
"El séptimo planeta fue, pues, la Tierra.
La Tierra no es un planeta cualquiera. Se cuentan allí ciento once reyes (sin olvidar, sin duda, los reyes negros), siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones y medio de ebrios, trescientos once millones de vanidosos, es decir, alrededor de dos mil millones de personas mayores. Para darnos una idea de las dimensiones de la Tierra os diré que antes de la invención de la electricidad se debía mantener, en el conjunto de los seis continentes, un verdadero ejército de cutrocientos sesenta y dos mil quinientos once faroleros. Vistos desde lejos hacían un efecto espléndido. Los movimientos de este ejército estaban organizados como los de un balllet de ópera. Primero era el turno de los faroleros de Nueva Zelanda y de Australia. Una vez alumbradas sus lamparillas, se iban a dormir. Entonces entraban en el turno de la danza los faroleros de China y de Siberia. Luego, también se escabullian entre los vastidores. Entonces era el turno de los faroleros de Rusia y de las Indias. Luego los de Africa y Europa. Luego los de América del Sur. Luego los de América del Norte. Y nunca se equivocaban en el orden de entrada en escena. Era grandioso. Solamente el farolero del único farol del polo Norte y su colega de único farol del polo Sur llevaban una vida ociosa e indiferente: trabajaban dos veces por año".
Antoine de Saint-Exupéry, El Principito
En esta entrada recojo algunos fragmentos del capítulo titulado La mirada desde lo alto y el viaje cósmico del libro que acabo de leer, No te olvides de vivir. Goethe y la tradición de los ejercicios espirituales. Pero hagamos una matización. La expresión "ejercicios espirituales" en el contexto de esta obra, se ha de entender tal como ha sido utilizada por algunos historiadores del pensamiento: al margen de connotaciones religiosas. Se tratarían de actos del intelecto o de la imaginación, dentro de la tradición filosófica occidental, caracterizados por una finalidad: gracias a ellos, el individuo se esfuerza en transformar su manera de ver el mundo, con el fin de transformarse a sí mismo. Ejercicio consistente en poner la mirada en lo alto, tomando distancia con respecto a las cosas y los acontecimientos, esforzándose en la observación de conjunto, alejándose del punto de vista individual, parcial y pasional, pudiendo ser puramente imaginativo, pero tambíen físico, como alcanzar la cumbre de una montaña. Para este paseo por lugares del alma, su autor, Pierre Hadot, se servirá de textos clásicos de cínicos y epicúreos, de mitos como el de Ícaro, pasando por vuelos de pájaro y globos aerostáticos, para finalizar con los viajes de aeronautas y cosmonautas. Me he permitido añadir la figura de Antoine de Saint-Exupery y recordar algún pasaje de su obra el Principito, personaje que sin duda ha dejado en el imaginario colectivo un entrañable testimonio de su mirada al mundo "desde lo alto". Y bueno, solo me resta deciros que os abrochéis bien los cinturones, pues inicamos el vuelo.
La mirada desde lo alto y el viaje cósmico, por Pierre Hadot.
(Significacción filosófica de la mirada desde lo alto en los filósofos antiguos.) -Para los filósofos antiguos, la mirada desde lo alto es un ejercicio de la imaginación

Tan sólo su cuerpo está situado en la Ciudad que habita. Pero su pensamiento, que considera todas estas cosas de aquí abajo como mezquindad y nada, su pensamiento pasea su vuelo por todas partes; como dice Píndaro, "por encima de la tierra", midiendo su superficie, y por "encima del cielo", contemplando los astros y, por todas partes, escrutando a fondo toda la naturaleza de cada uno de ls seres, sin bajar hasta nada de lo que le es próximo.
Y en la República (VI, 486a), Platón escribe aún a propósito del filósofo:
Un alma así no debe contener ninguna bajeza, siendo la pequeñez de espíritu incompatible con un alma que debe tender sin cesar a abarcar el conjunto de la universalidad de lo divino y de lo humano (...) Pero al alma a la cual pertenece la elevación del pensamiento y la contemplación de la totalidad del tiempo y del ser, ¿crees que le importa demasiado la vida humana? (...). Un hombre así no mirará pues la muerte como algo que deba ser temido.
Se reconoce en efecto aquí la representación de un vuelo por encima de las cosa terrestres, pero no se encuentra en Platón ninguna descripción detallada de un ejercicio espiritual de mirada desde lo alto. Semejantes descripciones aparecen, sin embargo, en la tradición platónica. Cicerón, en el Sueño de Escipión, presenta sin lugar a dudas esta experiencia como vivida en un sueño. Pero el autor y su lector no dejan de hacer de ello un ejercicio espiritual, uno componiendo, el otro leyendo el relato de aquel sueño. Este ejercicio consiste en imaginar la visión del cielo, de los atros, de la tierra, que se puede tener desde lo alto de la Vía Láctea. La mirada abarca entonces el universo entero: las nueve esferas, de las cuales Dios mismo es la más exterior, las estrellas, los planetas, y la tierra al fin con sus montañas sus ríos, el océano. En una experiencia así el individuo se esfuerza por volver a situarse en el Todo; podría decirse que se trata de física vivida, interiorizada. Hace comprender al alma la pequeñez de las cosas humanas, la vanidad de la gloria, el verdadero sentido del destino del hombre, llamado a vivir, no en la tierra, sino en la inmensidad del cosmos. Filón de Alejandría, aproximadamente en la era cristiana, evoca su experiencia filosófica:
Tenía la impresión de ser constantemente elevado por los aires, llevado por una inspiración divina que se apoderaba de mi alma, y de circular en compañía del sol y de la luna, en compañia también del cielo y del universo entero. Entonces, si me abocaba desde arriba, desde aquel éter, y si extendía la mirada de mi espíritu como desde lo alto de un observatorio (skopiá), podía contemplar los espectáculos incontables que me ofrecían todas las cosas que están en la tierra y me felicitaba por haber escapado vivamente a las calamidades inherentes a la vida mortal.
En esta ocasión el vuelo del espíritu toma su impulso entre los epicúreos a través del espacio infinito y la multiplicidad de los mundos. El mundo que vemos no es para ellos más que uno de los mundos que se extienden en el espacio infinito y el tiempo infinito. Por ejemplo, en Cicerón, un epicúreo evoca
aquelllos espacios innombrables, infinitos, en los que el espíritu toma su impulso y se extiende para recorrerlos en todas direcciones de modo que nunca ve ningún límite en el que pudiera detenerse.
Lucrecio dice de Epicuro:
Triunfó y avanzó lejos, más allá del llameante recinto del mundo, y recorrió el Todo infinito con su mente y con su ánimo.
Y a propósito de la búsqueda del saber:
Nuestra mente se plantea, en efecto, una pregunta: siendo infinito el espacio allende estas murallas del mundo, ¿qué hay de aquellas regiones en las que la inteligencia desea hundir su mirada y hacia las que remonta el libre vuelo del espíritu?
O incluso:
Las murallas del mundo se abren y veo, a través del inmenso vacío, producirse las cosas.
Antes de recordar la infinitud del conjunto de las cosas y la pequeñez de cuanto nos rodea, el cielo, la tierra, con respecto a este infinito, Lucrecio advierte al lector:
Aquí es hacia donde debes dirigir una mirada que se dirige hacia lo lejos y ve desde lo alto, tienes que mirar a lo lejos y en todos los sentidos.
Para los epicúreos se trata por tanto de la voluptuosidad de sumergirse en el infinito, en lo que no tiene límite. T

Quiero marchar por los altos astros, quiero abandonar la tierra y sus obtusos parajes y viajar en una nube y gravitar sobre los hombros del poderoso Atlas y contemplar a los hombres allá abajo, vagabundeando de un lado para otro, mientras ellos se angustian y temen la muerte...
La misma mirada despectiva vuelve a encontrarse en Lucrecio:
Pero nada hay más dulce que ocupar los excelsos templos serenos que la doctrina de los sabios erige en las cumbres seguras, desde donde puedas bajar la mirada hasta los hombres, y verlos extraviarse confusos y buscar errantes el camino de la vida.
En las Cuestiones naturales de Séneca, el alma del filósofo, desde lo alto del cielo, toma conciencia de la pequeñez de la tierra, de lo ridículo del lujo artificial, de lo absurdo de la guerra emprendida para defender minúsculas fronteras, y compara las armadas humanas con tropas de hormigas. En Marco Aurelio este argumento adopta una forma particularmente realista:
Aquellos que desean hablar de los hombres han de observar las cosas terrestres

Este esfuerzo por divisar la tierra desde lo alto permite por tanto contemplar la totalidad de la realidad humana, bajo todos sus aspectos geográficos, sociales, como una especie de hormiguero anónimo, y volver a situarla en la inmensidad cósmica. Vistas desde la perspectiva de la naturaleza universal, las cosas que no dependen de nosotros, las cosas que los estoicos llaman "indiferentes", por ejemplo la salud, la gloria, la riqueza, la muerte, son restablecidas a sus verdaderas proporciones. No es imposible que estos textos de Marco Aurelio hayan sido influidos por modelos de la tradición cínica. En efecto, se puede observar una cierta analogía entre la descripción que propone de la tierra vista desde lo alto y la visión del mundo humano que evoca, a propósito de viajes cósmicos imaginarios, su contemporaneo Luciano, muy influenciado por el cinismo. En su diálogo titulado Icaromenipo o el hombre que se eleva por encima de las nubes, Luciano hace contar por medio del cínico Menipo cómo decidió ir a explorar el cielo para ver las cosas tal como son, en lugar de quedarse en las teorías decepcionantes de los filósofos. Se ajustó así alas para volar, el ala derecha de un águila y el ala izquierda de un buitre, y se fue volando hasta la luna. Una vez en ella, ve desde arriba la tierra entera y, como el Zeus de Homero, nos dice, observa ora el país de los tracios, ora el país de los misios, e incluso si quiere, Grecia, Persia e India, lo que le llena, asegura, de un placer variado. Y observa asimismo a los hombres: "Toda la vida de los hombres se me apareció", declara Menipo; "no solamente las naciones y las ciudades,

(Las diferentes formas de la mirada desde lo alto en Goethe) -Para Goethe, el ejercicio de la mirada desde lo alto adopta la forma de una descripción de las impresiones experimentadas, sea a raiz de una estancia real o ficticia en la cumbre de una montaña, sea a raiz de una ascensión por los aires, imaginada sobre el modelo del vuelo en globo aerostático, sea la de un vuelo por el cosmos. Algunos años antes, en efe


Cuántas veces he deseado, llevado por las alas de la grulla que pasaba por encima de mi cabeza, volar hasta la orilla del mar inconmensurable, beber de la copa espumeante del infinito la vida que, llena de gozo, desborda de ella.
Así evoca el héroe de la novela la visión paradisíaca que tuviera antaño de la Naturaleza y el estado de espíritu en que se encontraba cuando, desde lo alto de una roca, contempla el hormiguero de la vida universal. Fausto le hace eco cuando, al comtemplar el paisaje iluminado por el sol en su carrera. Se lamenta de que no sea más que un sueño, que a las alas del espíritu no se añadan las alas del cuerpo:
Sin embargo, para cada uno de nosotros, es innato que el sentimiento profundo nos arrastre a la vez hacia lo alto y hacia delante cuando, por encima de nosotros, perdida en el azul del espacio, la alondra hace resonar las vibraciones de su canto; cuando, por encima de las cimas de los pinos, planea el águila con las alas desplegadas; cuando, por encima de las llanuras y los mares, la grulla se apresura hacia su patria.
Detengámonos un instante en el caracter particular de la emoción que provoca en nosotros el canto de la alondra. ¿Cómo no evocar aquí las bellas páginas que Gastón Bachelard consagró al tema de la alondra en la literatura, por ejemplo en Shelley, Meredi

La verdadera poesía dase a conocer así por el hecho de que, cual un profano evangelio, acierta con su íntima alegría y su externo contento a liberarnos de las cargas terrenales que nos abruman. Al modo de un globo aerostático levántanos con el lastre que nos cuelga a más altas regiones, haciendo que los embrollados laberintos de la tierra queden alla abajo ante nosotros como a vista de pájaro.
La última frase hace alusión al vuelo de Dédalo, quien se fabricó unas alas para escaparse del laberinto en el que Minos lo había encerrado. Para Goethe, el piloto del globo aerostático que se libera de la pesadez terrestre y Dédalo escapando del laberinto simbolizan la liberación interior y la serenidad que aporta la verdadera poesía. Esta liberación de la pesadez vuelve a encontrarse en el destino de Euforión, el hijo de Fausto y Helena, que es la encarnación de la poes

(La mirada desde lo alto después de Goethe) -(...) Al principio de Las flores del mal de Baudelaire hay cuatro poemas dedicados al poeta o a la poesía: Bendición, El albatros, Elevación, Correspondencias. En El albatros, el poema se compara con un pájaro hecho para planear, un "príncipe de las nubes", que es torpe y ridículo cuando vuelve a descender sobre la tierra. Pero el vuelo del espíritu del poeta se describe de una manera muy detallada en Elevación:
Por encima de estanques, por encima de valles, de montañas y bosques, de mares y de nubes, más allá de los soles, más allá de los éteres, más allá del confín de estrelladas esferas, te desplazas, mi espíritu, con toda agilidad y como un nadador que se extasía en las olas, alegremente surcas la inmensidad profunda con voluptuosidad indecible y viril. Escápate muy lejos de estos mórbidos miasmas, sube a purificarte al aire superior y apura, como un noble y divino licor, la luz clara que inunda los límpidos espacios. Detrás de los hastíos y los hondos pesares que abruman con su peso la neblinosa vida, ¡feliz aquel que con brioso aleteo lanzarse hacia los campos luminosos y calmos! Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras, levantan hacia el cielo matutino su vuelo ¡que planea sobretodo, y sabe sin esfuerzo, la lengua de las flores y de las cosas mudas!
El vuelo del espíritu lo lleva más allá de lo terrestre e incluso de lo que es visible en el cielo. Como vimos en Goethe, el poeta se libera aquí de los lastres terrestres, de las preocupaciones y de los intereses materiales y carnales. Se lanza más allá de todo, al infinito. Este vuelo procura una purificación y una suerte de embriaguez, al beber el espíritu, como si de licor se tratase, el fuego celeste. Las últimas estrofas oponen la vida sobre la tierra: miasmas mórbidos, disgustos y vastos pesares, existencia brumosa, y el medio en el que se lanza el espíritu: espacios límpidos, campos luminosos y serenos. El espíritu se compara a la alondra que emprende un vuelo libre hacia los cielos. Mirada desde lo alto y vuelo del espíritu están entrelazados: el espíritu "planea sobre todo". El final del poema es muy significativo. ¿Por qué se dice que aquel que vuela hacia el infinito "sabe sin esfuerzo la lengua de las flores y de las cosa mudas"? Sin duda el espíritu ha reencontrado su pureza, su inocencia, por medio

Me sentí liberado de los lazos de la pesadez, y encontré a través del recuerdo la extraordinaria voluptuosidad que circula en los lugares altos (...) Entonces concebí plenamente la idea de un alma que se mueve en un medio luminoso, de un éxtasis hecho de voluptuosidad y de conocimento, y que planea por encima y muy alejada del mundo natural.
Pero el tema de la mirada desde lo alto no es tratado solamente desde la perspectiva de la poesía. Puede servir también para definir el espíritu con que el filósofo y el historiador observa las cosa terrestres. Es lo que se llama "el punto de vista de Sirio". El origen de la expresión se encuentra probablemente en el Micromegas de Voltaire, ya que el personaje con este nombre, siendo habitante de Sirio, ve las cosas de la tierra de una manera que podríamos llamar "el punto de vista de Sirio", aunque Voltaire no emplee esta expresión. El mismo punto de vista aparece en una carta de Heinrich von Kleist, escrita en 1806, que expresa la desesperación del hombre al tomar conciencia de la insignificancia de su vida terreste en el infinito del espacio: "Cuál puede ser el nombre de aquella pequeña estrella que se ve desde Sirio cuando el cielo está claro?". La expresión "el punto de vista de Sirio" figura, creo, por primera vez en Ernest Renan en 1880:
Cuando nos situamos en el punto de vista del sistema solar, nuestras revoluciones tienen apenas la amplitud de movimientos de átomos. Desde el punto de vista de Sirio, todavía menos.
Durante años, los editoriales de Hurbert Beuve-Méry en el diario Le Monde llevarán por título "El punto de vista de Sirio". Situarse en el punto de vista de Sirio es practicar un ejercicio espiritual de desprendimiento, de distanciamiento, para alcanzar la imparcialidad, la objetividad y el espíritu crítico; es volver a situar las cosas particulares en una perspectiva universal, si no cósmica.(...)
Ilustración de Antoine de Saint-Exupéry para su obra El principito.
Este autor además de poeta y escritor fue un extraordinario piloto aereo fascinado por el vuelo. En algún lugar dejó escrito:
"El avión es solamnete una máquina, pero que invento tan maravilloso, qué magnífico instrumento de análisis; nos descubre la verdadera faz de la Tierra".
Su desaparición junto con la del avión durante un vuelo continúa todavía siendo un misterio.
(Aeronautas y cosmonautas)
Lo más extraordinario de nuestra época es que ha visto realizarse aquellos viajes cósmicos que desde hace miles de años habían sido o bien sueños, o bien imaginaciónes literarias o ejercicios espirituales. Podríamos decir, de alguna manera, que el hombre de Occidente se preparó muy bien espiritualmente para el viaje cósmico efectivo y que intentó entrever con antelación las transformaciones que aquel viaje podría implicar en la conciencia de los individuos, en la representación que la humanidad se hace de sí misma y del mundo. Hemos visto, especialmente, cómo el viaje cósmico y la mirada desde lo alto, concebidos como ejercicios espirituales, podían llevar a determinados filósofos como Séneca, Marco Aurelio o Luciano a denunciar la vanidad y las injusticias de las desigualdades sociales y la inutilidad de la guerra; cómo, gracias a aquellos ejercicios espirituales, el hombre se concebía a sí mismo como un ciudadano del cosmos; cómo experimentaba, practicándolos, el sentimiento de una transfiguración, de una superación de la condición humana que lo liberaba del temor de la muerte y le procuraba paz y serenidad interiores. La mirada desde lo alto, de hecho, no ha sido alcanzada solamente por la imaginación. Hemos recordado las ascensiones de montaña en la Antigüedad llevadas a cabo por Adriano y por el emperador Juliano, o en el Renacimiento por Petrarca. En la época de Goethe, el hombre empezó a liberarse de la pesadez terrestre con el globo. Más tarde apareció la aviación. Pero los vuelos cósmico


Lecturas:
Pierre Hadot. No te olvides de vivir, Ediciones Siruela 2010
Antoine de Saint-Exupéry. El principito
Macrobio. Comentarios al Sueño de Escipión, Ediciones Siruela 2005
Comentario sobre la obra en la UPF de Barcelona:
http://ethos.url.edu/articles/226/1/Pierre-Hadot-No-te-olvides-de-vivir-Goethe-y-la-tradicion-de-los-ejercicios-espirituales-Siruela-2010/Pagina1.html Entradas relacionadas en este blog:

Sobre la ciudad, pintura de Marc Chagall
7 comentarios:
Me ha gustado mucho, mucho, mucho, amigo Jan, esta entrada. Leeré el primer libro que citas y reeleré las palabras que recoges. En mi caso, cambio de punto de vista cerrando los ojos.
Un abrazo.
Apreciada Iconos,
la verdad que la lectura del libro es muy agradable. Si te haces con él espero que lo disfrutes. A la hora de entresacar tan sólo unos fragmentos de él me fue dificil pues todo es muy interesante.
Otro abrazo de mi parte.
Por cierto, no se que ha pasado, pero después de hacer una corrección en la entrada ha quedado todo el texto seguido y de momento no consigo restablecer los puntos y aparte. Se piden disculpas, intentaré solucionarlo.
Buen blog, muy buen blog. A lo mejor te haces una idea de lo agradable que es darse cuenta de que hay compañeros, amigos, hermanos.
Lo voy a ver despacito como se merece.
1saludo.
Volveremos y seremos millones, dijo alguien por ahí.
Muy amable, ane.
Me alegra que lo que aquí se publica te resulte sugerente. Y sí, siempre es agradable cruzarse con quienes compartes cierta afinidad y sintonía.
Recibe un cordial saludo también de mi parte.
Y nuevamente me encuentro con Marc Chagall, qué bonita pintura! y acarrea ella una intensa sensación de vuelo..hermosa! Comparto con vos la reflexión final de la entrada: si no somos capaces de modificar nuestro modo de sentir, ver, escuchar en nuestro propio mundo; si no podemos ver "más allá" y, con humildad, reconocernos sólo uno más en el cosmos, quizá ningún viaje interplanetario pueda modificar la soberbia presente en muchos seres humanos. Las guerras son la cara más cruel y descarnada del sinsentido de la ambición humana. Jamás entenderé que haya hambre en el mundo, que las riquezas se concentren en unos pocos -que terminan hastiados de la vida porque no le hallan ninguna otra finalidad que la que está marcada por el poder, el dinero o el egoísmo-. Entiendo mi propia existencia como inmersa en un todo del cual soy parte, por eso amo todas las expresiones de la vida que me rodea. He leído "El Principito" infinidad de veces, cada vez que lo hago algo nuevo aparece ante mi. Gracias por este aporte!! Me ha encantado! Abrazo!
Hay algo que parece muy claro, y es que el mundo no se transforma si no se transforma la mirada. Ese sí que sería un gran paso para la humanidad, no el de poner los pies sobre la luna motivado por un afán de posesión, predominio y conquista.
Textos como el que aquí dejo me parecen estimulantes para ver el mundo con otros ojos, los que se abren mediante el "viaje cósmico interior" por el que paulatinamente se va elevando la mirada.
Y sí, la pintura de Chagall es preciosa. Me encanta.
Abrazos
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