Fotograma de Metrópolis (1927), de Fritz Lang. Evoca de forma inconfundible imágenes de la Torre de Babel y los temas de la hybris humana y el castigo divino que la acompañan. La película describe una ciudad del futuro dividida entre los "pensadores" y planificadores urbanos y las clases trabajadoras.
Jean-Jacques Rousseau (de un escrito dirigido a Mirabeau refiriéndose a un sistema económico idealizado conocido como fisiocracia, cuyas leyes humanas debían estar en armonía con las leyes de la naturaleza).
"Vuestro sistema es muy bueno para el pueblo de Utopía, pero no vale para los hijos de Adán"
Jean-Jacques Rousseau (de un escrito dirigido a Mirabeau refiriéndose a un sistema económico idealizado conocido como fisiocracia, cuyas leyes humanas debían estar en armonía con las leyes de la naturaleza).
En esta entrada se recogen algunos fragmentos del segundo capítulo de la obra recientemente editada de Gregory Claeys Utopía. Historia de una idea, donde se analiza la influencia de textos surgidos a partir del siglo XVII que compartieron visiones utópicas en torno a los nuevos ideales de progreso, propiciados por los avances científicos y tecnológicos de la época. Todo ello acabará dando lugar, sobre todo a partir del siglo XIX, a reacciones donde se manifiesta el desencanto y un aviso de alerta sobre los peligros que amenazan al nuevo modelo social, poniendo como alternativa el regreso a una vida más en armonía con el medio natural.
La invención del progreso
El racionalismo, la tecnología y la modernidad como utopía.
Por
Gregory Claeys
El racionalismo, la tecnología y la modernidad como utopía.
Por
Gregory Claeys
La unión de la ciencia y la aspiración utópica es en buena medida producto del siglo XVII. Con anterioridad, casi todas las utopías aceptaron un estado de cosas estático o ideal, en el que el avance a traves de la investigación científica y del descubrimiento tecnológico carecía de importancia e incluso era potencialmente contraproducente. Desde entonces, aparte de un movimiento primitivista de resistencia, arduamente combatido, la utopía se ha venido apoyando de manera creciente en la ciencia, hasta el punto de que las dos se hallan inextricablemete interconectadas y el progreso se ha presentado como la quinta esencia de la ideología de la modernidad. Ya en el siglo XVI, el historiador francés Jean Bodin rechazó el antiguo postulado de una edad de oro originaria e indicó que, por el contrario, serían las invenciones las que determinarían el futuro progreso. A comienzos del siglo XVII aparecen temas científicos en Cristianópolis, la utopía de Johann Valentin Andreae. En esta ciudad ideal se había abolido el dinero, la riqueza se creaba utilizando la piedra filosofal y se otorgaba a la ciencia un papel fundamental en la vida social dando al laboratorio, la farmacia y a la sala de disección categoría de instituciones estatales.
Pero el texto que dejó salir al genio de la botella fue la Nueva Atlántida de Francis Bacon, escrita hacia 1624 y publicada póstumamente en 1627. Se convirtió en el prototipo de todas las posteriores utopías de fundamento científico y tecnológico. La autárquica isla de Bensalem descrita por Bacon es un patriarcado bien ordenado en el que la prosperidad se distribuye para mitigar la pobreza. Para el relato y para el éxito de esta sociedad es crucial la Casa de Salomón, un centro de investigación científica. (En la imagen detalle de un grabado de Nueva Atlantida) En ella se estimula al máximo el método experimental con el fin de establecer "el conocimiento de las causas y secretos movimientos de las cosas, y la ampliación de los límites del imperio humano, el logro de todas las cosas posibles". En principio, esto implica la experimentación para mejorar la calidad de alimentos, medicinas y manufactura y el estudio de la ciencia. En lo esencial es un Estado paternalista, que actúa por el interés público, el cual impulsa dicha investigación. Sin embargo, en la práctica suponía tal vez una invitación a abrir una caja de Pandora de espantosos secretos, a jugar con la naturaleza con el objeto de dominarla. "Entiendo cómo -reflexionaría Winston Smith en 1984 (1949), de George Orwell-. No entiendo por qué." Ya Bacon podría habérselo dicho. En la época de Bacon la nueva ciencia no había cortado aún sus vínculos con la alquimia renacentistas y con la búsqueda utópica de la legendaria piedra filosofal, que convertía metales viles en oro, y de un originario "elixir de la vida", el cual garantizaría la inmortalidad. En las primeras décadas del siglo XVII, las utopías continuaban mostrando a los "adeptos" trabajando como hormiguitas en secreto, a veces en imitación de oscuras sectas como los rosacrucianos, llevando una vida abstemia y monástica al tiempo que ahondaban en los profundos misterios del mundo natural. Muchos autores utópicos de este periodo, com Johann Amos Comenius, Tommaso Campanella y el médico Petrer Chamberlen, estaban interesados en prolongar la longevidad mediante la reforma médica, la modificación de la dieta y la mejora de la vida de los pobres. Se consideraba que sociedades secretas como los masones abrigaban también ambiciones utópicas y se creía que los filósofos herméticos -seguidores de Hermes Trismegisto, el legendario autor egipcio de obras sobre magia y alquimia- habían transmitido a Europa la sagrada sabiduría de Oriente. Se rumoreaba asimismo que los rosacrucianos tenían designios políticos, como sustituir la monarquía por el gobierno de una élite filosófica.
Temas similares aparecerían después en la acusación de que la Revolución francesa había sido consecuencia de una conspiración de una secta filosófica, los illuminati, para derrocar todas las monarquías de Europa.
Un célebre texto originado en estas inquietudes fue Una descripción del famoso reino de Macaria (1641), de Gabriel Plattes, que debe mucho al pensamiento científico del emigrado prusiano Samuel Hartlib y está enfocado a la organización de la economía bajo la supervisión de cinco consejos parlamentarios, con la ayuda de la ciencia para fomentar la producción y el empleo. Un "colegio de experiencia" centralizaría y dirigiría la investigación científica (incluída la alquimia) con objeto de "establecer un milenario reino de Dios en la Tierra". Fue probablemente inspiradora de otra conocida utopía puritana, Nova Solyma, la ciudad ideal, o Jerusalén recuperada (1648), de Samuel Gott. (...)
El siglo XIX fue una época de optimismo casi desenfrenado; la sensación de ejercer un dominio creciente sobre la naturaleza merced al descubrimiento de la radiación, la electricidad y la refrigeración y a los constantes avances en medicina, cultivo de alimentos y control de la natalidad parecía prometer riqueza universal y una longevidad cada vez mayor. La utopía moderna por antonomasia -urbana o suburbana, repleta de artilugios para ahorrar trabajo, dedicada a maximizar el placer y minimizar el dolor- alcanzaría su plena floración a mediados del siglo XX. Mucho antes, sin embargo, la ciencia parecía prometer cualquier cosa: en Cromwell III, o El jubileo de la libertad (1886, autor desconocido) se usa la electricidad para resucitar a los muertos. Con todo, vislumbramos recelos hacia el lado oscuro de la ciencia, la preocupación por que no todas las investigaciones fuesen desinteresadas o pudieran ocultarse motivos viles bajo un aparente interés público.
Más que ningún otro texto fue Frankenstein (1818), de Mary Shelley, el que reavivó el tema de la búsqueda de la inmortalidad y creó un subgénero de la ciencia-ficción que ha seguido gozando de enorme popularidad hasta hoy. Lleno de ironía faustiana, Frankenstein se sacude casi por si solo el optimismo ideal ilustrado de progreso y descubrimiento para revelar un transfondo mucho más oscuro. (...)
De todas las obras de finales del siglo XX que expresan el optimismo de la época fue Mirando hacia atrás 2000-1887 (1888), de Edward Bellamy, la que ejercería mayor influencia, pasando a ser el texto utópico americano más famoso; en 1897 se habían vendido más de 400.000 ejemplares sólo en Estados Unidos. En 1864 Bellamy experimentó una conversión religiosa. Cuando sus creencias le fallaron, siguió estando convencido de que era posible crear una "religión de solaridad" a la manera de Comte y construir una gran organización social que grantizara justicia, empleo, progreso industrial y estabilidad. En Mirando hacia atrás, un joven bostoniano rico, Julian West, despierta de un sueño para encontrarse en un mundo ideal en el que se han erradicado los males del "excesivo individualismo". El anterior sistema de competencia anárquica y propiedad privada ha sido gradualmente sustituido por un estado cooperativo y armonioso donde todos son accionistas. La producción y la distribución están centralizadas, aunque hay gran variedad de oficios y profesiones. La mayoría de las personas sirven durante veinticuatro años en el ejército industrial; los vagos son encarcelados a pan y agua. Las mujeres pueden asumir funciones en el ejército industrial o ser madres. El dinero ha sido reemplazado por un sistema de créditos intransferibles que se ingresan en un banco nacional y se cobran mediante un artilugio a modo de targeta de crédito, con paga igual para trabajos de igual dificultad. Entre los numerosos artefactos hay coches que vuelan. Doseles sobre los pasajes exteriores protegen de los elementos a los habitantes de las ciudades. Existen la televisión y la radio, pero se gasta mucho en galerías de arte y otras fuentes públicas de cultura. Hay un delicado equilibrio entre lo público y lo privado; las comidas se efectúan en refectorios comunales pero los grupos familiares se sientan juntos. Hay escasa delincuencia y pocas disputas, y el ejército no existe.
En toda Europa y en Sudáfrica, Indonesia y Nueva Zelanda se fundaron sociedades basadas en los principios que se esbozan en el texto de Bellamy; la obra se tradujo al chino en 1893. Este inmenso atractivo demuestra que Mirando hacia atrás ofrecía una imagen convincente del futuro de la modernidad. (Hoy casi nadie lee el libro.) (...)
La adhesión utópica a la ciencia a finales del siglo XIX condujo a una creciente fascinación por las máquinas, en especial por las utilizadas en el viaje, la exploración y la guerra. En este aspecto fueron enormemente influyentes las obras del gran escritor francés Julio Verne. Verne unió dos temas utópicos fundamentales: el viaje épico y el uso de la innovación tecnológica para ampliar las fronteras del conocimiento humano. En lo profundo de los océanos, allá en los aires o en el centro de la Tierra, sus héroes luchan incansablemente para someter la naturaleza al servicio de la humanidad. Pero conforme avanza el siglo también se perfila la amenaza de unas guerras más destructivas y gana popularidad la novela del futuro, como La guerra de 189- (1892), del contraalmirante P. Columb. El fácil optimismo de las décadas anteriores empieza a ensombrecerse.
Y esas sombras empezaron a su vez a hacerse más oscuras. El utopismo de finales del siglo XIX adoptó la teoría darwiniana de la evolución y reiteró tanto la promesa como la amenaza que la idea de la "selección natural" sugería. El control de la natalidad y la regulación de la calidad de la prole constituían temas utópicos desde los tiempos de Licurgo y Platón, y por tanto no es de sorprender que los autores utópicos se hicieran nuevamente eco de esos temas. A finales de la década de 1880, la eugenesia o reproducción selectiva se había atraído infinidad de partidarios. La eugenesia fue en buena medida invención de Francis Galton, primo de Charles Darwin; en El genio hereditario (1869) trató de demostrar que la capacidad y el genio humanos son hereditarios y que si estas características se cultivan pueden ser utilizadas para mejorar la calidad de la humanidad como especie. Este argumento inspiró un amplio debate literario en forma utópica. Sería tentador descartar todas aquellas especulaciones por inclinarse en una dirección genocida, pero resultaría poco claro. Los temas eugenésicos eran presentados positivamente en esta época al igual que lo es la ingeniería genética. Y no hay duda de que desde Platón se pueden considerar como elemento integrante del utopismo, sobre todo en relación con el deseo de extender la salud física.
Lo que a menudo se denominaba eugenesia "negativa", que incluía la eutanasia y el matar a los niños con mala salud, era entonces, lo mismo que ahora, mucho más controvertido.
Pyrna: una comuna, o Bajo el hielo (1875), de Ellis James Davis, trata de una sociedad que vive debajo de un glaciar suizo; la definen la igualdad, el amor mutuo y la propiedad común. Pero no se permite vivir a los niños enfermizos, como sucede también en el relato breve "El niño del falansterio", de Grant Allen. En Vida en Utopía (1890), de John Petzler, no se permite casarse a quienes padecen enfermedades como el cancer. En Kalomera: historia de una comunidad notable (1911), de W. J. Saunders, quienes tengan deficiencias de la vista o el oído, e incluso mala dentadura, lo tienen igualmente prohibido; en El mundo rejuvenecido (1892), de William Herbert, los excluídos son los delincuentes profesionales. En ocasiones simplemente se separa a los pobres del resto de la población, como en la obra anónima En el futuro: esbozo en diez capítulos (1875), donde habitan en "nuevos laboratorios, cada uno de ellos una combinación de asilo y factoría"; en otros lugares se cría a los "golfillos" en instituciones aparte y se les educa para que se conviertan en "una especie de raza superior" (Dentro de mil años: recuerdos personales relatados por Nunsowe Green, 1882). (...)
Las representaciones del progreso en el siglo XIX estuvieron también íntimamente ligadas a la expasión imperial europea. Cuanto más rápidamente evolucionaba la tecnología europea, más se creía ver que los europeos eran superiores como raza o pueblo. Muchas utopías, sobre todo en Gran Bretaña, se situaban en las nuevas colonias, como Australia y Nueva Zelanda, y a menudo se recomiendan soluciones protosocialistas a los problemas coloniales. Sin embargo, antes de mediados del siglo XIX empezaron a aparecer sátiras sobre la misión civilizadora de los grandes Estados colonizadores europeos. Por ejemplo, en La historia de Bullanbee y Clinkataboo: dos islas recientemente descubiertas en el Pacífico (1828, autor desconocido), un paraíso tropical es destruido por la introducción de una forma corrupta y supersticiosa de catolicismo. El viaje del capitán Popanilla (1827), de Benjamin Disraeli, presenta asimismo un país en el que son evidentes lo sefectos perjudiciales de la entrada de la civilización europea.
Una reacción utópica contra el "progreso" se perfila así como tema central de este período. A comienzos del siglo XIX una serie de de críticos de la urbanización habían empezado a expresar su oposición a la modernidad en la forma literaria de la utopía. Entre ellos estaban Thomas Carlyle, John Ruskin y William Morris. Más avanzado el siglo, la reacción al utopismo tecnológico marca otros textos. En Un viajero de Altruria (1894), de William Dean Howells, un benévolo régimen socialista utiliza la tecnología -en la forma de un sistema de transporte- para unir a su población, pero los habitantes viven de una manera relativamente simple en edificios similares a casas de campo y comen alimentos en comedores comunales. La obra de Morris Noticias de ninguna parte (en la imagen primera edicion de 1890), aunque ambientada en Londres, muestra un retiro de la excesiva urbanización de la Inglaterra tardovictoriana y ofrece una imagen positiva de la nación como un jardín "donde nada se malgasta y nada se echa a perder, con las necesarias viviendas, cobertizos y talleres diseminados por todo el país, bien cuidados, limpios y agradables". En Una era de cristal (1887), de W. H. Hudson, el escenario de la sociedad matriarcal es bucólico y pastoril, y se vive en un retiro ascético de un pasado corrupto y degenerado; Mansiones verdes (1904), de Hudson, se sitúa en un bosque virgen sudamericano, Erewhon (1872), de Samuel Butler, se sitúa también en un escenario pastoril y satiriza tanto los ideales de progreso basados en la tecnología como el darwinismo social. En Estados Unidos, Walden, o la vida en los bosques (1854),de Henry David Thoreau, contrapone una tranquila vida de soledad rural, en armonía con el mundo natural, y la complejidad, la hipocresía y el materialismo de la la moderna existencia urbana.
Frontispicio de Walden (1854), de Henry Thoreau; en él vemos la cabaña de una sola habitación (3 x 4,5 metros) junto a Walden Pond, cerca de Concord, Massachussets, donde el autor pasó dos años cavilando sobre los diversos problemas intelectuales de los que luego habla en su libro.
Walden se convirtió en un libro clásico de culto en las décadas de 1960 y 1970. Las dos famosas utopías de Herman Melville sobre las islas de los Mares del Sur, Typee (1846) y Omoo (1847), estaban basadas en los viajes del propio autor por la zona. Contribuyeron a consolidar la reputación de las islas como paraísos idílicos par excellence, describiendo la final destrucción de la cultura indígena por entrometidos misioneros cristianos. Type yuxtapone sin rodeos el "goce puro y natural" de la sociedad primitiva y la "creciente suma de sufrimiento humano" evidente en la vida "civilizada", si bien las mujeres siguen cargando con las tareas domésticas mientras los hombres holgazanean indolentes (de los habitantes de Typee se dice además que son caníbales). Los cuadros de mujeres taitianas de Gauguin vendrían a tipificar la expresión artística de esa imagen romantizada de un mundo primitivo idílico. Conforme el siglo se acercaba a su fin se iba extendiendo por Europa una sensación de desesperanza, decadencia y conflicto inminente, donde el hechizo de lo primitivo ejercía su atracción.
Paul Gauguin, ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿A dónde vamos?
Lecturas:
Gregory Claeys, Utopía Historia de una idea. Siruela 2011
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La humanidad ha querido siempre ir más allá, atravesar fronteras visibles e invisibles, ha acabado con la imagen de dios y se ha encaramado en su propia omnipotencia. La ciencia pasó a ocupar el lugar que antes ocupaba Dios, es tan grande el misterio, son tantos los interrogantes, es azaroso el camino, el final impredecible...a duras penas comprendemos que no podemos dominar todo a nuestro antojo, que la naturaleza busca su propio equilibrio, que lo alcanzará a costa de lo que sea, aún de la mismísima y omnipotente especie humana. ¿Ha servido el progreso a la humanidad? podríamos enumerar una serie de cuestiones...una parte de la humanidad ha mejorado sus condiciones aparentes de vida, no está tan claro si la tecnología llena los enormes agujeros negros que rodean el alma humana, hay preguntas que siempre se repiten, que aunque se callen se sienten, el misterio permanece. La brecha entre los poderosos y los desheredados es cada vez más pronunciada, las condiciones de vida en las megaciudades no son para nada ideales, la desconexión que existe entre el hombre y el resto de los seres vivos es notoria en algunas sociedades, sobre todo occidentales, más tiene el hombre más quiere, su deseo es siempre insatisfecho, parece ser que no es por ahí el camino...por otra parte una enorme cantidad de seres humanos, congéneres nuestros, mueren de hambre, HAMBRE en un mundo que globaliza los males y se apropia de los bienes. Hace tiempo hemos dejado de creer en las bondades del progreso y la utópica mirada de linealidad histórica. Hay quiénes aún explican la guerra, cómo es posible, la guerra es inexplicable por donde se la mire. Habrá que hacer una profunda búsqueda hacia adentro, tratando de vivir, dejando que nos colmen las maravillas de lo diverso, aceptando que, más allá de que exista un dios o no, no somos los dueños de todas las respuestas...Gracias por tu post!
ResponderEliminar¡Van abrazos!!!
Pues si, que voy a decir sobre la aspirada "sociedad idealizada" que no haya dicho perfectamente Mabel en su comentario.
ResponderEliminarSi tuvieramos nuestro interior "arreglado", seguramente nos seria más fácil arreglar el exterior.
Un abrazo
*
Abrazar Utopía queriendo desestimar la naturaleza múltiple (vayamos por largo) del ser humano asfixia su posible hermanamiento con la idea del paraíso en la tierra. Un puñado de arena en una mano se convertirá en barro para una casa, bola arrojadiza, madre de una planta, el fin del oxígeno para una boca abierta.
ResponderEliminarEl progreso no ha podido alejarnos de nuestra naturaleza, de modo que se tuerce y endereza con nosotros.
Recuerdo de pronto el temor creciente de ese progreso que consiste en no tener que ser disciplinados para pasar sencillamente a estar controlados.
En estos días se celebra el concurso de agrupaciones de carnaval en Cádiz. Como sabes, aquí la gente no se disfraza (al menos no lo hacía, que todo se anda perdiendo) sino que elige un tipo, de forma que se viste y comporta como tal.
Te dejo, os dejo, la presentación de "Ciudadano zero" que puede dar réplica a tu post.
http://www.youtube.com/watch?v=nDnq3T_RqaE&feature=related
Un placer volver
Veda
Así es Mabel, si hay algo propio de la humanidad es su inquietud y eterna insatisfacción que la mantiene en permanente búsqueda. En ese camino por encontrar respuestas y soluciones que acaban siendo transitorias, ya sea al amparo de una fe religiosa, o en el ideal del progreso, se ha mostrado su condición paradójica que la hace capaz de albergar en el alma lo más luminoso y creativo junto a lo más oscuro y destructor.
ResponderEliminarAsí parece ser Baruk, que antes de intentar arreglar el mundo primero uno ha de empezar por arreglar su propia casa.
Veda el vídeo es G-E-N-I-A-L. Ciudadano zero pone una nota de humor llena del genio satírico y mordaz por el que las agrupaciones del carnaval gaditano suelen retratar temas actuales. En esta ocasión, inspirándose quizás en obras literarias como "1984" de George Orwell y otras antiutopías futuristas, parodian sobre el escenario una situación en la que el que más o el que menos nos podemos ver reflejados. Todo y que la realidad del asunto es dramática, me resultaron muy saludables las carcajadas que me han provocado. Por cierto Veda, lo de las letras iluminadas sobre el escenario anunciando a la entidad financiera "Caja Sol obra social", ¿es parte del cachondeo o realmente son quienes financian el espectáculo?, en este caso añadiría al asunto cierta perversión...;-)
Tengo una cuenta pendiente con
Cádiz y sus fiestas más conocidas, espero poder resolverla pronto.
Y bueno, que el "sistema" no impida hacer gala del mejor buen humor !!
Muchos abrazos para todas !
Ah... ese asunto espinoso del patrocinio, Jan. Uno vende su alma, como la propia comparsa denuncia. Pero la perversión puede ser gruesa, media, sutil. Las agrupaciones que se suben a las tablas del Falla quieren ganar el premio, quieren ser conocidas, quieren ganar dinero en la absoluta mayoría de los casos. Y para ello consienten en anunciar a esos patrocinadores que le financian el tipo, o les prestan locales de ensayo.
ResponderEliminarNo está mal ver el concurso oficial, pero desde luego, cuanto más callejeras sean las ilegales (agrupaciones no inscritas en ninguna parte) más libres, más guasa, más crítica y más de todo (para bueno y para malo).
Soy de aquí y aún me asombro de cómo se pueden casar tan felizmente la crítica más inmisericorda con la risa más profunda, la ternura inesperada con la frialdad más absoluta. Sin contar los bodrios, que son muchos ;(
Un saludo a todos
Veda ;)
Gracias Veda por la información de esa otra realidad de vuestro carnaval mas allá del concurso oficial, que básicamente era la que conocia por ser la que se suele divulgar por los medios. (Ya te dije que tengo una cuenta pendiente...) Seguro que ese aspecto más espontaneo y callejero debe de ser muy interesante, aún con los bodrios y todo...;-)
ResponderEliminarYo suelo asistir aquí en Barcelona a las ediciones de "Dies de Dansa" (Días de Danza), que se desarrolla en Julio por diferentes espacios urbanos de la ciudad, abierto a todo tipo de agrupaciones y compañías de danza que se inscriban, y bueno, también hay de todo. Igual te puedes encontrar con una genialidad como con una patochada. (Aunque sobre esto, alguien tambien puede decir que es subjetivo...) Puede que ya lo conozcas por estar en estrecha relación con el mundo de la danza, pero por si acaso te dejo , a ti y todo el que le interese, el enlace con el blog donde encontrarás vídeos e información:
http://associaciomaratoespectacle.wordpress.com/
Hemos empezando hablando de utopías y hemos llegando a hablar de danza, ¿será porque como se quejan muchos que le dedican todos sus esfuerzos, vivir de ella es un sueño utópico...? Posiblemente tu conozcas más de un caso...;-)
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