Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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martes, 26 de noviembre de 2013

El descenso a los infiernos de David Nebreda


David Nebreda, Autorretrato


"Y en esta visión yo vi, de los graduales pisos de los condenados..., lo que Dios quiso mostrarme. Y vi una mansión que se llama la tenebrosa, de cuyos peldaños varios yo descendí cerca de cinco, contemplando los tormentos de cada uno de ellos..."

Ibn Arabi, Futûhât, I


"...La fosa es tan profunda, que no se puede ver su fondo, sino mirando desde la parte más alta del arco, que lo domina perpendicularmente. Allí nos pusimos , y desde aquel punto vimos en el foso unas gentes sumergidas en un estiercol, que parecía salir de las letrinas humanas; y mientras tenía la vista fija dentro, vi a uno con la cabeza tan sucia de excremento, que no podía saber si era clérigo o seglar."

Dante Alighieri, Infierno Canto XVIII



Juan Antonio Ramirez en su libro Corpus solus. Para un mapa del cuerpo en el arte contemporáneo, hace un interesante análisis de la obra fotográfica del madrileño David Nebreda.


David Nebreda: sacrificio y resurrección
 (fragmentos)
Por
Juan Antonio Ramírez


(...) Destaca el hecho de que estas obras sean el testimonio supuestamente verídico y objetivo de un caso clínico, documentación fidedigna de una vida. A través de sus textos y de sus parcas explicaciones orales sabemos que David Nebreda nació en 1952, y que es licenciado por la facultad de Bellas artes de Madrid. Cuando hizo esos estudios ya le habían diagnosticado los médicos una esquizofrenia (que más tarde sería declarada irreversible) a la que que aluden , en algunos casos directamente, sus autorretratos fotográficos. Esta grave enfermedad se había manifestado en 1972, a los diecinueve años. Tiene familia: un hermano (al que no ve ni habla desde hace años), y sus padres, aquejados ambos, según declaraba en febrero de 2002, por graves trastornos psiquiátricos. Nebreda vive en algún lugar de Madrid, completamente recluido, no ve la televisión, no lee los periódicos, no visita las exposiciones, ni mantiene ningún contacto social o profesional. Tampoco permite a críticos y estudiosos visitar las dos parcas habitaciones que le sirven de vivienda y taller. Es vegetariano desde hace más
de treinta años, no consume  drogas de ninguna clase, legales o ilegales, y hace tiempo que ha renunciado a todo tipo de medicación para el tratamiento de su dolencia. Se atiene a la más estricta abstinencia sexual (carece de compañías amorosas), y lo más importante de todo: se ha sometido a extremas experiencias de autocastigo que incluyen el ayuno, la flagelación, los cortes sangrantes, los pinchazos, el cosido de la piel, las quemaduras de diverso tipo, prácticas de agotamiento físico (como caminar incansablemente por el pasillo), largos periodos de reclusión y silencio absolutos o el embadurnamiento del cuerpo con los popios excrementos. De todo ello dan testimonio sus autorretratos, crudas presentaciones de una anatomía demacrada hasta el estremo, amoratada por los golpes, sucia y ensangrentada.
(...) El papel del espejo tenía forzosamente que ser importante para este esquizofrénico que vive, por decirlo de alguna manera, una existencia desdoblada, y que aspira a reconocerse en una imagen más o menos integral. (...) Ellos revelan sutilmente cuál es la vocación secreta de tales aditamentos; se trata de abismos a los que Nebreda se asoma con la evidente vocación de bucear en lo insondable, lo cual no excluye su función como ingredientes alegóricos heredados de la tradición barroca. 
Observemos un ejemplo tardío, en la foto titulada La medición del espejo, donde el autor está en cuclillas, semidesnudo, con una camiseta raída, en un rincón, mirando (arrojándose casi) a un espejo redondo colocado en el suelo, y cuya forma parece querer reproducir con el compás de cristal que tiene en su mano derecha; entre el círculo real y el imaginario que está trazando hay un triángulo de paja en cuyo interior destaca una piedra irregular. Son símbolos filosóficos y/o religiosos tradicionales que evocan la Trinidad o la iconografía de la masonería, a la cual podrían ligarse, además de los triángulos (hay otro más pequeño apuntando hacia el ángulo inferior derecho), otras cosas, como la piedra sin tallar. Pero están muy lejos de poseer univocidad semántica. ¿Reproduce Nebreda en el suelo de su habitación el cielo-infierno del espejo al que se asoma como si se quisiera suicidar? ¿Escenifica un ritual de regeneración que acabará con la "piedra tallada" de su propia vida, al estilo masónico?


  D. Nebreda, La escalera del cielo 


(...) La representación neutra y sistemática de los instrumentos de mortificación que encontramos en La escalera al cielo (cuchillas, aguja, hilo y bisturíes) o en Materiales utilizados para las quemaduras de manos, pecho y costado (tostador de pan, cigarrillos, cables y alcohol para quemar) trae también a nuestra memoria una lámina de Vesalius en la que aparecen sobre una mesa todas las herramientas necesarias para practicar la cirugía y la disección anatómica.
Pero estos y otros parentescos históricos parecen casuales y no son realmente decisivos. No creo que se pueda decir lo mismo al tenebrismo del Barroco, una corriente artística (y espiritual) con la que sí enlaza de lleno el trabajo de David Nebreda. Como en las mejores pinturas de Caravaggio y de sus seguidores, no hay tampoco aquí "exteriores", y los fondos, en el caso de existir, delatan una pobre habitación toscamente amueblada y con un repertorio  de objetos bastante rudimentario. La iluminación, muy contrastada, hace que el cuerpo del modelo aparezca con una gran proximidad física, con una intensa tactilidad. Ese ser inerte y ensangrentado está en las fotos como algo real, al alcance de la mano. Su piel macerada, pegada a los huesos, nos hace pensar en los santos anacoretas de Ribera y en las naturalistas nórdicos o franceses. El colorido común a base de grises, ocres y sienas tostados refuerza esta proximidad. Pero más intenresante aún resulta la presencia de la luz artificial: las velas encendidas juegan un notable papel en algunas de las fotos de Nebreda. Con ellas puede iluminar sus llagas o crear un espacio acotado, sagrado, en el interior del cual se situa el cuerpo sacrificado. Lo importante, en fin, es transmitir la impresión de que todo sucede en un ámbito cerrado y asfixiante, en el interior del cual observamos a un cuerpo agonico que batalla duramente entre las sombras.


D. Nebreda, Autorretrato


(...) Podemos acercarnos a la obra de Nebreda como quien hace un vía crucis, considerando cada fotografía al modo  de una estación (un estado o paso gradual) en un arduo proceso de despojamiento que habrá de conducir a la anhelada regeneración. Son, en clave laica, "estaciones en el infierno", relatos visuales alucinanates de un viajero que ha llegado hasta los límites de lo inaudito.
Su cuerpo esquelético, sucio y lacerado, indica que ha renunciado casi por completo a la comida. Se embadurna, en cambio, en su sangre y en su mierda. Nebreda habla del "orgullo del castigo que así deja de ser culpable", y en cuanto a los fluidos y desechos corporales no me resisto a copiar otro fragmento de sus escritos:

¿Cómo dar a entender las sensaciones provocadas por mi sangre y mis excrementos? Sensaciones primarias de reconocimiento, de plenitud, de alegría, de ternura, de identificación lejana, de amor. (...) Mi sangre y mis escrementos, mis quemaduras, mi agotamiento, mi cuerpo y su dolor, un dolor necesario y alegre, son los únicos elementos para establecer y reconocer la mitad de mi patrimonio.

Con sangre ha hecho, en efecto, muchos dibujos e inscripciones. En cuanto al escremento sabemos que lo ha guardado en el frigorífico durante un tiempo determinado, reformulando de otra manera el problema de la conservación que se planteó Piero Manzoni con las latas de Mierda de artista (1961). 
Parece que el propósito de tal acumulación era disponer de material suficiente para hacer un autorretrato tan impresionante como el de Cara cubierta de excrementos, una de las pocas obras "gestuales" de Nebreda, eco inconsciente de los trabajos con barro del grupo Gutai, y una de las creaciones más verdaderamente abyectas de todo el siglo XX. Las manos, órganos privilegiados de la creación artística, están también llenas de mierda en El escremento del hijo se divide en dos mitades. Y por si no estuviese suficientemente clara la idea de que ése es el material alquímico del creador, hay otro autorretrato en el que vemos a Nebreda empuñando con su mano izquierda, a modo de paleta y pinceles, unas flores secas (son crisantemos) y una bolsa de plástico llena de escrementos. Todo esto parece excesivo, y no creo que sea totalmente descabellado deslizar una tímida interrogación: ¿Esconde este artista, a pesar de su declarada gravedad, un secreto sentido del humor?

D. Nebreda, El espejo, los escrementos y las quemaduras (1998-1990)


Lo que sí está claro es que muchos  de estos autoretratos poseen vocación de santidad. En el caso de la fotografía que ahora comentamos es evidente que hay un halo ovalado claro detrás de ese cuerpo esquelético que exhibe las quemaduras de los cigarrillos entre las costillas, que está tirándose de los pelos, con sus ojos cerrados dirigidos hacia la derecha. El otro pequeño autorretarto de perfil (obtenido con una doble exposición) que se ve a la izquierda de la misma obra refuerza nuestra impresión de hallarnos ante un Ece Homo. He aquí al artista-martir de la tradición romántica llevado al paroxismo del dolor.

(...) La verdad es que casi todas sus obras muestran al hombre sacrificado (al "cordero" como él mismo dice), y sería fácil establecer un paralelismo con las imágenes tradicionales del ciclo de la pasión. No faltan tampoco las reliquias: los objetos del martirio (cuchillos, correa, cenizas...) y los santos sudarios (sábanas, vendas...). Las llagas sangrantes están siempre presentes.

 D. Nebreda, Sin título


(...) Se diría que este ser es una especie de larva que habrá de resucitar un día convertido en hermosa mariposa adulta tras un periodo de ocultamiento y mortificación. La metáfora de la metamorfosis que ha sido tan importante para algunos artistas "religiosos" como joseph Beuys me parece también especialmente aplicable al caso de Nebreda. Es un hombre que se ha encerrado en sí mismo, como el gusano que construye su capullo y vive allí una existencia soterrada, alimentándose de sus propios fluidos, y sufriendo los desgarrones inauditos de una absoluta transformación corporal. Su obra es el misterio de un gran misterio natural, el diario secreto de una larva. El excremento, la sangre seca y la ceniza forman, durante el proceso, una especie de segunda piel, protectora y nutricia. El pan, alimento y símbolo eucarístico, es acuchillado y quemado por Nebreda (como vemos en Autorretrato con los ojos abiertos, cuentagotas y pan ardiendo). Pero la aniquilación de ese (su) cuerpo (de Cristo) es iluminadora  y producirá las cenizas de las que habrá de nacer el hombre nuevo, como el Ave Fénix de la tradición medieval.


D. Nebreda (título no encontrado)


Por eso me parece que es una obra optimista. Nebreda ha bajado al abismo más oscuro de sí mismo y, tras sufrir peripecias y penalidades indecibles, ha regresado cargado de tesoros. Como joyas rutilantes, resplandecen en la oscuridad de este mundo sombrío en el que habitamos todos. "No más allá", parece proclamar. Desde el fondo de la cueva, desde el interior del capullo de la metamorfosis, desde el cáliz de la Pasión emerge el mensaje de que "aquí ya no queda nada". Sólo cabe volver a empezar. O mejor aún, resucitar.

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No me parece desacertado interpretar las imágenes (escenificaciones metódicamente planificadas apuntaría yo) de autocastigo realizadas por David Nebreda, bajo la influencia de expresiones literarias y artísticas comunes a diferentes tradiciones en las que el proceso para la redención surge de la mano de una sucesión de sufrimiento, penitencia y martirio, pudiéndolas encontrar frecuentemente ilustrando biografías y mitografías de héroes, santos y profetas. Trabajo espiritual en muchas ocasiones contemplado como un viaje a las regiones subterráneas donde en lo más profundo y oscuro encontrar el "tesoro". Muerte y descenso a los infiernos, por una lado, resurrección y ascenso a los cielos por otro, que aparece resumido en el acróstico VITRIOL, del adagio Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem (Busca en el interior de la tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta) de la tradición hermética. 
Entre los muchos ejemplos -siendo el de la Pasión de Cristo el que nos resultaría más cercano-, en la Grecia antigua sería Orfeo quien bajara al inframundo para regresar transformado. En el Islam son muchos los textos donde se describen los horrores del infierno como el que sigue: "Sobre los ángeles del infierno que me preguntas, has de saber que Dios los creó de fuego (...) Dios los creó igualmente sordos y mudos e infundió en su corazón tanta insensibilidad y tanta crueldad que nadie podría expresarlo; no saben hacer otra cosa que no sea torturar y atormentar con crueldad a los pecadores (...) Al castigo del fuego del infierno que sufren los pecadores, hay que añadir este otro castigo muy cruel y es que los ángeles que allí moran los atormentan con enormes mazos de hierro y los golpean con fuerza (...)". Párrafo perteneciente al Libro de la escala de Mahoma traducido al latín en el siglo XIII donde se narra un viaje por los diferentes niveles celestes e infernales, obra que pudo servir de precedente a La divina Comedia de Dante, y que tanto ésta, donde Virgilio hace de guía al escritor italiano, como en la otra el ángel Gabriel al profeta del Islam, han sido interpretados esotéricamente como modelos donde se simboliza el ascenso espiritual. Es también frecuente encontar en la literatura visionaria de la Edad Media occidental el infierno imaginado como un gran monstruo devorador inspirado en el leviatán bíblico, con el mismo simbolismo extendido en mitos de diferentes pueblos donde el cuerpo de la diosa telúrica es representación de las entrañas de la tierra, del inframundo. Sobre ello dice Mircea Eliade en Nacimiento y renacimiento: "Existe pues una serie de imágenes paralelas, el vientre de una giganta, de una diosa, de un monstruo marino, que simboliza el útero telúrico, la noche cósmica, el reino de los muertos. Entrar en este gigantesco cuerpo vivo equivale a descender a los infiernos, enfrentarse a las ordalías destinadas a los muertos. El significado iniciático de este tipo de descenso al inframundo es claro: el que tiene éxito en dicha proeza ya no teme a la muerte, ha conquistado una especie de inmortalidad corporal, el objetivo de toda iniciación heróica desde los tiempos de Gilgamesh".
Son muchos los escritos donde encontramos referencias a esta peregrinación-descenso a los infiernos, a continuación dejo algunas citas:

"Cuando alcances el fondo del pozo de tu propia naturaleza, conocerás lo que era tu propia vileza".
 (Rûmî)

"Tiembla, pues debes morar por un trimestre bajo tierra con los muertos a fin de liberarte de tus imperfecciones".
(Irenaeus Agnostus)

"Las gemas preciosas están profundamente enterradas en la tierra y sólo pueden ser extraídas con un enorme esfuerzo".
(Ânanda Moyî)

"Verdaderamente el que busca perlas debe sumergirse hasta el fondo del mar, arriesgando su propia existencia".
(Himno Gujarati)

"Quienes bajan a lo profundo, contemplan las maravillas del Señor (Sal. 107, 23). Esto es tan cierto de la profundidad  de la aflicción como de la profundidad de las aguas. El que entra satisfecho en la nube, y en la más retirado de ella, se encuentra con las maravillas y los secretos de la Gloria".
(Peter Sterry)

"Cristiano, es necesario estar alguna vez en el abismo del infierno:
si no vas allí vivo, tendras que ir muerto"
(Angelus Silesius)

"Y cuando esperaba el bien, sobrevino el mal; cuando esperaba la luz, vino la oscurida.
Mis entrañas se agitan sin descanso, han venido sobre mí días de aflicción.
Ando en torno enlutado, sin consuelo, y me levanto en la asamblea para gritar.
¡He venido a ser hermano de los chacales y compañero de avestruces!
Mi piel se ha ennegrecido sobre mí, y mos huesos queman por la fiebre.
Hase trocado en duelo mi cítara, y mi flauta en voz de plañideras".
(Job, 30, 26-31)

"Lo que es basto y espeso debe tornarse sutil y luminoso por calcinación.
Ésta es una operación muy lenta y dolorosa, porque es necesario extraer la raiz misma del mal; hace que el corazón sangre y la naturaleza gima en tormento".
(Henry Madathanas)

"Me acerqué al infierno, hasta las puertas de Proserpina, y después de ser embelesado por todos los elementos, volví a mi lugar".
(Apuleyo)

"Y todavía puedo estar peor, lo peor aún no ha llegado
mientras podamos decir: 'Esto es lo peor'.
(Shakespeare, El rey Lear, IV, 1, 27)

"Y así es que cuando más segura está y menos se cata, vuelve a tragar y absorber el alma en otro grado peor y más duro y oscuro y lastimero que el pasado, el cual durará otra temporada, por ventura más larga que la primera".
(San Juan de la Cruz)



Lecturas:

Juan Antonio Ramírez, Corpus solus, Siruela 1998

Mircea Eliade, Nacimiento y renacimiento, Kairós 2000

Libro de la escala de Mahoma (Según la versión latina del siglo XIII de Buenaventura de Siena) Siruela 1996

René Guénon, El esoterismo de Dante, Paidos 2005


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Dolor Sagrado

Resurrección


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10 comentarios:

Fedora dijo...

Tremendo...¿hay que considerarlo artista?

RAB dijo...

Me parece un horror que se interprete a este hombre como artista. Esto demuestra el grado de perversión de una sociedad que transforma la enfermedad, el dolor y el sufrimiento en un arte. Como hemos relegado el corazón al agujero de las tripas, nos gusta observar este tipo de espectáculos al que comparamos con manifestaciones artísticas de santidades y sacrificios que bien lejos están de la santidad o el sacrificio, y sí más cerca del morbo. El hombre está enfermo, punto. Y ha encontrado el reducto justo para exponer sus miserias: el mercado del arte. Gina Pain en los 70 se quedaba corta al lado de este pobre hombre.
un saludo

Jan dijo...

Encuentro excesivo e innecesario exhibir en la propia piel prácticas que, tal como se desprende del artículo, han sido tan comunes en manifestaciones artísticas y literarias ligadas a la espiritualidad y santidad. Sin duda puede encontrarse en ello algo malsano, llevándolo este fotógrafo supuestamente aquejado de esquizofrenia al límite. Y sí, puede despertar el morbo, o, más allá de esto, ser una invitación a analizarlo con espíritu crítico tal como hizo el profesor Juan Antonio Ramírez.
No era mi intención entrar en el debate tantas veces abierto sobre si determinadas manifestaciones pueden ser consideradas arte.
Gracias por comentar en una entrada cuyo contenido entiendo resulta desagradable.

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bodegonconteclado dijo...

Hola, Jan!!! Soy fanática de Ramírez, y lamenté mucho su muerte a destiempo. Este libro, Corpus Solus, me costó mucho leerlo por la dureza de las imágenes, pero en especial me dolió lo de Nebreda. La idea de ser literal —de hecho, de desafiar la "estética" del asco que aprovecha una artista como Orlan quien se esculpe para ser "bella"— con la fragilidad, el desamparo y la soledad del cuerpo me recuerda los escándalos en la escena del arte en Nueva York a principios de los Ochentas en que se hacían fotos de mutilaciones terribles para venderlas a coleccionistas. De ahí partió eventualmente Andrés Serrano con su exhibición titulada "Morgue", que rezumaba la estetización de una crueldad cuya belleza te obligaba a mirar una imagen intolerable (en el sentido que le da a esta palabra Jacques Rancière) cuya base ruda fue el poemario "Morgue" de Gottfred Benn, según el propio Andrés me comentó una vez que le visité en Manhattan. A esto Serrano le siguió con otra expo que se tituló "Shit" (Mierda) en la que fotografió la mierda humana misma sin intentar estetizarla (en el sentido de Orlan). Mirar la mierda de muchas maneras me provocó lo mismo que ver las fotos de Nebreda en el libro de Ramírez: mirar deritus, mirar la muerte misma, me resultó intolerable.
Nebreda encuentra sus antecedentes en los cuerpos descarnados de la pintura alegórica del Renacimiento temprano todavía preocupada alertar sobre los peligros de la mundanidad recordándonos la muerte material, y quizás las muchas tumbas medievales europeas decoradas con esculturas a escala humana parecidas al cuerpo de Nebreda, cuyas imágenes coleccionó Erwin Panosfky en bellísimo tomo "Tomb Sculpture" (1964).
Pienso también en la gigantesca cantidad de fotografías de los campos de concentración alemanes donde esos cuerpos ya privados de identidad pero aún con un soplo de vida ambulaban hacia la muerte o cuyos cadáveres aparecían amontonados afuera de algún edificio esperando su turno para la incineración. Creo que esas fotos de los campos de concentración también fueron tomadas por ojos educados en esas pinturas y esas esculturas dedicadas a una eutropelia moral, que predicaba el anonadamiento del cuerpo que a fin de cuentas sigue Nebreda como modelo de representación. Hasta sus poses se parecen a estas imágenes que menciono.
Quizás, como nos ha dicho en varias ocasiones Umberto Eco, estamos entrando en una nueva Edad Media en la cual el cuerpo regresa a ser vestigio imperfecto de una idea divina más perfecta de lo humano (como nos propone, en su ingeniosa semiótica, Agustín de Hipona), o en la cual el cuerpo es simplemente hallado culpable de su propia humanidad y se le desgasta, se le erosiona, se le reduce a una piel amojamada pegada al hueso. El cuerpo que Nebreda esculpe en su propio cuerpo elimina todo lo que está "de más": vitalidad, turgencia, forma, suavidad, redondez, Nos enfrenta con su propia reliquia. Quizás la reliquia de nuestro siglo, tan enamorado del cuerpo hermoso.
Perdona la incoherencia, te escribo ento en medio de un cansancio largo.

bodegonconteclado dijo...

Por cierto, no conozco el libro de Guenon sobre Dante. Sentí una aguda envidia de tu biblioteca. Un cariñoso saludo desde Puerto Rico!!!!!!

Jan dijo...

Hola Liliana!

comparto contigo el interés por la obra del profesor Ramírez, de quien he leído parte de sus obra ensayística. Precisamento ahora estoy con el proyecto dirigido por él donde se recogen artículos de diferentes autores sobre "La arquitectura fantástica en España", publicado en "Escultecturas margivagantes". Muy interesante. Comparto también encontrar excesiva mente "literalizada" la propuesta de Nebreda. Te agradezco que comentes esos precedentes dentro del arte contemporáneo que desconocía. Y sí, es amplísima la iconografía que aparece sobretodo durante el Renacimiento, para dar luego paso a la surgida en el Barroco como influencia directa en la estética de este fotógrafo tal como se hace referencia en el artículo. Veo que has dedicado estudio al tema y lo analizas desde una perspectiva amplia.
A mi sobretodo me estimularon las implicaciones apuntadas por Ramírez con respecto al simbolismo muerte-renacimiento en el contexto esotérico. De la ascesis espiritual entendida como un viaje a lo más oscuro y terrible, a la "noche oscura", el necesario tocar fondo desde el que iniciar la remontada hacia la iluminación o renacer, y del que la bajada al inframundo, hades, o a los infiernos con toda la serie de castigos que allí se describen, se han interpretado como una metáfora.
De ello se da cuenta en el "Esoterismo de Dante" al que te refieres, y algo también se desprende en "Nacimiento y renacimiento" de Eliade que lo acompaña en la bibliografía que apunto.
A mí personalmente el descubrimiento de la obra extrema de Nebreda me ha llevado a reflexionar sobre el por qué la espiritualidad está tan ligada al dolor, y aclaro que su obra la veo como una escenificación, no como un documento donde se muestre un proceso espiritual real. Algo que también podría dar pie a interpretarla (no digo que fuera la intención del autor) como una parodia sobre el abuso de la presencia del dolor (¿necesario, inevitable?) tradicionalmente presente y asumido dentro de la espiritualidad.

Una alegría encontrarte por aquí. ¿Por cierto, que hay de tu viaje a España?

pallaferro dijo...

Demasiado tiempo llevaba sin visitarte en este rincón de Fragmentalia.

Sorprendente obra la de David Nebreda, pero con las explicaciones y descripciones te permiten profunizar en la reflexión que evoca su trabajo.

Claro que conozco otros artistas que también "déjalos ir" con sus reflexiones plasmadas en el arte!

Un abrazo, y a ver si eso de "mi foto actual" pasa a ser una realidad presente ;)

Jan dijo...

Hola pallaferro,
en un principio dudé por la dureza de su contenido, pero merecía la pena dedicar una entrada a la obra de Nebreda, más junto a las sugerentes palabras de Ramírez. Al margen del contenido de las fotos, y de las circunstancias desde las que se han realizado con todos los ingredientes para hacerlas de dificil asimilación, hay que reconocer en ellas una gran calidad artística.

Creo que me resultan familiares esos "otros artistas" a los que te refieres. Qué malo eres.., te van a dar para el pelo...
Sí, es cierto, "mi foto actual" ya hace tiempo que dejó de serlo. Sigues siendo muy malo...

A ver si nos vemos pronto,
abrazos !

Baruk dijo...



Llevo tiempo intentando asimilar la visión de estas las fotografías y soy incapaz de opinar ni en contra ni a favor, reconozco que me aturden totalmente sus procedimientos pero sí creo es un auténtico artista.


Me resulta doloroso reconocer al "hombre" en esas fotografías que me producen rechazo y no quiero aceptar ...así somos nosotros, talmente.


sí, para mi es un ARTISTA de repulsivos métodos, aunque mi opinión, como él asegura, no cuenta, pues esta contaminada por los prejuicios -y tiene razón-.

Gracias Jan por descubrirmelo :-)

Jan dijo...

Yo tampoco las ensalzo ni las censuro, Baruk. Cada cual que haga su propia lectura, coincido contigo en la valoración que haces.

Es perfectamente normal que una obra como esta cause rechazo y cree controversia, aunque por otra parte una institución como es la Universidad de Salamanca mostró interés y publicó una de sus series de autorretratos, supongo que porque encontraron que su calidad artística era merecedora de un reconocimiento, así como de darle una oportunidad a la reflexión. No creo que en esa iniciativa hubiera algún interés morboso.
En Francia ha tenido más difusión que en España.

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