Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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sábado, 29 de septiembre de 2012

El mundo en guerra

Stalin brinda en honor de Hitler después de firmar el Pacto germano-ruso de no agresión el 23 de Agosto de 1939


"Es de gran importancia disfrazar las propias inclinaciones y desempeñar bien el papel del hipócrita"

Nicolás Maquiavelo, El Príncipe



El Panchatantra es la colección mejor conocida de fábulas hindúes en idioma sánscrito que alcanzó su forma actual en el siglo III d. C. Gran parte de su material procede de fuentes más antiguas ya que la obra se basa en una rica y antiquísima tradición heredada. A partir del siglo VI ya conoció traducciones al pahlevi (persa literario), para dos siglos después ser acogida por el idioma árabe en la recopilación Kalila wa-Dimna difundiéndose por toda Europa. En 1251 posiblemente el rey Alfonso X El Sabio mandó traducir el texto al castellano conocido como Calila e Dimna. Más tarde, como diría La Fontaine, se difundió "en toutes les langues".
Esta tradición hindú de fábulas de animales corre paralelo a  tratados sistemáticos, técnicos y minuciosos poco conocidos en Occidente como el Arthasastra de Canakya Kautilya, escritos por brahmanes (sacerdotes) en su función de consejeros de los déspotas hindúes tanto en la vida secular como en la espiritual, dirigidos especialmente a educar en la "ciencia política" a cancilleres y ministros, incluyendo en ocasiones alguna fábula para ilustrar sus teorías. 
En la sabiduría política hindú expuesta en sus textos en forma de fábulas, de las que también aparecen ejemplos en el Mahabharata, según Heinrich Zimmer, autor de la conferencia pronunciada en 1942 que a continuación transcribo, descubrimos una excelente clave para interpretar la política internacional de todo el mundo. "Su punto de vista amoral o premoral pone de manifiesto y formula, con la fría precisión de una especie de álgebra política, ciertas leyes naturales fundamentales que gobiernan la vida política en todas partes. El espíritu hindú siempre ha visto cuán aplicables son las fábulas de animales al elevado arte de la intriga y la defensa".




El mundo en guerra (fragmento)
Por

Heinrich Zimmer



Cuando en agosto de 1939 leí la noticia del pacto germano-ruso de no agresión, que se firmó poco antes de comenzar la guerra actual, me sorprendió tanto como a muchos a quienes cabía suponer más entendidos que los indólogos acerca de asuntos políticos, y que debieran haber estado mejor informados. Sin embargo, tan pronto, como tuve conocimiento de esta asombrosa alianza entre dos potencias que todos consideraban como enemigos naturales, con intereses e ideales de vida antagónicos, me acordé de un cuento hindú, una fábula de animales que figura en el Mahabharata, tesoro sin par e inagotable de sabiduría espiritual y secular. Era la parábola de un gato y un ratón, y enseñaba que los dos mortales enemigos, como la Alemania de Hitler y la Rusia de Stalin, podían muy bien aliarse y presentar un frente unido si ese arreglo, convenía a los intereses momentáneos de ambos.
Una vez -así empieza este cuento- vivían un gato montés y un ratón, y habitaban el mismo árbol en la selva: el ratón en un agujero de la raíz, y el gato montés e
n las ramas de la copa, donde se alimentaba con huevos de pájaros y con pichones inexpertos. Al gato también le gustaba comer ratones; pero el ratón del cuento había conseguido mantenerse fuera del alcance de sus garras.
Un día un tramper
o puso una red disimulada bajo el árbol y por la noche el gato quedó atrapado en las mallas. El ratón, muy contento, salió de su agujero y dio muestras de gran regocijo caminando en torno de la trampa mordisqueando el cebo y sacando el mayor partido posible de la desgracia. Pero de pronto se dio cuenta de que habían llegado otros dos enemigos: arriba, en el oscuro follaje del árbol, se había posado un lechuza de ojos resplandecientes, que estaba por abalanzarse sobre él, mientras por el suelo se aproximaba una mangosta. El ratón, de pronto sin saber qué hacer, decidió enseguida adoptar una sorprendente estratagema. Se acercó al gato y le dijo que si le permitía entrar en la red y ocultarse en su regazo lo recompensaría royéndole las mallas que lo aprisionaban. El gato aceptó, y el animalito, apenas oyó el permiso, alegremente se coló por la red.
Pero si el gato esperaba ser liberado enseguida, sufrió una decepción; el ratón anidó comodamente contra su cuerpo, ocultándose tan profundamente como pudo entre su pelo, con el fin de no ser visto por los dos enemigos que vigilaban afuera, y una vez protegido en su refugio, decidió echarse una buena siesta. El gato protestó; el ratón replicó que no había prisa. Sabía que le era posible deslizarse de la trampa en un instante y que a su disgustado anfitrión no le quedaba otro remedio que tener paciencia, con la esperanza de quedar en libertad. Así fue que el ratón le dijo francamente a su natural enemigo que pensaba esperar hasta que apa
reciera el trampero; de ese modo el gato, amenazado a su vez, no podría aprovechar su libertad para atrapar y devorar a su libertador. El animal mayor no podía hacer nada. Su pequeño huésped durmió la siesta en sus mismas zarpas. El ratón esperó pacientemente la llegada del cazador y luego, al ver que el hombre se aproximaba a inspeccionar sus trampas, cumplió sin dificultad su promesa royendo con rapidez la red y entrando de un salto en su agujero, mientras el gato, en un desesperado esfuerzo, consiguió zafarse, trepó hasta la rama y escapó de una muerte segura.
Ésta es un ejemploi típco del vasto y precioso repertorio de fábulas indias de animales que enseñan la sabiduría política. El cuento da una idea del frío y cínico
realismo y falsía que son la savia vital y el sabor mismo del viejo estilo de la teoría política y la causística indias. El agudo ratón, sin ningún prejuicio para contraer alianzas a fin de evitar el peligro, era, además de atrevido, un maestro en el arte de hacer las cosas en el momento oportuno. Pero con el episodio de la red no acaba la cosa. El resto del cuento contiene el punto destinado a la instrucción de los reyes indúes y de sus cancilleres.
Cuando el defraudado cazador se hubo alejado con su red destrozada, el gato bajó de las ramas y, aproximándose al agujero, llamó dulcemente al ratón. Lo invitó a salir y a reunirse con su viejo compañero. La crisis de la noche anterior ya había pasado -decía el gato- y el auxilio que ambos se habían prestado con lealtad en su lucha común por la existencia había forjado un lazo duradero que cancelaba sus antiguas dif
erencias. En adelante ambos serían amigos para siempre y confiarían absolutamente el uno en el otro. Pero el ratón se mostraba reticente. La retórica del gato no lo impresionaba y se negaba resueltamente a salir de su segura guarida. Habiendo pasado la paradójica situación que los había juntado en una curiosa colaboración momentánea, no había palabras que pudieran inducir al sagaz animalito a aproximarse nuevamente a su natural enemigo. Para justificar su rechazo de los amables e insidiosos sentimientos expresados por el gato, el ratón pronunció la fórmula destinada a servir de moraleja al cuento, que, dicha franca y simplemente, es esta: en el campo de la batalla política no existe amistad perdurable.
No puede haber lazo tradicional, alianza cordial, unión futura basada en experiencias, peligros y victorias del pasado. A través de la incesante lucha de los poderes políticos -que es como la de las bestias en el desierto, donde se devoran entre sí y cada una se apodera de lo que puede-, las amistades y las alianzas son solo actitudes y expedientes temporales, forzados por los intereses comunes y sugeridos por la necesidad y el deseo. Pasada la ocasión de ayuda mutua, ha pasado también la razón que daba seguridad a la compañía, pues la política no está nunca gobernada por la amistad sino por la colaboración y el auxilio momentáneos, inspirados por amenazas comunes o por afines esperanzas de lucro y apoyadas por el natural egoísmo de cada uno de los aliados. No hay nunca una alianza altruista. Las lealtades no existen. Y cuando se confiesa amistad, es sólo una máscara. No puede haber proyectos de unión duradera.

Nicolas Sarkozy y el coronel Muamar Gaddafi


Barack Obama y Hosni Mubarak



Lecturas:

Heinrich Zimmer, Filosofías de la India. Editorial Sexto Piso 2008


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2 comentarios:

Baruk dijo...

Una fábula que no había oído nunca, y en cambio, es tan clara!

De todas formas, el ratón envejede antes que el gato, por tanto, éste sólo debe esperar a que el paso del tiempo merme la velocidad del ratón.

Lo tiene chungo el ratón, por listillo :)

Un abrazo Jan

*

Jan dijo...

Me recuerda mucho Baruk, a la conocida fábula de La Fontaine "El león y el ratón". En ésta el ratón también ayuda a escapar al león de una trampa royendo las cuerdas. En este caso la moraleja sería que nunca se ha de subestimar a nadie, aunque aparentemente sus recursos personales nos parezcan limitados.

No es de extrañar que el famoso fabulista francés se inspirara en el cuento de la tradición hindú ideado para instruir en los asuntos políticos.

;-)