Holograma de Michael Jackson "resucitado" cinco años después
de su muerte para una actuación en los Premios Bilboard.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.
Césare Pavese, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Este artículo propone reflexionar sobre la relación entre la imagen y la muerte; su existencia y supervivencia en los medios digitales y las redes sociales. Si bien la era digital nos interroga ante una noción de cuerpo que parece tornarse difícil de definir, las imágenes o los cuerpos en imágenes que se utilizaban en la Antigüedad para que el difunto –cuyo cuerpo se había perdido– pudiera continuar participando del mundo social mediante un cuerpo portador sustituto, no son tan diferentes en cuanto gesto a la imagen hiperreal o virtual de las redes sociales. La crisis del cuerpo, la crisis de lo humano que la era digital pone en juego, nos llevan una y otra vez al problema de la relación cuerpo-imagen. El ser humano, como hace siglos, continua buscando encarnar en los lugares en los que su cuerpo no puede estar, in effigie, en un avatar, un muro de Facebook o un selfie… Alcanzar una inmortalidad medial.
(Del resumen que encabeza el primer artículo en Antropología e imagen, Actas 2014)
Inmortalidad medial:
Imagen y muerte en la era digital
(fragmentos)
por
Marina Gutiérrez De Angelis
(...) Si rastreamos las primeras imágenes producidas por los seres humanos, sin duda, tendremos que admitir una conexión íntima entre éstas y la angustia ante la muerte. Como sugiere Regis Debray, la relación de la imagen con la muerte quizá sea el resultado de la necesidad de rechazar la nada y domesticar un terror. Por esa razón, sostiene que nuestra mirada se define como mágica, antes que artística (Debray, 1994). Una mirada que anima las imágenes. (...)
Las imágenes se convirtieron en cuerpos simbólicos, inmortales. El cuerpo natural, que se corrompe, se transforma a su vez, en imagen del cuerpo vivo. El cadáver deviene su propia imagen (Blanchot, 1992). La vida se transforma, al morir, en su propia imagen. Como señala Belting, la imagen que ocupaba el lugar de la persona viva, no era únicamente una compensación, sino que, con el acto de suplantación, adquiría un ser capaz de representar en nombre de un cuerpo, sin que esto fuera refutado por la apariencia del cuerpo que dejó de ser. (Belting, 2007:181).
Difunto acompañado por Anubis, ejemplo de
lienzo funerario que representa a un fiel de Osiris
en el momento de presentarse ante el dios en el más allá.
Al Fayum, Egipto, hacia el 175-200
Pero las imágenes no se plasmaron solamente sobre el cuerpo del muerto. Momias, estelas, urnas, muñecos, fueron formas independientes que irrumpieron para tomar el lugar del cuerpo. El cuerpo se convierte en un cuerpo en imagen, estableciendo una relación en la que originariamente, dentro de la práctica ritual, se escenificaba, movía, e interactuaba con los miembros de la comunidad. Cuando esas imágenes fueron desligándose de su función y animación dentro de estos momentos especiales, la imagen de culto se hizo muda. En la actualidad, las imágenes audiovisuales parecen recuperar esa vieja capacidad de revivir. En los muros de Facebook, los difuntos recuperan la voz, la mirada, los gestos, los momentos, en su animación en los videos posteados. (...)
Fotografía de William Mumler |
La práctica de fotografiar muertos es simultánea a la aparición de la cámara fotográfica. Pero el gesto que la imagen recupera podemos rastrearlo desde la antigüedad. Lo interesante de las fotografías de fantasmas es que, producto de la propia técnica fotográfica, se popularizaron como un género en Estados Unidos y Europa. Fue el fotógrafo norteamericano William Mumler el que se convirtió en el especialista de las fotografías para espiritistas. Lo peculiar de este fenómeno, además del rentable negocio que significó para Mumler, fue que se presentara como el poder que se le atribuyó a la imagen a través de la figura del fotógrafo-medium.
La fotografía se convertía en un verdadero medio de comunicación con el alma que ya no habitaba un cuerpo. Aunque juzgado por fraude, su técnica llegó a Inglaterra en 1872 de la mano de la medium Agnes Nichol que estableció para sus sesiones los servicios de un fotógrafo que, a través de la imagen, atraía a los espíritus a un medio donde evidentemente podían hacerse presentes.
Por su
parte, los retratos fotográficos póstumos se difundieron más allá del
costo elevado que podían alcanzar. Si bien lo que se hace constante es
la fotografía del cadáver del difunto, en algunas ocasiones se buscaba
dotarlo de cierta vida. Ya fuera la ilusión del fallecido dormido o su
ubicación en una situación como si estuviera vivo. Para Belting, este
tipo de fotografías encontraba en la muerte el único motivo para fijar a
una persona en una imagen. Pero la imagen hacía al muerto doblemente
muerto, razón por la que los fotógrafos se especializaron en
procedimientos para “escenificar” al muerto con el fin de que adoptara
poses como alguien vivo (Belting, 2007:230). (...)
Fotografía post-mortem de época victoriana
Para
Belting, la fotografía, nacida en relación con la analogía corporal, se
enfrenta a un presente en el que es construida digitalmente. La
construcción de los cuerpo en forma digital, trastoca la antigua
relación de semejanza y contacto por exposición, de un cuerpo original e
irrepetible. La fotografía, sin duda, estaba atada a los cuerpos. La
pos-fotografía libera a la imagen de la analogía con el cuerpo y de la
conexión espacial y temporal. Imágenes inmortales que pueden circular
por los medios digitales. Aunque “la
inmortalidad medial" es una nueva ficción para ocultar la muerte. En el
panorama de las culturas históricas, el impulso por suprimir a la muerte
de las imágenes ha sido siempre el reverso del impulso por fijar
nuestro cuerpo en una imagen. (Belting, 2007:230). La
presencia a través de las imágenes se complejiza en nuestro contexto
contemporáneo. Las imágenes en los medios digitales, la capacidad de
producir, manipular, almacenar y circular imágenes se convierte en un
espacio de construcción nuevo en relación con la muerte.
Fotograma de la serie televisiva Black Mirror
El caso de Facebook es mas que
singular en ese sentido. Las cuentas de personas fallecidas plantearon
la pregunta de qué acciones llevar adelante. La plataforma no permitía
dar baja las cuentas, por lo que finalmente permitió la acción
convertirlas en “conmemorativa” para inmortalizar a la persona y no
permitir funciones similares a las de los demás usuarios. Inmortalizar
la cuenta implica que cuando esto sucede sólo los amigos confirmados
pueden ver la biografía, al hacer búsquedas deja de aparecer en la
sección “Sugerencias” de la página de inicio y los amigos y familiares
pueden publicar mensajes en recuerdo del fallecido.
Lo interesante de las redes sociales es que construyen prácticas a
partir de su propio formato, extendiendo prácticas cotidianas a una
especie de vida virtual. Las cuentas de personas fallecidas funcionan
como espacios de conmemoración pero también nos presentan prácticas
particulares, como las del “seguir en contacto” con la persona ausente. (...)
Página del cementerio virtual Respectance
Los medios digitales han comenzado a albergar también sitios para personas fallecidas. Así surgieron también los cementerios virtuales. Ejemplo de esto son sitios como Respectance el Twitter de difuntos, y cementerios online como Parque de Paz, o Memorial Park Cemetery. Los actualmente llamados “rituales funerarios” en internet, fueron el puntapié para pensar cementerios virtuales donde se pudiera dejar condolencias, pagando por una parcela en el espacio virtual. Surgieron también plataformas donde las personas pueden guardar y subir fotos, videos, audios y dejarle mensajes al fallecido. Hay empresas que ofrecen “velorios virtuales”. Un ejemplo es el de sitios como Second Life. Como explica el director de la Federación Argentina de Entidades de Servicio Fúnebre y Afines:
“Colocamos
una cámara en la donde está el cuerpo y transmitimos el velorio online .
Entonces si un familiar está lejos y por algún motivo no puede viajar,
se conecta a Internet y lo sigue desde su casa".
A esta
transmisión se le agrega la musicalización de los funerales y los
velorios personalizados, además del creciente interés por la
tanatoestética. Por otro lado, portales como AssetLock, Deathswitch y
Legacy Locker se encargan de gestionar la “herencia digital” de una
persona. Nos encontramos ante nuevas formas de cultos virtuales y duelos
virtuales donde la imagen tiene un lugar central.
Vemos que la conexión entre la imagen y
la muerte no es otra que la de la presencia del cuerpo. El cuerpo ha
sido objeto de las más variadas comprensiones, definiciones y
genealogías dentro del pensamiento filosófico y científico. Los peculiares vealtorios que
en tiempos recientes han sido noticia en Puerto Rico, con difuntos
puestos en escenas cotidianas, mientras los familiares se toman selfies junto al cadáver, nos retrotraen a antiguas formas de relación con la muerte, exploradas por Philippe Ariés en Morir en Occidente.
Pero también nuevas, en las que las redes sociales y sus prácticas nos enfrentan a los selfies de funerales (que cuentan con sus propios espacios en la red, como el caso de Tumblr, en los que la imagen establece una relación con la muerte muy diferente. Posando sonrientes, el culto del sí mismo toma como escenario el cadáver y el funeral para ponerse en el centro de una imagen opuesta a la de una vanitas. (...)
Las imágenes y la muerte encuentran en la era digital un nuevo espacio de existencia, que al potenciar la visualidad en forma ilimitada, nos pone frente a un desafío teórico y metodológico para su comprensión. La Cultura visual 2.0 y las prácticas culturales en la red van más allá de explicaciones psicológicas o individuales. Como señala Didi-Huberman, “se pide muy poco a la imagen al reducirla a una apariencia; se le pide demasiado cuando se busca en ella lo real” (Didi-Huberman, 2008). Ficción, realidad, simulacro, copia, la imagen se posiciona en el lugar que excede el decir. Los dispositivos electrónicos la han expandido sobre nuevos medios y han generado prácticas y formas del mirar. La red es un escenario de alta complejidad en el que las conductas colectivas y personales no pueden abordarse simplemente desde lo psicológico. Lógicas de producción, economías visuales se articulan y potencian con imágenes supervivientes, nómadas de los medios. La imagen es inseparable de la mirada. Y la mirada es inseparable de un sujeto que mira. Las imágenes provocan algo más que una simple percepción. En la actualidad han mudado de medios portadores, y redoblado su presencia al poder ser creadas, producidas y emitidas por el público masivo.
Familiares y seguidores posan junto al cadáver
embalsmado del boxeador portorriqueño Christopher Rivera
Pero también nuevas, en las que las redes sociales y sus prácticas nos enfrentan a los selfies de funerales (que cuentan con sus propios espacios en la red, como el caso de Tumblr, en los que la imagen establece una relación con la muerte muy diferente. Posando sonrientes, el culto del sí mismo toma como escenario el cadáver y el funeral para ponerse en el centro de una imagen opuesta a la de una vanitas. (...)
Las imágenes y la muerte encuentran en la era digital un nuevo espacio de existencia, que al potenciar la visualidad en forma ilimitada, nos pone frente a un desafío teórico y metodológico para su comprensión. La Cultura visual 2.0 y las prácticas culturales en la red van más allá de explicaciones psicológicas o individuales. Como señala Didi-Huberman, “se pide muy poco a la imagen al reducirla a una apariencia; se le pide demasiado cuando se busca en ella lo real” (Didi-Huberman, 2008). Ficción, realidad, simulacro, copia, la imagen se posiciona en el lugar que excede el decir. Los dispositivos electrónicos la han expandido sobre nuevos medios y han generado prácticas y formas del mirar. La red es un escenario de alta complejidad en el que las conductas colectivas y personales no pueden abordarse simplemente desde lo psicológico. Lógicas de producción, economías visuales se articulan y potencian con imágenes supervivientes, nómadas de los medios. La imagen es inseparable de la mirada. Y la mirada es inseparable de un sujeto que mira. Las imágenes provocan algo más que una simple percepción. En la actualidad han mudado de medios portadores, y redoblado su presencia al poder ser creadas, producidas y emitidas por el público masivo.
Hace tiempo ya, Blanchot señalaba que
“el hombre está hecho a su imagen: es lo que nos enseña la extrañeza de la semejanza cadavérica. Pero, ante todo, la fórmula debe ser entendida así: el hombre es deshecho según su imagen. La imagen no tiene nada que ver con la significación, con el sentido, tal como lo implican la existencia del mundo, el esfuerzo de la verdad, la ley y la claridad del día. La imagen de un objeto no sólo no es el sentido de este objeto y no ayuda a su comprensión, sino que tiende a sustraerlo, manteniéndolo en la inmovilidad de una semejanza que no tiene a qué parecerse” (Blanchot, 1992:251).
“el hombre está hecho a su imagen: es lo que nos enseña la extrañeza de la semejanza cadavérica. Pero, ante todo, la fórmula debe ser entendida así: el hombre es deshecho según su imagen. La imagen no tiene nada que ver con la significación, con el sentido, tal como lo implican la existencia del mundo, el esfuerzo de la verdad, la ley y la claridad del día. La imagen de un objeto no sólo no es el sentido de este objeto y no ayuda a su comprensión, sino que tiende a sustraerlo, manteniéndolo en la inmovilidad de una semejanza que no tiene a qué parecerse” (Blanchot, 1992:251).
La íntima relación de la imagen con la muerte es una relación que intercambia pensamientos con el vacío. Las
esculturas funerarias medievales, exhibían por fuera la escultura del
difunto y, debajo, oculto en la tumba- permanecía su cuerpo-cadáver. Lo
que se veía era una imagen y lo que no se veía era su cuerpo. El cuerpo
natural cedía así la representación y presencia a un cuerpo en imagen, a
un cuerpo medial. Pero el cuerpo en imagen pierde al portador vivo de
esa imagen, a su referente. (...)
La crisis del cuerpo, la crisis de lo humano que la era digital pone en juego, nos llevan una y otra vez al problema de la relación cuerpo-imagen. Más allá de la declarada pérdida del cuerpo en el mundo contemporáneo, “la encarnación es todavía un impulso para asegurarse la existencia” (Belting, 2007:137). El ser humano, como hace siglos, continua buscando encarnar en los lugares en los que su cuerpo no puede estar, in effigie, en un avatar, un muro de Facebook o un selfie.
La imagen
es un artefacto complejo, inquietante. Detrás del negativo, escribe
Roland Barthes, existe un sólo cuerpo mortal, que puede reproducirse en
miles de copias. La imagen es el retorno de lo que no regresa; la
muerte parece obstinarse con los ojos y los espejos. Será que- como en
el poema de Pavese- para todos, la muerte tiene una mirada.La crisis del cuerpo, la crisis de lo humano que la era digital pone en juego, nos llevan una y otra vez al problema de la relación cuerpo-imagen. Más allá de la declarada pérdida del cuerpo en el mundo contemporáneo, “la encarnación es todavía un impulso para asegurarse la existencia” (Belting, 2007:137). El ser humano, como hace siglos, continua buscando encarnar en los lugares en los que su cuerpo no puede estar, in effigie, en un avatar, un muro de Facebook o un selfie.
Lecturas:
Marina Gutiérrez De Angelis, Inmortalidad medial: Imagen y muerte en la era digital, e-imagen Revista 2.0, Sans Soleil Ediciones, España-Argentina. Para su lectura completa AQUÍ
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Los Daily Photo Proyects como alegorías de la vida y de la muerte
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2 comentarios:
Yo creo que este misterio de la imagen en la época moderna empezó con el cine. Alguien que no recuerdo dijo una frase que siempre me ha impactado: el cine es el lugar donde los muertos caminan. No sólo porque esas sombras reocogen la imagen de gente que ya no existe, sino porque la transforman en un nuevo tipo de vida. Desde que puedo ver películas con un mando, sé que cuando el protagonista muere al final (y suelto la lagrimita correspondiente), su muerte no es “para siempre”: sólo tengo que rebobinar y volver a empezar la película, y volverá a estar vivo. Ahora eso quizá ya no impresiona (con esa nueva manera discontinua de ver la ficción), pero que la vida y el tiempo puedan no ser lineales es una idea inquietante. Ahora nada ni nadie tiene un final, con esas fotos por todas partes para dar testimonio de cada segundo y cada suceso. No sé si estamos viviendo todos una alucinación colectiva que se acabará para cada uno con su fundido en negro y su propio fin definitivo.
h.
Yo también mientras redactaba el borrador pensé que antes de la era digital ya las personas que aparecían animadas en las pantallas del cine alcanzaban ese estatus de "inmortalidad". Nunca hasta entonces las personas fallecidas se habían mostrado tan vivas. Algo que ya estaba en la intención desde cuando se encargaban máscaras mortuorias en la Antigüedad, hasta los tiempos de la fotografía post-morten. Siempre ha habido esa pulsación a perpetuarse, como expresión de un miedo ancestral arraigado ante la desaparición definitiva. Y es que ese salto al otro lado del que nadie vuelve parece difícil de aceptar. Hoy en día los nuevos soportes digitales tal como se muestra en este post, de forma masiva parecen dar respuesta a esa inquietud.
Esa alucinación colectiva que comentas, de alguna forma también el cine y los medios de comunicación anticipaban lo que ahora se ha extendido de forma más acusada a través de internet. Y lo que hace tan atractivo este invento, es que todos podemos tener la ilusión de sentirnos más protagonistas.
Muy interesante tu comentario.
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