Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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jueves, 16 de enero de 2014

Diario de un perro


Ilustración de Reinhold Hoberg, 1892


"El mundo subsiste gracias a la inteligencia del perro."

Zend-Avesta



Oskar Panizza (1852-1921) fue un psiquiatra y escritor alemán muy crítico con el tiempo que le tocó vivir, mostrándose siempre en contra del poder establecido tanto político como religioso, así como de los convencionalismos sociales y de la ceguera del ser humano ilusionado con erróneos ideales. Esa lucha constante contra lo establecido, junto a una visión desalentadora de la condición humana y del modelo de gran ciudad moderna que se imponía para vivir, contribuyó en gran medida a desarrollar la irónica y satírica lucidez expuesta con genialidad en Diario de un perro del que a continuación dejo unos fragmentos. Los acompaño con algunas de las ilustraciones que Reinhold Hoberg realizara para la edición original de 1892.


Diario de un perro
(fragmentos)
Por
Oskar Panizza



 ABRIL

HOY ME HAN VENDIDO a mi nuevo amo. Yo soy del campo. Desde ayer estoy en la ciudad. Todo es nuevo para mí, y todo se precipita sobre mí en forma de impresiones extrañas. Puedo decir que desde ayer siento que soy un perro. Estoy pensando. Antes hacía todo eso inconscientemente. Veo que el pensar es un trabajo que a menudo provoca dolor. Lo que me preocupa es que ese trabajo no se ejecuta voluntariamente. Ya no soy feliz como antes, pero me siento más orgulloso. (...)

HE CORRIDO MUCHO; Estoy muerto de cansancio; añoro mi pueblo. Allí, ¡qué rico trato con la naturaleza! Aquí, ¡qué monotonía, qué mundo gris, cerrado por muros de piedra! Allí un gigantesco cielo cuyo dibujo varía todos los días, árboles, bosques, estercoleros para nuestras narices, ¡mu, mu! y ¡quiquiriquí! Aquí un mundo cerrado con barricadas, y por medio da vueltas el género humano, saltando, gesticulando y chirriando las bocas. (...)

Yo soy un perrito, y hoy, mientras iba corriendo durante horas detrás de las jadeantes caravanas humanas, volví a sentir la vieja tentación de escrutar con más detenimiento a esa curiosa raza, de examinarla y estudiarla desde el punto de vista canino. Y que me disequen si hoy no he logrado, gracias a la lluvia, un descubrimiento memorable, un notable principio clasificatorio. Una diferencia  me había llamado la atención en esa raza saltarina y agitada:
a saber, que el cuerpo de unos remata en dos tubos o pilares tiesos como varas y gruesos como árboles, sobre los cuales avanzan trabajosamente, agitándose y contrayéndose con gran esfuerzo, mientras que en los otros la parte inferior del cuerpo termina en una punta achatada de forma cónica, que les permite, sin embargo, desplazarse lo suficiente, de modo semejante a los erizos. Acaso haya muchas variedades humanas más en toda esa comedia urbana, pero todo lo que he visto hasta ahora he podido reducirlo a esos dos tipos fundamentales. Pero cuál no fue mi asombro cuando hoy, mientras iban corriendo de un lado a otro, pude observar, favorecido por mi pequeñez, que también los hombres de remate cónico tienen, por debajo de ese extraño pellejo, unas piernas en forma de tubo, parecidas a las otras, aunque de índole muy distinta, semejantes a espigas y que se mueven. Y mucho habría de engañarme si esa bifurcación del cuerpo no se prolongara hasta una altura considerable. ¡Qué descubrimiento! ¡Qué curiosa variedad ha producido aquí la naturaleza! ¿Qué habrá pensado? ¡Así que esos especímenes voluminosos e hinchados por abajo tienen piernas por debajo de la hinchazón! Hoy he podido observarlo con toda claridad, cuando algunos levantaban un poco esa funda colosal, de forma acampanada, que les cubre las piernas. Resulta, pues, que la naturaleza les permite a unos enseñar las piernas (y hacer con ellas los más increibles movimientos en forma de tornillo), mientras que a los otros le ha otorgado la capacidad de ocultarlas bajo una especie de campana corpórea (ya que la funda es parcialmente hueca). ¡Los enseñapiernas y lo ocultapiernas! Esas dos especies pueden darse por seguras. (...)

CADA DÍA VOY MIRANDO detenidamente a los hombres con los que muy probablemente tendré que vérmelas durante los próximos tiempos. En fin de cuentas, son lo más interesante de lo que  uno encuentra por aquí. Lo que sigue todavía asombrándome sobremanera es que ellos, esa especie cuyos amontonamientos de casa y excavaciones de calles atestiguan aparentemente un alto nivel evolutivo, carecen por completo de talento para la orientación recíproca. Me refiero a la posibilidad de entenderse unos a otros. ¿A qué vienen esas tremendas expulsiones de aire al aire, esos  ruidos de dientes, esos chasquidos, esas endiabladas gesticulaciones? ¡Qué trabajo más penoso! Cuando uno observa a dos perros que se encuentran por casualidad y se exploran uno a otro, en pocos minutos todo está hecho. Sabemos que el otro se queja del frío, que tiene hambre, que lo han golpeado, que tiene un alma tierna, que es terco, que desconfía; el aliento nos lo dice todo; el alma se extiende abierta ante nuestras narices. Vean, en cambio, a dos hombres. A quien no lo haya visto, dificilmente podré darle una idea de lo que es eso. ¡Qué confusión! ¡Qué dispendio de ruidos y de movimientos! (...)
La verdad es que a menudo me pregunto si todos esos sonidos, esos graznidos y falsetes, tienen algún significado; si esa raza, pese a ese dispendio colosal, sabe finalmente qué piensa el otro por sí mismo y qué piensa de uno. Muchas veces, uno de ellos, con las mejillas hinchadas y ojos salientes, echa a rodar hacia fuera raciones enteras de sonidos, verdaderas explosiones, contra su interlocutor; éste, a modo de respuesta, se reclina y escupe hacia el cielo unos rapidísimos trinos o resoplidos en voz de tiple sobreagudo, verdaderas descargas de artillería, cruzando generalmente las manos sobre la barriga. Todo ello se acompaña naturalmente de abundantes contracciones, gesticulaciones y chasquidos (también a través de la nariz). Al final, uno de ellos vuelve a quitarse una parte de la cabeza (el sombrero), el otro saca el trasero, y luego se separan. ¿Sabrán algo el uno del otro? ¿De las cualidades de su alma? ¡Pobre especie! (...)


 JULIO

EN EL BALANCE DEL mes pasado, he sumado: 12 bastonazos; 25 puntapiés; 6 veces palizas, puñetazos y bofetadas; 3 veces he sufrido una sed terrible; 1 vez huesos raídos y duros como piedras; 35 veces "Aydidididididi, perrito guapo!"; aproximadamente 40 veces "¡Adededededé, el pachoncito negro!". De mi parte, por el lado de las prestaciones, he contabilizado: 120 lamidas; 370 husmeos; 500 meneos del rabo y cerca de 699 lameduras de botas. Cada uno se busca la vida como puede.


AGOSTO

PARECE QUE LOS HOMBRES a menudo se sustraen unos a otros los órganos más valiosos para unirse a ellos. Así he visto hoy, con no poco asombro, como un enseñapiernas en medio de la calle le metío a otro la mano en e bolsillo del pantalón y sacó algo con lo que acto seguido salió corriendo. El afectado, tras llevar rápidamente la mano al punto en cuestión, se percató de lo sucedido y se puso a dar unos gritos terribles. Todo el mundo acudía corriendo, averiguaba, gesticulaba, torcía todos los miembros imaginables; dadas las notorias dificultades de comunicación de esa especie, pasó algún tiempo hasta que que supieron qué pasaba. Entonces todos echaron a correr de repente en una misma dirección. El pobre hombre al que le habían metido la mano en el bolsillo del pantalón se quedó parado ahí, pálido y temblando. Por lo visto había perdido uno de los órganos más valiosos, sin el cual le era imposible seguir viviendo, acaso el corazón o el alma. (...)


SEPTIEMBRE

(...) El otro día encontré a la Luna. Estaba subiendo como un monstruo ardiente detrás del cerro. Una noche fresca y ligera colgaba del cielo. A lo lejos oía a un coro de ranas entregándose a rezos fervorosos y sonoros. Yo me encontraba ciertamente en un estado de ánimo religioso, pero ¡por Dios!, esas ranas con su parloteo incesante miden los padrenuestros por peso y creen que lo que cuenta es la cantidad. Yo, que soy perro luterano, concentro mis sentimientos en un solo golpe; rezo cuando tengo que rezar y cuando siento el impulso en mis adentros. Así que, mientras estaba echado allí fuera, en la falda del monte, con la mirada fija en la bola ardiente, sin ninguna preparación como estaba, sorprendido por el derrotero que tomaban mis propios pensamientos, empecé de repente: "¡Dios redondo de los flequillos luminosos! ¿Eres de veras un ser que nos protege, que nos depara huesos y sobras de carne y nos salva de las palizas de los hombres, que te presentas de noche para que no nos caigamos a las charcas y a las cunetas de los caminos? ¿O eres solamente un disco de señalización que alguien ha colocado ahí, semejante a aquel disco diurno que los hombres arrastran cada día en estado incandescente por el cielo, a fin de mejorar sus gesticulaciones? ¿Obedeces acaso  a otro ser más poderoso todavía, a un funcionario que hoy te pinta un cuarto, mañana la mitad y pasado tres cuartos? Y tu severa y bondadosa cara de perro  que nos muestras, ¿de verdad nos contempla piadosamente a nosotros, tus pobres hermanos azotados y vapuleados? ¿O es que lo que vemos en ti son solamente los feos agujeros, protuberancias y excrecencias de un viejo y arrugado queso de Holanda arrojado a través de los espacios celestes?".


Tras esa oración casi se me partía el alma de tanta emoción, de atormentada duda y dolor existencial, y me puse a aullar y a lamentarme hasta que en las calles cercanas los hombres de batas blancas sacaban las cabezas por las mirillas (ventanas), maldiciendo, chillando y gesticulando; uno salió con un bastón en la mano, y eché a correr a toda prisa.


OCTUBRE

¡ES INCREIBLE A QUÉ extremos son capaces de llegar esos comediantes! El otro día fui con mi amo a una casa en la que ya había estado antes, y en donde vivía un tipo que me daba siempre bizcochos. Apenas abrieron la puerta, vi a dos que estaban ahí de pie, con mocos y lágrimas corriéndoles por la cara, sonándose y torciendo los ojos que daba asco. Ya barruntaba yo que eso era otra gran comedia. Entro, y he aquí que el hombre, el tipo de los bizcochos, está echado, tieso como un palo, en una caja pintada de negro, disimulando, conteniendo la respiración, y no se mueve. ¡Vaya comedia! Acaso a alguno de vosotros, perritos, le da por pensar ahora que ese pillo al cabo de un rato se iba a levantar, darles la mano a sus colegas enseñapiernas y decirles, con las debidas reverencias y descubrimientos de dientes, que era todo una broma y que queden todos contentos? ¡Qué va!, el tipo deja que cierren la caja sobre él, la aseguren con tornillos, lo bajen por la escalera, lo suban a un fantástico carro tirado por dos caballos cojos y lo lleven durante una hora fuera de la ciudad.¡Qué broma más divertida!


DICIEMBRE

¡DIOS MÍO CREO QUE sea acaba el mundo!  Esta mañana... ¿Qué? Pues esta mañana, cuando mi amo abrió la ventana, el mundo entero estaba cubierto de una masa polvorosa, blanca y centelleante. A nuestro alrededor reinaba un silencio de muerte. Los dos nos quedamos tiesos de horror. Cuando más tarde salí a la calle y toqué esa papilla mortal, advertí que era un polvo de todo punto indefinible, una cosa que no pertenece a este mundo, algo del más allá. No es espeso ni ralo, ni pesado ni ligero, ni húmedo ni seco, no es para comer ni para beber, una cosa horripilante. Al tocarlo cruje y se espolvorea, mostrando que no es nada afin a nosotros; nada canino ni humano. No pertenece al arroyo, al prado, al árbol. No puede aportarle ningún provecho a nadie; a lo más puede arruinarnos a todos. Creo que es un castigo colosal que debe a hogarnos a todos. Creo que esa cosa blanca es el pecado. Todo el ancho mundo cubierto del pecado blanco. Y del cielo sigue cayendo cada vez más. Los pocos hombres a los que he encontrado hasta ahora están tiesos de espanto. ¡Ja! ¿Así que os han pillado? ¿Donde están vuestra gesticulaciones, raza de comediantes? ¡Todo está tieso y congelado! ¿Dónde están vuestros picotazos equilibristas corredores? Ahogados y enmudecidos por el polvo blanco del pecado. Esa pasta pecaminosa penetra en todas partes, en los oídos, en las narices, los pliegues de las fundas artificiales (ropa); he visto a mozos enteros empolvados de pies a cabeza. Una estirpe de molineros y harineros está cubriendo la tierra. Y esas muecas congeladas en las caras. Y las descargas bucales se han acabado. Reina un silencio espléndido, colosal, en el que el perro puede finalmente pensar y meditar. Creo que ahora le tocará al perro el turno de mandar; los hombres quedarán enterrados bajo el pecado blanco. Pero lo perros sabemos saltar, mantenernos arriba. ¡Ánimo y adelante! ¡No lloro a nadie! (...)
Los hombres tratan ciertamente de defenderse y protegerse; vienen cargando con nuevos miembros artificiales y se los abrochan; se colocan nuevas cabezas (sombreros) y pies (zapatos); recorren la ciudad, abren y cierran puertas, entran en los almacenes de miembros artificiales (ropa) y salen con nuevas partes del cuerpo gordas y rechonchas. Pero no les sirve para nada. El pecado sigue cayendo como llovizna, les penetra entre la barbilla y el cuello de la camisa; la perdición les está llegando hasta la barriga. ¡Así va! El mundo se acaba, y a vosotros se os llevará el diablo.




El pintor George Grosz mostró su admiración hacia Oskar Panizza al pintar la obra que aparece en la imagen siguiente titulada Dedicatoria a Oskar Panniza, que ha pasado a ser una de las obras del expresionismo alemán más célebres. 




Sobre esta pintura el crítico de arte Simón Marchán Fiz escribe: "...el oleo Dedicatoria a Oskar Panizza (1917-1918) refleja aún más el sentir apocalíptico de Meidner y los poetas crepusculares. Sólo que ahora el patetismo y la pasión dolorosa del primero son sustituidos por un sarcasmo que se asocia con la muerte. No es casual, a este respecto, la dedicatoria a un personaje tan controvertido como Panizza, médico psiquiatra de Munich que, acusado de injuriar a la religión y al emperador, vivía recluido desde 1904 en un manicomio. Autor de numerosos relatos fantásticos a lo Poe, como Visiones del crepúsculo, es un satírico y crítico implacable de la sociedad dominante, la pintura nos presenta una escena que se desarrolla en el laberinto callejero de la noche urbana. Motivos iconográficos como la danza y la muerte, los siete pecados capitales, la bajada a los infiernos o el mundo patas arriba, todos ellos de ascendencia barroca, no traslucen sino una exacerbación de los estados de angustia individual y colectiva, rayante en la desesperación destructiva y con el ocaso de la humanidad".(Contaminaciones figurativas págs. 61-62)


Lecturas:

Oskar Panizza, Diario de un perro, Pepitas de calabaza editores 2007 
Simón Marchán Fiz, Contaminaciones figurativas, Alianza Editorial 1986 

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El terror futuro

Ofelia

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5 comentarios:

Fedora dijo...

Pues me ha encantado! Nunca he tenido perro, pero está bien imaginar qué pensaran ellos de esta raza tan rara como es la humana. ¿quién tiene a quién? pensemos...:) un abrazo!

M.A.O dijo...

Hola Jan!
Bien sabés que amo profundamente a los perros, no imagino mi vida sin ellos. Esta entrada me encantó, me llega directo al corazón. ¡Claro que sí! Yo los miro y pienso siempre qué pensarán de mi, de la humanidad, de las cosas que hacemos y que consideramos tan importantes. Los observo en su diario devenir, son felices con muy pocas cosas y, sobre todo, con ser depositarios de nuestro cariño.
Pero ese tramo del diario donde el perrito encuentra la luna...eso si que es muy compartido por mi, que soy humana. Hasta te diría que si ellos la ven así poco falta para que la veamos igual, nos emocione hasta las lágrimas (a mi) y comprenda sus aullidos lobunos si los hubiera.
Qué decir...gracias, siempre gracias...un verdadero placer para el espíritu transitar por los espacios de Fragmentalia.

Van abrazos hasta allá!!
Mabel

Jan dijo...

He tenido algunas experiencias entrañables con perros, pero al igual que tu tampoco he sido "propietario" de ninguno.
Y tal como sugieres Fedora, es dificil saber quien es poseedor de quién ;)

Jan dijo...

Por supuesto Mabel que se de tu amor hacia los perros, inevitablemente cuando escribia el post pensé en ti. El relato invita a ponernos bajo la piel de ellos, con quienes por otra parte en cuanto a especie, instintiva y sentimentalmente tanto comparte con la nuestra.
Creo que siempre es justo que les hagamos el reconocimiento que se merecen.
Un enorme abrazo para ti, y una caricia de afecto para tus queridos y fieles amigos !

M.A.O dijo...

¡Gracias Jan!!!

¡Enorme abrazo! y...
¡Choque de patitas de Gipsy, Ginger y Fred!

Moltes gràcies!!!