Marten de Vos, La tentación de San Antonio (detalle)
"Sí, el mundo de los monstruos está con nosotros. Nos persigue; forma, acaso, las raíces más profundas de nuestra civilizaciónl. Más aún, nos es consustancial. Nos atreveríamos a decir que, el Mare Tenebrarum (Mar Tenebroso), lo llevamos todos dentro del alma… O, aún más, si queréis: el monstruo somos nosotros mismos."
Guillermo Diaz-Plaja, Los monstruos y otras literaturas
En esta entrada dos textos que se introducen en el mundo de las "gryllas" (o "grylles" en lengua francesa), término con el que son conocidos los seres grotescos y monstruosos que pueblan tantas obras de arte a lo largo de la historia, centrándose en esta ocasión en el período que va del gótico al Renacimiento. El primero es básicamente una escueta revisión de estas representaciones en la obra de El Bosco. Le sigue a continuación un inspirado e inquietante fragmento de una de las obras del filósofo francés Michel Foucault, para quien esas enigmáticas y fascinantes representaciones en su más diabólica expresión, revelan al hombre aspectos de su propia verdad.
Las gryllas al final de la Edad Media
por
Jurgis Baltrusaitis
Dos elementos caracterizan el último estadio de la grylla gótica: por una parte, una descomposición; por otra, una vida todavía más intensa e impetuosa. A menudo el ser descompuesto se descompone en las inicales y viñetas de los siglos XV y XVI. Las cabezas, las caras y las cimeras se separan unas de otras. Los trazos o la curva de una letra dividen las máscaras de una cara doble. La cabeza de un animal ya no se suelda detras de la cabeza humana, sino que simplemete se yuxtapone. A veces, el cuello del pájaro que sale de cráneo está como desgarrado. Todas las partes quedan en su lugar, pero sin formar un organismo. En la decoración de los libros, se desmonta la bestia. Pero esta evolución es secundaria. En líneas generales, ésta se caracteriza durante este periodo por un realismo brutal y desbordante. Nadie como El Bosco definió al monstruo con tanta precisión en sus detalles ni inverosimilitud en su conjunto.
Jardín de las delicias (detalle) |
Caras abotargadas de pesado mentón y ojos inexpresivos, caras huesudas crispadas por la angustia, cabezas sonrientes de vividores y de personajes burlescos, circulan libremente ajustadas a las patas. Su natural es todavía más desconcertante que si fuesen caras monstruosas. En el Retablo de los Eremitas (Venecia, Palacio Ducal), sobre el panel izquierdo y en primer plano, una cabeza de mujer con botas mira de modo severo y casi patético.
Retablo de los eremitas (detalle) |
En El Bosco, los cascos se convierten muchas veces en seres animados enteramente independientes. En un croquis de Oxford, un yelmo brinca como una rana; otro, llevado por su cimera alada, vuela. Se parecen a los monstruos de Grünberg escapados de su guardarropa.
En el Juicio Final de Viena, que quizá es sólo una réplica, pero que Lucas Cranach copió igualmente durante su estancia en los Paises Bajos, estas criaturas surgen por todas partes: a la izquierda, sobre el techo de la casa, una cabeza barbuda con patas, está cubierta con una mirada bizantina; más abajo, una cabeza humana con casco cabalga sobre un pájaro fantástico; otra cabeza de enormes pies se aproxima tras un grupo de monstruos; entre ambas, un acéfalo blande un arma; más lejos, la cabeza con piernas está en un huevo. La grylla es uno de los principales actores del último acto de la historia del mundo.
La tentación... (detalle) |
La tentación de San Antonio (detalle)
Toda la pintura de temas diabólicos, retoma y multiplica estos seres fantásticos. Los volvemos a encontrar en los cuadros más o menos asociados al arte del maestro de Bois-le-Duc, en Jean Mandyn, Henry Met de Blès, Pieter Huys, Brueghel, así como numerosos pintores secundarios. Los protagonistas de una Tentación de Berlín son, una vez más, una cabeza de animal con patas, una cabeza humana sobre grandes pies y una grylla en un huevo rematado por un brazo armado.
El Bosco, Cristo en los infiernos
Brueghel el Viejo, detalle de la Gula perteneciente a la serie Los Siete Pecados Capitales (1557)
Historia de la locura en la épòca clásica
(1ª parte, pags. 17-19)
por
Michel Foucault
Existe una conversión fundamental del mundo de las imágenes: el constreñimiento de un sentido multiplicado lo libera del orden de las formas. Se insertan tantas significaciones diversas bajo la superficie de la imagen, que ésta termina por no ofrecer al espectador más que un rostro enigmático.
Libro de horas, British Library |
La tentación...(detalle) |
El Bosco, La tentación de San Antonio (detalle del panel central)
La libertad de sus sueños —que en ocasiones, es horrible—, los fantasmas de su locura tienen, para el hombre del siglo XV, mayor poder de atracción que la deseable realidad de la carne.
¿Cuál es, pues, el poder de fascinación, que en esta época se ejerce a través de las imágenes de la locura?
En primer lugar, el hombre descubre, en esas figuras fantásticas, uno de los secretos y una vocación de su naturaleza. En el pensamiento medieval, las legiones de animales, a las que había dado Adán nombre para siempre, representaban simbólicamente los valores de la humanidad. Pero al principio del Renacimiento las relaciones con la animalidad se invierten; la bestia se libera; escapa del mundo de la leyenda y de la ilustración moral para adquirir algo fantástico, que le es propio.
Thierry Bouts, Infierno
Y por una sorprendente inversión, va a ser ahora el animal, el que acechará al hombre, se apoderará de él, y le revelará su propia verdad. Los animales imposibles, surgidos de una loca imaginación, se han vuelto la secreta naturaleza del hombre; y cuando, el último día, el hombre pecador aparece en su horrible desnudez, se da uno cuenta de que tiene la forma monstruosa de un animal delirante: son esos gatos cuyos cuerpos de sapos se mezclan en el "Infierno" de Thierry Bouts con la desnudez de los condenados; son, según los imagina Stefan Lochner, insectos alados con cabeza de gatos, esfinges con élitros de escarabajo, pájaros con alas inquietas y ávidas, como manos; es el gran animal rapaz, con dedos nudosos, que aparece en la "Tentación" de Grünewald.
Grünewald, La tentación de San Antonio (1512-1516)
La animalidad ha escapado de la domesticación de los valores y símbolos humanos; es ahora ella la que fascina al hombre por su desorden, su furor, su riqueza en monstruosas imposibilidades, es ella la que revela la rabia oscura, la locura infecunda que existe en el corazón de los hombres.
El Bosco, La Tentación de San Antonio (detalle panel derecho)
Este saber, tan temible e inaccesible, lo posee el Loco en su inocente bobería.
En tanto que el hombre razonable y prudente no percibe sino figuras fragmentarias —por lo mismo más inquietantes— el Loco abarca todo en una esfera intacta: esta bola de cristal, que para todos nosotros está vacía, está, a sus ojos, llena de un espeso e invisible saber, Brueghel se burla del inválido que intenta penetrar en la esfera de cristal (imagen de arriba, detalle de Proverbios Flamencos); es esta burbuja irisada del saber la que se balancea, sin romperse jamás —linterna irrisoria, pero infinitamente preciosa—, en el extremo de la pértiga que lleva al hombro Margot la Folie. Es ella también la que aparece en el reverso del "Jardín de las Delicias".
El Bosco, tríptico cerrado de El jardín de las Delicias
Otro símbolo del saber, el árbol (el árbol prohibido, el árbol de la inmortalidad prometida y del pecado), antaño plantado en el corazón del Paraíso Terrenal, ha sido arrancado y es ahora el mástil del navío de los locos, como puede verse en el grabado que ilustra las Stultiferae naviculae de Josse Bade; es él sin duda el que se balancea encima de la "Nave de los locos" de Bosco.
Brueghel, El Triunfo de la Muerte (detalle) |
Alberto Durero, Los jinetes del Apocalipsis (detalle)
Por todos lados, la locura fascina al hombre. Las imágenes fantásticas que hace nacer no son apariencias fugitivas que desaparecen rápidamente de la superficie de las cosas. Por una extraña paradoja, lo que nace en el más singular de los delirios, se hallaba ya escondido, como un secreto, como una verdad inaccesible, en las entrañas del mundo.
Cuando el hombre despliega la arbitrariedad de su locura, encuentra la oscura necesidad del mundo; el animal que acecha en sus pesadillas, en sus noches de privación, es su propia naturaleza, la que descubrirá la despiadada verdad del infierno; las imágenes vanas de la ciega bobería forman el gran saber del mundo; y ya, en este desorden, en este universo enloquecido, se adivina lo que será la crueldad del final. En muchas imágenes el Renacimiento ha expresado lo que presentía de las amenazas y de los secretos del mundo, y es esto sin duda lo que les da esa gravedad, lo que dota a su fantasía de coherencia tan grande.
Imagen derecha: Hans Memling, panel derecho del tríptico El juicio Final (1467-1471)
Lecturas:
Jurgis Baltrusaitis, La Edad Media fantástica. Ediciones Cátedra 1983
Michel Foucault, La locura en la época clásica. FCE 1998
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