Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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martes, 18 de septiembre de 2012

Maravillamiento

Alex Cherney, Moonshine www.terrastro.com/


"La experiencia del mar es demasiado global, demasiado mística para poder reducirse a una relación interindividual.
Hay una diferencia esencial entre una relación interindividual que se sitúa en un espacio cultural y lo que experimentas cuando estás solo en el mar en una bella noche estrellada, maravillado por el esplendor y la inmensidad del cosmos, sintiéndote enteramente engullido en este espacio global, sin poder hacer otra cosa que participar de él, y las palabras nunca llegarán a describir esto... En el mar, ya no soy yo mismo, soy el Cosmos".

Henri Laborit
, biólogo, Le Monde 24 de abril de 1983


En esta entrada transcribo unos fragmentos de dos obras publicadas de Pierre Hadot, autor ya conocido en este blog. El primero es la respuesta a la última pregunta de la entrevista realizada a Pierre Hadot que dio origen al libro La filosofía como forma de vida, y se encuentra en el capítulo Tan sólo el presente es nuestra felicidad. El segundo está extraído de Ejercicios espirituales y filosofía antigua. Uno y otro trata sobre la percepción de sí y del entorno desde la superación del "yo parcial y pasional" planteado por algunos pensadores de la Antigüedad, dando como resultado una obetivación de la mirada, un distanciamiento con los asuntos mundanos denominada como "perspectiva cósmica". Esta "mirada ingenua" (y desinteresada) de sí en torno a sí estaría ligada al sentimiento de la importancia del instante, expresado reiteradamente por estoicos y epicúreos y donde podemos encontrar el verdadero sentido del carpe diem de Horacio. A esta admiración y riqueza del instante que Hadot llama "la pura felicidad de existir", paradójicamente se añadiría entre los pensadores y poetas modernos la angustia e incluso el terror sagrado ante el enigma de la existencia.
 

Tan sólo el presente es nuestra felicidad (fragmento)
Por
Pierre Hadot



Jeannie Carlier: Un último tema vuelve siempre en tus obras, el del maravillarse ante el esplendor de la existencia y del universo. Pienso que ésta sigue siendo una actitud de los filósofos antiguos que consideras siempre viva, ¿no es así?


Ahora me das ocasión de volver a aquella idea a la que había hecho alusión hace un momento: vivir en el momento presente es vivir como si viéramos el mundo por primera vez. Esforzarse en ver el mundo como si lo viéramos por primera vez es desembarazarse de la visión convencional y rutinaria que tenemos de las cosas, es volver a encontrar una visión bruta, ingenua de la realidad, es apercibirse entonces del esplendor del mundo, que habitualmente se nos escapa. Es lo que se esfuerza en hacer Lucrecio cuando dice que, si el espectáculo del mundo se apareciese bruscamente e inopinadamente bajo nuestra mirada, la imaginación humana sería incapaz de concebir algo más maravilloso. Y Séneca habla de la estupefacción que le asalta cuando mira el mundo, este mundo, dice, que muchas veces miro como si lo viera por primera vez.
Volvemos a encontrar esta estupefacción, este maravillarse ante el milagro inaudito de la existencia del mundo en toda una parte de nuestra literatura occidental. En el siglo XVII, están los admirables
Poèmes de la Félicité de Thomas Traherne, que Jean Wahl se tomó la molestia de traducir, especialmente un poema titulado "Émerveillement": "Todo lo que veía se me aparecía como un milagro." A principios del siglo XIX, encontramos una vez más en Goethe, por ejemplo el canto de Linceo en la segunda parte del Fausto: "En todo percibo la eterna belleza." Y, más recientemente están, entre muchos otros, Rilke ("Estar aquí abajo es un esplendor") y Wittgenstein, que decía que su experiencia por excelencia era el maravillarse ante la existencia del mundo.
Así pues, no soy el único que se maravilla ante la existencia del mundo. Pero tengo un escrúpulo: esta belleza de la que habla Linceo, ¿no es un velo suntuoso que oculta el horror, el horror de la lucha por la vida, de aquellos animales pero también de aquellos hombres que se desgarran salvajemente? ¿No es la existencia el resultado de un combate atroz de las partes de la naturaleza, las unas contra las otras? Los estoicos nos dicen que hay que ver la naturaleza tal y como es, independientemente de nuestra representaciones antropomórficas. Hay algo verdadero en este rigor. Algunos documentales naturales en los que vemos a fieras devorar a su presa suponen que finalmente este horror es un esplendor. Y ya Aristóteles se extrañaba al preguntarse por qué rechazamos las cosas terroríficas o monstruosas que vemos en la naturaleza, mientras que las admiramos en las obras de arte. Un verdadero conocedor de la Naturaleza ha de amar incluso los aspectos repugnantes. En todas las obras de la Naturaleza, decía, hay algo maravilloso.
(...) A fin de cuentas, quizás el mundo sea espléndido, a menudo es atroz, pero sobre todo enigmático. La admiración se puede volver extrañamiento, estupefacción, incluso terror. Lucrecio, al hablar de la visión de la naturaleza que le reveló Epicuro, grita: "Ante este espectáculo, una especie de placer divino y un estremecimiento de espanto me sobrecogen." Son, en efecto, los dos componentes de nuestra relación con el mundo, a la vez placer divino y terror. Pero este texto es, que yo sepa, el único de la Antigüedad que hace alusión a esta dimensión de nuestra experiencia. Quizás habría que añadir la estupefacción de Séneca de la que acabamos de hablar. Este estremecimiento de espanto anuncia, en todo caso, el estremecimiento sagrado que el hombre experimenta, según el Fausto de Goethe, ante el carácter enigmático de la realidad, estremecimiento sagrado que es, dice él, "la mejor parte del hombre", porque es una intesificación de la conciencia que tenemos del mundo.
Los modernos, es decir Schelling, Goethe, Nietzsche, Hugo von Hofmannsthal, Rilke (en su primera
Elegía: "Pues lo hermoso no es otra cosa que el comienzo de lo terrible") y también Merleau-Ponty expresaron mejor, y quizá sintieron mejor que los antiguos, lo que hay de extraño y de misterioso en la existencia del mundo. Este estremecimiento sagrado no se produce voluntariamente, pero, en las raras ocasiones en que nos sobrecoge, no hay que intentar sustraerse de él, porque nos da el coraje para afrontar el indecible misterio de la existencia.

El instante (de Ejercicios espirituales y filosofía antigua)

  Resulta destacable que un célebre texto donde advertimos el eco de la tradición antigua y al mimo tiempo el anuncio de determinadas actitudes modernas, y me estoy refiriendo a las
Ensoñaciones de un paseante solitario, Rousseau constate en sí la transformación de la actitud interior en relación con el tiempo. Por una parte, "las cosas concretas se le escapan; sólo puede ver y sentir a partir del todo". Por otra, "el tiempo no es nada para (él) (...), el presente dura siempre sin señalar su duración y sin el menor rastro de continuidad, sin la menor sensación de carencia de júbilo, de placer o dolor, de deseo o temor, más allá de la característica de nuestra existencia (...)". Rousseau describe de forma excelente los elementos que componen y posibilitan la percepción desinteresada del mundo. Se trata de una concentración sobre el momento presente gracias a la cual el espíritu se separa en cierto modo de todo futuro o pasado, contentándose con la simple "sensación de existir". Pero la cosa no termina sin embargo con el simple repliegue sobre uno; más bien al contrario, esa sensación de existir va indisolublemente unida a la sensación de formar parte del todo y a la sensación del todo.
Rousseau nos enseña que se trata de un estado pasivo, casi místico. Pero en lo que se refiere a los antiguos esta transformación de la mirada sobre el mundo está estrechamente ligada a ciertos ejercicios de concentración del espíritu sobre el momento presente. Éstos consisten, tanto en el caso del estoicismo como del epicureísmo, en "separarse del futuro y del pasado" con tal de "concentrarse sobre el momento presente". Este proceso sirve para culminar este distanciamiento interior, esta libertad y serenidad del espíritu liberado de las cargas y los prejuicios del pasado y a la vez de cualquier preocupación por el futuro, algo indispensable si lo que se pretende es percibir el mundo en tanto que mundo. Se produce por lo demás en este punto una especie de recíproca causalidad. Y es que la toma de consciencia de nuestra relación con el mundo procurará a su vez al espíritu la paz y la serenidad interior en la medida en que nuestra existencia vuelva a situarse en una perspectiva cósmica.
Tal concentración sobre el momento presente nos permite descubrir el valor infinito y el milagro insospechado de nuestra pequeña esencia del mundo. En efecto, la concentración sobre el presente implica la suspensión de nuestros proyectos de futuro, o dicho de otro modo, implica que pensemos el instante presente como si se tratara del último, que vivamos cada día y cada hora como si no hubieran más. Para los epicúreos este ejercicio pone de manifiesto la asombrosa oportunidad que representa cada instante pasado en el mundo: "Piensa que cada día que comienza puede ser para ti el último. De este modo recibirás con gratitud cada hora más". "Recibir, reconociéndole todo su valor, cada instante de tiempo que viene a añadirse como si nos hiciera inmesamente afortunados". "El alma debe encontrar motivo de alegría en el presente y despreciar cualquier inquietud sobre el futuro".
Esta predisposición a maravillarse ante todo cuanto aparece, ante todo cuanto sucede en el momento presente, se descubre también -aunque por distintas razones- en los estoicos. Según ellos, cada instante del presente, cada uno de los acontecimientos que lo conforman, moviliza el universo por entero y a toda la historia del mundo. Nuestro cuerpo contiene todo el universo del mismo modo en que cada instante contien la inmensidad del tiempo. El despliegue de la realidad y la presencia del ser podemos sentirlas en nuestro interior. Tomando consciencia de un único instante de nuestra vida, de una pulsación de nuestro corazón, podemos sentirnos vinculados a la infinitud cósmica y a esa maravilla que es la existencia del mundo. En cada partícula de realidad está presente todo el universo. Esta experiencia del instante se corresponde en los estoicos con su teoría de la recíproca interpenetración de las diversas partes del universo. Pero semejante experiencia no tiene por qué estar necesariamente ligada a ninguna teoría. Puede expresarse por ejemplo en estos versos de William Blake:

Ver el mundo en un grano de arena,
El cielo en una flor silvestre,
El infinito en las líneas de la mano,
Y la eternidad en una hora.

Ver el mundo por última vez supone tanto como verlo por primera vez, tam
quam spectator nouus. Esta impresión está provocada al mismo tiempo por el pensamiento de la muerte, que nos revela el carácter en cierto modo milagroso de nuestra relación con el mundo, siempre precaria, siempre inesperada, y por la sensación de novedad que provoca la mirada concentrada sobre un instante, sobre un momento del mundo: éste parece así aparecer, surgir ante nuestros ojos. El mundo es entonces percibido a manera de "naturaleza", en el sentido etimológico de la expresión, como physis, es decir, como la fuerza por la que crecen, brotan y aparecen las cosas. Nosotros sentimos que somos un momento, un instante de esa fuerza, de ese acontecimiento de suma importancia que nos sobrepasa, que está siempre ente nosotros, siempre más allá de nosotros. Nosotros co-nacemos al mundo. Esa sensación de exisitir de la que hablaba Rousseau es la sensación de identidad entre la existencia universal y nuestra propia existencia.


Parta finalizar dejo algunos textos de diferentes autores donde se expresa el maravillamiento que supone contemplar el mundo desde la conciencia del instante.


"Suponiendo que digamos sí a un único instante, con ello hemos dicho sí a toda nuestra existencia. Pues nada se basta a sí mismo, ni en nosotros ni en las cosas: y si nuestra alma sólo ha vibrado y resonado de felicidad como una cuerda una única vez, toda la eternidad ha sido necesaria para ocasionar ese acontecimiento uno -y en ese instante único de nuestro decir sí toda la eternidad estaba aprobada, redimida, justificada y afirmada".

Nietzsche
, Fragmentos póstumos

"El sentimiento de la existencia despojado de cualquier otro afecto es por sí mismo un sentimiento precioso de contento y de paz, que bastaría, él solo, para volver esta existencia cara y dulce a quien supiera alejar de sí todas las impresiones sensuales y terrenas que sin cesar vienen a distraernos y turbar aquí abajo la dulzura. Una ensoñación dulce y profunda se apodera entonces de sus sentidos, y él pierde con deliciosa embriagueze en la inmensidad de este bello sistema (en el sentido de totalidad) con el que se siente identificado".

Rousseau
, Las ensoñaciones del paseante solitario


"El estremecimiento sagrado, he aquí la mejor parte del hombre. Por muy caro que el mundo le haga pagar lo que experimenta, es en el sobrecogimiento donde siente profundamente la realidad prodigiosa" (1).

"La percepción inmediata de los fenómenos primordiales nos provoca una especie de angustia" (2)


Goethe
, (1) Fausto y (2) Máximas y confesiones



"Todas las cosas
las cosas
próximas o lejanas
De una manera oculta
están ligadas las unas a las otras
por un poder inmortal
De modo que no podéis coger una flor

sin molestar a una estrella".


F. Thompson
, La Maîtresse de Vision


(...) mi experiencia par excellence... Creo que la mejor forma de describirla es decir que cuando la tengo me asombro ante la existencia del mundo... Voy a describir la experiencia de asombro ante la existencia del mundo diciendo: es la experiencia de ver el mundo como un milagro."

Wittgenstein
, Conferencia sobre ética

Lecturas:

Pierre Hadot,
La filosofía como forma de vida. Alpha Decay 2009
Ejercicios espiritules y filosofía antigua. Siruela 2006

Otras entradas de Pierre Hadot se pueden encontrar en el apartado de Etiquetas

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6 comentarios:

M.A.O dijo...

...Vivir cada instante en plenitud, como si fuera la última gota de agua que beberemos, la última flor que abrió sus pétalos ante el encantamiento de nuestra mirada, la postrera estrella en el firmamento, una mano que se cierra estrechando la nuestra, unos ojos que admiran la maravilla de estar viendo, dar gracias por cada momento, no creernos dueños de nada...quizá sólo de la posibilidad de maravillarnos ante la existencia propia y ajena.
Me agrada muchísimo este tema, te diría que es transversal en mi vida. ¡Gracias por traerlo aquí!!

¡Abrazo!!!

hiniare dijo...

Las experiencias que explicas en esta entrada y la anterior me han dejado sin palabras, ya hubiera querido yo vivir algo semejante. Sin embargo, he tenido una regresión que me ha hecho recordar una sensación parecida que viví hace muchos años, dentro de su humildad, me conmovió tanto que la dejé escrita… con boli y papel, ya hubiera querido yo tener acceso a algo como un blog en aquella época. Pero creo que puedo entender estas reflexiones.
h.

Jan dijo...

Me ha gustado Mabel eso de "no creernos dueños de nada...", a lo que me permito añadir: "desde la percepción desinteresada del mundo, sentir que todo lo acogemos. Ser Uno con todo anula cualquier necesidad de apropiarse de nada". Porque, -paradójicamente- "ya todo nos pertenece".

Me alegra que encontraras sintonía con este tema.

Abrazos

Jan dijo...

hiniare, he visto que acabas de publicar en tu blog con el título de "El momento" la experiencia vivida en una noche de verano de 1993 que aquí comentas y que escribiste en su momento.
Me ha encantado, y la encuentro muy en consonacia con los dos últimos textos aquí publicados. Destaco especialmente cuando dices:

"Mirando las estrellas, sentía las flores; oliendo las flores, veía las estrellas. ¡Qué extraño que dos cosas tan distintas me parecieran en ese momento tan iguales!

Sensación frecuente en esos momentos privilegiados de arrobamiento donde aflora una percepción de "unidad o conexión cósmica" que encontramos de otra forma descrito en las palabras de F. Thompson que me han recordado tanto:

"Todas las cosas
las cosas próximas o lejanas
De una manera oculta están ligadas las unas a las otras
por un poder inmortal
De modo que no podéis coger una flor
sin molestar a una estrella".

De verdad, me alegra que te animaras a publicarlo. Todos los lectores interesados pueden leerlo aquí:

http://lamanoblancadelaluna.blogspot.com.es/2012/09/el-momento.html

hiniare dijo...

Oh, gracias por la publicidad! Aunque no parezca nada tan profundo, y el lenguaje que usaba entonces ahora me parece algo convencional, ese momento tiene el valor para mí de haber sido REAL, no una reflexión intelectual o poética, sino una sensación tan real como beber o comer. No sé si Thompson sintió lo mismo pero acertó con las palabras.
h.

M.A.O dijo...

....y pertenecemos al todo..si, comparto totalmente la idea. ¡Gracias!
Abrazo!!!