Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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miércoles, 7 de noviembre de 2012

Cárceles imaginarias

Piranesi, Frontispicio de Carceri d'invencione


«Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada; la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la Divina Potestad, la Suprema Sabiduría, y el primer amor.
Antes de mí, no hubo nada creado, a excepción de lo inmortal, y yo duro eternamente. ¡Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!"


Dante, Canto III de La Divina Comedia (inscripción en el dintel de la puerta del infierno)



Giovanni Battista Piranesi (Mogliani Veneto 1720, Roma 1778), fue arquitecto, anticuario, arqueólogo y grabador. Entre su obra se encuentran más de dos mil grabados al aguafuerte en los que dejó imágenes fidedignas de estatuas, relieves y ruinas existentes de antiguos monumentos romanos así como reproducciones imaginarias de éstos, incluyendo también diseños originales para chimeneas, muebles y elementos decorativos.
Una de sus colecciones de grabados más renombradas fue Carceri d'Invenzione (Cárceles imaginarias) realizadas entre 1745 y 1760 compuestas por una portada y 15 planchas. En esta serie, abandonándose a la imaginación, creó una arquitectura fantástica y laberíntica de desmesurados calabozos donde aparecen enormes y oscuros pasadizos, imposibles escaleras que ascienden a increibles alturas dirigidas a ninguna parte y siniestras galerías. Estos grabados influyeron enormemente en el romanticismo del siglo XIX, y ya en el siglo XX en el surrealismo y en los decorados del cine de terror. Fueron también motivo inspirador para escritores, entre algunos de ellos De Quincey, Marguerite Yourcenar, el cineasta y arquitecto Serguei Eisenstein y Aldous Huxley. De este último dejo a continuación algunos fragmentos de la introducción que escribió en 1949 para la edición de Piranesi's Carceri d'Invenzione sobre la obra del genial grabador, donde pone de relieve que en esos grabados podemos encontrar manifiestamente representado determinado estado del alma.




Cárceles (fragmentos)
Por
Aldous Huxley


(...) Más allá de las prisiones reales habidas en la historia con demasiado orden y de aquellas donde la anarquía engendra el infierno del caos físico y moral, hay otras prisiones, no peores por ser fantásticas e imaginarias: las prisiones metafísicas, cuyas sedes están en la mente, cuyas paredes están hechas de pesadillas e incomprensión, cuyas cadenas son ansiedad y sus potros de tortura una sensación de culpa personal o incluso genérica.


(...) Lo que piranesi expresó no está sujeto a cambios históricos. Piranesi no está, como Hogarth, reflejando los hechos de la vida social de su época. Ni está, como Bentham, tratando de diseñar un mecanismo que cambie la naturaleza de los hechos. Su preocupación son los estados del alma, unos estados que son en gran parte ajenos a las circunstancias exteriores, unos estados que se repiten cada vez que la naturaleza, en su sempiterno juego de azar, combina los factores herditarios del físico y el temperamento en determinados perfiles.
En el pasado, la psicología se solía tratar como una rama de la ética o de la teología. Así, para San Agustín el problema de las diferencias en los caracteres humanos era el mismo que el de la Gracia y el misterio de la voluntad divina. Sólo en tiempos recientes, los hombres han aprendido a hablar sobre las idiosincracias de la conducta personal en términos que no sean del pecado y la virtud. Las prisiones metafísicas dibujadas por Piranesi, y descritas por tantos poetas y novelisatas modernos, eran conocidas por nuestros antepasados, pero conocidas no como síntomas de enfermedad o como una peculiaridad temperamental, no como estados a ser analizados y expresados por los poetas, sino como imperfecciones morales, como dolorosas rebeliones contra Dios, como obstáculos en el camino del esclarecimiento. Así, el Weltschmerz, del que tanto se enorgullecían los románticos alemanes, el ennui, fruit de la morne incuriosité, que rezuma en tantos versos espléndidos de Baudeliere, no era sino acedia, por cuya causa Dante sumergió a los apáticos y melancólicos de lleno en el barro negro del tercer infierno (aquí Huxley hace referencia al siguiente pasaje del VII canto de La divina Comedia: "quiero además que sepas que bajo esta agua hay una raza condenada que suspira. Metidos en el lodo dicen: -Estuvimos siempre tristes bajo aquel aire dulce que alegra el Sol, llevando en nuestro interior una tétrica humareda: ahora nos entristecemos también en medio de este negro cieno". Nota de Fragmentalia).  Esto es lo que Santa Catalina de Siena tenía que decir del estado de ánimo que siglos después caracteriza la atmósfera de todas las novelas de Kafka: "La confusión es una lepra que seca el cuerpo y el alma, y ata los brazos ante los anhelos por lo divino. Hace al alma insufrible para sí misma, disponiendo la mente para los conflictos y las fantasías. Roba al alma la luz sobrenatural y oscurece su luz natural. Deja que los demonios de confusión sean vencidos por la fe viva y el deseo sagrado".
(...) La fantasía desplegada en Las cárceles es de distinto orden, muy distinto a lo mostrado por cualquiera de sus predecesores. Todas las estampas de la serie son evidentes variaciones de un mismo símbolo, que se remite a cosas existentes en las profundidades físicas y metafísicas del alma humana: a la acedia y la confusión, la pesadilla y el angst, la incomprensión y el pánico.
 El hecho más inquietantemente obvio de todos estos calabozos es la perfecta falta de sentido que domina en todo. Su arquitectura es colosal y magnífica. Uno siente que el genio de grandes artistas y la labor de innumerables esclavos han contribuído a la creación de todos estos monumentos,  cuyos detalles carecen de objeto. Sí, de objeto, pues las escaleras no se dirigen a ninguna parte, las bóvedas no soportan más que su propio peso y encierran grandes espacios que nunca son realmente salas, sino solo antecámaras, almacenes, vestíbulos y dependencias. Y esta magnificencia de piedras ciclópeas ha sido en todas partes estirada por escaleras de madera, por endebles pasamanos y angostas pasarelas. Y la escualidez está presente por el simple hecho de mostrarla, porque los caminos  desvencijados a través del espacio carecen claramente de destino. Debajo de ellos, en el suelo, hay grandes máquinas incapaces de hacer nada en particular, y de los arcos de arriba cuelgan sogas que no encierran nada más que una desagradable idea de torturas. Algunas de las Cárceles están alumbradas sólo por unas estrechas ventanas. Otras están medio abiertas al cielo, dejando entrever más bóvedas y más paredes en la distancia. Pero, incluso cuando los recintos aparecen más o menos cerrados, Piranesi logra siempre transmitir la impresión de que esos colosos sin sentido se extienden infinitamente hasta ocupar todo el universo. Entregadas a actividades irreconocibles, sin hacerse mutuamente caso, unas pocas figuras sin rostro rondan las sombras. Su insignificante presencia recalca el hecho de que ninguna está donde debería estar.
Fisiológicamente, todo ser humano está siempre solo, sufriendo en soledad, disfrutando en soledad, incapaz de participar de los procesos vitales de su prójimo. Pero, a pesar de ser cerrado, este organismo-isla no se basta nunca a sí mismo. Toda soledad viviente depende de otras soledades vivientes y, más aún, del océano de existencia en el que levanta su pequeño escollo de individualidad. La conciencia de esta paradoja de soledad en medio de la dependencia, de aislamiento acompañado de insuficiencia, es una de las causas de la confusión, de la acedia y la ansiedad, las cuales, a su vez, intensifican la sensación de soledad y hacen que la paradoja humana parezca aún más trágica. Los ocupantes de estas Cárceles de Piranesi son los espectadores sin esperanza de "esta pompa de mundos, de este doloroso nacer", de una magnificencia sin sentido, de una miseria sin fin que el hombre no puede ni comprender ni soportar.
Se dice que la primera idea de Las cárceles surgió en la mente de Piranesi en medio de un delirio febril. De lo que no cabe duda es de que esa primera idea no fue la última; pues de algunas planchas existen primeros estados, en los que faltan muchos de los elementos más característicos e inquietantes de Las cárceles. De esto cabe deducir que los estados de ánimo expresados en esos aguafuertes eran, para Piranesi, crónicos y, en cierto modo, normales. La fiebre pudo haber sugerido originalmente Las cárceles, pero, en los años que transcurrieron entre los primeros ensayos de Piranesi y la publicación definitiva de las láminas, recurrentes períodos de confusión, acedia y angst tuvieron sin duda que motivar esos sombríos y como vemos ahora indispensables, símbolos como son las sogas, las máquinas sin objeto, los improvisados puentes y escaleras de madera. (...)
Santa Catalina sostenía que los demonios de la confusión deben ser vencidos sólo por el anhelo divino y la fe en la revelación cristiana. Pero, en realidad, cualquier deseo sostenido y cualquier fe intensa pueden bastar. Piranesi, por ejemplo, no parece haber sido persona de profundas convicciones religiosas o con aspiraciones místicas. A diferencia de su coetáneo más joven William Blake, no vislumbró la inmortalidad, no tuvo entre tormentos y lamentos visiones de Dios. La fe de Piranesi era la de un humanista renacentista, su dios, la antigüedad romana y su afán, una mezcla del anhelo del artista por la belleza, del deseo del arqueólogo por la verdad y de la determinación del hombre pobre de ganarse el sustento. Estos factores fueron, aparentemente, antídotos suficientes contra la acedia y la confusión espiritual. En cualquier caso, no volvió a expresarse, una segunda vez, el estado de ánimo que inspiró Las cárceles. (...)
De las formas naturales, a diferencia de las geométricas, Piranesi, en Las cárceles, hace poco uso. No hay ni una hoja ni una brizna de hierba en toda la serie; ni un pájaro ni un animal. Aquí y allá, irrelevantemente vivas en medio de las abstracciones de piedra, hay unas pocas figuras humanas, oscuramente ataviadas, sin facciones e impasibles. (...)



En Las cárceles no hay ningún indicio de ingeniosa e ingenua teatralidad. Los pocos y solitarios prisioneros están ahí para recalcar, no la sobrehumana grandeza de los edificios, sino su inhumana vacuidad, su subhumana carencia de sentido. Son, literalmente, almas perdidas, vagando -o ni siquiera vagando, simplemente varadas- en un laberíntico vacío. Resulta interesante compararlas con los personajes de las ilustraciones de Blake para el Infierno de Dante. Estas almas malditas están tan poco perdidas que parecen sentirse como en casa entre sus llamas, peñascos y cenagales. En todos los círculos del infierno de Blake todo el mundo aparenta ser vagamente heroico a la manera clásica, algo corrompida, de finales del siglo XVIII, y todos parecen interesarse sinceramente por su prójimo. ¡Qué diferentes son las cosas en Las cárceles! Aquí no hay musculaturas heroicas, no hay exhibicionismos ni extroversiones, no hay rastro de vida social. Cada hombre aparece tapado, furtivo e, incluso en compañía, completamente solo.
William Blake, Infierno de Dante canto V


 Los dibujos de Blake son curiosos y algunas veces hermosos; pero en ningún momento podemos tomarlos en serio como símbolos de sufrimiento extremo. Los prisioneros de Piranesi, al contrario, son los habitantes de un infierno que, aunque sólo sea uno entre los muchos peores de los mundos posibles, resulta completamente creíble y lleva el sello de una manifiesta autenticidad.





Estos días la sede de Caixaforum de Barcelona ofrece una extraordianaria exposición sobre la obra de Piranesi. Para información pincha AQUÍ




Lecturas:

Aldous Huxley, Las cárceles de Piranesi. Casimiro libros 2012
Luigi Ficacci, Piranesi. Taschen 2001


Entradas relacionadas:

En el laberinto



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7 comentarios:

hiniare dijo...

Algunos momentos de la introducción de Huxley resuenan mucho al relato “El inmortal” de Borges, y efectivamente, según el libro de Cristina Grau “Borges y la arquitectura”, los grabados de Piranesi le inspiraron su Ciudad de los Inmortales, un lugar donde las ruinas son un reflejo de la locura de unos seres que habían perdido el sentido de vivir. Hablando de acedia, los inmortales lo tuvieron todo, y tiempo para aborrecerlo todo. Ahora que lo pienso, qué buen retrato de la depresiva sociedad actual.
Aún no he visto la exposición de Piranesi, a ver si no se me escapa.
h.

Jan dijo...

"Un laberinto es una casa labrada para confundir a los hombres; su arquitectura, pródiga en simetrías, está subordinada a ese fin. En el palacio que imperfectamente exploré, la arquitectura carecía de fin. Abundaban el corredor sin salida, la alta ventana inalcanzable, la aparatosa puerta que daba a una celda o a un pozo, las increibles escaleras inversas, con los peldaños y la balaustrada hacia abajo. Otras, adheridas aéreamente al costado de un muro monumental, morían sin llegar a ninguna parte, al cabo de dos o tres giros en la tiniebla superior de las cúpulas".

Creo que como muy bien dices hiniare, con este párrafo no queda duda de que Borges se inspiró en las Cárceles de Piranesi para crear la escenografía de la Ciudad de los inmortales en su impagable relato. Que por cierto, ahora releyéndolo, veo que en una de sus notas hace referencia a su compatriota y amigo también escritor Ernesto Sábato, a quien dediqué una entrada sobre su relato "Informe para ciegos" dentro de su novela "Sobre héroes y tumbas" al que acompañé también con algunos de los grabados de las Cárceles. Al final de la entrada dejé el enlace a ella con el título de "En el laberinto".

La angustiante inmortalidad en el relato de Borges estaría asociada a la idea del infinito, aquí en su aspecto temporal, y que podemos encontrar en las palabras finales:

"Yo he sido Homero; en breve seré Nadie, como Ulises; en breve, seré todos: estaré muerto".

Vértigo y angustia que también se intuyen en las Cárceles sobre lo que algún autor dejó constancia:

"Pese a hacer ostentación de elementos estructurales,(pilares, arcos, escaleras y envigados), las cárceles caprichosas de Piranesi jamás podrían sostenerse en la realidad: son arquitecturas que exhiben la imposibilidad de exisitir, fuera de la invención, es decir, fuera de la mente en la que el artista las ha hallado, puesto que, paradójicamente, lo que se aprisiona en ellas es el infinito". Adriano Mariuz

Muchísimas gracias por tu certera observación. Si vas a la exposición espero que la disfrutes.

Veda Nomada dijo...

La prisión instalada en la médula del ser, la cárcel a modo de intuitivo infierno, como la idea de la rueda, como la asfixia de Sartre.
Huley recuerda y opone a Piranesi el panóptico de Bentham y sin embargo podrían no estar tan alejados sus fondos, aunque ondulen diferentes y estéticas sus formas.
Por otra parte no puedo dejar de recordar a Foucault, la auténtica revelación que suponen sus estudios sobre estrategias de poder, el surgimiento de las cárceles como respuesta a unas necesidades burguesas que más tarde se apropiará la religión y asociará al concepto de pecado.
La soledad, la tristeza, la cárcel; los mecanismos para dominar al hombre, tal vez.

No puedo dejar de recomendar como absoluto contrapunto al texto que nos ofreces el de "La verdad y las formas jurídicas", de Foucault.

Una magnífica entrada, Jan. Hacía mucho que no venía a merendar por aquí.

Como ves, vuelvo al ataque después de mucho tiempo, con las heridas aún cicatrizando, pero con un espacio nuevo que tiene vocación de nacer. Me gustaría enlazar tu blog, por supuesto. Dame tu anuencia, si te parece.

Un saludo y una sonrisa, como siempre

Veda

Nota: Por cierto, no sabes qué tortura me resulta demostrar que no soy un robot escribiendo esos números y letras.

Jan dijo...

Hola Veda, me alegra tener noticias tuyas, y como siempre, siento que es un lujo contar con tus comentarios.

Como bien dices el centro penitenciario imaginado por Bentham en el fondo no difiere de las Cárceles de Piranesi. Tanto uno como otro son, cómo no, un auténtico infierno, pero eso sí, el primero perfectamente ordenado y el segundo caótico.

Por cierto, casualmente ayer dieron en la 2 de televisión española una película "El descubrimiento del cielo" en la que se planteaba un acertijo: "Qué arquitectura contiene un interior pero carece de exterior". La respuesta la encontrará el protagonista cuando encuentre en un libro los grabados de las Cárceles de Piranesi. Y claro, ¿que otras cosas están allí simbolicamente representadas sino esas "cárceles psíquicas" que todos de una forma u otra podemos padecer? La película me pareció bastante mala pero me llamó la atención esta anécdota.

No conozco la obra de Foucault, tendré en cuenta tu recomendación de ese libro.

Oye, enhorabuena por poner en marcha un nuevo blog, y si me encuentro entre tus enlaces será un honor. Me alegra que vuelvas más recuperada al ataqueeee..! y que esas cicatrices que comentas sigan su proceso de recuperación ;-)

Después de tu sugerencia me he puesto a investigar sobre la forma de que no aparezca lo de la dichosa verificación de la palabra para poder comentar, y sí..!, lo he solucionado. A partir de ahora nadie se encontrará con esa traba. La verdad que es un verdadero engorro. Desde aquí animo a todo aquel que todavía no haya eliminado ese trámite en su blog a que lo haga.

Te mando un fuerte abrazo y todo mi ánimo. Me paso por tu nuevo sitio.

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Veda Nomada dijo...

Gracias por tus palabras, Jan.
Y especialmente por molestarte en quitar la casilla de verificación.

Un abrazo!

P.S. Si has visitado mi nuevo blog verás que hay varias pestañas. Te enlazo en Danza de Soledad Montoya.

Isabel dijo...

Qué figura más inquietante. Un arquitecto que no diseña sino cárceles imposibles, como laberintos eternos, como un infierno. Gracias por descubrirnos a Piranesi.

Jan dijo...

Sí Isabel, puede resultar un personaje inquietante. Eso mismo le debió parecer a Victor Hugo cuando refiriéndose a la peculiar capacidad creativa del genial grabador escribió en alguna parte "El negro cerebro de Piranesi..."