicio, del sacrificio.
Ricchie subraya que durante su estancia en Japó
n, los tatuados hablaban constantemente de la muerte. No es casualidad que algunas profesiones -los yakuza- sean casi garantía de defunciones de jóvenes. A diferencia de aquellos franceses del siglo XIX, con la palabra "mort" grabada en el pecho y un collar de puntos inscritos en el cuello para facilitar el trabajo de la guillotina, los nipones se encaran a la parca con el fin de lograr una especie de seguro de muerte y de permanencia inmutable. Por un lado, una defunción adelantada, un rigor mortis de la piel; por otro, la inmortalidad prematura, el contraveneno frente al aguijón. En cualquier caso, ese mismo temblor que resuena en su sutil poesía: Cuento las olas / En la tarde, y hallo / El centro del otoño" (Minamoto-no-Shitagau, siglo X).
No deja de sorprender que en la fantasía de los tatuados se vislumbre una esperanza de que su piel preciosa resista a la descomposición. El sujeto se hace objeto. Osamu Tatsuda, en su interesantísima recolección de
ensayos sobre este tema, consideraba que la razón primordial para marcar a criminales y proscritos era conseguir la desumanización efectiva. El tatuaje forzoso o voluntario vierte su personalidad para ser objeto coherente y manejable. Pero en este viaje a través de la piel, en esta introspección hacia la superficie, la imagen espacial del occidental se resiente. El alma, lo profundo, lo fundamental, no se sitúa en el interior del cuerpo. La creación no surge desde un sólido reducto del yo. El ideal oriental dirime con la paradoja aparente: vaciarse e incluir. O como recordaba el proverbio chino; "la profundidad está en la superficie". Otomo-no-Yacamochi se cuestionaba: "¿Qué importa convertirme / En pájaro / O insecto?" Desde los distintos ángulos, los límites se disuelven entre las personas de carne y el símbolo de tinta, entre el interior y el exterior, entre la piel y el alma. El hombre se metamorfosea en la imagen pintada. Ya en el Suikoden, lo héroes aparecían tatuados con la representación del ser que les confería su única existencia mística. Busho combatió un tigre y lo llevaba grabado en la espalda. Dioses, fauna y flora, héroes legendarios e históricos de la imaginería tatuística coinciden con el corpus cultural coherente de símbolos y mitos del pueblo nipón.
Buda bajo el árbol, a diferencia del Cristo crucificado cristiano, nunca se imp
rimiría en la piel. Sí, en cambio, diversas divinidades inferiores como Nico, Kannon -la diosa de la Misericordia equivalente a la Virgen María- y Fudo -el guardián con colmillos del Infierno, dios de la ira, que protege la fe, el orden y el trabajo. La flor del cerezo y la hoja de arce son dos de las representaciones más estimadas por los japoneses. Como la rosa roja occidental, conllevan un mensaje de amor inmarchitable. La trascendencia implicada, sin embargo, incorpora las cualidades mutables de la naturaleza. El símbolo de la transitoriedad es una afirmación de la vida percedera. De nuevo, la paradoja: lo transcendente es lo transitorio.


Y de entre los numerosos héroes talismánicos, Kintaro, el valor a pesar de ser pequeño, como millones de japoneses se sienten a sí mismos, y Hagaromo, ángel femenino que sinsetiza santidad, belleza y l
ascivia, resultan particularmente apropiados en la metamorfosis del tatuado. "Cuando termino / De reunir mis miradas / En las profundidades / De mi claro espejo..." (Sedoka).
El tatuaje ha sido concluido. El maestro artesano se dispone a firmar bajo el brazo o en el muslo. Su nombre será precedido de
horu (clavar) para integrar el prestigioso gremio de los horimono.



Lecturas:

Iñigo Ramirez de Haro, Epitafios de la piel. Revista El Paseante nº 6

Donald Richie, The japanese tatoo

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lunes, 4 de junio de 2012

La vía del Conocimiento



"Yo he visto a mi señor por el ojo del Corazón.
Yo dije: ¿Quién eres Tú?

Él me respondió: Tú"

Mansûr al-Hallaj




En el siguiente texto, Elémire Zolla analiza algunos rasgos de la quizás más elevada y compleja elaboración metafísica procedente de la India, la Vedanta-advaita o conocimiento no dual. Forma parte de una trilogía (Las tres vías, Paidós Orientalia) dónde se suman el análisis de otras dos vías de liberación hindúes; la de la devoción, que su autor denomina como "la vía del corazón y del abandono, de la efusión mística y lírica", y la del tantrismo, "paradójica y misteriosa vía del exceso".


La vía del Conocimiento
Por

Elémire Zolla



No nutre e
speranzas, no tiene ni pizca de fe, el puro conocedor. Se limita a saber o a no saber o a saber dudando. No cree en nada.
A lo que sabe le conduce no un sentimiento sino una sencilla valoración. Conoce porque verifica.
Además reconoce que vive muriendo, que retrocede insensiblemente hacia la nada en cada momento. Para él la muerte será la dilatación al infinito de esta experiencia cotidiana. No concede ni una gota de confianza a una vida anterior al nacimiento o posterior a la muerte. Incluso con todo el sistema cerebral en acción, su persona es un desmontarse y componerse de nuevo sin tregua. Así ella demuestra que no existe.
Además la persona siempre es un engaño. Mudable, atacada, la hace cambia
r una bagatela: enamoramiento, infautación, alucinación. Perennemente va siendo roída por el olvido, fuerza que desmantela y desgasta el núcleo más íntimo, el único aval posible: la memoria. Recordar es una facultad que hace aguas constantemente. Si regresamos a un lugar preferido de la infancia o de la juventud: toda su pompa aparecerá ausente, esfumada. Quien únicamente recuerda, descubre de esta manera que es un charlatán colosal.
Finalmente
el puro conocedor no sabe qué hacer con la esperanza. Le basta calcular las probabilidades. Tiene plena conciencia de desvanecerse a amedida que sus recuerdos se van deshaciendo y achicando.
En la India al puro conocedor se le abre una vía específica.
La cual se puede ilustrar relatando los razonamientos inexorables de Gaudapada o de Sankara, los clásicos más honrados, pero existe, modesta y fácil, la enseñanza impartida por los millares de sabios de los pueblos. Dos maestros de este
tipo han aparecido en la India moderna, fascinando al mundo entero.
Ramana
Maharshi enseñó a los pies del Anapurna, repitiendo sin tregua que no somos nuestro cuerpo, el cual puede funcionar solo y con el cual podremos y deberemos convivir en un sonambulismo perpetuo; no somos tampoco nuestra persona, que es un aplazamiento infinito: nos damos cuenta y ya somos dos. ¿Qué es lo que queda? La atención pura, eterna, inmutable, beata, la cual coincide con nuestra identidad sin forma, es de todos y a todos constituye; ella hace conocer lo que es en la medida en que es lo que es, forma la pantalla que permite el desfile de imágenes cinematográficas que forma la existencia, el punto desde el cual vigilia, soñar, sueño se pueden comprender sin palabras como una sola entidad.
Basta repetirse "¿quien soy?" eliminando cualquier otro pensamiento y la pregunta se extinguirá, al igual que el bastoncillo que agita el cadaver que se quema y que luego se echa al fu
ego.
Nisargad
atta Maharaj dio sus clases en el pequeño apartamento de Bombay donde lo descubrió Maurice Friedman, un judío polaco, europeo característico, cuya vida giraba alrededor del compromiso político. Todas sus pías intenciones chocaron contra la racionalidad inflexible de Nisargadatta. A resultas de ello nació un primero, exquisito volumen de diálogos, I Am That, publicado por Chetana en Bombay. Más tarde Dunn y Balsekar, entre otros, transcribieron nuevos diálogos.
Nisargadatta casi nunca tomaba la palabra el primero, dejaba que las personas que habían acudido a su cuartucho le hicieran preguntas. Las contestaciones eran siempre las mismas, consistían en relacionarlo todo con los términos de la filosofía que empieza en la India alrededor del año 700 d.C., la Advaita-Vedanta o conocimiento no dual.
Con un solo intercambio de frases parecería que todo, a nivel riguroso, se había acabado; sin embargo, no es así, la repetición incesante y sin sorpresa fascina, exalta, conmueve, sosiega más que cualquier animada narración. La ausencia total de pasión hace vibrar más que la lírica, la monotonía de echo parece una bufera. Porque Nisargadatta traslada, sin ninguna duda e inmediatamente, al corazón de la filosofía advaita, cada vez que interviene realiza el milagro de transferirnos a una atmósfera purísima, que pocas personas saben respirar, pero que casi a todos hace brotar en el corazón una extraña nostalgia.
A veces actúa con una condensación inexorable: la luz del sol, observa, es el sol, tú eres el mundo, tú das testimonio de él y le das el ser; y añade: "El testimonio de esta existencia, de esta conciencia, es el testimonio de aquel principio eterno, lo absoluto": sol y luna existen porque nosotros existimos; profundicemos en esta observación hasta que gocemos con ella.
Consideremos lo que somos cuando nos contemplamos: somos similares "al gamo que reposa a la sombra de un árbol", una sombra ni clara ni obscura, ni negra ni brillante, semejante al azul turquí de algunas nubes. Aquí Nisargadatta se refiere a una metáfora difundida en la poesía: la mente devota es como un gamo siempre perseguido por los cazadores: por las desventuras de la vida; su culpa es su propia carne: las construcciones mentales con las que suscita la ilusión de la realidad. Del gamo-mente fluyen todas las cosas, no pide nada, no se desconcierta ante lo que emana: es "el estado más natural, el estado más alto". Se puede afirmar que en esta condición estática hay un solo conocimiento:
no se quién soy y lo que soy, pero sé que existo.
Esta limitación al puro ser confiere una beatitud, una plenitud excelsa. Uno se da cuenta de que de aquí deriva todo el universo que nos rodea, todo el conjunto de fenómenos respecto a los cuales aquel ápice es principio y causa. Ésta es la primera certeza. Nosotros, en cambio, estamos acostumbrados a interrogarnos desde el punto de vista de los fenómenos múltiples y por eso estamos desmembrados y confusos, creemos que hemos nacido y que debemos morir, sin darnos cuenta de que estos dos eventos son el resultado, la consecuencia de dos ideas, que hemos aplicado a la realidad de modo arbitrario a partir de la primera infancia: tiempo y espacio. El tiempo no es una experiencia, tampoco lo es el espacio: son conceptos que imprimimos sobre lo que nos parece. Cuando
yo soy sin ningún calificativo, vivo en un instante eterno.
Se podría observar que en Kant se puede hallar la misma concepción de tiempo y espacio, pero él permanece inerte: no se dedica de forma resuelta a sacar deducciones. Por el contrario, Nisargadatta no se contenta con llevarnos constantemente al
yo soy, al no ser, a la no identidad, puesto que antes de ser se es nada o al menos se es sin saber que se es.
El paso más allá del
yo soy es terriblemente arduo, es necesario detenerse hasta que al final notemos cómo nos precipitamos debajo del yo soy. El instinto natural es de salir hacia el mundo, es necesario, por el contrario, retroceder, reflexionar sobre el hecho de que pensamos y tenemos conciencia sólo gracias al cuerpo y el cuerpo no es otra cosa que alimento transformado: tenemos que regresar al "estado en que el niño no se conocía a sí mismo", era un absoluto sin conciencia de sí mismo. Es necesario regresar al momento en el cual, cuando éramos niños, se encendía en nosotros el primer indicio de conciencia, despojándonos de cualquier concepto, recogiéndonos en lo que de cada concepto se proyecta. Tal vez, así recogidos, comprenderemos que somos un actor que interpreta un papel en el escenario que es el universo.
Hay que volver hacia atrás, hacia el punto en el que se entró en la realidad, hay que adquirir el rostro que se tenía antes de nacer, dice la tradición hindú. (...)
Será necesario eliminar todos los nombres y formas, todas las palabras e imágenes y se estará fuera de la apretura.
El
yo soy o existencia es el principio del mundo; hay la posiblidad de ser sus testigos, es como ser testigos del sueño profundo. Solamente desde esta condición suprema se podrá comprender cómo el mundo de la vigilia y el de los sueños difieren porque del sueño tengo la prueba de que es inexistente apenas me despierto, mientras que en la realidad de la vigilia me empeño en invertir mi capacidad de fe.
Mientras nos consideremos individuos estamos condenados a morir; una vez despersonalizados, identificados con
yo soy, la muerte pierde toda realidad. Pero yo soy es también él mismo una ilusión, la primera y primaria ilusión, a la que los Veda denominan "huevo cósmico", porque en ella se halla contenido todo; solamente en el sueño profundo se puede olvidar.
La atención es la última ilusión, más allá de ella existe la conciencia del sueño profundo: una vez alcanzada esta cima se está liberado. Se cesa de repetir "soy esto" o "soy aquello", de hacerse implicar por la conciencia.
Yo soy es la punzada de aguja o el apretón de la pinza del escorpión del que todo nace, ¡cuidado con aquel dolor básico! Cuando se supere el yo soy, la libertad podrá inundarnos: es un punto parecido al punto geométrico, no ocupa espacio, pero determina todas las construcciones espaciales: que se elimine, que se cancele.
¿Cómo? Volviendo a ser en primer lugar niños: "Antes de la comprensión
yo soy, está Balakrisna, la ignorancia infantil. Más tarde ella se comprende a sí misma -aquélla es conocimiento. El conocimiento cancela la ignorancia, Balakrisna. En este estado de krisna, el señor Krisna expuso el conocimiento y luego se fundió en su estado original, lo Absoluto".
Nisargadatta hablaba cuando había llegado a los setenta y cuatro años, decía que se sentía un niño y exhortaba a volver a aquel estado de puro ser, en el cual el
yo soy todavía es puro, anterior a la mancillación de soy esto o soy aquello, y a abolir, finalmente, también el yo soy. Al final se podría repetir de verdad junto con Nisargadatta Maharaj: "Estoy hablando desde el punto de vista en el cual no me conozco a mí mismo, en el cual no sé que existo. No pertenezco al reino de la vigilia y del sueño". A partir de esta condición él recuerda sin tregua que nos identificamos con los propios pensamientos, pero éstos son generados por el cuerpo y el cuerpo es generado por el alimento, es alimento nacido del sol.



Lecturas:

Elémire Zolla, Las tres vías. Paidós Orientalia 1997


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