viernes, 27 de junio de 2014

El poder de las imágenes


La Mónada Jeroglífica en Oedipus aegyptiacius II pag. 29 (1656). Imagen simbólica rediseñada por Athanasius Kircher a partir de la creada por John Dee en 1564.
Joscelyn Godwin comenta sobre ella: "Kircher la considera símbolo del sistema del mundo: arriba, se encuentra el universo tolomeico de elementos, planetas y estrellas fijas interseccionado por la Luna; abajo, los cuatro elementos o cuatro ángulos de la Tierra con la serpiente al pie 'que denota el poder divino que permea todas las cosas'. En su interpetación la reduce a poco más que al sómbolo de Venus, que los egipcios conocían como Anj o cruz ansata y que representa la superioridad del espíritu sobre la cruz de la materia".


Quien se acerque a la obra del jesuita Athanasius Kircher en estos tiempos de especialistas, no puede dejar de sentir asombro ante el basto círculo de conocimentos que llegó a abordar. En sus publicaciones lujosamente editadas, se tratan temas científicos y teológicos (donde el simbolismo judeocristiano y egipcio se une al de la mitología clásica siguiendo la filosofía hermética) entre los que encontramos el estudio de las manchas solares, vulcanología, experimentos con la linterna mágica, invención de aparatos musicales, metafísica, astronomía, lenguas orientales, geroglíficos egipcios, óptica, magnetismo, la Torre de Babel, el Arca de Noé, reuniendo todo ello un compendio heterodoxo por el que aspiraba a reunir todo el saber universal de su época. Destaca en su obra el amplio despliegue de imágenes utilizadas, siguiendo así la metodología de la Compañia de Jesús que les otorgaba un gran poder no tan sólo como metodología de aprendizaje, sino como herramienta por la que ejercer una influencia sobre la configuración de la estructura psíquica. Ignacio Gómez de Liaño dedicó unas palabras a esta cuestión a las que he acompañado con algunas imágenes analizadas por él mismo siguiendo en gran medida las interpretaciones que realizara Joscelyn Godwin.


Virtudes y galas de la imaginación
por
Ignacio Gómez de Liaño


Cualquiera que sea el valor que concedamos a la filosofía o a las investigaciones particulares que emprendió Kircher, no se puede por menos que elogiar sin rodeos el valor iconográfico y la vistosidad de las ricas ilustraciones que adornan los grandes infolios de Kircher. En efecto, ningún autor de los siglos XVI y XVII puede ostentar, como acompañamiento de sus investigaciones científicas o filosóficas, una comitiva tan lujosa de imágenes. Kircher, que no ignoraba la moda renacentista y barroca de los emblemas, también sabía la importancia que tuvieron para difundir el pensamiento hermético las bellas ediciones de J. T. De Bry.

Frontispicio de Ars magna lucis et umbrae (1645)
Además de la obvia iconografía astrológico sapiencial de Apolo (el sol) y Diana (la luna), la lámina define cuatro fuentes de conocimiento. La Autoridad Sagrada, encarnada en la Biblia, aparece como un rayo que procede directamente de Dios. Se halla en el lado diestro de Dios. En el izquierdo de Diana, Razón, aunque próxima a Dios, nos llega filtrada por el ojo interior, cercano a la lechuza sostenida por la nocturna Diana. El Conocimiento Sensible no viene directamente de la luz intelectual de Dios, sino de la del Sol. Uno de sus rayos pasa por un telescopio; el otro se introduce en una caverna, reminiscencia de la platónica o también de la de Empédocles. Frente a la Sagrada, la Autoridad Profana no es más que una candela que brilla débilmente entre las nubes de los desconocido. (...), el águila acompaña, como animal emblemático al Sol, y el pavo real -de cola acelada como la noche- a la luna.

Por otro lado, el catolicismo contrarreformista puso especial empeño en la propaganda de su ideario, a fin de contrarrestar la influencia que ejercía el protestantismo, valiéndose de una hábil utilización de la pintura y la arquitectura, en suma, de las imágenes visuales. Así como las fachadas de las iglesias proclamaban en un lenguaje de piedra y proporciones numéricas a todo el ámbito de la ciudad, la belleza y dignidad de los misterios que el templo atesora en su interior, de la misma manera la profusión de imágenes que decoran sus muros y pilastras proyectaban ante los fieles una auténtica película de la fe católica y de sus excelencias. La exuberancia de las iglesias romanas de tiempos de Kircher no excluía ninguna partícula de humanidad considerada valiosa: el matemático, el físico el moralista, el poeta y, por supuesto el hombre religioso podían sentir en esas iglesias, como reflejada en un espejo, una imagen dinámica, llena de vida y no desprovista de encantos terrenales de la religión y de la concepción católica del hombre. Los autores de la Contrarreforma, y en particular la Orden de los jesuitas, sabían que las abstracciones del dogma, los misterios de la fe y las enseñanzas de la Iglesia tenían que entrar por los ojos.

Los sesenta y dos nombres de Dios en Oedipus aegyptiacus II p. 287.
La Cábala dice que Dios tiene sesenta y dos nombres, lo que Kircher interpreta escribiendo el nombre de Dios en sesenta y dos lenguas: cada uno de esos nombres posee cuatro letras, reflejando así el tetragrammaton hebreo IHVH. Esto le obliga a veces a encontrar soluciones de compromiso como en italiano IDIO y en inglés GOOD. Los otros círculos contienen diferentes atributos de Dios, Creador, Perfección, Luz, etc., a la manera de los nombres divinos en las ruedas combinatorias de Raimundo Lulio, de cuya filosofía Kircher era seguidor. En el centro está Jesús, cuyo nombre, que comprende la letra "madre" Shin, hace pronunciable el tetragrammaton impronunciable: IHSVH. Los dos árboles son los de los siete planetas y ángeles (izquierda) y los doce signos del Zodíaco y las tribus de Israel (derecha). Las hojas de la parte superior portan sesenta y dos nombres en hebreo, distribuidos en los nueve órdenes angélicos. Kircher precave para que no sean de ninguna manera utilizados en invocaciones mágicas.

El movimiento emblemático-jeroglífico de finales del siglo XVI había, además, acertado a crear un lenguaje de simbología visual que la Compañía de Jesús supo hacer suyo. Pero no se trataba sólo de ir a pedir a las imágenes un buen agente de publicidad o un medio universal de comprensión; todo jesuita sabía muy bien que San Ignacio en sus famosos Ejercicios espirituales había colocado el ejercicio de la imaginación, y de la composición mental del lugar en el mismo corazón de su doctrinario espiritual. Y está fuera de dudas que detrás de la tecnica espiritual de los ejercicios ignacianos se hallan las técnicas de la imaginación habían desarrollado, con un fuerte componente hermético y "egipcio-jeroglífico", las artes de la memoria. 

Frontispicio de Regnum naturae magneticum. La mano de Dios (arriba) sostiene las cadenas de la simpatía "magnética" o inmaterial que enlaza todos los niveles de la existencia. Tema predilecto de Plotino y el neoplatonismo, este "magnetismo" era la base de la "magia simpática" del Renacimiento. La imagen de la cadena divina se encuentra en Homero y en las leyes de Platón, donde se nos dice que los dioses mueven a los hombres mediante cadenillas metálicas como si fuesen marionetas que a lo más a que pueden aspirar es a "ejecutar los más bellos juegos". En el Ión platónico se habla de la "cadena magnética" que enlaza a la Musa, diosa de la Memoria poética, con el oyente a través del eslabón intermedio del poeta y el rapsoda. El motivo de la imagen dice; "Con arcanos nudos serán ligados los mundos". Una misma fuerza gobierna la declinación de la fuerza magnética, el rebrotar de las plantas, la vinculación de los animales con el Sol (gallo) y la luna (ciervo), los fenómenos de las flores heliotrópicas y las selenotrópicas, y las virtudes de la piedra serpentina, que es un remedio homeopático contra la mordedura de la serpiente.


Los neoplatónicos herméticos del Renacimiento, como Ficino, o Camilo Delminio, para no hablar de Giordano Bruno, estaban persuadidos de la importancia que poseen las imágenes no sólo para aprehender y consolidar los conocimientos, sino para incluso configurar la estructura del psiquismo. Por eso, bien puede decirse que en los siglos XVI y XVII el espejo en que se miraron los príncipes y los pontífices, los místicos y el pueblo llano y, por supuesto, los escritores y los artistas, era un espejo de imágenes, un espejo de la imaginación. (...)
Kircher, cuya misma figura intelectual era un monumento propagandístico de los tesoros intelectuales de la Compañía de Jesús y de la libertad que disfrutaban sus miembros para explorar los confines más heterodoxos del saber, supo propagar o difundir su obra también gracias a esos edificios en forma de libros -provistos de elegantes portadas y frontispicios- que se desbordaban en brillantes imágenes de su ciencia.

Frontispicio de La Chine Illustrée.
El padre jesuita Adam Schall (a la izquierda) y el padre Mateo Ricci (a la derecha), propagadores de la fe cristiana en el Celeste Imperio, sostienen, secundados por un ángel, un mapa de China con algunas de sus ciudades más importantes (Pekín, Xián, Cantón, etc.), y parte del archipiélago japonés y de la India. Como puede verse, La Gran Muralla y el arenos desierto  separan a China de Tartaria. Encima del portico corintio de puro estilo imperial romano se ve a San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola acompañados de los ángeles emblemáticos de la pureza (con lirios o azucenas) y la caridad o el martirio (el cáliz)

Pues el desbordamiento de la imaginación que fácilmente se detectan en prosistas como el jesuita Gracián -ya sea en El Criticón, ya en El comulgatorio-, en poetas como Góngora, o en dramaturgos como Calderón -tanto en los dramas profanos como en sus autos sacramentales-, es comparable al desbordamiento de imágenes que los volúmenes de Kircher apenas logran representar, como ocurre cuando las ilustraciones se convierten en desmesurados desplegables que se escapan de los márgenes generalmente generosos  de los libros y producen en el lector la ilusión de que en le espacio cotidiano de su biblioteca acaba de ser erigido realmente el Obelisco Salustiano o el Panfilio, la Torre de Babel o el Arca de Noé. Los libros de Kircher poseen, sin duda, la monumentalidad de la arquitectura.

 La Torre de Babel, Turris Babel (1679), pp. 40-41
El estilo de la torre kircheriana parece derivar de la reconstrucción del Templo de Salomón de Villalpando, así como las pinturas de Brueghel el Viejo. Kircher o Creyl podían haber visto grabados de éste. A su vez, la torre de Brueghel se relaciona estrechamente con le minarete más antiguo del Islam, el Sawma de Jamai Sayydi Uqbah en al- Quayrawan, 728 d. C., así como con otros similares de Marruecos y Sevilla (la Torre del oro). Por lo demás, el dibujante Creyl sitúa la famosa torre en un paisaje arquitectónico del tipo ecléctico que habría hecho las delicias del emperador Adriano; no faltan en él característicos edificios de la arquitectura romana, pirámides egipcias e incluso, a la derecha, una versión del Templo de Salomón, según se le imaginó en la época.

Pero la imaginación o, por mejor decir, la imagineria en que tanto descuellan las publicaciones kircherianas cuentan con una importante virtualidad que resumimos así: lo que puede representarse mediante imágenes ha de considerarse resuelto. Así pues, las imágenes que ilustran en la obra de Kircher la organización interna del Arca de Noé o la construcción de laTorre de Babel, el diseño urbanístico de Babilonia o la dispersión por el mundo de los hijos de Noé, las antiguas villas latinas o los hábitos, usos y dioses de la China, los obeliscos y jeroglíficos egipcios o la astrología y el magentismo, la acústica o la catóptrica, son, para la mentalidad media del hombre del Barroco, una prueba indubitable, diríase que autoevidente, del rigor de los tratados kircherianos. Además, todo espíritu ilustrado que hubiera leído el Fedro platónico sabía que el ojo, órgano helioide, solar y divino, es el órgano intelectual por excelencia. 

 Aguas subterráneas en Mundus subterraneus I (1664-65), pp. 186-187
La acción del viento forma canales acuíferos subterráneos (hidragogos) que permanecen debajo de las uperficie de la Tierra, en forma de fuentes, ríos o lagos, cuyo caudal con el tiempo vuelve al mar. Descartes, Kepler y Palissy también aceptaban esta teoría. Obsérvese cómo el agua penetra en el interior de la Tierra tanto desde la base de los montes como de las fosas oceánicas. La zona central de la Tierra que lleva la letra A representa la gran masa de fuego y los "piragogos", o ríos de fuego, que atraviesan el interior del planeta.

El hombre del Barroco podía pensar que la realidad y el mundo no eran más que apariencia y engaño, pero estaba fácilmente dispuesto a creer que las imágenes estaban investidas de una fuerza incomparable. Para emplear la terminología neoplatónica, las imágenes que adornan los volúmenes de Kircher no son ni han de ser vistas como "fantasmas", es decir, como meras ilusiones, sino como "eikones", es decir, como imágenes precisas de la realidad, imágenes dignificadas por el hecho de que el mismo hombre, la naturaleza humana, era una imagen, un eikon de Dios, y Cristo la primera de las imágenes divinas. Posteriormente, conforme la inteligencia europea se fue adaptando progresivamente a la abstracción y a las simbologías artificiales, se pudieron olvidar esos valores metafísicos de la imagen, pero se retuvo el hecho innegable de que las imágenes poseen una singular fuerza psicológica que el pedagogo ha de tener muy en cuenta cuando quiere transmitir sus enseñanzas.

Curación por la música del venenoso mordisco de la tarántula, página 206 de Phonurgia nova (1673)
En lo que debe ser el primer tratado de terapia musical, Kircher menciona el curioso fenómeno del tarantismo, que afecta a los nativos de Apulia, en el sur de Italia, y que los obliga a danzar frenéticamente sin atender a ninguna convención social. De esta enfermedad era culpable la mordedura de la tarántula, y la única manera de curarse era interpretar repetidamente la melodía (la trantela), hasta que las víctimas quedaran exaustas. (...) De arriba abajo:
Melodía que sirve de antídoto contra la mordedura de la tarántula. Comarca de Apulia donde se da esta enfermedad. Imagen auténtica de tarántula de Apulia. Las reproducciones ha sido hechas apartir de ejemplares de tarántula que el propio Kircher poseía, debidamente guardados en frascos, en su museo romano.



Lecturas

Ignacio Gómez de Liaño, Athanasius Kircher. Itinerario del éxtasis o las imágenes de un saber universal. Siruela 1985

Joscelyn Godwin, Athanasius Kircher. La búsqueda del saber de la antigüedad. Editorial Swan 1986

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El Arca de Noé de Athanasius Kircher


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11 comentarios:

  1. Resumiendo..."una imagen vale más que mil palabras" :)

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  2. Después de hojear "El juego áureo" quedé anonadada con estas ilustraciones, tanto las de Kircher, como las de Heinrich Khunrath o Jacob Boehme. Y me pregunto, ¿dónde se estudia a esta gente? Kircher, o Bruno, no están incluidos en la genealogía habitual de la filosofía, tampoco aparecen en historia del arte, o de las religiones. Como no se les puede clasificar, se les olvida. Con los infinitos universos que abrieron.
    h.

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  3. Sí, Fedora

    y en este caso el valor de la imagen equivaldría a su capacidad de crear determinada conciencia.

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  4. Comparto contigo la fascinación por los grabados relacionados con la filosofía hermética del renacimiento y el barroco. Creo que te refieres a la obra de Klossowski de Rola sobre emblemas alquímicos editada por Siruela, pero me haces dudar porque ahora hojeándola no encuentro que se le dedique espacio a Kircher (?)
    Así es hiniare, dentro del ambito académico no se le presta mucho interés a los autores que comentas. En asociaciones independientes relacionadas con lo esotérico sí que les dedican mayor atención.
    En concreto con la obra de Kircher valgan entre otras las lecturas de estudios que recomiendo al final, y lo que me parece muy interesante, alguna de sus traducciones al castellano realizadas por Atilano Martinez Tomé por las que tomar contacto directo con los textos del padre jesuita. Eso sí, esto último sólo para lectores de ánimo inquebrantable o interesados en realizar una tesis...

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  5. Hola,
    Sí, es el libro al que me refiero, aunque hubiera jurado que también aparecía Kircher. Habré visto sus grabados por otros libros, porque la verdad es que me suenan todos. Sus fantasías egiptológicas son encantadoras. Y el resto de imágenes son hipnóticas. Espero tener tiempo de poder leer algo sobre él.
    h.

    (PD: a la demanda "Demuestra que no eres un robot", siempre pienso que un día no podré demostrarlo...

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  6. Puede hinare que entre esos otros libros estuviera Alquimia & Mística de Alexander Roob editado por Taschen. En éste si que aparecen todos los autores que mencionaste.

    Todos en estos tiempos donde prima la productividad somos un poco robots... ;-)

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  7. Hola, una pregunta: la imagen de las arañas y la música ¿de dónde es? porque no está en la página 206 del Phonurgia Nova que puede consultarse on line. Me gustaría saber la referencia. Gracias!

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  8. En Phonurgia Nova se hace referencia al tarantismo, apareciendo en la página 206 una ilustración con los efectos padecidos por la supuesta picadura de la tarántula. Parece que confundí el dato de ubicación de esa imagen con la que comentas que realmente se encuentra en "Magnes sive de arte magnetica..." pág. 874

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  9. Muchas gracias! Acabo de ver que la imagen aparece en la página 593 de una edición de 1654, y en la página 763 de una edición e 1643. He encontrado una tercera edición en la que no encuentro el grabado... Qué cosas!! La referencia que das de la página 874 no la he encontrado ¿se trata de otra edición diferente?

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  10. Sí, parece que según la edición las imágenes varían. La referencia que te dejé del "Magnes sive..." es de una edición de 1641, puedes encontrarla aquí https://archive.org/details/bub_gb_nK1DAAAAcAAJ

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  11. Bronislaw, ahora tengo un poco abandonado el blog. Si estás interesado en imágenes del Barroco publico sobre ellas confrecuencia en mi facebook. Verás que aquí en la página tengo el enlace.

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