Ártemis Britomartis, señora de la vida y de la muerte
Britomartis es una figura cretense de Ártemis que con el mismo derecho puede llamarse como una figura cretense de Perséfone. En este caso se hacen visibles las relaciones entre Creta y el parentesco en el culto a Perséfone. En Delos Ártemis también fue la diosa del nacimiento, y ya estuvo en el nacimiento de su hermano Apolo. Las tres diosas -Ártemis, Britomartis y Perséfone- se asocian con la muerte o el nacimiento, o con ambos al mismo tiempo. Si se buscan analogías a este baile, hay muchas, especialmente en los paises balcánicos; aunque los más llamativos son los bailes de mujeres, que hoy en día todavía siguen vivos en la Italia meridional o Grecia: sólo para recordar algunos, los bailes que en Italia se llaman significativamente Tratta (de trarre, "arrastrar"), los de Corfú, el baile de pascua de las mujeres de Megara. La representación de un coro de mujeres en una tumba de Ruvo se ha comparado con estos ejemplos más recientes. Tanto aquí, como en la danza de Corfú, los hombres aparecen como conductores del corro. Las mujeres les siguen con los brazos cruzados, enlazadas las unas a las otras, lo que aún llama más la atención, pues las manos entrelazadas constituyen una rareza en las danzas griegas. Esas mujeres son literalmente arrastradas por las manos.
A un culto de mujeres, del que están excluidos los hombres -como son los de Deméter y Perséfone-, pertenece el coro de los rituales de las tesmoforiantes, donde las bailarinas también se mueven en corro y en círculo, cogidas de las manos, igual que en el baile al que alude Terencio: tu inter eas restim ductans saltabis. Este es el distintivo que se otorga al hombre que en su casa tolera la alegre actividad demétrica del mundo de las mujeres. Esta línea nos conduce a una esfera en la que las mujeres están esencialmente en sus dominios: en el círculo de la muerte y el nacimiento. En este ámbito, el tirón hacia el inframundo no es nada asombroso y es probable que siga más allá de la vida. ¿Pero, cómo debemos entender que sean grullas , aquellas que son "arrastradas" en los geranos? Se podría suponer que habiendo observado en alguna ocasión la semejanza entre el propio arrastre y el de aquellas aves migratorias, entre el propio juego y la conducta de las grullas, posteriormente el baile pasara a llamarse geranos. Pero también entonces surge una reflexión: que esta identificación de los bailarines con las aves pudiera significar algo más profundo. Se creía haber descubierto una amplia semejanza entre el vuelo inspector de orientación de las grullas y el baile del laberinto, y así parecían confirmarlo los comentarios de los pescadores y campesinos samios. Un estudioso de Grecia informa sobre esa cuestión sin dejar de pensar en la muerte: "danza a la manera de las grullas", sino también "la danza del tiempo en que vuelan las grullas", es decir, en otoño, en un día de celebración fúnebre por Ariadna. También hace referencia a los testimonios de otros laberintos, en los que la idea de la muerte destaca tan claramente como en el laberinto egipcio descrito por Heródoto, o en el etrusco mencionado por Varrón, en la tumba del rey Porsenna. Y cita la inscripción del laberinto del mosaico de Hadrumeto: "quien aquí permanezca encerrado pierde la vida. Con estos antecedentes no se carcateriza el laberinto vivo, la danza geranos, sino únicamente la figura muerta: en la danza se habla de prisión y liberación, se habla de muerte y al mismo tiempo del más allá. De cuán profunda y seria es esta identificación en los danzantes primitivos, puede dar fe cualquier etnólogo. Que estamos tratando un caso primitivo o, mejor dicho, originario, lo demuestra una de las más antiguas representaciones del laberinto. Hace ya mucho tiempo que se ha utilizado la arcaica jarra etrusca de Tragliatella, con la representación del juego de la truia, para interpretar el mencionado verso de Homero. En la jarra se puede ver a siete jóvenes guerreros bailando y dos jinetes igualmente lampiños. Detrás del primer jinete se sienta un mono, detrás del segundo -como si ambos viniesen de aquel lugar- está dibujado el complicado laberinto en forma de mapa, que no aparece en las monedas de cnosos hasta el año 200 a. C. En la inscripción etrusca del laberinto se puede leer: truia. La palabra indoeuropea, probablemente etrusca de procedencia latina, significa "baile del molinillo": el diminutivo apropiado -trulla por trua en latín- corresponde a "molinillo". El dibujo muestra las reglas básicas del juego de Troya descrito por Virgilio:
"Y van trenzando giros y más giros y aparecen en combate, ahora huyendo o dejando la espalda al descubierto, ahora vuelven sus armas dispuestas al ataque, ahora han hecho las paces y ya van pareados cabalgando. Como es fama que antaño, allá en la Creta montañosa tenía el Laberinto un pasadizo entretejido de paredes ciegas, y una equívoca trampa con sus mil direcciones en donde iba cortando la señal de avanzar una maraña inextricable que no dejaba echar pie atrás, con parecida traza los hijos de los teucros en sus potros van trabando sus pasos y entretejen su juego de fugas y de asaltos, igual que los delfines que, nadando en el piélago espumeante, sesgan el mar Carpacio y el libio entre retozos por las olas". Eneida (V, 585)
Reproducción del diseño en la jarra etrusca de Tragliatella
El mismo Virgilio aporta la comparación con el laberinto cretense, pero también con los juegos de los delfines. En el quinto canto de la Eneida culminan los juegos fúnebres en honor de Anquises, en el llamado Ludus Troiae o Troiae decursio. Según la descripción de Virgilio, se trata de una especie de competición entre jóvenes, y según un espectador antiguo, de un "baile de caballos" y de un misterium. De todas formas se trataba de un juego arcaico y, aunque de estilo diferente, en principio se asemejaba a la danza griega del laberinto. No se puede derivar lo uno de lo otro, y a pesar de ello los jugadores del juego etrusco truia llevaban llevaban en su escudo la imagen de un gran pájaro. Así la identificación del pájaro se convierte en un rasgo muy arcaico y esencial. (...)
Pintura rupestre en Val. Camonica, Italia. Conocida como "Danza de la grulla
Danzas y Juegos, por Paolo Santarcangeli
"Lo procedente sería que una investigación relativa al laberinto empezase por la danza", dice Kerényi, con una convicción tal vez excesiva. Sin embargo, señalemos que los documentos literarios y arqueológicos relativos a la conexión entre laberinto y danza son tan frecuentes e importantes que exigen un análisis más detenido. En el palacio de Minos, el lugar cíclico de las danzas -cuya construcción sería atribuida luego por la leyenda al propio Dédalo- tiene una importancia enorme. Además, se sabe que en los acta taurinos, en el curso de la taurocatapsia y en todo el ritual cretense la danza desempeñó un papel de primer orden. Una danza del laberinto es recordada en Ilíada (XVIII, 590). Según los Escolios, Teseo, una vez derrotado el minotauro, habría celebrado, junto con el grupo de jóvenes que con él habían escapado a la muerte, una danza especial, enseñada por Dédalo. Según la versión dórica de la fábula, Teseo habría llevado consigo una estatuilla de Afrodita, que colocó en la isla de Delos para, acto seguido y por vez primera, ejecutar con sus compañeros la danza que reproducía los meandros del laberinto. Celebraban así su salvación y recordaban el peligro del que habían sido liberados. Aquella danza tuvo lugar durante la noche. Dice Plutarco (Tes., 21) que "según Dicearco, los delios llaman géranos a aquella danza; Teseo la lanzó alrededor del cheratón, que era un lugar construido con muchos cuernos del lado siniestro": era un misterio de la muerte y de la resurrección, análogo al que se celebraba en Eleusis, con el que los mitógrafos asociaron también a Teseo. Ahora bien, recuerda Kerényi que en las danzas que se acostumbraba celebrar en la isla de Delos en honor de Afrodita, los celebrantes se ponían alrededor de un altar construido con muchos cuernos izquierdos de toro o de novilla, vueltos hacia la izquierda -dirección de la muerte; ala manera de la danza Maro- para ir al origen de la vida; y empuñaban una cuerda (=hilo de Ariadna). La danza, pues, se llamaba géranos y el corego, geranoulkós, es decir, aquel que tira de las grullas. Así, con la ayuda del hilo, el jefe los llevaba primero al interior, luego por los rodeos. La dirección era la misma; pero, no bien llegaban a la salida, el recorrido conducía hacia el renacimiento. También De Vries (Altgermanische Religionsgeschichte 1956) recuerda que "en Delos, la danza de las grullas en el laberinto seguía la dirección opuesta a la del sol, y, por consiguiente, la dirección de la muerte". Pero sabemos que la misma fue danzada tras la muerte del Minotauro y como conmemoración del evento. Según las investigaciones de Wolters, la danza tenía dos fases: en la primera se representaba el enmarañamiento del laberinto, y en la segunda se celebraba, por contraposición, el orden recuperado: el misterio del mundo queda así representado como un esquema enigmático, resuelto con los recursos de la razón. (...) Volviendo a la danza del geranos, según Pólux (IV, 101) y otros autores, los danzarines formaban una larga fila, cogiéndose de la cintura o de la mano para atravesar así los rodeos laberínticos. El vaso François, hallado en Chiusi en 1845, muestra una danza parecida, en la que intervienen trece personajes: Teseo guía la fila, seguido por jóvenes y muchachas intercalados, cogidos de la mano.
Detalle del Vaso François, 570 a. C. Museo Arqueológico de Florencia
(...) Hemos recordado que en Grecia la danzas populares han perpetuado hasta hoy determinados aspectos de las danzas antiguas. La Candiotta, inmortalizada en el escudo de Aquiles, reproduciría fielmente, en el ritmo lento y la ternura de su expresión, el mito de Ariadna y Teseo: "Las jovenes griegas la bailan todavía hoy. Una de ellas conduce al grupo, llevando en la mano un pañuelo y un cordón de seda en recuerdo del hilo liberador que ayudó al héroe a salir del laberinto" (G. Vuillier, La danse). Ahora bien, ¿por qué las grullas en las danzas de los jóvenes griegos? Tal vez porque la fiesta en la que se celebraba un rito fúnebre en memoria de Ariadna tenía lugar en otoño, en la época de la migración de las grullas, y porque la imagen de esa ave estaba reproducida en el escudo de Teseo y sus compañeros llevaban cuando celebraron la danza por primera vez en la isla de Apolo (Plut. Tes., 19). Al hacer la descripción de la danza de Troya, Virgilio dice (Eneida, v. 585): "Se entrelazan alternativamente círculos", y en seguida la compara con el laberinto de Creta, pero también con el juego de los delfines (motivo frecuente de las pinturas murales minoicas). Este ludus Trojae o Trojae decursio era el punto culminante de las celebraciones por la muerte de Anquises; y, además de danza, era un "misterio"."Es probable que se trate de un acto de culto original, representado en forma laberíntica como drama bailado, como rite de passage, camino de la muerte hacia la vida, reconstrucción de todo el cosmos y, con ello, fertilidad de la tierra. Así, la cadena de los danzarines habrá sido el laberinto original, mientras que las representaciones y las construcciones aparecerían más tarde, a título de complemento o sustitución. A veces, el laberinto se relacionó con la esvástica, como símbolo solar. De Vries distingue entre la espiral simple, como laberinto de tránsito, y la seudoespiral, el llamado laberinto de cruz, diseñado sobre un esquema de líneas cruzadas: "A la representación en el espacio (Cosmos) se corresponde otra en le tiempo (órbita) que adopta la forma de un movimiento vivaz. En la danza o cabalgada cultual, que es cíclica a drede y en la que intervienen tanto jóvenes como doncellas, el camino hacia la fuente de la vida se reproduce en cierto modo con material vivo y a la vez se traza para el sino individual y para el futuro. La danza laberíntica está, sin embargo, dedicada ante todo a los ritos fúnebres en honor del antepasado, para que de ese modo quede fijada y garantizada la continuación de la estirpe o del pueblo, en el sentido de la vida que surge de la muerte. Vista de ese modo la representación laberíntica, ya no hace falta establecer la primacía o anterioridad del espacio o del tiempo, del castillo o de la danza. Espacio y tiempo, cosmos y órbita, sagrario y fiesta están unidos y tienen la misma validez".(...) El laberinto -como compuesto de mitos, como figuración, como conjunto de representaciones- contiene en todas las épocas (aunque con mayor plenitud en su primera representación dentro del ámbito del mito griego) las características de la actividad lúdica. También en el laberinto la humanidad juega "al orden de la naturaleza", o bien a un misterio de la naturaleza. Y lo juega errando, fabulando y representando en las danzas, rítmicamente alternadas, y en los juegos de los jóvenes y de las muchachas ese errar, ese perderse y reencontrarse. Sabemos ya que el espacio de las danzas y de los juegos es espacio consagrado, ambiente sagrado; es el témemos en el que tiene lugar un misterio. Como la espiral, el laberinto se cuenta entre los más antiguos signos apotropaicos: ambos son vías de salvación y modelo de iniciación y, más simplemente, obstáculo. Se proponen detener y confundir a quien pretenda colarse, siempre que éste no sepa resolver el enigma o seguir hacia el centro, por elección, por iniciación o por ambas cosas: con tal fin esos signos aparecen en las puertas, muros y hurnas, en especial funerarias (¡etruscos!), en ventanas y humbrales. En el uso funerario, desempeñan la doble función de mantener a los espíritus de los muertos en el lugar donde reposan y de impedir que seres malintencionados -humanos o divinos- puedan entrar.
El laberinto es además juego, sobre todo en el sentido de adivinanza: no sin razón insiste el propio Huizinga en la desaparición de los límites entre la "broma" y lo "serio" en los juegos sagrados. El laberinto del mito griego fue una adivinanza en la que se apostaba la vida: es decir, se moría en la lucha con el monstruo y por no haber encontrado el camino de salida. Fue, pues, un juego mortal. Y el riesgo de la vida, el triunfo de la inteligencia (y de la fe) sobre la Bestia y sobre el engaño se festeja, dibuja y danza como acción conmovedora y liberadora a la vez.
Así, no hemos de ser demasiado severos con las manifestaciones aparentemente desacralizadas del laberinto, reducido a puro juego, de la Roma imperial o de los siglos XVII y XVIII. Incluso en esos pasatiempos sobrevive una chispa del misterio y del mito...
Lecturas:
Karl Kerényi, En el laberinto. Ediciones Siruela 2006
Paolo Santarcangeli, El libro de los laberintos. Ediciones Siruela 2002
Luciano de Samosata, Sobre la danza, Editorial Gredos
Homero, Ilíada, Editorial Gredos
Virgilio, Eneida, Editorial Gredos
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