Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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miércoles, 16 de julio de 2014

Agartha

John Martin, Pandemonium (1841)


Desde la Antigüedad aparecen relatos que muestran la curiosidad y fascinación ejercida por las ciudades subterranes excabadas por los hombres donde encontraban su modo de vida. Un ejemplo de ello es la descripción que dejó Jenofonte en Anábisis sobre estas construcciones en Anatolia, que aún hoy en día perduran y alcanzan varios niveles de profundidad como las que se pueden visitar en la región de Capadocia. Entre esas ciudades destacó la de Derinkuyu, originariamente con once niveles capaces de albergar entre tres mil y cinco mil personas conectada por túneles con otras ciudades, lugar donde se ocultaron los primeros cristianos huyendo de las persecuciones religiosas, para más tarde servir para protegerse de las incursiones de los musulmanes. 
En base a estas experiencia reales, junto a distintas teorías ocultistas sobre la Tierra hueca, la Atlántida, Hiperborea y Lemuria, asi como a leyendas de la India donde aparece la mítica Shambala, surgió en el siglo XIX de la mano de algunos escritores el mito de una inmensa extensión desplegada bajo la superficie terrestre denominada Agartha. Auténtico país construido a base de ciudades conectadas entre sí, todo un mundo subterráneo depositario de conocimientos extraordinarios donde de forma oculta se dirige el destino del planeta albergando en lo más recóndito al poseedor del poder supremo, esto es, al Rey del Mundo.
Entre los libros de gran éxito en su época donde se hace referencia a Agartha, recojo algunos analizados por Umberto Eco acompañados con algunos de sus fragmentos. Como veremos, René Guénon también se hizo eco del mito otorgándole un sentido simbólico.



Agartha y Shambala
(fragmentos)
por
Umberto Eco

  (...) El nombre de Agartha apareció por primera vez en la obra de un curioso personaje, Louis Jacolliot, autor de libros de aventuras del estilo de Verne o Salgari, pero más famoso en su época por su extensa obra sobre la civilización india. En Le spiritusme dans le monde (1875) buscaba las raíces indias del ocultismo occidental, y no debió de costarle mucho porque la mayoría de los ocultistas de su época se remitía en gran medida a auténticos o falsos mitos orientales. Jacolliot hacia referencia a un texto sanscrito desconocido para los expertos, Agrouchada-Parikchai, una especie de cóctel que quizá él mismo había reunido a base de pasajes tomados de los Upanishad y de otros textos sagrados, a los que añadió algunos elementos de la tradición masónica occidental. Afirmaba que en unas tablillas sánscritas (nunca especificadas) se hablaba de una tierra llamada Rutas, que había sido tragada por las aguas del océano Índico; aunque luego hablaba del Pacífico y la identificaba con la Atlántida, que debería haber estado en el océano Atlántico, pero como ya hemos visto la Atlántida había sido imaginada un poco en todas partes. Por último, en Les fils de Dieu (1873 o 1871) Jacolliot describía "Asgartha" como un inmenso subterráneo en el subcontinente índio, ciudad del gran sacerdote de los brahmanes.

"El brahman vivía invisible entre sus mujeres y sus favoritas en un inmenso palacio. Sus órdenes a los sacerdotes y a los gobernadores de provincias, a los brahmanes y a los aryas de todos los órdenes, eran transmitidos por medio de mensajeros que llevaban brazaletes de plata grabados con sus armas.
Cuando estos oficiales pasaban por las ciudades y los campos, montados en sus monstruosos elefantes blancos, vestidos de seda adornada con oro, y precedidos de gente corriendo que anunciaba su presencia al grito de "¡ahovata!, ¡ahovata!", el pueblo se arrodillaba al borde de los caminos y no alzaba la cabeza hasta que el cortejo había desaparecido (...)
Los servicios de este representante de dios en la tierra iban más allá de lo que se podría imaginar, y las descripciones que los brahmanes nos han dejadon del palacio de Asgharta superan en mucho las maravillas de Tebas, de Menfis, de Ninive y de Babilonia, que por otra parte no eran más que un débil eco de sus antepasados hindús.
Por último, los fundadores del cristianismo, tras haber copiado del brahmanismo la Trinidad y sus misterios, los nombres y las aventuras de sus encarnaciones, la Virgen madre y, como veremos, el óleo santo y el fuego del altar, el agua bendita y otras ceremonias, quisieron subrayar todavía más su afiliación llevando hasta el extremo el servilismo de su copia.
Después de haber convertido a Ieseus Christa en su Jesucristo y a la virgen Dvanaguy en la virgen María, se inspiraron en el brahmanismo para la figura de su Papa."  (Louis Jacolliot, Les fils de Dieu.)

(...) Cuando Saint-Yves escribe Mission de L'Inde, cuenta que ha recibido la visita de un misterioso afgano, Hadji Scharipf, que no podía ser afgano porque el nombre era típicamente albanés (y la única fotografía que conservamos nos lo muestra vestido con un traje de opereta balcánica); este personaje le habría revelado el secreto de Agartha, la Que no se puede Encontrar.
Como afirmaba también Jacolliot, que tal vez había inspirado a Saint-Yves, en Agartha hay ciudades subterráneas, y
gobiernan el reino cinco mil sabios o pundit

John Martin

La cúpula central de Agartha está iluminada desde lo alto por una suerte de "espejos que permiten el paso de la luz solo a través de la gama enarmónica de los colores, de la que el espectro solar de nuestros tratados de física apenas representa la diatónica". Los sabios de Agartha estudian todas las lenguas sagradas del mundo para llegar a la lengua universal, el vattan. Cuando abordan misterios demasiado profundos se separan del suelo y levitan hacia lo alto, y se fracturarían el cráneo contra la bóveda de la cúpula si sus hermanos no lo retuviesen. Esos sabios fabrican los "rayos, orientan las corrientes cíclicas de los fluidos interpolares e intertropicales, las derivaciones de las interferencias de las distintas  zonas de latitud y longitud de la Tierra", seleccionan las especies y crean animales pequeños pero con capacidades psíquicas extraordinarias, que tienen espalda de tortuga y una cruz amarilla sobre ella, y un ojo y una boca en cada extremidad. Aparece por primera vez la idea de una mente dirigente, y sin duda Saint-Yves recibió la influencia de las doctrinas masónicas que reconocían la existencia de unos superiores desconocidos en la base de todos los derechos históricos pasados y futuros. Es posible que parte de la inspiración de Saint-Yves proviniera de textos orientales que describen el reino de Shambala, aunque para muchos ocultistas la relaciones entre Agartha y Shambala son muy confusas. En muchos mapas que son fruto de la fantasía de los defensores de la Tierra hueca, Shambala sería una ciudad que surge en el continente subterráneo Agartha.


¿Dónde está Agartha? ¿En qué lugar preciso se encuentra? ¿Por qué caminos hay que andar, y qué pueblos hay que atravesar para llegar hasta allí? (...)
En la superficie y en las entrañas de la Tierra la extensión real de Agartha desafía la opresión y la coacción de la profanación y de la violencia.
Sin hablar de América, cuyo subsuelo ignorado le ha pertenecido  desde la más remota antigüedad, tan solo en Asia, cerca de quinientos millones de hombres conocen más o menos su existencia y su extensión.
Pero no se hallará ni un solo traidor entre ellos que indique la situación precisa en que se encuentran su Consejo de Dios y su consejo de los Dioses, su cabeza pontificial y su corazón jurídico. (...)
El territorio sagrado de Agartha es independiente, organizado sinárquicamente y compuesto por una población que se eleva a una cifra de casi veinte millones de almas. (...)
Desde ciclos de siglos, cada año, tan solo algunos de los iniciados de alto grado y que solo poseen el secreto de algunas de las regiones, saben el auténtico objetivo de ciertos trabajos, y están obligados a pasar tres años grabando en tablillas de piedra, con caracteres desconocidos, todos los hechos que interesan a las cuatro jerarquías de las ciencias que constituyen el cuerpo total del conocimiento.
Cada uno de estos sabios realiza su trabajo en la soledad, lejos de toda luz visible, bajo las ciudades, bajo los desiertos, bajo las llanuras y bajo las montañas.
Que el lector intente imaginar un colosal tablero de ajedrez extendiéndose bajo tierra a casi todas las regiones del planeta. En cada una de las casillas se encuentran los acontecimientos importantes de la humanidad, en algunas casillas las enciclopedias seculares y las milenarias, en otras por último, las de los yougs menores y mayores. (...)
Mediante los trabajos que ellos realizan, por orden de las potencias cósmicas, el subsuelo nos ofrece ríos subterráneos de metaloides y de metales que nos son necesarios, los volcanes protegen nuestro planeta de las explosiones y cataclismos, y se regula el régimen de nuestros ríos en valles y montañas.
Son también ellos quienes preparan los rayos, retienen bajo tierra las corrientes cíclicas de los fluidos interpolares e intertropicales, así como sus derivaciones interferenciales en las zonas de latitudes y longitudes diferentes a las de la Tierra. (...)
Estos pueblos son los autóctonos del fuego central, son los mismos que visitó Nuestro Señor Jesucristo antes de subir al Sol, para que la redención lo purificase todo, incluso los instintos ígneos de los que se eleva aquí abajo la jerarquía visible de los seres y de las cosas. (...)
Penetremos en este tabernáculo, vayamos a ver al brahatmah, prototipo de los abrámidas de Caldea, de los Melquisedec de Salem y de los Hierofantes de Tebas y de Menfis, de Sais y de Amón. (...)
Excepto los más altos iniciados nadie ha visto jamás cara a cara al soberano pontífice de Agartha. (...)
Es un anciano, descendiente de la bella raza etíope, de tipo caucásico, que después de la roja, y antes de la blanca, sostuvo tiempo atrás el cetro del gobierno general de la Tierra, y talló en todas las montañas esas ciudades y los prodigiosos edificios que encontramos en todas partes, desde Etiopía hasta Egipto, desde las Indias hasta el Cáucaso. (Saint-Yves, Misión en la India)

John Martin

(...) Con bastante retraso con respecto a Sain-Yves, Ferdinand Ossendowski, un aventurero polaco que había viajado a través de Asia central, publicó un libro que alcanzaría un gran éxito, Bestias, hombres, dioses (1923), donde el autor dice que ha sabido por lo mongoles que Agarthi, como la llamaba él, debía situarse debajo de Mongolia, pero el reino se extendía a todos los pasajes subterráneos existentes en el mundo, contaba con millones de súbditos y estaba gobernado por un Rey del Mundo.
En el libro de Ossendowski encontramos muchas páginas que parecen tomadas de Saint-Yves, lo que permitiría al crítico de buen criterio hablar de plagio

"Este reino se llama Agartha y se desarrolla a través de una red de galerías subterráneas que se extiende por el mundo entero. He oido a un sabio lama decir en China al Bogdo Kan que todas las cavernas subterráneas de América están habitadas por el pueblo antiguo que desapareció en el subsuelo. Aún se encuentran huellas suyas en la superficie del país. Estos pueblos y tierras subterráneas están gobernados por soberanos que deben obediencia al Rey del Mundo. (Ferdinand Ossendowski, Bestias hombres y dioses)

Pero los fieles del mito, entre los que se encuentra René Guénon, uno de los más notables pensadores contemporáneos de la tradición, creen que Ossendowski era sincero cuando afirmaba no haber leído nunca a Saint-Yves, y la prueba de su sinceridad sería que la primera edición de Missión de l'Inde (1886) había sido destruida y solo habían sobrevivido dos ejemplares. Lo que no tiene en cuenta Guénon es que la obra fue reimpresa póstumamente por Dorbon en 1910 y, por tanto, Ossendowski habría podido conocerla.
Pero Guénon tendía a considerar a Ossendowski una autoridad indiscutible porque hablaba del Rey del Mundo, al que Guénon proporcionó más fama aún con El rey del mundo (1925). En cualquier caso, a Guénon no le preocupaba demasiado que Agartha existiese físicamente o solo fuese un símbolo, porque se remontaba a mitos interpolares, para los que realeza y sacerdocio debían estar estrechamente unidos (y obviamente una de las tragedias  de nuestro tiempo, el oscuro Kali Yuga, era haber destruido esta unidad). Para Guénon, el título de Rey del Mundo "entendido en su apreciación más elevada (...) es atribuido propiamente a Manu, el legislador primitivo y universal cuyo nombre se encuenta, en formas diversas, en muchos pueblos antiguos".

"Del testimonio concordante de todas las tradiciones se desprende claramente la siguiente conclusión: Existe una 'Tierra Santa' por excelencia, prototipo de todas las demás 'Tierras Santas', centro espiritual al que todos los demás centros están subordinados. La 'Tierra Santa' es también la 'Tierra de los Santos', la 'Tierra de los Bienaventurados', la 'Tierra de los Vivos', la 'Tierra de la Inmortalidad'; todas estas expresiones son equivalentes, y es necesario agregar además la de 'Tierra Pura', que Platón aplica a la 'morada de los Bienventurados'.
Esta morada se sitúa habitualmente en un 'mundo invisible'; pero, si se quiere comprender de qué se trata, no hay que olvidar que ocurre lo mismo con las 'jerarquías espirituales' de que hablan todas las tradiciones, y que representan en realidad grados de iniciación.
En el período actual de nuestro ciclo terrestre, es decir, en el Kali-Yuga, esta 'Tierra Santa' defendida por 'guardianes' que la ocultan  a las miradas profanas asegurando no obstante algunas relaciones exteriores es en efecto invisible, inaccesible, pero solo para aquellos que no poseen las cualificaciones requeridas para penetrar en ella. Ahora bien, su localización en una región determinada, ¿debe considerarse literalmente efectiva, o solo simbólica, o es a la vez lo uno y lo otro? A esta cuestión, responderemos que, para nosotros, los hechos geográficos mismos y también los hechos históricos tienen, como todos los demás, un valor simbólico, que por lo demás, evidentemente, no les quita nada de su realidad propia en tanto que hechos, sino que les confiere, además de esta realidad inmediata, una significación superior. (René Guénon, El rey del mundo)

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Para concluir, transcribo a continuación un fragmento del texto que Joscelyn Godwin dedico a Agartha en su obra El mito polar, donde hace referencia a un caso de acusado delirio (al parecer potenciado por la ciega creencia en el mito de Agartha) padecido por una mujer frecuentadora de los ambientes ocultistas y esotéricos en la Francia de principios del siglo XX.

Un Brahmata en Charenton
por
Joscelyn Godwin


Hay otros desarrollos del mito de Agartha que suscitan más piedad que terror. Está, por ejemplo, la historia de Madeleine V., nacida en 1889 en una acomodada familia francesa. Como muchos visionarios, experimentó visitaciones angélicas ya a los siete años de edad. Después del matrimonio, la maternidad y la muerte de su marido, se entregó con fervor al misticismo católico. Hacia 1930 supo de la existencia de René Guénon y su círculo, leyó todos sus libros y entabló correspondencia con Marcel Clavelle (o Jean Reyor), el representante de Guénon en Francia tras su mudanza a El Cairo. Después de intercambiar como un millar de cartas, Clavelle puso fin a su relación, tras lo cual, en 1937, Madelene se fue a Roma a ver al Papa. Frustrada por no haber obtenido una audiencia con él, se dirigió directamente a Dios y fue recompensada con una visión interior del Espíritu Santo en forma de paloma que voló desde su cabeza. Una voz llamó: "Roi du monde, Roi du Monde", y en esa visión apareció el sumo pontífice, que le invistió con el Arca de la Alianza como señor del Mundo.
De regreso a Francia, creyendo que había alcanzado lo que Guénon llamaba la "suprema identidad" o "liberación", volvió a verse con Clavelle, que la inició en la Orden del Divino Paracleto en 1938. En 1942 llevó a cabo un ritual por su hijo moribundo, aboliendo así la distinción entre ambos: a partir de entonces, fue andrógina. Poco más se sabe hasta su reclusión como enferma mental en 1951, salvo que dio conferencias, publicó poemas y se gastó el capital que había heredado. Acto seguido comenzó el primer año de la Era Brahmánica, que ella estableció en el manicomio de Charenton como "La divina Brahmatma", imaginándose a Guénon como el Mahatma a su derecha y a su esposo Pierre a la izquierda. Su internamiento lo consideraba el resultado de un complot masónico; a sus ojos, no reducía su influencia en lo más mínimo, pues ella dirigía la sociedad secreta "Agartha 8" y el frente de Acción Brahmánica, con sus 15 millones de miembros en Francia. Concediendo audiencias como una grande dame en su cuarto, decorado como la caseta de una adivina, y ataviada con una tiara de papel dorado, elaboró sus grandes planes para el gobierno del mundo. Cuando los estudiantes marcharon sobre los Campos Eliseos en mayo de 1968, creyó que era una manifestación de su propio grupo, y que los planes para erigir una estatua suya en la plaza Victor Hugo acababan de ser frustradas por sus oponentes. Siempre atenta a las noticias, se mantenía al día de los acontecimientos mundiales y escribía constantemente: tratados simbólicos, cartas a las Naciones Unidas y a las autoridades, planes para la unión de las religiones, etcétera. Cada dos semanas, sus hijos se la llevaban a un restaurante.
La historia de Madeleine, relatada en la tesis doctoral del doctor Jean François Allilaire, puede leerse como un cuento aleccionador; pero ¿para quien? Sus creencias e intereses están a un dedo de distancia de los de Saint-Yves d'Alveydre: comparten el misticismo católico, el mito agártico, la participación política o el tema del alma gemela. El sentimiento de Madeleine de identidad suprema y de felicidad general no son cuestionados por el doctor Allilaire; sin embargo, se le clasifica como loca, mientras que Saint-Yves era sólo un excéntrico. ¿Y qué hay de Guénon, cuyos textos plantaron las semillas del delirio en una mente que ya era sensible? ¿No creía también él en el Rey del Mundo y en el carácter único de su propia misión, que brindaba lo que su biógrafo Jean Robin llamó "la última oportunidad de Occidente" antes del final del ciclo?


Lecturas:

Umbero Eco, Historia de las tierras y los lugares legendarios. Lumen 2013

Joscelyn Godwin, El mito polar. Atalanta

René Guénon, El Rey del Mundo. Paidós 2003

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2 comentarios:

Fedora dijo...

Como casi siempre, me descubres algo absolutamente desconocido para mí. Me fascinan estas historias fantásticas que posiblemente no son más que símbolos de nuestro estado perdido. Creo que no llegamos, hoy en día, a construir historias tan mágicas, tal vez porque el misterio cada vez es menor y también nuestra propia capacidad de reflexión o transcendencia.
Respecto a la excéntrica francesa, claro que fue tachada de loca: era mujer. Hubo y sigue habiendo doble rasero a la hora de valorar al ser humano, su género es determinante, desgraciadamente. Me has inspirado una entrada...gracias!

Jan dijo...

Sin duda las historias, leyendas y mitos que se han forjado a lo largo de la historia son unos documentos imprescindibles para descubrir la evolución de la consciencia humana. Y sobre el estado actual de ésta se me ocurre que caos y dispersión estarían entre los adjetivos que podrían definirla, algo que se traduce extensamente en la literatura de nuestros tiempos en forma de angustia vital.
Me alegra que te inspirara una entrada.