Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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lunes, 30 de agosto de 2010

Presencia hermética



El hombre es quien interpreta pero lo interpretado está "antes" que el hombre. Él sugiere sistemas, pero lo que intenta sistematizar rebasa el sistema. La "verdad" (que no tiene nada que ver con lo opuesto al error) no se encuentra aquí o allá, está en el hombre desde el comienzo, en cualquier hombre y también más allá del hombre. Las esferas están a la vez en el hombre, en su materia y en la evolución de su pensamiento, y más allá del hombre. Son realidad y son metáfora. Y no puede saberse donde la realidad deja de serlo para convertirse en metáfora, ni donde la metáfora empieza a ser realidad.
Realidad e ilusión son en definitiva la misma cosa.

Chantal Maillard, introducción a la obra del judío Salomon Ibn Gabirol La Kábala del Kéter-Malkut.


Así pues, el mundo entero despliega y manifiesta el lenguaje divino. A su vez, los Nombres de Dios son las formas primeras y elementales de este lenguaje que se torna progresivamente más complejo. Todos los seres celestes y terrestres son fundamentalmente entidades lingüísticas llamadas a ser leídas y descifradas. Éste es el sentido oculto de las cosas y los nombres que el Corán esclarece para aquellos que lo saben escrutar. La comprensión mística de las letras opera, pues, haciendo vivenciar una transformación en el ser. La ciencia de las letras podría denominarse en este sentido "ciencia operativa de las letras", al igual que la ciencia de la alquimia.

Pilar Garrido, introducción a la obra del sufí Sahl al-Tustari Risalat al-huruf en El inicio de la Ciencia de las letras en el Islam.


Grabado de la portada de la obra del jesuita Athanasius Kircher, Obeliscus Pamphilius, 1650. En esta imagen alegórica vemos como la presencia de Hermes inspira la interpretación de los geroglíficos egipcios, olvidado su significado por el paso del tiempo.



El texto que dejo a continuación es el primer capítulo de la obra de José Antonio Antón Pacheco Los testigos del instante. Ensayos de hermenéutica comparada.


Hermes, hermenéutica, hermetismo


Hermetismo y hermenéutica son términos enlazados etimológica, histórica y metafísicamente. Habrá que analizar, pues, el porqué de ese profundo enraizamiento mutuo. El hermetismo toma su nombre de Hermes, el mensajero de los dioses e intérprete de las órdenes divinas; él mismo, dios de la palabra ( para estoicos y naasenos es la personalización del Logos) y de la interpretación. Al tiempo, Hermes es también el dios encargado de las lindes y cruces de caminos, de las puertas y fronteras. Por tanto, Hermes es un dios mediador, un dios que está entre dos partes, poniéndolas en comunicación. Los dos orígenes etimológicos atribuidos a Hermes responden a su contenido: por lo que respecta a herma-hérmax, es la señalización de un lugar intermedio e intermediario, la piedra o cipo que marca un cruce de caminos, la piedra que sostiene un barco para que sea calafateado; por lo que respecta a hermeneia-hermeneús, Hermes es transmisor, ángel y revelador de un mensaje, o bien él mismo es el mensaje; el mediador entre quien pronuncia el discurso y lo recibe. Lo cierto es que el papel de mediación, de estar entre dos, que desempeña Hermes lo hace propicio para que se asociara a su figura la noción de hermenéutica, es decir de interpretación. Esta característica propia de la hermenéutica de estar en medio de dos cosas y servir de enlace entre esas dos cosas fue algo de lo que siempre tuvo conciencia el mundo griego. Plotino lo describió magistralmente en Enéada IV, 3, 11 : "Pues bien, esta alma comunica sus propios límites (pérata) -los que colindan con el sol sensible- al sol sensible y logra que por mediación (mesou) de sí misma esté en conexión (sinefzai) aun con lo inteligible, convertida como en intérprete (hermeneutiqué) tanto del sol inteligible al sensible como de lo que llega del sensible al inteligible..." Un poco más arriba decía Plotino: "Y paréceme a mí que todos aquellos sabios antiguos que se propusieron asegurarse la presencia de los dioses erigiéndoles para ello santuario y estatuas (agálmata)..."Es decir, el Alma (que es aquí quien desempeña el papel de hermenéuta) pone en contacto, une y transmite dos ámbitos de la realidad, está entre los dos y los hace accesibles mutuamente. A su vez la noción de ágalma (estatua, imaen) aparecen de nuevo como un elemento necesariamente ligado a la problemática de la hermenéutica: se nos manifiesta aquí que solo desde la metafísica de la representación (ágalma o tipos) es posible la verdadera interpretación. Este párrafo plotiniano encierra las categorías fundamentales de la hermenéutica, centradas todas ellas en la idea de mediación: Alma, ágalma, mesos, hermeneutiqué. Esta es justamenrte la misión de Hermes en cuanto que mensajero, en cuanto que piedra liminar y en cuanto que intérprete. Hemos dicho que al símbolo le es consubstancial la hermenéutica. Pues bien, el análisis de la palabra "símbolo" nos revela también que este término significa la unión o correspondencia o confluencia de dos elementos. El símbolo es el mismo ser entre dos y la unión de los dos. En el helenismo tardío el personaje de Hermes se amalgama con el dios egipcio Tot (que poseía las mismas atribuciones que Hermes) y surge así Hermes Trismegisto, el supuesto autor del Corpus Hermético. En efecto, entre los siglos I a.C. y III d.C. asistimos a la constitución de un variado conjunto de escritos de medicina, alquimia, magia, religiosidad y filosofía adscritos a Hermes Trismegisto o Tot. La tónica dominante de todos ellos está formada por sabiduría egipcia tradicional, filosofía griega (platonismo, estoicismo, posiblemente también aristotelismo) y una piedad centrada en una visión jerárquica del ser y en una actitud soteriológica respecto al alma humana, caída en este mundo. Es decir, algo muy parecido al gnosticismo sólo que en el hermetismo son los elementos religiosos egipcios los predominantes (sin que por ello falten huellas cristianas). Los principales textos filosóficos del Corpus Hermético son el Poimandres, La llave, Coré Cosmou y Asclepios (que propiamente no pertenece al Corpus, pues se trata de una traducción latina, pero sí el original perdido). El Corpus Hermético influyó pronto en los cristianos (para Lactancio Hermes era ya un profeta de Cristo entre los paganos), maniqueos, sabeos, en Nag Hammadi y sobre todo entre los musulmanes, para quienes Hermes se identificó con Idris (el Henoc bíblico). La influencia hermética sobre el islamismo abarca la alquimia (La Tabla Esmeraldina), la medicina (hermetismo y medicina hipocrática van unidos) y la filosofía, sobre todo las tendencias místicas del islam, como el Pseudo Empédocles, Sohravardi, chiítas, drusos... En el Renacimiento, Marsilio Ficino y Pico de la Mirandola descubren el Corpus Hermético, adoptando su visión del mundo y convirtiendo a Hermes Trismegisto en un personaje profético de la categoría de Moisés o Zaratustra. El hermetismo pasa entonces a mezclarse con los Oráculos Caldeos, con la cábala y con otras tendencias espirituales y esotéricas, de tal manera que a partir de aquí el hermetismo se generaliza como concepto: ya no significa una referencia restringida al Corpus Hermético, sino que afecta a todo tipo de pensamiento que obedezca a las ideas de realidad simbólica y cifrada, tradición iniciática, esoterismo... Las características principales que toma ese hermetismo generalizando las podemos resumir así: 1. Sistema universal de correspondencias por el que la totalidad se refleja en lo particular, y lo particular se convierte en una contracción de la Unidad; 2. Transitividad simbólica: la interpretación de un símbolo nos conduce a otro y así hasta constituirse en una red de significaciones que une todo lo real; 3. Tradición o cadena iniciática, de la que Hermes Trismegisto sería el eslabón privilegiado. En conexión con esta idea se encuentran las nociones de Prisca Theología o philosophia perennis en René Guénon; 4. Transparencia del lenguaje y de las imágenes del mundo. Aquí es donde se nos revela más agudamente la estructura hermenéutica del hermetismo, pues éste se presenta como interpretación o abertura de una realidad simbólica que a la postre es siempre logofánica o epifánica. Por eso el hermetismo es hermenéutica desde el punto de vista fenomenológico, porque en su esencia está el interpretar y el revelar un sentido oculto; y también desde el punto de vista histórico, pues tradicionalmente el hermetismo se ha ido mostrando como la exégesis profunda del sentido, ya de un texto simbólico, ya de la realidad exterior en cuanto que imagen simbólica. Es muy significativa la relación tan estrecha que existe entre propuestas herméticas y exégesis esotéricas de la Biblia o el Corán, como en Boehme, Fabre d'Olivet o Ibn Arabí, o en gran cantidad de relatos visionarios que se gestan como interpretaciones místicas de textos sagrados. Aquí encontramos también otra de las características del hermetismo generalizado: se trata de una hermenéutica que intenta conseguir una fusión de horizontes con lo interpretado, de tal manera que la experiencia de la interpretación supone una experiencia transformadora del sentido emergente para aquel que desvela el sentido (el esoterismo sería entonces la conexión íntima entre el sentido que se revela y aquel para quien se revela). Comprobamos así la ambivalencia existente entre hermetismo (lo que está cerrado) y hermenéutica que abre eso que está cerrado. En el hermetismo hallamos una vez más cómo aparece desde sus orígenes más prístinos la ligazón indisociable entre la palabra revelada, la interpretación y la mediación: es Hermes , el Logos, quien revelando muestra la presencia del Uno inefable y crea así la mediación por la que podemos acceder a la experiencia del sentido, es decir, el ámbito de la hermenéutica. Es curioso como se ha popularizado el término hermetismo como sinónimo de lo cerrado, oculto, dificil, etc. Y ciertamente el hermetismo concibe la realidad como un conjunto de símbolos que hay que interpretar y desentrañar. Pero de la misma manera hermetismo puede significar también la continua y esencial apertura de las cosas para su interpretación, el hecho de que las cosas estén dispuestas siempre a ser escudriñadas por su rebasamiento significativo (la cifra encerrada en el símbolo); la realidad está, entonces, herméticamente abierta, y aquí percibimos también esa relación profunda (no meramente etimológica) entre Hermes-hermetismo. Para Geber, Paracelso o Böhme (pongamos por ejemplo) el ser contiene una cifra oculta, pero esta cifra oculta se encuentra presta continuamente a ser abierta por la interpretación (de echo, la cifra oculta interpela al intérprete y hace posible la comprensión). El hermetismo es entonces, antes que un oscurantismo, un acicate para la comprensión profunda e interior de la realidad y un afirmación no sólo de la substantividad de lo real (su signatura o marca trascendental, su sentido) sino también de la apertura de esa substantividad.


Portada de las Theosophische Werken, 1682, de Jacob Böhme


A continuación dejo unas inspiradas palabras que aparecen en la segunda parte de la obra de Jacob Böhme (1575-1624) Mysterium Magnum donde se refiere al poder creador y transformador de la palabra ( logos) por su condición de ser portadora de la luz que une con la divinidad.


"...(por la palabra) han sido hechas todas las cosas y sin ella no ha sido hecho nada de lo que ha sido o hecho. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Aquí hombre, toma tú esa misma luz de vida que estaba en la palabra, y que es eterna, y contempla la esencia de todos los seres, y sobre todo a ti mismo, ya que eres imagen, vida y esencia del Dios abismal, y una figura a semejanza suya. Medita aquí tiempo y eternidad, cielo e infierno y mundo, luz y tiniebla, pena y tormento, vida y muerte, algo y nada: aquí pruébate a ti mismo, a ver si tienes en ti la vida y la luz de la palabra, de modo que puedas ver y comprender todo. Pues tu vida ha estado en la palabra y se ha manifestado en la imagen (que Dios creó); fue insuflada en ella por el espíritu de la palabra: alza ahora tu entendimiento en la luz de tu vida y contempla la palabra conformada: observa su nacimiento interior, ya que en la luz de la vida está todo manifiesto.

Para finalizar unas últimas palabras también de José Antón Pacheco, que al igual que las anteriores en Hermes, hermenéutica, hermetismo aparecen en Testigos del Instante en otro capítulo titulado Angelología, mediación e interpretación.

"El lenguaje sería, pues, el último paso del proceso por el que, a partir del primer y genuino Nombre de Dios (su hijo o verbo), y después de los diversos Nombres o logofanías, accede la presencia sagrada a nuestra realidad sensible."

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Bibliografía:

José Antón Pacheco, Los testigos del instante, Biblioteca Nueva Madrid 2003

Isidoro Reguera, Jacob Böhme, Editorial Siruela 2003

Salomon Ibn Gabirol, La Kábal del Kéter- Malkut, Biblioteca de la Cultura Andaluza 1986

Pilar Garrido Clemente, El inicio de la Ciencia de las Letras en el Islam, Mandala Ediciones 2010

Stanislas Klossowski de Rola, El juego Áureo, Editorial Siruela 2003

sábado, 21 de agosto de 2010

Guardianes del Límite



Y Urizen, con apetito voraz,
excitado por aromas de la Naturaleza,
exploró alrededor de sus cavernas.

Hizo una línea y una plomada
para dividir el Abismo inferior.
Hizo una ley divisoria;

Hizo balanzas para pesar;
hizo macizas pesas;
hizo un cuadrante de latón;
hizo de oro los compases
y comenzó a explorar el Abismo
y planto un jardín con frutales.(...)

Y engendra su mundo mil atrocidades
temibles lisonjeras, traidoras.
Vida fragmentada, apariencias
de pies, de manos, de cabezas,
de ojos o de corazones, diabólicos nadan
los negros terrores, en el deleite de la sangre.(...)

Y sus hijos lloraron, y alzaron
tumbas en lugares desolados,
y dictaron leyes de prudencia, y las llamaron
las leyes eternas de Dios.

William Blake El libro de Urizen





Las imágenes que presento en esta entrada las tomé en el Parque Natural de Oyambre (Cantabria, España), durante este mes de agosto, lugar donde en los últimos años suelo pasar unos días de "descanso". En él se encuentran multitud de prados destinados a pastos para el ganado bordeando la costa, encontrando continuamente cercados de alambradas que delimitan el espacio impidiendo que las vacas (y las personas) campen a sus anchas.
Me llamó la atención el aspecto de los postes de estos cercados donde se sujeta el alambre espino, pudiéndonos recordar las formas surgidas de la madera, resultado no intencionado de la acción del hombre y de los elementos, una serie variada de rostros que a modo de ejército fantasmagórico se alinea en formación sobre las colinas, o a oscuras esculturas totémicas que quisieran ahuyentar a todo el que pretendiera ir más allá del límite marcado.
Me resultó también curioso el echo de que la utilización que se hace de esta madera, ahora como material reciclado, estuviera en consonancia, en su función de marcar un límite, con el uso que se le dio anteriormente como travesas de la vía del tren, ahora obsoletas y reemplazadas por otras de hormigón. Actuálmente cumplen con la función de delimitar el espacio, de acotar impidiendo el paso, anteriormente de encarrilar el movimiento del tren, del viaje que este realiza, impidiendo salirse del recorrido que marca la vía.
Es por ello que estos "rostros" exahustos y atormentados, surgidos en una madera utilizada en esas funciones me trajeron a la memoria al demiurgo Urizen de William Blake, personificación de la mente razonante fragmentada y delimitadora que marca un horizonte finito, creador de un mundo límitado a la percepción de los sentidos corporales al que considera como lo único real, impidiendo el "viaje espiritual" más allá de las formas aparentes por el que acceder a lo que él denominaba percepción infinita. Sobre Urizen
http://barzaj-jan.blogspot.com/2009/11/tu-horizonte.html en este mismo blog.

Os dejo con esta "Galería de Retratos", entre los cuales no me he resistido a intercalar algunos inquietantes y proféticos fragmentos más de El libro de Urizen de William Blake.


Las fotografías se tomaron tal como se encontró el motivo expuesto sin modifiar nada y no han sido tampoco objeto de retoques digitales.




Atormentado se volvió el cautivo inmortal,
de insoportable angustia y dolor poseído,
hasta que un tejado mísero y turbulento,
cerró en su bóveda la fuente del pensamiento.



Entre horribles y agitados sueños,
Cual cadena enganchada a los infiernos,
una espina colosal se retuerce en el viento,
atormentada por el dolor, lanzando
costillas en derredor, como una elástica caverna;
y huesos de la dureza se hielan
sobre cada nervio del placer.
Y pasó la primera Edad.
Y un estado tremendo de aflicción.



De las cavernas de nudosa Espina
hundió temeroso un enorme globo
Rojo, allá abajo, ardiente
en la sima del Abismo,
Jadeante, Aglutinante, Tembloroso,
lanzando diez mil de sus ramas
alrededor de los sólido huesos.
Y pasó la segunda Edad.
Y un estado tremendo de aflicción.



En el horrible pánico girando,
los nervios del cerebro estiran
ramas sobre las ramas en torno al corazón
en lo alto, en dos pequeñas órbitas;
y fijos en dos pequeños cuencos,
para así mejor guardarse del viento
sus ojos contemplaron el Abismo.
Y pasó la tercera Edad.
Y un estado tremendo de aflicción.



Punzante la esperanza da comienzo.
En el grueso dolor luchando y avanzando.
Dos orejas de recortadas volutas,
del fondo de los orbitales de la visión
surgen en espiral, petrificándose
al crecer. Y pasó la cuarta Edad.
Y un estado tremendo de aflicción.



Desfalleciendo en el brutal tormento,
en el aire suspendidas,
dos narices se despliegan hacia el Abismo.
Y pasó la quinta Edad.
Y un estado tremendo de aflicción

Desfalleciendo en el brutal tormento,
bajo sus costillas se enchía,
una caverna insaciable y hambrienta;
de allí el canal de su garganta partía,
y, como roja llama, una lengua
de sed y hambre aparecía.
Y pasó la sexta Edad.
Y un estado tremendo de aflicción.


Iracundo, sofocado en el tormento,
Su Brazo derecho extendió al norte,
el Izquierdo al sur,
arrojado en el más profundo sufrimiento,
y con sus pies sello el Abismo,
entre aullidos de espanto y temblor.
Y pasó la séptima Edad.
Y un estado tremendo de aflicción.


Ante la existencia seis días han retrocedido,
y al séptimo han descansado.
Y el séptimo día santificaron, con esperanza vana,
y de la vida eterna se olvidaron.


Desgarrada, oscura, intempestiva,
partida de un terrible golpe,
la Eternidad rueda en pedazos,
y sus trozos son diseminados,
un enjambre de montes marchando
a la deriva, dejando tras de sí,
inútiles despojos, restos de vida,
entre los altos riscos y en mitad
un océano de vacío insondable.

Sobre ellos pasaron siglos y edades,
privados de la luz y de la vida,
congelados en horribles deformidades.




Hasta pronto...!