¿Qué es lo que siempre es y no tiene devenir? ¿y qué es lo que siempre es devenir y nunca es? Lo que es captado por la Inteligencia y la razón está siempre en el mismo estado; pero lo que es concebido por la opinión con ayuda de la sensación y sin la razón, está siempre en un proceso de devenir y perecer y nunca es realmente.
El hombre en el universo: Permanencia en medio del cambio aparente, por Seyyed Hossein Nasr
Una de las cuestiones que se encuentran en el corazón de las enseñanzas sufíes es la situación del hombre en el universo, pues el hombre debe iniciar necesariamente a partir de esta situación el viaje espirtual que al final le conducirá allende el cosmos. Lo que ha causado que muchas verdades deslumbradoramente claras pareciesen improbables, es precisamente la deformación de la verdadera imagen de la situación del hombre en el universo ocurrida en occidente a lo largo de los pasados siglos, sobre todo con el surgimiento de las teorías evolucionistas. Para comprender plenamente las enseñanzas del sufismo es, pues, necesario examinar de nuevo la relación del hombre con el universo que lo rodea a la luz de la cuestión del cambio y de la permanencia, apartando de esta forma los obstáculos que impiden la plena comprensión de la realidad que rodea al hombre y determina su devenir futuro. En la perspectiva del mundo moderno no hay esfera en la que el cambio y la transformación reinen con la misma supremacía y de forma tan total como en la que concierne a la naturaleza, a la relación del hombre con ella y al conocimento que el hombre tiene de ella. La ciencia moderna, que a lo largo de los pasados siglos ha actuado como un catalizador del cambio en tantos otros cambios, se basa en el cambio y la permanencia; si cesara de cambiar y se volviera inmutable, dejaría de existir en su forma actual. Además, dado que ésta es la única ciencia de la naturaleza conocida por el hombre moderno, toda relación entre el hombre y la naturaleza, así como la misma naturaleza del hombre y el universo que le rodea, es vista sólo a la luz de la fluctuación y el cambio. La opinión de que la posición del hombre en el universo y su conocimiento de él, por no hablar de la finalidad de dicho conocimiento, está en continuo cambio ha llegado a considerarse tan evidente que cualquier otro punto de vista parece absurdo y poco menos que ininteligible a aquellos cuyo conocimieno está limitado a los horizontes del mundo moderno. El hombre contemporaneo se confunde incluso ante la posibilidad de un elemento de permanencia en su relación con el universo, no porque no exista un elemento tal, sino porque el problema nunca se considera desde el punto de vista de la permanencia. A menudo se olvida que antes de que empezaran a considerar su relación con la naturaleza sólo en el aspecto del cambio y la evolución, el hombre se había separado interiormente del principio inmutable del intelecto, el nous, que, junto con la revelación, es el único factor que puede actuar como eje permanente e inmutable para el funcionamiento de la razón humana. Con la debilitación de los elementos intelectuales y gnósticos en la cristiandad (si entendemos por gnosis el conocimiento iluminativo que el sufismo denomina 'irfân y que es el corazón mismo del sufismo así como de cualquier otra tradición espiritual auténtica y completa), la facultad racional del hombre occidental se apartó gradualmente de las dos fuentes de toda inmutabilidad, estabilidad y permanencia: a saber, la revelación y la intuición intelectual. El resultado fue, por una parte, la tendencia nominalista, que destruyó la certidumbre filosófica y, por otra, esta reducción del hombre a sus aspectos estrechamente humanos, separado de todo elemento trascendental; así es el hombre en el humanismo del Renacimiento. Este modo de concebir al hombre implicaba su total compromiso en el cambio y el devenir; este efecto puede observarse incluso exteriormente durante dicho periodo en las rápidas transformaciones de la sociedad occidental, que han dado al Renacimiento su caracter transitorio. Pero incluso en aquel entonces, el concepto que el hombre tenía del universo todavía no había cambiado. Su ciencia de la naturaleza era todavía esencialmente medieval, estaba formada por elementos herméticos y escolásticos. En el principio fue sólo su concepción de sí mismo lo que cambió, lo cual, a su vez, condujo poco a poco a un cambio en su concepto del universo y del lugar que el hombre ocupaba en él. Siempre es importante tener en cuenta el tiempo transcurrido entre la rebelión religiosa y metafísia de finales de la Edad Media en Occidente - que expresa un intento por parte del hombre occiental de separarse de su arquetipo celestial e inmutable y tornarse puramente terrenal y humano-, y la revolución científica que llevó esta visión secularizada del hombre a su conclusión lógica creando una ciencia puramente secular. El hombre occidental, quien durante el Renacimiento se consideró a sí mismo un ser secular, empezó a desarrollar una ciencia que se ocupaba exclusivamente del devenir más que del ser. Y esto es tanto más lógico si recordamos que incluso etimológicamente secular deriva del latín saecularis, uno de cuyos significados es cambio y temporalidad. La destrucción de la visión sagrada de hombre y el universo equivale a la destrucción del aspecto inmutable tanto del hombre como del universo. Una ciencia secular no hubiera podido nacer sin volcarse totalmente en el cambio y el devenir. Si tenemos presentes los factores históricos que hicieron aparecer en occidente una concepción del mundo que está basada exclusivamente en el aspecto cambiante de las cosas, nos ha de ser imposible reconstruir y redescubrir al hombre moderno los elementos permanentes y olvidados desde hace largo tiempo, sin que parezca que hablamos de absurdos. Pero esto sólo puede suceder si hay una comprensión de la metafísica tradicional y del lenguaje del simbolismo mediante el cual siempre han sido reveladas las verdades metafísicas. La metafísica, o la ciencia de lo permanente, que es el elemento básico de la doctrina sufí, puede ser pasada por alto u olvidada, pero no refutada, precisamente porque es inmutable y no está relacionada con el cambio como tal. Cuando versa sobre la permanencia no puede volverse "anticuado", porque no guarda relación con ninguna época en particular. En relación con el hombre y el universo, los elementos permanentes siguen siendo tan válidos hoy como siempre. Unicamente, deben darse a conocer de nuevo en occidente, después del largo periodo durante el cual el hombre occidental no buscó los elementos permanentes dentro del propio cambio e incluso trató de reducir la permanencia en cambio y proceso histórico. En los círculos tradicionales de oriente, aunque no, por supuesto, entre las clases modernizadas obsesionadas con la occidentalización, este aspecto de permanencia nunca ha sido olvidado o perdido de vista porque el sentido de lo sagrado, y en consecuencia de lo inmutable, ha continuado dominando toda la vida. Desde el punto de vista de las doctrinas metafísicas y cosmológicas tradicionales, hay varios elementos de permanencia en la relación entre el hombre y la naturaleza y en la situación del hombre en el universo. El primero y más fundmental elemento es que el entorno cósmico que rodea al hombre no es la realidad última sino que posee un caracter de relatividad e incluso de ilusión. Si se comprende lo que significa lo Absoluto (mutlaq), entonces por lo mismo se comprende lo relativo (muqayad) y se ve que todo lo que no es lo Absoluto debe ser relativo por necesidad. El aspecto del mundo como velo (hijab) en el lenguaje del sufismo , o maya si se usa el término hindú, o como samsara en el sentido budista, es en sí un elemento permanente del cosmos y de la relación del hombre con él. El universo, en su aspecto cósmico, fue siempre maya y siempre será maya. Lo Absoluto es siempre lo Absoluto, y lo relativo es lo relativo, y ningún proceso ni cambio histórico puede trtansformar lo uno en lo otro. El proceso histórico puede hacer olvidar durante un tiempo a un pueblo, o incluso a toda una civilización, la distinción entre lo Absoluto y lo relativo, y en consecuencia que tome lo relativo por lo Absoluto, el orden creado (al-khalq) por la Verdad increada (al-haqq), tal como parece haber hecho la ciencia moderna. Pero dondequiera y cuandoquiera que aparece el discernimiento metafísico, la distinción se hace clara y se conoce el mundo por lo que es, o sea, maya. El elemento cambiante del mundo que implica el concepto de maya es en sí un rasgo permanente del mundo. Está en la naturaleza del mundo el irse transformando, el experimentar la generación y la corrupción, la vida y la muerte. Pero el significado de este cambio sólo puede ser comprendido desde el punto de vista de lo permanente. Haber comprendido que el mundo es maya es haber comprendido el significado de Atman o Brahman, que transciende a maya. Saber que el muno es inestable o samsárico en su naturaleza es conocer por extensión la presencia del estado nirvánico más allá de él. La comprensión de que el mundo es al-khalq implica la conciencia de al-haqq, que lo transciende y al mismo tiempo resplandece a través de él. El carácter del mundo revela metafísicamentre la realidad permanente que lo transciende. Comprender la relatividad de las cosas es conocer, por extensión del mismo conocimiento, lo Absoluto y lo Permanente. Esta distinción metafísica ha existido, a lo largo de toda la historia, en todos los periodos de la cultura humana. Descansa en la naturaleza de las cosas, y todos pueden verla si dirigen su visión hacia ella. Sin embargo, en ciertas épocas como la nuestra, lo relativo ha llegado a ser idolatrado como si fuera lo Absoluto. Hoy en día a menudo se oye afirmar que todo es relativo. Pero las mismas personas que afirman tal cosa a menudo dan un carácter absoluto al campo de lo relativo. Sin siempre darse plena cuenta de ello , confunden Brahman con Maya. Pero cuando hay conocimiento metafísico también hay conciencia de la relatividad de las cosas a la luz de lo Absoluto, y esta verdad fundamental es un elemento permanente de la situación del hombre en el universo; atañe a su destino como ser llamado a transcender la cripta cósmica en la que ha caído y retornar desde el campo de lo relativo a lo Absoluto. Otro elemento de permanencia en la relación del hombre con el universo es la manifestación de lo Absoluto en lo relativo bajo la forma de símbolos (rumûz) en el sentido tradicional de la palabra. El simbolo no está basado en reglas convencionales hechas por el hombre. Es un aspecto de la realidad ontológica de las cosas y como tal es independiente de la percepción que el hombre tiene de él. El símbolo es la revelación de un orden superior de la realidad en otro inferior a través del cual el hombre puede ser reconducido al reino superior.
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Las esferas homocéntricas simbolizan estados del ser que están por encima del estado terrestre en el que el hombre se encuentra actualmente. Los estados del ser siguen siendo reales tanto si comprendemos y aceptamos el simbolismo natural que los mismos cielos nos revelan en nuestro contacto inmediato y directo con ellos como si en nombre de otras consideraciones teóricas pasamos por alto esta apariencia inmediata y el símbolo que esta apariencia comunica. De hecho, incluso las nuevas teorías científicas, si son conformes a alguna realidad, poseen su propio significado simbólico. Corresponder a la realidad en un grado cualquiera significa ser simbólico. Si las esferas ptolemaicas simbolizan la posición del hombre con respecto a estados superiores del ser, el espacio galáctico de la astronomía moderna simboliza el carácter indefinido de lo relativo, la inmensidad del océano de samsara. Es en sí mismo una prueba del hecho de que la inteligencia del hombre fue creada para conocer lo Infinito más bien que lo indefinido. Pero en su sentido más directo, el significado simbólico de los fenómenos de la naturaleza, por no mencionar las teorías científicas basadas en ellos, representa un aspecto permanente de las cosas y de la relación del hombre con el cosmos. Es sobre este carácter permanente del contenido simbólico de los fenómenos de la naturaleza como se puede construir una ciencia simbólica de la naturaleza, una cosmología tradicional que conserva un valor perenne y una importancia permanente, y que tiene hoy una significación tanto mayor cuanto que las ciencias puramente cuantitativas de la naturaleza y su aplicación amenazan la existencia del hombre y de la naturaleza. Otro elemento permanente de la relación entre el hombre y el universo, al menos desde cierto aspecto de la situación, es el modo en que la naturaleza se presenta al hombre. Hoy en día, el hombre moderno aspira a cambiar todas sus instituciones sociales, políticas e incluso religiosas con la excusa de que la naturaleza está en continuo cambio y que, por lo tanto, el hombre debe cambiar. De hecho, lo cierto es exactamente lo contrario. Si el hombre sólo ve cambio en la naturaleza es porque su mentalidad ha perdido su ancla en lo permanete y se ha convertido en un rápido río de ideas e imágenes en continuo cambio. El hombre moderno ha atribuido la evolución a la naturaleza; empezó a creer en la evolución con su mente antes de haberla observado en la naturaleza. La evolución no es producto de una observación natural, sino de una mentalidad secularizada alejada de toda vía de acceso a lo inmutable, mentalidad que empezó a ver su propia naturaleza efímera en la naturaleza exterior. El hombre siempre ve en la naturaleza el reflejo de su propio ser y su concepción de lo que él mismo es. Si estudiamos el mundo que nos rodea, vemos que de hecho el medio ambiente terrenal en el que los hombres vieron la permanencia durante milenios no ha cambiado en sus rasgos generales. El sol todavía sale y se pone de la misma manera en que lo hizo para el hombre antiguo y medieval, que lo consideraba como el símbolo del Intelecto divino. Las formas naturales todavía se reproducen con la misma regularidad y con los mismos procesos que en períodos históricos más antiguos. Ni los pétalos de la rosa ni su fragancia han variado dese que Dante y Shakespeare escribieron sobre ellas.(...) El cielo, el mar, las montañas, los ciclos estacionales, estas realidades se manifiestan hoy igual que lo hicieron antes durante milenios (aparte de diferencias cualitativas), y son el majestuoso testamento de lo Inmutable manifestado en el proceso del devenir. Los hombres que aman la naturaleza esencialmente están en busca de lo permanente y de hecho la misma naturaleza desmiente a aquellos que quieren limitar toda realidad al cambio y al devenir. Las filosofías limitadas únicamente a lo relativo nunca surgieron entre los pueblos que vivían cerca de la naturaleza; siempre han sido producto de modos de vida sedentarios, en los que un medio ambiente artificial ha puesto a los hombres en situación de olvidar a la vez la naturaleza y los elementos permanentes que ella revela al hombre, elementos que evocan en la mente del hombre aquellos factores permanentes que están anclados en los estratos inmutables de su ser.(...)
Pero quizás el elemento permanente más importante en la relación del hombre con el universo es su situación "existencial" en la jerarquía de la existencia (maratîb al-wujûd). El hombre tradicional sabía con certeza de dónde provenía, por qué vivía y adónde iba. El sagrado Corán resume dicha certidumbre en estas simples aunque majestuosas palabras: "A allah pertenecemos y a Allah retornamos" (II: 156), y muchos tratados de sufismo y teosofía (hikmah) llevan por título "el principio y el fin" (al-mabda'wal-ma'âd), el alfa y omega que contiene de modo sumario toda verdad y sabiduría. El hombre moderno, hablando en general, no sabe ni de dónde viene ni cuál será su fin, y, por lo tanto, no sabe por qué está viviendo. Pero, al igual que el hombre tradicional, se halla frente a los dos puntos que determinan el principio y el fin de su vida terrenal. Nace y muere. Este hecho no a variado ni un ápice, ni lo hará, aunque se recurra a alguna forma de inmortalidad barata como los trasplantes de corazón. La única diferencia es que lo que otrora era certidumbre hoy se ha convertido en duda y temor. Pero la realidad del nacimiento y la muerte subsiste, y ni siquiera toda la ciencia moderna puede descifrar los misterios de estas dos "eternidades" entre las está suspendido el instante fugitivo de la vida terrenal.
Esta dos "infinitudes" son las que determinan el caracter y el significado de la finitud que se encuentra entre ambas. Por lo que respecta a estas dos "infinitudes", la situación del hombre no ha variado en absoluto aun cuando la destrucción de las cosmologías medievales ha destruido para la mayoría de los hombres la doctrina metafísica de los estados del ser que la cosmología medieval simbolizó con tanta belleza.
Diagrama cosmológico, Austria s. XIII
El hombre es todavía un ser finito con una inteligencia creada para comprender lo Infinito y lo Absoluto, y no lo indefinido y lo relativo, cuya comprensión total ninguna ciencia humana podrá alcanzar nunca. Por lo que respecta a lo Absoluto y a todos los estados del ser que comprende el universo, el hombre es lo que siempre ha sido y siempre será, una imagen de lo Absoluto en lo relativo, proyectada en la corriente del devenir a fin de que este mismo devenir retorne al Ser. Hoy en día se habla tanto de cambio que los hombres están hipnotizados por sus propias palabras y olvidan que, bajo la superficie de esas olas en continuo movimiento, se halla el océano permanente e inmutable de la naturaleza real del hombre. La situación de esa naturaleza permanente que el hombre lleva dentro de sí, por más que vaya éste contra lo Real en el sentido metafísico de la palabra, nunca ha cambiado ni nunca podrá hacerlo. La situación ontológica del hombre en el orden total de las cosas es la misma que siempre: esta situación, más que el resto de aspectos de la posición del hombre en el cosmos, tal como lo estudian la cosmología y las ciencias de la naturaleza, es permanencia en medio del cambio aparente.
Lecturas:
Seyyed Hossein Nasr, Sufismo vivo. Editorial Herder, Barcelona 1985
Seyyed Hossein Nasr, Vida y pensamiento en el Islam. Editorial Herder, Barcelona 1985
Seyyed Hossein Nasr, Poemas de la vía mística. Mandala ediciones 2002
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He tenido que leerlo dos veces. Y tendrá que haber una tercera, tal vez más, como se merecen todos tus posts.
ResponderEliminarDensas palabras para dar solidez a una idea que resumes en el título de la entrada.
Entre todas ellas creo que puedo sentir mayor afinidad con la idea de que el mundo es maya; del resto todo son dudas, preguntas.
La principal distancia estriba en el hecho de depositar al hombre fuera de sí mismo, en la seguridad absoluta de "ha sido creado". Bien me parece que uno vive en el mundo simbólico que ¿imagina?, pero ello me lleva a pensar que el intelecto puede conducirme igualmente a caminos inmanentes como trascendentes.
Ojalá las rosas de Dante estuvieran a mi alcance. Rara vez he podido percibir el perfume de alguna; casi todas las que llegan a mí han sido alteradas, cultivadas y enajenadas. Para que duren más, para que tengan mejor aspecto. Su naturaleza real no ha cambiado ¿O sí?.
Sabemos que, indefectiblemente, un día el sol que conocemos dejará de brillar. Pero no será el final. Y no sabiendo del final tampoco puedo saber del principio.
Hace una semana, más o menos, vi un documental sobre neuromarketing que también se puede resumir en una frase: Sobre cómo implantar un producto en la mente.
Todo es maya. Pero nos queda el amor de los hermanos que vivieron cientos de años antes, sus soledades, sus pensamientos, sus preguntas, que en las arenas se suman y mezclan con las nuestras.
... Me he decidido a abrir yo también un espacio personal. Hay una razón fundamental que me anima a ello, y que de entrada no he conseguido: Llevar conmigo el blog de la Escuela de Danza. He clicado en tu enlace y veo que funciona perfectamente, en cambio cuando yo lo intento lo que me sale es el portal general en que está alojado. Un enigma para mí. ¿Tú sabrías por casualidad cómo puedo arreglarlo?
Intento no perderme. Tu espacio me ayuda.
Un saludo, Jan.
Es un tema muy interesante, y me gustaría dedicarle más tiempo. Lo que aquí compartes da una luz sobre estos temas, y lo más importante es que despierta el interés por saber más.
ResponderEliminarSaludos
Hola Veda.
ResponderEliminarTransitar por la especulación metafísica siempre resulta paradójico. Los textos que he ido encontrando aquí y allá, hacia los que la intuición me ha llevado, así como las expresiones poéticas y artísticas en general donde lo simbólico tiene una fuerte presencia, han sido un soporte por el que orientarme en ese camino. Los autores llamados perennialistas como el de esta entrada y el de otras en este blog, en muchas ocasiones (aún con ciertas reservas)han propiciado la cristalización que diera luz y pusieran un poco de orden a las oscuras y caóticas intuiciones que se han podido alojar en mi interior. Es mi paseo particular por el mundo de maya. No alcanzaremos las rosas de Dante, pero afinando el olfato podemos percibir su perfume.
Una alegría que pongas en marcha tu blog personal. Desde este momento lo enlazo con el mio.
La dirección que tengo insertada en el gadget del enlace con la Escuela de Danza es esta:
http://www.diezencultura.es/blogs/escuela-de-danza-en-la-uca-blog
No se si es la misma que pones tú. Espero que puedas solucionar el problema.
Me paso a visitar tu espacio recién creado.
Saludos !
Hola Pilar, bienvenida a este espacio.
ResponderEliminarSiempre es estimulante que lo que a uno le interesa pueda ser bien recibido por otras personas. Cuando ese tema de interés es desarrollado por autores con sensibilidad poética como la del profesor Nasr que firma el ensayo, por otra parte tan abundantes en el mundo del sufismo, para mi resulta especialmente atractivo.
Abajo de la entrada he dejado enlaces con lugares de este blog donde encontrarás cosas relacionadas y que quizás den respuesta al interés que se te ha despertado.
Recibe un cordial saludo.
El Cambio es lo único que permanece. Es la nostalgia de un retorno periódico al tiempo mítico de los orígenes, al Tiempo Magno, la rebelión contra el tiempo concreto, a la historia arquetípica sin regulación.. Quizá ahí esté el secreto del éxito de la "filosofía" judeocristiana al introducir la superación de los arquetipos y de la repetición mediante una categoría novedosa que permitía la superación y emancipación de la ley natural dando poder al hombre para intervenir en el estatuto ontológico del universo: la fe.
ResponderEliminarSalud y románico
En el arte románico se muestra de una forma especialmente evidente como los símbolos reflejan la permanencia en el reino del cambio. El cambio es expresión de lo permanente. El símbolo es mediador, posibilitando el acceso por la escala ontológica. Lo de arriba es igual a lo de abajo, lo de abajo igual a lo de arriba, anulando la aparente separación.
ResponderEliminarEs tan lindo saber lo que significa esta lectura,que no solo mirando aprendemos cada dia mas que aye , pues la memoria cambia al paso del tiempo , pues se lo digo yo , de apenas 12 años y me encanta leer , leer es mi vida , es mi pasatiempo en los dias soleados ,eso es lo que hago.
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