Isfahan (Irán). Mezquita del iman. Bóveda del iwan norte
El punto aparece en el círculo, aunque no estaba...
pues tal punto es el origen del círculo.El punto crea en su girar el círculo,
a los ojos de quien lo mide.
Su principio y su fin se unen,
cuando el punto mide la totalidad del círculo.
Cuando éste se completa,
el compás junta sus pies con su cabeza,
y descansa.
Todos nostros estamos sin Ser, sin Ser.
Estamos sin Ser, y Tú eres el Existente.
Llamó al mundo entero Su sueño; miró una y otra vez,
y Su sueño era Él mismo.
Sayyid Ni'matullah Wali (s. XV)
Verdadero, sin falsedad, cierto y muy verdadero: lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo, para realizar los milagros de la Cosa Única.
Y así como todas las cosas provinieron del Uno, por mediación de Uno, todas las cosas nacieron de esta Única Cosa, por adaptacion. (...)
Hermes, La tabla esmeralda
El siguiente texto es la introducción a la edición española de la obra de los iraníes Nader Ardalan y Laleh Bakhtiar, El sentido de la Unidad. La tradición sufí en la arquitectura persa. Su autor es el doctor en Filología Árabe Carlos Varona Narvión, en la actualidad Director del Instituto Cervantes de Damasco, quien también a traducido la obra de Ibn Arabi.
La geometría del espíritu en la arquitectura irania, por CarlosVarona Narvión
Toda actividad humana, aun en campos de dificil límite como el religioso, cuenta indefectiblemente con unas consideraciones tanto conceptuales como útiles del espacio, es decir, con una apropiación más o menos abstracta, en este caso de la fe y la revelación, pero también con otra aplicada, y por tanto "estética". El fenómeno humano mismo es espacial, tanto como temporal; los son sus obras, y no puede sustraerse a tal echo. Esta obviedad, sin embargo, nos introduce en el núcleo mismo del presente texto: el sufismo, como cualquier otra vía o conjunto de identidades, por muy profundas que tenga sus raices ancladas en el espíritu y las vivencias más internas, también posee un tipo de materialidad, una manifestación y unas repercusiones espaciales y a la vez cronométricas, como son el caso de la danza y de la música, o por extensión la arquitectura y la caligrafía. Los caracteres externo (zahir) e interno (batin) de la existencia representan dos aspectos complementarios e integrantes de una totalidad superior a ambos, con los que el hombre ha de contar con una u otra medida mientras posea un cuerpo y unos sentidos. Tal y como se conoce al ser humano, estas dos variadas "geografías", la física y la causal, resultan en realidad del todo indisociables. Lo más próximo a la conciencia cotidiana es el cuerpo (yisim), su anatomía, y cuanto en el mundo se le evidencia por los sentidos, con sus texturas y materiales. De otro lado, las referencias al misterio, al espíritu (ruh), pueden vestirse con infinitas fórmulas, con innumerables posibilidades de aparición, mas nunca llegan a ser opuestos o irreconciliables con la base física del hombre y su percepción. Incluso el destello más lejano e inaprensible posee algún tipo de perfil, de configuración espacial, y despierta respuesta somáticas de bienestar y serenidad, o de disgusto y desazón. Tanto las experiencias más reiteradas y cotidianas como los vislumbres extemporaneos de lo sacro, las teofanías, aun siendo diametralmente distintas, guardan una cierta relación, les une un fino hilo: la imagen. De forma paralela a la del tiempo, la percepción del medio que interesa al sufismo es en esencia cualitativa. No preocupan estas dimensiones en un sentido extenso, del cuánto, sino interiorizado, del símbolo, de la representación mental, que mediante las claves de estos de dos parámetros introducen a la suprema sabiduría y a los secretos del universo, por mucho que éstos nunca lleguen a ser del todo desvelados. El tiempo es vivido como un presente continuo, como una sucesión de instantes únicos, reacios a cualquier escala y medida, mientras que el espacio acoge el despliegue de la manifestación divina a través de los Nombres, los cuales, reflejados en la infinidad de seres y cosas, revelan la Unidad (al-tawhid) de Dios y de su Obra: el universo (al-kawn).

En estas coordenadas de síntesis, las del equilibrio aplicado a la arquitectura, entre el espíritu y la materia, se inscribe El sentido de la Unidad. La tradición sufí en la arquitectura persa, de Nader Ardalan y Laleh Bakhtiar. Pone esta obra un espacial énfasis en la arquitectura tradicional, como fusión brillante y continuada de tales extremos, presentes en el hombre y en el mundo, ofreciendo a través de las construcciones iranias más destacadas una manifestación concreta de lo infinito, lo que podríamos llamar el "misterio de Dios" en la materia. En este terreno de conjunción, que los autores ligan a la alquimia en tanto ciencia tradicional, el simbolismo alcanza un papel vital como lenguaje omnicomprensivo, que desemboca siempre en la misma clave: la geometría. A su vez ésta, parafraseando al dintel de la Academia (de Atenas), encamina a los secretos del cosmos mediante patrones comunes a todo cuanto existe: las galaxias, los átomos, la luz, los frutos y flores, el cuerpo de los vertebrados y, cómo no, el humano. Según la vía




Los números no entran nunca al azar en un medio dado, sino que tanto individual como conbinadamente comportan un cierto "carácter", un orden; son, según su guarismo, una "huella", la traza indeleble de unas determinadas propiedades universales. En la arquitectura tradicional se da el cruce, la síntesis entre el número como patrón confomador y la materia como receptora. Y es ahí donde incide el número, no sólo como cantidad, como materia, sino como relación. El Uno es el punto de partida de todo, la Unidad y el impulso primigenio; el dos supone la polaridad, siendo el símbolo de lo femenino y la horizontalidad, y por lo tanto de lo más apegado a la tierra; el tres, la tríada, es la superación de los extremos, el movimiento, el suelo fecundado por el espíritu..., y así sucesivamente. El cuadrado es igualmente una de las formas básicas de inspiración sufí; con sus lados idénticos representa a los cuatro elementos y sus ángulos interiores suman los mismos grados que la circunferencia. El octógono está presente por su parte en la planta de muchas edificaciones, especialmente bajo cúpulas. Más allá de ser o no creyente en una determinada fe o sistema de creencias, debemos situarnos a lo largo del presente libro en una prolongada etapa histórica en la que el desafío del tie





El reflejo directo de este orden en la conjunción de líneas, volúmenes y colores, realizado mediante la sabia interpretación del artista, hace nacer eso que llamamos la belleza. Tanto para Al-Gazzali como para Ibn 'Arabi, dos de los máximos representantes de la espiritualidad musulmana, aunque muy distintos entre sí, lo bello significa también lo bueno, siguiendo la corriente platónica de tal identificación. Resulta más que significativo el que desde la primera línea del prólogo a su Taryuman al-Aswaq, o Interprete de los deseos, uno de los libros clave del sufismo, Ibn 'Arabi enfatice el canto a la belleza como demostración de la divinidad: "Loor a Dios, el Bello y de acción bondadosa, Él, que ama la belleza, el Creador del universo en cada una de sus formas y hermosuras, en las cuales insertó su arcana sabiduría cuando las hizo existir. Señaló el lugar del secreto que surgió de Él, y desveló a los gnósticos la (suprema) síntesis, haciendola clara. (Todo) cuanto hay sobre la tierra de las manifestaciones Él lo puso, y mediante la emoción y la tristeza, a aquéllos arrobó en la contemplación de tales ornamentos". Se hace también obligado recordar en este apartado el famoso dicho del Profeta (hadith), comentado por numerosos pensadores, entre ellos Al-Gazzali: "Dios es Bello y a





no sabemos adónde nos lleva.
No os perdais este magnífico vídeo de Eterea estudios realizado por Cristobal Vila. Está inspirado en obras de arquitectura persa:
http://www.youtube.com/watch?v=QqbiDdsaZw4
Lecturas:
Nader Ardalan y Laleh Bakhtiar, El sentido de la unidad. La tradición en la arquitectura persa. Prólogo de Carlos Varona Narvión. Ediciones Siruela 2007
Ibn Arabi, El interprete de los deseos. Traducción y comentarios de Carlos Varona Narvión. Editora regional de Murcia 2002
Ibn Arabi, El esplendor de los frutos del viaje. Edición de Carlos Varona Narvión. Ediciones Siruela 2008
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