Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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martes, 14 de agosto de 2012

El sentimiento oceánico

Playa del Merón en el Parque Natural de Oyambre
(Cantabria, España)
Un lugar donde suelo pasar tiempo contemplando el mar




"Estoy tendido en la playa, las olas centelleantes proyectan un resplandor azulado en mis ojos que sueñan. La brisa, mar adentro, agita su abanico... El asalto regular de las olas, exaltador, arrullador, llega hasta la orilla lavada por la espuma... ¿o hasta el oído? No sé. Lo cercano y lo lejano se confunden, dentro y fuera se deslizan uno en otro. El latido de las olas se hace cada vez más próximo, cada vez más íntimo. Su pulsación resuena en mi cabeza, más allá de mi alma, a la que abraza y engulle, mientras se derrama en el exterior en forma de olas azules. Sí, fuera y dentro no son más que uno, el universo aflora en el alma y el alma se disuelve en el universo. Nuestra pequeña existencia se sumerge en un gran sueño, el de la cuna, el de la tumba, el de la casa que dejamos por la mañana y recuperamos por la noche. Nuestra vida es esta breve odisea, esta arca lanzada sobre las olas de la unidad originaria de donde surge y adonde regresa... Azul, ondula el mar infinito en el que la medusa sueña esa vida primitiva hacia la que nuestra intuición desciende de nuevo de edad en edad, a través de las aguas oscuras de la memoria..."

Karl Joël (1864-1934), El alma y el mundo


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5 comentarios:

M.A.O dijo...

El texto que seleccionaste describe claramente lo que se siente junto al mar. Una comunión profunda, inexplicable, algo que nos enfrenta a nuestra propia fragilidad tanto como a nuestra entereza, una toma de conciencia plena, la certeza de ser sólo alguien en la inmensidad del todo.

Sin duda se ve maravilloso el lugar que elegís para contemplar el mar...

Abrazos querido Amigo!!

Jan dijo...

La expresión "sentimiento oceánico" o "sensación oceánica" que se ajusta perfectamente para encabezar el texto de Karl Joël, fue acuñada por el escritor francés Romain Rollan (1866-1944). Éste fue un gran estudioso del misticismo de la India, y al parecer se inspiraría en las metáforas tan fecuentes en su literatura religiosa relativas a los ríos o el mar, en especial en la filosofía vedántica. En ésta se identifica el par conciencia personal-conciencia suprapersonal (o brahman) con el par ola-océano, esto es, lo temporal y lo eterno. Desde la ignorancia (en el sentido de la igorancia metafísica) el yo personal u ola se cree parte separada del océano y las demás olas. Tras la iluminación el ego ya no aspira más que a reabsorberse en la totalidad "oceánica" con la que forma una Unidad, aboliendo toda frontera entre la conciencia de sí y lo Otro. En la poesía sufí también es frecuente encontrar el uso de esta metáfora.

Como siempre un placer Mabel.

Baruk dijo...

Hola Jan. Precioso lugar el que sueles contemplar.

Pienso que la contemplación mirando al mar es tan efectiva y fácil porque el mismo mar debe ser la contemplación materializada.

Nada material hay más hermoso, misterioso y atrayente que eso, nada supera en admiración a esa inmensidad.

Yo, como tu, tengo mi lugar de mar. Cada año y siempre que la ocasión me lo permite, comtemplo desde el Delta del Ebro como nuestra pequeña existencia se sumerge en un gran sueño, el de la cuna, el de la tumba.

Un abrazo

Jan dijo...

Hola Baruk,

con lo cerca que está de Barcelona ¿te puedes creer que nunca he estado en el Delta del Ebro? Siempre me han hablado muy bien de él, un lugar magnífico para disfrutar de la tranquilidad y del mar. Espero no tardar mucho en conocerlo.
Recién llegado estoy de mi lugar habitual de veraneo, al que no he faltado ningún año en ya más de diez años. La playa de la imagen la he recorrido en muchas ocasiones, tanto andando como en bici. Realmente es una delicia.
El entorno es muy rural, con mucho ganado. Este año ha ocurrido algo que resultó muy emotivo. La ventana de la habitación donde me alojo da a unos prados en los que en esta ocasión se encontraban caballos pastando. Hace un par de semanas amaneció con niebla, impidieno ver practicamente nada. Cuando empezó a despejar creí que un perro se había metido en el cercado y quizás estaba molestando a los caballos, para descubrir una vez que hubo mejor visibilidad que no era un perro tumbado lo que veía, sino la potrilla que una yegua había parido esa noche. Junto con la niebla llegó, ¿se te ocurre que nombre se nos ocurrió ponerle? Pues sí, ese mismo, se lo dijimos al propietario y con el se quedó. A las pocas horas de nacer consiguió ponerse en pie y mamar de su madre. Estos últimos días Niebla ya comenzaba a correr. Ser testigo de una forma tan cercana y directa de esa experiencia, tan común y cotidiana por otra parte por aquellos lugares, fué para alguien como yo, un "chico de ciudad", y otras personas del albergue algo extraordinario. Cosas como esta hacen que cada año decidamos volver.

Te mando un "calurosísimo" abrazo.

Baruk dijo...

Que chuli Jan! Y que necesitados estamos de historias como esta! Ver nacer animalillos en plena naturaleza es algo que nunca hubieramos rtenido que dejar perder.

Tons