Cielo sobre Barcelona en un día de Enero de 2013
Si no hubiera nada: en ti está todo,
gloria del tenso vacío, ancho abandono
azul floreciente, oh tú océano
que nos mueves
con suaves aguas.
resacas de horizonte celeste
lleno del más allá,
en ti está todo (...)
En ti, aunque no hubiera nada,
está todo...
Albin Zollinger, Oda a los azules del cielo
"Mi corazón
vaga por los prados de estrellas
entre innumerables estrellas.
Debajo de mi florece azul y más azul.(...)
Nubes de flores
flores de nubes.
Los sonidos se reflejan en lo infinito.
Recuerdos azules.
Entre la altura y la profundidad
aroma y azules
chapotean las mismas fuentes
en las que soñé cuando era niño".
Hans Arp, Azul que canta
Visión en azul.
Arqueología y mística de un color.
Por
Alois M. Haas
Michel Pastoureau ha señalado que todavía hoy el color azul posee en Occcidente, en cuanto a disposición anímica y sentimental, un claro predominio estadísticamente demostrado sobre otros colores como, por ejemplo, negro y verde. La civilización occidental es para él "une civilisatión du bleu", una civilización en la que -España sería un excepción- los colores cálidos no juegan ya ningún papel.
Sus investigaciones sobre heráldica le permiten suponer que este lugar privilegiado del azul representa una conquista de la Edad Media: desde mediados del siglo XIII tuvo un "auge del color azul" cuantitativo y cualitativo, que no sólo destaca en el arte heráldico, sino también en la emblemática literaria, en el arte de las miniaturas y de las vidrieras, y también en la moda de la vestimenta. (En la imagen, miniatura del Apocalipsis Flamenco, manuscrito medieval donde el color azul es el más utilizado. N. de Fragmentalia) Puede también atestiguarse el hecho de que el glasto -una planta que servía para teñir azul- fue "objeto de un intenso comercio internacional". El azul se convirtió en "el color arquetípico de la monarquía". "Una profunda transformación de la sensibilidad" parece indicarse en la sustitución "del antiguo esquema tripartito blanco-rojo-negro, característico del sistema cromático de todas las culturas tradicionales", por la preferencia del azul: "Desde que en la modernidad blanco y negro no son considerados propiamente como colores, el azul, el color del cielo, del aire, del paraíso, ha venido a ocupar el mismo puesto". También Kandinsky persiste en su ensayo sobre De lo espiritual en el arte (1952) en este simbolismo y esta tipología del azul, ya conocido en la Edad Media, cuando sostiene:
El don de la profundidad lo encontramos en el azul y en primer lugar y desde una perspectiva teórica en sus movimientos físicos: 1) lejos del hombre y 2) con respecto a su propio centro. Y lo mismo, cuando se deja actuar el azul en el ánimo (en cualquiera de las formas geométricas deseadas). La tendencia del azul a la profundidad es tan grande que justamente se hace más intenso en los tonos profundos y actúa de un modo característico en la interioridad. Cuanto más profundamente actúa el azul, tanto más llama al hombre al infinito, y despierta en él la ansiedad por la pureza y finalmente por lo suprasensible. Es el color del cielo, tal y como lo imaginamos al oir la palabra cielo. Azul es el color típicamente celeste. (En la nota hace hincapié en los nimbos bizantinos "de los seres que existen espiritualmente".) El azul desarrolla muy profundamente el elemento del reposo. Descendiendo hacia el negro, adopta el matiz de una tristeza inhumana. Llega a ser de una profundidad infinita en estados de seriedad, donde no hay ni puede haber fin. Pasando a la claridad, para lo cual el azul es menos adecuado, llega a tener un carácter indiferente y se sitúa lejos con respecto al hombre, como el alto cielo azul claro. Cuanto más claro, más insonoro, hasta llegar a la calma silenciosa, y se hace blanco. Desde un punto de vista musical, el azul claro es parecido a una flauta, el oscuro al violonchelo, y cuanto más profundo se hace, semejante a los maravillosos sonidos de la viola; en su forma más profunda pero festiva el sonido del azul es equiparable a la profundidad del órgano.(...)
Martin Schaffner, El universo celestial (1533), tablero de mesa.
Dios está azul...
Juan Ramón Jiménez, Mañana de la cruz
El lugar clave, en que sucede un fenómeno de luz azul en el marco de una visión, es la visión de la Merkabá del profeta Ezequiel, en la que el carro de Dios junto con los querubines que le acompañan representan para el espectador un contenido sorprendente de una experiencia de la gloria de Dios.
El lugar clave, en que sucede un fenómeno de luz azul en el marco de una visión, es la visión de la Merkabá del profeta Ezequiel, en la que el carro de Dios junto con los querubines que le acompañan representan para el espectador un contenido sorprendente de una experiencia de la gloria de Dios.
La visión de Ezequiel, versión de William Blake
Al visionario se le aparecen en un nube de fuego cuatro seres vivos de extraña apariencia: cada uno tiene cuatro caras, cuatro alas, los pies parecen pezuñas; a cada ser se le ha asignado una rueda, cuyas llantas están cubiertas de ojos. Y "sobre las cabezas del ser había una forma de bóveda resplandeciente como el cristal,. extendida por encima de sus cabezas" (Ez 1, 22). Sobre el trono que se levanta por encima de la bóveda de cristal se señala a Dios: "Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había como una piedra de Zafiro en forma de trono, y sobre esta forma de trono, por encima, en lo más alto, una figura de apariencia humana. Vi luego como el resplandor del electro, algo como un fuego" (Ez 26 y ss.). El contenido de esta descripción se refiere a la revelación del Sinaí (cf. Ex 19, 18; 24, 11 y 15; Dt 4-5) que junto con la visión de la Merkabá de Ezequiel tiene su correlato tipológico en el relato de Pentecostés de las actas de los Apóstoles: por eso se corresponde a la fiesta judía del shabucot, en la que se ha mantenido vivo el recuerdo de la revelación del Sinaí a través de la explicación de la Merkabá (=carro), y la fiesta cristiana de Pentecostés. En Éx 24, 10 el trono de Dios se describe como sigue: "Moisés subió con Aaron, Nadab y Abihú y setenta de los ancianos de Israel. Bajo sus pies había como pavimento de zafiro tan puro como el mismo cielo". (...)
En todo caso "la interpretación del azul en tanto que color del cielo (...) confirmó su significado celeste ampliamente: la esperanza en el cielo y su anhelo, una vida orientada en lo celeste según Flp 3, 20 nostra conversatio in caelis est, la contemplación orientada a lo celeste, a Cristo celestial, esto es, a la naturaleza divina, así como también el segundo artículo del Credo referente a Cristo según 1 Cor 15, 47: primus homo de terra, terrenus, secundus homo caelo, caelestis, finalmente el rapto de Pablo al tercer cielo (2 Cor 2, 12) y del derecho de ciudadanía celeste del cristiano formulado por él (Ef 2, 19". La relación con esta tradición se documenta de forma adicional en la concepción de que "el zafiro se adecua por encima de otras piedras azules a la representación del cielo como residencia de Dios. De este modo se preservó la relación con la insinuación biblica del lugar de Dios descrita a través del zafiro. Así, en la descripción medieval del templo del Graal de Albrecht von Sharfenberg en sus Jüngeren Titurel el zafiro está doblemente presente: la bóveda del templo del Graal fue azulada (gebloewet) con zafiros, pero los panes de su altar también eran de zafiro. La piedra tiene, en tanto que presencia visible de Dios, efecto (casi mágico) de purificar a los hombres de sus pecados. (...)
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Oda a la flor azul,
poema de Pablo Neruda
(...) Cerca del mar, andando,
en el mes de noviembre,
entre los matorrales que reciben
luz, fuego y sal marinas
hallé una flor azul
nacida en la durísima pradera.
De dónde, de qué fondo
tu rayo azul extraes?
Tu seda temblorosa
debajo de la tierra
se comunica con el mar profundo?
La levanté en mis manos
y la miré como si el mar viviera
en una sola gota,
como si en el combate
de la tierra y las aguas
una flor levantara
un pequeño estandarte
de fuego azul, de paz irresistible,
de indómita pureza.
en el mes de noviembre,
entre los matorrales que reciben
luz, fuego y sal marinas
hallé una flor azul
nacida en la durísima pradera.
De dónde, de qué fondo
tu rayo azul extraes?
Tu seda temblorosa
debajo de la tierra
se comunica con el mar profundo?
La levanté en mis manos
y la miré como si el mar viviera
en una sola gota,
como si en el combate
de la tierra y las aguas
una flor levantara
un pequeño estandarte
de fuego azul, de paz irresistible,
de indómita pureza.
Lecturas:
Alois M. Haas, Visión en azul. Siruela 1999
Wassily Kandinsky, De lo espiritual en el arte. Paidos 2012
Entradas relacionadas:
La elocuencia del Rojo
Los colores del alma
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Alois M. Haas, Visión en azul. Siruela 1999
Wassily Kandinsky, De lo espiritual en el arte. Paidos 2012
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