Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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sábado, 9 de marzo de 2013

Ofelia

John Everett Millais, Ophelia (detalle)


... A su alrededor se extendieron sus ropas, y, como una náyade, la sostuvieron a flote durante un breve rato. Mientras, cantaba estrofas de antiguas tonadas, como inconsciente de su propia desgracia, o como una criatura dotada por la Naturaleza para vivir en su propio elemento. Más no podía esto prolongarse mucho, y los vestidos cargados con el peso de su bebida, arrastraron pronto a la infeliz a una muerte segura, en medio de sus dulces cantos.

Willian Shakespeare, Hamlet IV-VII


En las aguas profundas que acunan las estrellas,
blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente, recostada en sus velos...
cuando tocan a muerte en el bosque lejano.

Arthur Rimbaud, Ophélie


La poesía expresionista aparecida entre 1910 y los primeros años de la primera guerra mundial supuso un cambio profundo en la temática tradicional de la lírica alemana. Mayoritariamente los nuevos poetas dejarán de centrarse en la descripción de una naturaleza caracterizada por un "estilo bello", para encontrar inspiración en la reciente realidad urbana industrializada que se les muestra terrible y amenazadora, surgiendo así una visión donde la fealdad, la disonancia, la desolación, lo perverso y lo apoaclíptico serán recurrentes. La ciudad se convertirá bajo su mirada en un lugar demonizado donde se concentra el potencial destructor de la civilización moderna, erigiéndose en el paradigma de un mundo próximo a su fin. Las imágenes infernales de grandes ciudades industriales, especialmente Berlin, aparecen como expresión de un temor trascendental donde el hombre se desnaturaliza y se deshumaniza. La inhospitalidad, la desesperanza,  la desolación, el desarraigo, la degradación y la locura, todo lo negativo del mundo moderno lo verán allí condensado. Así la nueva generación de escritores incorporará todo aquello que se oponga al gusto de sus antecesores. Lo repugnante, lo deforme, la enfermedad, la muerte e incluso la putrefacción, ocuparan lugar dentro de una estética de lo feo con la que rechazaban los ideales de armonia y felicidad de una tradición artística que, entendían sus atífices, no se correspondía con el clima de la época. Época en la que al ambiente prebélico le siguió una guerra con un poder destructivo nunca antes conocido en Europa. 
Ejemplo de esta nueva lírica lo podemos encontrar en el poema Ophelia, de Georg Heym (1887-1912), quien se servirá simbólicamente del personaje literario para crear una imagen revestida con las sombras del tiempo terrible y convulso que le tocó vivir. A continuación dejo el análisis que sobre esa obra hizo el profesor de Filología Alemana de la Universidad de Sevilla Manuel Maldonado Alemán.



La muerte y la putrefacción en la lírica expresionista
(fragmento)
Por
Manuel Maldonado Alemán
(Universidad de Sevilla)



El motivo de Ofelia, la bella joven, primero seducida y luego abandonada, que en su desesperación desea encontrar la muerte por asfixia en el agua, aparece ya en el drama de Shakespeare Hamlet
Ernest Hebert, Ophelia
Ofelia ama a Hamlet, pero también a Polonius, su padre. Cuando se entera de que éste ha muerto (Hamlet lo ha asesinado), cae en la locura y se suicida. Desde entonces, el motivo de Ofelia inspira a pintores y poetas. En 1870, Arthur Rimbaud compone el poema simbolista Ophélie, que ejerce una cierta influencia en el Expresionismo alemán. En él se transmite la imagen de una joven belleza, tierna, triste y pálida, irreal, que en su dulce locura encuentra la muerte en el agua. Con su muerte, Ofelia supera el sufrimiento, se reintegra en la naturaleza más elemental y abandona la brutalidad de una existencia en la que es imposible conjugar amor y libertad.

A diferencia de la composición de Rimbaud, en el poema Ophelia de Georg Heym (1887-1912), que se estructura en dos partes y que fue escrito en 1910, aparecen elementos repulsivos.

I

Ratas de agua anidan en su pelo,
y anillos en sus manos, que como aletas son
sobre las olas; nada en la sombría
selva grande que en el agua reposa.

El sol postrero que va errante y a oscuras
se hunde profundamente en su cabeza.
¿Por qué murió? ¿Por qué tan sola nada
sobre el agua que enreda los helechos?

El viento acecha en los espesos juncos
como mano que espanta los murciélagos.
Húmedos por el agua, con sus alas sombrías
en el oscuro río se alzan como humo,

como nocturnas aves. Largas anguilas blanquecinas
sobre el pecho resbalan. Una luciérnaga aparece
en su frente. Sus hojas llora un sauce
sobre ella y su pena silenciosa.


Ophelia


Mientras que el cuerpo de la joven muerta flota solitario e inerte en el río, los animales y los elementos naturales que lo rodean se muestran activos, plenos de vida, e incluso personificados. Las ratas de agua anidan en el cabello de la joven; sus manos parecen aletas de peces también muertos; en torno a su cuerpo se concentran los murciélagos y por su pecho se desliza una anguila. El sol postrero se hunde en su cerebro. El viento acecha en los espesos juncos y "como una mano" espanta los murciélagos. Una luciérnaga se posa en su frente y un sauce "llora sus hojas sobre ella". Sombra y oscuridad envuelven la "gran selva" que sirve de escenario natural. Pero, pese al malestar, e incluso asco, que provocan las imágenes iniciales, el poema en su conjunto produce una sensación de armonía y sosiego. La joven muerta es acogida plenamente por la naturaleza y se resigna en ella, aunque la cuestión del porqué de su muerte queda sin aclarar.

Odilon Redón, Ophelia


El río, que arrastra el cuerpo de Ofelia, otorga unidad a las dos partes de la composición. Mientras que las cuatro estrofas de la primera parte se centran en un escenario selvático, la segunda parte se desarrolla en un paisaje urbano. Aquí se muestra a la joven que viaja por el espacio y el tiempo.

II

Granos. Sembrados. Y el rojo sudor en la mitad del día.
Los amarillos vientos de los campos duermen silenciosos.
Ofelia quiere dormir, un pájaro, se acerca.
Le abrigan, blancas, las alas de los cisnes.

Los párpados azules sombrean dulcemente
y entre el aire que brilla en las guadañas
sueña en el carmesí de algún abrazo
sueño eterno en su eterna sepultura.

Pasa, vuelve a pasar. Donde la orilla sueña
con el bullicio de la ciudad, y el río blanco
rompe diques y el eco largamente
retumba. Donde se oye, río abajo,

el son de llenas calles. Repique de campanas.
El silbido de un tren. Lucha. Cae al oeste
sobre cristales empañados una sorda luz crepuscular
en que con brazos gigantescos una grúa amenaza,

tirano poderoso, la frente ennegrecida,
Moloc al que rodean sus siervos de rodillas.
Carga de puentes que atraviesan con pesadez el río
tal si lo encadenaran, dura condenación.

Nada invisible que acompañan las olas.
Pero allí donde cruza ahuyenta multitudes,
con grandes alas, un pesar profundo
que ambas orillas ensombrece a lo ancho.

Pasa, vuelve a pasar. Cuando se entrega tarde a la tiniebla
el alto día oeste del verano,
donde en el verde oscuro de los prados reposa
el cansancio sutil de la tarde lejana.

Lejos la arrastra el río, mientras se hunde
en luctuosos puertos invernales.
Tiempo abajo. Por entre eternidades
cuyo horizonte humea como fuego.


Paul Albert steck, Ophelia


En contraste con la oscuridad y la melancolía de la primera parte, ahora destaca un colorido metafórico en el que predomina la luminosidad y el color de la vida. El sufrimiento inicial ha desaparecido y se ha alcanzado un estado de armonía con la naturaleza. Ya no se habla de "pena silenciosa", sino de "sueño eterno". En vez de con un pez muerto, a Ofelia se la compara ahora con un pájaro. La noble imagen de los cisnes, cuyas alas blancas abrigan su cuerpo, contrasta con las ratas, los murciélagos y el anguila de la primera parte. Por un momento parece que Ofelia aún esté viva: sueña con el amor, "con el carmesí de un beso", pero su cuerpo continúa flotando en la corriente: se trata tan solo de "un sueño eterno en su eterna sepultura".


   Ophelia


En las últimas estrofas, se impone un paisaje industrial propio del mundo moderno, en el que la técnica y el maquinismo han sometido a la naturaleza. La prepotente presencia de la gran ciudad se destaca mediante metáforas visionarias que evocan ruido, amenaza, tiranía y supeditación. Finalmente, el cadáver de Ofelia se hunde en el agua. Su desaparición definitiva tiene un efecto apocalíptico: simboliza el ocaso de la civilización actual, cuyo horizonte, en la lejanía, "humea como fuego".


Robert Walquer, Ophelia


Lecturas:

Manuel Maldonado Alemán, El expresionismo y las vanguardias en la literatura alemana. Editorial Síntesis 2006

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7 comentarios:

M.A.O dijo...

Creo que la poesía permite expresar con total libertad las aristas más disímiles entre sí que podamos imaginar. El nacimiento de diferentes corrientes literarias tienen que ver con características propias de cada época pero, fundamentalmente, con el deseo profundo de expresar lo inexpresable, de hacer visible lo que el alma pugna por mostrar, de otorgarle voz a lo indecible y, sobre todo, permitir que la palabra se nutra en su propia fuente, expandiéndose, cargándose de múltiples significaciones, guardando -celosamente- el instante primigenio del acto creativo en sí...
Gracias Jan por compartir esta temática, como siempre abriendo ventanitas a mi curiosidad e interés.
Abrazo grande!!!

Jan dijo...

Hola Mabel,

siempre me ha parecido sugerente cómo los personajes míticos, históricos o literarios como el que protagoniza el poema aquí analizado, son reinterpretados o tomados como motivo sobre el que se proyectan diferentes sensibilidades artísticas.

Tal como dices lo que siempre pone en marcha la actividad creativa, sea la época que sea, es la necesidad interior, el deseo profundo del alma por expresarse. Al parecer los artistas expresionistas(a su manera) dieron prioridad a esta cuestión. A diferencia del naturalismo preocupado en la manifestación sensitiva, el movimiento expresionista aspira a la expresión de sentimientos y experiencias internas. Renunciando a la plasmación exterior de la realidad y la descripción detallada de la superficie, optan por lo que consideraban "la esencia profunda de las cosas". De esta forma, "el artista ya no se preocupa por reproducir la realidad objetiva del mundo presente, sino de manifestar un sentir subjetivo". La impresión desde fuera pasa a ser expresión desde dentro, invirtiéndose de alguna forma el proceso. El artista pasa así a manifestar un sentir interior. Lo prioritario ya no es el mundo exterior, sino la proyección del alma del artista transformada en visión. Desde su punto de vista, este sería el verdadero acto creativo. Así, "el artista expresionista no mira, adivina; no describe, vive, no refleja, crea".

Como siempre un placer.

Baruk dijo...

Hola Jan!

siempre me sorprendes con tus entradas, originales siempre y con las que siempre aprendo algo.

Sin entrar en la controvertida decisión de Ofelia, que prefiere desaparecer a vivir una realidad que no le satisface, he encontrado algo sumamente acorde a mi forma de pensar y descrito de una forma admirable.

Se trata del siguiente pensamiento que has incluido:

La ciudad se convertirá bajo su mirada en un lugar demonizado donde se concentra el potencial destructor de la civilización moderna, erigiéndose en el paradigma de un mundo próximo a su fin. ...Las imágenes infernales de grandes ciudades industriales, aparecen como expresión de un temor trascendental donde el hombre se desnaturaliza y se deshumaniza.

Ahí radica uno de los problemas que lleva a desear el suicidio a más de uno, no estamos hechos para vivir entre desnaturalizados ni deshumanizados.

Abrazines

*

Jan dijo...

Baruk, la visión deshumanizada de las grandes ciudades como caldo de cultivo para la disociación, soledad y locura del individuo es tratada en numerosas ocasiones por los expresionistas alemanes. Te dejo estos dos ejemplos:

Las tumultuosas calles fluyen llameando
a través de la cabeza apagada. Y me hacen daño.
Siento con claridad que pronto pereceré.
Rosales de mi carne, no pinchéis así.
La noche enmohece. El resplandor cardenillo de las farolas
la ha embadurnado, rastreramente, con inmundicia verde.
El corazón es como un saco. LA sangre se hiela.
El mundo se derrumba. Los ojos se desmoronan.
(Alfred Lichtenstein)

Las noches explotan en las ciudades,
desgarrados estamos por la luz feroz, tórrida,
y nuestros nervios revolotean, hebras desorientadas
en el viento adoquinado que se quiebra por las ruedas.
(Ernst Wilhelm)

El icono en que se ha convertido "El grito" de Edvard Munch quizás sea la pintura más representativa para expresar esa visión.

Pero, aunque minoritariamente, también hubo poetas que dejaron constancia de la fascinación y entusiasmo ejercido por la gran metropóli:

A vostras, grandes, embriagadoras ciudades, os dedico mi himno más entusiasta.
¡Mi propio semblante lleva, cómo no, vuestra marca en el dolor confusa, bulliciosa!
Perturbado como vosotras, sacudido en la estrepitoa cadena.
Gloria resplandeciente, entretejida extrañamente con luz y noche ¡tú que trenzas mi frente desgarrada!
(Johannes R. Becher)

A pesar de la ambibalencia, de la aternacia de luz y sombra con que se muestra la ciudad, se hace evidente el canto de alabanza que a ésta se dedica.

Desde la distancia de la realidad urbana de principios del siglo XX, y la del XXI, yo personalmente mantengo una relación de amor odio con esta gran ciudad en la que vivimos.

Abrazos

hiniare dijo...

Hola!
Nunca hubiera relacionado el expresionismo con Ofelia, me hace pensar más bien en "El gabinete del doctor Caligari" y "Metrópolis". Por aquella época rondaban también los futuristas, pero ese amor por el progreso del hizo apuntarse al fascismo...uf! Me quedo con las pesadillas expresionistas.

Estas ofelias parecen más bien náyades, como un canto a la relación entre el agua y lo femenino... incluso en la muerte. Las ilustraciones son preciosas, me quedo claro con la de Millais. Hizo posar a la pobre Elizabeth Siddal dentro de agua helada, por poco es un retrato de una muerta auténtica. Pero es imposible mirarlo sin estremecerse.

Una entrada preciosa,
h.

Jan dijo...

Hola hiniare,

en efecto, la idea más difundida del Expresionismo es la que nos ha llegado con el cine. Lo cierto es que entre éste y la literatura se dieron mutuas influencias. Algunos escritores adoptaron lo que se conoció como "estilo cinemtográfico" por lo que la nueva prosa imita el dinamismo propio del montaje fílmico donde predominan los sucesos rápidos, llenos de movimiento.

Sí, la verdad es que el ideal de progreso que preconizaban los iracundos futurista cuanto menos lo podemos tachar de pintoresco. Entre los postulados de su primer manifiesto de 1909 -escrito también con ánimo de provocación- podemos encontrar "perlas" como esta:

"Queremos glorificar la guerra -única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, la acción destructora de los libertarios, las hermosas ideas por las que se muere y el desprecio de la mujer."

No conocía esa anécdota sobre la forma en como Millais hizo posar a su modelo para pintar la célebre obra. Siempre había tenido la impresión de que en esta pintura Ofelia aparecía muerta, pero después de verla junto al pasaje de Hamlet ",,,Cantaba estrofas de antiguas tonadas, como inconsciente de su propia desgracia...", en la que debió inspirarse creo que es así como aparece representada, con una de esas tonadas entre los labios poco antes de morir ahogada.

Sí que es verdad que el trágico personaje de Shakespeare ha inspirado preciosas pinturas. Personalmente la de Redón me resulta muy atractiva por parecerme que se representa simbólicamente de forma muy acertada la idea de acogimiento y reintegración en la naturaleza.

Encantado de encontrate por aquí

Raticulina dijo...

Un poco de música para esta magnífica entrada?
http://youtu.be/capvs1kwerc

Un saludo.