Lorenzo Lotto, Magnum Chaos
El Creador representado como un solo ojo central del que emanan miembros humanos envueltos en una esfera llameante. Del ciclo de taraceas en madera del coro de la basílica de S. María Maggiore de Bérgamo (1524-1532)
"En verdad, nuestra mirar sigue las pasiones del órgano y del alma. De ahí que alguien ora vea con amor y alegría y más tarde con dolor y con cólera, ora vea como niño, después como adulto y a continuación de un modo grave y senil. Con todo, el mirar desvinculado (absoluto) de cualquier contracción abarca simultáneamente y de una sola vez todos y cada uno de los modos de ver como si fuese la medida más adecuada y el modelo más verdadero de todas las miradas".
Nicolas de Cusa, De visione Dei (1453)
"Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, (...)"
"Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, (...)"
Jorge Luis Borges, El Aleph
Leon Battista Alberti, uno de los mayores representantes del humanismo renacentista, escogió como divisa personal para su medalla conmemorativa, la imagen emblemática de un ojo flamígero con alas de águila con la inscripción latina Quid Tum, traducida como ¿Y ahora qué? Imagen y mote han sido interpretados como expresión del vértigo padecido por el artista e intelectual que, alcanzando una clarividencia "casi divina", pondrá en marcha la nueva visión del arte y la ciencia que dará paso a una nueva época, la de la Edad Moderna. Esa apertura y libertad planteará interrogantes al hombre de genio cuya mirada, en esa atrevida emulación a la del Creador, le hará sentirse dueño de su destino, pero también el peso de la incertidumbre ante lo desconocido por venir.
Dentro del estudio comparativo, "Florencia y Bagdad, una historia de la mirada entre Oriente y Occidente, su autor Hans Belting, dedica unas páginas a analizar esta imagen poderosa y enigmática junto a otras relacionadas iconográficamente.
Ese ¿Y ahora qué?, parece también una expresión apropiada ante la realidad actual de nuestra era tecnológica y de la información, que abre innumerables posibilidades pero muestra también un futuro confuso e incierto.
(fragmentos)Dentro del estudio comparativo, "Florencia y Bagdad, una historia de la mirada entre Oriente y Occidente, su autor Hans Belting, dedica unas páginas a analizar esta imagen poderosa y enigmática junto a otras relacionadas iconográficamente.
Ese ¿Y ahora qué?, parece también una expresión apropiada ante la realidad actual de nuestra era tecnológica y de la información, que abre innumerables posibilidades pero muestra también un futuro confuso e incierto.
El hurto de un emblema: el ojo como mirada
por
Hans Belting
Un ojo aislado no significaba en el Renacimiento el órgano visual, sino que era un emblema que "desprende" la mirada del cuerpo que mira. Representa a alguien que mira por medio del ojo que indica la actividad de su mirada. ¿Pero quién mira o puede mirar así? La mirada soberana era privilegio de Dios como Ser incorpóreo que todo lo ve. El hombre sólo podía ser visto o sentirse visto por Dios. El que León Battista Alberti hiciera del emblema de Dios su propia divisa era un abuso que anunciaba el giro a una visión antropocéntrica del mundo. (...) No es casual que Alberti, el primer teórico de la perspectiva, usurpase el emblema del ojo. La perspectiva era, a su entender, tanto técnica como símbolo de la propia mirada. El espectador podía (y quería) sentirse soberano ante la imagen como, según su concepción, Dios ante el mundo. La diferencia es significativa. Se representaba el ojo de Dios independiente de, y sin relación intrínseca con, las imágenes que aparece, por así decirlo, por encima y fuera del mundo. El ojo de Alberti, en cambio, proyecta su propia mirada en la imagen, en la cual esa mirada se siente dentro del mundo.
Medalla conmemorativa de Leon Battista Alberti,
obra de Matteo de' Pasti. Reverso: QVID TVM
El emblema de Alberti porta en el párpado superior las alas de un águila, como si el ojo desease liberarse de los cuerpos con su vuelo, y aparece rodeado de llamas que expresan su potencial visual.
A diferencia del ojo omnipresente de Dios, el ojo humano tiene una visión limitada. Por eso debe mirar a todos los sitios donde quiera ver algo. Es más rápido que el cuerpo al que pertenece y de cuya gravedad se libera. Las alas aluden a su movilidad, que el hombre necesita para explorar de forma sucesiva el espacio y el tiempo. En su vuelo no puede haber un punto de vista fijo como el que la perspectiva plana prescribe, pues sus vistas cambian sin cesar. (...)
El ojo alado es, en Alberti, el símbolo de un sujeto que quiere ser soberano en la mirada. Según la nueva máxima, el hombre adquiere conocimiento mediante la visión y la observación. En la medalla con el retrato de Alberti aparece el emblema ocular junto al nombre del artista, como si ambos fuesen inseparables (recuadro en rojo en la imagen de abajo).
Leon Battista Alberti, autoretrato, 1436,
medalla de bronce.
El emblema reproduce exactamente el de la medalla que Matteo de' Pasti le hizo a Alberti. Del ojo al que aquí nos referimos se habla ya en el texto de los "Anulli" ("Anillos") que en 1431 Alberti incluyó en la colección de los llamados Brindis. También hay en él un emblema que es necesario interpretar. Uno de los oradores describe una corona cuyo centro lo constituye "un ojo con dos alas de águila". La explicación dice que "nada es más poderoso (potentitus) ni más veloz (velocitus) ni más digno (dignus) que el ojo, único órgano del cuerpo que asoma (praecipuus) al exterior. Es un soberano y casi un dios (quasi deus)". Como buen cristiano, Alberti debía limitar esta divinización. "Los antiguos representaban a Dios, al que todo lo ve y todo lo examina, con el símil (simile) del ojo. Esto nos mueve a celebrar la presencia de Dios. Él ve todas nuestras acciones y conoce todos nuestros pensamientos". Pero luego vuelve cautelosamente sobre el ojo humano. El emblema es una advertencia para "ser cuidadosos (pevigiles) y circunspectos (circunpectos)". Pues "cuando estudiamos todas las cosas, aspiramos a las cosas divinas".
A pesar de toda cautela, Alberti tocaba aquí un tabú. El ojo aislado contradice, en el número y en la separación del cuerpo, la naturaleza corporal de nuestros dos ojos. Había sido la divisa de Dios, cuya mirada se posa en el mundo.
El ojo sin cuerpo había representado su mirada omnipresente, su mirada "absoluta", como entonces la calificó el Cusano (De visione Dei). En una estampa del siglo XVI, un texto que la acompaña nos invita a representarnos a Dios "de esta manera". Esta representación es aún más radical en una pintura de Jan Provost recientemente adquirida por el Louvre. Se trata de una alegoría culta que resume la concepción teológica del mundo vigente en la época.
En ella vemos suspendido sobre la Tierra el ojo inmóvil del Dios incorpóreo, cuya mano, también una sola, sostiene el globo. Jesús y María manifiestan el hacerse hombre de Dios. Junto al borde inferior, un ojo acompañado de un gesto de oración, mira devotamente hacia arriba. Es como un reflejo del ojo divino, pues ha sido creado, como dice la Biblia, "a imagen" de Dios. Pero dirige su mirada adoratriz al ojo de Dios, que contempla la imagen del mundo entero sin reaccionar a ella.
El Barroco añadió al ojo aislado un triángulo como símbolo geométrico de la Trinidad. Con la Revolución francesa, esta nueva composición con el símbolo del ojo devino emblema del nuevo orden social.
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A pesar de toda cautela, Alberti tocaba aquí un tabú. El ojo aislado contradice, en el número y en la separación del cuerpo, la naturaleza corporal de nuestros dos ojos. Había sido la divisa de Dios, cuya mirada se posa en el mundo.
Quo modo Deum, ojo divino en una edición francesa
de Hieroglyphica, 1551
El ojo sin cuerpo había representado su mirada omnipresente, su mirada "absoluta", como entonces la calificó el Cusano (De visione Dei). En una estampa del siglo XVI, un texto que la acompaña nos invita a representarnos a Dios "de esta manera". Esta representación es aún más radical en una pintura de Jan Provost recientemente adquirida por el Louvre. Se trata de una alegoría culta que resume la concepción teológica del mundo vigente en la época.
Jan Provost, Alegoría con el ojo de Dios, 1520
En ella vemos suspendido sobre la Tierra el ojo inmóvil del Dios incorpóreo, cuya mano, también una sola, sostiene el globo. Jesús y María manifiestan el hacerse hombre de Dios. Junto al borde inferior, un ojo acompañado de un gesto de oración, mira devotamente hacia arriba. Es como un reflejo del ojo divino, pues ha sido creado, como dice la Biblia, "a imagen" de Dios. Pero dirige su mirada adoratriz al ojo de Dios, que contempla la imagen del mundo entero sin reaccionar a ella.
El Barroco añadió al ojo aislado un triángulo como símbolo geométrico de la Trinidad. Con la Revolución francesa, esta nueva composición con el símbolo del ojo devino emblema del nuevo orden social.
Una edición de la constitución francesa de época de la Revolución decorada en su portada con "el ojo que todo lo ve".
Con el ojo único Alberti proponía una atrevida mímesis de Dios. Su ojo es al mismo tiempo "voyeur y voyageur", como con bello juego de palabras lo caracteriza Gerhard Wolf. Como es humano, debe viajar para superar su limitación visual. Más tarde emprenderá sus viajes provisto del telescopio y el microscopio, su nuevo equipaje. Pero el emblema de Alberti tiene una divisa misteriosamente ambivalente: "Quid tum?" (¿Y ahora que?)
Manuscrito con dibujo de L. B. Alberti, 1438 |
Es cierto que que el ojo actúa como agente del sujeto en el mundo, pero su nueva libertad le plantea interrogantes para las que aún no tiene respuestas. Su afán de ver, su impulso escópico, lo llena de incertidumbre. En los Brindis (obra literaria de Alberti) están ya presentes esas interrogantes: "¿Y ahora qué?" o "¿Qué va a ocurrir?". Filópono (personaje de esa obra), el "amigo del esfuerzo", que es lo que su nombre significa, se muestra escéptico cuando piensa en el futuro de las artes y las ciencias. Esta inseguridad le hace agitar las alas de su ojo despierto para volar sin temor sobre las "aguas turbulentas" en las que, si no las ultilizara, acabaría ahogado.
Lecturas:
Hans Belting, Florencia y Bagdad, una historia de la mirada entre Oriente y Occidente. Akal 2012
Lecturas:
Hans Belting, Florencia y Bagdad, una historia de la mirada entre Oriente y Occidente. Akal 2012
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