William Blake, primera versión de El gran dragón rojo y la mujer revestida por el sol (1805-1810)
Luego apareció en el cielo otra señal: un gran dragón rojo que tenía siete cabezas, diez cuernos y una corona en cada cabeza. Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo, y las lanzó sobre la tierra. El dragón se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo tan pronto como naciera.
Apocalipsis 12: 3-4
“La crueldad tiene corazón humano
y la envidia humano rostro;
el terror reviste divina forma humana
y el secreto lleva ropas humanas.
Las ropas humanas son de hierro forjado,
la forma humana es fragua llameante
el rostro humano es caldera sellada
y el corazón humano, su gola hambrienta.”
William Blake, Una imagen divina
El antropólogo Adolf Bastian (1826-1905) denominó "ideas elementales" a ciertos motivos comunes que se encuentran al examinar sin prejuicio las tradiciones religiosas de la humanidad. Entre éstas, por ejemplo la idea de la vida tras la muerte o la existencia de espíritus -protectores o malévolos-, constituyendo y formando parte de las costumbres, mitologías y teologías de todos los pueblos manifestadas en su arte, sus herramientas, armas, rituales, normas sociales y formas de relación con otros pueblos.
Haciendo un repaso de la historia desde un punto de vista psicofisiológico, Bastian observa que en el trasfondo de esas "ideas elementales", subyacen las necesidades e intereses pertenecientes a la propia esencia de la vida, constituyentes de los impulsos y energías primarias de toda la especie humana, y que, una vez desencadenadas, llegan a ser terribles y destructivas. La primera y más básica es el impulso de voracidad para la propia subsistencia, la tendencia natural de mantener la propia vida a costa de ingerir otras vidas. La segunda es el impulso sexual reproductivo donde se manifiesta la especie misma en su determinación de expandirse. La tercera motivación es el impulso irresistible de dominio sobre otras personas o pueblos que serán saqueados y expoliados.
Para Joseph Campbell, en una visión optimista de futuro, ésta tercera motivación estaría concluyendo en nuestra actual época a la cual estaríamos asistiendo en sus últimas convulsiones. Los fragmentos del texto que dejo a continuación fueron escritos por este autor en la década de los ochenta del siglo pasado. Como veremos, hacia el final se refiere al conflicto armado, que, al día de hoy, sigue todavía sin resolverse y algunos nuevos han surgido. Esperemos, tal como pronosticó Campbell, que ciertamente los últimos coletazos de la bestia estén tocando a su fin.
Las extensiones interiores del espacio exterior
(fragmentos del prólogo)
por
Joseph Campbell
(...) Una tercera motivación, que ha sido la única generadora de acción sobre la escena histórica mundial -al menos desde la época de Sargón I de Acadia, en el sur de Mesopotamia, ca. 2300 a. C.- es el impulso en apariencia irresistible al saqueo y la expoliación. Desde el punto de vista psicológico, este impluso quizá podría considerarse una extensión del enérgico mandato biológico para alimentarse y consumir; pero esta motivación no posee la fuerza biológica primordial de las otras, sino que se trata de una inducción lanzada desde los ojos, que impulsa no a consumir sino a poseer. La Biblia proporciona una amplia antología de textos que ejemplifican de manera muy clara esta tendencia; así leemos, por ejemplo:
Cuando el Señor tu Dios te haya introducido en el país al que vas a entrar para tomarlo en posesión, y haya arrojado antes de ti a muchas naciones; al hitita, al guirgaseo, al amorreo, al cananeo, al perizeo, al jivveo y al yebuseo, siete naciones más poderosas que tú, y cuando el Señor tu Dios te las haya entregado y tú las hayas derrotado, deberás destruirlas por completo. No pactarás alianza con ellas ni les tendrás compasión. No emparentarás con ellas dando tus hijas a sus hijos ni tomando a sus hijas para tus hijos, porque eso apartaría de mí a tu hijo y le haría servir a otros dioses; y entonces la ira del Señor se encendería contra vosotros y pronto se exterminaría. Por el contrario, así os comportaréis con ellas: demoleréis sus altares, romperéis sus estelas, derribaréis sus aserás y prenderéis fuego a sus ídolos. Porque eres un pueblo consagrado al Señor tu Dios; es el Señor tu Dios quien te ha escogido de entre todos los pueblos de la tierra para que seas pueblo de su propiedad. (Deuterenomio 7: 1-6)
Cuando te acerques a una ciudad para combatirla, le brindarás la paz. Si la acepta y te abre sus puertas, toda la población que haya en ella te quedará sometida a prestación de trabajo y a servirte. Pero si no quiere la paz y te declara la guerra, la sitiarás; y cuando el Señor tu Dios la entregue en tu mano, pasarás al filo de la espada a todos sus varones. Pero las mujeres, los niños, el ganado y cuanto hubiere en la ciudad los tomarás para ti como botín; y disfrutarás de los despojos de tus enemigo que el Señor tu Dios te entregó. Así haras con todas las ciudades que estén muy distantes de ti, que no sean ciudades de las naciones de aquí. Pero en las ciudades de estos pueblos que el Señor tu Dios te va a dar en posesión, no dejarás con vida a ningún ser animado, sino que los destruirás totalmente: al hitita, el amorreo, el cananeo, el perizeo, el jivveo y el yebuseo, como el Señor tu Dios te ha ordenado. (Deuterenomio 20: 10-17)
Y cuando el Señor tu Dios te haya introducido en la tierra de tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, juró que te daría, con ciudades grandes y magníficas que tú no has edificado, casas repletas de toda suerte de bienes que tú no has acumulado, cisternas excavadas que tú no excavaste, viñedos y olivares que tú no plantaste, y comas y te sientas saciado, guárdate entonces de olvidarte del Señor, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de los esclavos. (Deuterenomio 6: 10-12)
Estos dioses guerreros, característicamente tribales en sus expresiones tanto de poder como de magnimidad, han proliferado sobre la tierra como los agentes fomentadores de la historia del mundo. El dios Indra de los arios védicos, los dioses Zeus y Ares de los griegos homéricos eran deidades de este tipo, contemporáneas de Yahvé; y en el período durante el cual los españoles, portugueses, franceses y anglosajones se enfrentaban por la hegemonía sobre todos los pueblos del planeta (desde el siglo XVI y todavía en el XX), las imágenes de Jesucristo, los santos y la Virgen María se convirtieron en figuras tutelares de sus ejércitos saqueadores.
En el Artha Sastra, "Manual sobre el arte de ganar", un tratado cásico indio sobre la administración política compilado al parecer por Kautilya, consejero del rey Chandragupta I (que reinó ca. 321-297), fundador de la dinastía Maurya, se lee que el orden moral que rige sobre toda forma de vida, y según el cual debe aconsejarse a monarcas y príncipes, se encuentra en la "Ley del pez" (matsya-nyaya), contenida simplemente en estas palabras: "El grande se come al pequeño, razón por la cual los pequeños deben ser numerosos y veloces".
Porque, ya sea en las recónditas profundidades del olvidado mar en el que se originó la vida o en las selvas donde evolucionó sobre la tierra seca o, ahora, en esa grandes ciudades construidas para ser posteriormente derruidas en el curso de nuestra persistentes guerras, las fuerzas motoras son siempre la misma pavorosa tríada de pulsiones que nos han sido dadas por los dioses: los impulsos de la alimentación, la procreación y el poder. Y para el buen funcionamiento de al menos la primera y tercera de estas motivaciones en el estanque de la historia, el primer requisito natural -ya mencionado en el pasaje del Deuteronomio 7: 1-6 que he citado (y que data del siglo VII a. C.) es suprimir la tandencia natural a la compasión.
Porque la compasión, la misericordia o la empatía es también un don de la naturaleza, de aparición tardía en la evolución de las especies, pero ya evidente en el cuidado y la atención que los mamíferos muestran por sus crías. En contraste con el impulso biológico a la procreación, que surge directamente del organismo, la compasión, como el deseo de expoliación, se lanza desde los ojos. Además, no es un impulso tribal ni orientado a la especie, sino abierto al favor de todos los seres vivientes. Por ello, una de las primeras preocupaciones de los profetas, ancianos y sacerdotes de la tribu, así como de los sistemas mitológicos más institucionalizados, ha sido siempre la de limitar y definir el alcance permitido de esa expansión del corazón, circunscribiéndola al área exclusiva de la propia mónada étnica, al tiempo que deliberadamente se orientan los impulsos violentos al exterior. Dentro del alcance de cada mónada particular, los actos violentos están prohibidos: "No matarás... No desearás la mujer de tu prójimo" (Éxodo 20: 13-17; también Deuterenomio 5: 17-21); mientras que fuera de la mónada esos mismos actos son un requeirmiento: "Pasarás al filo de la espada a todos sus varones. Pero las mujeres... las tomarás para ti como botín" (Deuterenomio 20: 13-14). En el pensamiento islámico, las naciones de la tierra son diferenciadas en dos reinos: dar al'islam, "el reino de la sumisión (a Alá)", y dar al'harb, "el reino de la guerra", esto es, el resto del mundo. Y en el pensamiento cristiano, las palabras que pronuncia Cristo resucitado a los once discípulos presentes -"Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos" (Mateo 28: 19) han sido interpretadas como un mandato divino para la conquista del mundo.
En este momento en que el planeta Tierra, balanceándose lenta y permanentemente en torno a su eje durante su recorrido alrededor del Sol, está a punto de pasar de la zona astrológica del signo zodiacal del Pez (Piscis) a la del Aguador (Acuario), la humanidad que lo habita parece de hecho encontrarse ente la perspectiva de una transformación histórica trascendental, en la que la era de los ejércitos conquistadores de las descomunales mónadas en pugna -iniciada en tiempos de Sargón I de Acadia, en el sur de Irak hace unos 4.320 años- puede estar tocando a su fin.
Porque ya no quedan horizontes monádicos incólumes: todos se desvanecen. Y junto con ellos se debilita el sustento psicológico de su imagen. Como reconocía hace ya medio siglo el poeta irlandés Yeats en su ominosa visión, "La segunda venida":
Girando incesantemente en creciente espiral
El halcón ya no puede oír a su halconero;
Todo se desmorona; el centro ya no se sustenta;
La elemental anarquía se ha desatado en el mundo,
La marea se desborda tinta como la sangre, y por doquier
Anega los rituales de la inocencia;
Los mejores carecen de convicción, mientras los peores
Se hinchen de apasionada intensidad.
Sin duda que una revelación es inminente...
(William Buttler Yeats, La segunda venida 1ª parte)
Los viejos dioses perecen o ya están muertos, y la gente en todas partes, en permanente búsqueda, pregunta: ¿Cuál será el nuevo mito, la nueva mitología de este planeta unificado como un solo ser armonioso? (...)
Por alguna razón cuya explicación no he encontrado aún en ningún sitio, el método fundamental que han seguido los exégetas más influyentes de todo el complejo mítico judeo-cristiano-islámico ha sido la popular y en absoluto iluminada práctica de llevar a cabo una prosaica cosificación de la imaginería metafórica. Así, por ejemplo, la idea del Nacimiento Virginal se ha presentado como un hecho histórico, cuando esa idea elemental aparece prácticamente en todas las mitologías del mundo. Los mitos de los indios americanos abundan en nacimientos virginales. Por tanto, esta imagen arquetípica no puede referirse a algo acontecido en Oriente Próximo en el siglo I de nuestra era. De manera similar, la idea de laTierra Prometida no puede originalmente haber designado una región concreta de la Tierra para ser conquistada por los ejércitos, sino a un reino de paz espiritual en nuestros corazones, que tenía que ser descubierto a través de la contemplación. Los mitos de creación, que, cuando son interpretados en su sentido místico, nos traen a la mente la idea de un trasfondo intemporal del cual habría surgido la historia que medimos en el tiempo junto con todas sus diferente poblaciones humanas, cuando se leen en cambio a la búsqueda de un sentido histórico sólo sirven para atribuir una justificación de origen sobrenatural al orden moral de una cultura particular. En suma, la función social de la mitología, contrariamente a su función mística, no es la de abrir la mente sino de cerrarla: ligar a un grupo mediante relaciones de mutuo apoyo, ofreciendo imágenes que suscitan sentimientos de pertenencia grupal, sin permitir ninguna escapatoria del grupo monádico.
Resulta, por lo tanto, evidente que cualquiera que vaya a ser la nueva mitología de nuestro planeta unificado, como lo estará en un futuro próximo, su relato de la creación y desarrollo de las civilizaciones no podrá orientarse a la magnificación de una o dos, ni siquiera tres, de las innumerables mónadas preexistentes en su vasta y polimórfica extensión. (...)
Porque a medida que se van disolviendo las formas étnicas particulares, la imagen que va surgiendo de entre ellas es la del andrógino Anthropos. "Seguramente -como percibió el poeta Yeats- una revelación está por llegar."
Mientras tanto, en el viejo Oriente Próximo, donde en tiempos de Sargón parece haberse practicado por vez primera la noción de la guerra de conquista como instrumento político, hoy se enfrentan los ejercítos de las tres únicas mónadas monoteístas del planeta (cada una devota de su propia idea históricamente condicionada de "Dios" como si, desde toda la eternidad, fuera una verdad absoluta que no puede ser alcanzada por las palabras, ni por el ojo, ni por la mente), amenazando así, en este delicado momento de inminente unificación global en el que hablo -el "año del Señor" de 1985-, todo el proceso de unificación mundial con los peligros del Armagedón profetizado por sus propias escrituras.
Sin duda que una revelación es inminente.
Sin duda la Segunda Venida es inminente.
¡La Segunda Venida! Apenas pronuncio estas palabras
Cuando la vasta imagen del Spiritus Mundi
Perturba mi visión; entre las arenas del desierto
La forma de un cuerpo de León con la cabeza de un hombre,
Con mirada vacía y despiadada como el sol,
Empieza a mover sus muslos lentamente mientras a su alrededor
Las indignadas aves del desierto proyectan sus sombras en círculos.
La oscuridad se cierne de nuevo; pero ahora sé
Que el estremecimiento de su cuna ha convertido en pesadilla
Veinte siglos de pétreo sueño.
¿Y qué salvaje bestia, llegada al fin su hora,
Avanza acechante para nacer en Belén?
(William Buttler Yeats, La segunda venida 2ª parte)
William Blake, El Gran Dragón Rojo y la Bestia del Mar (1805-1810)
Fragmentalia espera para todos sus lectores y amigos lo mejor para el próximo año.
Bienaventurado 2015
Lecturas:
Joseph Campbell, Las extensiones interiores del espacio exterior. Atalanta 2013
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4 comentarios:
¿Qué habrá allí...en el foco del gran misterio? Es probable, casi seguro, que jamás lo sepamos. Y en eso consiste el motor del espíritu humano, la incertidumbre y la no certeza, el oclusivo relato místico, las verdades reveladas y las ocultas...el gran acicate del sentido de la vida: la búsqueda continua, la senda sin final.
Infinitas gracias por todos los textos que has seleccionado y ofrecido a tus seguidores durante todo este año que ya casi culmina.
¡Un gran abrazo querido Amigo!!! En los albores de una nueva navidad, para muchos el renacimiento de la esperanza, te deseo todo lo mejor.
Gracias a ti Mabel por la atención que siempre te merece lo aquí publicado. Ahí estamos, como peregrinos en la senda en torno a ese gran misterio. Siempre un placer encontrarte en el viaje.
Otro gran abrazo para ti desde Catalunya hasta Argentina, mis mejores deseos para estas navidades y el año nuevo.
Hasta pronto !
Muchas gracias, Jan, por esta cueva de tesoros en la que compartes las gemas del pensamiento y el arte, con sus múltiples facetas y destellos de arco iris.
Deseo que 2015 sea para todos un año de felicidad y lleno de los luminosos resplandores de la belleza y el conocimiento. Un gran abrazo.
Hola Judith !
encantado de encontrarte de nuevo por aquí. Que en el transcurrir del año que ahora comienza no falten bellos destellos que lo iluminen.
Un fuerte abrazo !
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