Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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domingo, 14 de septiembre de 2014

La enfermedad "sagrada"


Renée Jeanne Falconetti en "La pasión de Juana de Arco" (1928) de Carl Theodor Dreyer



El diablo está escondido detrás de la cruz.

Proverbio español


Un mero destello de la Realidad puede ser tomado equivocadamente  por la realización completa.

Gampopa



La epilepsia fue reconocida en la Antigüedad por Hipócrates como enfermedad sagrada por considerar que el trastorno sufrido era consecuencia de la inspiración divina. Sin embargo, a lo largo de la historia generalmente despertaría miedo, discriminación y rechazo, por ver contrariamente en quien la padecia una posesión del diablo. Los ataques epilécticos pueden manifestarse de diferentes formas, entre ellos los denominados como "extáticos" por los que se producen sensaciones de éxtasis o dicha trascendente con implicaciones místicas o religiosas. Entre estos se encuentran casos conocidos y documentados como los sufridos por el escritor ruso Fiodor Dostoievsky, sobre el que Oliver Sacks nos habla en un capítulo de su obra Alucinaciones. Además especula sobre la idea de que la heroina francesa Juana de Arco, tras el análisis de su biografía y algunos de sus escritos, también padeciera esta "sagrada" enfermedad.


La enfermedad "sagrada"
(fragmentos)
por
Oliver Sacks


Fiodor Dostoievsky
 (...) Los ataques de Dostoievsky comenzaron cuando era niño, pero se volvieron frecuentes después de cumplir los cuarenta, tras su regreso del exilio en Siberia. En sus ataques esporádicos, a menudo emitía (tal como escribió su mujer) "un grito aterrador, que no tenía nada de humano", y a continuación caía al suelo inconsciente. Muchos de estos ataques iban precedidos de una excepcional aura mística o extática, aunque a veces sólo aparecía el aura, sin convlusiones posteriores ni pérdida de consciencia. El primero tuvo lugar el Sábado de Gloria, tal como su amiga Sofía Kovalévskaia escribió en sus Recuerdos de infancia (Alajouanine lo cita en su artículo sobre la epilepsia de Dostoievsky). El escritor ruso estaba hablando de religión con dos amigos cuando una campana comenzó a dar la medianoche. De repente exclamó: "¡Dios existe, existe!" Posteriormente relató en detalle la experiencia:

Un gran ruido llenaba el aire, e intenté moverme. Tuve la sensación de que el cielo caía sobre la tierra y me engullía. Toqué realmente a Dios. Él entró en mí, sí, Dios existe, grité y no recuerdo nada más. Todos vosotros, dijo, personas sanas, no podéis imaginar la felicidad que sentimos los epilécticos durante los segundos anteriores al ataque. (...) No sé si esa felicidad dura segundos, horas o meses, pero, creedme, no lo cambiaría por todas las alegrías que pueda traerme la vida.

En otras ocasiones ofreció una descripción parecida, y en sus novelas varios de sus personajes sufren ataques parecidos al suyo, y a veces idénticos. Uno de ellos lo sufre el príncipe Mishkin en El idiota:

La sensación de vida, de conciencia de sí mismo, casi se duplicaba en aquellos instantes, que duraban lo que un relámpago. La mente y el corazón se iluminaban con una luz insólita; todas las excitaciones, todas las dudas, todas las inquietudes se apaciguaban repentinamente, se resolvían en una calma superior llena de armonía, dicha y clara esperanza, llena de comprensión y sentido por la causa final.

Hay descripciones de ataques extáticos en Los demonios, Los hermanos Karamázov y Humillados y ofendidos, mientras que en El doble aparecen descripciones de "pensamientos forzados" y "estados oníricos" casi idénticos a los que Hughlings Jackson describía casi por la misma época en sus magníficos artículos neurológicos.
Además de sus auras extáticas -que siempre le parecen a Dostoievsky revelaciones de la verdad definitiva, un conocimiento directo y válido de Dios-, su personalidad sufrió cambios extraordinarios y progresivos a lo largo de los últimos años de su vida, su época de mayor creatividad. (...)
Fue ese cambio, que al parecer se iba desarrollando en Dostoievsky entre ataque  y ataque ("interictalmente", en la jerga neurológica), lo que fascinó especialmente al neurólogo estadounidense Norman Geschwind, que escribió diversos artículos sobre el tema en las décadas de 1970 y 1980. Observó la preocupación cada vez más obsesiva de Dostoievsky por la moralidad y el buen comportamiento, su creciente tendencia a "dejarse enredar en discusiones nimias", su falta de humor, su relativa indiferencia hacia la sexualidad, y, a pesar de su elevado tono moral y su seriedad, "una disposición a enfadarse a la menor provocación". Geschwind se refirió a todo ello como un "sindrome de personalidad interictal". Los pacientes a menudo desarrollan una intensa preocupación por la religión. A veces también desarrollan una tendencia compulsiva a la escritura, un interés insolitamente intenso por lo artístico o por la música.
Se desarrolle o no un sindrome de personalidad interictal -y no parece ser algo universal o inevitable en los casos de epilepsia del lóbulo temporal-, no hay duda de que aquellos que padecen ataques extáticos pueden verse profundamente conmovidos por ellos, incluso buscar de manera activa sufrir más ataques. En 2003, Hansen Asheim y Eylert Brodtkorb publicaron en Noruega un estudio de once pacientes con ataques extáticos; ocho de ellos deseaban volver a experimentar los ataques, y de estos, cinco encontraron la manera de inducirlos. Más que ningún otro tipo de ataque, los ataques extáticos pueden percibirse como epifanías o revelaciones de una realidad más profunda. (...)


Juana de Arco
Tal como observó William James, una condición religiosa aguda y apasionada en una sola persona puede movilizar a miles. La vida de Juana de Arco es un ejemplo. Durante seiscientos años la gente se ha quedado perpleja ante cómo fue posible que la hija de un granjero sin ninguna educación pudiera llegar a convencerse de que tenía una misión y consiguiera que miles de personas la ayudaran a intentar expulsar a los ingleses de Francia. La primera hipóteis de inspiración divina (o diabólica) ha dado paso a otras expliciones médicas, con diagnósticos psiquiátricos compitiendo con los neurológicos. Tenemos muchos testimonios, desde la transcripción de su juicio (y su "rehabilitación" veinticinco años más tarde) hasta los recuerdos de sus contemporáneos. No se puede esperar ninguna conclusión definitiva, pero sugieren, al menos, que Juana de Arco pudo haber padecido epilepsia de lóbulo temporal con auras extáticas.
Juana experimentaba visiones y voces desde la edad de trece años. Surgían en episodios separados que duraban, como mucho, segundos o minutos. La primera aparición la asustó mucho, pero después sus visiones le producían una gran dicha, y la llevaron a creer que tenía una misión. Los episodios a menudo se precipitaban cuando oía campanas de iglesia. Juana describió la primera aparición que tuvo:

Tenía trece años cuando oí una Voz de Dios que me ofrecía ayuda y guía. La primera vez que oí esa Voz me asusté mucho; fue un mediodía de verano, en el jardín de mi padre. (...) Oí la Voz a mi derecha, en dirección a la Iglesia; rara vez la oigo sin que vaya acompañada también de una luz. La luz procede del mismo lado que la Voz. Generalmente es una luz intensa. (...) Cuando la oí por tercera vez, reconocí que se trataba de la Voz de un Ángel. Ésa voz siempre me ha protegido, y yo siempre la he comprendido; me ordenó que fuera buena y asistir a menudo a la iglesia, me dijo que era necesario que luchara por Francia (...) me lo decía dos o tres veces por semana: "Debes luchar por Francia." (...) Me dijo: "Ve, levanta el sitio de la Ciudad de Orleans. ¡Ve!" (...) y yo contesté que no era más que una pobre niña, que no sabía ni montar ni pelear. (...) No pasa un día que no oiga esta Voz; y la necesito muchísimo.

Muchos otros aspectos de los supuestos ataques de Juana, así como testimonios de su lucidez, sensatez, modestia, fueron estudiados en un artículo de 1991 por las neurólogas Elizabeth Foote-Smith y Lydia Bayne. Aunque presentan una caso muy verosimil, otros neurólgos disienten, y parece improbable que la cuestión se resuelva de manera definitiva. Las pruebas son débiles, como ocurre en casi todos los casos históricos.

Los ataques extáticos, religiosos o místicos ocurren sólo en un pequeño número de pacientes de epilepsia del lobulo temporal. ¿Se debe a que hay algo especial en estas personas: una disposición preexistente hacia la religión o hacia las creencias metafísicas? ¿O a que los ataques estimulan zonas específicas del cerebro donde residen los sentimientos religiosos? Naturalmente, podría ser cualquiera de las dos cosas. Y sin embargo personas muy escépticas, indiferentes a la religión, y nada propensas a las creencias religiosas, también pueden -para su propia sorpresa- tener una experiencia religiosa durante un ataque.
En un artículo de 1970, Kenneth Dewhurst y A. W. Beard aportaban diversos ejemplos. Uno se refería a un cobrador de autobús que padeció un ataque extático mientras cobraba los billetes.

De repente le invadió un sentimiento de dicha. Se sintió literalmente en el cielo. Cobró las tarifas de manera correcta, y al mismo tiempo les comunicó a los pasajeros lo contento que estaba en el cielo. (...) Siguió es ese estado de exaltacion, ojeando voces divinas y angélicas, durante dos días. Posteriormente consiguió recordar esas experiencias y siguió creyendo en su validez. (...) Durante los dos años siguientes no hubo nungún cambio en su personalidad; no expresó ninguna idea extraña, pero siguió siendo religioso. (...) Tres años más tarde tras sufrir tres ataques en tres días consecutivos, volvió a sentirse eufórico. Dijo que su mente se había "iluminado". (...) Durante ese episodio perdió la fe.

Ya no creía en el cielo ni en el infierno, ni en la otra vida, ni en la divinidad de Cristo. Esta segunda conversión (al ateísmo) arrastraba el mismo entusiasmo y cualidad reveladora que la conversión religiosa original.
Los ataques extáticos sacuden los cimientos de nuestra fe, nuestra imagen del mundo, aunque anteriormente uno haya sido totalmente indiferente a cualquier pensamiento acerca de la trascendencia o lo sobrenatural. Y la universalidad de los fervorosos sentimientos místicos y religiosos -esa idea de lo sagrado- en todas las culturas sugiere que podrían tener una base biológica; al igual que la percepción estética, podrían afirmar parte de nuestro patrimonio humano. Hablar de base biológica y precursores biológicos de la emoción religiosa -e incluso, como sugieren los ataques extáticos, de una base nerviosa muy específica, en los lóbulos temporales y sus conexiones- no es más que hablar de causas naturales. No nos dice nada del valor, el sentido o la "función" de esa emociones, ni de las narraciones y creencias que podamos construir sobre esa base.


Lecturas:

Oliver Sacks, Alucinaciones. Anagrama 2013


Entradas relacionadas:

El doble

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14 comentarios:

Fedora dijo...

Un tema totalmente desconocido para mí, no puedo decir nada. Me voy a por los ángeles...:)

Asia dijo...

La lectura de esta entrada me ha hecho pensar inmediatamente en “Consciencia más allá de la vida” del cardiólogo holandés Pim Van Lommel. Se trata de un interesante - en mi opinión - estudio sobre las llamadas experiencias cercanas a la muerte (ECM) entendidas éstas como “un estado especial de conciencia que emerge en el transcurso de un período, inminente o real, de muerte física, psicológica o emocional.”


Me tomo la libertad de transcribir aquí algunos párrafos:


“Un ataque epiléptico se caracteriza por una especie de tormenta eléctrica, un cortocircuito, que barre toda actividad eléctrica (y magnética) en una zona determinada del cerebro. Como resultado, la actividad normal de las células cerebrales (neuronas) se interrumpe en el área del córtex cerebral donde el ataque epiléptico se ha originado. Los ataques epilépticos que tienen su raíz en un área del cerebro cercana al hueso temporal, los lóbulos temporales, pueden desencadenar visiones confusas, sentimientos místicos, experiencias de déjà vu, sensación de separación del cuerpo y alucinaciones olfativas o visuales. A veces van acompañados de inconsciencia o de movimientos involuntarios. Después de un ataque epiléptico en el lóbulo temporal, gran parte de los pacientes no guardan memoria de lo ocurrido con sus cuerpos. Tan sólo recuerdan lo que ha sucedido en su mente.

Asia dijo...

...Tomando como punto de partida estos datos, algunos investigadores han propuesto un vínculo entre la experiencia cercana a la muerte y el incremento o el cese de la actividad en los lóbulos temporales del cerebro. Sin embargo, los experimentos con electrodos, tanto superficiales como profundos, demuestran que los síntomas de epilepsia en el lóbulo temporal son producidos por estructuras subyacentes (límbicas) y no por el córtex cerebral en sí mismo. Un pormenorizado estudio con pacientes afectados de epilepsia también evidencia que rara vez se mencionan los elementos característicos de la ECM después de un ataque epiléptico del lóbulo temporal. Algunos componentes son bastante similares a una ECM, pero las experiencias de déjà vu también son relatadas con frecuencia por personas sanas. Huelga decir que la epilepsia del lóbulo temporal no explica las ECM inducidas por miedo, depresión o aislamiento.”



“El debate acerca del papel del córtex cerebral en experiencias extraordinarias de nuestra conciencia se ha intensificado a raíz de estudios en los que los pacientes de epilepsia son sometidos a la estimulación eléctrica o magnética del córtex cerebral. Sabemos que la estimulación eléctrica local, aplicada normalmente durante intervenciones quirúrgicas cerebrales, provoca la inhibición o bloqueo, más que la estimulación, de la zona del córtex cerebral afectada. Esto ocurre debido a que la estimulación, como un ataque epiléptico, destruye el campo electromagnético de las neuronas. Sus efectos dependen de la duración y de la intensidad de la energía eléctrica aplicada.
Algunos investigadores afirman que la estimulación puede desencadenar una experiencia extracorpórea. Mediante la estimulación eléctrica local de los lóbulos parietal y temporal en el transcurso de una intervención quirúrgica para erradicar una epilepsia intratable, el neurocirujano Wilder Penfiel logró en determinados momentos evocar fogonazos de memoria (nunca una retrospección vital); experiencias de luz, sonido o música; experiencias afines al sueño; y, una vez, una incipiente experiencia extracorpórea durante la cual el paciente señaló: ”¡Oh Dios! Estoy abandonando mi cuerpo”. Aunque ha tratado a cientos de pacientes a lo largo de los años, jamás ha presenciado ninguna experiencia extracorpórea real con percepción verificable ni ha tenido constancia de ninguna transformación vital. El efecto de esta estimulación ha resultado, a todos los efectos, muy distinto al de una ECM.
...

Asia dijo...

...
En el año 2002 el neurólogo Olaf Blanke describió el caso de una paciente con epilepsia que, tras estimulación eléctrica (bloqueo), tuvo una experiencia extracorpórea incompleta con una visión distorsionada de sólo la parte inferior de sus piernas. El título del artículo publicado en Nature sugería que había conseguido localizar la zona del cerebro en la que se originan las experiencias extracorpóreas. El artículo recibió una amplia cobertura por parte de la prensa y provocó bastante revuelo (si bien prematuro). En un artículo de 2004 Blanke elaboró otra posible explicación neurológica para las experiencias extracorpóreas. Describió a seis pacientes, tres de los cuales tuvieron una experiencia extracorpórea atípica e incompleta - es decir, sin percepción desde el techo con elementos verificables, ya fueran de sí mismos o de su entorno -, y a cuatro pacientes con autoscopia que vieron a su propio doble desde la posición estratégica de su propio cuerpo. En su artículo, Blanke describe la experiencia extracorpórea como una “ilusión” provocada por una disfunción o discapacidad transitoria de los lóbulos temporal o parietal. Una ilusión es una realidad aparente o una falsa sensación de realidad, mientras que una experiencia extracorpórea incluye una percepción corroborable – desde una situación exterior y elevada respecto al cuerpo – de la resucitación, el accidente de tráfico, la operación o el espacio circundante en el que se produjo. Una percepción con elementos verificables no es, por definición, una ilusión.


Por lo que sabemos, ni uno de los miles de pacientes con epilepsia estimulados en todo el mundo ha referido una genuina experiencia extracorpórea. El hecho de que en un caso aislado, como el descrito por Blanke, se mencionara una experiencia corpórea anormal no justifica una comparación entre un área del cerebro de un epiléptico, estimulada o dañada, y el cerebro de sujetos sanos. Generalizar este hallazgo parece más que injustificado. Teniendo en cuenta el hecho de que ningún paciente de Blanke, de entre su limitado número, mostró jamás una lesión o una disfunción en exactamente la misma zona, no podemos citar el efecto de la estimulación de una determinada área del cerebro de un paciente con epilepsia como evidencia de que esa área en concreto produce en realidad ese fenómeno.

De forma similar la estimulación magnética transcraneal (EMT), en la que se dirigen campos magnéticos a ciertas partes del cerebro, a veces desencadena experiencias mentales provocadas por el bloqueo (o estimulación) de los campos electromagnéticos del cerebro. El neuropsicólogo Michael Persinger, que ha llevado a cabo muchas experiencias de éste tipo, cree que las experiencias documentadas recuerdan a una ECM. Sin embargo, un análisis más pormenorizado de sus artículos desmiente esta afirmación. Las experiencias referidas, como episodios oníricos, semimísticos, con luz o música, o la sensación de que otra persona está presente, tan sólo guardan un vago parecido con los componentes de una ECM. La sugestión (es decir, el efecto placebo) parece ser el factor primordial en estos casos, ya que Persinger también hace mención de este tipo de experiencias en el 33% de las personas que no han sufrido estimulación magnética. Así mismo, un control doble ciego de esta investigación, realizado en Suecia resultó no corroborar sus resultados. Los investigadores suecos no habían informado a los participantes en el experimento, si recibirían estimulación magnética, ni cuándo ni porqué”.
...

Asia dijo...

“La estimulación eléctrica de redes neuronales locales también produce una alteración del funcionamiento cerebral normal como describió en 1958 el neurocirujano Wilder Penfiel y en 2004 el neurólogo Olaf Blanke. La estimulación eléctrica local de pacientes epilépticos genera en ocasiones imágenes del pasado (si bien nunca una retrospección vital panorámica), fogonazos de luz, sonidos y (raras veces) una sensación de desvinculación del propio cuerpo. Estas experiencias inducidas de forma artificial nunca son idénticas a una ECM típica o a una experiencia extracorpórea con componentes verificables; tampoco resultan en una transformación vital.”



“Una teoría satisfactoria que explique la ECM en toda su complejidad debe considerar tanto la diversidad de las circunstancias en las que puede sobrevenir como sus distintos elementos constituyentes. Tal vez una teoría global sea en efecto imposible y debiéramos conformarnos con un enfoque polifacético que ofrezca explicaciones independientes para aspectos individuales de la ECM. La deficiencia de oxígeno parece desempeñar un papel sólo en ocasiones, como también ocurre con el miedo a la muerte y, quizá, con procesos cerebrales como el bloqueo de determinados receptores o el cese de la actividad eléctrica en los lóbulos temporales”.

Por otra parte he de decir que la hipótesis de la epilepsia en Santa Teresa de Ávila me suena de haberla oído por ahí (aunque no sé por dónde la verdad …)

Saludos cordiales

Baruk dijo...

Interesante tema éste.

He oído decir que Santa Teresa de Jesús, la venerable Maria Jesús de Ágreda y Hildegarda de bingen sufrian episodios epilépticos. También la tradición cristian relaciona al mismo San Pablo con esa enfermedad, y para rematar, dos grandes emperadores (quizá los más grandes de su época)que también la sufrieron: Julio Cesar y Alejandro Magno.

Da mucho que pensar, no?

Abrazines

Moisés dijo...

Curioso cómo lo desconocido se asocia inmediatamente con lo sagrado, quizá el mayor enigma. Nos hemos vuelto más terrenales en este siglo después de que la ciencia nos haya puesto luz sobre trastornos como la epilepsia.

Es mi primera visita a tu blog y mi más sincera enhorabuena... Sigo leyendo.

un saludo

Jan dijo...

Fedora, ya sabes el dicho: nunca te acostarás sin...

Jan dijo...

Hola Asia, encantado de encontrarte de nuevo por aquí. Desconocía ese libro sobre las experiencias cercanas a la muerte, gracias por traer esos parrafos con documentación clínica asociada a la epilepsia. En otras entradas que publiqué sobre otros textos de Sacks también se refiere al tema de las ECM. En una la menciona en su relación con la autoscopia, fenómeno éste que aparece comentado por el cardiólogo holandés en la transcripción que nos dejas, y en otra sobre un caso clínico referido a la muerte de una joven indú. No se si las leístes, las podras encontrar en la etiqueta que dedico al neurólogo Oliver Sacks.
Veo que reanudas la actividad en tu blog, me alegra que publiques de nuevo artículos tan interesantes y con temas que nos son comunes.
Un abrazo.

Jan dijo...

Hola Baruk, también leí que el profeta del Islam Mohamad podría haber padeció episodios epilécticos. Sobre Hildegard, Oliver Sacks también le dedicó uno de sus ensayos donde teorizaba sobre la posibilidad de que la conocida como Sibila del Rin padeciera de Migraña, dolencia ésta que se caracteriza por la aparición en el campo visual de destellos y fosfenos semejantes a los que describe en sus visiones. No recuerdo si también lo asociaba con la epilepsia.

Besos

Jan dijo...

Así es Moisés, nuestra visión del mundo y del hombre es más materialista o terrenal con las modernas teorías científicas, pero no debería ser impedimento para descubrir la verdad que se desprende en las interpretaciones y visiones de otros tiempos. Creo que lo cierto es que hoy en día nuestra consciencia está en gran medida supeditada a nuevos mitos.

Bienvenido a este espacio, un placer encontrate por aquí.

Moisés dijo...

Sin duda Jan, los mitos y la superstición siguen vigente de otra forma. La lucha contra la ignorancia y las falsas creencia sigue teniendo sentido.

Un saludo

hiniare dijo...

Uix, no puedo evitar que me desagrade relacionar con patologías los aspectos espirituales, o afectivos, o emocionales del ser humano. Evidentemente todo lo que somos procede del cerebro, pero hay un “plus” en lo psicológico y en lo social, que no puede ser localizado en ningún lóbulo. Comprendo que no es algo tan simple, pero algunas personas lo entienden como un “claro, eso lo explica todo”. Y ni remotamente. Como afirma el arqueólogo Lewis-Williams en sus libros (los recomiendo), lo que se llama “estados alterados de conciencia” son realmente estados “normales”, porque son propios de la mente humana. Otra cosa es la calificación social de patología.

Por lo demás muy interesante, aunque como migrañosa sólo he experiementado la parte de agónico dolor y no la alucinatoria.
h.

Jan dijo...

Por supuesto hiniare que no lo explica todo. Sería simplificar demasiado, aunque seguro que habrá casos que aquí puedan encontrar una respuesta. Sacks tan solo aporta el punto de vista de la neurología a determinados estados compartidos por personas con una predisposición a la espiritualidad o la mística. Sin duda la cuestión es mucho más compleja, pero me parece interesante analizar las cosa desde diferentes perspectivas.
¿Sólo has experimentado la parte agónica? Qué mala suerte, te pierdes lo mejor... ;-)

Abrazos