Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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miércoles, 15 de diciembre de 2010

La Piedra del Sabio

El Toro Sabio


"Vivimos sólo para descubrir la belleza. Todo lo demás es una forma de espera."

Khalil Gibrán



El toro que parece meditar, sobre el acelerado mundo que gira a su alrededor en el centro de la laberíntica metrópoli, fue testigo del emotivo e improvisado encuentro que pude disfrutar con los amigos del románico. Saludables e incansables viajeros con quienes me crucé en su peregrinar hacia un nuevo destino, navegantes orientados por la brújula de la intuición, inspirados por el viento que los impulsa a desvelar lo oculto en piedras milenarias. Viaje sin tregua el suyo por las rutas del medievo, reflejo acaso de ese otro viaje interior por geografías místicas de los buscadores que, de círculo en círculo, paso a paso, a través de las moradas más profundas del alma, apuntan siempre hacia el Centro donde se halla La Piedra del Sabio.
Y es así como se titula el texto que Ramón del Valle-Inclán dirige a todos los peregrinos-buscadores que me gustaría compartir. Pertenece al último capítulo de su obra La lampara maravillosa, que recie
ntemente releía animado por la referencia que se hacía de él en la bella entrada de una web amiga. Las fuentes que nutren esta obra se encuentran en la tradición metafísica de oriente y occidente, con reminiscencias de doctrinas pitagóricas e hinduistas, y conceptos que recuerdan al Taoísmo, Budismo Zen, Cábala, Astrología... llenando con destellos de esta perenne sabiduría, lo que podría considerarse un tratado artístico en el que irán apareciendo experiencias de su trayectoria Creativo-Espiritual.
Hago notar que cuando en él habla de "alma estética", yo lo entendería como "alma contemplativa".

Y sin más preámbulos, y como se diría en los cosos taurinos, ¡Va por ustedes!



La Piedra del Sabio, por Ramón del Valle-Inclán


Anocheciendo, cuando bajaba del monte hacia mi casa, impensadamente, en el trillado del sendero di con una sierpe partida en dos pedazos que se retorcían sobre la arena. Una piedra estaba en medio del paso, y un pastor sobre las bardas. Sentí repugnancia, algo como grima agorera, y me detuve queriendo penetrar el sentido oculto de aquella sierpe cercenada que se retorcía sobre mi camino por volver a juntarse en sus pedazos. Atemorizado, hallé el símbolo de la vida; también estaba rota, también se debatía bajo la losa de los remordimientos. Y al caminar de nuevo, puesto a pensar en los afanes de otro tiempo, los miré tan ajenos que casi no me parecieron míos. Pero las negras horas del pecado aún tenían una palpitación de sangre, y recordé a la sierpe que se retorcía sobre el sendero del monte, y tuve miedo de que se juntasen sus pedazos. Acaso hubiera vuelto atrás, pero se me representó el pastor sobre las bardas, dorado por el sol poniente como un arcangel, y solamente hice la señal de la cruz.(...)

Piedra central del círculo formado en su origen por 30 piedras de las que actualmente se conservan 15. Stapeley Hill, Inglaterra, Edad de Bronce.


A lo largo de los caminos por donde he ido, queda mi sombra en velos invisibles para los ojos mortales; presiento el sentido eterno de mis acciones, tengo la intuición de sus círculos que han de ser cíclicos en carne espiritual. En este momento mi cadena de sombras sufre, llora y peca, como sufrí, lloré y pequé. Mi vida se repite en el mundo incorpóreo de los fantasmas, y cuando llegue la muerte, con el alma libre de la cárcel de barro, veré todo el pasado en el círculo eterno de las sombras mías. La forma carnal se despoja en todos los instantes de una parte impalpable de sí misma, y deja su rastro a lo largo del camino. Por donde una vez pasamos, allí perduramos. ¡Y todo perdura igual!

I

Mirar atrás con el dolor de haber vivido, es pasar bajo el arco de la muerte.


Ya Zenón de Elea había presentido que la flecha que vuela está inmovil, pero como era sofista no supo demostrarlo por los caminos de la verdad, y acudió a engañosas sutilezas. La eterna inmovilidad de la flecha no puede ser referida a la conjunción efímera con nuestros ojos, sino a la visión gnóstica que sólo alcanzan los iniciados, como enseña la ciencia alejándrina guardada en la Tabla Esmeralda. Hay siempre una estrella remota adonde los rayos de nuestra vida solar llegan al cabo de los siglos, y el espíritu allí desencarnado puede ver a la flecha partir del arco tenso, cuando ya se ha perdido en el mundo la memoria del arquero. (...)
Pero de la corona solar a mi cárcel mortal apenas llega un rayo; el haz que brota de la entraña encendida se quiebra infinitamente para llegar a mí, y el dardo de luz, mínima comprensión de la celeste esfera, es cuanto pueden alcanzar los ojos, que nacidos de la tierra son sobre la tierra dos gusanos. Del error con que los ojos conocen nace la falsa ideología de la línea recta y todo el engaño cronológico del mundo. El tiempo es como una metamorfosis del rayo del sol, un instante que vuela, mínima intuición de la esfera espacial y luminosa, como es la línea recta un punto que vuela, mínima intuición de la esfera geométrica y tangible. Siempre engañados, siempre ilusionados, nuestros ojos quebrantan los círculos solares para deducir la recta del rayo. Y paralelamente la conciencia quebranta el círculo de las vidas para deducir la recta del tiempo. Consideramos las horas y las vidas como yuxtaposiciones de instantes, como eslabones de una cadena, cuando son círculos concéntricos al modo que los engendra la piedra en la laguna. En vano sobre el camino por donde se alarga nuestra sombra, camino de tierra, queremos hallar los significados ocultos. En el rayo de sol se engendra el engaño de la línea recta, y el engaño de las horas. Son los sentidos fuentes de error más que de conocimiento, y de los círculos eternos que abren nuestras acciones no sabemos más que sabe la piedra cuando cae en el agua y abre sus círculos. (...)




II

Toda expresión suprema de belleza es un divino centro que engendra infinitos círculos.


El amor nace de la entraña cristalina del día. Los ojos que pudiesen aprisionar de una vez en sus cristales todos los rayos del sol, serían centros como esos divinos corazones clavados de espadas. Ya Máximo de Éfeso, en sus disputas con los cristianos, explicaban que la Luz es el Verbo. El Empíreo, en aquella teodicea alejandrina un poco candorosa, oscura y llena de símbolos, no era solamente la última de las doce esferas donde moran, entre espíritus angélicos, las almas desencarnadas de los filósofos y los héroes; era también el centro de la suma llama incorruptible, y el arcano del primer móvil. Todo el gnosticismo enseña que la materia sólo se actuó como sujeto de las formas, después de la luz, y que en la luz está la Universalidad. Para aquellos iniciados, como para los neoplatónicos que llevaron los mitos helénicos la última interpretación sabia, el sol es el Logos. ¡Los infinitos caminos de amor se abren en la clara entraña del día!
Recuerdo un caso de mi vida en que me sentí lleno de luz y de emoción musical, como si todo hubiese cambiado de repente en la percepción de mis sentidos. Yo estaba en la era llena de sol, y el viejo cachicán me trajo un puñado de trigo que con grandes encomios del agosto trasegó en la palma de mi mano, vertiéndolo en ramales por entre los dedos. Me cegó un tumulto de sangre y sentí en su latido la hermandad de mi carne con la tierra. La vía sacra del mundo se abría para mí, y me colmó el alma tan beato amor por aquel puñado de fruto tendido al sol en la palma de mi mano, tan mística intuición, tan gozosa eucaristía, que cada grano se me reveló distinto con otra promesa de simiente, con otra gracia de color y de forma. Un lostrego de sangre encendida me había puesto en los ojos la mirada inefable, la visión gnóstica que aún pide a mi ciencia de las palabras expresión distinta por cada grano. Y cuando al caer la tarde abandoné la era, de tornada por el sendero del monte, aún me estremecía aquel conocimiento místico que había tenido sobre una almuerza de trigo, y cavilaba que, logrado igual sobre todas las cosas del mundo, sería amoroso aniquilamiento en el numen solar que pauta el círculo de nuestras vidas. La beata visión tenía el vértigo de los abismos, mi carne sentía la voz oscura de su hermandad con el barro del mundo, y mi alma vislumbraba presente en todo cuanto existe aquel instante genesiaco que hizo conceptos sensibles en la clara entraña del día de las Divinas Ideas.
Es enorme y difusa la memoria con que el limo se reconoce y se junta a través de las infinitas metamorfosis. En vano la larva angélica cautiva al mirar, cautiva al conjeturar, siempre cautiva, quiere romper la ley geométrica y fatal que impuso al barro el Demiurgo. La lontananza que abarcan los ojos, esta regula de la tierra que pisan los pies. Como a la piedra y al árbol, me aprisionan el paraje donde reposo y el camino por donde peregrino. Alma mía, para estar en toda las cosas como la imagen en el fondo del espejo, que no puede ser separada, ama tu carcel y toda las cárceles, ama tu enigma y todos los enigmas. Alumbra en ti la triple llama, junta la voz sagrada del barro y la voz genética de la forma con el gemido de tu conciencia angélica. Interpreta el símbolo trino del mundo con la clave trina de tu humanidad, según enseña la palabra fragante de misterio, guardada en la Tabla Esmeralda. ¡Alma, si quieres sentirte creada y gozar la gracia edénica del primer instante, ama la Idea del Mundo en la Mente Divina y en el Verbo del Sol!


Clave de Bóveda en San Miguel de Foces, Ibieca (Huesca)


III

Toda mística, como toda la creación estética, es amor y luz.


El Universo se rige por una ley de sideral simpatía, la atracción en los astros es el amor en los organismos, y únicamente gira extravagante de esta norma aquel soberbio que no puede amar, como suspiraba la ardiente Teresa de Cepeda. La conciencia genética está eternizada en el barro del mundo por el numen de los sexos, y todo se halla sometido al círculo de las vidas y de las muertes, todo menos la creación estética, verbo espiritual que se perpetúa en influencias diversas de ella misma. La creación estética es una larva angélica. Fruto de la luz, como la clara entraña del día, puede ser comparada a una matriz cristalina, donde cada mirada penetra con distinto rayo y alumbra un mundo distinto. Toda expresión suprema de arte se resume en una palpitación cordial que engendra infinitos círculos, es un centro y lleva consigo la idea de quietud y de eterno devenir, es la beata aspiración. El alma, cuando, desnuda de sí, trueca su deseo egoísta en el universal deseo, se hace extática y se hace centro. Entonces el goce de nosotros mismos se aniquila en el goce de las Divinas Ideas. Solo Dios puede estar en las cosas y amarlas con plenitud, mejor que se aman ellas, porque su mente cifra la conciencia del mundo.
El centro es la unidad, y la unidad es la sagrada simiente del Todo. El centro, como unidad, saca de su entraña la tela infinita de la esfera, y sin mudanza y sin modo temporal se desenvuelve en la espresión geométrica inmutable y perfecta, sellada y arcana. La unidad no lleva mudanza a la esencia de los números, no se multiplica, pero guarda la posibilidad del infinito, porque el infinito es una expresión de ella misma.
El infinito y la unidad son modos del quietismo matemático y alegorías del quietismo teologal. En la esfera está la alegoría sensible de la gnóstca Tríada. El Paracleto se simboliza en la sagrada simiente del centro. El Demiurgo, en la universaliad de la forma. El Verbo, en el enlace de la forma y la esencia. El centro es la razón de la esfera, y la esfera, la forma fecunda que desenvuelve las infinitas posibilidades del centro. La expresión inmutable de la unidad se transforma en la espresión inmutable del Todo. Unidad Potencial es el centro, y la esfera, Unidad Actual. El Verbo es su enlace, la cópula eucarística realizada fuera del Tiempo.



El corazón que pudiese amar todas las cosas sería un Universo. Esta verdad, alcanzada místicamente, hace a los magos, a los santos y a los poetas: Es el oro filosofal de que habla simbólicamente el Gran Alberto: ¡La Piedra del Sabio! Todas las cosas bellas y mortales, cuando revelan su íntimo significado, se aparecen como pentáculos de los números solares. La creación estética es el milagro de la alusión y de la alegoría. Solamente los ojos del iniciado aciertan a mirar una oveja en el rebaño, como el pastor y como el lobo. Solamente el iniciado descubre la eternidad de los Destinos. En vano las imágenes del mundo cambian, trashuman, desaparecen, y en vano se suceden las vidas; el goce de amor es siempre uno para el alma que mora vestida de luz en el castillo hermético, purificada la visión interior hasta gozar de todas las cosas en la Eternidad de su Idea. El milagro del éxtasis engendra el Universo. La unidad, inmutable como la divina sustancia fecunda, saca de su entraña la expresión, también inmutable, de lo infinito. Sólo el número, llamado siempre a mudanza es plural.


Jardín Zen


IV

El alma estética deviene centro cuando ama sin mudanza y por igual todas las imágenes del mundo en las divinas normas.

La Mente Divina sella todo el conocimiento, toda la voluntad y todo el amor en una sola luz. Su reflejo, que alguna vez llega a los ojos ingenuos, en otro tiempo también se manifestó en los míos. Era gracia de amor por todas vidas y todas las formas, era gozo de estremecer y morir. Mis ojos, en aquella hora, estuvieron llenos de supremas intuiciones, pero al peregrinar por los caminos del mundo, creyendo conocer, cegaron, y la estela del milagro se quebró en ellos como el rayo de sol en el prisma triangular de cristal. Cuando caminé por caminos, cuando navegué por el mar, todo se desligó, como las letras sagradas de los exorcismos, por las artes de brujería. Alboreando a mozo, estuve lleno de violencia y desamor. Fui lobo en un monte de ovejas, y el divino reflejo de la idea Única se abrió en un haz de ideas menores. Después, el resto de la vida, ya fue andar a tientas para volver a andar. El mundo perdió su divina transparencia, las formas de las cosas fueron silos herméticos, y la voz del limo, la voz originaria soturna en ellas, sólo me habló con atracción profunda en la forma de la mujer.
Y pasaron áridos los días, caravana de deseos, desiertos de sed... Y en medio de un gran dolor han vuelto a cantar en mi oído las alondras del amanecer. Acaso va a cerrarse el círculo de mi vida, y en la noche que acaba se anuncian las estrellas del alba. ¡Maravillosa resurrección! Aún ayer mi alma se dolía como el árbol seco de una cruz sin Cristo. Era en los últimos días de la invernada, una tarde azul ya llena de pájaros. Yo había llegado paseando hasta un campillo verde con oliveras y cipreses, que hace arrodeo a la iglesia del Lugar de Condes. Aromaba el hinojo, aromaba todo el campillo cubierto de flores menudas, llenas de gracia franciscana: Una cabezuela amarilla entre cuatro hojas inocentes. Me senté a la puerta de la iglesia. Había gran silencio. Después de las eras encharcadas donde pacía alguna vaca, se rizaba el mar. De tiempo en tiempo doblaba la campana y habría en el aire un círculo sonor que se dilataba y se perdía en el azul de la tarde llena de pájaros. Me sentí asistido de una paz devota, con angustia y gozo, como acontece en los momentos de máxima emoción, cuando la aridez interior se torna duelo de nosotros mismos. Era un estado ascético que yo conocía de otra veces: En él tengo entrevisto todas mis verdades, y en aquella hora aprendí que no hay más acendrada ventura que llorar las propias tribulaciones, como si fuesen ajenas. Yo las lloré en tal hora, no por mías, sino por el conocimiento que mi conciencia entrañaba de aquellas agonías de vida. Era el alma libertada de los vínculos carnales, la que amaba y lloraba mirándolas desprendidas de su momento, como larvas del humano dolor eterno sobre los caminos del mundo. Se me representó todo el pasado en un violento girar de torbellino, y mi atención estaba, como el grano de arena, suspensa y quieta en el vórtice. Volvían las horas, se materializaban en círculos poblados de espectros, y unos círculos salían de otros. De pronto, al rasgarse el sésamo de los recuerdos infantiles, apareció aquel campillo verde con los pájaros revolando en torno de la iglesia y las flores inocentes de la manzanilla. Me conmovió un gran sollozo, un eco a través de toda mi vida, un eco que se aleja, que se pierde, que no vuelve más... (...)

V

La belleza es aquella razón inefable que por luz descubrimos en las cosas para ser amadas, y para crear, porque amor es la eterna voluntad del mundo.


Todo nuestro saber temporal es una yuxtaposición de instantes, una línea recta, un rayo de sol. Sin embargo, este momento tan efímero volveremos a vivirlo en la remota eternidad, y lo que ahora es como el punto que vuela, será un círculo inmutable.


VI

Al pasar bajo el arco de la eternidad, en la suprema comprension de nuestra vida mortal está el premio y está el castigo.





Peregrino del mundo, edifica tu ciudad espirtual sobre la Piedra del Sabio. Hermano, pálido adolescente lleno de inquietud y de dudas, haz alto en el camino, aprende a ser centro y alma solitaria sobre el monte. Como los antiguos alquimistas buscaban el oro simbólico, sello de toda sabiduría, en el imán solar, busca tú la gracia de amor que no tienes, y acaso podrás ver sobre el camino de la tarde la blanca sombra, encarnación humana del Verbo de Luz. Infunde en tu alma el goce de lo bello, crea belleza, vive en belleza, y al contemplar tu pasado desde la ribera remota, contemplarás amor. No olvides que la última y suprema razón que todas las cosas atesoran para ser amadas es ser bellas. Todas son nacidas del influjo solar, y por la luz aprendidas. El limo se hace sagrado en la clara entraña del día al encarnar las celestes normas, y en el barro del hombre se redime la tierra de su oscuro pecado. La Humanidad es el fruto elegido en el connubio de Tierra y Sol. Cristo Jesús hace divina la negra carne del mundo, y su divinidad trasciende a la eterna sustancia de las cosas en el pan y en el vino de la Cena.
Aquellos que buscan la iniciación gnóstica se consumen en un anhelo por ser centros encendidos de amor, y caminan sobre la blanca estela del Ungido. Son las almas que reciben la luz de la gracia, pero hay otras menos felices y fortalecidas donde esta luz se quiebra, almas para quienes la intuición mística viene a ser como una estrella de argentinos caminos: Por el de la belleza peregrinan las vidas estéticas. Cada tributo teologal es un sendero, con diferente resplandor, y todos conducen al regazo del Padre. En la gran noche del pecado, cuando los malos espíritus volaban sin tregua en torno de ls hombres, el sendero de la belleza ya partía, como zodiaco divino, la bóveda oscura y sin luceros. Es el primer camino que se abrió en las conciencias, es anterior a toda razón ética, porque desde el nacer los ojos de las criaturas fueron divinizadas en la luz, y el logos generador fue Numen.

Pyramidión


Las almas estéticas hacen su camino de perfección por el amor de todo lo creado; limpias de egoísmo, alcanzan un reflejo de la mística luz, y como fuerzas elementales, imbuidas de una oscura conciencia cósmica, presienten en su ritmo el ritmo del mundo. Adustas acaso para el amor humano, se redimen por el amor universal, y cada una es un pentáculo que sella la maravillosa diversidad del Todo. Aún se acuerdan del día genesiaco cuando salieron del limo, y sienten el impulso fraterno que enlaza las formas y las vidas en los números del sol. La luz es el verbo de toda belleza. Luz es amor.


VII

Peregrino sin destino, hermano, ama todas las cosas en la luz del día, y convertirás la negra carne del mundo en el áureo símbolo de la Piedra del Sabio.

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El centro es un lugar desierto. El centro es un espejo donde busco mi rostro sin poder encontrarlo. ¿Para eso has venido hasta aquí? ¿Con quién era la cita? El centro es como un círculo, como un tiovivo de pintados caballos. Entre las crines verdes y amarillas, el viento hace volar tu infancia. -Detenla, dices. Nadie puede escucharte. Músicas y banderas. El centro se ha borrado. Estaba aquí, en donde tú estuviste. Veloz el dardo hace blanco en su centro. Queda la vibración. ¿La sientes todavía?

José Ángel Valente



Lecturas:

Ramón del Valle-Inclán, La lámpara maravillosa, Espasa Calpe 2009


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9 comentarios:

Anónimo dijo...

Un encuentro afortunado te lleva una vez más a la luz, a los discursos encaminados a su revelanción, a la búsqueda del secreto universal. Y yo me siento reconfortada al leer esos susurros en la voz de los hermanos, sin tiempo, sin distancia.
Amor y luz, dos constantes en tu post.
Quisiera compartir contigo (y con todos los que lean estas palabras, por supuesto)algo que podría ser visto como un tipo de danza y nada más, sin embargo tengo el atrevimiento de afirmar que en esta Arqueodanza hay filosofía, búsqueda, unidad y multiplicidad. Alejada por completo de la técnica, la coreografía y la perfección física los ciegos, los viejos, los niños y los jóvenes tal vez entienden sin palabras de esa luz y ese amor:

http://www.diezencultura.es/blogs/escuela-de-danza-en-la-uca-blog/arqueodanza-2-

Luz y amor, Jan.

Veda

Baruk dijo...

Hola Jan,

La piedra del sabio, un titular que por si mismo ya dice mucho sobre este inquietante texto de Valle Inclán.

A veces me pregunto que es lo que provoca a un hombre poder expresarse con esas palabras, la vivencia o el deseo de tenerla?

Peregrinos todos en busca de esas vivencias que nos permitan rescatar la piedra, fue una suerte poder recopilar entre ellas la fortuna de conocete.

El toro sabio fue testigo de ello.

Esperando repetir, un abrazo de parte de todos

Bon Nadal!

saludyromanico

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Jan dijo...

Hola Veda, he de confesarte que soy un entusiasta de la danza en general y especialmente atraido por la contemporanea. Encuentro que hay compañias en todo el mundo que hacen trabajos extraordinarios. Hace un tiempo tenía algunos vídeos aquí en el blog con algunos de ellos, entre los cuales se encontraba uno del coreógrafo Maurice Béjart basado en la música de Igor Stravinsky "La consagración de la primavera". Es éste: http://www.youtube.com/watch?v=Z0xNo2894Fw

Me ha parecido muy interesante el trabajo que se desarrolla en la escuela de danza de tu enlace, que añado a mi lista de Lugares Recomendados. La entrada de Arqueodanza 2 con imágenes del trabajo de Carmen Pérez acompañadas del poema del poeta Juan Ramón Jimenez "Espacio" me ha resultado muy sugerente. Las impresiones que he recibido me traen a la memoria el espíritu que se desprende de un texto de Walter F. Otto sobre el aspecto profundo y primigenio de la danza. Te lo dejo en el siguiente comentario, pues temo que en este ya no quede espacio. Me despido aquí deseándote lo mejor. Un abrazo !

Jan dijo...

Walter F. Otto

La danza, en su venerable forma de antiguo culto, es la verdad y al mismo tiempo la justificación de estar en el mundo; de todas las teodiceas, es la única eterna e irrefutable. Ella no enseña, no discute, sólo da pasos, y, con estos pasos, saca a la luz lo que está en lo más hondo de todas las cosas: no es voluntad ni poder, no es miedo ni preocupación, ni nada de todo aquello que se pretende imputar a la existencia, sino lo eternamente hermoso y divino. Ella es la verdad de lo existente y, en lo más inmediato, es la verdad de lo viviente.
Tan pronto como la vida es íntegramente ella misma, es decir, cuando se libera de lo momentáneo y de las necesidades y finalidades, entonces la danza se llena de ritmo y armonía, de la matemática de origen divino que obra en el fondo de todas las cosas y se hace visible con el perfeccionamiento de sus formas. Allí la alegría y la tristeza ya no son trágicas contradicciones, sino que ambas están unidas e iluminadas por la claridad de la esencia originaria.
Es el momento en que la criatura viviente suelta las ataduras de lo cotidiano para dejarse seducir por las cadencias lentas o rápidas, sostenidas o apasionadas de los movimientos primordiales, si bien siempre son grandes y solemnes. Lo que significa: ser uno y lo mismo con la vida del universo, dejar de ser individuo o persona para convertirse en el ser humano como criatura originaria, que ya no se enfrenta a los avatares cambiantes, sino que forma parte del todo universal. Más aún: no solamente no está frente a él, con diálogos y respuestas, sino que está en él, es el mismo. Elser con su verdad habla a través de la figura, el gesto y el movimiento.
Si todo el arte, como bien saben todos aquellos cuyos pensamientos son más profundos, tienen este significado fundamental, entonces la danza aún es más primordial y venerable que toda otra forma, pues aquí el hombre no crea nada material, sino que él mismo es la respuesta, la forma y la verdad.

Jan dijo...

Hola Baruk !

Seguro que habrá ocasiones en los que celebrar un nuevo encuentro. De momento, desde estos caminos que se cruzan en internet, os deseo un Bon Nadal y que la Luz os siga acompañando en vuestro peregrinar.

Un fuerte abrazo y hasta pronto !

patadeoca dijo...

Gracias Jan por tu Luz...
Abrazos y Bon Nadal

Jan dijo...

Gracias a ti patadeoca.

Mis mejores deseos para estas celebraciones, y abrigate bien, se lo que es un invierno en Toledo y hace un frío que pela !

Un abrazo

Anónimo dijo...

Muchas gracias por leernos, por dejar la huella de tu paso, por enlazarnos. Como habrás podido observar la estructura del blog está supeditada a la página de todos los demás blogs de la UCA por lo que no tengo manos libres para poder enlazar el tuyo (de momento. Tengo la paciencia de la piedra en el agua :) ).
Me ha encantado el vídeo, y al escuchar de nuevo a Stravinsky he recordado una canción poco conocida que próximamente subiré a Grooveshark para compartirla contigo.
En cuanto a las palabras de Walter F. Otto qué voy a decirte... humildemente las suscribo.

Feliz Navidad, Jan

Veda

Anónimo dijo...

... donde dice "la piedra en el agua" léase "el agua en la piedra"... aunque tal vez los dedos sabían al escribir alguna cosa que la razón no entiende ;)

Veda