¡Yo soy la herida y el cuchillo!
¡Yo soy la bofetada y la mejilla!
¡Yo soy los miembros y la rueda,
Y la víctima y el verdugo!
¡Yo soy la bofetada y la mejilla!
¡Yo soy los miembros y la rueda,
Y la víctima y el verdugo!
Charles Baudelaire, Héautontimorouménos
"Soy un herético.
De modo que necesito a Dios.
Necesito ese Dios, necesito a mi enemigo,
necesito ese muro, para poder abrirme la cabeza".
Tadeusz Kantor, Escritos
Mario Praz en su libro La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica, analiza la filosofía del Marqués de Sade -autor que tanto influyera en los escritores del periodo motivo de su estudio-, a través de dos de sus novelas protagonizadas por personajes femeninos con tendencias completamente opuestas: una, Justine, como modelo de virtud que siempre recibirá a cambio continuos abusos y ultrajes, y la otra, Juliette, personificación del vicio y la crueldad siempre triunfante. Filosofía que invierte la valoración entre bien y mal de la moralidad cristiana en su idea de Dios y la creación.
Muy interesante la pardójica conclusión a la que llega Praz sobre los principios que ponen en marcha la naturaleza sadomasoquista imperante en las fantasías del Marqués.
Muy interesante la pardójica conclusión a la que llega Praz sobre los principios que ponen en marcha la naturaleza sadomasoquista imperante en las fantasías del Marqués.
Bajo la enseña del divino Marqués
(fragmentos)
Por
Mario Praz
(...) Sade, en efecto -y aquí está su originalidad- derriba la cómoda metafísica de Thérèse Philosophe, que era, por otra parte, la misma de Jean-Jaques. "Todo es bien, todo es obra de Dios" se convierte en él en: "Todo es mal, todo es obra de Satanás". En consecuencia, hay que practicar el vicio porque se ajusta a las leyes de la naturaleza (¡"les plus pures lois de la nature" de Rousseau!), que ordena destruir. El delito es el eje del universo.
Me digo: existe un Dios, una mano ha creado lo que yo veo, pero para el mal; ésa no se complace más que en el mal; el mal es su esencia, todo lo que esa mano nos obliga a cometer es indispensable a sus planes.... Aquello que yo caracterizo como mal, es probablemente un bien muy grande en relación al ser que me ha puesto en el mundo... El mal es necesario en la organización viciosa de este triste universo. Dios es un ser vengativo, malvado, injusto. La sucesión del mal es eterna; es en el mal donde ha creado al mundo, es por el mal que lo sostiene, es para el mal que lo perpetua; es impregnada de mal como ha de existir la criatura; es al seno del mal adonde regresa después de su existencia... La virtud es el valor opuesto al sistema del mundo, todos aquellos que la hayan aceptado están seguros de soportar terribles suplicios por la pena que padecerán al volver al seno del mal, autor y regenerador de todo lo que vemos... Yo veo el mal eterno y universal en el mundo. El mal es un ser moral no creado; eterno, imperecedero; ya existía antes que el mundo; el constituía el ser monstruoso que pudo crear un mundo extraño. El autor del universo es el ser más pérfido, más feroz y más horroroso de todos los seres. Por lo tanto, continuará existiendo despues de las criaturas que pueblan el mundo; y es en él donde acabarán todos, para volver a creas seres aún más malvados (...) (Juliette)
La naturaleza... camina hacia su finalidad con pasos rápidos, demostrando cada día a aquellos que la estudian que sólo crea para destruir y que la destrucción, la primera de sus leyes, ya que no logrará ninguna creación sin destrucción, le complace más que la procreación, a la cual una secta de filósofos griegos denominaba con mucha razón, el resultado de los asesinatos. (Justine)
No hay ser en el mundo... que por una acción, por desmesurada que sea, por irregular que parezca, pueda usurpar los planes de la naturaleza, pueda alterar el orden del universo. Los actos de este ser malvado son obra de la naturaleza tanto como la cadena de sucesos que él cree perturbar... Es... una verdadera blasfemia osar decir que una criatura endeble como nosotros pueda, sea en lo que sea, alterar el orden del mundo o usurpar el oficio de la naturaleza... ¿Puede la naturaleza ofenderse al ver que el hombre hace a su semejante lo mismo que ella ejecuta cada día?... Está demostrado que ella no puede reproducirse más que por la destrucción... Es preciso que el equilibrio se conserve y no puede ser de otra manera que por el crimen. (Justine)
Cuando hayáis visto que todo es vicioso y criminal en la tierra, el Ser supremo de maldad os dirá: "Por qué os habéis extraviado en los senderos de la virtud?... ¿Cuál es el acto de mi conducta en el que me he comportado como bienhechor? ¿Ha sido enviándoos pestes, guerras civiles, enfermedades, terremotos y tempestades? ¿Ha sido sacudiendo perpetuamente sobre vuestras cabezas las serpientes de la discordia como yo os convencía que el bien era mi esencia? ¡Imbéciles! ¿Por qué no me imitáis?" (Juliette)
La virtud sólo conduce a la acción más estúpida y monótona, el vicio a lo más delicioso que el hombre pueda esperar sobre la tierra. Dudar de que la suma más grande de felicidad posible que el hombre hallará sobre la tierra no sea irrevocablemente en el crimen, es dudar de que el astro sublime es el regenerador del universo, de la misma manera, el crimen es el centro de todos los fuegos morales que nos abrazan. (Justine)
Luego he aquí a Clarise privada del sostén de la fe y de la certidumbre de la recompensa futura.
Es -ya no lo encubriremos más- para apoyar este sistema, por lo que ofreceremos al público la historia de la virtuosa Justine. Es esencial que los imbéciles dejen de adorar a ese ídolo de la virtud, que hasta ahora no les ha pagado más que con ingratitud, y que las gentes con sentido común, generalmente entregadas por principio a las desviaciones deliciosas del vicio y al desenfreno, se reafirmen viendo los impresionantes ejemplos de la dicha y del éxito que los acompañan, casi inevitablemente, en el sendero desbordado que han elegido. Sin duda, es horrible tener que describir, por una parte, los infortunios espantosos con que el cielo abruma a la mujer dulce y sensible que respeta la virtud; por otra parte, la abundancia de prosperidad que sobrevendrá a aquellos que atormentan o mortifican a esta mujer, pero el hombre-de-letras, lo bastante filósofo para decir la VERDAD, supera esos disgustos y, cruel por necesidad, arranca despiadadamente al hombre ignorante que se engaña, el vicio en medio de los encantos y el poder que lo rodean y que sin cesar lo persiguen. Por esos motivos... vamos... a describir el crimen tal como es, o sea, siempre triunfante y sublime, siempre feliz y afortunado, y la virtud tal como se la ve, siempre desabrida y siempre triste, siempre pedante y desdichada. (Justine)
Es inútil aludir aquí a las picarescas aventuras narradas en el díptico: Justine, ou les mlaheurs de la Vertu y Julliette, ou les prospérités du Vice. Vaciado su mundo de cualquier otro contenido psicológico que no sea el placer de la destrucción y de la transgresión, el marqués de Sade se mueve en un opaco clima de mera materia en el que las personas se degradan a un papel instrumental para provocar ese sedicente divino éxtasis de destrucción.(...)
La misma muerte de Justine es un accidente
meteorológico. Para mostrar que la naturaleza está irritada contra su
virtud, Sade la hace morir fulminada por rayo, después que Noirceuil
(uno de sus torturadores) hubiera dicho:
Mis amigos, se nos acerca una terrible tormenta, entreguemos esta criatura al rayo, yo me convertiré si el rayo la respeta. (Juliette)
(...) Por "obscures et ténébreuses" que sean las vías seguidas para hacer más agudo ese éxtasis, las carnicerías de Sade ya no tienen sentido como experimentos químicos de gabinete:
He aquí lo que es el asesinato: un poco de materia desorganizada, algunos cambios en las combinaciones, algunas moléculas rotas y vueltas a echar en el crisol de la naturaleza que las devolverá bajo otra forma, en pocos días, a la tierra; por lo tanto, ¿dónde está el mal de todo ello? (Juliette)
El ciclo de esas posibles disgregaciones químicas que son sus suplicios se agota pronto, porque, como dice Proust, nada es más limitado que el placer y el vicio, y, jugando con las palabras, puede en verdad decirse que el vicio se mueve siempre en el mismo círculo vicioso. El sentido del infinito, expulsado de las relaciones humanas con la supresión de todo significado espiritual, se refugia en una especie de satanismo cósmico:
Es a ella (a la naturaleza) a quien yo quisiera ultrajar. Yo quisiera perturbar sus planes, obstaculizar su marcha, detener el curso de los astros, conmover las esferas que flotan en el espacio, destruir a quien le sirve, proteger a quien la perjudica, edificar a quien la sirve, proteger a quien la perjudica, edificar lo que la irrita, en resumen, insultarla en sus obras. (Justine)
En lo cual hay una reducción al absurdo de la "filosofía" de Sade, pues admitiendo que el objetivo de la naturaleza sea la destrucción, y que ninguna acción destructora puede irritarla u ofenderla (Sade mismo reconoce "La imposibilidad de ultrajar a la naturaleza es, según mi punto de vista, el suplicio más grande del hombre"), el supremo insulto que se lo podría dirigir, y del cual el sádico podría legítimamente derivar un placer de transgresión, sería justamente.... ¡la práctica de la virtud!
Y la suprema voluptuosidad será, en efecto, el remordimiento: desde Gilles de Rais a Dostoievsky, la parábola del vicio ha sido siempre la misma.(...)
De modo que, naturalmente, es condición de placer sádico la existencia de la virtud, así como en la moralidad ortodoxa es necesaria la presencia del obstáculo que hay que superar, del mal que hay que vencer.
Tu dulce virtud (Justine) nos es esencial; es sólo la unión de esta encantadora cualidad y de los vicios que le opondremos lo que dará nacimiento a la más sensible voluptuosidad. (Justine)
(...) En fin, si el sádico rechazara del todo la creencia en la religión tradicional, se privaría de una fuente inagotable de voluptuosidad; la voluptuosidad de la profanación y de la blasfemia. De ahí la contradición lamentable de arrebatos como el siguiente.
Oh, tú que -se dice- has creado todo lo que existe en el mundo; tu a quien sólo conozco de palabra... ser extraño y fantástico que llamamos Dios; te declaro formalmente, auténticamente, públicamente, que no tengo por ti la más leve creencia, y esto es así por la excelente razón de que no encuentro nada, ni en mi corazón, ni en mi espíritu, que pueda persuadirme de una existencia absurda de la que nada en el mundo testimonia su solidez. (Juliette)
En resumen, Sade tiene que confundirse entre los creyentes, disfrazándose de uno de ellos, máscara sobre máscara como aquellos participantes de los bailes cortesanos en Francia de los que habla Saint-Simon, que llevaban una doble máscara-retrato, de modo que cuando se quitaban la primera se seguía engañado tomando la segunda máscara por el rostro, mientras había debajo uno verdadero, completamente diferente. En verdad, el quid, la naturaleza profunda del sadomasoquismo ("Soy la herida y el cuchillo", escribiría Baudelaire) es una mascarada, un disfraz que culmina en el orgasmo.
Lecturas.
Mario Praz, La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica. El Acantilado 1999
Marqués de Sade, Justine o los infortunios de la virtud. Tusquets editores 1994
Marqués de Sade, Juliette o las prosperidades del vicio. Tusquets editores 2009
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El pacto con la serpiente
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