Hieronymus Bosch, El jardin de las delicias Debes saber -¡que Dios te ayude!- que la Imaginación es el principio y la fuente del ser; es la esencia que contiene la perfección de la teofanía (zuhur al-ma'bud, la epifanía del que es adorado). Medita sobre tu fe personal respecto al Ser divino. ¿Acaso no ves que esta fe se asocia con determinados atributos y con algunos Nombres que ésta implica? ¿Dónde está ese lugar, cuál es el órgano de esa convicción íntima en la que Dios el Altísimo se te manifiesta? Ese lugar, ese órgano es precisamente la Imaginación, y por eso mismo afirmamos: la Imaginación es la esencia en la que se encuentra la perfección de la teofanía.
En cuanto tomas conciencia de ello te parece evidente que la Imaginación es principio y fuente de todo el universo, porque el Ser divino es también principio y origen de todas las cosa, y que la más perfecta epifanía sólo puede tener lugar en un receptáculo que sea a su vez origen y principio. Ese sustrato es la Imaginación. A partir de ahí es cierto que la Imaginación es principio y fuente de todos los universos sin excepción.
'Abd al-Karim Yili, La Tierra de los Vigilantes
Los siguientes fragmentos se encuentran en la obra de Patrick Harpur El fuego secreto de los filósofos. Las tres imágenes que los acompañana son pinturas de artistas ingleses inspiradas en la obra de William Shakespeare "El sueño de una noche de verano".
EL ALMA DEL MUNDO
Una de las innovaciones distintivas del pensamiento occidental ha sido la de transformar el Otro Mundo en una abstracción intelectual. Tal abstracción se ha formulado principalmente de tres maneras: como el Alma del mundo, como la imaginación y como el inconsciente colectivo. Los dos últimos modelos del Otro Mundo presenta la excentricidad añadida de situarlo dentro de nosotros.
Historicamente, estos tres modelos han sido ampliamente ignorados o rechazados por la ortodoxia occidental, sea la teología cristiana o el racionalismo moderno. Pero cada vez que se ha roto, por decirlo así, la superficie, y han salido de su mundo "esotérico" o incluso "oculto", han ido acompañandos de extraordinarios florecimientos de vida creativa. En la florencia renacentista, y nuevamente entre los románticos ingleses y alemanes tres siglos después, la imaginación fue exaltada no sólo como la facultad humana más importante, sino como el fundamento mismo de la realidad.
William Blake, Oberon, Titania y Puck con las Hadas danzando
La imaginación primigenia
El mundo paralelo de los feéricos irlandeses era, para Yeats, sinónimo de imaginación. Yeats se niega a ver la imaginación como una especia de facultad abstracta que nos permite evocar vagamente imágenes de cosas que no perciben los sentidos. Mas bien entiende por "imaginación" algo que es casi opuesto a lo que habitualmente entendemos por ese nombre: todo un mundo poblado por daímones temperamentales que tiene vida propia. Ésta es la característica definitoria de esa imaginación que llamamos romántica.
Yeats se había sentido especialmente impresionado por William Blake, cuyas obras estuvo editando durante años. Blake parecía haber conservado esa mirada visionaria tradicional que le permitía ver ángeles en los árboles o huestes celestiales en el sol; al mismo tiempo, albergaba una compleja y sofisticada noción de imaginación como el modo primigenio que tiene el hombre de entender el mundo. Esto era algo que compartía con otros grandes poetas románticos, Wordsworth, Keats, Shelley y, sobre todo Coleridge, que proclamaba de forma magnífica:
Sostengo que la imaginación primigenia es el poder vivo y el primer agente de toda percepción humana, y es una repetición en la mente finita del eterno acto de creación en el infinito YO SOY...
La única preocupación de la imaginación primigenia, escribía otro poeta, W. H. Auden, son los seres y acontecimientos sagrados. Éstos no pueden ser anticipados, dice, sino que deben ser encontrados. Nuestra respuesta a ellos es una apasionada sensación de sobrecogimiento. Puede ser terror o pánico, asombro o alegría, pero debe ser terrible y sobrecogedor. Los seres y acontecimientos sagrados de Auden son nuestros dáimones, imágenes arquetípicas que generan la imaginación. Son principalmente personificaciones, pero desde luego, la imaginación puede como el encanto feérico, lanzar su sortilegio sobre cualquier objeto para que súbitamente lo veamos como dotado de alma, como una presencia, como si fuera una poderosa persona viva.
Se debe recalcar que la Imaginación, en la verdadera comprensión poética, romántica, es en gran medida lo opuesto de lo que ha llegado a significar, algo irreal e inventado, a lo que Coleridg llamaba "fantasía". "La naturaleza de la Imaginación es muy poco conocida", se lamentaba Blake, "y la naturaleza y la permanencia eternas de sus imágenes siempre existentes es considerada menos permanente que las cosas de naturaleza generativa y vegetativa". Sí, la imaginación es independiente y autónoma; precede y fundamenta la mera percepción; y espontáneamente produce esas imágenes -dioses, dáimones y héroes- que interactúan en las narraciones anónimas que llamamos mitos.
La idea de una imaginación mitopoética -hacedora de mitos- es tan extraña a todos, salvo a los más cercanos a Blake, que puede ser de utilidad volver a su prototipo entre los neoplatónicos. Como Platón, ellos entendieron que los dáimones son seres intermedios entre mortales y dioses; pero desarrollaron esa intuición e identificaron un estado daimónico íntegro, en parte físico y en parte espiritual, que mediaba entre nuestro mundo material sensorial y el mundo espiritual o "inteligible" de las formas, esos dioses abstractos que proporcionan los modelos ideales para todo lo que existe.
Este mundo intermedio fue denominado Psyché tou Kosmou, el Alma del Mundo, aunque mejor conocido en la Europa de la lengua latina como Anima Mundi. De ahí proceden los dáimones. A veces era imaginado jerárquicamente, con el mundo inteligible de los dioses arriba y el nuestro debajo, pero emanando los tres de una fuente desconocida llamada simplemente Uno. En otras ocasiones se concebía como un único reino dinámico con dos aspectos: uno inteligible (espiritual) y otro sensorial (materia). Y así es como en general lo ha descrito la tradición esotérica occidental. Todos los neoplatónicos, los filósofos herméticos, los alquimistas y los cabalistas han afirmado que el cosmos está animado por un alma colectiva que se manifiesta a veces espiritualmente, otras fisicamente, e incluso de ambas maneras a la vez, es decir, daimónicamente; pero que sobre todo relaciona y mantiene todos los fenómenos unidos. Ésta es la ortodóxia verdadera, dicen, a la que la ortodoxia errónea -que el filósofo A. N. Whitehead denominó "los tres últimos siglos provincianos- ha ignorado de forma deplorable.
Noel Paton, Reconciliación de Oberon y Titania
El mundo animado
Según la tradición neoplatónica, psyché o alma es el principio que sirve de base a la realidad, su verdadero tejido, por decirlo así. Como hemos visto, es un principio ambiguo. Se la imaginaba como un macrocosmos, "gran mundo", y como un microcosmos, "pequeño mundo". Es un alma del mundo colectiva, que contiene todos los dáimones, imágenes y almas -incluida el alma humana-, y a la vez un alma individual que engloba un profundo nivel colectivo, en el que estamos relacionados entre nosotros y con todos los vivientes. Dependiendo, pues, de nuestra perspectiva, nos podemos ver a nosotros mismos abrazando el Alma del Mundo, ésta es infundida a todo el cosmos por el Demiurgo, el dios creador platónico que crea, de este modo, un universo viviente dotado de alma. (El Alma del Mundo sigue siendo la metáfora básica de toda concepción del mundo como organismo, incluidas las modernas ideas ecológicas.) En otras palabras, así como es trascendente, es decir, que está un nivel por encima de nuestro mundo, el Alma del Mundo es también inmanente, tal como la imaginan las culturas tradicionales. No es que éstas tengan siempre un concepto para el Alma del Mundo -no la abstraen del mundo-, sino que ven básicamente el mundo como animado, lleno de alma. "Todo", según los antiguos, desde Tales a Plutarco, "está lleno de dioses".
Las mismas personas que han vaciado a la naturaleza de alma y la han reducido a materia muerta que obedece a leyes mecánicas, llaman peyorativamente animismo a la cosmovisión tradicional, término que en realidad anula lo que pretende describir. Para las culturas "animistas" no existe eso que se llama animismo. Existe sólo la naturaleza que se presenta a sí misma en toda su inmediatez como atestada de dáimones. Todo objeto o lugar sagrados tienen su genio o jinn, numen o náyade, hasta su boggart y su duende, según sea el caso.
Los románticos imaginaban así a la naturaleza. La Imaginación era coextensiva a la creación, igual que el Alma del Mundo. Eran idénticas. Todo objeto natural era espiritual y físico, como si dríada y árbol fueran el interior y el exterior de la misma cosa. De este modo, toda roca, todo árbol, era ambivalente: un daimon, un alam, una imagen. "A los ojos de un hombre de Imaginación -escribía Willliam Blake- la naturaleza es la Imaginación misma."
Johan Heinrich Füssli, Titania, Bottom y las hadas
La doble visión
Cuando Blake veía el sol como una hueste celestial y no como una guinea de oro, su sol era más real porque había infundido en él más imaginación. El sol como guinea es el sol abstracto, generalizado, en el que encontramos nuestro mínimo común denominador; el sol hueste celestial es el sol visionario, tanto creado como percibido. El visionario ha pasado, a través de la vista, a la visión. La imaginación no ve con el ojo, sino a través de él. "Que Dios nos guarde / de la visión simple y del sueño de Newton."
Pero vale la pena insistir en que la doble visión de Blake incluye al sol guinea, pues ver solamente la hueste celestial, tomar literalmente la visión, sería tan disparatado para Blake como ver sólo el sol guinea (una locura que nosotros, sin embargo, consideramos lo normal). La mente de Blake ve a través del ojo y capta activamente el mundo como exuberancia creativa, y que esto es lo que hizo en la práctica queda demostrado, desde luego, por su arte.
Podríamos llamar a la doble visión de Blake conciencia hermética, para la que no existen problemas dualistas del sujeto y objeto, consciente e inconsciente, etc. Hermes viaja libremente entre los mundos superiores y los mundos inferiores. Sus piedras, hermas, se levantan en los cruces de caminos, para señalar el hecho de que él es el dios de todas las zonas fronterizas. Cada daimon que aparece en una frontera -sea entre sueño y vigilia, entre día y noche, en el cambio de año o en cruces de caminos, en puentes o en riberas- es un rostro de Hermes. Por eso, llegar a un acuerdo con los daímones es también desarrollar una forma hermética de pensamiento, una percepción fronteriza que ve este mundo y el otro y viceversa, entrelazados como las serpientes en el tirso de Hermes.
En realidad, la idea de la doble visión no implica, en definitiva, ver dos cosas a la vez ni traducir una cosa a otra. Debería ser un modo único de visión, formado, como si dijéramos, dentro del ojo, en el que la duplicidad de las cosas -como en las mejores metáforas- es evidente a la mirada porque estamos simultáneamente viendo, y viendo a través de lo que vemos.
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Los dos Peces (cuento oriental)
Un pez pequeño se cruza con un pez más grande y le pregunta: -Por favor, ¿Dónde puedo encontrar el océano?, porque aquí solo veo agua. A lo que respondió el pez grande, contrariado por la pregunta: - ¿El océano? ¡... pues esto es el océano! El pequeño pez lo miró con aire de suficiencia y continuó en su obstinada búsqueda del océano.
Doble espiral, M. C. Escher. Simultaneidad sístole-diástole.
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A continuación un texto de Da'ud Qaysari (m. 1350 e.C.) una de las grandes figuras del sufismo del siglo VIII de la hégira. Forma parte, al igual que el que encabeza esta entrada de 'Abd al-Karim Yili, de la recopilación de textos llevada a cabo por Henry Corbin en su obra Cuerpo espiritual y Tierra celeste. En él, su autor nos adentra en lo que sería el "Continente perdido" de los occidentales: el "mundo imaginal del Alma". Mundo cerrado a las abstracciones racionales y al que según las antiguas concepciones místicas de Iran se puede acceder desarrollando la "Imaginación activa" con la que contemplar la Tierra Celeste de los arquetipos. Mundo donde, con y por la metamorfosis del alma se opera la transmutación de todas las cosas en símbolos, mundo intermediario del barzaj, que no es ni una fantasía ni el universo de la fantasía.
Mundus imaginalis
Debes saber que el mundus imaginalis (al-'alam al-mitali, mundo de las formas imaginales) es un universo espiritual de sustancia luminosa; por una parte, tiene afinidad con la sustancia material, porque es objeto de percepción y está dotado de extensión; por otra parte, tiene afinidad con la sustancia inteligible separada, porque su naturaleza es pura luz. No es ni un cuerpo material compuesto, ni una sustancia intelegible separada, porque es un barzaj, es decir, un intermundo, un límite que separa al uno del otro. Todo lo que forma un intérvalo, un barzaj, entre dos cosas, difiere necesariamente de estas dos cosas, o más bien tiene necesariamente dos dimensiones, a través de cada una de las cuales simboliza el universo al que corresponde esta dimensión. Es cierto que también podemos decir que es un cuerpo de luz cuya sutileza iguala a la máxima sutileza que se puede concebir. De este modo, es un límite, un intermundo que establece una separación entre las sustancias separadas puramente sutiles y las sustancias materiales densas y opacas, aunque entre estas últimas existan también algunos cuerpos más sutiles que los demás, como ocurre, por ejemplo, con los Cielos con relación al resto de los cuerpos.
No se trata pues de un mundo accidental, como creía cierto pensador, porque consideraba que las formas imaginales se podían disociar de sus realidades sustanciales, como en su opinión ocurría con las formas inteligibles. Lo cierto es que existen formas sustanciales en cada uno de estos universos: universo espiritual, universo intelegible, universo imaginal, y que todas estas realidades sustanciales asumen formas que corresponden a su universo respectivo.
Cuando se han entendido bien cómo son las cosas, se comprueba que el poder imaginativo (la imaginadora) que pertenece al Alma del universo, que abarca por sí misma todo lo que abarcan todas las demás fuerzas imagintivas (las de las Animae caelestes), es el sustrato y el lugar epifánico de ese intermundo. Se le llama mundus imaginalis porque contiene las Formas imaginales de todo cuanto existe en el mundo, y porque es lo imaginal de todas las Formas de los individuos y de las esencias que existen en el plano del conocimiento divino. También se llama mundo de la Imaginación autónoma porque es inmaterial cuando se compara con la imaginación inmanemte. No hay ninguna realidad suprasensible, ninguna entidad espiritual ni Espíritu que no tenga una forma imaginal que corresponda a sus perfecciones, ya que cada una de ellas participa del Nombre divino "el Revelado" (al-Zahir). En este sentido se relata dentro de una tradición cierta que cuando el Profeta vio a Gabriel en el Loto del límite, el Ángel tenía seiscientas alas, cada mañana y cada tarde se adentreaba en el río de la Vida, salía de él sacudiendo las alas, y con las gotas que se dispersaban Dios creaba innumerables Ángeles.
En este intermundo se halla el Trono ('ars, el Cielo supremo), el Firmamento (kursi, el Cielo de los Fijos), los siete Cielos y las Tierras, y todo lo que unos y otros contienen. A este nivel se despierta la consciencia del estudioso, comprende en que consistió el Miraj (la asunción celeste) del Profeta, de qué modo tuvo el Profeta la visión de Adán en el primer Cielo, la visión de Juan y de Jesús en el segundo Cielo, la visión de José en el tercero, la de Idris (Henoch-Hermes) en el cuarto, la de Aarón en el quinto, la de Moisés en el sexto y la de Abraham en el séptimo. Comprende la diferencia que hay entre lo que contempla en sueños y la facultad que poseen los medianamente adentrados en la vía mística para realizar imaginativamente una escensión al Cielo, y por otra parte lo que se contempla realmente en el mundo espiritual. Las formas percibidas en nuestro mundo son las sombras de esas Formas imaginales. Por esta razón el gnóstico reconoce, por fisionomía intuitiva, los estados internos del hombre al observar su forma externa...
...A su vez nuestras representaciones imaginativas, que son las Formas imaginales cautivas, no son más que una muestra del mundo espiritual, una sombra que Dios ha creado como indicio y prueba de la existencia de ese mundo espiritual. Por esa razón los maestros en visión mística han creado algo adyacente al mundo espiritual, que recibe su luz, como los riachuelos y grandes ríos que desembocan en el mar y como las elevadas ventanas por las que penetran los rayos de luz en una casa.
A cada uno de los seres que existen en el mundo de los sentidos le corresponde una forma imaginal cautiva, que se puede percibir a través de la imaginación en el mundo humano, tanto si es un Cielo, un astro o un Elemento, un mineral, planta o animal. Para cada uno de ellos existe un Espíritu y energías espirituales, y participan de alguna manera de ese espíritu, pues de otro modo no habría una correspondencia exacta entre los universos. Todo lo más que podemos decir es que en los minerales la manifestación no es la misma que entre los animales. El propio Dios manifiesta: "No hay nada que no glorifique a través del acto de glorificación que le es propio, pero vosotros no comprendéis su himno de alabanza" (17:46). Esto lo confirma alguna de nuestras tradiciones, cuando asegura que los animales ven cosas que entre los humanos sólo pueden ver los místicos visionarios. Es posible que esta visión tenga lugar en el mundus imaginalis absoluto, es posible que tenga lugar en el mundo de las Formas imaginales cautivas. ¡Dios sabrá qué ocurre en realidad!
Pero a causa de su ceguera, a estos humanos incapaces de levantar el velo, el Libro sagrado los sitúa "en lo más bajo del nivel más inferior" (95:5). En cuanto al místico, cuando durante su peregrinación alcanza el mundus imaginalis absoluto, através del éxodo que le lleva fuera de su imaginación cautiva, llega al límite en todo lo que contempla y descubre la realidad tal como es, porque las Formas imaginales están en perfecta correspondencia con la Formas inteligibles inscritas en la Tabla secreta, que es la forma epifánica del mundo divino. A partir de ese momento puede ocurrir que al ser humano se le manifieste, por percepción visionaria, la revelación de su individualidad eterna en sus estados sucesivos, pasados y futuros, porque se ve entonces transferido del mundo de la Sombra al mundo de las Luces verdaderas y esenciales...
...Finalmente debes saber que el barzaj en el que se encuentran loa Espíritus tras abandonar el mundo terrenal es distinto del barzaj que se extiende entre las puras entidades espirituales y el mundo y el mundo de los cuerpos. Esto es así porque los niveles del descenso del ser y los escalones de su ascenso forman un ciclo. Ahora bien, los niveles que preceden a la existencia en el mundo terrenal representan distintos grados dentro de lso dencensos; son la anterioridad, mientras que los que le suceden pertenecen a los niveles del ascenso; representan grados posteriores. Por otra parte, las Formas imaginales que se unen a los Espíritus en el segundo barzaj son las formas de sus obras y el resultado de sus actividades anteriores en este mundo terrenal, a diferencia de las formas del primer barzaj. Por esta razón unas no pueden ser idénticas a las otras. No obstante, ambas tienen en común el ser un universo espiritual y sustancias inmateriales de pura luz, que contienen la realidad imaginal de las formas de este mundo. El saij (Ibn 'Arabi) señala claramente en el capítulo 321 de las Iluminaciones de la Meca, que el segundo barzaj es distinto al primero. A ésto lo llama el "misterio de lo posible", en el sentido de que es posible que lo que exista en el primero se manifieste en nuestro mundo visible, mientras que es imposible que vuelva al estado visible lo que está en el segundo, excepto cuando llegue el Último Día. A muy pocos de nosotros les es dado contemplar este seguno barzaj, a diferencia del primero. Éste se manifiesta y lo podemos contemplar muchos de nosotros. Entonces quienes accedan a ello pueden conocer acontecimientos futuros en el mundo, pero no tienen poder para descubrir dónde están quienes han abandonado este mundo.
Para finalizar, unos poemas de autores románticos ingleses.
Hay una mente, una mente omnipresente / y omnífica. Su nombre sagrado es el Amor./ ¡Oh verdad de sublime grandeza! Quien se nutre /sacia con ella su alma constante, escapa /con una bendición de este ínfimo mundo. / Es lo más alto del hombre, / nuestra meridiana majestad, sabernos / partes de una maravillosa totalidad. / Esto hermana al hombre y asienta / su caridad y su conducta. Pero es Dios, / difundiéndose en todo, quien hace todo una unidad. / Y ésta es la peor superstición: desear algo / que no sea Él mismo, suprema realidad (...)
Samuel Tailor Coleridge
El barranco encantado
No era ficción de tiempos remotos: una piedra / de azul celeste, al fondo del barranco sin sol, / muestra aún claramente las pisadas / que los pequeños elfos, en la escena pulida / dejaron, al danzar con brillante cortejo, / en festejos ocultos, tras el robo de un niño / dulce, como una flor, trocada por hierbajos, / con que intenta la madre abstraída acallar / su pena, si es posible. Pero decidme: ¿dónde / hallaréis un vestigio de las notas / que guiaron aquellos salvajes bailoteos? / ¿En la tierra profunda o en las cumbres del aire, / en el nocturno cierzo o en los bancales donde / telarañas de otoño flotan en el crepúsculo?
Cielo tras la borrasca
Un solo paso, que me libertó de los límites / de aquel ciego vapor, abrió a mis ojos / un tan vivo esplendor como no viera nunca / el despierto sentido ni el alma en sus ensueños. / Fué la visión, de pronto desplegada, / una inmensa ciudad; se hubiera dicho / gran selva de edificios, hacia lo hondo / retirada de algún ilimitado abismo, / naufragando entre glorias, ya sin fin. / Fábricas parecían de diamantes y oro, / cúpulas de alabastro y argénteas agujas / y encendidas terrazas sobre terrazas, hacia / lo alto; aquí, apacibles, brillantes pabellones, / en avenidas; torres, allí, adornadas / de almenas, que en sus frentes incansables / sostenían los astros, luciente pedrería. / La terrestre natura labraba aquel efecto / con la oscura materia de la borrasca, ya / apaciguada. En ella y en las cavernas y / en las faldas abruptas y en cresterías, donde / se habían los vapores retirado, fijando / su estancia bajo aquel cerúleo cielo. / ¡Visión no imaginada! Nubes, nieblas, / arroyos, peñas húmedas y hierba de esmeralda, / nubes de cien colores y rocas y zafiro / de cielo: confundido, mezclado, en mutuo ardor, / fundido todo y componiendo, / todo en todo perdido, el asombroso adorno / de templo y ciudadela y palacio, y la ingente / y fantástica pompa de vagos edificios, / envueltos como en lana, en vastos pliegues...
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William Wordswort
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