Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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lunes, 22 de julio de 2013

El Libro de Job de William Blake



Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara.
Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido

Corintios 13:12


Y después de deshecha mi piel, aun en mi carne veré a Dios;

Job 19:26


Entre los magníficos textos que aparecen en Ocho ensayos sobre William Blake escritos por Kathleen Raine, recientemente traducidos al castellano por Carla Carmona y editados por Atalanta, me ha parecido especialmente sugerente el dedicado a la interpretación que sobre la figura bíblica de Job hiciera el genial artista, y que además, reúne a una de sus series de grabados más impresionantes.


El sufrimiento según las ilustraciones de Blake del Libro de Job
(fragmentos)
Por
Kathleen Raine


El sufrimiento para Blake es un estado de ignorancia (es decir, ignorancia de Dios); que, para Blake, es el Dios interior. Blake veía que en las iglesias se veneraba al Dios de este Mundo -el Dios de la ley moral-; la Divina Humanidad no se descubre mediante moralidad y observancia, sino a través del renacimiento espiritual.
Tal es el secreto de la liberación; al hombre Cualquiera de Inglaterra le dice que debe "abandonar las cosas mortales": "entonces se levantará de su Tumba, entonces se encontrará con Dios en el Aire y entonces será feliz". Blake considera que la felicidad es nuestro estado apropiado, al alcanca de todos los que están dispuestos a "abandonar las cosas mortales" por el reino de la Divina Humanidad. El sufrimiento, para Blake -que lo conoció extensamente durante su propia vida y también a su alrededor en el mundo asolado por guerras que le tocó vivir- no es, como pensarían muchos, un estado de sabiduría definitiva, una aceptación heroica de que las cosas son como son. De ningún modo. El estado supremo es la felicidad, y Blake usa para referirse a ella el término bliss, equivalente en inglés de la palabra india ananda, "felicidad".

Y los árboles y las aves y las bestias y los hombres contemplan su eterna alegría.
¡Levantaos, leves alitas, y cantad vuestra alegría infantil!
Levantaos, y bebed vuestra dicha, pues todo lo que vive es sagrado.

¿Qué pasa, entonces, con los padecimientos de Job? Hay que decir aquí que no se trata de que Blake interpretase de forma correcta o no el propósito del autor del Libro de Job, o de si su comprensión se adecúa a la ortodoxia cristiana o a la judía. De hecho, ha habido comentaristas tanto cristianos como judíos que han compartido la visión de Blake de que Job no era una figura inocente expuesta a sufrimientos infligidos gratuitamente, porque, en palabras de Jung, Satán hizo una apuesta con Dios. Ha habido muchos otros que han mantenido perspectivas muy diferentes: Para Blake, Job no tenía, como para Jung, una superioridad moral sobre Dios sino que estaba, por el contrario, ciego de fariseísmo, según Blake la más aberrante de todas las cosas. Una individualidad virtuosa -un ego virtuoso y farisiaco- es lo contrario de la Divina Humanidad, y así como llama a ésta, Jesús, la Imaginación, al otro lo llama, sin ambigüedad alguna, Satán, la Individualidad. De esta forma, el elenco de papeles para el drama representado por Job (y recreado en todas las épocas) lo constituyen Satán, la Individualidad, el ego humano, y la Divina Humanidad que mora en el interior. Además, está la mujer de Job, su anima, la imagen de su alma. Blake modifica la historia de la Biblia, donde la mujer de Job le falla y es reemplazada por otra mujer, presuntamente mejor, hacia el final del drama. Pero Blake, sin duda pensando en su fiel Caterina, la hace partícipe de todos los sufrimientos de Job, su iluminación y su felicidad final. Aparte de estos, están los tres amigos de Job y el hombre joven, Elihú, quienes se corresponden, en la propia mitología simbólica de Blake, con los Cuatro Zoas, los "cuatro poderosos que están en cada pecho". Por tanto, en la disposicón que hizo Blake de la historia de Job somos testigos de una experiencia interna, de un drama interior. (...)

Grabado de William Blake con un ideograma donde se representan los Cuatro Zoas (Urthona, lo imaginativo y espiritual, Luvah, lo pasional, Urizen, la razón limitada, y Tharmas, lo sensitivo corporal) como círculos de la realidad interna del ser humano (microcosmos) que, siendo a la vez las cuatro potencias primarias del universo (macrocosmos), se interseccionan en el Huevo Cósmico. 
La imagen nos recuerda en su simbolismo al "huevo alquímico" en cuyo interior se producen las transmutaciones que darán nacimiento a la Piedra Filosofal. (Nota de Fragmentalia)

 En la narración de Blake de la historia de Job nos encontramos con el relato de un acontecimiento interior; un acontecimiento en el interior del alma del antiguo personaje bíblico de Job, pero también es para Blake, por encima de todo  y especificamente, un drama que él vio encarnado en el alma colectiva de la nación inglesa, el gigante Albión. Blake estaba preocupado sobre todo por comunicar su mensaje profético a su propia nación. Ese mensaje es verdaderamente universal, pero también es específico. (...)
El diagnóstico que hace Blake de la enfermedad y el sufrimiento de Job no difiere del que hace de la "enfermedad de Albión" -la enfermedad espiritual de la nación inglesa dominada por el materialismo filosófico impuesto por el ego racionalista, que ha olvidado las causas espirituales.
En cualquier caso, seguiré el orden de los veintidós grabados, aunque me temo que sólo describiré una pequeña parte de su rico contenido. De su belleza visual no diré nada -de lo que podrán maravillarse ustedes mismos, al tiempo que reflexionan, tal vez, en que ésta no se desvincula de la visión sagrada que Blake intenta comunicar valiéndose de toda su destreza de grabador.


Portada

La portada reza "Ilustraciones del Libro de Job", cuyo título aparece tanto en inglés como en hebreo. El título es sostenido por una escuadrilla de siete espíritus alados que representan a los elohim, los siete espíritus de Dios que los cristianos reconocen como el séptuplo Espíritu Santo y los cabalistas como las siete Sefirot más bajas (la Trinidad, que completa el número diez sefirotal se encuentra en el mundo increado). De esta forma, Blake, desde el principio, proclama en un símbolo su creencia de las causas espirituales; "la Naturaleza es una visión de la Ciencia de Elohim", escribió en el poema de Milton. Cada espíritu es a su vez activo cada uno de los días de la creación (el tema se trata magnificamente en la lámina 14). Seis de los espíritus en la portada muestran sus rostros; el séptimo vuelve la espalda, aparta el rostro; ¿por qué?
En la obra de Blake no hay detalle accidental: su séptimo espíritu no ha llegado todavía, la Creación es incompleta, pues el reino de la Divina Humanidad todavía no se ha establecido, en Jesucristo. Esto prepara la escena para el drama de la búsqueda del rostro de Dios por parte de Job -el rostro humano de Dios.


Lámina I

Los actores humanos aparecen en la historia en la lámina I; un solemne retrato de familia de Job en su prosperidad, con su mujer y sus siete hijos y tres hijas, sus rebaños de ovejas pastando al fondo. Job y su mujer se sientan el uno junto al otro con los Libros Sagrados abiertos sobre sus rodillas; pero en la parte inferior un texto marginal reza: "La Letra Mata, El Espíritu Vivifica". Job y su familia viven de acuerdo a la letra de la ley. Del gran Árbol de la Vida que les da cobijo penden instrumentos musicales, sin usar -los dones espirituales que han rechazado al seguir la letra de la ley-. No obstante, aparentemente todo está bién.


Lámina 2

En la lámina 2, se nos muestra el aspecto interno de las cosas, que es algo diferente. Blake sigue la tradición al representar tres niveles: el natural, el psicológico y el celestial. Entronado en el mundo celestial está Dios. Como es el Dios del interior de Job, comparte sus rasgos, sólo que los suyos son más radiantes. Con un dedo que apunta hacia abajo emplaza a Satán, que es la figura central en el mundo de en medio -el psicológico, el mundo de la vida interior de Job-. En este mundo hay cuatro figuras (la cuarta es Satán) que podemos equiparar a los Cuatro Zoas, los "cuatro poderosos" que están "en cada pecho" (así los describe Blake). Sabemos que en el drama de Albión Satán es identificado con la razón caída -natural-, responsable, según Blake, de la rebelión de la individualidad humana contra el mundo divino. Allí también vemos los inqueitos rostros humanos de Job y su mujer al contemplar la llegada de Satán envuelto en una llama. Abajo, en el mundo natural, se rompe la solemne quietud de la lámina I. Los hijos e hijas observan, preocupados, cómo dos ángeles muestran a Job un pergamino, el mismo que en el mundo superior se despliega ante Dios: la crónica de su vida. Job, sorprendido, sostiene el Libro de la Ley, como si se estuviera defendiendo de algún desafío o de una acusación: ¿acaso no ha cumplido la ley? ¿Qué explica, entonces, este día del Juicio Final? Protesta: está libre de culpa.


Lámina 3

En la lámina 3, las cosas han ido de mal en peor, la oscura figura alada de Satán esparce fuego y destrucción al tiempo que la casa se desmorona sobre los hijos e hijas de Job -como se cuenta en la Biblia-. Pero Blake entiende la pérdida de Job de sus hijos e hijas como una muerte espiritual y no natural -la única muerte que Blake reconocía-. Nuestros hijos mueren para nosotros cuando dejamos de amarlos; dejamos de amarlos cuando los juzgamos moralmente, y los juzgamos moralmente cuando vivimos según la letra de la ley. El espíritu de Jesús, recordamos, es "el continuo perdón de los pecados", pero Job todavía no ha aprendido que el espíritu del Dios vivo difiere de la letra  de la ley de acuerdo a la cual hasta ese momento ha vivido. "La Letra Mata", había grabado Blake en la lámina I; la lámina 3 plasma precisamente eso: la letra está matando a la familia de Job.


Lámina 4

En la lámina 4, Job y su esposa aparecen sentados solitariamente en su mundo arruinado mientras el mensajero comunica sus noticias de muerte y destrucción; sobre ellos se encuentra la figura de Satán, que ahora domina la escena -ni más ni menos que el ego humano-. La literatura mística cristiana también lo concibe tradicionalmente así: Satán no está fuera, sino en nuestro interior. "En cada hombre nace un espectro o Satán", afirma Blake, "y necesita una nueva individualidad continuamente." Es el ego humano el que se rebela contra el orden divino, ofreciendo autonomía, libertad, al hombre natural. El Satán de Milton declara: "Mejor gobernar en el infierno que servir en el Cielo" -idea compartida por muchos-, donde el infierno es, por supuesto, el reino arrebatado a Dios. En los términos de la vida interior, el reino divino es la Imaginación, el reino de Jesús; el de Satán, el mundo natural, donde el ego empírico es Señor de Este Mundo -de acuerdo con uno de los nombres tradicionales de Satán.


Lámina 5

En la lámina 5 se nos muestra una vez más el estado -el nuevo estado- del universo interior de Job. En el mundo celestial, la figura entronada de Dios se ha vuelto somnolienta y la luz del sol espiritual que emana del Dios interior es tenue y oscura. Una comitiva de ángeles que rodea el trono retrocede mientras la vigorosa figura de Satán se interpone entre el universo espiritual y Job en el mundo natural que está abajo. Una nube cerca a Joib y a su mujer, aislando el mundo divino del mundo natural, donde los esposos están sentados, desamparados, en un desierto paisaje rocoso. Pero Job, siempre recto, le ofrece a un mendigo tullido y guiado por un perro lo que parece una rebanada de pan, o quizá sea una piedra; de cualquier manera, no hay alegría alguna ni en el semblante del dador ni en el receptor: Blake era consciente de que la caridad podía ser algo muy frío. Recordemos de Canciones de Experiencia, "Sagrado Jueves":

¿Es acaso algo santo ver
en una tierra rica y fructífera
criaturas reducidas a la miseria
alimentadas con mano fría y usurera? (...)


 Lámina 6

En la lámina 6, sólo vemos la oscura tierra que ahora habita Job, con altares de piedra, una ruina y una tumba de piedra al fondo. Satán se erige por encima de Job, ahora postrado, rociando con flechas y llamas; el texto ilustrado es la aniquilación de Job mediante pústulas. Sus sufrimientos dejan de ser circunstanciales, ahora proceden de él mismo. Sin embargo, una vez más, Blake interpreta las "pústulas" del cuerpo de Job no como una aflicción natural, sino como una enfermedad del alma; son la culpa y el pecado, infligidos sobre el hombre que vive de acuerdo a la letra que condena el pecado y no conoce en absoluto el perdón. (...)
Ahora Job experimenta en sí mismo esas introspecciones y autocondenas que resultan de su sed de propia rectitud natural. La rectitud que uno se impone a uno mismo es lo peor para Blake, quizá el único pecado imperdonable.


Lámina 7

En la lámina 7 llegan los amigos de Job, representantes de la ley judía, quienes poco consuelo le ofrecen al insistir en que si está sufriendo debe haber pecado, pues el sufrimiento es un castigo por el pecado. Job, necesariamente, debe haber incumplido la ley, o él o sus hijos, pues según la doctrina de Moisés, los que cumplen los mandamientos son recompensados con prosperidad y felicidad. Job sigue manteniendo que es completamente inocente, y lo cree de verdad.


Lámina 8

En la lámina 8, vemos representada la gran queja del hombre por la suerte humana: "Perezca el Día en que nací", grita Job; se siente víctima de una aflicción inmerecida y sin sentido. (...)
Blake debía ser consciente de la profundidad de la interpelación de Job; bajo la lámina 8 se incluye la cita:

"Estuvieron con él sentados en tierra siete días y siete noches, y ninguno habló palabra viendo lo grande que era su dolor". (Job II :13)

¿Acaso existe otra cosa aparte del silencio capaz de responder a la aflicción absoluta del hombre? Los amigos de Job no eran insensibles a su sufrimiento.


Lámina 9

En la lámina 9 se sale del callejón sin salida y, como sucede a menudo en la vida, no a causa de una respuesta en los términos de esa situación concreta, como piensa aquel que sufre, sino en la forma de una intervención sorprendente desde otro nivel de conciencia: en la forma de un sueño. Esto también nos sucede a nosotros. No es que un sueño aterrador, sobrecogedor o estremecedor resuelva una situación que parece no tener solución, sino que introduce otro elemento en ella. Ese sueño es una visión de Dios, que no experimenta el propio Job, sino uno de sus amigos, Elifaz el Temanita. El sobrecogimiento, el terror y la autenticidad de ese sueño todavía nos alcanza; en las palabras del narrador:

"...al tiempo en que agitan el alma las visiones nocturnas, cuando duermen los hombres en profundo sueño. Apodérase de mí el terror y el espanto, temblaron todos mis huesos; un viento azótó mi rostro, erizó el pelo de mi carne. Se paró (ante mí), pero no reconocí su semblante; estaba ante mis ojos un fantasma, y oí una voz que tenuemente murmuraba: ¿Podrá el hombre presentarse como justo ante Dios? ¿Será puro el varón ante su Hacedor? Mira: aun a sus amigos no se confía, aun en sus ángeles halla tacha". (Job IV: 13-18)

Este fabuloso sueño transmite convicción a nuestro siglo, que descubre así lo que ya conocían todas las civilizaciones espirituales: que los sueños nos llegan desde niveles de conciencia que normalmente nos resultan inaccesibles, más allá y por encima de la realidad que el yo empírico ha construido para sí en base a la información obtenida por los cinco sentidos, que la razón natural categoriza y contrasta. En la Biblia abundan los ejemplos de sueños tratados como revelaciones simbólicas de esos mundos internos. En la imponente ilustración de Blake vemos a Elifaz contando su sueño mientras la presencia espiritual se aparece ante el durmiente. Elifaz, sentado en el suelo (como se representa pictóricamente el mundo natural) señala arriba hacia el mundo de su sueño. Job y su mujer se separan al mirar arriba, haciendo uso de su imaginación, la visión de otro hombre -pues las visiones ajenas, a menudo, pueden iluminarnos desde ese universo invisible interno que todos compartimos-. Job ya no está contando su propia historia, defendiéndose, mostrando que tiene razón: ha visto algo que no había tenido en cuenta, un misterio que sobrepasa su entendimiento.


Lámina 10

En la lámina 10, donde sus tres amigos se convierten en sus tres acusadores, Job juega su última carta: apela a Dios; su expresión es de súplica, de oración; no tiene nada más que decir. Todo el mundo está ahora contra él. Incluso el semblante y la actitud de su mujer parecen sugerir que aquí le está aconsejando de forma terrible: "maldice a tu Dios y muere".


Lámina 11

No conozco una representación del sufrimiento más sobrecogedora en toda la historia del arte que la de la lámina 11. En ella Job está solo; como todos lo estamos en la hora más oscura. Hasta el momento, su mujer ha estado acompañando, compartiendo su dura prueba; pero ahora se encuentra en un lugar donde nadie puede acompañar en su desolación. En lugar de sus tres amigos, tres demonios en las llamas del infierno quieren arrastralo con una cadena hacia abajo, al abismo. Yace postrado sobre su esterilla para dormir -pues se trata de una experiencia de la soledad nocturna- mientras sobre él se cierne la figura de Satán, con pies endidos y enrollado por la serpiente; Satán se asemeja a Dios, venerable y con barba, con rostro cruel señala el Libro de la Ley, mientras los truenos y relámpagos del Sinaí rodean al Dios de Este Mundo, el Acusador, en su triunfo final sobre Job, a su vez postrado, desamparado y condenado. Job aparta el rostro e intenta repeler con las manos la terrible comprensión de la naturaleza del Dios que ha venerado -el Dios de Este Mundo, de esa "religión natural" contra la cual Blake libró su batalla de por vida-. Desde el punto de vista de Blake, es Satán -Satán la Individualidad, el que razona y acusa, quien escribe la ley moral que Job ha cumplido con tanta religiosidad-. En el margen superior está escrito: "El propio Satán se convierte en un Ángel de Luz, y sus Pastores en Pastores de Rectitud". Y abajo: "El triunfo del malvado es breve, y la dicha del hipócrita no dura más que un instante".
De este tema se ocupará Blake toda su vida: cuando la ley moral no participa del entendimiento espiritual es hipócrita y cruel. (...)
Esta lámina sirve de punto de inflexión en la versión blakeana de la historia de Job; y en las diez láminas siguientes presenta una perspectiva de la realidad del mundo espiritual y de su naturaleza y sus leyes, diferente a la del deísmo (la religión natural)-. En "este mundo" -como también se refiere a él Jesús en los Evangelios- hombres y mujeres están sometidos a la leyes de la moralidad natural, es decir, a la ley de Moisés. Blake quiere demostrar que en los mundos internos la realidad es diferente.


Lámina 12

La quietud, la calma, la promesa de esperanza, e incluso se podría decir, el silencio representado en la lámina 12, la liberación del sufrimiento, se contrapone a la pesadilla y al horror claustrofóbico de la lámina anterior. (...)
En el grabado de Blake, el alba está a punto de romper para Job. Sentado, escucha, al igual que sus tres amigos, que están a su lado. Su mujer -su alma- tiene la cabeza gacha y todavía está aterrorizada por la experiencia. Hay espléndidas estrellas en el cielo quieto y oscuro, y una nueva figura entra en la escena, el joven Elihú, avanzando de forma vivaz, como un mensajero. Hermoso, alarga la mano derecha hacia el grupo de sedentes con gesto de refutación, y con la izquierda apunta hacia arriba. La sabiduría de la experiencia, de la tradición, de la ley, como es representado por los tres amigos, ha fallado. En contraposición, el hombre joven, Elihú, es el espíritu de la profecía, siempre joven. Es quien, como declara, para "hablar por Dios".
Elihú se corresponde -existen numerosos puntos en común que no pueden desarrollarse aquí- con la propia figura blakeana de Los, el "profeta eterno", espíritu de la inspiración, el cuarto Zoa, de quien Blake dice que "mantuvo la visión divina en momentos de conflicto". Él mismo se identifica a menudo con Los; pues el genio poético y el profético coinciden. Elihú es Los, es el profeta, la visión poética. (...)
No cabe decir aquí los numerosos paralelismos y las abundantes fuentes tanto de la literatura judía como de la musulmana de la figura blakeana del visitante joven y hermoso, pero Elihú reivindica toda la inspiración, en oposición a lo que Blake se refirió en otro lugar por "ignorancia envejecida". (...)
Es Elihú el que dice a Job que se equivocó al querer autojustificarse; en lugar de pensar en sí mismo y proclamarse su propia virtud debería haber estado pensando en Dios. El dios al que hasta entonces había servido Job es el dios moral, una construcción del ego humano, de Satán, la individualidad. (...)


Lámina 13

A medida que se suceden las magníficas láminas, la divina obra dramática se despliega. Job y su mujer ven a Dios cara a cara en la lámina 13, que ilustra las palabras: "Y respondió Yavé a Job de en medio del Torbellino". En la segunda lámina, Dios se encontraba en el mundo celestial, pero no era percibido directamente por Job en el mundo natural. Aquí ya no hay ninguna barrera: Job ve a Dios cara a cara, tal como Blake reivindicaba "conversar diariamente de hombre a hombre" con la Divina Humanidad, el Dios del Interior. No son las circunstancias las que han cambiado, sino nosotros mismos. La causa del sufrimiento está en nuestro interior, al igual que su cura. (...)


 Lámina 14

A la visión de Dios de la lámina 13 le sigue la 14, una visión de la creación en toda su gloria, en los tres mundos. En los márgenes se representan los seis días de la creación, y el propio grabado -el séptimo día- se titula "cuando las Estrellas de la mañana cantaron juntas y todos los Hijos de Dios gritaron de alegría". El tema es la propia epifanía, pues la creación se completa cuando la humanidad concibe a Dios como la Divina Humanidad. Esto significa la llegada del reino humano, donde termina la obra de la creación. Recordemos que la portada muestra los siete elohim, los creadores; el rostro apartado del séptimo espíritu le ha sido revelado a Job como el rostro de la humanidad. A lo largo de la serie, el rostro de Dios siempre es idéntico al de Job: no porque  Job haya inventado a Dios semejante a él mismo, sino porque el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios; como se dice en el Libro del Genésis, la humanidad es una manifestación del Dios del interior, cada rostro humano, por oculto que esté, es uno de los innumerables rostros de Dios.


Lámina 15

La lámina 15 muestra a Beremoth y Leviatán encerrados en una esfera -el mundo del tiempo, como resulta evidente si el dibujo se compara nuevamente con fragmentos del texto de los Libros proféticos-. Ellos representan la dualidad, un aspecto de este mundo que ha preocupado a muchos a parte de Job y del propio Blake: el bien y el mal, los contrarios de la luz y la oscuridad, que parecen constituir la misma naturaleza de las cosas, en este mundo. El dedo de dios apunta abajo hacia Behemoth y Leviatán, los grandes contrarios eternos, mientras que Job, su mujer y sus tres amigos miran abajo con sobrecogimiento, desde el mundo del alma -donde ahora son conscientes de la presencia de Dios en el mundo espiritual encima del Alma- hacia el mundo de la generación, donde "sin contrarios no hay progresión". En este mundo, las realidades a las que nos referimos por el bien y el mal son necesarias e inseparables. La unidad sólo existe en Dios.


 Lámina 16

La lámina 16 representa la caída de Satán a las llamas del abismo. Una vez más, estamos indagando en los mundos internos. Otras figuras, una mujer y un hombre, acompañan en su caída a Satán, la gran individualidad. Éstas son las individualidades de Job y su mujer, ahora desechadas. Cada uno de nosotros tiene su propia individualidad, Blake a menudo se refirió a la suya como "mi Satán": "En verdad, mi Satán, no eres más que un zoquete", y así sucesivamente. El Dios vivo está de nuevo en su trono, y a su alrededor, en el fulgor de su luz, el sol espiritual, un grupo de querubines o niños. (...)
Además aparece otro niño, con halo, medio escondido detrás de la figura del Padre: con toda certeza, es el Cristo niño, que el Jehová de la Biblia prometió al mundo humano y que nació, como creía Blake, en la forma de Jesús, la Divina Humanidad. (...)


Lámina 17

En la lámina 17, la figura humana de Dios aparece bendiciendo a Job y su mujer, mientras en el margen se inscribe un texto tras otro del cuarto evangelio: "Yo y el Padre somos una sola cosa"; "En aquel día conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros", "Si me amarais, os alegraríais, pues voy al Padre" -la promesa cristiana de inmortalidad proclamada por San Juan el Evangelista-. La visión de la llegada del Mesías -para Blake, Jesús, la Divina Humanidad- es la resolución del sufrimiento de Job y el significado de sus palabras "sólo de oídas te conocía; más ahora te han visto mis ojos". Esta lámina proclama la doctrina de Swedenborg de la Divina Humanidad como el único Dios, compartido por Blake. (...)


Lámina 18

En la lámina 18, vemos a Job rezar por sus amigos.


Lámina 19

La lámina 19 puede entenderse como un contrapunto feliz de la quinta, donde Job triste entrega una rebanada de pan o una piedra a un mendigo igualmente apesadumbrado. Por el contrario, aquí Job y su  mujer parecen recibir a sus invitados como si se tratase de una celebración. (...) Es una escena jubilosa: Job y su mujer se sientan bajo una higuera mientras tras ellos madura un campo de cereales. Su mundo ha vuelto a la vida nuevamente.


Lámina 20

En la lámina 20, Job se sienta junto a sus tres hijas, abrazándolas. ¿Ha aprendido a valorar lo femenino? ¿Acaso acepta ahora el amor de la mujer que antes rechazaba por pecaminoso? Aunque no hay nada en la Biblia que apoye esta interpretación, resulta evidente que así lo creía Blake. El amor de la mujer era uno de sus "pecados" que afligía a Job con pústulas. Blake, por su parte, libró una batalla contra la concepción de que "el amor de la mujer es pecado", de ahí que bajo la lámina veamos figuras femeninas aportando y esparciendo flores, "los amores y las gracias de la eternidad".


 Lámina 21

Y para completar esta feliz conclusión se nos muestra, en la lámina final, un retrato de familia idéntico al de la primera lámina: Job y su familia bajo el gran Árbol de la Vida. Pero ahora no leen el Libro de la Ley, sino que han bajado del árbol los instrumentos musicales, y casi se puede escuchar la música gloriosa de Vaughan Williams mientras se contemplan esas trompetas y flautas, el arpa de Job y la lira y las partituras de sus hijas. El texto de abajo -en paralelo al texto anterior "La Letra Mata, el Espíritu Vivifica"- reza: "Los holocaustos y sacrificios por el pecado no los recibiste". Los sacrificios de Job, en realidad, eran los tormentos por el pecado según las leyes de Dios de Este Mundo, y, en última instancia, los tormentos que él mismo sufría. Lo que place a Dios es que cada ser humano viva de forma creativa, de es "fuente intelectual" que es el Espíritu Santo en el interior de cada uno.


Lecturas:

Kathleen Raine, Ocho ensayos sobre William Blake. Ediciones Atalanta 2013

Carl Gustav Jung, Respuesta a Job. Fondo de Cultura Económica


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3 comentarios:

Baruk dijo...

Parece ser que la historia de Job ya era conocida en tiempos de Salomón, y desde entonces Job ha sido protagonista de infinidad de comentarios de los exegetas sobre el por qué de su desdicha.

Creyente, enfrentado al sufrimiento sin motivo, el hombre que pregunta y quiere comprender revelándose y pidiéndole cuentas a Dios.

Este drama examinado por Blake junto a sus ilustraciones es muy esclarecedor y allana mucho el camino. De hecho, viene a confirmar lo conveniente que seguir el consejo de los antiguos sabios: "Conocete a ti mismo"

Chapeaux Jan, que puedo decirte más sobre esta magnífica entrada, sino que muchas gracias por publicarla, me ha encantado.

Jan dijo...

Así es Baruk, el drama de Job ha hecho correr ríos de tinta, ¿desde los tiempos de Salomón?, mucho tiempo ha pasado ya, y el personaje biblico todavía es un motivo donde encontrar reflejado espectos del propio drama interior de cada uno por la universalidad de su mensaje. Blake hizo una lectura gnóstico-plátonica donde el "Conócete a ti mismo" es fundamental dentro de la Sophía Perennis de la tradición hermética. Drama que los alquimistas desarrollaron en sus innumerables tratados, pero que Blake, en su Libro de Job, tal como dices aclara de forma eficaz la comprensión y finalidad que aquellos exponían de forma mas torticera y oscurantista. Pero eso sí, también gracias a las aclaraciones que aquí aporta Kathleen Raine.

Como siempre un placer,

abrazos

Resonancia Cosmológica dijo...

Es genial tu Blog y esta Entrada.