Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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domingo, 5 de diciembre de 2010

La Tempestad

Barco en la tormenta


Hay entre el principio del teatro y el de la alquimia una misteriosa identidad de esencia. Pues el teatro, como la alquimia, considerado en su origen y subterráneamente, se apoya en ciertos fundamentos que son comunes a todas las artes, y que en el dominio espiritual imaginario aspiran a una eficacia análoga a la del proceso que en el dominio físico permite obtener realmente oro. Pero entre el teatro y la alquimia hay asimismo otra semejanza más elevada y que metafísicamente apunta mucho más lejos. Pues tanto la alquimia como el teatro son artes virtuales, por así decirlo, que no llevan en sí mismas ni sus fines ni su realidad. (...) Todos los verdaderos alquimistas saben que el símbolo alquímico es un espejismo, como el teatro es un espejismo. Y esa perpetua alusión a los materiales y al principio del teatro que se encuentra en casi todos los libros alquímicos debe ser entendida como la expresión de una identidad (que fue en los alquimistas extremadamente consciente) entre el plano en que evolucionan los personajes, los objetos, las imágenes y en general toda la realidad virtual del teatro, y el plano puramente ficticio e ilusorio en que evolucionan los símbolos de la alquimia.

Antonin Artaud, El teatro y su doble


Grabado del Theatrum chemicum britanicum, de Elias Ashmole, 1652


Para una mejor comprensión del texto principal de esta entrada basado en una interpretación de la obra de Shakespeare La Tempestad, he creído conveniente dejar un breve resumen por el que familiarizarse con la trama argumental.
Próspero Duque de Milán es traicionado por su hermano Antonio en alianza con Alonso, Rey de Nápoles, para arrebatarle el poder. Los usurpadores resuelven aparentar el golpe de estado como un exilio, y trás tomar como prisioneros al legítimo Duque y a su hija Miranda de tres años, son abandonados en un barco a la deriva. El doble homicidio no logra concretarse, gracias a Gonzalo, un noble e ilustrado Napolitano, que esconde en el barco provisiones y los valiosos libros de ciencias ocultas de Próspero, más apreciados para él que su propio Ducado. El viento y las olas llevan a los exiliados hasta una isla encantada, antiguo lugar de destierro de la bruja Sycorax, que después de morir, deja como únicos habitantes a su hijo monstruoso denominado Calibán, y a un genio de nombre Ariel. Próspero intenta educar a Calibán, sin embargo, el monstruo se rebeló, usó las palabras sólo como insultos e intentó abusar de Miranda lo que ocasionó su castigo y prisión en una roca de la isla. Ariel, que fue liberado por Próspero del tronco de árbol al que lo había confinado Sycorax, es el encargado de ejecutar las órdenes mágicas de Próspero. Mediante su Magia, Próspero desata una tempestad que cae sobre el navío del rey de Nápoles y su Corte, que navegaba cerca de la isla de regreso a Italia, haciendo que naufraguen vengándose de ellos. La tripulación queda separada al llegar a tierra. El joven Príncipe Fernando, hijo del Rey de Nápoles, acabará deambulando solo, y gracias a las artes de Ariel, tendrá un encuentro con Miranda. La magia de Próspero hará que Miranda y Fernando se enamoren.
La trama de esta obra que se resuelve con la uníon de Miranda y Fernando, al tiempo que la recuperación del ducado usurpado a Próspero, ha sido objeto de interpretaciones que desvelan un drama alquímico. Esto no puede parecer extraño cuando es conocido el interés que artistas, escritores y miembros de la nobleza del Renacimiento tuvieron por doctrinas esotéricas legadas por la Antigüedad y la Edad Media cristiana. Al margen de corrientes ocultistas, se transmitieron conocimientos herméticos que dejaron su huella en el teatro de la época. A partir de aquí podemos hacer una lectura de algunos de los principales protagonistas.
Próspero es refinado, dotado de poderes, gran encantador, opuesto al mago vulgar. Experimentado alquimista y Maestro en las artes ocultas, los cuatro elementos están bajo su poder. Un magisterio pacientemente adquirido tras largo tiempo de estudio y aprendizaje, a través de lecturas que forjaron su mundo interior, hacen que su ducado verdadero no se encuentre en Milán, del que era titular, sino en su biblioteca. Su amor es compartido entre su Arte y el amor a su hija. En manos de la Alquimia están las fuerzas cósmicas de espíritu y materia, más aun, ellas obedecen al poder del gran Arte. Es como si se interpelara al lector diciéndole: "conviértete en avezado alquimista y tú también podrás ejercer tu dominio sobre ti mismo, sobre las fuerzas que te empujan en diversas direcciones, porque no tienes el poder de controlarlas".
El Maestro es amo de dos servidores de características absolutamente opuestas:
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Caracterizaciones de Ariel y Calibán
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Ariel es un espíritu luminoso, un espíritu del aire, quien al servicio de Próspero ejerce su poder mágico. Su opuesto radical es el esclavo Calibán, hijo de una hechicera, sin figura humana. Es la burda encarnación de la tierra.
Ariel y Calibán recrean en un nivel simbólico las fuerzas de la dualidad humana: espíritu-aire, materia-carne, apareciendo como personificaciones de fuerzas encontradas previas a la definitiva unión de Miranda y Fernado. Precisamente la Alquimia se propone que el iniciado vaya progresivamente acercándose a lograr en sí mismo lo que sostenía Roger Bacon: "... que el cuerpo se haga espíritu y que el espíritu se haga cuerpo".
Shakespeare debía saber muy bien que el fruto del matrimonio químico del azufre y el mercurio, el magnum opus de los alquimistas, es el alma perfeccionada y resucitada, siendo la obra alquímica el estado previo a la unión mística con el espíritu divino.

Dejo a continuación el ensayo de Martin Lings que aparece en su obra El Secreto de Shakespeare, donde a partir de un minucioso análisis nos desvela las claves herméticas ocultas en La Tempestad. Las imágenes seleccionadas son una muestra de la huella que ha dejado esta obra inmortal en el mundo de la pintura, el grabado, las innumerables versiones teatrales y alguna cinematográfica. Dejo también algún grabado alquímico.

Miranda, the tempest (1916), John William Waterhouse


La tempestad es, según la opinión general, la última obra completa de Shakespeare. Es anticipada en Sueño de una noche de verano y en Medida por medida. Pero el paralelo más inmediatamente obvio de La Tempestad es A vuestro gusto. En ambas obras el duque reinante es expulsado de su ducado por un hermano usurpador; el argumento de ambas gira en torno a la historia de amor de la hija del duque legítimo, que también se halla en el exílio; en cada una de ellas el hermano usurpador se arrepiente finalmente y el duque legítimo vuelve a tomar posesión de su ducado. Y la más notable coincidencia entre ambas es que tiene lugar en un marco que está más allá -y pr encima- de los confines de la civilización. El bosque de Arden (en A vuestro gusto) representa la Edad de Oro. Del Duque desterrado y sus seguidores se dice que pasan el tiempo descuidadamente, como se hacía en la edad de oro. Somos transportados a unos tiempos en los que el hombre aún vivía, por decirlo así, en la vecindad del Paraíso perdido.

Aquí no sufrimos otra pena que la del pecado de Adán: la diferencia de las estaciones...Y así, nuestra vida de hoy, exenta de la frecuentación de las muchedumbres, halla oradores en los árboles, libros en los arroyuelos rumororsos,sermones en las piedras y el bien en todas las cosas.No quisiera cambiarla,

dice el Duque. La isla encantada de La Tempestad también trasciende al resto del mundo. Como el bosque de la obra anterior, está cerca del Cielo, y es, por tanto, el marco ideal para el amor que simboliza la reunión de lo celestial con lo terrenal. Al fin de A vuestro gusto, Rosalinda es introducida por el Himeneo, que dice:

Buen duque, recibe tu hija. El Himeneo la ha traído desde el cielo.

Y en La Tempestad, el "matrimonio" del Cielo y la tierra tiene lugar realmente en las personas de Juno y Ceres, a quienes reune Iris, la celestial mensajera del arco iris, para asistir a los esponsales de Miranda y Fernando.
Además de la ya mencionada semejanza entre La Tempestad y Medida por medida, podemos señalar que si Próspero es desterrado de Milan, el Duque también es desterrado -auto desterrado- de Viena; y si el Duque permanece secretamente en Viena para observar lo que sucede durante su supuesta ausencia, Próspero tiene a Milán bajo su observación transportándolo, junto con Nápoles, de la que es inseparable simbólicamente, a su isla. Nápoles y Milán, como Viena, son este mundo. En cierto sentido, todo el mundo está a bordo de la nave; y en el centro de ese mundo está Alonso, el rey de Nápoles, con su hijo Fernando. Después de aparecer brevemente en la escena del naufragio con que da comienzo la obra, se retiran abajo y no volvemos a verlos en cubierta, aunque se nos hace sentir su presencia. Gonzalo dice:

¡El rey y el príncipe están orando! Asistámoles, pues nuestro caso es igual al suyo.

Esta observación es más significativa de los que pudiera parecer, pues está calculada para encontrar un respuesta en las almas de los espectadores. Éstos están, asimismo, a bordo de la nave de este mundo, que la tempestad ha revelado en su verdadera luz como lugar altamente precario y peligroso que en realidad es.(...) El rey y el Príncipe, en esta obra, como el Rey y la Princesa en Cimbelino, representan, juntos, el alma humana que sigue el camino de la santificación a través de la purificación. El infierno no se representa, salvo retrospectivamente; los poderes del mal se hallan presentes, pero están ya bajo control. El traidor hermano de Próspero, Antonio, el usurpador Duque de Milán, tiene mucho en común con Claudio, de Hamlet. Era Antonio quien había logrado desterrar al Espíritu seduciendo al alma, en la persona del Rey de Nápoles, para establecer una alianza impía.La mayor parte del purgatorio está concentrada en la tempestad, al principio de la obra. La propia isla encantada no es sino un marco para el recinto sagrado de la celda de Próspero, de la que se puede decir que trasciende el Purgatorio. Por extensión, el resto de la isla es también un santuario; incluso Calibán es consciente de su caracter beatífico:

Tranquilizate. La isla está llena de rumores, de sonidos, de dulces aires que deleitan y no hacen daño. A veces con un millar de instrumentos bulliciosos resuena en mis oídos, y a instantes son voces, que, si a la sazón me he despertado de un largo sueño, me hacen dormir nuevamente. Y entonces, soñando,diría que se entreabren las nubes y despliegan a mi vista magnificencias prontas a llover sobre mí; a tal punto que, cuando despierto, ¡lloro por soñar todavía! (III, 2)

Ariel con los genios de la isla, ilustración de Arthur Rackham


Alfonso y Fernando llegan a la isla por separado. Debemos recordar que en el "Todo-hombre" Rey-Principe de esta obra, como en la pareja Cimbelino-Imogena, es el padre quien personifica el alma vieja y caída, y el hijo quien es virtualmente la nueva alma perfecta que espera ser libertada. Ahora ese momento ha llegado, por cuanto el hijo está seguro de que su padre ha muerto. A pesar de la considerable diferencia de detalles entre el Príncipe de La Tempestad y el Príncipe de Enrique IV, Fernando se encuentra en una situación que recuerda la escena en que el Príncipe Enrique se coloca la corona en la cabeza, creyendo ser rey. El paralelismo es tanto más fuerte cuanto que ambos príncipes están en las inmediaciones del Paraíso, pues el Príncipe Enrique se corona en el umbral de la Sala de Jerusalén. Simbólocamente, se puede decir que su creencia de ser reyes equivale a una verdadera realeza; y la auténtica realeza significa, como ya hemos visto, el estado primordial del hombre, siendo el hombre caído un usurpador del trono de la tierra. Pero en La tempestad, a diferencia de la obra anterior, la perfección regenerada del Príncipe se hace más claramente implícita en este punto no sólo por la confirmación, por parte de Ariel, de la muerte y sepultura del Rey bajo cinco brazas de agua, sino también, y sobre todo, por el uso del simbolismo hermético. La nave, aparentemente en llamas cuando Fernando la abandonó -totalmente incendiada por mí, como dice Ariel- es la pira funeraria, el Athanor de los alquimistas. Cabría sorprenderse, al principio, de que Shakespeare no prosiga con este tema ígneo exclusivamente, y de que hable de la nave de sacrificio, no como pira, sino como un buque naufragado, y de las propias transmutaciones alquímicas, no como una transformación del fuego, sino como una transformación del mar. Sin embargo, dejando aparte el hecho de que el fuego no es, a lo largo de esta obra, el elemento dominante en la consciencia del publico, el agua es aquí una necesidad técnica, pues representa el primero de los dos términos de la gran fórmula solve et coagula, y no es otra que el Mercurio que debe ser penetrado por el fuego del Azufre. "Mediante la unión de los opuestos del alma se convierte en 'fuego fluido' y 'agua ígnea'. La propia tempestad, que da nombre a la pieza dramática, es la "obra" alquímica, y Ariel asegura a Próspero que fue efectivamente una penetración mutua del agua y el fuego:

Los fuegos y estallidos de las detonaciones sulfúreas parecían sitiar al poderoso Neptuno y herir de espanto a sus audaces olas.

Próspero es aquí el Maestro Alquimista (imagen izquierda), y el resultado de su "obra" es el Principe, que más tarde habla de su futuro suegro diciendo que es la persona de quien he recibido una segunda vida (V, 1). Fernando puede, por tanto, considerarse el Fénix recién nacido que surge de las llamas y de las olas. Es así cómo ahora se nos representa, con su belleza natural realzada por la belleza de la música y de su maravilla ante ella, así como por la belleza de las palabras que pronuncia y de las palabras que entonces canta Ariel:

¿De dónde viene esta música? ¿Del aire o de la tierra?No se oye ya... y y a buen seguro se dirijea alguna divinidad de la isla. Sentado en la playa,llorando el naufragio del rey de mi padre,se deslizó junto a mí esta música sobre las aguas,aplacando su furia y mi dolor con su dulce melodía. La he seguido hasta aquí-o más bien me ha traído ella-; pero ha cesado...No, comienza de nuevo.

Ariel canta:

Tu padre yace enterrado bajo cinco brazas de agua;se ha hecho coral con sus huesos; los que eran sus ojos son perlas.Nada de él se ha dispersado, sino que todo ha sufrido la transformación del mar en algo rico y extraño.

La admiración es una característicadel Hombre Primordial por cuanto lo maravilloso es una cualidad esencial del Paraíso que es su morada. La heroína de esta obra no ha recibido su nombre por azar; y cuando Fernando la ve por primera vez, pensando que debe tratarse de una diosa en cuyo servicio se toca la música, se dirige a ella, aún antes de saber su nombre, de esta forma:

¡Oh, tú, maravilla!;

Felicity Jones como Miranda en el film The Tempest 2009 de Julie Taimor


y más tarde dirá, esta vez en relación con Próspero:

¡Dejadme vivir aquí siempre! Un padre tan maravilloso y sabio hace de este lugar un paraíso.

Miranda, la Maravillosa, es también necesariamente la maravilla. Cuando Fernando entra, ella está dormida, pero se despierta gradualmente durante la canción de Ariel, que se podría decir que la prepara para un avisión de algo rico y extraño. La canción se refiere directamente al Rey Alonso, pero también apunta al Príncipe. Afirmar la muerte del alma vieja es también anunciar el nacimientpo de la nueva alma perfecta; y es el propio Fernando quien, como hemos visto, encarna el resultado de la transformación del mar que constituye el tema de Ariel. Poco después de terminar la música, o quizá mientras sigue sonando el bajo continuo como suave acompañamiento de la palabra hablada, su padre le dice que habra los ojos para ver lo que puede ver; y ella pone los ojos sobre el Príncipe se diría que con la maravilla de Eva en su primera visión de Adán, pues nunca antes ha visto a otro hombre aparte de su padre:

Tentada estoy de tomarle por una cosa divina, porque nada en la naturaleza he visto nunca tan noble.

Rico y extraño: estos dos epítetos dan la clave de esta escena, y en realidad de toda la obra en conjunto. Ambos reaparecen en el climax, cuando Próspero da Miranda a Fernando y dice, respecto a la prueba que le ha impuesto:

Todas las vejaciones que te he impuesto eran para probar tu amor y has salido maravillosamente de la prueba. Aquí ante el Cielo, ratifico mi precioso don. ¡Oh, Fernando! No te rías de las alabanzas que le he dirigido, pues tú mismo hallarás que supera a todos los elogios y los deja muy atrás.

Si comparamos el primer drama de amor de Shakespeare y éste, el último, es evidente que en ambos lo esencial es el factor del amor, la mutua atracción humana en su grado más alto en virtud de que cada consorte es la mitad perdida y ansiada del otro. Pero en Romeo y Julieta la magnitud del amor queda subrayada al medirse contra la fuerza formidable de las circunstancias adversas, sobre las que, inquebrantable e invencible, triunfa. En La Tempestad, por otra parte, las circunstancias son del todo favorables; a diferencia de sus predecesores menos afortunados, Fernando y Miranda tienen a las estrellas de su lado. Su unión es expresamente bendecida, no sólo por el Cielo, Juno, sino también por la Tierra, Ceres. Se dan todas las razones exteriores o secundarias por las que deben casarse, mientras que el amor de Romeo y Julieta se halla en agudo conflicto por su ambiente terrenal. La unión de estos malhadados amantes de la antigua Verona es una necesidad metacósmica o celestial en trágica colisión con una imposibilidad cósmica. El triunfo final del Cielo es indicado por el hecho de ser enterrados uno junto al otro y por sus estatuas de oror puro. La unión de Fernando y Miranda es asimismo un matrimonio realizado en el Cielo, al tiempo que es una necesidad cósmica.
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Unión de Fernando y Miranda, ilustración de Walter Crane, 1893

Su casamiento será, además, el casamiento de dos "mundos", Milán y Nápoles; y no es esta su única significación macrocósmica: la atracción irresistible de cada amante por el otro adquiere un caracter adicional de inmensidad por el hecho de que Fernando es para Miranda literalmente el único hombre, mientras que ella es para él, como se dice expresamente, la suma de las virtudes femeninas.(...) Si se preguntara cuál de los dos amantes representa el Espíritu y cuál el alma, la respuesta sería que el simbolismo es reversible, como en Romeo y Julieta, Antonio y Cleopatra, y otras obras. Miranda es la hija de Próspero, y el significado del lugar en que ha crecido y ha sido educada, lejos de la corrupción del mundo, ya se ha mencionado en este mismo contexto. No debemos olvidar, sin embargo, que en el primer encuentro de estos dos amantes, cada uno piensa que el otro es divino; y la actitud de adoración de Miranda está completamente de acuerdo con la primera en que, gracias a la estratagema de Próspero, tiene su primera "visión" del Príncipe. Por otra parte, una vez que su padre se la ha confiado, este futuro rey tomará, en lo que a ella concierne, el lugar de Próspero. Por una parte, pues, puede decirse que Próspero representa el Espíritu-Intelecto, y que Miranda es una extensión de él.

Caracterización de Próspero en un versión teatral de La Tempestad


Por otra parte, Miranda es la discípula de Próspero y desde sus primeros años ha seguido el camino por el que él la ha guiado, un camino cuya meta final es el ilustre matrimonio que Próspero ha planeado para ella. Desde este punto de vista, que también toma en consideración el simbolismo del rango, es el futuro Rey de Nápoles quien representa el Espíritu, y Miranda el alma. En cuanto al Rey Alonso (padre de Fernando) representa el "plomo" del alma, el metal vil en el que Fernado es el "oro" potencial. "El oro -escribe el famoso místico islámico Muhyi-d-Dîn Ibn 'Arabi de Murcia- representa el alma en su estado original y sano, que, sin trabas ni nubes, podía reflejar el espíritu divino de acuerdo con su propio ser; el plomo, por el contrario, representa su estado enfermo, empañado y "muerto", y que ya no puede reflejar al espíritu. La verdadera esencia del plomo es el oro; todo metal ordinario representa una fración del equilibrio, que se manifiesta sólo en el oro. Para librar el alma de sus trabas y su enturbamiento, sus dos orígenes, su forma esencial y su materia, deben desprenderse de sus vinculaciones toscas y superficiales. Es como si el espíritu y el alma se separasen para, después del divorcio, volver a casarse. La materia amorfa se pone al fuego, se funde, se purifica, para, finalmente, concretarse en la imagen de un pefecto cristal".(...) El paraíso terrenal no es la unión completa del alma y el Espíritu, sino el estado en que, por decirlo así, el Espíritu se inclina hacia el alma, el Cielo hacia la Tierra. En el paraíso terrenal, simbolizado aquí por los esponsales de Fernando y Miranda, "Todo-hombre" ha alcanzado la plenitud de la posibilidad terrenal. Por lo tanto, es en este punto cuando Próspero prepara a Fernando y Miranda para los Grandes Misterios del Paraíso celestial diciéndoles que toda las glorias de la vida terrenal no son más que un sueño:

Nuestros divertimentos han dado fin. Esos actores, como os había prevenido, eran espíritus todos y se han disipado en el aire, en el seno del aire impalapable; y a semejanza del edificio sin base de esta visión, las altas torres, cuyas crestas tocan las nubes, los suntuosos palacios, los solemnes templos, hasta el inmenso globo, sí, y cuanto en él descansa, se disolverá, y lo mismo que la diversión insubstancial que acaba de desaparecer, no quedará rastro de ello. Estamos tejidos de idéntica tela que los sueños, y nuestra corta vidase cierra con un sueño. (IV, 1)

El Paraíso celestial no está representado en La Tempestad, como lo está en El cuento de invierno, pero toda la obra responde a su inclinarse hacia abajo con un tender hacia él, es decir, hacia el matrimonio final de los amantes. Al igual que en Cimbelino, la precedencia jerárquica de los lugares es reversible, como la de los amantes. La isla encantada, como la gruta de Belario, trasciende el mundo corrupto de la civilización; pero este mundo ya no será el mismo ahora que sus habitantes, y en particular sus soberanos, han sido purificados. Al final de La Tempestad, Milán y Nápoles adquieren una significación puramente positiva en cuanto cosa que se perdieron y han sido recobradas. Ambos puntos de vista, con respecto a lugares y personas se entretejen en la última escena. Para el Rey Alonso, como para su hijo, Miranda es divina; para ella, por otra parte, su reino futuro, personificado por los visitantes napolitanos de su isla, es objeto ante el cual maravillarse:

¡Oh prodigio!¡Qué arrogantes criaturas son éstas!¡Bella humanidad! ¡Oh, espléndido mundo nuevo,que tales gentes produce!
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Ya hemos citado las palabras de Gonzalo en la primera escena:

!El rey y el Príncipe están orando! Asistámosles, pues nuestro caso es igual al suyo.

Igualmente característico de la función de Gonzalo en la obra es su resumen final en la última escena, pues también aquí despliega ampliamente la "red" como para incluir el mayor número posible de personas en la bendición de la obra alquímica:

¿Fue Milán expulsado de Milán para que su descendencia reinase en Nápoles? ¡Oh! ¡Que nuestras alegrías rebasen las alegrías ordinarias y escríbase esto en letras de oro sobre columnas imperecederas!(...)

La significación trascendente de la obra y su desenlace final es aquí doblemente afirmada por los dos imperativos, que nuestras alegrías rebasen las alegrías ordinarias y escríbase esto en letras de oro. Esto último es también una clara referencia alquímica; y en relación con las palabras finales de este parlamento podemos repetir la sentencia, ya citada, de que "la verdadera esencia del plomo es el oro", en el sentido de que sólo el hombre primordial conoce y es su verdadero yo, pues el hombre caído ha "perdido" su primera naturaleza, bajo los escombros de la "segunda naturaleza" simbolizada por el plomo."Haz que me conozca, Señor, y Te conoceré", dijo san Agustín; y podemos recordar aquí que el Duque de Medida por medida -un personaje que tien que ver mucho con La tempestad- es definido como un hombre que, por encima de todo, se aplicaba especialmente a conocerse a sí mismo. Descubrir y conocer el propio sí es el final de los Pequeños Misterios; pero, como nos enseña la anterior sentencia de san Agustín, ésta es una etapa del camino hacia un conocimiento superio. Lo que dice Gonzalo se puede entender, pues, como una tendencia, implicitamente y en aspiración, al conocimiento del Sí Real a cuya imagen el sí del hombre está hecho; y esto no dejaría de tener relación con la obra en conjunto, que tiende a un plano superior, a estos Grandes Misterios, esto es, al matrimonio que está más allá de los esponsales.

Elias Ashmole, Theatrum chemicum britanicum, 1652

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Recomiendo la entrañable y bella producción de la BBC sobre La Tempestad dirigida al público infantil que dejo dividida en tres vídeos:

1ª Parte http://www.youtube.com/watch?v=2XZ091CEgNU

2ª Parte http://www.youtube.com/watch?v=5xYzRsQBn_M

3ª Partehttp://www.youtube.com/watch?v=HWa_uhtj0Fk


Trailer oficial de la película The Tempest de Julie Taimor

http://www.youtube.com/watch?v=DDyGl2uIQ-Q&NR=1&feature=fvwp


Lecturas:

William Shakespeare, La tempestad, Espasa-Calpe, 2002

Martin Lings, El secreto de Shakespeare, Olañeta editor 1988

Antonín Artaud, El teatro y su doble, Edhasa, 2006

J. Van Lennep, Arte y Alquimia, Editora Nacional, 1978


Enlaces con entradas relaciondas en este blog:

http://barzaj-jan.blogspot.com/2010/09/teatro-de-la-muerte.html

http://barzaj-jan.blogspot.com/2010/02/alquimia-en-el-cristianismo-medieval.html

http://barzaj-jan.blogspot.com/2009/12/siva-senor-de-los-danzantes.html


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5 comentarios:

Christian Rodway dijo...

¡Hola!
Muy interesante el ensayo. Tengo algo referido a Titus Andronicus en el mio, que te invito a visitar:
http://vitruvioyelcine.blogspot.com/
Muchos saludos
Christian

Baruk dijo...

Bona nit Jan,

Otra interesante y completa exposición la que nos ofreces... y con ella sigo pensando: cuantas cosas hay en el mundo que yo ignoro!

Abrazos

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Jan dijo...

Hola Christian,

muy interesante el artículo sobre Titus Andrónicus y esa otra película de Julie Taimor basada también en un drama Shakespeariano de la que tomo nota.
Muy atractivo tu cinéfilo blog, con análisis desde la perspectica de la psicología arquetipal junguiana que descubre significados muy estimulantes y profundos en buenas películas. Felicitaciones por investigar ese aspecto poco conocido del cine.

Muy amable por tu visita !

Un saludo también para tí.

Jan dijo...

Lo cierto Baruk, es que disponer de mas o menos conocimientos acumulados sobre cosas del mundo no nos hace menos ignorantes. Dependerá del uso que hagamos de esa información y hacia el fin que la dirijamos.

Alquímicamente hablando:

si la semilla no se transforma en fruto,
la siembra habrá sido en vano.

Una abraçada

Anónimo dijo...

Gracias..muy completo ...voy a ver la obra de teatro y buscaba un resumen para ver de que se trataba..ahora tengo mas ganas de verla...saludos de Chile