Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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jueves, 26 de julio de 2012

En el Bosque

Réplica de la cabaña que H. D. Thoreau construyó junto al lago Walden


"Si un hombre se pasea por el bosque por placer todos los días, corre el riesgo de que le tomen por un haragán. Pero si se dedica todo el día a cortar el bosque dejando la tierra árida, se le estima por ser un ciudadano trabajador y emprendedor".

Henry David Thoreau (1817-1862)


Henry David Thoreau decidió en 1845 a la edad 28 años y después de terminar sus estudios en la Universidad de Harvard, instalarse en una cabaña construída por él mismo en medio de un bosque próximo a la pequeña localidad de Concord, Massachusetts. Utilizó para levantar su pequeña vivienda de 2 x 3 metros junto al lago Walden los troncos que él mismo taló, instalándose allí durante los siguientes dos años de su vida, cultivando su propio huerto y dedicando la mayor parte de su tiempo a pasear y observar la naturaleza. Realizó trabajos de carpintería, jardinero, pintor de brocha gorda entre otros, pero siempre bajo su filosofía de vida de no dedicar a ello más que lo imprescindible para procurarse lo mínimo necesario . Esta experiencia inspiraría su obra más conocida,
Walden o la vida en los bosques. En ella, junto a una crítica feroz al modelo de vida en el que el hombre vive esclavizado procurándose cosas que en su gran mayoría son prescindibles, narra en un tono cargado de poesía sus solitarios paseos por apartados bosques, montañas, llanuras, lagos y ríos, sumergiéndose en un estado de contemplación que lo llevará a una visión mística de la belleza y misterios de la naturaleza. En el siguiente texto perteneciente a un corto capítulo de Ejercicios espirituales y filosofía antigua, su autor Pierre Hadot hace una lectura de la obra y vida de Thoreau en la que descubre muchos puntos en común con la filosofía de estoicos y epicúreos de la Antigüedad Occidental. Verá en él también a alguien que practicó de forma activa y consecuente su ideal filosófico, a diferencia del modelo actual de profesor de filosofía que transmite sus enseñanzas desde la teoría.


"En la actualidad hay profesores de filosofía, pero no filósofos..."
Por
Pierre Hadot



Resulta destacable que las primeras páginas de Walden estén dedicadas a la crítica de la vida cotidiana. Thoreau la describe irónicamente como una penitencia peor que la ascesis de los brahmanes, peor que los doce trabajos de Hércules. Los hombres llevan vidas insensatas. Sus existencias transcurren entre la ignorancia y el error, absorbidos por preocupaciones ficticias y tareas inútilmente pesadas. Son como máquinas, herramientas de sus propias herramientas. Su existencia está caracterizada por la angustia o por la resignación.
La causa del sufrimiento de los hombres, a juicio de Thoreau, es su ignorancia sobre lo que resu
lta necesario y suficiente para vivir, es decir, sencillamente lo que se requiere para mantener el calor vital. "La necesidad primordial de nuestros cuerpos es mantenerse calientes, conservando en nuestro interior el calor vital". De hecho, tal como demostraría más tarde, el hombre necesita pocas cosas para conseguirlo, y desde luego ningún lujo. "La mayor parte de lujos y una gran parte de eso que se ha dado en llamar confort vital no son sólo cosas nada indispensables, sino también verdaderos obstáculos para el progreso de la humanidad". Para convencerse de ello basta con recordar la forma de vida de los filósofos chinos, indios, persas y griegos, pobres en lo que se refiere a riqueza exterior pero sobrados de riqueza interior. Se trata de ejemplos hoy día muy alejados de nosotros, pues, continúa Thoreau, "en la actualidad hay profesores de filosofía, pero no filósofos". Y es que según él, "ser filósofo no supone sólo pensar de manera sutil, sino amar lo bastante la sabiduría como para llevar una vida sencilla e independiente, en la generosidad y en la confianza". "Filosofar consiste en resolver algunos de los problemas que nos plantea la vida, pero no sólo de manera teórica, sino de manera práctica". Thoreau aprovecha la ocasión para atacar a los profesores de filosofía, esos importantes eruditos y pensadores cuyo éxito no es más que "algo propio de cortesanos, que nada tiene que cer con la realeza ni con la virilidad", puesto que al contentarse con permanecer en la esfera del discurso teórico animan a los hombres a seguir viviendo de modo absurdo. La vida de tales filósofos está marcada por el puro conformismo, dejando que la humanidad continúe degenerando por culpa del lujo. Por su parte Thoreau se presenta implícitamente como verdadero filósofo, "aquel que no se alimenta, ni se abriga, ni se viste ni calienta como sus contemporáneos". Y termina su exposición ciertamente con un punto de ironía, definiendo al filósofo de una manera que puede dejarnos atónitos: "¿Cómo se puede ser filósofo si uno no conserva su calor vital por medios distintos al del resto de los hombres?". Y para mantener su calor vital no tiene necesidad de realizar grandes esfuerzos. Para satisfacer sus necesidades, Thoreau ha calculado que sólo debe trabajar seis semanas al año: "Ganarse la vida no supone ningún castigo, sino un pasatiempo siempre que vivamos de manera sencilla y sabia".
Thoreau se
va a vivir al bosque no sólo, como resulta evidente, con el fin de conservar su calor vital del modo más económico posible, sino en busca de "una vida sin odio, dedicada exclusivamente a las cosas esenciales de la existencia, aprendiendo cuanto ésta tiene que enseñarme a fin de que, llegado el momento de morir, descubra que realmente he vivido. Desearía vivir del modo más profundo, extrayendo de ella todo el jugo posible". Y entre los actos esenciales de la vida se encuentra el placer de percibir el mundo mediante todos los sentidos. A esto dedica la mayor parte de su tiempo Thoreau en el bosque. Uno no se cansa de releer el sensual comienzo del capítulo llamado "Soledad": "Una noche deliciosa en la que el cuerpo en su totalidad se transforma en una especie de nuevo sentido, percibiendo las sensaciones por todos sus poros. Circulo con extraña libertad entre la naturaleza, convertido en parte de ella. Mientras paseo a lo largo de la orilla pedregosa del lago, en mangas de camisa a pesar del frescor, el cielo nuboso y el viento (...), todos los elementos me resultan sorprendentemente cercanos. La simpatía con las agitadas hojas de los alisos y de los álamos casi me hace perder la respiración; no obstante, al igual que le sucede al lago , mi serenidad se eriza sin turbarse". En este capítulo, "Soledad", Thoreau quiere demostrar que, incluso en soledad, nunca está solo porque tiene conciencia de estar en comunión con la naturaleza: "Circulo con una extraña libertad entre la naturaleza, convertido en parte de ella". "Cualquier objeto de la naturaleza puede proporcionarnos la compañía más agradable, tierna y estimulante". De este modo, nota en el simple sonido de unas gotas de lluvia "una benevolencia tan inabarcable como inconcebible". Todas y cada una de las pequeñas hojas del pino le tratan como amigo, sintiéndose en familia incluso cuando la naturaleza le muestra las escenas más desoladoras y terroríficas. "Por qué habría de sentirme solo? ¿Acaso nuestro planeta no está en la Vía Láctea?" De esta forma su consciencia del mundo se extiende hasta alcanzar una suerte de consciencia cósmica.
Todo cuanto h
e dicho hasta el momento demuestra destacadas similitudes con la filosofía de Epicuro, pero también con algunos aspectos del estoicismo. En primer lugar encontramos en el epicureísmo esa crítica del modo habitual de vivir de los hombres que hemos visto aparecer en las páginas iniciales de Walden. "El género humano, dice Lucrecio, trabaja sin sacar el menor beneficio de ello, siempre a fondo perdido, y se consume en vanas preocupaciones". Según los epicúreos de los que habla Cicerón, los hombres son desgraciados por culpa de sus inveterados deseos y su ansia de riqueza, gloria y poder. "Algún día, cuando sea demasiado tarde, los hombres se darán cuenta de que es inútil su ansia de dinero, de poder y de gloria (...). Su existencia no es más que una serie ininterrumpida de tormentos". La salvación reside según Epicuro en el discernimiento entre deseos naturales y necesarios, esos deseos relacionados con la conservación de la vida, deseos exclusivamente naturales, como el placer sexual, y aquellos otros que no son ni naturales ni necesarios, como el de la riqueza. La satisfacción de los primeros basta, en principio, para garantizarle al hombre un placer duradero, y por lo tanto la felicidad. Lo que es tanto como decir que para Epicuro la filosofía consiste esencialmente, al igual que para Thoreau, en saber conservar el calor vital de modo más sabio que los demás hombres. Con cierto deseo de provocación, similar al de Thoreau, una sentencia epicúrea declara en efecto: "El grito de la carne: no tener hambre, sed ni frío. Quien goce de este estado y de la posibilidad de gozar bien puede rivalizar en felicidad con el mismo Dios". La felicidad resulta, pues, fácil de alcanzar, tal como sugiere cierta sentencia epicúrea: "Démosle gracias a la benefactora naturaleza, que ha hecho que las cosa necesarias resulten fáciles de alcanzar y que las cosas difíciles de conseguir no resulten necesarias". "Todo cuanto es natural es fácil procurárselo, y todo cuanto es puro vacío trabajoso de conseguir". La actividad filosófica consiste por lo tanto en contentarse simplemente con "no tener hambre ni frío". Pero todavía en mayor medida que para Thoreau, la filosofía según Epicuro no se reduce simplemente a mantener el calor vital del modo más económico posible. El filósofo epicúreo aspira a liberarse de toda preocupación y deseo inútil para así poder dedicarse, al igual que Thoreau, a los actos esenciales de la vida, al placer de sentir y existir. Quien no padece hambre, sed ni frío puede rivalizar con el mismo Dios porque, justamente, al igual que Dios, puede gozar sin trabas de su conciencia de existir, pero también del simple placer de percibir la belleza del mundo, placer que es por ejemplo evocado del siguiente modo por Lucrecio: "De esta manera el cuerpo precisa de pocas cosas... Nos basta con estar entre amigos, tumbados en la tierna hierba a orillas de alguna corriente fluvial y a la sombra de un árbol, pudiendo con poco gasto apaciguar agradablemente nuestra hambre, en especial cuando el tiempo nos sonríe y la primavera esparce sus flores entre las verdosas hojas". La actitud epicúrea hacia las cosas no duda por lo demás en ir bastante más lejos. Pretende la inmersión, incluso, en la infinitud del universo. En sintonía con el mensaje de Epicuro escribe Lucrecio, "los muros del mundo se desvanecen; a través de la inmensidad del vacío puedo ver cómo son creadas las cosas. La tierra no me impide distinguir todo cuanto bajo mis pies surge de las profundiades del vacío. Entonces, ante semejante espectáculo, se apoderan de mí una especie de voluptuosidad divina y un estremecimiento...". Tal presencia del cosmos se encuentra también, como hemos podido ver, en Thoreau, que no olvida que ese sol que hace crecer las judías ilumina al mismo tiempo una constelación de mundos como el nuestro, y que nunca se siente solo puesto que, según él, nuestro planeta está integrado en la Vía Láctea. Con su traslado a Walden Thoreau ha tomado la decisión de vivir según lo que podría llamarse una forma de vida epicúrea. Con esto no estoy insinuando que era del todo consciente de disfrutar de una forma de vida epicúrea, sino que estaba recuperando, quizá de la manera más espontanea e inconsciente, quizá influido por determinados textos antiguos y modernos, aquello que Epicuro y sus discípulos habían practicado y enseñado. Podría decirse que, del mismo modo que existe una especie de estoicismo universal, existe también una especie de epicureísmo universal, es decir, una actitud permanente, siempre posible, por la cual el hombre, recurriendo a cierta disciplina y reduciendo sus deseos, puede devolver los placeres -mezcla de pena y sufrimiento- al plano del simple y puro goce de existir. Sin embargo aparecen en Thoreau algunos matices que no tienen demasiado que ver con la actitud epicúrea. Por una parte, Thoreau reivindica la soledad. Pero según el epicureísmo no puede haber auténtico placer si no es compartido con los amigos: sólo junto con sus compañeros epicúreos Lucrecio puede disfrutar de su frugal comida sobre la fresca hierba primaveral. Por otra parte, el epicureísmo no aboga por el sentimiento de comunión y fusión con la naturaleza, sino solamente por la contemplación de la infinitud cósmica y la eternidad de la naturaleza inmutable. Tal sentimiento de comunión, de solidaridad con la naturaleza, recuerda mucho más a la sensibilidad estoica. El estoicismo, para el que todo está en todo, intenta en efecto tomar consciencia del hecho de que el hombre es una parte dentro del Todo cósmico. Como afirma Séneca, el sabio "se sumerge en la totalidad del mundo": toti se inserens mundo. Otros caracteres estoicos de la obra de Thoreau serían esa gozosa aceptación, profesada a lo largo de las páginas de Walden, de la naturaleza y del universo en sus más variados aspectos, ya sean éstos delicados, terroríficos o repulsivos, y la idea de que cada uno cumple la función cuando son considerados desde la perspectiva de la totalidad: "Esta suave lluvia que rocía mis judías y que me impide pasear hoy no es triste ni melancólica, pues también me es beneficiosa (...); si dura lo suficiente (...) para estropear las patatas en los bajíos, sería no obstante buena para la hierba de las mesetas: y si es buena para la hierba, también es buena para mí". "Estas judías producen ganancias que no debo recoger yo. ¿No son acaso en parte sus frutos para las marmotas?". Por eso una cosecha o una recolección nunca se pierde del todo, pues siempre le aprovechará a algún ser. "El buen cultivador no debe pues inquietarse (...) y terminar cada día su labor, renunciando a cualquier derecho sobre el producto de sus campos y sacrificando en su espíritu no sólo los primeros frutos, sino también el resto". (...) La experiencia narrada en Walden me parece, pues, en extremo significativa para nosotros, porque al decidir Thoreau vivir en el bosque durante cierto tiempo pretende realizar un acto filosófico, es decir, entregarse a cierta forma de vida filosófica que implica el trabajo manual y al mismo tiempo la pobreza, pero que le propone también una visión del mundo inmensamente ampliada. Se comprende mejor, como hemos visto, el carácter de esta decisión, de esta elección vital, si se compara con la forma de vida filosófica que se impusieran los filósofos antiguos. Por lo demás, el mismo Walden, es decir, el relato de Thoreau sobre la manera en que ha llevado a cabo esta práctica y este ejercicio filosófico, supone un tipo de discurso filosófico que, por admirable que sea, pertence a un orden muy distinto, a mi juicio, al de la propia filosofía, es decir, a la experiencia realmente vivida por Thoreau. El verdadero problema no estriba en la escritura, sino en la vida en el bosque, en ser capaz de soportar semejantes experiencias, tan complejas en su aspecto -la vida en el bosque- como en su aspecto contemplativo y, podría decirse, místico -la inmersión en el seno de la naturaleza-. Dicho de otro modo, el acto filosófico trasciende el marco de la obra literaria que le sirve de expresión; y éste no puede expresar por completo todo cuanto Thoreau ha vivido. Hugo von Hofmannsthal afirmaba: "No se puede nunca decir de una cosa todo lo que es". Creo que se puede descubrir en Thoreau cierta alusión furtiva al carácter inexpresable de la transformación de la cotidianeidad operada por la filosofía cuando escribe: "Los hechos mas sorprendentes y significativos no pueden jamás comunicarse a los demás. El verdadero fruto de mi vida cotidiana es de algún modo tan intangible e indescriptible como los colores de la mañana y del atardecer. Lo que se capta tiene algo de fulgor estelar, de fragmento de arco iris que he podido aferrar al paso".


A continuación dejo una selección de citas y párrafos recopilados durante la reciente lectura de algunas obras de Thoreau (ver más abajo bibliografía). Las sumo a mi equipaje . Posiblemente, durante las próximas semanas de vacaciones, más de un día lo dedicaré a releerlas y a perderme por los bosques.



"Lee los buenos libros primero, lo más seguro es que no alcances a leerlos todos".

"El mundo no es sino un lienzo para nuestra imaginación".
"¡Yo os digo, quitad de en medio vuestras telarañas, limpiad vuestras ventanas!".


"Nos abrazamos a la tierra... ¡raramente alzamos el vuelo! Creo que podríamos elevarnos un poco más. Al menos podríamos trepar a un árbol".

"Se podría definir el cielo como el lugar que los hombres evitan".

"El cielo está bajo nuestro pies, asi como sobre nuestras cabezas".


"Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida...para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido".


"El hombre es rico en proporción a las cosas que puede desechar".


"Opino que existe en el hombre la misma capacidad que permite al ave construir su nido, y ¿quién sabe si, en el caso de que los hombres construyeran sus casas con sus propias manos y proveyeran de alimentos tanto a su persona como a los suyos de modo suficientemente simple, honrado y eficaz, no se desarroyaría universalmente una facultad poética al igual que cantan las aves universalmente cuando se hallan empeñadas en similar tarea?"


"Buscar oro en mi mina interior, no importa que el sendero sea estrecho, tenebroso y solitario, debo seguir mi propio camino".


"Quienes no conocen fuentes de verdad más pura, quienes no han seguido su curso hasta sus orígenes, están del lado de la Biblia y la Constitución, y beben de ellas con reverencia y humildad. Pero aquellos que van más allá y buscan el origen del agua que gotea sobre el lago o la charca, se ciñen los lomos una vez más y siguen su peregrinación en busca del manantial".


"Hay momentos en que toda la ansiedad y el esfuerzo acumulados se sosiegan en la infinita indolencia y reposo de la naturaleza".


"Un día del pasado noviembre tuvimos un atardecer notable. Me paseaba por un prado donde nace un arroyuelo, cuando el sol, justo antes de ponerse después de un día frío y gris, por fin llegó a una parte despejada del horizonte y una especie de luz matinal de lo más suave y brillante cayó sobre la hierba seca, los troncos de los árboles del lado opuesto y sobre los follajes de los robles jóvenes de la ladera de la colina, mientras nuestra sombras se alargaban sobre el prado, hacia el este, como si fuéramos simples partículas de los rayos. Era una luz imposible de imaginar un instante antes, y el aire estaba tan tibio y sereno que no faltaba nada para que ese prado fuera un paraíso. (...) Caminábamos bajo una luz tan pura y centelleante que dora la hierba y las hojas marchitas, una luz de un resplandor tan dulce y sereno que pensé que nunca nos habíamos bañado en semejante caudal áureo, sin una onda, sin el más mínimo murmullo alrededor. La parte oeste de todos los bosques y colinas brillaban como los alrededores del Elíseo, y el sol detrás de nosotros parecía un bondadoso pastor llevándonos de regreso a casa al atardecer. Es así como paseamos en busca de la Tierra Santa, hasta el día en que el sol brille más que nunca y quizá ilumine nuestra mente y nuestro corazón, y alumbre nuestra vida entera con la majestuosa luz del despertar, tan tibia, serena y dorada como a orillas de un río en otoño".


(30 de enero de 1861) "¿Cuáles son las características que hacen que una población sea agradable? Un río, con sus cascadas y sus vegas, un lago, una colina, un risco o rocas individuales, un bosque y árboles antiguos aislados aquí y allá. Todo es hermoso, y todo ello tiene una utilidad que no puede medirse con dinero. Si los habitantes de un lugar fueran sensatos, procurarían conservarlo, aunque supusiera un coste considerable; pues todo ello educa mucho más que profesores o predicadores contratados y que cualquier sistema actualmente reconocido de enseñanza escolar. (...) Creo que merecería la pena que cada pueblo contara con un comité encargado de proteger su belleza".


"La mayor parte de los hombres, incluso en este país relativamente libre, se afanan tanto en innecesarios artificios y labores absurdamente mediocres, que no les queda tiempo para recoger los mejores frutos de la vida".


"En la acumulación de propiedades para nosotros o la posteridad, fundando una familia o una heredad, o hasta adquiriendo fama, somos mortales; pero, cuando tratamos con la verdad, somos inmortales, y no necesitamos temer cambio alguno ni accidente. El filósofo más antiguo, egipcio o hindú, levantó una punto del velo de la divinidad; esa tremolante túnica sigue aún hoy alzada y yo puedo ver una gloria tan fresca como la que aquél viera, toda vez que fui yo con él quien se revelara tan audaz, y que es él en mí quien ahora vuelve a contemplar la misma visión. El polvo no se ha posado sobre el lienzo y el tiempo ha dejado de transcurrir desde la revelación de la divinidad que ocultaba".


(16 de julio de 1851) "Recuerdo que de joven, antes de que perdiera ningún sentido, estaba plenamente vivo y que vivía en mi cuerpo con satisfacción inefable; me complacía con su fervor y su cansancio. La tierra era el instrumento musical más glorioso y yo era la audiencia de sus cuerdas. ¡Qué impresiones tan agradables, qué éxtasis provocados por las brisas! Recuerdo mi asombro. Me decía -y les decía a otros-: 'Siento un placer celestial, divino, absorbente, indescriptible, una sensación de expansión y elevación, y no he tenido nada que ver con ello. Advierto que todo se debe a poderes superiores. Es un placer, una alegría, una existencia que no me he procurado yo mismo'. La mañana y la tarde me complacían y vivía alejado de la compañía de los hombres. Me preguntaba si algún mortal habría experimentado alguna vez lo mismo que yo".


(7 de enero de 1857) "...solamente en los bosques y en los campos apartados, en las vegas y arboledas que recorren los conejos, incluso en un día gris como éste, y triste para la mayoría, en que un aldeano estaría pensando en su taberna, yo vuelvo en mí, me siento una vez más parte de una inmensa familia, y el frío y la soledad son mis amigos. Supongo que ese benficio equivale en mi caso a lo que otros obtienen mediante la oración y la práctica religiosa".

"En la profundidad del bosque, completamente solos, mientras el viento sacude la nieve de los árboles y dejamos atrás las únicas huellas humanas, vemos que nuestras reflexiones son mucho más variadas que las de la vida de las ciudades. Los paros y trepatroncos son una compañía más inspiradora que la de los estadistas y los filósofos, y regresaremos a esta última como quien vuelve a una compañía más vulgar. En este pequeño valle solitario, con su arroyuelo que fluye por la ladera, el hielo estriado y los cristales de todos los matices, donde los abetos y pinabetes se elevan a ambos lados, y los juncos y la avena silvestre crecen en medio del riachuelo, nuestra vida es mas serena y digna de contemplar".


"El tiempo es solo el rio en el que voy a pescar. Bebo en él; pero mientras bebo, veo el lecho arenoso y descubro cuan superficial es. Su fina corriente se desliza a lo lejos, pero la eternidad permanece. Yo bebería más profundamente, pescaría en el cielo, cuyo suelo está tachonado de estrellas. No puedo contar una sola. No se siquiera la primera letra del alfabeto. Siempre he deplorado no ser tan sabio como lo era el día en que nací".


"Un lago es uno de los rasgos más bellos y expresivos de un paisaje. Es el ojo de la tierra; y en mirándose en él descubre el observador la profundidad de su propia naturaleza. Los árboles acuáticos de la orilla son las finas pestañas que lo enmarcan, y las frondosas colinas y los acantilados en torno, sus prominentes cejas".



Puesta de sol en el lago Walden, Concord, Massachusetts




Lecturas:

Obras de Henry David Thoreau:
Walden o la vida en los bosques. Del deber de la desobediencia civil. Los libros de la Frontera, Barcelona 2002
Diarios. Olañeta Editor 2002
Pasear.Olañeta Editor 2005

Pierre Hadot:
Ejercicios espirituales y fiosofía antigua. Siruela 2006


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6 comentarios:

Alejandro Sarbach dijo...

Rica entrada sobre Thoreau. La agrego a mis favoritos. ¡Gracias!

M.A.O dijo...

Sabrás amigo mio, de antemano, que esta entrada me ha encantado. Aprecio en profundidad la riqueza de lo sencillo, la magnificencia de lo cotidiano, del paisaje, entorno que se brinda aún en sus rincones más obscuros, siempre un destello de pura belleza, una sensación de comunión, un goce profundo por estar vivo. He leído con atención todas los textos que has seleccionado de Thoreau, me quedo prendada del que dice así: ..."Siempre he deplorado no ser tan sabio como lo era el día en que nací."
¡Gracias Jan! y deseo que tus días de vacaciones estén colmados por el esplendor de las pequeñas y sabias cuestiones de la vida.
¡Abrazos!!

malaib dijo...

Gracias,Jan, por este nuevo texto. ¡Chapó!
Un abrazo :)

Anónimo dijo...

Hola Alejandro, encantado de encontrarte por aquí.
Por tu actividad como profesor de filosofía entiendo que la entrada te pueda resultar especialmente interesante.

Hola Mabel, gracias por tu deseos. El escenario de la naturaleza puede invitarnos a la meditación y a la reflexión, muestrándose siempre abierto a enseñarnos algo sobre las cuestiones de la vida. Ayer durante una caminata por un agreste bosque llegamos a un solitario y apartado recodo del sendero lleno de encanto por el que fluía un pequeño riachuelo. El sonido del agua deslizándose entre las piedras, la leve brisa meciendo las ramas de arbustos y árboles, el claroscuro de luz y sombra entre la maleza revistiendo de matices de color las flores y el musgo, los destellos luminosos de la tela de araña bajo el sol, el canto de los pájaros... Todo allí se mostraba amable y armonioso colmando el alma de paz. (Llegué a decir en algún momento así como en broma "este es un lugar Zen") Después de la placentera parada reemprendimos la marcha. Pasados unos minutos, nos encontrarnos en la cuneta del camino con los restos esparcidos a lo largo de varios metros del cuerpo de una oveja descuartizada y devorada por los lobos y buitres de los que teníamos noticia frecuentaban aquella zona. Un holor penetrante a muerte inundaba aquel lugar. Ya sabes amiga, la belleza y el horror, la vida y la muerte se suceden en la danza sin descanso de la naturaleza, apareciendo un rostro u otro según el paso.

Malaib, gracias a ti por tus siempre amables comentarios.

Mis mejores deseos a todos.

Jan

Isabel de la Lastra Guardado dijo...

Hablas del bosque, pero no crees que es la misma sensación la que se vive bien mirando el mar, bien navegando entre las olas, apartado del mundo? Muy buena entrada, felicidades.

Anónimo dijo...

Hola Isabel,

esta mañana la pasé en la playa del pueblecito de Santillán, localidad cántabra muy cercana a tu Asturias. Esta pequeña playa es un lugar entre tantos del Cantábrico, pero uno de mis rincones costeros preferidos, frecuentado por muy poca gente, y si vas un poco temprano lo encuentras en completa soledad. Para mi, sin duda un sitio para experimentar el "estar apartado del mundo" que comentas.
Estoy alojado estos días en el Parque Natural de Oyambre, a unos escasos 200 m. de otra playa, la del Merón. La ventana de la habitación está orientada hacia el Norte, hacia el mar, y desde allí me llega su sonido mientras duermo. Esto parece afectar a mis sueños, es como si pasaran de mostrarse en blanco y negro a hacerlo en color, las imágenes son más vívidas y el recuerdo es más persistente al despertar.

Un placer encontrarte de nuevo por aquí, tengo prevista esta semana la asistencia a algún concierto del FIS, festival que ya conoces. Quién sabe, a lo mejor coincidimos.

Te dejo escuchando "La Mer" de Claude Debussy.

http://www.youtube.com/watch?v=66hX8Ms0FwE

Abrazos