Uno de los aspectos fascinantes de la "moda cultural" es que no importa si los hechos en cuestión y su interpretación son verdaderos o no. Ningún tipo o cantidad de crítica puede destruir una moda. Hay algo de "religioso" en su impermeabilidad a la crítica, aun cuando sea una manera sectaria y estrecha. Pero incluso más allá de ese aspecto general, algunas modas culturales son muy importantes para el historiador de las religiones. Su popularidad, especialmente entre la intelligenstia, revela algo de las insatisfacciones, pulsiones y nostalgias del hombre occidental.
Mircea Eliade, Las modas culturales y la historia de las religiones
En Nostalgia del absoluto (Siruela 2001), se reunen una serie de cinco conferencias emitidas por la radio canadiense en 1974 donde George Steiner (París 1929), hace un repaso de las nuevas tendencias culturales con gran impacto social en Occidente surgidas tras la gradual pérdida de influencia de la religión teologicamente sistematizada de la Iglesia. Según nuestro autor, ese vacío moral y emocional dejado daría paso a "mitologías sustitutivas", en concreto las aportadas por la filosofía política de Marx, el psicoanálisis de Freud y la antropología estructural de Claude Lévi-Strauss, intentando erigirse en “teo-logías sustitutivas”, en visiones con pretensión de totalidad, aptas para satisfacer el hambre de mitos y de certezas consustancial a la condición humana. La última de sus conferencias, de la que a continuación dejo unos fragmentos, la dedicó al relativismo y la multiculturalidad cuyas consecuencias produjeron fenómenos sociales como el interés por los cultos orientales y la popularización de la astrología, el ocultismo, la ufología, la new age, todo ello dentro del creciente infantilismo de una sociedad materialmente opulenta. La contundente e irónica crítica desde una perspectiva con claros sesgos racionalistas encuentro que puede ser matizable y cuestionada, pero en gran parte resulta lúcida y con mucho sentido.
Los hombrecillos verdes
(fragmentos)
por
George Steiner
(...) Los cultos de la insensatez, las histerias organizadas, el oscurantismo, que se ha convertido en un rasgo tan importante de la sensibilidad y la conducta occidental durante estas décadas pasadas, son cómicos y a menudo triviales hasta cierto punto; pero representan una ausencia de madurez y una autodegradación que son, en esencia, trágicas.
Carta astral |
La estadística, ciertamente provisional, nos dice que la astrología es ahora un negocio que mueve algo así como veinticinco millones de dólares al año en las sociedades industriales occidentales. (...) La literatura astrológica inunda puestos de libros; sólo en unos pocos periódicos de calidad no aparece actualmente una columna astrológica diaria o semanal. Las revistas, de las más infames a las más elegantes, publican sus horóscopos semanal o mensualmente. Haciendo un cálculo aproximado, el número de astrólogos en los Estados Unidos es el triple del número total de hombres y mujeres inscritos en el colegio profesional de física y química. (...)
Revista Más Allá |
El término "astral" se relaciona con una segunda clase de farsa. Lo oculto es ahora una vasta industria con subdivisiones múltiples. Fenómenos psíquicos, psicocinéticos, telepáticos, son estudiados con la mayor severidad. Clarividentes de todo tipo, que van desde la señora de las hojas de té del parque de atracciones a grafólogos, quiromantes, geomantes y echadores de cartas del Tarot. (...)
Se ha erigido todo un edificio de pseudociencia sobre los cimientos de ciertas anomalías indudablemente interesantes de la percepción humana y de las leyes de la estadística, que no son, por supuesto, leyes en ningún sentido irrevocable y trascendentalmente determinsta. A coincidencias, muchas de ellas totalmente inverificables, se les asigna un peso misterioso. Repeticiones, o grupos aparentemente anómalos en lo que debería ser solamente una serie de sucesos fortuitos -la carta acertada que se vuelve hacia arriba, una adivinación mejor que el promedio de los símbolos ocultados, etc.-, todo esto se cita como evidencia de una visión animista u oculta del universo. Sin saberlo él mismo, pero de forma plenamente familiar a los adeptos de la Rosacruz, el Golden Lotus, o los Atlantes Ocultos, el hombre moderno está enredado en una red de fuerzas psíquicas. Hay inversiones o sincronismos del tiempo en los que pasado, presente y futuro se superponen. Las presencias astrales serán manifiestas; el dado mostrará siempre el seis; el número de la licencia de tu perro es tres veces el cubo partido por dos del número de teléfono del ser amado. Los constructores de las pirámides sabían, Nostradamus sabía, Madame Blavatsky sabía el secreto a Willie Yeats. Mande a recoger gratis el folleto informativo. (...)
La basura satánica se expande ahora en libros, revistas, películas, sesiones de espiritismo, o en la pornografía homicida que sigue a acontecimientos tales como los asesinatos de Manson. La afirmación de que los agentes malignos están ahí fuera y deben ser calmados es una explotación deliberada de los miedos y las miserias humanas. Recuerden que en la magia hay siempre un chantaje.
Escultura en el "Templo Satánico" de Detroit
La tercera de las esferas de la insensatez es lo que podría ser denominado "orientalismo". El tema no es nuevo en absoluto. El recurso a la sabiduría de Oriente es habitual en el sentimiento occidental desde el tiempo de los cultos mistéricos griegos hasta la francmasonería. Registra un dramático movimiento ascendente durante la última década del siglo XIX. Inspira la obra de Hermann Hesse, de C. G. Jung y, al menos en cierta medida, de T. S. Eliot. Desde la Segunda Guerra Mundial, se ha convertido en una verdadera plaga.
Los chicos de las flores dirigieron sus pasos a Katmandú. Los pelados devotos de Hare Krishna dan saltitos por Broadway y Piccadilly, con sus túnicas azafrán, haciendo sonar sus panderetas. El ama de casa y el empresario contemplan su físico delicuescente en el triste estiramiento de la clase de yoga. Las barritas de incienso se consumen bajo el poster del mandala, junto al signo tibetano de la paz y la estera de oración en el estudio de Santa Mónica o Hammersmith. En la universidad de Bacon y Newton, de Darwin y Bertran Russell, miles de estudiantes se amontonan a los pies, calzados con sandalias, del Maharishi. Meditamos; meditamos trascendentalmente; buscamos el nirvana en trances suburbanos. Bolas de mantequilla adolescente descienden a nosotros vía Air India, proclaman que son el Camino y la Luz, ofrecen clichés inefables sobre los poderes sanadores del Amor y esparcen pétalos de flores con sus dedos rollizos.
Celebración extática de los Hare Krishna
Llenamos el estadio para escuchar su revelación. Resulta que son astutos charlatanes y especuladores. La Luz y el Tao brillan sin atenuarse. "¿Cuál es el sonido de una mano que aplaude?", pregunta el maestro zen. "La estrella es el loto; om mani padame...", mascullan unos lamas de pacotilla. Tanka y guru, haiku y dharma; una iridiscente insensatez se ha infiltrado en nuestro discurso.
No son tanto estas apariencias externas lo que cuenta; pueden pasar, como pasó la pasión por el "estilo chino" en las tiendas de muebles del siglo XVIII. Se trata de una idealización implícita de valores excéntricos o contrarios a la tradición occidental. Pasividad contra voluntad; una teosofía de la estasis o del eterno retorno frente a una teodicea del progreso histórico; la monotonía focalizada, incluso el vacío, de la meditación y el trance meditativo como opuestos a la reflexión lógica y analítica; ascetismo contra prodigalidad de la persona y la expresión; contemplación frente a acción; un erotismo polimórfico, al tiempo sensual y abnegado, como contrario a la codiciosa, y sin embargo también sacrificial, sexualidad de la herencia judeohelénica; estos son los términos de la dialéctica.
El estudiante que pasa las cuentas de un rosario o contempla un koan mientra vaga en una neblina melancólica, el ejecutivo apresurado que corre a su clase de meditación o a la conferencia sobre el karma, están tratando de ingerir elementos pre-envasados, más o menos de moda, de culturas, rituales, disciplinas filosóficas que son, en realidad, tremendamente remotas, distintas y de difícil acceso. Pero están también, y esto es más importante, articulando una crítica consciente o instintiva de sus propios valores, de su identidad histórica. El largo y difícil viaje a Benarés o Darjeenling es un intento de escapar de las sombras de nuestra propia condición.
Estas corrientes de irracionalismo -astrológico, oculto, oriental- son, evidentemente, síntomas. ¿Cuáles son las causas subyacentes? Al implicar fenómenos tan amplios y confusos, las generalizaciones están condenadas a ser forzosamente inadecuadas. Pero ya que nos situamos ante las fuentes mismas de lo que constituye el ambiente de nuestro mundo contemporáneo, y de nuestro tema en estas conferencias, vale la pena hacer algunas conjeturas.
Es una obviedad decir que la cultura occidental está sufriendo una dramática crisis de confianza. Las dos guerras mundiales, la vuelta a la barbarie política de la que el holocausto fue sólo el ejemplo más bestial, la inflación continua -factor que corroe la estructura de la sociedad y la persona de una forma radical y no plenamente comprendida todavía-, todo esto está creando un ataque de nervios generalizado. Ya minada por el racionalismo y el punto de vista científico tecnológico, la religión organizada, y el crsitianismo en particular, se demostró impotente, y realmente corrupta, frente a la masacre de la Primera Guerra Mundial, y frente a los terrores totlitarios y genocidas después. Es algo que no se dice con frecuencia de forma suficientemente clara. Quienes se dieron cuenta de que la misma Iglesia bendecía al asesino y a la víctima, de que las iglesias se negaban a hablar con claridad y desplegaban, bajo el peor terror que jamás azotó al hombre civilizado, una política de culpable silencio, quienes conocen estas cosas, no se sorprenden de la bancarrota de cualquier postura teológica de ese momento. (...)
Afectados por la catástrofe, viviendo bajo la amenaza palpable de la autodestrucción a causa de las armas atómicas y los al parecer problemas de superpoblación, el hambre y el odio político, hombres y mujeres comenzaron a mirar, literalmente, fuera de la Tierra. El platillo volante -cuya aparición en el panorama mental había predicho precisamente Jung- representa una infantil pero perfecta comprensible satisfacción de los deseos. Incapaz de arreglárselas por sí mismo, el hombre confía desesperadamente en una supervisión benevolente y preclara y, en última instancia, en la ayuda llegada del exterior. Las criaturas del espacio no permitirán que la especie humana se destruya. Dado que está infinitamente más evolucionados que nosotros, los extraterrestes traerán respuestas a nuestros desesperados dilemas. La humanidad puede haber sufrido rupturas apocalípticas antes de ésta. Por alguna razón, se nos dice, las especies sobrevivirán y la espiral de progreso comenzará de nuevo. Nuestros guardianes del espacio jugaron un papel en esos cataclismos anteriores; testimonio son las huellas de sus visitas; testimonio, el homenaje del hombre a esos auxiliares sobrenaturales tal como registran las religiones, la mitologías y el arte primitivo (aquí Steiner se refiere de forma irónica a las teorías sobre la supuesta presencia de extraterrestes en épocas anteriores que más atrás recopilaba. N. de Fragmentalia). Así, justo antes de que nuestros lunáticos políticos aprieten el botón termonuclear. algún personaje galáctico saldrá de su ovni y nos mirará con severa, pero en definitiva terpéutica melancolía.
El alienígena humanoide Klaatu acompañado del robot Gort dirige un mensaje para salvar la tierra. Fotograma de Ultimatum a la tierra (1953)
El sentimiento occidental de fracaso, de potencial caos político, ha provocado también una reacción contra el centralismo étnico y cultural que marca el pensamiento europeo y anglosajón desde la antigua Atenas hasta el período de 1920-1930. La suposición de que la civilización occidental es superior a todas las demás, de que la filosofía, la ciencia y las instituciones están manifiestamente destinadas a dominar y transformar el globo, no es ya evidente por sí misma. Muchos occidentales, especialmente jóvenes, la encuentran aberrante. Horrorizados por la locura de las guerras imperialistas, ultrajados por la devastación ecológica que lleva consigo la tecnología occidental, el hijo de las flores y el freak-out, el militante de la New Left y el vagabundo del dharma han vuelto su mirada a otras culturas.
Son las tradiciones de Asia, de la América india, del África negra, las que atraen. Es en ellas donde encuentran aquellas cualidades de dignidad, solidaridad comunal, invención mitológica, armonización con los órdenes vegetal y animal, que el hombre occidental ha perdido o erradicado brutalmente. En esta búsqueda de la inocencia existe a menudo un legítimo impulso de reparación. Donde el padre colonialista masacró y explotó, el hijo hippy trata de conservar y hacer el bien.
El gurú hindú Sai Baba |
Con todo lo poderosos que sean estos grandes reflejos de miedo y compensación de la dañada sensibilidad de Occidente, me parecen no obstante un fenómeno secundario. La vuelta a lo irracional es, antes de nada, un intento de llenar el vacío creado por la decadencia de la religión. Por debajo de la gran oleada de insensatez está en acción esa nostalgia del Absoluto, ese hambre de lo transcendente, que observamos en las mitologías, en las metáforas totalizadoras de la utopía marxista, de la liberación del hombre, en el esquema de Freud del sueño completo de Eros y Tánatos, en la punitiva y apocalíptica ciencia del hombre de Lévi Strauss. La ausencia de una teología dominante de un misterio sistemático tal como estuvo encarnado en la Iglesia, es igualmente gráfica en las fantasías del seguidor de los ovnis, en los pánicos y esperanzas del ocultista, en el adepto aficionado al zen. Que la búsqueda de realidades alternativas mediante el uso de drogas psicodélicas, mediante un abandono de la sociedad de consumo, mediante las manipulaciones del trance y el éxtasis, están directamente relacionadas con el hambre de absoluto es algo obvio, aunque la dinámica particular de la relación, especialmente en el caso de los narcóticos, es más compleja de lo que se supuso al principio. Y yo preguntaría de pasada: ¿Tiene un correlato genético? ¿Refleja el destino real de la élite educada, especialmente en Francia e Inglaterra, en la Primera Guerra Mundial? El sueño de la razón llena este vacío con pesadillas e ilusiones.
Por eso, yo creo, las teologías posreligiosas o sustitutas y todas las variedades de lo irracional han demostrado no ser otra cosa que ilusiones. La promesa marxista ha fracasado cruelmente. El programa de liberación freudiana se ha cumplido sólo muy parcialmente. El pronóstico de Lévi-Strauss es de irónico castigo. El zodíaco, las apariciones y las simplezas del gurú no saciarán nuestra hambre. (...)
Lecturas:
George Steiner, Nostalgia del absoluto. Siruela 2001
Mircea Eliade, Ocultismo, brujería y modas culturales. Paidós 1997
Mircea Eliade, Ocultismo, brujería y modas culturales. Paidós 1997