Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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viernes, 15 de mayo de 2015

Peregrinos en la tierra: la Tabla de Cebes y el Juego de la Oca


Portada del libro El juego de la Oca, de Fran J. Marber a partir de un grabado de Patricia Muñoz


Caminar por el valle es peligroso,
Por malos passos, agua, atolladeros,
El monte por su cumbre, es proceloso,
De nieves, aire, niebla, y ventisqueros,
El camino de enmedio es más sabroso
Y seguro a los hombres passajeros,
Vicioso es el estremo y demasía,
Y en todo es bien seguro seguir la medianía.

Sebastián Cobarrubias Horozco, Emblemas Morales 1610 (Cent. 3, Emb. 46)



Un excelente ensayo de la profesora Sagrario López Pozas fue incluido en el catálogo bilingüe de la exposición De Oca a Oca... polo Camiño de Santiago - De Oca a Oca... por el Camino de Santiago, organizada por la Xunta de Galicia en 2004. Entre las diferentes expresiones alegóricas y ritualistas del hombre como peregrino en la tierra que muestra su autora, selecciono las referidas a la Tabla de Cebes y el Juego de la Oca, que como veremos, parecen tener muchos puntos en común.



 Expresiones alegóricas del hombre como peregrino en la tierra
(fragmentos)
por
Sagrario López Poza
(Universidade de A Coruña)


La costumbre de peregrinar se remonta más allá de donde tenemos memoria histórica. En la antigua Grecia, los seguidores del culto de Demeter partían de Atenas y acudían como peregrinos hasta el santuario de la diosa, en Eleusis. Para la cristiandad los lugares más famosos de peregrinación son Santiago de Compostela, Roma, Jerusalén, Lourdes o Fátima, y para los musulmanes, acudir a la Meca es su objetivo como peregrinos. Una constante semejante en lugares, tiempos y religiones tan dispares debe de responder a un subconsciente colectivo que remite a lo simbólico. En efecto, el peregrino es percibido como un símbolo de la situación del hombre en la Tierra, que ha de sufrir unas pruebas para acceder en el momento de su muerte a un lugar plácido y ameno, identificado con frecuencia con el paraíso perdido. El camino está lleno de vicisitudes, y sólo quien tiene la fortaleza para superarlas merecerá la recompensa final del viaje.

Herman Hugo, Pia desideria (1624)
A la concepción inicial de peregrinación como itinerario penoso con objeto de venerar algún lugar sagrado, se le fue sumando en el pasado el concepto de hombre que se siente extranjero en el mundo y que tiene dificultades para acceder a la ciudad ideal; así, las ideas de expiación, de purificación, se sumaron a la noción de peregrino. El hombre, caminante esforzado, se prepara para la iluminación, la revelación divina, que le espera como recompensa al culminar su viaje, lo que le otorgará la posibilidad de un gozo extremo.

La peregrinación depara una vivencia de realización personal que anticipa o simboliza la salvación y supone una aventura física y espiritual de tales dimensiones que no es extraño que haya estimulado la imaginación de los creadores de todos los tiempos. La representación metafórica de la vida como camino y del hombre como peregrino en la Tierra, así como de las múltiples vicisitudes y obstáculos del itinerario, han interesado a lo largo de siglos a muchos escritores y artistas plásticos, que nos han dejado en sus creaciones una variedad de manifestaciones y enfoques en su tratamiento. Y no es esta percepción exclusiva de la cultura cristiana y occidental; los pensadores y místicos árabes fueron buenos transmisores a Occidente de esos conceptos. El método alegórico, sin el que no podía concebirse la literatura de ficción desde los estoicos hasta finales del Renacimiento, dio frutos interesantes con el tema central del hombre como peregrino en la Tierra. (...)


Un caso de especial revelancia:
La Tabla de Cebes

De todas las ficciones alegóricas en que el hombre es visto como peregrino en la Tierra en busca de un ideal difícil de conseguir, tema de fructífera producción tanto en las literaturas occidentales como lo fue antes entre los pensadores místicos árabes, tal vez la que tuvo mayor difusión desde los primeros siglos de nuestra era hasta bien entrado el siglo XVIII fuera, más conocida con su título latino, Tabula Cebetis o para nosotros, en castellano, Tabla de Cebes. Su carácter filosófico–moral y su sencillez formal la hizo perdurar en ambientes ligados a la docencia y su contenido era bien conocido por cualquier persona que hubiera disfrutado de estudios medios, ya que, junto con las oraciones de Isócrates, era el primer texto leído y traducido en las clases element ales de griego según se explicita en la Ratio Studiorum.
Pese a haber sido una obra tan bien conocida en el pasado, ha gozado de poca atención de la crítica si tenemos en cuenta la influencia que ejerció en los creadores literarios o plásticos hasta bien entrado el siglo XVII.

 The Embleme of Humane Life, by Cebes, Londres 1670


La Tabla de Cebes contiene todos los elementos simbólicos propios de la peregrinación: el hombre como extranjero y perdido, el camino o la elección de caminos, las dificultades y continuos asaltos a la virtud, la difícil ascensión en la escala espiritual, simbolizada con distintas murallas concéntricas franqueadas con puertas bien guardadas, los castigos, dolores, desesperación en el camino, la penitencia y purificación y, por fin, la montaña sagrada, en que se halla la suma virtud, recompensa de la sabiduría y tenacidad que ha ido mostrando el peregrino en el difícil ascenso, eligiendo correctamente los caminos más arduos, esforzándose en una ascensión penosa que por fin le depara el premio.

La Tabla de Cebes fue atribuida durante mucho tiempo a un tal Cebes, filósofo tebano del siglo V a. C., discípulo de Sócrates, que interviene como personaje en el diálogo Fedón, de Platón. La crítica moderna ha llegado al convencimiento de que el Cebes de la Tabla vivió en el siglo I d. C. y que la obra, aunque redactada en griego, procede de la época imperial romana. Sin embargo, el error de atribución cometido por los humanistas, que creyeron que procedía de Grecia y de un autor discípulo de Sócrates, fue lo que contribuyó al enorme interés que atrajo esta obra desde finales del siglo XV y lo que hizo que se estimara tanto el mensaje moral que contiene. El hecho de que sus preceptos éticos sean perfectamente asumibles por el cristianismo fue otro estímulo para su difusión. Pronto se consideró una obra muy adecuada para que los alumnos jóvenes aprendieran griego y, de paso, un comportamiento virtuoso. De ese modo, gran parte de las imágenes descritas en la obra llegaron a hacerse lugar común. (...)

La obrita comienza en primera persona del plural, y narra cómo unos extranjeros pasean por el templo de Saturno y ven, entre otras, una extraña pintura (tabula, pínax) que contiene "nuevas y nunca vistas ficciones"; según la versión de Ambrosio de Morales, que los visitantes no son capaces de interpretar. Un anciano se acerca a ellos y se ofrece a explicar el sentido de la tabla, advirtiendo que, si lo comprenden, lograrán ser prudentes y bienaventurados; de lo contrario, vivirán en el error, el pesar y la desventura. Ayudado de una varilla va mostrando la pintura, y se establece un diálogo entre el anciano, al que algunas versiones llaman Genio (y la de Morales Gerondio), que explica el sentido o significado de las alegorías y un interlocutor (Cebes en la versión de Morales) que pregunta y alude al significante con todo género de detalles descriptivos.

La escena la componen tres recintos, muros o cercados concéntricos que van del externo, más ancho, al central, más estrecho (suelen representarse gráficamente como rodeando una montaña en su base, en el centro y en la cúspide). Este lugar es identificado con la vida humana. A la puerta del muro mayor hay muchedumbre de niños, que se disponen a entrar en la vida. A la entrada, un viejo indica a los que entran qué camino han de tomar y qué deben hacer para ser bienaventurados. Les advierte contra la Fortuna, a la que no han de tener como algo seguro, ni alegrarse de sus bienes vanos. Insiste en que caminen aprisa y no se dejen embaucar por la Disolución y el Deleite y que no se detengan hasta llegar a la Falsa Institución. Aquí deben detenerse un poco y tomar de ella lo que quisieren para ayuda de su camino, todo lo que pueda aprovechar: Letras, Artes. No sirven por sí solas para ser más virtuoso, pero ayudan a serlo. Aun así, no se debe olvidar que los sabios no tienen más ventajas que otros para alcanzar la virtud.
Traspasado el umbral, hallan a una mujer hermosa con un vaso en la mano del que todos beben; unos más y otros menos. Lo que han bebido es el error y la ignorancia, proporcionado por la Mala Persuasión o Engaño, que desatina a los humanos desde el comienzo de su itinerario en la vida. Enseguida encuentran a un grupo de mujeres rameras que son las Opiniones, Apetitos y Deleites, que seducen a los caminantes y los separan del camino que seguían. Unas los llevan a salvarlos; otras a destruirlos y matarlos con el engaño. Ellos, aturdidos no pueden atinar con el verdadero camino. Andan errados y perdidos dando vueltas.

Sobre una bola de piedra aparece una mujer ciega, sorda y loca que representa a la caprichosa Fortuna a que aludía Genio. A unos que no parecen merecerlo les favorece y a otros les quita lo que tienen. Los dones de la Fortuna son riquezas, la fama, el poder y la descendencia.

Pasada la primera puerta, se ve otra más adentro y cuatro mujeres aderezadas como rameras: son la Disolución, la Destemplanza, la Avaricia y la Lisonja. Están al acecho de quienes han recibido bienes de la Fortuna y les engañan con la promesas del Deleite. Para cuando se den cuenta, ya habrán gastado su fortuna y se verán forzados a realizar hurtos, robos , sacrilegios, juramentos falsos, traiciones ... Cuando les falta todo, son llevados a un lugar donde son sometidos a severos castigos.

El castigo se inflige en un lugar estrecho y oscuro al que se accede por una puertezuela. Dentro, dos mujeres sucias: el Castigo con un azote en la mano y la Tristeza, con la cabeza inclinada sobre las rodillas. También están el Dolor, mesándose los cabellos, el lloro, flaco, desnudo, y la Desesperación. El hombre miserable es entregado a estos, que lo atormentan primero y luego lo trasladan a otro lugar donde pasa la vida en suma desventura, a menos que se encuentre con el Arrepentimiento (Correas dice Penitencia), que es el único que puede sacarle de estos males y llevarle a la Verdadera o Falsa Institución, de modo que tendrá una nueva oportunidad de elegir.

La Falsa Insitución está a la puerta del segundo recinto. La mayoría de los hombres la consideran la Verdadera Institución y buen gobierno de la vida, pero es la falsa, y van engañados tras ella como cojeando: unos son poetas, otros, oradores (Retóricos), otros dialécticos , otros, músicos. Algunos son Astrólogos, otros Geómetras, otros son Filósofos. Entre ellos están las Opiniones, que mantendrán en el error a los que más bebieron del brebaje del engaño. Persistirán en él hasta que entren por el camino de la Verdadera Institución y beban una poción virtuosa con que purguen los ánimos de los vicios que los afean y expulsen de sí las opiniones e ignorancias.

El camino hacia la Verdadera Institución es empinado, por una senda estrecha, escarpado y con despeñaderos, pero si se logra superar las dificultades con la ayuda de la Continencia y la Constancia, los peregrinos llegarán a un locus amoenus (lugar agradable), donde se goza de serenidad, que da acceso a una puerta que comunica con la morada de los bienaventurados. Allí están todas las virtudes.
Ante la puerta, una mujer hermosa, de mediana edad, ataviada de manera sencilla, puesta no sobre una bola (como la Fortuna), sino sobre una piedra cuadrada, es la Verdadera Institución. A su lado dos hijas suyas, la Verdad y la Persuasión. Los peregrinos reciben de ella como dones: confianza y ánimo libre de todo temor. Está fuera del recinto para hacer beber a los que llegan una medicina purgante, que les ayude a expulsar la ignorancia y el error que les dio a beber el engaño. Es preciso expulsar también arrogancia, apetitos desordenados, destemplanza, furor y avaricia.

Una vez limpios, entran a donde están las Virtudes y la Prudencia, quienes llevan al viajero ante la FELICIDAD o bienaventuranza, que está en lo alto, sentada en un trono soberano. Los que llegan son coronados como vencedores, quedan prósperos y bienaventurados y podrán ir luego a cualquier parte seguros de que no temerán nada, y serán señores de sí mismos. (...)




Formas de representación
(El Juego de la Oca)

(...) Entre lo mucho que se ha escrito sobre el juego de la oca, parece que su origen primigenio pudo estar en China, en un juego inventado bajo la dinastía Ming (1368–1644) llamado Shing Kunt t’o, que puede traducirse como la promoción de los mandarines.


 El juego Shing Kunt t'o, inventado durante la dinastía Ming


El que conocemos como juego de la oca, que pudo inspirarse en aquel, se cree que se inventó en Florencia, hacia 1580, por encargo de Francesco De’ Medici, quien lo regaló al rey español Felipe II. El juego adquirió muy pronto enorme popularidad, y en Inglaterra era calificado a finales del siglo XVI como «el nuevo y muy divetido juego de la oca». Pronto surgieron variaciones sobre el tema, ya que la aristocracia era tan aficionada, que se prepararon adaptaciones para recorridos por el tablero con distintos motivos: temas militares, blasones, historias dinásticas, hechos religiosos...(...)

Lo que ha hecho perdurable este juego es la fuerte carga simbólica junto a las funciones lúdicas del juego ligadas a un inconsciente colectivo. En efecto, la forma de espiral, laberíntica, representa en el imaginario humano el arquetipo del recorrido de la vida. La existencia humana es en efecto representable metafóricamente como un recorrido por momentos de felicidad y dolor, premios y castigos, con pasos rituales, peligros, con metas transitorias y finales. Un recorrido en que la casualidad, el azar, la aleatoriedad, el tiro con los dados... trazan la dirección esencial de la vida. Cada tiro de dados es, en el fondo, un desafío a la suerte. Así se muestra (figura el grabado xilográfico policromado «Il dilettevole gioco di loca», Venecia 1640: Civica Raccolta delle Stampe A. Bertarelli, Milano.

 Il dilettevole gioco di loca, Venecia 1640


Y como puede observarse, entre las muchas representaciones de la Tabla de Cebes también las hay con una perspectiva aérea y plana, que se asemejan a la forma de espiral del juego de tablero.
 
 David Kandel, La tabla de Cebes, 1547


Como sabemos por las lecciones que nos da la Antropología, a menudo los vínculos entre significante y significado, especialmente cuando tratamos con imágenes y conceptos abstractos o simbólicos, pierden en el camino de los siglos su vínculo primigenio, y siguen repitiéndose desprendidos de su motivación primera, de modo irreflexivo y mecánico. Cuando alguien, desde la posteridad, pretende comprender el sentido de unas imágenes simbólicas carentes aparentemente de él, tiende a complicar en exceso el valor y significación de lo que desde nuestros días no se entiende, y se suele suplir con complicadas explicaciones esotéricas que probablemente nunca estuvieron ligadas a algo tan simple como un juego de tablero destinado a ocupar las largas veladas de nuestros antepasados antes de que existiera la televisión.

El juego de la oca ha sido una representación más del camino del hombre en la Tierra, plagado de obstáculos y sometido a la caprichosa fortuna (favorable unas veces, adversa otras). Pero pretendía ser un juego didáctico, y eso es lo que le hizo prevalecer y perdurar en el tiempo hasta nuestros días. El mensaje primitivo que transmitía era que, pese a las adversidades que uno encuentre en el peregrinar por el mundo, la constancia y el trabajo son valores que ayudarán a conseguir el fin deseado. Perseverar a pesar de dificultades, lleva al éxito. Eso es lo que significan las ocas (llamadas con más propiedad ánsares o gansos cuando el juego se creó) y que hoy no son más que un animal carente de simbolismo cuando se pronuncian las palabras rituales del jugador que cae en una de sus casillas: «De oca a oca, y tiro porque me toca»

La clave para comprender unas imágenes simbólicas que han perdido su significado primigenio y que han seguido repitiendo el significante sin la correcta asociación con el significado puede estar en varios emblemas del siglo XVI. Por ejemplo, en uno ideado por el húngaro Joannes Sambucus (1566) en cuya pictura se representa una doble escena: en primer término, dos hombres que juegan a los naipes en una mesa y, en segundo término, un hombre que sujeta a un ganso por el cuello para obligarle a tragar el alimento que le está proporcionando.

Johannes Sambucus, Emblemata, et aliquot nummi antiqui operis (1566)


El mote indica en latín: Iocus quaestuosus , es decir «juego lucrativo», y el epigrama acaba de completar el sentido. Los jugadores de naipes, mientras ganan dinero fácil, no temen el engaño o la astucia de su compañero, e hinchados por el ansia de ganar, no abandonan la partida cuando las cosas comienzan a irles mal y, persistiendo en este error, ven vacíos sus bolsillos. De igual modo, los ánsares —ocas— acuden presurosos a donde se les da alimento en abundancia, sin sospechar que ese cebo está destinado a engordarles el hígado y páncreas, y cuando ello se logra, quien les dio el alimento les da la muerte para conseguir el rico foie–gras . Los gansos, ánsares u ocas representan, pues, a quienes, ciegamente seducidos por la riqueza y la abundancia, abandonan las precauciones de la prudencia y encuentran su ruina. (...)

En los últimos tiempos, el itinerario espiritual vinculado con la peregrinación a Santiago de Compostela ha hecho que algunos asociaran la representación del Camino con un juego de tablero, y el de la Oca, por ser tan conocido y difundido, se prestaba a facilitar tal asimilación.

"El Juego de la Oca del Camino de Santiago"


Las vicisitudes del Camino se corresponden bien con los pasos difíciles que asaltan al jugador. Como ya hemos dicho, tales relaciones han sido practicadas durante siglos y con una gran variedad de motivos, por lo que no ha de extrañarnos una más en que el peregrino se considera como una ficha, el Camino es el tablero y el final, la meta gozosa. Desde hace unos años, la imaginación de algunos, alimentada por el gusto por lo esotérico, se ha empeñado en hallar correspondencia entre los lugares del tablero del juego y localizaciones físicas del Camino real, dando paso así a especulaciones complejas en que se ven involucrados la orden de caballería de los Templarios (que tenía como misión proteger los Santos Lugares), sus centros asentados en el Camino de Santiago y las ocas. Algunos establecen analogías —que quieren basar a veces en la etimología popular o en complicadas asociaciones cabalísticas— entre las ocas del tablero del juego y los lugares seguros en el Camino, que estarían protegidos por los Templarios. Por extrapolación, si las ocas del juego se identifican con propiedades templarias, se buscan correspondencias con las otras casillas significativas: el puente, la posada, el pozo, la cárcel, los dados o la muerte. Otros se ocuparán de tratar estos asuntos, que muestran la variedad de asociaciones espirituales y mágicas que se vinculan con la peregrinación a través de los tiempos, tal como indicábamos al comienzo de este trabajo.

Con este repaso precipitado por algunas representaciones alegóricas del hombre como peregrino en la Tierra, vemos que mediante la analogía se han explotado unas imágenes a lo largo de siglos para transmitir una moralización ética, a menudo echando mano de procedimientos lúdicos, con el objeto de hacer meditar sobre la difícil trayectoria del homo viator, hombre itinerante en esta Tierra, de camino a un fin deseado y temido. En estas formulaciones simbólicas, a veces se insiste más en el carácter azaroso de la trayectoria, y en otras ocasiones hay una clara intención didáctica que recomienda conocerse a uno mismo y a los demás, prepararse para adquirir la prudencia y saber elegir en los momentos difíciles. La constancia o perseverancia como virtud garantiza la llegada a buen puerto, y prepara para las adversidades de la Fortuna.

Detalle de Juego de la virtud recompensada y el vicio castigado
Editado en Inglaterra por  W.m Darton (1818)



Lecturas:

Sagrario López Pozas, Expresiones alégoricas del hombre como peregrino en la tierra, En De oca a oca... por el Camino de Santiago (pgs.49-72) Xunta de Galicia 2004 Texto completo AQUÍ

Jesús Ruiz Gito, La tabla de Cebes. Ediciones Clásicas 1997


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4 comentarios:

hiniare dijo...

¡Apasionante! No sé si se nota que soy una fan de los juegos de mesa, y me fascina la Oca, por su antigüedad y su relación con el Camino y el Laberinto. ¿Para cuando el juego de la Tabla de Cebes?

h.

Jan dijo...

No te preocupes hiniare, solo falta que algún emprendedor entrevea posibilidad comercial y ya podrás disfrutar de la Tabla de Cebes como juego de mesa ;-) Apunto la idea de un tablero en tres dimensiones para hacer más real el recorrido ascendente.

Syr dijo...

Me ha encantado este trabajo tuyo, querido Jan. Creo que en él está resumido todo el universo simbólico, desde la magia numérica de los Compañeros Constructores hasta la espiritualidad del Temple, pasando por la mitología céltica. Recorrer y leer tu trabajo, es peregrinar por el complejo mundo del esoterismo y estudiarlo con ojos abiertos y mente receptiva, un ejercicio de introspección, imprescindible para la evolución personal.
Un abrazo, querido amigoSyr

Jan dijo...

El artículo está escrito por una experta en emblemática, pareciéndome el estudio de este particular género literario fundamental para profundizar en la investigación de las expresiones simbólicas y alegóricas. Resalto la crítica que se sugiere en el texto sobre el abuso en hacer interpretaciones de carácter esotérico, en tantas ocasiones expuestas con poco rigor y dirigidas por el entusiasmo. Podríamos advertir en tal observación la imprescindible necesidad de saber separar el grano de la paja, para no errar en el Camino...

Abrazos Syr