Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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lunes, 26 de mayo de 2014

Ídolos


Robert Mapplethorpe, Sonia Resika, 1988


Tal como van las cosas, el mundo pronto se dividirá, a grandes rasgos, en dos clases, a saber: la de los individuos que, por alguna razón, se consideran de interés para hacerles fotos, y otra mucho más numerosa que englobará a toda la gente deseosa, en cualquier ocasión, de hacerlas.

The Photographic News, 16 de marzo de 1889


En el siguiente artículo William A. Ewing de forma amena hace un respaso panorámico sobre cómo la fotografía desde sus inicios ha influido de forma determinante en la percepción del cuerpo humano. Puesta al servicio de intereses artísticos, pero sobretodo económicos a través de la publicidad, su apabullante presencia en los medios demuestra el gran poder de seducción que ejerce sobre el imaginario.


Ídolos
por
William A. Ewing

Nuestra cultura tiene en gran estima el "cuerpo bello". Llamamos "modelos" a los prototipos de perfección física que nos contemplan seductoramente por todas partes. Ellos son los verdaderos ídolos de nuestra época, representación de la belleza, la vitalidad, la salud, la juventud y hasta la libertad. ¿Debe considerarse esta celebración de los ideales corporales como beneficioso cambio respecto a la represión de la fisicidad que ha caracterizado tantas épocas pasadas?
Hoy en día, el culto a la perfección física a menudo conduce a la obsesión y la neurosis. La creciente incidencia de desordenes nutricionales como la anorexia y la bulimia y el recurso cada vez más extendido a la cirugía estética revelan la existencia de un lado oscuro en la búsqueda de la perfección corporal. "Respecto a cómo nos sentimos físicamente", señala Naomi Wolf en referencia a la mujer moderna, "puede que en realidad estemos peor que nuestra reprimidas madres".

El fotógrafo Horst P. Horst en Belleza eléctrica (1938) "se burla de los extremos a que llegan muchas mujeres en su persecución de la belleza".


Tampoco los hombres actuales están libres de preocupaciones relacionadas con sus supuestas deficiencias físicas.
La fotografía esparce a menudo la simiente de estas preocupaciones, fundamentalmente a travès de las imágenes publicitarias, que nos animan a comparar nuestro cuerpos imperfectos con las idealizadas formas de los otros. El hecho de que estas imágenes corporales idealizadas tengan poco que ver con la realidad y hayan sido cuidadosamente fabricadas por fotógrafos en connivencia con estilistas, maqulladores, editores de moda y belleza, retocadores e impresores suele pasar desapercibido. La fotografía de este tipo es tan persuasiva que se asume como prueba definitiva de la eficacia de este o aquel producto, régimen o "estilo de vida". La comparación fotográfica entre "el antes y el después" sigue siendo una técnica publicitaria corriente a los cien años de su invención.

Antes y después del popular presentador televisivo Pablo Motos

En los comienzos de la fotografía, todo lo que se exigía a una foto es que registrara un parecido, que se acercara lo más posible a la imagen reflejada en el espejo. Cuando se popularizaron los retratos, sin embargo, la mera imagen especular comenzó a resultar poco convincente, y las concepciones más idealizadas se hicieron cada vez más atractivas. Dado que los retratos no eran caros y el cliente podía adquirir muchas copias, cada vez los veía más y más gente, a menudo personas  a las que el modelo no conocía. El retrato funcionaba, por tanto, como una especie de embajador o sustituto del yo. En este sentido, era algo más que una huella conmemorativa; representaba una extensión del poder personal: el poder para influir en el comportamiento y en el juicio de otros.
Entonces, como ahora, la gente quería proyectar una imagen de sí misma lo más importante posible, y preparaban cuidadosamente sus encuentros con la cámara, dejándose aconsejar sobre la vestimenta, la pose y el gesto por populares manuales de la época. En la década de 1860, los fotógrafos habían aprendido también "muchas cosas acerca del modo de realzar la belleza de una persona situándola ante un fondo para componer un cuadro". Y gracias a la habilidosa intervención del retocador, los rostros eran más jóvenes, más bellos, más serenos. (...)
La enorme demanda de fotografías de mujeres bellas para distintos proyectos promocionales acabó creando un nuevo tipo de celebridad, un personaje que  no era famoso por algún talento o atributo social en particular, sino simplemente por se fotogénico. Photographic News se refería a estos personajes como "bellezas profesionales", y denunciaba que "la fotografía y las revistas de sociedad" debían compartir "la responsabilidad de haber inventado tan absurda criatura".
Estos ídolos femeninos tenía sus equivalentes masculinos. A finales del siglo XIX se planteó un renovado interés por la práctica del culturismo, y aparecieron manuales ilustrados con fotografías de "grandiosos cuerpos masculinos" del pasado y del presente. Uno de los primeros defensores de la cultura física que hizo un amplio uso de la fotografía para promover métodos fue el francés Edmond Desbonnet. Los visitantes de sus salones solían encontrarse con un repertorio de fotografías de los grandes atletas de la época, así como imágenes del "antes y después" que demostraban la eficacia de su método. Desbonnet proponía como modelo para los hombres el musculoso cuerpo de Sansón o Mercurio; el ideal para las mujeres era la redondez, serenidad y gracia de Venus.

 El Método Desbonnet, 1912

Tales fotografías decimonónicas de forzudos y atletas arrogantes flexionando sus biceps anuncian la proliferación de revistas de hombres musculosos a partir de la década de 1940. (...)
Los cuerpos masculinos en competición también fueron celebrados por fotógrafos como Bruce of Los Angeles (Bruce Bellas), uno de los mejores y más prolífcos fotógrafos del cuerpo al servicio de las sensibilidades homoeróticas.
Pese a su encanto, las fotografías de un ganador de los concursos Miss Natación o Míster Músculos o de un prometedor joven a quien su madre embadurna el cuerpo en aceite resultan relativamente ingenuas comparadas con las típicas creaciones de estudio. Sin embargo, hay que reconocer que sus autores sólo pretendían captar un momento de triunfo personal y difundir una imagen lo más rápida y ampliamente posible. La motivación no era artística, sino económica. (...)

 Bruce Bellas, Jerry Roquemore 1957


Las celebridades del siglo XX iban a desarrollar formas mucho más elaboradas de fotografía promocional. Confiaron la creación de sus fotografías a experimentados fotógrafos de estudio que pusieron todo su empeño en fabricar imágenes que se ajustaran a las atractivas construcciones que la gente ya tenía en mente. Ello requería una "representación" igualmente elaborada por parte del modelo. El fruto de esa colaboración puede observarse en la trémula visión de la estrella de cabaré Josephine Baker obra de Madame d'Obra. Muchas otras fotografías publicitarias de J. Baker jugaban con los prejuicios populares que identificaban la desnudez femenina negra con lo "primitivo" y "natural". (...)
En la década de 1930, la fotógrafa y realizadora alemana Leni Riefenstahl aportó un nuevo aire de galmour heroico a la fotografía de atletas. Su obra no hundía sus raíces en la celebridad individual sino en el culto al "hombre natural", el ser del sol y el aire puro, de la "mente sana cuerpo sano", el superhombre -el hombre ario o teutónico de Hitler-. Sus ídolos olímpicos asumieron el aspecto de dioses griegos. Fotografiados en perspectivas de ojo de pez u ojo de gusano, bellamente modelados por la luz, desafiando aparentemente la gravedad, los magníficos cuerpos debieron convencer a muchas mentes influenciables de la supuesta superioridad del pueblo alemán.

Leni Riefenstahl, Olimpia

En comparación con tal ingenuidad pictórica, la hábil imagen promocional de la estrella cinematográfica Raquel Welch realizada para la película Hace un millón de años resulta una perfecta bofetada kitsch. Y sin embargo, nadie puede negar honestamente su atractivo, un atractivo que no deriva simplemente de su encanto sexual, sino del recurso a un mito perdurable: la humanidad en un estado primitivo, más natural, dispuesto a batallar con los elementos y no debilitada todavía por la civilización.

Raquel Welch en Hace un millón de años, 1966

He aquí una moderna Eva, como Jhonny Weissmuller había sido un moderno Adán para la generación anterior, no sólo con un cuerpo bellamente modelado, sino también con un instinto especial para la moda de la Edad de Piedra: el biquini de piel.


Lecturas:

William A. Ewing, El cuerpo. Siruela 1996


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4 comentarios:

Fedora dijo...

Bueno, obviamente yo ya estoy en ese lado de los que prefieren fotografiar a ser fotografiados, especialmente por un pudor innato que nace no sólo de no sentirme o ser prototipicamente bella, sino de querer permanecer como ojo observador más que como ojo observado.
Últimamente tocas mucho el tema de la belleza. Me pregunto qué es bello para ti...

M.A.O dijo...

Al comienzo del texto ya me sacaste una sonrisa...me vi a mi misma del lado de los que andan, afanosos y atentos, camarita en mano. De hecho jamás perteneceré al selecto primer grupo, dado que la exposición ante cámaras no es santo de mi devoción. Si, quizá tienen algo de razón los que dicen que la mujer de hoy -y por qué no los hombres- están bastante más esclavizados que las anteriores generaciones respecto de la imagen y el aspecto visible, exterior. Sin embargo la verdadera vulnerabilidad del ser humano está en su alma, bastante descuidada por cierto. De hecho creo que la belleza existe, pero no responde a patrones preestablecidos...ni por el poder publicitario ni por ningún poder. La belleza es sutil, extrañamente perceptible, tiene una presencia inalterable que no sabe de modas y modismos. Los cánones de belleza en relación al cuerpo humano han variado profundamente con las épocas, sin embargo yo creo que siempre hubo una clara delimitación entre lo bello y lo vulgar, aunque en apariencia se vistiera de bello. No se que opinás vos, querido Amigo. Nos tocó este tiempo, un poco loco, bastante confuso, proclive al desvarío...es nuestro tiempo, vivimos en él junto a los demás. Pero nada nos obliga a seguir la correntada. Como siempre, gracias!!!

¡Abrazo fuerte!!!

Jan dijo...

Tampoco soy de los que gusta ponerse mucho delante de la cámara Fedora, y de un tiempo a esta parte cada vez practico menos lo de ponerme detrás de ella. Antes lo hacía más, a ver si me vuelve la inspiración ;-) Sin embargo sigue sin disminuir mi disposición a observar con cierto maravillamiento lo que el mundo muestra. La belleza que se descubre en determinado objeto o motivo qué duda cabe que está condicionada por la particularidad de cada observador. Por mi parte me parece interesante ejercitar una mirada que escape dentro de lo posible a esa subjetivida.
La belleza estaría junto a determinada forma de mirar más que en el objeto en sí.

Abrazos !

Jan dijo...

La principal estrategia de la publicidad Mabel, es hacernos sentir insatisfechos con nuestro cuerpo, con nuestras posesiones, y en fin, con todo aquello que compone nuestra "realidad". El mercado continuamente crea necesidades materiales al que es difícil mantenerse ajeno, facilitándole el trabajo individuos vulnerables interiormente y por tanto más expuestos a sus tendencias y directrices marcadas. Creo que la belleza a la que te refieres es ajena a toda esa maquinaria, y en cualquier caso, cuando ésta se sirve de lo "bello" (qué duda cabe que en ocasiones con gran calidad artísitica) para determinados fines lo frecuente es que sea de forma degradada y vulgarizada. La sutilidad no suele funcionar dentro de la 'correntada' (me ha encantado la expresión), en ella es más efectivo lo vulgar y grosero.
Sí, tiempos confusos y des-almados estos...

Gracias a ti, abrazos !